El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Jeffrey Friedman: no existe una sola dieta válida que no sea la equilibrada (y no estoy seguro)

Ratón obesoPara los que no conozcáis a Jeffrey Friedman se trata de un reconocido investigador especialista en genética molecular, más en concreto en el área de la obesidad y los mecanismos biológicos reguladores del peso.

A mediados de la década de los noventa del pasado siglo veinte saltó a la fama al identificar una hormona, la leptina (o proteína OB), que en modelos animales (ratones) se identificó como una molécula inhibidora del apetito. De forma muy breve, está proteína sería secretada por los adipocitos (entre otros tejidos) cuando estos ya tuvieran una cantidad de grasa almacenada elevada. Una vez liberada en el torrente sanguíneo, la leptina, a modo de “señal” sería recibida por el “centro regulador” del apetito, el hipotálamo, y promovería la inhibición del mismo. Un claro ejemplo de retroalimentación negativa.

Este proceso, relativamente simple, se contrastó de forma bastante consistente en ratones observando que existían algunos ratones obesos que en base a una mutación que codificaba para la formación de leptina eran incapaces de controlar su apetito. En estos ratones la administración exógena de leptina, calmaba su apetito y conducía a una reducción del peso.

El caso es que el futuro para tratar la obesidad humana se tornó claramente esperanzador. Si este mecanismo fuera reproducible en los seres humanos se habría dado con una especie de piedra filosofal al respecto del tratamiento de la obesidad. Pero la realidad terminó por no ser tan sencilla. En el caso de los seres humanos pocos eran (y son) los pacientes obesos que mantuvieran unos niveles de leptina deficitarios, en lo que la administración de más leptina, de más “señales” para que se inhibiera el apetito, no iba (y no es) la solución milagrosa para la inmensa mayoría de personas aquejadas de obesidad.

Valga esta introducción sobre el protagonista de hoy, Jeffrey Friedman, para hacernos una idea de su perfil como investigador y para destacar que no es precisamente un donnadie ya que sus trabajos pasados y actuales son ampliamente reconocidos por la comunidad científica. Aunque la cosa se ha puesto muy interesante con el tema de la leptina y seguro que os ha puesto los dientes muy largos, no es el tema del post de hoy (a ver si saco tiempo y le dedico un par o más de post, porque la cosa es de todo menos sencilla).

Friedman

Saco a colación a este investigador para poner en alza sus declaraciones en esta entrevista publicada la semana pasada en El País. Empezando por el título “No hay pruebas de que las dietas que eliminan grasas o hidratos funcionen” que resume de alguna manera sus declaraciones, es posible que sus afirmaciones puedan ser descontextualizadas cuando, más al contrario, me parecen francamente lúcidas y esclarecedoras de la situación a la hora de poner de relieve el escaso valor de cualquier estrategia dietética en el tratamiento de la obesidad en las que solo se tenga en cuenta la proporción de macronutrientes.

Desde su primera respuesta este especialista afirma que la mayoría de las personas y no pocos profesionales sanitarios tienen un objetivo erróneo: no es cuestión de pesar menos sino de obtener mejor salud. Algo que ha defendido un servidor infinidad de veces.

Pregunta. ¿Aspirar a estar más delgados es positivo?

Respuesta. Creo que depende de cuáles sean nuestros objetivos. Si alguien tiene sobrepeso o está obeso, nuestro objetivo debería ser mejorar su salud. Eso puedes hacerlo sin perder mucho peso. Comiendo una dieta saludable y haciendo ejercicio para perder un poco de peso, con mucha frecuencia, los problemas de salud mejorarán. Si nuestro objetivo es mejorar la salud, no insistiría en que la gente esté delgada. No hay evidencia de que alguien que es obeso vaya a estar mejor quedándose muy delgado. Y más importante, no creo que haya muchas posibilidades de lograrlo, porque hay un sistema biológico muy poderoso que mantiene nuestro peso y hace que nuestro peso se mantenga sin grandes variaciones por arriba o por abajo.

Además, comparto su particular escepticismo a la hora de hablar del éxito de cualquiera de los tres modelos dietéticos clásicos que habitualmente se postulan para el tratamiento de la obesidad desde este prisma (1º bajo en hidratos de carbono; 2º bajo en grasas y; 3º bajo en calorías con los tres macronutrientes “equilibrados”).

P: ¿Las dietas más populares tienen una base científica?

R: Hay mucho debate sobre cuál es la mejor dieta para perder peso. El consejo estándar sería: toma una dieta equilibrada y con menos calorías, y ya está. Pero después habrá gente que te recomiende no comer ninguna grasa, lo que se llama la dieta Pritikin, o no comas hidratos de carbono, en la dieta Atkins. En realidad, no sé cuál es la mejor opción, porque para averiguarlo necesitaríamos un experimento que es muy difícil. Tienes que poner grandes cantidades de gente en una de las dos dietas durante mucho tiempo.

El problema con las dietas es que no puedes mirar a los datos en seis meses; normalmente hacen falta uno o dos años para que la gente vuelva a su peso, así que tienes que tener grandes cantidades de gente en cada una de las tres dietas, y entonces tienes que hacer observaciones mucho tiempo después, de una manera rigurosa. El problema es que a largo plazo hay tan poca gente capaz de mantener la pérdida de peso que nunca consigues una respuesta. Así que yo soy agnóstico sobre cuál de las tres funciona. Intuitivamente, diría que lo mejor es comer una dieta equilibrada, pero tampoco hay pruebas de que eso funcione.

Y luego la puntilla… no se puede hacer descansar toda la cuestión de la obesidad en elementos biológicos del tipo hambre y saciedad y ya está. En este problema hay muchos otros factores e intereses implicados tal y como también he defendido en múltiples ocasiones: las industrias alimentaria, dietética y farmacéutica, los hábitos sociales, culturales, la organización de los tiempos laborales, los conocimientos para implementar la cuestión alimentaria de una forma u otra…

P: Pero quienes promueven las dietas hablan de ellas como si estuviesen bien probadas

R: Si piensas sobre la obesidad, es posible que, más que ningún otro problema de salud, esté en el centro de muchas partes interesadas. La industria de las dietas es inmensa y tiene un mensaje claro: toma nuestra dieta y perderás peso. La industria farmacéutica también tiene intereses. Si fabricamos un fármaco, tómalo y perderás peso. Además, a la industria del medicamento le gustaría que las reglas para aprobar fármacos fueran relajadas, y cuanto más drama haya, mejor es el clima para que eso suceda. Cuando quieres que tu mensaje llegue al público, necesitas dinero, y por eso muchas veces el mensaje de los científicos queda ahogado entre el de todas estas partes interesadas que tienen mucho dinero.

Lo que sabemos que funciona es que si comes una dieta equilibrada con menos calorías, pierdes peso. Y en esas dietas los carbohidratos, las proteínas y las grasas están equilibradas. El problema viene con las dietas que eliminan carbohidratos o grasas, que te dicen que puedes comer lo que sea y perder peso igual, solo se trata de cambiar lo que comemos. Creo que eso sería muy bonito, pero no creo que haya pruebas de que eso funcione a largo plazo y que sea saludable. Así que es mejor que hagamos lo que sabemos que funciona.

