¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Cansino, sin pulso, sin alma… Quizás el peor discurso parlamentario de Rajoy

Previsible, sin novedades, repetitivo, deslavazado, aburrido, plúmbeo… Rajoy ha leído un discurso de investidura como si fuera un penoso trámite -«¡qué pereza!»-, un discurso que probablemente quedará como una de sus peores intervenciones parlamentarias, si no la peor. Lo ha leído con tal aire cansino, tan sin emoción ninguna, tan sin pulso, tan sin alma, que el candidato más parecía resignado a su suerte, la de la derrota, que motivado por el afán y la esperanza de movilizar algún sí o alguna abstención nuevos en estas tres jornadas de la sesión de investidura.

¿Está el presidente en funciones aún con el síndrome postvacacional o todo es una impostación, una puesta en escena, un hacerse el desvalido para que se recuerde menos que es el presidente de la desigualdad social récord, de la deuda récord, de las tensiones territoriales récord; el presidente del partido carcomido por la corrupción, de los sobres con sobresueldos para la cúpula directiva, de los ordenadores rotos a martillazos para destruir pruebas? ¿Una impostación también para desviar la atención hacia la forma del discurso y así reparemos menos en el fondo, en el contenido, en algunos de los sapos que ha tenido que tragarse, en algunas de las medidas que ha tenido que prometer o proponer, a instancias de su socio Ciudadanos, y que son una enmienda a la totalidad, un rectificado, de la gestión del propio Rajoy entre 2011 y 2015?

Con esa forma y ese fondo del discurso, con ese continente y ese contenido, el «o yo o el caos» de Rajoy ha sonado hoy aún menos convincente que estos días y semanas pasados.

Alguien que le conozca poco pensaría esta tarde que el presidente en funciones está pensando en tirar la toalla. Pero no, no será así. La máxima vital de Rajoy –«la vida es resistir, y que alguien te ayude», como le dijo él mismo a la mujer de Luis Bárcenas en uno de sus memorables sms- sigue vigente, y mañana, en las réplicas, el presidente en funciones habrá recuperado el tono y resucitará.

Elecciones en diciembre… o no

La reunión de esta mañana de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez -corta, de unos 30 minutos; y «perfectamente prescindible», según el líder socialista- ha dejado claras al menos tres cosas:

Una, que el PSOE sigue firme en su no a Rajoy pese a que las presiones que acechan a su líder desde las elecciones del 25 de junio se han recrudecido tras el acuerdo entre PP y Ciudadanos.

Dos, que Rajoy no va a dar una espantada y, contrariamente a lo que él mismo insinuó hace un mes, cuando el Rey le encargó que intentara la investidura, va a presentarse ante el Congreso de los Diputados a una votación pese a saber que la tiene perdida de antemano.

Y tres, que el parón institucional se acaba, y pasado mañana por la tarde, tras la primera votación, se pondrá en marcha el mecanismo constitucional que nos llevaría en unos meses a unas nuevas elecciones… o no.

¿Son ya ciertas, inevitables e ineludibles esas terceras elecciones generales seguidas? Aún no. Queda partido. En los dos meses de plazo constitucional entre el primer no (el del miércoles próximo) y la disolución de las Cortes, aún veremos nuevas etapas de esta larga carrera. Así se desprende tanto de las palabras de Rajoy -«Seguiré intentándolo con el PSOE porque es la llave»- como de las palabras -«el PSOE estará en la solución»- y en los silencios de Sánchez. Daba la impresión esta mañana, en sus respectivas comparecencias, de que ambos tienen, para después del viernes 2 de septiembre, algún plan alternativo a sentarse a esperar la convocatoria de unas nuevas elecciones. Y Ciudadanos y Podemos -a los que según algunas encuestas les puede ir mal en unos nuevos comicios-, probablemente también. Y los independentistas catalanes, quizás también. Y el PNV, en función de cómo le vaya en las elecciones vascas del próximo 25 de septiembre, otro tanto.

Elecciones vascas y gallegas, moción de confianza del president catalán, primeras iniciativas legislativas en el nuevo Congreso de los Diputados, relevantes asuntos pendientes y compromisos de España en la UE, algunas citas de riesgo del PP con la Justicia por casos de corrupción, enredos internos en PSOE… El escenario político de las próximas semanas va a ser cambiante, volátil, poco predecible. Diciembre parece cercano, pero en el calendario llegan antes septiembre y octubre, y traerán juego y oportunidades a quien sepa aprovecharlo.

