El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Puede una madre alimentarse ella y su hijo con 11 euros a la semana?

El pasado jueves mi vecina Madre reciente (@madrereciente) me pasaba a través de Twitter un enlace vía Gonzoo en el que se daba cuenta de la particular historia de una admirable madre coraje (con descenso a los infiernos y resurgir incluidos). En ella se plasma la odisea de una mamá británica y soltera de 25 años, Jack Monroe, y su hijo de más o menos 2, que las han pasado canutas en lo que se refiere a la cuestión económica. Sin trabajo, sin dinero y recurriendo a la venta de no importa qué de sus pertenencias para hacer frente a facturas y a la necesaria alimentación propia y de su hijo. Entre otras cosas.

Su historia, poco digna en principio de recibir especial atención por lo común de la misma, se ha convertido en todo un acontecimiento al haber empleado su angustia para dar a conocer las soluciones alimenticias de bajo coste que ha aplicado, desde la compra de alimentos a partir de ofertones, hasta la forma de cocinarlos a partir de genuinas recetas, cómo ahorrar en gas y electricidad, etcétera. Y además lo contó en un blog que en relativamente poco tiempo se ha convertido en todo un éxito de visitas. Un reconocimiento a su dedicación que se ha plasmado en premios a su actividad como bloguera, además de tener la oportunidad de publicar un libro con sus recetas de bajo coste (que verá la luz en febrero de 2014) y de obtener un trabajo como reportera en un periódico.

De toda esta modélica historia lo que a mí más me llama la atención, y supongo que a vosotros también, es la afirmación de poder dar de comer a su hijo y alimentarse ella misma con un presupuesto semanal de 11 euros ¿cómo es esto posible? ¿se podría hacer lo mismo en España?

Spain is different (y no para lo bueno precisamente en esto)

Jack MonroeSin quitarle un ápice al mérito que tiene Jack, opino que las circunstancias que le han posibilitado ajustar tanto el presupuesto no son las mismas que en España. Yo no he vivido en el Reino Unido y por lo tanto no tengo elementos para ponderar las diferentes circunstancias entre España y el Reino Unido. Sin embargo, sí que cuento con el testimonio de personas muy cercanas a mí que me han dado su opinión y sus razones para pensar que aquí esto no sería posible o al menos no a tan bajo coste. Mi compañero en la Universidad David Flores que ha vivido y trabado bastantes años en el Reino Unido me comenta que las políticas de precios y ofertas de alimentos en este país son completamente diferentes a las españolas. Sin ir más lejos, allí es práctica habitual lo que se conoce como reduce to clear una especie de “rebajas por liquidación” o más bien “chollos hasta que se acaben” en la que se ponen a la venta auténticos ofertones de alimentos a un precio simbólico, rayando en lo ridículo, de aquellos productos que están próximos a caducar o con la fecha de consumo preferente muy cercana. De esta forma es fácil encontrar paquetes de pan de molde al precio de 10 céntimos, fruta embolsada a 15, productos perecederos (carnes, pescados, lácteos, etcétera) a precios casi insignificantes.

Se hace así para no tener que tirar comida y para que ello además no suponga un gasto extra de logística. De este modo, me comenta mi compañero, no es infrecuente ver determinadas cadenas de supermercados atestados de gente a las 10 de la noche (ten en cuenta el país del que estamos hablando) haciendo acopio de todos estos productos que luego congelan.

Porque esa es otra, no es solo el país sino también la cultura. En el Reino Unido existe una “cultura del congelador” mucho más extendida que aquí, en donde somos mucho más reacios a congelar alimentos creyendo muy habitualmente que estos “pierden propiedades”

Además está el tema del coste de los alquileres, la electricidad y el gas… nada que ver con los españoles considerablemente más caros (al menos eso me cuenta David)

Por último está el tema del poder adquisitivo, con diferencias considerables entre ambos países. David, que volvió a España en 2008, me cuenta que actualmente se gasta un porcentaje muy superior de sus actuales ingresos en la cesta de la compra que el que se gastaba en el Reino Unido hace 5 o incluso 10 años.

En resumen, e insisto que haciendo todo el aprecio posible a la labor de Jack Monroe que cuenta con toda mi admiración, partiendo de la base de que tenemos una cultura bastante derrochona. Me refiero a todo en general y al tema de la alimentación en particular. Estoy convencido que Jack, tanto en su blog como en su libro y artículos puede aportarnos algunas ideas útiles para tratar de rentabilizar mejor nuestros recursos, pero soy un tanto escéptico cuando el límite se pone en 11 euros por semana en alimentación para una madre y su hijo. Y más aun cuando ese presupuesto incluya el alimentarse de una forma más o menos saludable.

Y vosotros ¿qué opináis, dónde y cómo ahorráis, dónde está el límite inferior semanal de gasto para alimentarse una familia? De momento os dejo con un vídeo suyo (lo cierto es que esas hamburguesas vegetales no tienen ninguna mala pinta)

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Niños y ketchup: ¿una batalla perdida de antemano o una buena solución?

ketchupA raíz de la entrada del otro día en el que describía el bizarro asunto de aquella señora que promociona un sistema adelgazante consistente en rociar el entorno de las comidas más tentadoras con un espray pestilente (y de esa forma terminar por abortar todo intento de comérselas), algunos comentarios juguetearon con esta idea de los olores y aromas pero, esta vez, con una aplicación más positiva. Planteaban si sería posible idear y crear un spray que en vez de provocar el rechazo a un alimento facilitara su consumo.