[…] Nos estamos centrando en un aspecto equivocado. Nos centramos en el peso cuando deberíamos centrarnos en la salud. Si estás obeso y tienes problemas de salud, como diabetes o enfermedades cardiacas, deberíamos pensar en cómo mejorar tu salud. […] De hecho, si estás muy obeso y no tienes problemas médicos, no estoy seguro de que debiéramos hacer nada, más allá de la recomendación que sirve para el resto de comer una dieta saludable y completa y hacer ejercicio. […]

En resumen, las declaraciones de este señor me parecen muy acertadas. No obstante, he echado una cosa de menos que en mi opinión hubiera supuesto un broche de oro a la entrevista. Me explico, decir que hay que comer mejor y llegado el caso menos, a la vez que moverse más no es decir gran cosa. La clave, tal y como yo veo el panorama está en conseguir que las personas implicadas logren eso y además sean felices, les guste, les compense… o como quieras decirlo. Es decir, además de los procesos biológicos genéticamente influidos, ¿qué es lo que hace que una persona que ha perdido una cantidad de peso en el corto plazo (seis meses) esté con el mismo peso que al principio tras, por ejemplo, dos años? Y más aun… ¿qué es lo que provoca que los pacientes terminen por abandonar ese patrón de alimentación adelgazante (dieta) y se vuelva en este sentido a la casilla de salida?

Sopena de repetirme, opino que el posible remedio al problema genérico de obesidad pasa por buscar una solución de boca hacia arriba al menos con tanta intensidad como las soluciones propuestas de boca hacia abajo.

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Nota: Quiero agradecer a @carlosxabier su aportación para esta entrada

Imágenes: http://wellcomeimages.org/indexplus/obf_images/f8/b4/c49c22fb05314d0c5915103a1217.jpg vía Wikimedia Commons y  http://www.rockefeller.edu/research/faculty/labheads/JeffreyFriedman/

¿Hay alimentos o ingredientes que sean realmente adictivos como lo son las drogas?

Gordito con patatasEl debate no es nuevo para nada. De un tiempo a esta parte hemos leído no pocos titulares de algunos medios de comunicación en los que, sin ambages, señalaban a determinados alimentos o ingredientes contenidos en estos como causantes de una verdadera adicción similar a la que se le atribuye a algunas drogas y sustancias estupefacientes. Así, las grasas (en especial las saturadas), determinados aditivos como el glutamato monosódico y por no hablar del azúcar han sido tildados poco menos que de drogas o de generar una adicción en el más estricto sentido de la palabra. De ser así, según estos planteamientos, la adicción a alguno o varios de estos elementos ayudaría a explicar en cierta medida el constante incremento de las cifras de obesidad.

A mí, sin mayores argumentos en la mano, estas fatalistas perspectivas siempre me han parecido un tanto desproporcionadas… exageradas si se prefiere. En este sentido un reciente y muy interesante artículo ha estudiado estas asociaciones (las de observar los alimentos o algunos de sus ingredientes como si de drogas se trataran) y ha concluido que con lo que actualmente se sabe, eso de que los alimentos generen o fomenten una adicción hacia ellos tiene pocas probabilidades de ser cierto, pero… eso sí, que la adicción a la comida o al comer (en general) sí que podría tener mucho más sentido. Que parece que es lo mismo, pero no.

Esta cuestión es un problema emergente con no pocas repercusiones, entre ellas una de las más importantes, el tratamiento que se le pueda dar a los pacientes si se establece como cierta esa relación entre “sustancias alimentarias” y adicción. Así pues, el artículo en cuestión ha observado la “adicción alimentaria” en sus dos posibles vertientes: la de que sean los alimentos concretos (o sus ingredientes) los que propicien esa supuesta adicción o que exista una adicción conductual hacia la comida en general.

Con esta perspectiva las conclusiones han sido básicamente dos:

La actual evidencia disponible al respecto de una adicción “sustancia (o alimento) dependiente” es escasa. Esto, sin embargo, puede ser así porque hay pocos estudios que hayan abordado esta cuestión.

No obstante, sí que se muestran más receptivos a la hora de reconocer conductas alimentarias adictivas y para ello remarcan que al igual que sucede con otros comportamientos, el acto de comer también puede ser observado como un comportamiento adictivo en individuos predispuestos y en circunstancias ambientales específicas.

En resumen, y estaría bien que tomaran buena nota algunos, los autores desaconsejan el uso de términos como “la adicción del chocolate, del azúcar, de las grasas, etcétera” al haber poca evidencia científica para poder establecer estas relaciones y considerar que “apetecer” algo en términos de alimentos no significa ser adicto a ése algo, con todas las connotaciones sanitarias que tiene el término “adicción”. En lugar de esta terminología, sí que se muestran conformes en reconocer la “adicción a comer” poniendo el acento en la adicción conductual del acto alimentario.

En cualquier caso los autores apuestan por seguir investigando en este terreno y alcanzar una mejor definición de criterios, algo especialmente importante cara al diagnóstico y futuro tratamiento de los pacientes en estas cisrcunstancias.

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Imágenes: marin vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: El misterio del almidón resistente ¿adelgazante? da un salto mortal

Pasta

Antes de continuar se hace preciso aportar una aclaración sobre la metodología de esta sección, “la nutrición-área 51”. Tal y como puse de relieve en el primer post de esta sección se trata de dar cuenta de teorías, hipótesis, proyectos, etc. que o bien en este momento sean líneas de investigación más o menos interesantes y curiosas, o bien sean auténticas simplezas científicas. Ha sido culpa mía el cuajar la sección de quizá demasiadas “simplezas” y aportar pocas tendencias interesantes. Y hoy estamos aquí para tratar de equilibrar la media. Empecemos por el principio hablando del enigmático “almidón resistente” y algunas de sus particularidades reales.

¿Qué es eso del “almidón resistente”?

Por almidón, sin más se entiende ese polisacárido de reserva típico de multitud de especies vegetales. Más en concreto, en los alimentos, está especialmente presente en cereales y los productos obtenidos a partir de estos (harinas, panadería, repostería, pastas alimenticias…), legumbres, algunos tubérculos, etcétera. Desde el punto de vista químico se trata de un hidrato de carbono formado por la polimerización lineal (o no tan lineal) de moléculas de glucosa unidas una detrás de otra hasta formar polímeros de más de 100.000 unidades. Interesante sería en este punto hablar de sus posibles presentaciones en forma de amilopectina y amilosa, pero para los fines que se pretenden no nos interesa demasiado.

El caso es que una vez procesados los ingredientes o los alimentos que contienen almidón a partir de los procesos tecnológicos y culinarios este elemento representa en general un nutriente altamente aprovechable desde el punto de vista energético aportando las 4 kcal por gramo atribuidas a los hidratos de carbono. En general, el almidón es insoluble en agua fría y su digestión y aprovechamiento energético se dificulta de forma importante en estas circunstancias. Sin embargo, tal y como decía, a medida que aumenta la temperatura y en presencia de suficiente hidratación, este almidón tiende a adquirir una textura “gel”; es decir, se gelatiniza con los procesos culinarios que implican calentamiento y de este modo se hace mucho más digerible y con ello es mayor el aprovechamiento energético que de este se hace. Pero este proceso también se puede revertir en cierta medida.

Por ejemplo, en la pasta o el arroz (alimentos especialmente ricos en almidón) este almidón se gelatiniza en cierta medida y se hace muy “biodisponible” cuando se cocinan. Pero a medida que se enfría esa preparación el almidón gelatinizado vuelve a “cristalizar” haciéndose más inaccesible a la acción de nuestras enzimas digestivas. Este sería el “almidón resistente”. Resistente en menor medida que el anterior a la acción digestiva de nuestras propias enzimas.

Por eso, y sobre este aspecto caben pocas dudas, un plato de pasta fría o un plato de arroz frío aportará menos calorías que su homólogo caliente. Ese almidón no digerido de los platos fríos llegaría hasta nuestro intestino grueso y allí podría ser objeto de utilización por parte de la flora bacteriana… con sus conocidas consecuencias. En cierta medida el “almidón resistente” funcionaría desde el punto fisiológico como una clase de fibra. Y esto por tanto también tiene otras consecuencias que atañen al índice glucémico del plato (la capacidad que tiene un alimento de aumentar la glucemia).

Así pues, el índicé glucémico de un plato de pasta o de arroz frío será menor que ese mismo plato recién cocinado. Hasta aquí hay bastante consenso y poco misterio, la parte interesante y que por eso la traigo a colación en esta sección de “nutrición-área 51” viene a continuación.