Rajoy, con el vaso medio lleno y llenándose o medio vacío y vaciándose

Puede ser solo un señuelo para atraer al PSOE o a votantes de unas nuevas elecciones o puede que no, que sea mucho más y vayan en serio. Tras el encuentro de hoy con Albert Rivera, a Mariano Rajoy se le ha visto algo más optimista que ayer tras su reunión con Pedro Sánchez.

Veo en la red a algunos reputados rajoyólogos predicando que el presidente del Gobierno en funciones tiene desde hace días los apoyos y las abstenciones que necesita y que ahora está simplemente vistiéndolo todo de esfuerzo colosal, magnanimidad negociadora y éxito de gran estadista. Veo a otros no menos reputados marianólogos predicar lo contrario: que Rajoy ya es consciente de que está en un callejón sin más salida que unas terceras elecciones, y que la escenificación de hoy es en el fondo el primer mitin de la precampaña, con el fin último de arramplar con todos los votos posibles de la abstención, de Ciudadanos, de PSOE y hasta de algunos de los confusos o confundidos exvotantes de Unidos Podemos. No sé, francamente, a cuál de las dos cartas quedarme, si a la del vaso medio lleno y llenándose o al de medio vacío y vaciándose.

PD. Hace unas semanas, le dimos importancia a lo de que Pedro Sánchez decía no a Rajoy «a día de hoy». Luego no hubo nada: ayer ya era un no a secas, sin lo de «a día de hoy». Hoy no sé si le tenemos que dar alguna importancia o al menos alguna intención a lo de Albert Rivera de que «hoy por hoy» no hay alternativa a Mariano Rajoy. Dice el diccionario de la Real Academia que «hoy por hoy» es una locución adverbial que se usa «para dar a entender que algo es o sucede ahora de cierto modo, pero puede cambiar más adelante». ¿Cambiará más adelante esa percepción de Rivera? Y si es que sí, ¿verá la alternativa en Pedro Sánchez o la verá en otro dirigente del PP que no sea Rajoy?

Unas terceras elecciones, aún prematuro

Poca novedad tras la reunión de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez. El líder socialista sigue firme en su no al líder del PP, y este último en su sorprendente posición del jueves pasado: Rajoy no garantiza que vaya a ir al Congreso de los Diputados, a un pleno de investidura, pese a que el artículo 99 de la Constitución le obliga de modo perentorio. La hipótesis de que la semana pasada Rajoy le dio al rey un sí simulado y un no diferido toma aún más cuerpo.

Pese a todo ello, quizás sea aún prematuro hablar de terceras elecciones. Tiempo al tiempo. Está por ver aún si Rajoy va finalmente a la investidura o si no va. Si Rajoy va y la pierde, y sobre todo si no va, está por ver si su partido, el PP, le ofrece al rey un nuevo candidato o si no lo hace. Si no lo hace, estaría por ver si Felipe VI se lo propone de nuevo al segundo partido más votado, el PSOE. Si es que sí, que se lo ofrece, estaría por ver, también, si Pedro Sánchez lo intenta de nuevo… Incluso está por ver si al final Pedro Sánchez, o su Comité Federal, cambian su no a Rajoy o a otro nombre del PP por una abstención… Y si todas las vías se cierran, estaría también por ver si los principales partidos serían capaces de ponerse de acuerdo, como recurso extremo, en un independiente que gobierne dos años con un gobierno técnico y solo despache asuntos ordinarios y compromisos con la UE.

Ha dicho Sánchez que de su reunión con Rajoy ha salido más preocupado de lo que ya iba. Probablemente, el común de los ciudadanos también lo estén tras escuchar a ambos líderes políticos en sus respectivas comparecencias ante la prensa. Pero démosle tiempo al tiempo. La política -véase recientemente Italia, Portugal, Grecia, Reino Unido…- suele encontrar vericuetos nuevos ante complicados escenarios nuevos, y probablemente la nuestra también sea capaz de hacerlo.

¿Ha dado Rajoy al rey un ‘sí’ simulado y un ‘no’ diferido?

El amago de ayer de Mariano Rajoy de saltarse a la torera la Constitución es uno de los disparates políticos y jurídicos más clamorosos que se han producido en España en muchos años. Y un feo ominoso al rey, una presión rayana con el chantaje a los líderes del resto de formaciones políticas y una tomadura de pelo colectiva al conjunto de los ciudadanos, especialmente a los que votaron al PP en las elecciones del pasado 26 de junio.

¿Qué está haciendo Rajoy tras proponerle Felipe VI como candidato a presidente de Gobierno? ¿Ha aceptado la propuesta o no lo ha hecho? ¿Se han leído Rajoy y sus asesores el artículo 99 al completo de la Constitución? Dice así:

«Artículo 99

1. Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.

