¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Las izquierdas en plural y la derecha en singular

La expresión «las izquierdas» está empezando a sustituir en nuestro lenguaje cotidiano a la tradicional de «la izquierda».

¿Hay más de una izquierda? Pues sí, hay unas cuantas. Hay varias izquierdas de ámbito territorial no estatal y autónomas, desde Compromís a Anova, y hay otras también territoriales y asociadas a fuerzas de ámbito estatal: mareas, confluencias, etc.

Incluso en las organizaciones de ámbito estatal, ninguna es monolítica, homogénea. Lo sabíamos de Podemos y sus varias almas, también lo sabíamos de IU… y ahora empezamos a sospecharlo del PSOE (si es que sigue en «la izquierda», entre «las izquierdas»). No es unívoco el Partido Socialista, no es homogéneo, no es uniforme… El PSOE del Pedro Sánchez, que liberado del peso de la secretaría general y del escaño habla como si fuera libre, parece muy diferente al PSOE de la gestora, al de los barones levantiscos, al de Susana Díaz. Ahora están divididos, enfrentados, ¿acabarán incluso escindidos?

Y mientras la izquierda se atomiza y se centrifuga hasta acabar siendo «las izquierdas», ¿qué ocurre en el otro lado del arco ideológico, el de «las derechas»? Que no hay tal plural, que la tendencia en la derecha es centrípeta, y todo lo acerca a la gran masa central del Partido Popular, hasta el punto de capturar para su campo magnético todo asteroide, satélite e incuso planeta medio que se ponga a tiro, se llame Vox, se llame Ciudadanos, se llame incluso el PSOE menos de izquierda…

Creíamos hace apenas año y medio que el cambio político consistía a nivel estatal en que pasábamos del bipartidismo al tetrapartidismo, y ahora nos está entrando la certeza de que no, y la sospecha de si no estamos caminando hacia al modelo de casi partido único.

Será una legislatura complicada, pero el más resistente es Rajoy

El Mariano Rajoy del diálogo y la mano tendida del pasado miércoles se ha matizado a sí mismo en apenas tres días. Hoy se ha venido arriba y ha vuelto el Rajoy del no -ha pronunciado más veces esa palabra en su intervención de 10 minutos que el Pedro Sanchez del «no es no» en el último año en esa misma tribuna-, el Rajoy que les ha dicho al resto de grupos parlamentarios que no va a rectificar sus políticas del pasado y que no va a ceder «salvo en lo razonable», y lo razonable será solamente de nuevo aquello que decida el ya presidente del Gobierno que lo sea. Si el Ciudadanos de Albert Rivera del sí a Rajoy y el PSOE de la gestora que con su abstención ha permitido la investidura pensaban que iban a tener un papel crucial en la legislatura, quizás ya estén empezando a dudarlo.

La legislatura va a ser complicada para un Rajoy y un PP en minoría, sí, pero probablemente lo sea más para otros líderes y otras fuerzas. El poder desgasta mucho, en efecto, pero el no tenerlo y ser socio o semisocio del que lo tiene desgasta mucho más. No te beneficias de sus aciertos y te salpican sus errores. Será una legislatura muy complicada para Ciudadanos, abducido y satelitelizado por el PP en estos meses, y para el PSOE, dividido, roto, sin líder, sin proyecto y divorciado de su base militante, electoral y social. Sobre ambos, además, penderá una incertidumbre: si se pasan en sus exigencias o en su tira y afloja con Rajoy, este podrá a partir de mayo próximo disolver las Cámaras e ir de nuevo a elecciones, y las expectativas electorales de Ciudadanos y de PSOE no son nada halagüeñas.

Ha dicho Pablo Iglesias que este periodo que comienza es el del epílogo de Rajoy. Puede que sí, pero también puede que no y también puede que el epílogo sea larguísimo. Rajoy es un resistente. Una de sus más profundas convicciones vitales y políticas la plasmó en dos de sus vergonzosos sms, cuando le dijo a Bárcenas el «sé fuerte» y a la mujer de Bárcenas aquello de «al final la vida es resistir y que alguien te ayude».

¡Y tanto! En las elecciones del 20 de diciembre pasado, el PP perdía 3,6 millones de votos respecto a 2011 (pasaba de 10,86 millones cuatro años antes a 7,2 millones ese día) y uno de cada tres escaños, pues pasaba de 186 a 123. Rajoy parecía políticamente tocado, casi moribundo. Y no, ha sido fuerte, ha resistido, le han ayudado muchos en estos meses (el PP siempre, Ciudadanos bastante, hoy el PSOE, Podemos en marzo, la prensa afín al PP y alguna que no lo parecía también siempre…) y ahí está, de nuevo presidente del Gobierno a todos los efectos.