El misterio del “almidon resistente” ¿más adelgazante recalentado que solo enfriado?

Reconozco que no se trata de un estudio científico como dios manda, pero el otro día en el programa de la BBC Trust me, I’m a doctor (Confía(e) en mí, soy médico) pusieron de relieve (o al menos sembraron la duda) al respecto de que los platos de pasta (ricos en almidón) tuvieran un menor aprovechamiento metabólico no ya cuando se enfrían (esto no sería ninguna novedad tal y como hemos visto) sino que aun sería menor cuando después de enfriados se volvieran a recalentar. Sorprendente.

Para ello, la dirección del programa conducida por un médico, realizó el siguiente experimento: se reclutó un grupo de voluntarios y se les administraron tres platos de pasta diferentes en tres días, al tiempo que se media el incremento de la glucemia tras la ingesta (glucemia postprandial) de los diferentes tipos de platos. La monitorización consistió en medir su respuesta glucémica (el aumento de la glucemia) tras la ingesta de las tres formas distintas de presentar la pasta: 1º caliente recién cocinada; 2º cocinada y dejada enfriar y 3º recalentada.

El primer resultado obtenido era el esperable: cuando las personas comían los platos de pasta fríos mostraban un menor incremento de la glucemia postprandial que cuando comían el plato recién hecho… la explicación parecía clara, el plato de pasta fría tenía más “almidón resistente” que el recién preparado (más biodisponible). Ahora bien…

La sorpresa llegó cuando se observaron los resultados al comer pasta recalentada (cocinada-enfriada-recalentada). En un principio se esperaba que la fracción cristalizada en el proceso de enfriado se re-gelatinizara al recalentarla y que la glucemia postprandial fuera similar a la experimentada con el consumo de la pasta recién cocinada… o al menos entre ese valor y el del consumo de la pasta fría. Pero no fue así. De forma sorprendente la glucemia postprandial con los platos recalentados fue la menor de las registradas en el consumo de las tres modalidades de pasta.

¿La explicación?

No la hay, o al menos yo no la tengo, al igual que tampoco la tienen aquellos que realizaron el experimento. En principio, los escasos trabajos que se han realizado sobre estas cuestiones y que he podido consultar hablan de que el proceso de “retrogradación” (que el almidón gelatinizado se cristalice, lo que ocurre al enfriar la pasta) es un proceso reversible en cierta medida y depende de múltiples factores tales como la humedad, la proporción de amilopectina y amilosa en ese almidón… y de la temperatura. En cualquier caso, esa retrogradación puede como digo revertirse (pasar de cristal a gel de nuevo) a medida que aumenta la temperatura en mayor o menor medida, con lo que estos resultados observados en el programa no son explicables, al menos con esta línea argumental o con este modelo.

Ni que decir tiene que las circunstancias en las que este experimento se llevó a cabo no fueron las idóneas. El marco de un programa de televisión no reúnen las características que deben caracterizar una adecuada investigación científica. Así, los responsables científicos del programa hacen un llamamiento a la necesidad de investigar más esta circunstancia.

¿Es la pasta recalentada aun más “resistente” (menos calórica incluso) que cuando está fría tras haberla cocinado?… Bueno, me temo que habrá que esperar a ver si algún valiente es capaz de reproducir el experimento en condiciones más controladas y contrastar sus resultados con los de este programa. Lo de las explicaciones, llegado el caso, vendrán luego.

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Nota: quiero agradecer a un buen comentarista del blog, Joan, el hacerme llegar esta consulta mediante correo electrónico y a Miguel Lurueña (@gominolasdpetro, no dejes de visitar su imprescindible blog) sus aportaciones tecnológicas al respecto de los almidones.

Imagen:  hyena reality vía freedigitalphotos.es

Las setas: Precauciones, curiosidades y algunas características nutricionales

SetaEl otoño… o la curiosa estación en la que actualmente estamos inmersos este 2014 (¿el veroño?) es el momento ideal, no exclusivo, para disfrutar de las setas. El caso es que es precisamente en esta época cuando en principio se dan una serie de condiciones óptimas para la proliferación de este producto con una amplia cantidad de variedades. Así, unas temperaturas suaves aun no especialmente frías (este año incluso veraniegas), una creciente humedad debida a la mayor incidencia de las lluvias (este año poca) y un manto de materia orgánica en descomposición proveniente de las hojas caídas de los árboles propicia como decía la multiplicación de este tipo de curiosos organismos… que en estas condiciones crecen como lo que son, setas.

Lo cierto es que no soy un especial entendido en micología, pero leñe, soy navarro y en cierta medida lo llevo en la sangre (para que te hagas una idea en Navarra dirigimos cariñosos calificativos hacia los que desde otros territorios vienen a coger setas a nuestros bosques, los llamamos sustraesetas; en recíproca amabilidad, por ejemplo los donostiarras se dirigen a nosotros como meaplayas… ante todo buen rollo vecinal). Bueno, el caso es que no sé demasiado de setas, conozco dos o tres que no me generan ningún tipo de dudas y me gusta salir en familia, o en solitario, en su busca y captura cuando llega la temporada. Las salidas en sí pueden acabar muy bien o puede acabar “solo” bien. Digo “solo” porque el paseo por el monte-campo-bosque no te lo quita nadie y eso a día de hoy, con ese maravilloso ritmo de vida que nos caracteriza, la falta de tiempo y el estrés es ya de por sí todo un lujo… si además se encuentran setas comestibles, pues estupendo.

Mi hija Adriana que ahora cuenta con 10 años está en el colegio aprendiendo el “estilo periodístico” ya sabes, eso de titular, entradilla y desarrollo de la noticia. Aquí tienes su último trabajo en este sentido que ilustra lo que a veces acontece con el tema de las setas.

 Adriana_Tribune_Setas

 Como veis yo sigo con los problemas de siempre con los periodistas.

Precaución con las setas cuando se recolectan en el campo

El caso es que el tema de las setas tóxicas no es ninguna tontería. Todos los años somos testigos por estas fechas de casos de intoxicación por ingerir especímenes tóxicos que en ocasiones acaban de forma dramática con la muerte del comensal precipitado o equivocado. Es preciso ser prudente y consciente de lo que se está haciendo cuando se va por setas al monte y por lo tanto de los riesgos que se asumen cuando no se obra con prudencia. Por ejemplo, en la salida reflejada en la “noticia” de arriba vimos setas a cascoporro, pero… no sabíamos si eran comestibles o no, y por eso se quedaron todas allá. Solo cogí una, de un tipo concreto, con el fin de que luego en el pueblo alguien de confianza me dijera si lo que había dejado en el monte era comestible o no… y me dijeron que sí, pero que tenía un escaso valor culinario.

Particularidades propias de las setas como ser vivo

Las setas en general tienen muchas características propias y exclusivas. De entrada están enmarcadas todas en el Reino Fungi, es decir, son seres pluricelulares sí, pero ni animales ni vegetales. Al ser sésiles (es decir, son organismos que viven fijos al sustrato) una buena parte de la población las incluye dentro del Reino Plantae (vegetal), pero no es así. Tienen muchas diferencias biológicas con los vegetales pero la principal sin lugar a dudas es que, teniendo pared celular como lo vegetales, esta está compuesta por quitina, en vez de por celulosa. Esta es una de las razones por las que las setas, aunque se trate de variedades comestibles, suelen ser poco amables para con las digestiones. La quitina es un carbohidrato que además de en los hongos lo encontramos formando parte del exoesqueleto de los insectos. Como nuestras enzimas digestivas son bastante poco eficaces para degradar esa quitina (tenemos poca quitinasa aunque su cantidad parece estar en relación con los hábitos alimentarios del individuo y la presencia de quitina en la dieta) las setas no son precisamente el alimento de elección para las personas con digestiones delicadas.