Sobre el papel este tema puede tener su enjundia. Imagínate, que resulta que a alguien no le gusta y le cuesta comer… lo que sea, pero que al mismo tiempo se ve en la “obligación” de comerlo ya que es muy “sano” y conveniente comerlo. Pues ¡zasca! rociada con el spray aromatizado a lo que sea (rico y agradable) y asunto arreglado. Paradigma de esta situación es la de nuestros hijos y el ejemplo típico de las verduras, el pescado… ¿que resulta que no les gusta y no quieren comer brócoli? pues nada, buena chorretada de spray de chocolate por encima y a correr… ¿Qué no hay forma de que se coman esa maravillosa merluza a la romana que has preparado? no hay problema, chufletada de espray con aroma de algodón de azúcar y todos contentos… ¿no?

Pues no. Al menos un servidor no piensa así. No digo que este tipo de espray no terminara por triunfar desde un punto de vista comercial, creo muy posible que tuvieran un notable éxito. Lamentablemente, no lo puedo negar. Pero mi rechazo para darle el visto bueno al espray como tal se debería a que no me parecería una adecuada herramienta para educar a nuestros hijos. Al igual que tampoco me lo parece ese otro tipo de conducta parental consistente en servir o permitir acompañar la comida de los más pequeños con cantidades industriales de la salsa de turno más persistente, lo más típico, ketchup. Aunque hay muchas otras posibilidades, mayonesas, salsa rosa y hasta, pásmate, Nocilla (sí, eso lo he visto yo con estos ojitos míos: Nocilla con alcachofas, y en ese orden más que en el contrario)

Volviendo al tema del aerosol perfumante, como digo, creo que podría llegar a triunfar pero seguiría siendo tan mala estrategia como la del ketchup. Conste que no tengo nada en contra de este alimento, siempre que ocupe su sitio y no se descontextualice su uso. Es más, el ketchup me gusta y no poco… pero solo cuando es “del bueno”.

La varita mágica para que el nene se coma lo que “se tiene” que comer

Además, como habrán podido comprobar muchos papás y mamás, hay veces que ni con el ketchup “el nene” se termina por comer lo que los padres quieren que se coma. Así, resulta, que la presunta “varita mágica” no lo es tanto y falla más que una escopeta de feria. En realidad no hay “varitas mágicas” en este asunto de que los niños coman. Bueno sí que las hay, pero no se pueden poner encima de un plato o guardar en el frigo o en la despensa. Esas varitas mágicas a la que me refiero se llaman amor y buen hacer. Buen hacer para dedicar tiempo a la cocina, para comer lo mismo que los niños comen, para comer con ellos, para involucrarles a la menor oportunidad en los procesos de planificar el menú, comprar los ingredientes, cocinar… Y amor, mucho amor para, dentro de una adecuada oferta saludable de alimentos dejarles decidir qué comer y qué no (creo que a estas alturas sería conveniente que le eches un vistazo a la entrada: “¿Que tu hijo come de todo? No te preocupes, ya cambiará”). Con respecto a los alimentos menos recomendables, eso sí, estaría muy bien que siguieras la fantástica máxima de Julio Basultono ofrecer, no negar” localizada en el libro “Se me hace bola”. Es decir, no dárselos habitualmente, pero tampoco ser tan fundamentalista como para quitárselos de las manos si ya han caído en ellas.

Por cierto, ya que estamos, y antes de despedirme déjame que te anuncie el título de la próxima entrada, para que veas que nada más alejado de mi intención el criminalizar el uso del ketchup. El próximo post tendrá por título: “Ketchup Heinz: para algo que me gustaba de McDonalds, va y lo quita”.

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Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

¿Compartir la comida es solo cosa de niños?

La resaca del Día Mundial de la Alimentación me dejó algunos peces varados en forma de video en la playa de mi ordenador.

Ayer preguntaba en Twitter porqué si la mayor parte de las fuentes consultadas coinciden en asegurar que en todo el planeta se producen alimentos suficientes para alimentar (de sobra) a todos sus habitantes, sigue habiendo gente que se muere de hambre todos los días. Y no poca. Quizá el dato más estremecedor es el que nos dice que diariamente y de media mueren en torno a 10.000 niños de hambre. 10.000, todos los días; ayer Día Mundial de la Alimentación también, y hoy, y mañana… Las cifras bailan, unas veces se dice 11.000, otras 6.000 o 25.000… En cualquier caso siempre se trata de cifras escandalosas.

Uno de los videos como decía es elocuente, vale que las condiciones no son las mismas como pudieran ser en otras circunstancias, más crudas, pero en él se ve como comparten su merienda dos niños a los que se les ha dejado a solas por parejas ante una merienda sorpresa. La sorpresa de verdad viene cuando descubren que uno de ellos no tiene merienda y el otro sí… y la respuesta es clara, el que tiene toda la merienda la comparte con el que no tiene nada. Entrañable las imágenes de estos niños viéndoles compartir y significativa su reacción. Una reacción de la que debiéramos aprender.

