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Niños fuertes, no hombres rotos

Por Flor de Torres Porras

UNICEF señala que, aunque no se les ponga la mano encima, presenciar o escuchar situaciones violentas del maltratador tiene efectos psicológicos negativos en los hijos. La presión psicológica ejercida al menor por exposición al maltrato de la madre es una forma de maltrato infantil, algo que se expone en la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989), ratificada por España. No en vano la Academia Americana de Pediatría (AAP) reconoce que ‘ser testigo de violencia de género puede ser tan traumático para el niño como ser víctima de abusos físicos o sexuales’.

Los niños son víctimas invisibilizadas de la violencia de género. Imagen de Kevin Gent.

Pero creo que hay que ir un poco más allá. La expresión de ‘maltrato infantil‘ no visibiliza adecuadamente la esencia de esta forma de maltrato, pues se produce como una forma añadida de maltrato a la mujer.

Debería de acuñarse el término ‘maltrato infantil de género’, no sólo el de la exposición de los menores como víctimas directas a la violencia de género, sino además aquel que persigue como única razón el seguir ejerciendo la violencia de género en determinados casos donde ya no se puede ejercer de forma directa sobre la victima, pero cuyo único fin es seguir atentando contra la mujer.
Solo es necesario acudir al sentido común para que denigrantes actos como el vivido en el Caso Bretón se infiera la violencia extrema a los menores en un contexto de maximizar el dolor que puede inferirse a una mujer. Son tantas las situaciones en las que los menores son usados como instrumentos de venganza, de presión, y como armas arrojadizas contra la madre, para seguir martirizándola en esa espiral emprendida, que es en esencia otra forma de violencia de género. Y lo es cuando ya, en pleno proceso de divorcio, no se puede proyectar o ejercer a la víctima en su presencia y con la hegemonía con que se hacía.
El catálogo de conductas del maltratador se estira a través de los menores sin importarles que además son sus hijos, o el sufrimiento que les genera. Los menores son auténticas víctimas de esa violencia de género iniciada con la madre y continuada en ellos, porque persiguen idéntico fin. Pero además ellos sí que están indefensos.

Recordando también a Leonor, y en su memoria, podemos entender que los menores son víctimas directas de la violencia de género. Leonor fue asesinada por su padre en un régimen de visitas el 21 de Marzo de 2013 en Campillos (Málaga), tras ser su madre amenazada con la frase ‘voy a darte donde más te duele’. Esta víctima de 7 años inició el contador de las víctimas invisibles de la violencia de género que también lo eran en derechos en 2014: los y las menores. Ella fue la primera menor considerada legalmente víctima directa de la violencia de genero cuyos derechos tuve el honor de defender. Su asesinato se contabilizó por primera vez en España a través de la Delegación del Gobierno de Violencia de Género como menor víctima directa de este tipo específico de violencia.

Si tomamos como referencia los casos de los 6 menores asesinados por sus padres en los últimos meses, estos niños estaban bajo la tutela de sus madres en 4 ocasiones y solo una de ellas había denunciado con medida de protección. Los demás no estaban protegidos legalmente por no existir denuncias previas.

Cuando un menor vive situaciones de violencia de género de su padre sobre su madre, su influencia es siempre directa. Le produce consecuencias físicas o psíquicas. Y sin duda porque el hijo o la hija de un maltratador tiene muchas posibilidades de sufrir alguna o varias de estas situaciones:

  • agresiones en el embarazo,
  • agresiones al proteger a la madre,
  • ser víctima directa de violencia física o psicológica del padre para multiplicar los efectos y sufrimiento a la madre,
  • como testigos presenciales de los malos tratos al escuchar la agresión desde su propia habitación
  • observando las heridas o secuelas producidas de forma inmediata a la madre,
  • presenciando el enfrentamiento previo o posterior del maltratador
  • en situaciones de maltrato físico o psicológico en el régimen de visitas para aumentar deliberadamente y como violencia de genero instrumentalizada a la madre

No. No son testigos o víctimas indirectas de la violencia de género. Son víctimas directas de la violencia de género por las consecuencias físicas o psíquicas que les producen tales hechos.

Hablemos con propiedad: un menor expuesto a la violencia de género es víctima directa y no indirecta de la violencia de género. Se ejerce sobre ellos maltrato infantil de género.
Los menores son aún más invisibles que sus madres. Y no solo eso. Les vinculan las decisiones de madres que sin asumir su condición de víctimas por su estado de dependencia emocional, quieren volver a estar con sus parejas sin reconocer que sus acciones vinculan a menores que no han sido visibles, que no se les ha oído sobre esa posibilidad de volver a convivir con el padre maltratador y más aún, no se les ha interesado ninguna protección frente a él.