Ciclo vital setasOtra diferencia apreciable con las plantas es la ausencia de cloroplastos y por tanto de clorofila en ningún momento de su ciclo vital… esto se comprende mejor sabiendo que las setas, como hongos que son, son organismos heterótrofos, es decir, que obtienen tanto la energía como los materiales que precisan de compuestos orgánicos provenientes de otros organismos (a diferencias de las plantas que son organismos autótrofos ya que a partir de sustancias inorgánicas y de la radiación solar son capaces de sintetizar sus propios materiales y obtener la energía).

Otra de sus características más destacadas, es su ciclo vital. Las setas se reproducen por esporas, sexuales o no, y los ciclos biológicos de sus casi infinitas especies están llenos de particularidades y de asombrosas fantasías creativas dentro del mundo de la biología (creo que se hicieron así para atormentar a los alumnos de esta carrera, doy fe).

Setas, nutrición y mesa

Más allá de las cuestiones relativas a la seguridad alimentaria en cuanto a las setas no comestibles, el mundo de las setas es maravilloso. Empezando por las cuestiones gastronómicas. Dependiendo de la variedad las setas se prestan a prácticamente todas las posibilidades culinarias: plancha, asadas, revuelto, guisadas, con arroces, pasta, rebozadas… se pueden desecar muchas de ellas para su posterior utilización y por supuesto algunas de ella aceptan un consumo en crudo, sin más, si acaso con algún aliño, tipo aceite y sal. Su peculiar sabor suele agradecer en muchos casos la presencia de alimentos que “absorban” esos aromas tan característicos, me refiero como he mencionado a los arroces, las pastas, etcétera.

En cuanto a su valor nutricional destaca su escasísimo aporte energético, normalmente menos de 20 kcal/100g, en el que habrá que tener en cuenta su forma de preparación. Tan pocas calorías se debe a dos características básicas: tienen una cantidad relativa de agua muy alta una muy baja proporción de cualquiera de los tres macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas). En cuanto a la fibra y los micronutrientes digamos que suelen contener una cantidad de fibra a tener en cuenta (lo que ocurre que la ración estándar de consumo suele ser pequeña); sobre las vitaminas que aportan una cantidad discreta de aquellas del grupo B y provitamina D… sobre los minerales, según especies, las setas pueden ser una fuente apreciable de potasio, fósforo, yodo… En resumen, el “valor” nutricional de las setas como alimento es más bien escaso, tanto en lo que se refiere a la energía, lo que en nuestro entorno podría ser un elemento a destacar, como en nutrientes, tiene poco de todo y de lo que más tiene no suele haber deficiencias en nuestro entorno.

En resumen, se trata de un producto doblemente interesante, primero por el valor añadido que implica el ir a buscarlas cada uno y, además en la cocina, aportan una serie de características y posibilidades absolutamente genuinas… y sumamente placenteras para aquellos a los que nos gusta este producto.

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Imagen:  Sarah Topps y mapichai vía freedigitalphotos.net

Cómo como: Tutti-frutti informativo-nutricional en Comando Actualidad

La pasada la semana los telespectadores de La 1 asistimos a un “documental” sobre cuestiones alimentarias con el que quedó clara una cosa: lo imposible que resultó sacar una información válida o práctica (al menos en el terreno nutricional)

Si quieres antes de leer el resto de mi crítica (constructiva aunque no lo parezca) puedes echar un vistazo al programa de Comando Actualidad en este enlace.

Partiendo con un comienzo sumamente efectista relativo a los problemas de nuestro entorno derivados de la sobrealimentación utilizando para ello los famosos concursos de glotonería al más puro estilo man versus food, el programa mezcla la opinión breve (y muy matizable) de expertos en endocrinología, los problemas de producción, comercialización y venta de algunos productores de unos pocos sectores agroalimentarios (arroz, azúcar, conservas de pescado y marisco, frutas y ganado porcino entre otros) así como la opinión de la especialista en cuestiones nutricionales, la dietista-nutricionista, de la FIAB (Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas). En resumen, una especie de tótum revolútum del que es difícil sacar una conclusión coherente… y más que nada porque una buena parte del mensaje, bien de los expertos, bien cosecha de los propios conductores del espacio, dejó bastante que desear. ¿Empezamos?

“Todos los endocrinos dicen que hay que desayunar, que es la comida más…”

Así sentencia una de las presentadoras en el minuto 3:15 para referirse al hábito del desayuno y la supuesta bondad de esta comida para bajar o conservar el peso. Pues bien, no dudo que haya muchos endocrinos que así lo sostengan, pero si es así… no hay muchas evidencias que sostengan esta recomendación que todos nos pudimos tragar en el programa sin anestesia previa. Para más datos consultar la entrada ¿Es obligatorio desayunar si quieres adelgazar?

En esta parte del programa me gustaría llamar la atención sobre dos cuestiones. La primera, el peso o la imagen de los niños que eran familia de los “tragones”… lamentable estampa familiar (ver No ponga a su hijo a dieta. Mejore su estilo de vida y Los niños con sobrepeso y sus padres identifican mal su verdadera situación). Y la segunda, la simplificación, casi banalización de una declaración de uno de los protagonistas: “comemos mucho por el estrés” decía en el minuto 8:45. A ver, que no digo que el estrés no influya, y mucho, en virtud de determinadas circunstancias y personas, pero reducir esta cuestión a una única causa o hacerla la principal en el problema de la obesidad y para todo el mundo me parece poco serio.

“La bolsa pequeñita de patatas fritas tiene 480 calorías”

Las declaraciones de los endocrinos necesitan un comentario aparte (min 13:10) No sé a qué bolsas pequeñitas se refiere uno de ellos, pero anda muy despistado con respecto al valor calórico de algunos alimentos. 100 gramos de patatas fritas aportan de media unas 530 kcal y las bolsas pequeñitas que yo conozco tienen de 20 a 35 gramos (según fabricante, ver imagen de ejemplo) lo que nos deja el valor calórico por bolsa en unas 106 a 185 kcal… unas cifras bastante alejadas con respecto a la aportada. Además, a la hora de evitar esos azúcares simples presentes en los refrescos a los que se refiere en otro momento (aspecto en el que coincido) menciona su alto contenido en fructosa… ¿fructosa? No, el azúcar característico de los refrescos es el comúnmente llamado azúcar a secas, es decir, la sacarosa. Luego, el tema de los consejos dietéticos en este mismo apartado, con sinceridad, no podían ser más “ de lo de siempre”… no saltarse el desayuno “eso es claro” (ya hemos visto que no está tan claro), la eterna criminalización de la grasa, el machacón conteo de calorías en la dieta… en definitiva, mucha deasactualización de conocimientos es lo que me pareció. Y luego, un poco el colmo de lo hasta aquí visto, el último de los especialistas afirmando que tiene que hacer frente a mucha desinformación… caramba, caramba. No negaré que dijeron cosas válidas… pero tampoco negaré que un reloj parado termina por dar la hora buena dos veces al día. Ahí lo dejo.

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“No hay estudios rigurosos, que se hayan hecho bien, que puedan demostrar que… esto [que, en esencia, el consumo de azúcar sea negativo para la salud]… el azúcar tiene que formar parte de nuestra dieta, es el nutriente de nuestro cerebro, la glucosa”.

Este tipo de sentencias casi lapidarias forman parte de la intervención de la dietista-nutricionsta de FIAB. Estimada colega, desde el respeto que sabes te tengo: a día de hoy, los únicos que niegan la relación entre el actual consumo de azúcar y los problemas que todos conocemos son aquellos que tienen ciertos intereses en su producción, distribución y venta. Te ruego compruebes si te parece riguroso este estudio Financial conflicts of interest and reporting bias regarding the association between sugar-sweetened beverages and weight gain: a systematic review of systematic reviews (“Conflictos de interés económicos a la hora de establecer una asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso: una revisión sistemática de revisiones sistemáticas”) en el que se pone de relieve que los estudios “patrocinados” tienen cinco veces más posibilidades de no observar relaciones claras entre el consumo de bebidas azucaradas y un mayor riesgo de obesidad que los que no han sido patrocinados.