Tecnología “espacial” para que los niños coman fruta

ManzanasHace un par de semanas una de esas seguidoras correspondidas que “mondo Twitter” te da la oportunidad de conocer, Mónica (@psico_diet), me hizo llegar esta noticia: “Diseñan un aperitivo de manzana que reduce los riesgos cardiovasculares en niños obesos”.

Así, a primera vista, no me digas que no, suena fenomenal. No seré yo quien se dedique a poner palos en las ruedas a tan noble causa, ni tampoco en el esforzado objetivo de la tesis doctoral de la principal investigadora de este proyecto. En esencia, tal y como se puede leer, se trata de un snack o aperitivo a base de manzana enriquecida con zumo de mandarina de forma que, según siempre la misma fuente:

Cuarenta gramos de este producto proporcionan los componentes bioactivos de un vaso de mandarina fresco”. Para ello : “los investigadores enriquecieron rodajas de manzana con zumo de mandarina utilizando para ello una tecnología de impregnación al vacío desarrollada y patentada por el equipo de la Universidad Politécnica de Valencia que permite incorporar ingredientes adicionales a la estructura de alimentos porosos, como es el caso de frutas y hortalizas”.

Que estupendo, que maravilla. Digo esto por que, además, este producto fue empleado en un estudio de intervención en el que, durante 4 semanas (un mes), la dieta de 41 niños obesos fue “enriquecida” con 40 gramos de este producto. La conclusión, previsible, no podía ser otra:

“En líneas generales, la adición de este producto en la dieta contribuye a la mejora del estado de oxidación e inflamación en niños obesos, así como en diversos factores de riesgo de aterosclerosis”.

Insisto, no me parece mal en absoluto. Sin embargo, este tipo de architecnificados productos que tienen como fin la deseable evolución de niños con obesidad me deja más preguntas que la respuesta que, previsiblemente, en un futuro no muy lejano nos ofrezca la industria alimentaria cuando esta patente, supongo, sea explotada:

  • ¿Porqué no haber hecho el estudio en cuestión con al menos un grupo control en el que su dieta hubiera sido “enriquecida” y monitorizada con fruta de verdad, es decir, fruta “a secas”?
  • ¿No sería más deseable destinar esfuerzos para que esos niños obesos coman más alimentos de origen vegetal?
  • ¿Qué precio tendrá en el mercado una futura (y previsible) comercialización de este producto en el mercado?
  • ¿Qué nivel de saciedad aportan 40g de manzana embebida de mandarina? Por muchos antioxidantes y sustancias bioactivas que tengan… no se quedará con hambre un niño de, pongamos 6 años, después de haberse comido 40 miserables gramos de lo que sea? ¿No sería mejor que, directamente se comiera, por ejemplo, media manzana (unos 90 gramos)?
  • ¿No es acaso previsible que el consumo de media manzana o de un par de mandarinas  taliscualis aporten un mayor nivel de saciedad que 40g de este producto a la vez que un cifra relativamente similar de “componentes bioactivos” que los aclamados 40g de este producto? (es un suponer)
  • ¿Alguien cree que esta es al menos una de las soluciones a la actual crisis de obesidad que vivimos entre la población de niños españoles?
  • Y, en definitiva, de verdad, ¿acaso la solución no parece ser más evidente, más racional, más sencilla?

Con sinceridad, le deseo todo lo mejor al equipo de investigación. Además, les auguro un esplendoroso futuro dentro de la industria alimentaria si deciden seguir por este camino. Así, a bote pronto, se me ocurren tres o cuatro multinacionales de la industria alimentaria que a buen seguro estarán interesadísimos en este tipo de hallazgos. Pero, de verdad, dudo mucho que la ansiada solución al problema abordado transcurra por estos derroteros.

Ante los frecuentes casos de obesidad infantil, antes que diseñar alimentos ultratecnológicos sugiero echar un vistazo a esta entrada Si tú comes bien, ell@s comen bien.

Además, si quieres profundizar en este tema, te sugiero que consultes las siguientes entradas:

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Imagen: kornnphoto vía freedigitalphotos.net

“Entrenar, comer y dormir” la divisa de Horner, un gladiador del deporte

Chris HornerSi es un sueño que no me despierten. Si en el futuro sale a la luz que iba enchufado hasta las orejas, que no me lo digan. No lo quiero saber. Prefiero vivir engañado con la imagen en mi retina de ese Chris Horner batiéndose el cobre de pie sobre la bici. Aun creo, y quiero creer, en la épica del deporte. Llamadme romántico. Y es que el dato me gusta: en 2013 un tipo con casi 42 tacos, con más escuela que manolito, se aupó por méritos propios hasta la gloria en la Vuelta a España. Horner, un tipo normal, o al menos eso parece. Y sin que nadie a priori apostara demasiado por él. Me gusta.

