Es una realidad que cada vez soporto menos el ruido de la ciudad y Madrid es uno de esos lugares que con sus decibelios ponen a prueba la paciencia de quien busca un ratito de tranquilidad.
En una cafetería de esas que con su música tapan las obras de agosto, el ruido de los semáforos y las bocinas de los coches, de repente se me ocurrió que no sería descabellado huir de aquello y trasladarme a una preciosa casita a las afueras, en la Sierra, en la que celebrar la nieve del invierno acurrucada junto a una chimenea, dentro de unos calcetines de lana, o la primavera con katiuskas, aromas de lavanda y cuencos de cerezas.
Sin duda, la culpa la tiene una amiga que me ha llenado recientemente la cabeza de pájaros y vive a media hora de la capital. Cuando me contó que su niña pasea ponys, en lugar de perros, y tiene una tienda de campaña en el jardín, me pregunté qué diablos hacía yo en mi piso de Madrid, desde donde ya no sé si, al igual que las cabinas de teléfonos, siguen existiendo las estrellas o éstas ya se extinguieron y pasaron a mejor vida.
Y si bien es cierto que depender de un coche como quien depende de un riñón frena un rato (y más si detestas conducir), como una es de impulsos, me planté en las afueras de la urbe y me dispuse a ver una casita a la que le había echado el ojo en internet. Me abrió la puerta una mujer inglesa que cocinaba alguna delicia de calabaza y me siguió durante la visita un bebé rubio y descalzo que sostenía un peluche más grande que él. De repente, juraría que el tiempo iba más lento y miré a esa criatura con piernas de plastilina y poco equilibrio que usaba la hierba en vez de una alfombra, chupaba con certeza piedras y caracoles y vivía lejos de la densa nube que vigila Madrid.
Reconozco que sentí envidia. Esa no era la casa, pero podría haberlo sido.
Tras aprovechar el viaje y visitar el Monasterio de El Escorial y alrededores, el sol y la comilona hicieron mella en mí y los kilómetros de vuelta a la civilización se hicieron eternos. Toqué palmas en cuanto pasamos un cartel en el que se anunciaba Madrid. Y pensé que quizá yo no estoy hecha para vivir lejos de mi peluquería, mis tiendas, mi Corte Inglés, mi panadería celíaca o mi Starbucks.
Bajar a la calle y tirar millas tiene sus ventajas, eso o que soy más de ciudad que un rascacielos. Pese a todo, no os sorprenda si un día de estos cuelgo una foto subida en un camión de la mudanza.
¿Qué será que tiene el campo que engancha?
Avec tout mon amour,
AA
Yo soy una de esas personas que se fue a la sierra, no por los ruidos, sino por los precios. No lo hagas. Mil veces mejor un cuchitril en Madrid que un palacio en un pueblo.
25 agosto 2016 | 11:03
Las grandes ciudades hacen que la gente enferme de la mente, normal. Lo peor es que estas personas quieren escapar del ruido y encontrar paz y silencio, pero trasladan su modo de vida también a la tranquilidad de la montaña o el campo con sus coches hasta las mismas puertas, pendientes de sus portátiles y móviles, relacionándose poco o nada con los demás, incoherencia absoluta.
25 agosto 2016 | 12:22
Yo vivo en el pueblo y trabajo en Madrid, y la verdad prefiero el viaje de ida y vuelta todos los días a dejar la tranquilidad que da el pueblo, y no solo eso, por la calle nunca vas solo, siempre conoces a alguien con quien hablar, si sales a tomar una cerveza, tampoco estás solo, siempre tienes a alguien con quien tomarla, es un pueblo pequeño de no mas de 2.500 habitantes, todos nos conocemos y sinceramente ese trato con todo el mundo y la tranquilidad no lo cambio, prefiero ir y venir todos los días a Madrid a perder lo que el pueblo me da.
25 agosto 2016 | 12:49
Yo dejé Barcelona hace casi 9 años y no me arrepiento. Claro que tampoco me he ido a una zona puramente residencial sino a una zona con servicios a los que se puede ir a pie: guardería, colegio, medico, farmacia, pequeño supermercado, piscinas, polideportivo.. no lo cambio por volverme a las 4 pareces de Barcelona donde me sentía enjaulada y así es como me siento cada vez que voy.
25 agosto 2016 | 13:08
Esque no se puede pasar de 100 a 0 km/h en dos segundos , tiene que haber un periodo de adaptacion y de aprendizaje . Nosotros estamos hechos para vivir en la tranquilidad y en la paz no para vivir en el estres y en las prisas. La felicidad al final viene de nuestro interior y eso nunca sudede cuando queremos esto, lo otro y lo de mas alla que es lo que nos hace infelices en una sociedad consumista.
25 agosto 2016 | 13:33
!CORRED INSENSATOS!!CORRED DEL PUEBLUCHO! aqui en mi pueblo delante de mi tienen vacas y huele asqueroso a mierda de vaca. bonito culo azul en la foto de arriba, se me van los ojos ahi que es lo mejor del paisaje.
25 agosto 2016 | 20:08
Los urbanitas sóis una plaga, a veces os congregáis en la urbe por tiempo indefinido y otras estáis yendo y viniendo de la urbe al «campo» sin sentido alguno, para posar en el escaparate más que otra cosa. Que en el campo no se os ha perdido nada, lo único que provocáis son molestias con vuestro trasiego diario.
25 agosto 2016 | 20:45
Yo, mi mujer y mis hijos después de mucho tiempo de espera desde hace 4 meses hemos cambiado el bullicio y el estrés de la ciudad por la montaña y la verdad es que el cambio como planeábamos ha sido un verdadero acierto a todos los niveles.
Los niños disfrutan de mas tiempo y espacio libre donde descubrir y explorar y nosotros hemos descubierto que el ser humano no necesita tanto para ser feliz. Un sencillo paseo, contemplar las estrellas sin prisa y el silencio son detalles en los que uno no se para hasta que, valga la redundancia, se para el tiempo en un pueblo de montaña.
Os recomiendo hacer una valoración de los pros y contras y vivir la vida.
PD-> El que no arriesga no gana
26 agosto 2016 | 10:47
Qué bonita eres también de espaldas.
El bra es lo que no me gusta. Esa estética que parece obligar a la mujer a cubrir senos no me agrada demasiado. Soy admirador de la free people qu ese pasa al free the nipple, al braless y todo eso. El tanga te queda genial. Pero ya te digo, esa nada horizontal rompiendo la belelza de tu espalda…
Yo no podría vivir en una ciudad. Tengo algo de vértigo y me suelo despistar fácilmente, me desoriento, se me atora el pensamiento y me pierdo fácilmente. En quietud, serenidad, es donde me encuentro más tranquilo. Cosas que da la post inflamación cerebral y anda uno por el túnel y las espirales de luz y toda esa parranda. La ciudad es preciosa, maravillosa, tiene de todo y a dos pasos que des, si no te pierdes, encuentras todo lo necesario para vivir de 10. En otras partes cuesta más, no son las cosas tan fáciles, pero igualmente se agradece lo poco que se pueda disfrutar. Tu imagen es preciosa, hermosa y tampoco quisiera mucho caminar por calles si no tienen tan linda luz, qeu seguro no la hay. A soñar, a volar, la vida es un canto imposible y la mente se viste con alas.
27 agosto 2016 | 00:18