2. El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara.

3. Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere la mayoría simple.

4. Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores.

5. Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso.»

En los últimos días, el rey, la presidenta del Congreso y los representantes por los grupos políticos con representación parlamentaria cumplieron con pulcritud lo que dispone el 99.1. Ahora Rajoy, tras aceptar ayer la propuesta del rey, tiene que cumplir con la misma pulcritud el 99.2 -exponer ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que formaría si es investido-, y el 99.3 -someterse a las votaciones-.

No vale apearse en medio. Hacerlo, vulneraría de modo flagrante la Carta Magna, impediría que el rey haga esas «sucesivas propuestas» que dispone el 99.4, no echaría a andar la cuenta atrás que se fija en el 99.5 y llevaría al conjunto del Estado a un limbo jurídico y constitucional. Se antoja difícil imaginar alguna acción política tan irresponsable con la legalidad constitucional como esta que apuntaba ayer Rajoy. La Abogacía del Estado y la Fiscalía General, hoy muy activos en otro conflicto constitucional, deberían advertírselo al presidente en funciones, y este no empecinarse en el sostenella y no enmendalla en el que andan esta mañana algunos de sus ayudantes.

Mariano Rajoy debería salir hoy mismo y declarar solemnemente que al rey le ha dado un ‘sí’ completo, y no un ‘sí’ simulado y un ‘no’ diferido.

El rey debe nominar un candidato con rapidez

En su estrategia para lograr la investidura de Rajoy, el PP amplió hace ya unos días su campo de presión, de modo que les llegara no solo a Pedro Sánchez (PSOE) y a Albert Rivera (Ciudadanos), sino incluso al propio rey.

«Intentarán que Felipe VI no proponga la investidura al partido más votado, para no verse Rajoy en la tesitura de declinar la invitación y decirle de nuevo que no al Rey, y también para que así no pase de nuevo el turno a Sánchez, no sea que lo vuelva a intentar», escribí el pasado 17 de julio.

La estrategia ha dado ya algún fruto, al menos a efectos de opinión publicada. Dirigentes políticos ( y no solo del PP), analistas diversos, algunos periódicos… dan por hecho, y les parece normal, que el monarca probablemente no nomine a nadie cuando el jueves acabe la ronda de consultas con los representantes de los diferentes grupos políticos que ha comenzado hoy.

No lo es, no es normal. El artículo 99 de la Constitución dice en su punto 1, literalmente:

«Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno».

Es cierto que no hay un plazo concreto, pero esa forma de redacción adoptada por los padres de la Carta Magna -«previa consulta… propondrá un candidato»- parece más una invitación a la inmediatez que a lo contrario, al retardo.

En el Diccionario de la Real Academia, «previo» o «previa» se define como «anticipado, que va delante o que sucede primero», y tanto «delante» como «primero» apuntan a una sucesión inmediata, a un «detrás» y a un «segundo» que no se demoran.

Empujar al rey a que demore su propuesta de candidato es hacerle correr riesgos reputacionales innecesarios e incluso poner en cuestión su neutralidad.

El rey debería proponer a un candidato cuanto antes. ¿Y a quién? Si, con lo que le están contando los distintos líderes, no ve clara Felipe VI la investidura de ninguno, tendría que empezar por proponérselo a Rajoy, cuyo partido fue el más votado el 26-J y es el que más síes tiene ya asegurados, los 137 del PP, y más posibilidades de sumar los que le faltan.

Si no propusiera a nadie, si se tomara el rey demasiado tiempo, estaría demorando el procedimiento y la puesta en marcha de los pasos y los plazos que prevé el artículo 99 de la Constitución en sus siguientes puntos -la celebración del pleno de investidura, las votaciones, la cuenta atrás de dos meses para convocar elecciones si no queda otra…-, lo que podría interpretarse como una colaboración indebida de Felipe VI en la estrategia del PP y una posible merma de derechos del resto de grupos políticos, que no tendrían la oportunidad de jugar su propia baza en una investidura alternativa.

Estaría en cuestión, en definitiva, el papel de árbitro y moderador que la Constitución establece para el rey.

Ana Pastor, ante el reto de la independencia

Ha habido cierta unanimidad política y mediática en que ha sido un acierto promover a Ana Pastor como presidenta del Congreso de los Diputados. Se ha elogiado su carácter dialogante, su tono moderado, su capacidad de trabajo, su gestión en Fomento (con algunas lagunas, como el Alvia), su ninguna sombra de corrupción… Dividida y despistada la izquierda y pactado por PP y Ciudadanos -y por algunos nacionalistas, según vimos- que el presidente de la Cámara sería un dirigente del primero de ellos, pocos en el partido de Rajoy podían presentar un perfil, como el de Pastor, que fuera admisible para el resto.