A mis 43 años ni me sé ni me creo en la circunstancia de leerle la cartilla deportivamente hablando a nadie medianamente entrenado; ni tan siquiera en aquellas disciplinas en los que yo mejor me desenvuelvo… Bueno, en mi descargo podría argumentar que jamás tuve la ocasión de dedicarme profesionalmente al deporte (con sinceridad creo que tampoco hubiera brillado demasiado). Sin embargo, desde al menos 8 años atrás (y lo recuerdo muy bien) vivo con especial atención los titulares de aquellos medios que hacen recalcar la “avanzada edad” de no importa quién cuando termina por alcanzar un hito deportivo. Sé que hay muchos, en cualquier caso el primero en mi cuenta particular, ya digo que lo tengo marcado a fuego en mi memoria, fue durante los mundiales de natación de 2005 en Canadá. En aquel entonces no pocos medios rotularon sus titulares del siguiente modo: “El abuelo Mark Wernecke campeón del mundo en los 50m braza a sus 35 años” (o algo así) Fue todo un palo: ¿abuelo, 35 años? Cachis en la mar, en aquel entonces yo también tenía 35, y estuve dudando entre pedir hora para que me pusieran una dentadura postiza o llamar, indignado como estaba, uno a uno a los periódicos que usaron este titular o semejante.

Volviendo a la actualidad, una de las cosas que más me molan es, por supuesto, el lema de Horner; el secreto según él mismo de su logro: “entrenar, comer y dormir”, algo de lo que muchos debieran aprender. Sí, digo aprender y releer, antes que ponerse a estudiar la forma y manera de burlar, enmascarar y trucar sus triunfos. A suplementar su dieta con nutrientes esenciales, aminoácidos ramificados o, vade retro, a limpiarse la sangre y demás trastadas. El fraude en el deporte me da asco y, por lo que hasta ahora se sabe, en esta victoria hay muy poco de aquel y en sentido contrario mucha modestia, pundonor y genuinidad. Que Horner no se subió a una bicicleta antes de ayer lo sabemos todos, al igual que el Sr. Wernecke tampoco aprendió a nadar precisamente dos años antes de ser campeón del mundo.

Con todo ello en el haber hay otro matiz importante en la hazaña de este titán de la bicicleta. Los medios recalcan el escaso efecto que ha tenido en su caso el adoctrinamiento dietético más esperable. Al parecer Horner no sigue la pauta dietética tipo y que para otros en su misma situación es ley de vida. Horner, según los medios, sortea gran parte de las recomendaciones nutricionales y gusta de “abusar” de hamburguesas, pizzas y cocacolas. ¿Cuánto hay de cierto en todo esto? De verdad que me gustaría saberlo y poder concretarlo de forma detallada. Los medios hacen creer que, haciendo una caricatura de sus contenidos, este hombre parece vivir sentado en el sofá mazándose a refrescos y comida basura. Yo, sinceramente lo dudo. No niego que posiblemente haga sus transgresiones, pero dudo mucho que estas sean la norma. No olvidemos que este tipo de leyendas, tanto en el contenido de las dietas como en su cantidad, teniendo un origen incierto, suelen ser magnificadas por los medios de comunicación hasta llegar a formar parte del acerbo popular. Recordemos por ejemplo los mitos sobre la dieta de Michael Phelps.

En el caso que nos ocupa de veras que me gustaría conocer de primera mano las características de la dieta de Chis Horner y que fuera él mismo el que la detalle. Mientras tanto, yo me quedo con su difícilmente mejorable consejo hacia el éxito deportivo: “Entrenar, comer y dormir”.

¿Te comes lo más rico primero o lo dejas para el final?

Plato combinado 2Pongámonos en situación: cena en familia (mamá, papá y dos hijas) frente a un plato combinado de tortilla francesa, espárragos trigueros a la plancha y ensalada.

Me resultó curioso el otro día observar como los cuatro teníamos distintas estrategias a la hora de comernos los distintos alimentos de nuestros platos idénticos (salvo por la cantidad). Todos comimos más de unos alimentos al principio dejando otros para el final, pero no todos coincidimos en el orden a la hora de hacerlo: unos empezamos por unos alimentos concretos y otros comensales por otros alimentos.

Visto que el orden de desaparición de los alimentos entre mis hijas era manifiestamente distinto, les pregunté que cuál de los ingredientes del plato les gustaba-apetecía más y cuál menos. Y resulta que las dos coincidieron, lo que más les gustaba-apetecía a las dos eran los espárragos trigueros y lo que menos la ensalada. Sin embargo, la mayor se comía primero la ensalada y la pequeña los trigueros. La tortilla vamos a dejarla como variable independiente.

No pude por menos que preguntar: y tu Adriana (9 años) ¿por qué te comes primero lo que menos te gusta? Me respondió, como si yo fuera tonto, que para dejarse lo más rico para el final y acabar, vamos a decir, con un buen sabor de boca. Sin embargo, Carolina (5 años a falta de otros tantos días) me respondió que prefería comerse primero lo más rico porque sabe que se lo va comer con gusto y que (como en casa no hay mayores presiones por obligar a comer) si se quedaba llena… podría pasar y no comerse lo que menos le gusta. Una especie de “que me quiten lo bailao.

Con respecto a mi mujer, ella y yo seguimos patrones similares, somos más de dejarnos para el final lo que más nos gusta (como Adriana), aunque la verdad es que yo soy más de alternar los bocados de una cosa y de la otra o de, más directamente, mezclarlos.

Siempre me ha llamado la atención que esta dualidad en el patrón de una persona a la hora de empezar a comer lo que más le gusta al principio, dejando para el final lo que menos (o a la inversa) se reproduce exclusivamente cuando dicha persona se enfrenta a su plato. Es decir a lo que sabe que le toca a comer a ella y a nadie más.