El debate de investidura lo pierde el PSOE

Los abrazos de oso aliado de Mariano Rajoy y las acerbas críticas de Pablo Iglesias han convertido al PSOE roto de Antonio Hernando, de la gestora, de los barones rebeldes y de Susana Díaz en el gran perdedor de la primera sesión de investidura. Rajoy ha perdido la votación, sí, pero el que más pierde en términos políticos de credibilidad, mercado, solar, espacio, relevancia, sustancia y posición es el PSOE.

Y parte de lo que al PSOE le queda, me temo, lo perderá pasado mañana sábado, cuando consume la abstención que convertirá de nuevo a Rajoy en presidente del Gobierno con todas las de la ley. La abstención socialista confirmará lo que algunos dirigentes del propio PSOE venían temiéndose desde hace días: le están regalando gratis el Gobierno al PP y gratis también la oposición a Podemos.

A estas alturas de desastre socialista, ¿tiene algún arreglo? Pues quizás sí. Uno posible, que la gestora les diera libertad de votos a sus diputados el sábado, de modo que sólo se le cedieran a Rajoy 11 abstenciones y se intentara recuperar de verdad el papel de oposición, y convocar de inmediato el Congreso Extraordinario al que obligan los Estatutos socialistas para que el PSOE afronte cuanto antes sus cinco grandes problemas:

No tiene líder.

Se encuentra profundamente dividido y fracturado por las guerras internas.

Se está produciendo un divorcio traumático entre la nueva dirección y una gran parte de la militancia, a la que no se le ha dado ni voz ni voto en el conflicto interno.

Carece de un proyecto sólido que ofrecer a la sociedad española.

Ve cómo una franja importante de su electorado afín se le aleja, en parte por los cuatro problemas anteriores y en parte porque ese electorado está viendo una alternativa en Podemos y en otras recientes formaciones y movimientos políticos de izquierdas.

Mañana es tarde.

 

El PSOE se autolesiona aún más

Tras silenciar e ignorar a sus militantes -unas 185.000 personas a las que ni se les consulta ni se les convoca a Congreso, pese a que los Estatutos internos dictan que hay que hacerlo-, parte de la élite del PSOE -139 miembros del Comité Federal, frente a 96 que no lo han hecho- ha decidido hoy darle el Gobierno a su principal adversario político a su derecha, el PP de Mariano Rajoy, y al tiempo y como efecto colateral darle la oposición a su principal adversario político a su izquierda, el Podemos de Pablo Iglesias.

Al «muy dañado edificio del PSOE» -expresión reciente del presidente de su gestora, Javier Fernández- probablemente se le están abriendo en este mismo momento nuevas grietas irreparables, más daños irreversibles. El PSOE se autolesiona aún más. El edificio amenaza hoy más ruina y derrumbe que ayer, pero probablemente menos que dentro de pocos días, cuando se consume en el Congreso de los Diputados la abstención socialista que convertirá de nuevo a Rajoy en presidente del Gobierno.

¿Y el solar del edificio, que Fernández decía que aún conservaban los socialistas? Menguante, mermado, encogido. Lo de hoy probablemente también va a afectar a los linderos de la parcela, pues con la decisión y sus consecuencias el nuevo PSOE les regala muchos metros cuadrados a sus adversarios, especialmente a Podemos.

Dicen algunos bienintencionados adalides socialistas de la abstención que lo hacen por responsabilidad, por el bien de España. ¿Dinamitar, hacer saltar por los aires en voladura incontrolada en menos de un mes a uno de los grandes pilares del sistema de partidos de la democracia española es responsable o es irresponsable?

Cospedal a Interior y otros cuatro o cinco ministros nuevos

Aunque el PSOE aún no ha tomado formalmente la decisión de facilitar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, en el PP y en el Ejecutivo en funciones ya dan por hecho que lo hará y hay quinielas sobre ministros que salen o ministros que entran, carteras que cambian de mano, ascensos dentro de un mismo ministerio (de secretario de Estado a ministro, por ejemplo), etc.