Ana Pastor, sin embargo, ha de pasar aún por algunas pruebas que ratifiquen -o que desmientan, esperemos que no- su idoneidad para el cargo. La principal, demostrar que ejerce el liderazgo de uno de los tres poderes del Estado, el Legislativo, sin someterse a los caprichos y dictados del poder del que ella misma procede, el Ejecutivo.

Pastor es muy cercana a Rajoy, al que admira y al que reconoce como su jefe político directo, un jefe al que ni se le rebate ni se le cuestiona, solo se le obedece. Le ha mostrado durante años una lealtad absoluta, superlativa. Tras todo ese pasado al servicio de Rajoy, ¿entenderá ahora Ana Pastor que ha de poner cierta distancia y tener criterio propio y ejercerlo, incluso aunque contraríe al presidente del Gobierno en funciones? ¿Tomará algún día alguna decisión relevante al frente del Congreso que perjudique a Rajoy?

En estos días de rondas de contactos del Rey y de idas y venidas de Ana Pastor de la Carrera de San Jerónimo a Zarzuela y de diálogo con todos los grupos parlamentarios va a tener Pastor una primera gran oportunidad de añadir a sus calificativos uno nuevo: independiente, autónoma. Hasta la semana pasada era una diputada y dirigente del PP. Ahora ya no, ahora ocupa la tercera magistratura del Estado y es la presidenta de todo el arco parlamentario. Ha de ejercer el cargo con absoluta independencia. Ha de ser independiente y parecerlo.

Y ahora, a presionar al Rey

«Que negocie el señor Rajoy en serio, con propuestas, no con amenazas ni chantajes», decía Pedro Sánchez el pasado miércoles, tras su reunión de hora y media con el líder del PP. No parece que le vayan a hacer mucho caso al líder socialista. Si a partir de ahora hay propuestas, previsiblemente serán muy ligeras, muy leves, solo para poder decir ante la opinión pública que se han hecho. Nada lo suficientemente contundente como para que le pueda servir al PSOE y a Pedro Sánchez para desdecirse del triple no, o al menos del último (no a la gran coalición, no al apoyo directo a la investidura de Rajoy, no a una abstención), y explicárselo a su electorado sin que se le vaya en masa a Podemos.

Las amenazas y chantajes que decía Sánchez no sé si van a seguir. La presión de estas ultimas tres semanas, con seguridad va a continuar con Sánchez, para que ceda una abstención, y con Albert Rivera, para que la abstención de segunda vuelta la convierta en sí de segunda o incluso de primera vuelta, y con alta probabilidad al Rey. ¿De qué modo?

«El rey se equivocó en enero, cuando ofreció a Sánchez que intentara la investidura». «A su padre, más veterano, no le hubiera pasado». «No tenía que haberse echado a nadar en una piscina sin agua». «El fracaso de Sánchez fue también un fracaso para el rey». … Son comentarios que he escuchado en los últimos días en el cogollo del PP. Y a renglón seguido, alguno: «Ahora, si todo sigue así, el Rey no tiene que ofrecerle a nadie la investidura tras la ronda de consultas, tiene que dejar que los partidos sigan hablando». Es decir, desde el PP intentarán que Felipe VI no proponga la investidura al partido más votado, para no verse Rajoy en la tesitura de declinar la invitación y decirle de nuevo que no al Rey, y también para que así no pase de nuevo el turno a Sánchez, no sea que lo vuelva a intentar.

Y, con ese bloqueo de la situación arrancado sagazmente a Felipe VI, seguir presionando a Ciudadanos y sobre todo al PSOE con lo de la responsabilidad de Estado, Bruselas, la urgencia de fijar el techo de gasto, los Presupuestos de 2017, la financiación autonómica (o sea, los barones socialistas que gobiernan)… y portadas, editoriales, columnas de ilustres has-beens y encuestas a medida y bien cocinadas en la prensa afín, ya casi toda.

Tras el triple no del PSOE, la presión vuelve a Rajoy

Trece días después del 26-J, Mariano Rajoy está donde estaba el día de las elecciones, cuando celebraba el resultado. Tiene garantizados en el Congreso de los Diputados 137 votos afirmativos, los de su partido, el PP, y ni uno más, y estamos muy probablemente a menos de trece días de la ronda de consultas del rey para proponer un candidato a la investidura. Se ha comido ya Rajoy la mitad de su plazo ordinario.