Sin embargo, todo cambia cuando las circunstancias son otras. La mayor parte de la gente se abalanza a comer lo que más le gusta primero cuando por la misma comida hay más competidores en liza. Me explico. Imaginemos un aperitivo de boda en la que empiezan a salir camareros con bandejas por todos lados con viandas diversas. Todo el mundo sabe que hay distintas bandejas con distintos canapés. Entonces nadie hace previsión de empezar a comer de lo que menos le gusta para dejarse al final lo que más… se asalta al camarero que lleva lo que te gusta hasta que se agotan las existencias de ese aperitivo y luego Dios dirá: que ya no quedan más aperitivos, pues nada, a aguantarse; que quedan de los que nos gustan menos… pues a seguir comiendo.

Si hay algún psicólogo o psicóloga en la sala (y que no trabaje en ‘no seas pesado’) por favor le ruego que levante la mano y me explique, si puede brevemente, las posibles asociaciones entre estos dos patrones de consumo y, por ejemplo la facilidad para llegar a ser obeso, las características generales en el carácter de una persona, etcétera. Estoy convencido que tiene que haber algún tipo de relación.

Tanto si eres psicólogo o psicóloga, como si no, no te cortes y deja en los comentarios cómo es tu patrón de consumo de alimentos con respecto a lo que más te gusta y lo que menos cuando se te presentan juntos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

Concursos y competiciones de «comilones»: yo voto no

El pasado día 31 de agosto se celebró en Tabuenca (Zaragoza) la Albondigada 2013, eufemismo del VIII Concurso Oficial de Comedores de Albóndigas, eufemismo a su vez (oficial en este caso) de “a ver quién es tragaldabas que puede dar el peor ejemplo poniendo su salud en riesgo a base de comer cuantas más albóndigas mejor” (esto lo digo yo)

Con sinceridad, cuando oí el anuncio del “evento” en una radio local, no podía dar crédito a mis sentidos. Creía, daba por sentado, que este tipo de desacertados concursos pertenecían a un poco recomendable pasado y sobre todo al mundo anglosajón. ¿Recordáis el pasaje del concurso de comedores de tartas de la genial película Stand by me? (pocos saben que el guion parte de una novela de Stephen King… y este pasaje lo deja bastante claro) Puedes echarle un vistazo a continuación (aviso: no apto para aprensivos)

Este tipo de ridículos “enfrentamientos” entre comedores queda también de manifiesto también en los Simpson cuando Homer reta a un afamado camionero a ver quién se acaba antes el “filete” estrella (de 7 kg de peso) en el restaurante del matadero.

Como decía me llamó la atención el descubrir este tipo de prácticas en nuestras latitudes y época. Me dan exactamente igual las bases del concurso, el calibre de las albóndigas, lo escrupulosamente controlado de sus ingredientes, con qué las puedas regar para pasarlas, las empresas colaboradoras del «evento» o el premio que habrán recibido los ganadores. Me da igual que se haga en el contexto de unas fiestas populares, rurales o de pueblo (puedes consultar todos los detalles en este enlace). Y digo que me da igual y me parecen mal este tipo de concursos:

  • porque se está haciendo espectáculo a partir de una práctica nada recomendable.
  • porque entre el público asistente habrá niños, o adultos con mentalidad de niños, que observen en su práctica un modelo a seguir a partir del más elemental reflejo condicionado: al ganador se le da una recompensa, además del reconocimiento tácito.
  • porque los medios de comunicación locales y nacionales (radio, periódicos…) se hacen eco de esta barbaridad aplaudiéndola y tomando entrevista y opinión a concursantes, personalidades municipales y jurados sobre cuáles son las mejores técnicas para afrontar con éxito la prueba: que si dejar de comer tres días antes, que si comer muy poco pero nunca dejar de comer del todo, que si vomitar después del concurso… todo muy recomendable.
  • porque quizá no se den cuenta pero los concursantes están poniendo en riesgo su salud con este tipo de intervenciones. Y lo peor, como digo, es que lo ensalzan a la categoría de espectáculo.

Para mí este tipo de concursos deberían prohibirse como así se hizo con lo de tirar cabras desde el campanario. Me parece que los tiempos que corren no están precisamente para dar premios por este tipo de “machadas”.

Ya puestos a decir y hacer tonterías les sugiero a las autoridades del Ayuntamiento de Tabuenca que para la edición que viene que quiten el pan de rallado de las albóndigas y lo sustituyan por harina de maíz. De esta forma podrán participar concursantes celiacos, ya que a día de hoy me parece una falta de sensibilidad para con este colectivo. Los celiacos también tienen todo el derecho del mundo a que les dé un torzón en público y a hacer difusión de malos hábitos

¿Hay un desayuno «ideal»?

DesayunoA la hora de desayunar la mayor parte de la población se suele encajar en dos grupos típicos: los que no desayunan habitualmente y los que sí. A su vez, entre estos últimos se pueden distinguir, en general, dos patrones: los que siempre desayunan lo mismo o muy parecido (una mayoría) y los que se las trae al fresco el qué desayunar, el caso es hacerlo (los que menos). Al individuo que desayuna y se enmarca en el primer grupo yo le llamo el “desayunador constante” y al del segundo el “desayunador ecléctico”. Yo soy de los últimos.