He de decir que no me extraña, desde tu puesto de trabajo, este discurso. Ahora bien, lo que no puedo entender es que a todo lo largo de tu intervención (puede ser debido a un “defecto” del montaje del vídeo) no se te haya escapado ni una sola recomendación coherente y todo haya sido echar balones fuera negando la mayor. En especial cuando no has hecho la menor de las distinciones entre el azúcar proveniente de las frutas y verduras o aquella añadida, bien del azucarero, bien con los alimentos procesados:

“Tanto el azúcar de la fruta, como el azúcar de la verdura… el azúcar añadido o no añadido, el cuerpo metabólicamente lo identifica como azúcar… glucosa”.

Efectivamente bioquímicamente puede que no hay mayores diferencias… al igual que dos pistolas idénticas que supuestamente podamos encontrar en el maletero del coche de dos personas bien distintas; una en el de un narcotraficante y otra en el de un coleccionista. Ni diferentes son tampoco en sentido estricto el bofetón que te pueda dar un amigo en un momento especial de crisis o el que te pueda dar, por ejemplo, un atracador… para ti deben ser dos bofetones, dos pistolas, y el mismo azúcar. Como digo no sé si será cuestión de la edición del vídeo o qué, pero el que no hayas hecho una distinción entre el consumo de frutas y hortalizas y el de alimentos procesados en lo que al azúcar se refiere me parece haber dejado pasar una oportunidad importante. La población no se merece este mensaje de alguien que tiene todas las armas para investirse de cierta autoridad. Te sugiero que visites estas tres entradas: “Más allá del peso”, el mejor documental que he visto sobre obesidad infantil, ¿Cuánto azúcar hay en….? y Todo podrido: los intereses de la industria alimentaria distorsionan las políticas de salud pública.

Para ir acabando, después de conocer las vicisitudes de algunos sectores agrarios de nuestra querida España que con sinceridad no les veo mayor relación con estas otras cuestiones… (por cierto, que diferentes esas vicisitudes de los productores de arroz y las de los productores de remolacha azucarera) toca finalizar con una imagen tocante a las cuestiones de seguridad alimentaria. Hacia el minuto 59:00 se visitan las instalaciones de un ganadero de cerdos que, en su entrevista con el personal del programa, le indica a este la necesidad de ponerse unas bolsas en los pies, unas calzas, para entrar a “visitar” el espacio donde están los cerdos. El caso es que le explica que es para proteger a los animales de cualquier microbio que alguien pueda traer del exterior. Entonces, se ponen las calzas y… ¿qué hacen ambos? Pues salen al exterior con las calzas puestas para dirigirse a cada una de las salas donde están los distintos cerdos… incomprensible. En este sentido, todo hay que decirlo, la legislación es muy poco concreta en lo que hay que hacer para evitar este tipo de riesgos microbiológicos que pudieran afectar a una determinada explotación. En el RD 3483/2000 por el que se regulan las normas básicas de las explotaciones porcinas se afirma que:

“Se utilizarán exclusivamente en ellas los utillajes de limpieza y manejo y el vestuario del personal que resulten adecuados o se dispondrá de las medidas necesarias higiénico sanitarias para que el personal que desempeñe trabajo en ellas y el utillaje utilizado en las mismas no puedan transmitir enfermedades. […] Pediluvios o cualesquiera otros medios de eficacia semejantes a la entrada de los locales, naves o parques que eviten la transmisión de enfermedades”

Una falta de concreción que, en mi opinión, no hace bueno un comportamiento cuando menos chocante el visto con las calzas en el programa.

Ya termino. Como te decía al principio, un batiburrillo de cuestiones y temas con muy poca ligazón interna que además ha puesto de relieve algunas incoherencias en algunos profesionales. Me quedo, eso sí, con la frase de la dietista-nutricionista de la FIAB con el fin de despertar conciencias y explicar en cierta medidad el origen de tantos y tantos problemas (de información) relacionados con las cuestiones nutricionales… cuando esta al final afirmaba que la industria de la alimentación es el primer sector industrial de este país. El primero. No sé como se te queda el cuerpo, pero desde luego este dato es como para tomarse las cosas más en serio, en especial cuando es la salud la que está en juego.

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Nota Bene: Es posible que la descontextualización en el mensaje percibido en algunas intervenciones se deba a una poco (o interesada) edición de las imágenes obtenidas por parte de la dirección del programa. Si bien algunas de las afirmaciones ofrecen poco lugar a la duda… en el caso de las declaraciones de la dietista-nutricionista de la FIAB (a la que conozco personalmente) tengo toda la sensación de que se hizo un montaje sesgado de toda su intervención una vez conocido el escaso porcentaje de los recuros que se grabaron y que al final no se emitieron. Si Comando Actualidad lo que quería era generar polémica, desde luego lo han conseguido.

Nota: Quiero agradecer a varios compañeros y tuiteros su interés y ayuda en la realización de esta entrada, entre ellos: @MariaQuiles87, @NailaMrtnz, @NutricionconQ, @iria8787@nutricionlines , @Jude_02, @DieteticaSin, @gominolasdpetro y @JulioBasulto_DN

Imagenes: @juan_revenga

Ni más ni menos: el pan tiene las mismas calorías que el pan

Antes de meterme en harina con la tediosa cuestión de las calorías (aburrida como ella sola) voy a dejar este texto aquí para que lo leas detenidamente:

El etiquetado [de los productos alimenticios] y las modalidades de realizarlo no deberán ser de tal naturaleza que induzcan a error al comprador, especialmente: […] sugiriendo que el producto alimenticio posee características particulares, cuando todos los productos similares posean estas mismas características.

El fragmento extraído pertenece al RD 1334/1999 sobre la Norma general de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios.

Así pues tomando en consideración que el pan, en general, tiene un aporte calórico de unas 250 kcal/100g resulta llamativo que algunos productores de pan en sus más diversas presentaciones realicen una publicidad haciendo destacar precisamente este dato y dando a entender (por descarte y solo en apariencia) que el resto o al menos una buena parte de los panes tienen más calorías que el suyo. Algo que desde mi modesto punto de vista resulta en una infracción de la mencionada norma.

Thins agrupado

El ejemplo más preclaro lo tenemos en el anuncio de Thins de Bimbo que publicita a modo de ventaja frente a otras opciones, que las porciones en las que se comercializa ese pan aportan 99 kcal. ¡Bravo!, teniendo en cuenta que cada porción pesa según la etiqueta 39g tenemos que los 100 gramos de Thins de Bimbo contienen 247 kcal (en la web 242, y si haces la regla de tres con los datos de la etiqueta, por 100 gramos, salen 253… lo que es ya la pera, no se aclaran ni dentro de la misma empresa). Pero bueno, pelillos a la mar, caloría arriba o caloría abajo… como todos los panes en general, Thins aporta esas mismas 250 kcal/100g de las que te hablaba.

¿Quieres pruebas? Aquí van unas cuantas:

  • El pan de molde “básico” de la misma marca aporta 257 kcal/100g (imagen)
  • El pan de molde sin corteza de Panrico 239 kcal/100g (imagen)
  • El pan de barra de verdad consultado en la Base de Datos Española de Composición de Alimentos (BEDCA) aporta 240 kcal/100g
  • El pan integral sin sal en la misma BEDCA  251 kcal/100g
  • El pan blanco en la Base de Datos de Composición de Alimentos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (o lo que los americanos entiendan por pan blanco) aporta 266 kcal/100
  • El pan integral en la anterior base de datos norteamericana, 252 kcal/100g

Bimbo_Panrico

¿Puede además Thins decir de sí mismo que es un pan ligero?

