Lars Von Trier pone a prueba nuestra aceptación de las imágenes violentas

Sitges 2018

En la primera proyección de The House That Jack Built de Lars Von Trier en el Festival de Sitges, a las 10:45 de la mañana el lunes 8 en el Auditori (y en una sala llenísima de público, inusual en un lunes y en ese horario) se puso de manifiesto la variedad de espectadores y sus reacciones incluso en un certamen como este, dedicado al género de terror, fantasía y ciencia-ficción y en el que, ociosamente o a modo de catarsis, también se acostumbra a celebrar con aplausos y jolgorio cualquier o casi cualquier muerte en pantalla.

Los hay que lo aplauden todo, aunque sea la muerte de un niño. Otros quedamos atónitos (embargados por el dolor), en silencio. Por suerte, la comunión del público no fue total porque, esta vez, los que jalearon escenas de este tipo fueron pocos. No me interpreten mal. De hecho, hay tantas historias que se basan en la violencia, desde el inicio de los tiempos, empezando por ese típico duelo final entre «el bueno y el malo» sea en una de superhéroes o en un viaje a las galaxias más lejanas. Pero está el puro divertimiento, la propuesta que nos permite dar rienda suelta a nuestra necesidad de morbo o también, en cierta manera, tomar distancia para celebrar la violencia gráfica más explícita; y luego están las de denuncia o las que nos deberían conducir a la reflexión o al rechazo de semejantes acciones.

The House That Jack Built

( ®Golem )

The House That Jack Built va de un asesino en serie y de «una serie» de víctimas «elegidas al azar» a lo largo de doce años de su carrera criminal mientras conversa con otro individuo (Bruno Ganz), una especie de conciencia o ser extraterrenal, sobre la legitimidad de sus actos.

El Jack que interpreta, soberbiamente, Matt Dillon, es el psicópata total, el narcisista, maniático, manipulador, inteligente, frío e incapaz de sentir la menor empatía hacia alguien. Y la película de Lars Von Trier, dividida en cinco episodios (o «incidentes») más un epílogo, y regada con abundante humor negro (como recurrir, en varias ocasiones, al estribillo de la canción Fame de David Bowie), es de las que pone a prueba al espectador. ¿Estamos demasiado acostumbrados a la violencia, y de la fuerte, en series, películas, noticias o imágenes difundidas a través de Internet? ¿Sabemos distinguir qué imágenes violentas pueden ser dignas de aplauso de las que no?

Y Von Trier, provocador nato, nos interroga, nos plantea dilemas, nos siembra dudas sobre si el asesinato es justificable, si las grotescas muecas de los cadáveres pueden trascender a algo parecido a una obra de arte; sobre si hay personas, normales y corrientes (como el personaje de la «pesada» que interpreta Uma Thurman) que merecen el peor de los destinos. Nos recuerda que los horrores forman parte de la Historia de la Humanidad, o que la mujer siempre ha sido una víctima fácil en la que cebarse. Y lo peor, que haya quien disfrute con todas esas atrocidades infligidas a los demás.

Los ecos de Saló, o los 120 días de Sodoma de Passolini o de El video de Benny (1992) y Funny Games (1997) de Michael Haneke no están tan lejos, y el final es perfecto. O al menos ahí está el infierno, o la idea que tenga cada cultura sobre ello, para consolarnos pensando que a los que se hayan portado mal les espera un castigo eterno. Pero mientras, ¿qué nos puede hacer soportable tanta crueldad? The House That Jack Built me dejó «tocado». Supongo que no sería el único. Otros en cambio permanecen inmunes, y a la salida ya saborean la siguiente película que les «toca» ver. Nota: 9.

Y además…

Under the Silver Lake. No hay nada como Los Angeles para situarnos en una tierra de ídolos y mitos, de iconos de la cultura pop y el cine, fascinación y sueños. Pero también para hacernos sentir como una Alicia al otro lado del espejo, en un universo de pesadilla, miserable y mucho menos gratificante. Hedonismo y desorientación. En este contexto se mueve el personaje de Andrew Garfield, un joven ocioso y vago, y definitivamente un adicto a los enigmas, reales o imaginarios, y al sexo, sea en pareja o en solitario.

Under the Silver Lake

( ®Vértigo Films )

Su obsesión por una joven vecinita rubia, siguiendo muy de cerca los pasos de Vértigo de Hitchcock, le llevará a una odisea de personajes extravagantes y situaciones aún más estrambóticas. Un neo-noir resplandeciente en su forma al que le quizá le falte una mayor coherencia o una resolución brillante en esa búsqueda que es la de encontrar nuestro lugar en el mundo. Pero David Robert Mitchell (cuya It. Te sigue es un título de culto del género) es alguien a quien seguir. Puede darnos grandes alegrías cinéfilas, y Under the Silver Lake a punto ha estado de ser ya una de ellas. Nota: 6.

Helga Liné. Y para iconos más allá de Hollywood también están los nuestros, como el de Helga Liné, nacida en Alemania pero una de las actrices imprescindibles del cine de fantaterror español o erótico de los 70 e inicios de los 80, en títulos que van desde Pánico en el Transiberiano (1972) o Las garras de Lorelei y El espanto surge de la tumba (ambas de 1973) a El chulo (1974), Cuentos de las sábanas blancas (1977) y Las alumnas de Madame Olga (1982). Allí estuvo en Sitges para recoger el Premio Nosferatu de la sección dedicada al cine casposo y de culto, el de los placeres culpables de la sección Brigadoon.

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