Resulta curioso observar como la mayor parte de las personas mostrarían su hastío si a la hora de comer o de cenar se les ofreciera siempre lo mismo, pero sin embargo esto no sucede a la hora del desayuno: Café con leche y tostadas, todos los días igual, o leche con chocolate y galletas o sea lo que sea… siempre lo mismo, todo lo más con pequeñas variaciones sobre estas bases. Las bases de cada uno, claro. Mi santa es así; sea día de labor, festivo, desayune en casa o fuera, el desayuno es siempre igual: café (mucho café) con leche (poca), pan y aceite de oliva… siempre antes de la ducha nada más levantarse. Yo no, como digo yo soy más improvisador. De entrada, por norma (nada rígida por otra parte) prefiero después de la ducha. Y el qué… pues qué quieres que te diga, dejémoslo que es altamente variable, hasta tal punto que como te digo “ecléctico” le encaja mejor. No sé si habré desayunado dos veces lo mismo en mi vida (es un decir).

Buscar una perfección nutricional en el desayuno tiene el mismo sentido que buscarla en una comida concreta. Ninguna. Su adecuación dependerá de cómo tenemos normalmente organizadas el resto de las ingestas, de nuestros gustos, de las costumbres sociales y en definitiva de los denominados “hábitos alimentarios”. Unos hábitos que pueden observarse con mayor o menos detalle. Es decir, los hábitos alimentarios de una casa, o de una determinada población o incluso de un país. Al final siempre habrá denominadores comunes que distinga unos hábitos alimentarios de otros.

Hablando de desayuno en nuestro entorno distinguimos de forma clásica dos grandes tipos de desayunos: el denominado continental y el anglosajón. El primero, más básico, consiste en esencia en algún lácteo (típicamente en forma de café con leche), tostadas (con algún tipo de grasa para untar o empapar) y en su más arquetípico concepto, zumo (en especial de naranja). El de estilo anglosajón, más generoso, suele incluir lo antedicho más huevos revueltos o al plato y algún tipo de complemento animal especialmente graso (bacon, salchichas…) e incluso un guiso de alubias aunque en realidad las tostadas suelen ser habitualmente sustituidas por los cereales o las gachas (alias porridge, más o menos).

Misho soup

Sin embargo, hay otras poblaciones que estando más alejadas de nuestra área de influencia desayunan de forma totalmente diferente (vuelta otra vez a los hábitos alimentarios). Por ejemplo, en Japón, nos sería bastante difícil de distinguir un desayuno como tal de lo que comimos la víspera a la hora de cenar, a grandes rasgos: arroz glutinoso (es el equivalente de nuestro pan), sopa de miso y pescado… ¿desayunador constante… serías capaz de desayunar esto? A ti desayunador ecléctico no te pregunto, sé que sí. Al menos yo sí que podría, y sin problemas. De hecho, uno de mis desayunos preferidos son los bocatas, en especial los de merluza del día anterior. Si además lo puedo acompañar de pimientos rojos asados y mostaza de Dijon… #slurpslurp

Pero no te creas que soy el único rarito (entiéndase “diferente”, y además no tanto) mi colega de blog @_spanjaard me consta que tiene unos patrones desayunadores bastante particulares. No sé si hasta el punto de desayunarse como es mi caso, un arroz con lentejas y piparras encurtidas o unos garbanzos con bacalao o un gazpacho o un trozo de pizza o una porción de tortilla de patatas o con cualquier otro ingrediente o una ración de ensaladilla rusa… (siempre sobras del día anterior y por separado, que conste) pero sospecho que sí.

De todas formas, una de las cosas que más me llama la atención con esto del desayuno es cómo con independencia del grupo al que pertenezcas (me refiero solo a los grupos del no desayunador y al del desayunador constante, no al de los eclécticos) el momento de estar de viaje y enfrentarse a un desayuno buffet supone un motivo insalvable de cambio. Es entonces cuando el no desayunador desayuna, y el desayunador constante varía (a excepción de mi santa, eso sí). Normalmente además se aprovecha para comer como si fuera ese desayuno la última ocasión que tendremos de comer en nuestra vida. Desaforadamente. Supongo que se deberá a una mezcla entre las reminiscencias de la ley del pobre (reventar antes de que sobre) y la curiosidad. Lo que no deja de ser una materia digna de observación. ¿Por qué algunas personas solo toman fruta en los desayunos buffet y no en sus casas? Por pereza creo yo. En su casa les da pereza prepararla y no la comen, no porque no tengan recursos sino porque no quieren. Sin embargo en el hotel, ya cortadita y preparadita se la cogen. Curioso. Y este de la fruta es solo un ejemplo.

Bueno, me despido. Antes de hacerlo me gustaría dejar aquí un consejo, mitad fruto de mi experiencia profesional y mitad fruto de la personal (así que si no te gusta puedes hacer con él lo que mejor quieras). Organiza tus ingestas, no improvises. Una forma más o menos adecuada de controlar tu hambre y tu ansiedad (no son lo mismo) consiste en no dejar pasar demasiado tiempo entre que te levantas y la realización de la primera ingesta del día. Así, cuando te desayunes, procura realizar tus elecciones alimentarias entre un catálogo saludable de alimentos. Con independencia del resto de alimentos, tu desayuno es una muy buena ocasión para incorporar una o incluso dos raciones de alimentos de origen vegetal… ¿te acuerdas?