El eslogan no deja mucho margen de maniobra: “Thins, el pan ligero de 99 kcal”, y por este motivo también podría (el uso del condicional es accesorio) entrar en conflicto con el Reglamento Europeo 1924/2006 sobre s declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Para decirse “ligero”, «light» o cualquier otra expresión de similar calado, el producto en sí tiene que cumplir este apartado del RE:

Las declaraciones en las que se afirme que un producto es “light” o “lite” (ligero), y cualquier otra declaración que pueda tener el mismo significado para el consumidor, deberán cumplir las mismas condiciones que las establecidas para el término “contenido reducido”; asimismo, la declaración deberá estar acompañada por una indicación de la característica o características que hacen que el alimento sea “light” o “lite” (ligero).

¿Y qué dice el 1924/2006 al respecto del “contenido reducido”?

Solamente podrá declararse que se ha reducido el contenido de uno o más nutrientes, así como efectuarse cualquier otra declaración que pueda tener el mismo significado para el consumidor, si la reducción del contenido es de, como mínimo, el 30 % en comparación con un producto similar […]

¿Aporta Thins un 30% menos que las calorías aportadas por otro producto similar? Ni de coña.

¿Se hace acompañar el paquete de Thins con una indicación de la característica o características que hacen que el alimento sea “light” o “lite” (ligero)? Pues tampoco.

¿Dónde está el signo diferencial que anuncia Thins de Bimbo? en mi opinión en ninguna parte, para la misma cantidad de producto las calorías aportadas por uno u otro pan son casi idénticas. Así pues, teniendo en cuenta solo el sumando calórico, en vez de las famosas Thins cualquiera puede confeccionar ese sándwich que tenía en mente con dos rebanadas de pan de molde de cualquier otro fabricante (o del mismo) con un resultado calórico prácticamente idéntico. Por ejemplo, dos rebanadas del pan de molde sin corteza de Panrico aportan 108 kcal… ¡9 más!… ¡ya ves que descontrol! (modo irónico activado).

Panes aparte… y calorías también (por favor)

Keep calm and stop counting calories

Parece que hay quien no aprende a la hora de transmitir con sus productos un mensaje coherente con respecto al qué comer, que desde luego no pasa por la decimonónica estrategia de andarse con la calculadora en ristre todo el día contando calorías. Y mucho menos si, aun haciéndolo, el mensaje que se deja flotando en el aire de cara al consumidor medio tergiversa la realidad… y ¿va en contra de la legislación? De todas formas, como ya he dicho tantas veces, una de las innumerables claves para llegar a entender el concepto de “alimentación adecuada” pasa, en principio, por NO contar calorías.

Otra cosa es la cuestión de los gustos, habrá quien prefiera el pan-pan de verdad y rehúya del de molde, habrá quien dentro de los de molde prefiera unos u otros, con corteza, sin ella, con salvado de alforfón salvaje del Himalaya o con espelta ecológica… pero las calorías, que lo sepas, serán muy similares.

Con sinceridad, no sé cómo se permiten este tipo de publicidades con “errores” tan zafios mientras todos tragamos. Quizá este post tenga algo que ver en la respuesta.

Si te ha gustado esta entrada, quizá te interese consultar:

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Actualización (12/09/2014): Me acaban de hacer saber (gracias @nacho_zizou) que Aitor Sánchez (@Midietacojea) también dedicó hace poco un post al tema de la publicidad utilizando las calorías (y los números) con interesantes aportaciones sobre esta cuestión, además de un análisis de las alegaciones «integral» y «con fibra» utilizando para ello el ejemplo de este mismo producto. No dejes de leerlo aquí: Pan de 99 calorías ¿es mejor que el resto?

Imágenes: Juan Revenga (@juan_revenga)

¿Cuánto darías por poder rebobinar el futuro dietético de tus hijos?

Niño cocinaPresta atención: imagina que tienes una especie de máquina del tiempo que te permite apreciar de forma vívida la cadena de acontecimientos que, desde el pasado a nuestros días, terminan en un desenlace fatídico… tu hijo, vuestro hijo, fallece antes que vosotros. Y tú, vosotros, sois parte implicada en ese final. ¿La usarías para evitar ése final? Yo sí. No te preocupes demasiado, a falta de retrospectivas máquinas del tiempo es probable que un álbum de fotos sea suficiente, no hace falta recurrir a que alguien termine por inventar máquinas prodigiosas ni bolas de adivino.

Pues bien, hoy te traigo una realidad teatralizada, una ficción, con la que, a fuerza de repetirse de verdad, dudo mucho que alguien no sea capaz de sacar sus propias (y únicas) conclusiones. Su creador es Strog4Life, una plataforma nacida con el fin de proporcionar el bienestar y propiciar el cambio social para revertir la epidemia de obesidad infantil y sus enfermedades asociadas en el estado norteamericano de Georgia.

Los escasos dos minutos de duración del vídeo consisten en un violento flashback que se inicia cuando un varón de 32 años, 1,75m y 136 kilos aterriza inconsciente en una sala de urgencias médicas víctima de un ataque al corazón. A partir de ahí, de forma fotográfica se relata de modo retrospectivo la cadena de acontecimientos vitales que le han llevado a John (el protagonista y sujeto pasivo de la acción) hasta esa fatídica situación y funesto lugar. ¿Te lo resumo? Venga va.

Se trata de un elocuente vídeo de minuto y pico y refleja la forma en la que la vida de su protagonista ha estado caracterizada por el despropósito dietético (y atlético): mucha comida (de la chunga) y poco ejercicio. Mucho ocio tecnológico y poca comida (de la de verdad)… y todo ello desde sus años del taca-taca en los que se ve a una madre, preocupadísima, por darle lo mejor a su hijo… en este caso, patatas fritas de hamburguesería para que se calme (es lo único que lo consigue, afirma)… y así ambos tan felices.

El desenlace, como en la mayor parte de las retrospectivas cinematográficas, es abrupto. ¿Pero sabes qué? Terriblemente frecuente habida cuenta de los muy extendidos e inadecuados hábitos de vida de la población de nuestro entorno. Te dejo con el video que, por si el enlace en youtube fracasa, puedes visualizarlo aquí a partir de su fuente original.

A modo de guiño (agrio), no puedo dejar escapar la oportunidad de demostrar una especie de autocomplacencia al contrastar que esta estrategia argumental, hoy plasmada en el video de Strong4Life, es similar a la mía cuando en 2005 escribí este relato fantástico acerca de la obesidad infantil y sus consecuencias y que publiqué en este blog hace un par de años: Cuento de miedo grasiento (Fatty and scary tale), capítulo 1 y capítulo 2.

Por último una reflexión, si no eres capaz de hacerlo por ti, al menos hazlo por lo que más quieres en este mundo, sé que su mera presencia puede suponer un importante motor imprescindible para el cambio tal y como he contrastado muchas veces en primera persona y así lo puse de manifiesto en esta entrada.

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Imagen:  marin vía freedigitalphotos.net

Azúcares añadidos: recomendaciones y etiquetado (deshaciendo la madeja)

Refresco de cola

Antes de comenzar aclaremos que por “azúcares añadidos” se entiende cualquier tipo de azúcar que uno mismo pone en su plato, taza, vaso o receta; y también (esto es importante) todo aquel azúcar utilizado en la fabricación de todos aquellos productos alimenticios manufacturados, y que de forma típica, están presentes en: los (mal llamados) refrescos, las (mal llamadas) bebidas energéticas, los caramelos y chucherías, los productos de pastelería y galletería, las bebidas a base de frutas, los helados… etcétera.

