El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

Cuento de miedo grasiento

FATTY AND SCARY TALE


No asustaros de la Bruja,

ni del Coco del lugar,

ni asustaros del fantasma,

que sólo quieren jugar.

(Gloria Fuertes, ¿Quién llegó?)


Eran Las siete y media de la tarde. En la televisión, a todo volumen, se podía ver la retransmisión de la final del mundial de fútbol entre las selecciones de Suecia y Mauritania. La alfombra del salón por lo normal de colores azul y granate tenía, como muchas otras tardes, una sospechosa tonalidad naranja-chaleco-reflectante

Manolito, presa por la emoción del partido, se retorcía en el sofá. Mauritania perdía 2-1 y él, con un brillo de desesperación en los ojos, parecía que se afanaba mentalmente por remontar el marcador mientras achinaba los ojos y la cara se le convertía en un muestrario de muecas y aspavientos. Quien no conociera a Manolito y supiera lo que allí estaba pasando creería que el chico estaba loco arrebatado y que trataba de conectar psíquicamente con el 11 titular de los africanos a través de las hondas hertzianas.

 ¡Mierda, mierda… joer voy a volver a perder! Quedan 15 minutos y voy a volver a perder… Pensó mientras le daba al botón de pause. La Play echaba humo. Le dio un bocado a la palmera de chocolate, hundió la mano en la bolsa de ganchitos (de tamaño ahorro) se llevó un puñado a la boca y agarró su segunda lata de Coca-cola, sin cafeína porque si no luego no podría dormir, le decía su madre, y le dio un gran sorbo -¡aaaaah, qué rica!-

Botón de pause y vuelta al fragor del partido. Con estas energías -pensó- machacaré a esos suecos de m…

 

En ese momento apareció mamá, no la había visto venir pero había oído como se espachurraba algún ganchito bajo sus zapatillas de estar por casa… y eso era lo peor que podía pasar: Grasa fosfi en la alfombra. Botón de pause otra vez… pero esta vez, ¡Zafarrancho de combate!

  • ¡¡¡Neneeeeeee, te he dicho un millón de veces que no comas tantas porquerías y mucho menos que las repartas por el suelo del salón!!! Me tienes harta, va a venir el Hombre del Saco y te se va a llevar. Y no volverás a verme… y a papá tampoco, ni a la abuela que tanto quieres… y no volverás a ésta casa…

 

El Hombre del Saco, je, je, je…que graciosa es mamá  -pensó- pretende asustarme con semejante cuento para niños, yo ya tengo 7, casi 8 años, y no me engañan con esas tonterías. Ya voy mamá –dijo no obstante Manolito- sabedor de que aunque los fantasmas no le asustaban demasiado, los bofetones sí, y sabía cual era el orden cronológico de aparición de unos y otros.

 

  • Mamáááá –repitió otra vez- es que estoy en la final del Mundial y estoy apuntito de ganar, me ha costado mucho llegar con este equipo a la final… y el Jonathan dice que no se puede ganar con Mauritania el Mundial… pero yo sé que sí porque…
  • ¡¡¡Que te calles!!! Mira, ya estoy aborrecida, o dejas ahora mismo de comer y recoges todo esto, o te prometo que viene al Hombre del Saco (y dale -pensó Manolito-)

… Escucha Nene, voy a bajar al colmado a comprar. Quiero que para cuando suba esté todo recogido… ¡¡¡y deja ya de meterte esos bolos de comida en la boca, que me llenas todo de migas!!!… bueno, que esté todo recogido y que dejes de “merendar” que si no, no vas a cenar nada. Ahora vuelvo y más te vale hacer lo que te he dicho.

Mamá se quitó sus zapatillas de boatiné y se puso los zapatos guardados junto a la puerta de entrada.

 

  •  Adiós. Y se oyó un portazo.

Manolito, con otro largo trago, terminó de fundir la lata de Coca-cola. Miró la tele… los veintiún jugadores congelados (Suecia había perdido a su jugador Olaf Oikemar en el minuto 63 por expulsión tras una más que fea entrada sobre Cheruf Al-Sudar). Tras una corta reflexión concluyó que aquella parecía una de las veces en las que mamá iba en serio. No le quedó más remedio que apagar la video consola. Dejó la tele encendida; la presentadora del concurso de turno decía: “Con la O: Dícese de la persona que tiene gordura en extremo…”. Paso palabra -dijo Manolito- y apagó la tv. Se hincó de hinojos en el suelo y, a cuatro patas, empezó a recolectar los ganchitos descarriados que, cariñosamente, se introdujo en la boca uno a uno. No empezó a masticar hasta tener la boca repleta.

En ese preciso momento llamaron a la puerta y fue a partir de aquel instante cuando su vida ya no volvería a ser la misma. Pensó que era mamá que se había olvidado las llaves y abrió. Pero lo que vio en el rellano le dejo helado, petrificado. Durante 3 ó 4 segundos su pequeño cerebro trató de encontrar una explicación a “eso”. Al final, más o menos, su cabecita ya tenía una idea bastante bien formada de lo que estaba pasando y un violento grito, profundo y sincero inundó su garganta, y unos proyectiles naranja-chaleco-reflectante salieron despedidos de su boca y quedaron pegados en la grisácea gabardina de la siniestra figura que tenía ante sí. Súbito, se dio media vuelta y trató de correr en dirección a su cuarto para esconderse… aunque no supiera bien dónde.