Y ya que estamos en ello, anímate y cuéntanos a todos tu estilo de desayuno preferido y porqué.

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Imágenes: Apolonia y samuiblue vía freedigitalphotos.net

Lactancia materna, mucho más que el mejor alimento (I)

¿Viva la lactancia vs muera la lactancia?

Lactancia materna

Ayer dio comienzo un año más la Semana Mundial de Apoyo a la Lactancia Materna. Esta señalada primera semana de agosto ha sido escogida para conmemorar la publicación en 1990 de la denominada Innocenti Declaration (“Declaración de los Inocentes”, creo) firmada por responsables de UNICEF y de la OMS. Declaración que comienza más o menos con el siguiente texto:

La lactancia materna es un proceso único que pone al alcance de los recién nacidos una nutrición ideal que contribuye a su crecimiento y desarrollo saludable reduciendo al mismo tiempo la incidencia y gravedad de posibles enfermedades infecciosas. Todo ello reduce la mortalidad y morbilidad infantil al tiempo que influye de forma positiva sobre la salud de la mujer al reducir el riesgo de cáncer de mama y ovario, además de aumentar el tiempo entre posibles embarazos. También redunda en diversos beneficios tanto sociales como económicos y; cuando se lleva a cabo con éxito, proporciona en la mayor parte de las madres una sensación de satisfacción.

Desconozco las razones por las que cuando se toca el tema de la lactancia materna se terminan por levantar tantas susceptibilidades. Muchas veces, además, airadas. Y da igual el bando en el que estés, al final no es infrecuente que se termine hablando en términos de fundamentalismo, de radicalidad, de falta de perspectivas… Los unos hacia los otros y viceversa. Es triste, pero en este tema parece que solo se puede hablar en términos beligerantes: bandos, frentes, “defensores”, etcétera. Y a las pruebas me remito.

Tal y como yo lo veo, al final se trata de decisiones personales. Lo importante, desde mi punto de vista, es que esas elecciones se terminen realizando con la mayor y mejor información posible. Sin presiones, sin amenazas, sin chantajes (emocionales) tan frecuentes. Ni por parte de los profesionales sanitarios, ni desde luego por el círculo más cercano a la madre que finalmente será la que se decidirá por dar o no el pecho. O presiones también hacia a la unidad parental. Porque esa es otra, aunque no lo creas el padre de la criatura y pareja de la afectada también tiene, o debería tener, una voz a tener en cuenta al respecto (al menos en cuanto a la decisión definitiva de hacer una o otra cosa). A partir de ahí que cada uno vea. Como espero que te estés imaginando, no me refiero a cuando la lactancia materna deja de ser una alternativa (por la causa que sea), sino a aquellos casos en los que pudiendo optar por ambas soluciones se debate cuál de ellas seguir.

Lactancia materna

Cuando así sucede, cuando hay un adecuado aporte de la información sobre el tema, de sus posibilidades, de las facilidades y de los inconvenientes, de los riesgos y beneficios de cada una de las dos opciones… entonces las circunstancias, valores y preferencias personales que terminan por hacer decidirse por una u otra son absoluta y perfectamente respetables. No encuentro mejor expresión para  resumir mi opinión que el título que encabeza el segundo capítulo del libro de Julio Basulto “Se me hace bola”:

 

La madre que no da el pecho es tan buena madre como las demás. La que lo da también

 

Una vez dicho esto y trayendo de nuevo a colación mi opinión sobre lo idóneo de dar el pecho frente a la lactancia artificial, te sugiero que leas esta entrada, que en resumen viene a decir que:

Todas las madres deberían tener acceso a un apoyo especializado para iniciar y mantener la lactancia materna exclusiva durante 6 meses y garantizar la introducción oportuna de alimentos complementarios adecuados e inocuos, manteniendo la lactancia materna hasta los dos años o más.

Y hablando de esas madres que finalmente se han decidido por esta opción y de ese apoyo con el que deberían contar según la recomendación de la OMS, te emplazo al próximo post (lunes 5) en el que daremos cuenta del leitmotiv de esta edición que no es otro, tal y como reza la primera imagen que ilustra el post de hoy, que ese adecuado apoyo que es preciso brindar a aquellas madres que han decidido, libremente, convencidas y asesoradas de forma conveniente, dar el pecho a sus hijos.

Por cierto, si te manejas en Twitter se están utilizando las siguientes «etiquetas» para aludir a este tema: #LactanciaMaterna #Breastfeeding

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Imagen: Jomphong via freegigitalphotos.net

¿Es el azúcar veneno?

Azúcar_Grant CochraneLa opinión sobre el consumo de azúcar está francamente dividida. Por un lado hay personas que criminalizan su consumo como si de un veneno tal cual se tratara y, por el otro hay quienes la santifican como una fuente de energía rápida e incluso la asocian a una sensación de felicidad.

