Siete consejos para que niños y perros se relacionen de manera segura

Para algunos niños, los perros son como un imán. Da igual su tamaño, solo verles ya les entusiasma y están deseando poner sus manitas sobre ellos. No creo que le extrañe a nadie saber que yo era una niña así, hasta el punto que mi madre se cambiaba de acera si veía que íbamos a cruzarnos con un perro.

Algún mordisco me llevé. Siendo muy pequeña, en el parque frente a la casa de mis abuelos, un chuchillo negro y pequeño que acompañaba a un abuelo no recibió mi amor con entusiasmo, sino con sus pequeños dientecillos. Con unos catorce años un mestizo de pastor alemán que guardaba un garaje cercano a mi casa y tenían suelto me marcó, mínimamente. Nada grave en ningún caso. Nada que me traumatizara o impidiera seguir acercándome a estos animales. Fue culpa mía, que no supe leer sus señales. El pequeño perrillo negro y el cruce de pastor alemán fueron en realidad mis maestros, parte de un aprendizaje que, con los años, se completaría con muchas lecturas y otras experiencias.

Con todos los perros a los que me he aproximado, si no me he llevado más recuerdos ha sido en primer lugar porque la gran mayoría de los perros salen tan buenos de serie que no nos los merecemos. También porque aprendí pronto a interpretar lo que querían decirme; igual que otras personas nacen con buen oído para la música o buena mano para la pintura, yo lo hice con facilidad para interpretar a los animales, con el anillo del rey Salomón.

En alguna ocasión he tenido la oportunidad de explicar a grupos de niños o adultos, cómo deberían los menores acercarse a los perros con seguridad, para evitar disgustos.  Por supuesto, también he educado a mi hija y a otros niños de mi entorno al respecto.

Obviamente no todos los niños, los perros y las situaciones son iguales. El sentido común y, sobre todo, la responsabilidad, deben imperar. No obstante, creo que estas siete recomendaciones pueden resultar de ayuda.

Con un niño tan pequeño como el de la imagen, la única norma es que siempre haya un adulto responsable supervisando cómo interactúan. (GTRES)

Primero: antes de acariciar a un perro, hay que pedir permiso a su dueño. Está absolutamente prohibido tocar al animal sin haber preguntado antes al adulto que lo lleva si pueden hacerlo. No solo por evitar mordiscos, también porque puede que no sea una experiencia agradable para el animal; los hay que están en proceso de recuperación de traumas o intervenciones o que, simplemente, no disfrutan del contacto.

Segundo: si ese contacto se permite, siempre debe haber un adulto responsable supervisándolo. Con los niños más pequeños, más nerviosos o menos responsables, esa supervisión es especialmente importante a cualquier edad.

Tercero: el niño tiene que saber cómo es la forma correcta de aproximarse al animal: con suavidad, sin gritos. Como explican María Ángeles Miranda y Juan Luis de Castellví en un recomendable post sobre seguridad infanitl y niños en el blog EtologíaCanina «hay que enseñar al niño a acercarse de lado, sin mirar directamente al perro a los ojos y tenderle la mano a la altura del hocico para que pueda olerle. Tras haberle olfateado y si no da muestras de agresividad, podrá tocarlo POR DEBAJO de la cabeza, por los lados, y posteriormente podrá ir subiendo y acariciarlo por encima».

Cuarto: hay que explicar al niño que si el animal se va, le evita, tiene que respetarlo y dejarle en paz (obviamente, también toca hacerlo ante gruñidos o erizamiento del pelo) y que cuando come, duerme o está disfrutando en solitario de un juguete, también conviene no molestarlo.

Quinto: toca enseñar al niño que están prohibidas prácticas como coger el rabo; elevar del suelo a los perros más pequeños; apoyarse en el lomo o subirse a caballito (prohibido además a los adultos colocarlos encima del lomo del perro, para eso están los caballos).

Sexto: hay niños que entienden mejor que otros lo que el animal transmite, por la posición de las orejas, la cola, el cuerpo… pero siempre es buena idea explicarles lo más básico de la comunicación canina.  Hay infinidad de recursos, desde gráficos, a libros como los de Sumara Marletta o vídeos en Youtube.

Séptimo: jamás deben acercarse a perros que se encuentren vagando solos. A esos animales hay que dejarlos en paz. Como mucho, pueden alertar al adulto para que evalúe si se puede tratar de un animal abandonado que requiera ayuda, para ver la mejor manera de proporcionársela.

 

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