Desde 2015, normas como la Ley de Protección de Infancia y Adolescencia  o el Estatuto de la víctima reconocen que un menor como mínimo ha de ser escuchado judicialmente como víctima directa de la violencia de género y de forma independiente a su madre.
La práctica nos ha enseñado que estos héroes de la violencia del género tienen mucho que contar sobre lo que sufren en primera persona como niños fuertes para no ser en un futuro hombres rotos, si son niños, y si son niñas, para no repetir la condición de víctimas que han visto en sus madres.

Pero para ello todos y todas hemos de hacerlos visibles también en derechos y dignidad porque con ellos también deconstruiremos la violencia de género que pasa de padres a hijos, eliminaremos su germen. Romperemos en mil pedazos los roles de chicos y chicas basados en sistemas patriarcales. Solo así avanzaremos a relaciones de pareja igualitarias en nuestros menores.

Serán nuestros niños fuertes, y no hombres rotos.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Legalidad y sufrimiento: mujeres que ayudan a mujeres

Por Flor de Torres Flor de Torres

Hace unos días tuve un encuentro muy especial. La Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo y la profesora María Jesús Cala Carrillo, de la Facultad de Psicología de Sevilla, han hecho posible mi encuentro con Janina.

Mujeres y niños junto al río Coco, en Nicaragua. Imagen de María Cimadevilla.

Mujeres y niños junto al río Coco, en Nicaragua. Imagen de María Cimadevilla.

Janina Margarita Jackson Machado es Fiscal regional del Ministerio Público de Nicaragua en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. Con una formación especializada en violencia de género, intrafamiliar y sexual, participa activamente en el diseño de una actuación integral en su país para erradicar las violencias basadas en el género, en el marco de un proyecto que cuenta con el apoyo de la cooperación andaluza.

Y ella, como Fiscal en Nicaragua, representa a las víctimas de violencia de género y es a la vez enlace en la Unidad Especializada de Niñez y Adolescencia. Mujer de compromiso en un país donde la abogada Juana Antonia Jiménez,  ya me contó el amplio movimiento que se ha desplegado para defender los derechos de las mujeres.

Y es que Nicaragua despertó por la igualdad. Existe una Ley Integral contra la violencia a las mujeres. Pero un sueño integral que ha durado poco, pues apenas un año después de su publicación se reformó para romper con la prohibición de la mediación y la especialización judicial, un abandono que supuso resucitar la instancia privada en el delito de violencia a la mujer.

Hay principios básicos en la lucha judicial contra la violencia de género que ahora se desmoronan. Pero he recibido de Janina el talante de compromiso por la igualdad de las mujeres en Nicaragua. Janina en su profesión como fiscal logra que no se vacíen los derechos de las mujeres nicaragüenses que sufren la violencia de género, ni los de sus hijos, que sufren en la misma medida.

Entre mi colega Janina y yo apenas conocernos surgió una complicidad inevitable. Vivimos en distintos países, trabajamos con distintas mujeres, en dos continentes y sin embargo de nuestro intercambio de experiencias parecía que habíamos compartido idénticos casos. Nuestras trayectorias vitales parecían entrelazarse pues eran prácticamente idénticas. Hasta llegamos a creer en un emotivo abrazo que en realidad éramos hermanas de vida que no se habían conocido hasta ese momento.

Con contenida emoción recordamos algunas vivencias con mujeres y juicios de feminicidios de las mujeres que no están, que nos faltan. De sus hijos. De los hijos de la violencia de género que ella comparte conmigo que son víctimas directas de la violencia de genero. Y nos emociona también que muchos asesinatos a mujeres en su país y en el mío son idénticos y se producen de la misma forma y con la misma casuística. Y es que la violencia del hombre hacia la mujer se ejerce y se desarrolla igual en las dos orillas. En el mundo. Sabemos que ello no es más que la consecuencia de la supresión de todos los derechos a la mujer cuando se la denigra física y psíquicamente en la violencia de género. Y concluimos que sin igualdad no hay derechos. Ninguno. Todos transitan por esta bella y enorme palabra que es la igualdad. Y sin ella ni en Nicaragua, ni en España, ni en el mundo habrá respeto ni derechos a la mujer.

Somos fiscales en femenino de violencia a la mujer. Mayoritariamente somos mujeres quienes hemos proporcionado asistencia jurídica a las víctimas. Y tratándose de feminicidios hemos atendido a sus familias, no solo jurídicamente, sino que hemos desarrollado y construido una habilidad empática a lo largo del trayecto de nuestra experiencia profesional. Este modo de atención se ha transformado en una capacidad, un saber que equilibra la razón técnica y legal con la habilidad en el manejo humano del sufrimiento que los casos de violencia de género llevan en sí mismos. Y que nosotras que manejamos el dolor de forma tan directa, necesariamente nos penetra.

Nos despedimos con la ilusión que la vida de nuevo vuelva a unirnos. En Nicaragua o en España. Y con la emoción de lo que este encuentro supuso para ambas. Somos mujeres que ayudamos a mujeres. Y mi admirada hermana, la fiscal de género de Nicaragua Janina Jackson, es un claro ejemplo de ello.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.