El miércoles 29 de junio, Rajoy anunció personalmente que al día siguiente, jueves 30, llamaría a Pedro Sánchez, el líder del PSOE. Ni lo hizo ese día ni lo ha hecho después. Decidió cambiar el orden de los contactos, ir de menor a mayor en su llamada a los grupos políticos y esperar a que el PSOE celebrara el Comité Federal previsto para hoy, 9 de julio. ¿Qué había provocado ese cambio de estrategia? Quizá que alguien le aconsejó a Rajoy que volviera el foco y la presión hacia el PSOE y que dejara que Sánchez se cociera en su propia salsa de las tensiones entre algunos dirigentes socialistas. Quizá que alguien le aseguró al presidente del Gobierno en funciones que esta vez Sánchez claudicaría a las medianas presiones internas y a las fortísimas presiones externas, y le cedería a Rajoy al menos la abstención socialista para ser investido.

Si la nueva estrategia era esa, no le ha funcionado al PP. El Comité Federal del PSOE y los tres no de Sánchez a Rajoy -«no a la gran coalición, no a apoyar desde fuera un gobierno del PP y no a apoyar la investidura de Mariano Rajoy», ha dicho- devuelven el foco y la presión del calendario al líder del PP, y de modo muy notorio. Hoy, cuando ya se sabía el triple no del PSOE, a Rajoy se le ha preguntado si esta vez aceptará el encargo del Rey -si se produce- de ir a una sesión de investidura, y Rajoy no lo ha aclarado.

¿Declinará de nuevo el líder del partido más votado la invitación de Felipe VI, como hizo en enero pasado? Una pista: se lo pregunté anteayer jueves en Las mañanas de RNE (minuto 18 de la entrevista) a Andrea Levy, vicesecretaria general del PP, y dijo esto: «A la investidura se va para ser investido».

Rajoy rompe la hucha de las pensiones con nocturnidad, veranidad y alevosía

Ayer, 1 de julio, primer viernes tras las elecciones, ya casi de noche, horas después de que comenzara la primera gran operación salida de vacaciones, el Gobierno anunciaba muy de tapadillo que había sacado 8.700 millones de la hucha de las pensiones. Con veranidad y nocturnidad, por tanto, y con cierta alevosía, porque ni en la referencia oficial del Consejo de Ministros de ayer por la mañana ni en la rueda de prensa posterior se hizo mención a la saca de la hucha.

Cuando Rajoy llegó a la Moncloa, a finales de 2011, entre la famosa «herencia recibida» de Zapatero se encontró con que la hucha de las pensiones tenía 66.815 millones de euros. Pellizco a pellizco, saca a saca, paletada de miles de millones tras paletada de miles de millones del Gobierno de Rajoy, ya solo quedan 25.176. Para dos años, dicen algunos expertos. O menos, porque la caja ordinaria de la Seguridad Social está sufriendo una sangría constante. Sale más dinero del que entra, y los nuevos empleos -esos de los que presumen tanto Rajoy, su ministra de Empleo y el conjunto del PP- son baratos y precarios y cotizan poco, la ratio cotizantes/perceptores no mejora y la pensión media de los muchísimos españoles que ahora se están jubilando es bastante alta.

¿Explicaciones del Gobierno? Ninguna. ¿Transparencia? Poca, ya hemos visto la comunicación del último hachazo a la hucha. ¿Reconocimiento del problema que tenemos con las pensiones y apertura del debate? Nada de nada, no sea que haya que volver de nuevo a las urnas y se nos asusten los votantes de mayor edad, esos que nos han dado el rutilante triunfo del 26-J.

Pasado mañana lunes salen los datos de paro registrado de junio. Estamos en temporada alta de nuestra economía -servicios, turismo, construcción…- y serán buenos en las grandes cifras y malos en las de abajo, en los detalles, en los de la otra España, esa que se está yendo por el desagüe entre desigualdad, precariedad, abandono a los parados… Saldrán Rajoy, el PP y la ministra del ramo, Fátima Báñez, a sacar pecho, a presumir. Ya lo hizo ésta hace unos días, en campaña electoral. Se notaba que le habían adelantado en su Ministerio algún dato (un escándalo en cualquier otro país, pero aquí vale todo). El otro dato, el de que su secretario de Estado de Seguridad Social estaba abriendo una vez más la hucha de las pensiones para sacar la friolera de 8.700 millones de euros no se lo debieron de dar a la señora ministra en funciones o no consideró ésta que tenía que contarlo a los ciudadanos que iban camino de las urnas.

PD. Si te interesa el debate sobre las pensiones, te recomiendo este artículo publicado hace un mes en 20minutos por Octavio Granado, secretario de Estado de Seguridad Social de 2004 a 2011, de cuando la hucha engordaba.