He hablado recientemente con varios altos dirigentes del partido y del Gobierno y, aunque todos insisten en que Rajoy es un enigma y probablemente sorprenda a todos con alguna presencia o con alguna ausencia imprevistas, sí tendría ya claras el presidente hoy en funciones las siguientes decisiones:

-Retocar menos de la mitad del Gobierno, para que no pareciera que se hacía Rajoy a sí mismo una enmienda a la totalidad o una rectificación en toda regla. El Ejecutivo saliente tenía 13 carteras, luego -dicen los entendidos- ahora habría novedades en un máximo de 6.

-A tres carteras es obligado buscarle nuevo titular, ya que han quedado vacantes por diferentes motivos recientes durante el ya largo periodo en que Rajoy está en funciones y no puede hacer nombramientos. La de Industria, Energía y Turismo, desde que en abril pasado la tuvo que dejar José Manuel Soria, salpicado por los papeles de Panamá. La de Fomento, desde que en julio pasado la dejó Ana Pastor para convertirse en presidenta del Congreso de los Diputados. Y la de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, desde que en agosto pasado la dejó Alfonso Alonso para irse de candidato del PP a las elecciones vascas de septiembre.

-Una cuarta cartera, la de Defensa, quedará también disponible, porque su titular, Pedro Morenés, ya le dijo al presidente hace casi un año, en vísperas de las elecciones de diciembre de 2015, que le gustaría salir del Gobierno y volver a sus negocios.

-Una quinta y quizás una sexta cartera, la de Interior y la de Asuntos Exteriores y Cooperación, quedarían disponibles… por decisión personal de Rajoy de relevar a sus actuales titulares, Jorge Fernández Díaz y José Manuel García-Margallo. El primer relevo se da por seguro: en estos nuevos tiempos políticos sin mayoría absoluta, Rajoy no querría que la continuidad de su ministro más controvertido y más cuestionado, Fernández Díaz, fuera interpretada como una provocación a toda la oposición, y especialmente a las formaciones que previsiblemente harán posible la investidura: Ciudadanos y PSOE. El segundo relevo es menos seguro. García-Margallo encabezaba en el Gobierno un grupo, el G-8 (con Fernández Díaz, Pastor, Soria, Cañete cuando estaba, Morenés, Tejerina -Agricultura- y Catalá -Justicia-), que constituía todo un frente anti Soraya Sáenz de Santamaría, la poderosa vicepresidenta. Hay división de opiniones sobre si Margallo seguirá en el Gobierno o no seguirá. Si no sigue, tanto que se apunta la vicepresidenta.

Además de las líneas generales antecedentes, se da por seguro que Sáenz de Santamaría seguiría de vicepresidenta -«pese ha tenido algún desencuentro reciente con Rajoy», me dicen dos fuentes diferentes, sin más concreción- y que María Dolores de Cospedal entraría en el Ejecutivo como ministra de Interior -«lo conoce bien, fue subsecretaria de ese Ministerio de 2002 a 2004, y además es uno de los pocos departamentos que no cuelgan de la vicepresidenta sino del presidente, con lo cual se ahorra Rajoy el choque entre sus segundas»-.

Y hay dudas sobre si habrá un vicepresidente económico (y si lo sería o no Luis de Guindos); sobre si algunos ministros van a seguir, pero cambiando de cartera; sobre si se repescará a Alfonso Alonso, aunque no sea en Sanidad; sobre si entre los nuevos ministros estará el joven Pablo Casado; sobre si Rajoy premiará con un ministerio a su jefe de gabinete y director de las dos últimas campañas electorales del PP, Jorge Moragas… 

Pedro Sánchez, tocado, pero no le deis aún por hundido

 

Pedro Sánchez no era hoy candidato, pero esperaba que las urnas gallegas y vascas le confortaran algo en sus muchos líos internos y le revitaminaran para su intento de buscar esta semana un Gobierno alternativo al de Rajoy.

Esperaba que no se cumplieran los negros augurios de las encuestas. Que hubiera voto socialista oculto. Que algunas de las malas noticias no se produjeran. Pero no. Se han cumplido casi todas: derrumbe socialista en Euskadi, donde pasa a ser la cuarta fuerza y con poca ventaja sobre la quinta, el PP. Caída -aunque no tan dura- también en Galicia, donde En Marea Podemos le supera en votos y le empata en escaños. Y mientras, el PP de Mariano Rajoy renovando su mayoría absoluta gallega y salvando los muebles en el País Vasco.