Las recomendaciones

A día de hoy la mayor parte de gobiernos y sociedades científicas implicadas han realizado recomendaciones de límites superiores de ingesta para los “azúcares añadidos” y han establecido ese límite superior en el 10% del valor energético total de la dieta. Es decir, que de todas las calorías aportadas, los azúcares añadidos no deberían contribuir en más del 10% de las calorías. Es más, como ya te conté en esta entrada desde la OMS se está barajando incluso el hacer bajar esta recomendación sobre la presencia de azúcares añadidos a no más del 5% de las calorías totales. El tema es importante ya que uno de los principales problemas con este nutriente es que, tal y como comentamos en este otro post, la mayor parte de los “azúcares añadidos” en nuestra dieta no los añadimos nosotros sino que van insertos en la matriz de ese alimento industrial que nosotros elegimos poner entre nuestras manos o en nuestro plato. Y ya que el elegir estos alimentos es especialmente frecuente, tentador y ubicuo se terminan sobrepasando con facilidad ese 10% máximo de calorías aportadas a partir de los “azúcares añadidos”.

Pero, ¿alguna vez hemos reparado en la cantidad real de azúcar que representa esta cifra del 10%, no digamos ya la del 5%? Pues es muy poco, vamos a verlo.

Considerando una dieta estándar de 2000 kcal, su 10% serían 200 kcal que para aportarlas con azúcar, haría falta a una cantidad de 50g de azúcar. Es decir, las recomendaciones de las que hablaba indican que no se deberían incorporar más de 50g de “azúcares añadidos” y que se estudia reducir esta recomendación para no superar los 25g (la OMS), insisto en una dieta “tipo” de 2000 kcal.

El etiquetado y la legislación

La cosa se complica notablemente cuando uno revisa el etiquetado de algunos alimentos. Tomemos por ejemplo la etiqueta de un conocido refresco de cola (así como la información contenida en su propia página web). Me he tomado la libertad de repoducir sus datos a continuación por si el enlace falla. En ellos, dentro de la información nutricional, se dice que una unidad de 250 mL contiene 27g de hidratos de carbono de los cuales, su totalidad son azúcares. Todos son, evidentemente, de los considerados “azúcares añadidos”. A continuación nos informa de los porcentajes que implica tal cantidad de hidratos de carbono y azúcares respectivamente en la consabida dieta estándar de 2000 kcal… y aquí es donde viene el lío que voy a tratar de aclarar. Recordemos que con 27g de azúcar (los presentes en una botellita de “refresco” de las pequeñitas) estaríamos en principio cubriendo un 54% de las recomendaciones actuales de muchos gobiernos al respecto de la presencia de “azúcares añadidos” ¡y llegando a un 108% si tuviésemos en cuenta las mencionadas expectativas de la OMS de no superar su presencia en un 5%!

Coca-cola Información nutricional

Sin embargo, tanto web como etiqueta informan que esos 27g de hidratos de carbono aportarían el 10% de la energía total que se recomienda provengan de los hidratos de carbono en una ingesta de referencia de 2000 kcal y que además, esos mismos 27 gramos, siendo como son azúcares simples aportarían tan solo el 29% de la energía proveniente en forma de azúcares simples en esa misma dieta estándar. Como se puede apreciar muy lejos del 54%… y no digamos del 108% mencionado como posible. Sin embargo, y aunque parezca un contrasentido hay que decir que la citada etiqueta, y por tanto la marca en cuestión, cumplen escrupulosamente con la legislación del etiquetado. ¿Cómo es esto posible?

Es posible gracias a las aclaraciones que hace el panel de expertos de la EFSA que puedes descargar en este enlace. En él se aclara que el porcentaje de hidratos de carbono que se va a considerar adecuados dentro de una ingesta dietética de referencia de 2000 kcal es del 52%, que traducido a gramos de hidratos de carbono, son 260g. Así sí: los 27g de hidratos de carbono del «refresco»son, aproximadamente, el 10% con respecto a esos 260g, y que es lo que aparece en la etiqueta.

¿Y con respecto a los azúcares? Pues igual. En el mismo documento, el panel de expertos de la EFSA sostiene que la ingesta de referencia para el etiquetado propuesta para azúcares totales (no solo los añadidos) es de 90g, es decir el 18% del valor energético total de la dieta. En este punto hay que aclarar que por “azúcares totales” se entiende tanto los intrínsecos o presentes de forma natural en alimentos como la fruta, las verduras, los cereales y la lactosa en productos lácteos; como aquellos azúcares añadidos a los que estoy haciendo especial referencia en este post. Con estos 90g de referencia queda claro entonces que los 27g de azúcar del refresco se corresponden con el 29% (de azúcares aportados en la ingesta detética de referencia) que refleja.

Así, el comité de expertos entiende que esta cifra de 90g para azúcares totales es compatible con el límite superior de recomendaciones de ingesta para los “azúcares añadidos” del 10% para la población general propuesto por algunos gobiernos ya que:

Se ha calculado que la ingesta de azúcares intrínsecos proporcionada para la ingesta de las cantidades recomendadas de frutas, verduras, cereales y productos lácteos equivale a aproximadamente a 45g en adultos. Suponiendo que los 45g restantes de azúcares (hasta llegar a los 90g propuestos por la ingesta de referencia para el etiquetado) son azúcares añadidos, ello se correspondería al 9% para una dieta 2000 kcal.

Es decir, que la EFSA considera que los azúcares consumidos en una ingesta dietética de referencia (90g) provienen de forma arquetípica de dos fuentes bien distintas. Por un lado los presentes de forma natural en frutas, verduras, cereales y productos lácteos hasta llegar a los 45g de azúcares dentro de un consumo racional de estos alimentos, y otros 45g opcionales (“opcionales” lo digo yo, no la EFSA) con los “azúcares añadidos”.

Conclusiones, son tres

Primera: Con tan solo el consumo de un único envase de medio litro del “refresco” mencionado, muy accesible hoy en día en cualquier máquina de vending, supermercado, etcétera, se supera con creces el actual límite superior (y más permisivo) diario de consumo de «azúcares añadidos» establecido por diversos gobiernos. Imagina lo que supone si además de este refresco, te tomas un café (¿con azúcar?) o dos, más un caramelo… o dos, más una pieza de bollería industrial… en un solo día. Como ves es relativamente fácil superar ese límite con nuestro lamentable patrón de consumo. Y eso sin hacer burradas que seguro todos conocemos y que a lo mejor peor, no son tan infrecuentes. Imagina además que en vez de esa recomendación fijada actualmente en el 10% , se termina por imponer la de 5%. Consumimos mucho, pero que mucho azúcar, y no precisamente del “intrínseco”.

Segunda: El etiquetado como hemos visto (al menos en este ejemplo) es escrupulosamente fiel a la legislación vigente sobre el etiquetado. Sin embargo, las cifras que muestra en forma de porcentaje ofrecen, en mi opinión, una trampa que el consumidor medio dudo mucho que pueda percibir, pudiendo tener la impresión que se pueden llegar a consumir tres unidades y pico de ese “refresco” (del de 250 mL) sin pasarse de la cantidad de azúcar recomendada. Y eso suponiendo que dicho consumidor no le dé por comer además una fruta, algo de verdura, etcétera que también aportará azúcares a la suma.

Tercera: Esto es así, porque en la legislación no se contempla la posibilidad de incluir la información al respecto de la cantidad (y su porcentaje, que sería lo importante) de “azúcares añadidos” dándole el mismo valor gramo-a-gramo al azúcar que vienen en un vaso de leche o una manzana, que al que vienen en un “refresco” o cualquier otro producto manufacturado (pasteles, galletas, chucherías…). Esto, para mí, es una cuestión que se debería mejorar sin lugar a dudas. O al menos que se tenaga en cuenta por el consumidor.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Nota: Quiero agradecer a Rafael Urrialde (@RUrrialde_PhD) sus inestimables aclaraciones para confeccionar este post.