En mi opinión ni una cosa ni la otra. Como ya comenté en la entrada “La falacia de catalogar los alimentos en buenos y malos” la bondad o maldad de estos vendrá marcada más por el uso que de ellos hagamos en términos de frecuencia y cantidad que de la propia naturaleza del alimento en sí. De vuelta a Paracelso recuerda que “Todo es veneno, nada es veneno. Sólo la dosis hace el veneno” una frase que se le puede y debe aplicar tanto al azúcar que hoy saco a colación como a cualquier otro alimento.

Este posicionamiento que queda muy bonito sobre el papel es preciso matizarlo haciendo constar que en la actualidad tenemos una sobreabundancia de alimentos superfluos que incorporan el azúcar en su composición de forma masiva. A veces como único nutriente, con el paradigmático ejemplo de los refrescos (aquellos que no incorporen edulcorantes artificiales) y en ocasiones como ingrediente principal o mayoritario. Incluso en alimentos sobre los que a priori la población general no cree que sean especialmente ricos en azúcar. El caso es que, al final, consumimos mucho más azúcar que el que sería conveniente o que por lo menos sería el recomendado. Dejando de momento a un lado el tema de los refrescos (ya he hablado en anteriores entradas largo y tendido) merece la pena que veamos otros casos de hasta qué punto el azúcar puede llegar a estar presente en nuestra alimentación.

Uno de los ejemplos lo tenemos en un conocido producto cuyo eslogan publicitario más famoso hace referencia a sus ingredientes en la forma de: “leche cacao, avellanas y azúcaaaaar…” Pues bien, resulta que cuando se consulta su lista de ingredientes el primero de todos, el más abundante es el azúcar (y seguido de las grasas vegetales) hasta el punto que los tres primeros ingredientes del eslogan no llegan a sumar más del 15% de su composición. Es decir, mucho azúcar y mucho de otros ingredientes (las grasas vegetales) que así a bote pronto y sin dar más explicaciones, no destacan por su especial interés nutricional. Hasta el punto que el azúcar y las grasas vegetales suman cerca del 87% de su composición según la lista de ingredientes. Para más información puedes consultar esta entrada en el blog “Esto no es comida” en el que me he apoyado para traer este ejemplo.

Otro más son las galletas. Sí, en general todas ellas. Incluso suele dar igual que sean del tipo “super-sanas”, integrales o que ayuden a reducir tu colesterol. Al final, como podrás comprobar al leer sus ingredientes en el lineal de tu supermercado más cercano el azúcar en muchas ellas es si no el ingrediente principal sí uno de los primeros (segundo o tercero como mucho). Según un estudio de Consumer, por término medio y dependiendo de la marca, a las galletas del tipo “maría” se les añaden importantes cantidades de azúcar, hasta un 17%. Una cifra que se multiplica por dos o incluso por tres en el caso de las típicas galletas con rellenos diversos (chocolate, crema de chocolate blanco o de vainilla, etc.)

A este tipo de alimentos se les suman muchos otros a la hora de hacer balance de la cantidad de azúcar que podemos llegar a ingerir en el día. Además de los caramelos, chocolates varios y golosinas (como puedes imaginar) es importante considerar también las mermeladas, salsas preparadas y alimentos de los que en principio no se suele sospechar demasiado como los cereales de desayuno, el cacao soluble, los zumos y bebidas “para deportistas”.

A este panorama de superpresencia azucarera se suma la presión de los distintos holdings alimentarios para vendernos sus almibarados productos. Es lo que trata de poner de relieve este esclarecedor documental titulado “Sobredosis de azúcar” y que te recomiendo que veas sin perder detalle cuando dispongas de 55 minutos.

En líneas generales hay una especial sensibilidad con este tema, hasta el punto que determinados productos tienen vetada su presencia en colegios y centros educativos por su escaso valor nutricional en virtud de su abundancia en azúcares entre otros criterios. En España, contamos con un Documento de consenso sobre la alimentación en centros educativos que regula estos aspectos. Otros países también hacen parecido, como por ejemplo Estados Unidos. Aunque la foto que ves a continuación ilustra una campaña para prohibir el uso de las armas en ese país (una campaña de Moms demand action!) se juega a que el destinatario adivine cuál de los dos niños de la foto sostiene en sus manos un producto que ha sido “prohibido” para su protección. Evidentemente el niño que porta el elemento “prohibido” (o al menos regulado) es el que tiene un huevo de chocolate.

Choose-One_Kinder-Egg

En resumen. Los españoles nos metemos para el cuerpo demasiado azúcar. Tal y como puso de relieve la encuesta ENIDE 2011 sobre hábitos de consumo en España, es destacable que alrededor de un 20% de nuestra ingesta energética se realiza a partir de hidratos de carbono simples, es  decir de los denominados azúcares. Una cifra a tener en cuenta cuando la mayor parte de instituciones sanitarias aconsejan reducir el consumo de este tipo de nutriente a menos del 10% de la ingesta energética diaria.

El otro día oí de nuevo (no recuerdo a quién) esa frase que me parece tan clara y reveladora que dice que más nos valdría comer como un diabético para, precisamente, no llegar a serlo.

De nuevo mi mantra, tal y como dice Madre reciente: no comas mucho de aquello que necesita de publicidad para venderse. No es la clave definitiva, pero con él evitarás muchos alimentos superfluos y con estos muchos azúcares.

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Foto 1: Grant Cochrane via FreeDigitalPhotos.net

Foto 2: http://momsdemandaction.org