¿Y está Sánchez definitivamente hundido? No lo creo. Sólo tocado. El desastre de hoy no es solo suyo. Es también de los dirigentes socialistas críticos, que de modo irresponsable se han pasado la campaña electoral pregonando la división interna. Es del conjunto del partido, que aún no ha encontrado su lugar en una sociedad española cambiante, con nuevas inquietudes y sensibilidades y partidos y liderazgos nuevos.

A propósito de los nuevos. A Ciudadanos le ha ido mal, y a Podemos regular: por debajo de las expectativas, sobre todo en Euskadi. Mal augurio para Albert Rivera y para Pablo Iglesias si hay nuevas elecciones generales… y quizás acicate para pactar con Pedro Sánchez y evitarlas.

 

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera se la juegan este domingo

Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera se presentan como candidatos en las elecciones gallegas y vascas de este domingo, pero a los cuatro les van a afectar, y mucho, los resultados.

1. Mariano Rajoy. Si el PP en Galicia renueva su mayoría absoluta y si en Euskadi es la llave para que el PNV mantenga el Gobierno, Mariano Rajoy saldrá muy reforzado para intentar de nuevo la investidura como presidente del Gobierno o para unas hipotéticas terceras elecciones generales. Y al revés: si en Euskadi el PNV tiene más llaves disponibles (la socialista, por ejemplo) y, sobre todo, si pierde el PP la mayoría absoluta en Galicia y el Gobierno de la Xunta, en el PP se pueden extender algunas dudas sobre la figura de Rajoy.

2. Pedro Sánchez. Al PSOE le auguran la mayoría de las encuestas un panorama desolador para este domingo: en Euskadi, cuarto partido y muy cerca del quinto, el PP, y además sin ser llave única del PNV para gobernar; en Galicia, tercero, detrás de En Marea Podemos, y además sin sumar juntos lo suficiente como para desalojar al PP de Alberto Núñez Feijóo de la Xunta. Si esos pronósticos se cumplen, Pedro Sánchez tendrá mucho más difícil tanto su intento de Gobierno alternativo al de Rajoy como su propia estabilidad interna en el PSOE. Los barones críticos le harían responsable último del desastre y probablemente intentaran de inmediato desalojarlo de la Secretaria General. Y lo contrario: si los pronósticos no se cumplen y los socialistas son bisagra de Gobierno en Euskadi con el PNV o cabeza de Gobierno incluso -con En Marea Podemos y BNG- en Galicia, Sánchez saldría muy fortalecido para intentar ser presidente y para seguir liderando el PSOE sin apenas contestación interna.

3. Pablo Iglesias. También tiene mucho que perder o que ganar el domingo. Superar a EH Bildu en el País Vasco y a los socialistas en Galicia sería un éxito que al líder de Podemos lo reforzarían tanto en sus pugnas internas como en sus negociaciones con el PSOE o en sus expectativas ante unas terceras elecciones generales. Si en Galicia, además, En Marea Podemos lidera un acuerdo con socialistas y BNG, el reforzamiento de Iglesias será aún mucho mayor.

4. Albert Rivera. Para el partido de Rivera, las expectativas no son buenas. Tiene difícil entrar en el Parlamento Gallego y muy difícil en el Vasco. Si este domingo lo logra en alguno de ellos o en los dos, sus bazas en Madrid aumentan. Y muy especialmente, si es en Galicia donde logra escaño y el PP necesita el apoyo de Ciudadanos para mantener a Feijóo al frente de la Xunta.

Ni Rajoy ni Sánchez ni Iglesias ni Rivera son candidatos este domingo, pero se juegan tanto como si lo fueran.

El fusible Soria salta para preservar a Rajoy de la subida de tensión en el PP

El caso Soria -su promoción por el Gobierno de Rajoy a un alto cargo en el Banco Mundial pese a que hace apenas cinco meses cayó como ministro tras saberse que había gestionado empresas en paraísos fiscales- tenía todos los componentes del PP menos presentable: amiguismo, prepotencia, trapacería, corruptelas, mentiras, abuso de poder… El hecho de que se conociera la promoción del exministro justo cuando, el viernes pasado, cosechaba Rajoy su segunda derrota parlamentaria como candidato a presidente del Gobierno cargaba de razón a toda la oposición: Rajoy es el dirigente político menos indicado para regenerar la vida pública.