Imágenes: Naypong vía freedigitalphotos.net

Historia de la Alimentación en dos minutos

sartén dinero

Gastamos mucho en alimentación y desperdiciamos mucho de aquello en lo que invertimos. Ni que decir tiene que de todo ese gasto, los impuestos y otros gastos indirectos se llevan una buena mordida… no es estrictamente el alimento en sí el objeto de todo ese gasto.

Con frecuencia los problemas que el mundo de la alimentación ha trasladado a nuestro entorno los atomizamos de forma que nos es imposible obtener una perspectiva más general de la situación, una especie de aquello de que el árbol no nos deja ver el bosque, y de tiempo en tiempo conviene tomar cierta perspectiva. Afortunadamente hay quien de vez en cuando se encarga de resumirlo y ofrecer una visión sintetizada de la situación y sus porqués. Y de ahí este vídeo que hoy os traigo.

Cierto es que a estas alturas su contenido no descubre nada nuevo pero es interesante la forma resumida que tiene de exponer las causas de la actual situación sin demasiadas estridencias, al menos yo no se las encuentro. Si acaso algunas carencias, eso sí, en especial alguna referencia a en teoría lo mal que estamos y lo mucho que al menos en apariencia nos preocupamos por estas cuestiones del comer y su relación con la salud… me refiero a la importante cantidad de sistemas dietéticos adelgazantes, curativos… que a día de hoy, como bien sabes a poco que sigas este blog, son legión y a los que no se hace ninguna referencia en el vídeo.

Aquí tienes, dos minutos y poco sobre el origen y circunstancias de lo que nos ha hecho llegar hasta aquí

En relación con los contenidos de esta entrada han aparecido estos otros artículos que igual te interesa consultar:

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Nota: quiero agradecer a Spoony Toons (@SpoonyToons) el hacerme llegar este recurso así como las buenas conversaciones compartidas en Twitter

Imágenes:  Boaz Yiftach vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: le llaman Vessyl, un vaso inteligente a medida para “geeks”


Quién no ha tenido alguna vez la duda al respecto si lo que se acaba de servir en su vaso, copa o jarra es un refresco de cola, un vino, un zumo de manzana o un yogur líquido… me refiero a ese tipo de dudas que le asaltan a todo el mundo media docena de veces al día, todos los días. Evidentemente es una ironía.

Bueno, para los que sí que tengan esa duda, cosa que dudo, ha nacido Vessyl, el vaso inteligente que te informa de la naturaleza de aquello que tú has vertido dentro de él. Que pones té… pues el vaso todo diligente te dice… has puesto té; que pones zumo de naranja con pulpa, pues lo mismo, va y te lo dice: zumo de naranja con pulpa. Un prodigio, cuyas maravillas informativas no se quedan ahí.
Vessyl, el vaso, y siempre según sus promotores, además es capaz de analizar “molecularmente” su contenido y aportar más datos. Sin ir más lejos el del aporte energético, las calorías, pero también la cantidad de proteínas, azúcares, grasas y otras moléculas habitualmente de interés entre las bebidas, como pueden ser, la cantidad de cafeína, de alcohol…

Esto, más que interesante empieza a resultar curioso. Igual la tecnología que usa es de lo más sencillo del mundo, no lo niego, pero a mí se me escapa, en especial por el coste con el que pretende ponerse a la venta: no más de 150€. Un precio caro para un vaso eso es cierto, pero moderadamente asequible para un “vaso inteligente” con lo último en tecnología. La verdad es que no me importaría contrastar cómo funciona, sus márgenes de error, etcétera. Más como una curiosidad que como una herramienta verdaderamente útil. Me encantaría tenerlo y meterle una buena ración de sopa de pollo con fideos… a ver qué me cuenta Vessyl. Si lo hace bien, seguiría con unas buenas sopas de ajo.

Como digo su verdadera utilidad me parece francamente escasa, al menos con los argumentos que sus ideólogos y promotores pretenden poner en alza: ayudarte a adelgazar; a hidratarte correctamente; a mantenerte alerta (informándote de cuanta cafeína llevas incorporada en un determinado tiempo); a maximizar tus entrenamientos (contabilizando la cantidad de “proteína líquida ingerida); a dormir mejor (de nuevo a partir del análisis de la cafeína ingerida), etcétera. Sin embargo, sí que lo veo útil para el tema de fardar allá donde un buen geek que se precie quiera lucirlo (persona especialmente obsesionada por las cuestiones tecnológicas, en ocasiones asociadas a modas o tendencias). A fin de cuentas su diseño es como muy chic, in, vanguardista y minimalista (puedes descartarte de lo que quieras). A estas alturas no debería hacer falta mencionar sus amplias posibilidades de conexión a teléfonos u otros dispositivos también “inteligentes” con los que dejar a tus colegas alucinados un buen rato.

Y dale con aquello de “contar calorías”

El tema de contar calorías en los alimentos (o en las bebidas) es un full, que sirve para poco, por no decir nada. Partamos de la idea de que, además, la mayor parte de bebidas (no todas eso es cierto) se comercializan con su etiquetado nutricional en el que ya se aporta esa información. Pero suponiendo que no fuera así… bien, Vessyl te informa que en las últimas 24 horas has ingresado 456 kcal en forma líquida en base al café con leche, el refresco de cola y la cerveza que te has tomado a lo largo del día… ¿y sabes cuántas calorías has gastado tú en ese día y cuántas has ingresado con los alimentos? No; así que hala, a tomar viento, es una información que no sirve para nada. Contar calorías en líneas generales no sirve para nada, salvo para obsesionarse con tonterías sin tomarle el pulso a lo verdaderamente importante: hacer mejores elecciones alimentarias.

Luego, además de las calorías, está la cuestión de la hidratación. Supongamos que aparte de ese café con leche, refresco y cerveza, has bebido 1,356 litros de agua, y Vessyl te lo dice que para eso es un vaso muy ordenado e inteligente. ¿Te has quedado con sed? Pues bebe, sin la necesidad de que ningún Vessyl listillo te diga cuánto agua has de beber. Por el contrario, ¿te has forzado a beber? Manda a Vessyl a la porra. Te lo dije en esta entrada, el mejor consejero al respecto de cuánto se ha de beber (o no beber) es nuestra sed. Y punto. Ni litro y medio al día, ni dos litros que valgan… la sed. La tienes, bebe; no la tienes, no bebas.

Y por último está el tema de la cantidad de grasas, hidratos de carbono y proteínas… ¡nutricionismo en su máxima expresión! cuestiones que solo promueven el desequilibrio mental de la población en lo que se refiere a las cuestiones nutricionales.

No sé, a mi esto me recuerda cada vez más al relato de ciencia ficción en tono de humor, “Mesura”, que publiqué hace tiempo. Me refiero a ese proyecto de creación de un “robot de compañía dietéticamente correcto” que le informaba a sus propietarios de las calorías, proporción de nutrientes y demás que ingerían… Si quieres echarle un vistazo y contrastar cuál es mi perspectiva ante ese futuro cada vez más real que es el de contar calorías apoyados en “soluciones” tecnológicas, te invito a que leas sus tres capítulos ( el 1, el 2 y el 3).

Tal y como vimos en aquella entrada al respecto de la creación del tenedor inteligente (HAPIfork: que nos informaba de si nuestro ritmo al dar cuenta de la comida era alto, bajo o adecuado) esto de las aplicaciones tecnológicas para ocuparnos de cosa del comer, creo que se nos está yendo de las manos. Mucho tenedor inteligente, mucho vaso también inteligente… ¿para cuando un humano, al menos, con sentido común?

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Para que luego no se diga, si alguien quiere recabar toda la información ofrecida por los fabricantes de Vessyl he incluso reservarlo por el módico precio de 75€ (esto tiene toda la pinta de estar en proceso de crowdfunding o micromecenazgo) aquí te dejo todos los enlaces a su página web: las preguntas más habituales al respecto de su uso, naturaleza, diseño, precauciones… el equipo que lo ha sacado adelante o que pretende sacarlo, y cómo contactar con ellos.

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