Ahora, tras cuatro días de toneladas de mentiras por parte del Gobierno y de balones fuera y bobaliconadas tramposas de Rajoy («Soria es un funcionario que ha participado en un concurso”, decía ayer), rectificación en toda regla: Soria renuncia a la plaza, «a petición del Gobierno», según el propio exministro. ¿Por las críticas de la oposición? No lo creo. Más bien por estas otras dos razones: para que el caso Soria no fuera utilizada por el PSOE para convencer a Podemos y a Ciudadanos de un acuerdo de mínimos para desalojar de la Moncloa al PP de Rajoy y, sobre todo, para que las crecientes críticas internas entre dirigentes del PP por este caso -Valdeón Herrera, Cifuentes, Feijoo, Aguirre, Bonig…- no se convirtieran en algo de mayor calado: el cuestionamiento del propio Rajoy como el candidato idóneo del PP a la investidura como presidente. El fusible Soria ha saltado para que la subida de tensión eléctrica interna en el PP no llegara a Rajoy.

Pedro Sánchez debe ser más explícito y darse prisa

El pasado viernes fue un día negro para Rajoy y para el PP. El presidente en funciones cosechó su segunda derrota en la investidura, y su equipo y su partido mostraron su peor cara.

Por la mañana, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, para presionar a Pedro Sánchez, amagaba con tomar de rehenes a funcionarios y jubilados, a quienes no se les podría según ella retocar en enero sus sueldos si el Gobierno seguía en funciones, cosa falsa de toda falsedad.

Por la tarde, en el debate, Rajoy veía no solo cómo Sánchez seguía en el no e insinuaba que intentaría una alternativa, sino también cómo Albert Rivera daba por concluido su pacto con el PP, al que incluso le pedía otro candidato «viable» que no fuera Rajoy. La bronca que al líder de Ciudadanos le echaba el portavoz del PP, Rafael Hernando, era casi una invitación a Rivera a que se fuera con el PSOE. El remate fue el anuncio por el Gobierno de que promocionaba para un alto puesto en el Banco Mundial a José Manuel Soria, un ministro que cayó hace cinco meses, salpicado en un caso de corrupción. La regeneración de Rajoy se mostraba como pura fachada.

El viernes negro de Rajoy le pone un poco más fácil a Sánchez su intento de montar una alternativa con las que él llama «fuerzas del cambio»: PSOE, Podemos y Ciudadanos. No es sencillo, pero es posible. Sánchez ha de ser cuanto antes más explícito y concreto en su anuncio y darse prisa en abrir conversaciones. De otro modo, parecerá que el amago del viernes era un brindis al sol y que está buscando unas terceras elecciones…. y que el responsable sea otro.

Sánchez insinúa que lo intentará de nuevo… y el PP se enfada con Rivera y casi lo empuja hacia el PSOE

Además de la segunda derrota de Mariano Rajoy en su intento de ser investido presidente del Gobierno, el debate ha traído una novedad inesperada: el llamamiento de Pedro Sánchez «a las fuerzas del cambio» a buscar una solución, lo que puede entenderse como que el líder socialista va a intentar de nuevo la conformación de una alternativa al candidato del PP.

Las palabras exactas de Sánchez han sido estas, y pronunciadas sin leer, como si no las llevara escritas:

«La responsabilidad de todos y cada uno de los diputados y diputadas que presentamos una candidatura el pasado 26 de junio para cambiar las cosas en nuestro país, la responsabilidad de todos y cada uno los diputados y diputados que conformamos todos los grupos parlamentarios que representamos a las fuerzas políticas del cambio el pasado 26 de junio, la responsabilidad que tenemos es la de ofrecer una solución a este país, al atasco político en el que lo ha introducido el candidato Mariano Rajoy. Y no les quepa duda, señorías. Si actuamos todos con altura de miras y con generosidad, estoy convencido de que encontraremos esa solución y no les quepa duda de que el grupo parlamentario socialista formará parte de esa solución».

En marzo, cuando Sánchez intentaba su investidura, «las fuerzas políticas del cambio» eran para él, además del PSOE, los dos partidos emergentes con los que estuvo negociando: Ciudadanos y Podemos.

Poco después, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, le pedía a Sánchez que lo intente de nuevo -«a lo mejor es su última oportunidad, aprovéchela»- y Albert Rivera daba por terminado hoy su pacto con el Partido Popular y le sugería a este que buscara otro candidato que tenga una investidura «viable» -es decir, asegurada-, lo que le valió al líder de Ciudadanos una sonora bronca por parte del portavoz popular, Rafael Hernando. Tan iracunda, que parecía una invitación del PP a Ciudadanos para que se fuera de nuevo a hablar con el PSOE.

El pleno de la segunda derrota de Rajoy abre puertas que parecían cerradas.