Hoy, 25 años más tarde de aquellos terribles hechos, Manolo, desde su cama del Hospital Provincial, recuerda aquel momento como a cámara lenta. Recuerda que en la huida a su cuarto veía por el rabillo del ojo como aquel monstruo, que era mucho más alto que papá, había franqueado la entrada tras sus pasos. Recuerda que cuando llegó precipitadamente a su cuarto tropezó y se quedó acurrucado a los pies de la cama, temblando como un flan con nata. Fue entonces cuando percibió aquel olor acre, a rancio, era el olor del hombre que le había seguido y que a grandes zancadas había recorrido el pasillo, le había alcanzado y ahora estaba de pié frente a él.  Todas sus ropas eran de tonos oscuros y marrones, mortecinas y estaban muy sucias, llenas de lamparones. Llevaba un sombrero como de gánster, pero a la vez muy viejo y raído, y la barba sin afeitar. Unos desordenados y sucios dientes, amarillos como la camisa que vestía, eran perfectamente visibles a través de una especie de sardónica sonrisa. También recuerda cómo aquel feo y apestoso hombre, agarraba un enorme saco que colgaba flácido de su hombro.

Justo cuando aquel hombre se le abalanzaba y parecía que ya nada tenía solución, oyó la voz de su madre.

  • ¡Neneeeeeee! ¿Se puede saber que hace la puerta de la calle abierta?
  • ¡¡¡Mamááááááá!!! -gritó Manolito inmóvil-

La madre se apresuró al cuarto de dónde procedía tan horroroso llamamiento. Y Manolito pudo ver, por entre las piernas del monstruo, a su madre con un manojo de puerros en la mano y una barra de pan.

Tras cinco segundos de tensa incertidumbre la madre habló:

  • ¡Ah, es usted! -dijo- ya era hora, le he llamado más de 40 veces y siempre me sale el contestador, ya veo que al menos escucha los mensajes…

Aquel hombre no dijo nada, esbozó media sonrisa y dejó caer el saco vacío al suelo mientras miraba fijamente a Manolito.

  • Como puede figurarse -continuó hablando la madre- el niño en cuestión es ése.
  • Señora -dijo el monstruo, y su voz sonó como una cuchilla cortando el aire- seguro que tiene algo que hacer por ahí, no suele ser agradable ver esto… por mucho que me haya llamado usted.

La madre dudó un instante, miró a su Nene… y se fue a la cocina.

Al cabo de 10 minutos de gritos y golpes el hombre, ahora sin la gabardina, en mangas de camisa, sudoroso y arrastrando el saco… vacío, apareció en la cocina.

  • Señora -dijo- Lo siento, pero no hay forma, no es posible, lo he intentado pero su hijo… su maldito hijo, no cabe en el dichoso saco.
  • ¿Cómo es eso posible? -replicó la madre- ¿Me está diciendo que no se lo va a llevar?

 Aquel monstruo todavía con el corazón desbocado por el esfuerzo acometido contestó a la madre

  • Es posible porque su hijo esta gordo como un camión de 8 ejes. Y no, no me lo llevo por que ni cabe en el saco, ni puedo con él en brazos.

Sabía que su madre era la maldita traidora, la culpable de aquella situación, pero aun y todo, Manolito, encontró un hueco por el que deslizarse desde la puerta de la cocina, como un cohete sin apenas rozar el saco de aquel tipo, hasta agarrarse por detrás al delantal de su madre y apretarse con fuerza contra sus piernas mientras cerraba con intensidad los ojos como para, irónicamente, despertar de aquella terrible pesadilla.

  • Vamos a ver -respondió la madre- que yo me aclare… algo habrá que usted pueda hacer, digo yo; por que mucha fama, mucho saco, y… y mire usted para lo que sirve -dijo la madre señalando con los ojos a su hijo-
  • Mire Señora, -replicó- hay situaciones para las que uno no está preparado por muchos años que lleve en el gremio. Antes se me llamaba para llevarme a los niños que no querían comer, y para eso no ha habido nunca problema alguno; pero últimamente se me llama por lo contrario: “Mira fulanito, que como sigas comiendo tanto va venir el Hombre del saco y te va a raptar”. Yo, que como sabrá, llevo muchos años en este sector ya me olía en cierta medida lo que se me avecinaba, pero estaba obnubilado con tanto trabajo… Uno también tiene que ganarse la vida ¿no? Me imagino -continuó- que en su tiempo usted me habría conocido como El Sacamantecas, nombre hoy ya en desuso, pero mi trabajo sigue siendo el mismo que entonces; raptar niños bajo pedido de sus padres y sacarles la grasa para luego venderla, ya que en la industria se considera este tipo de grasa la más fina y de mejor calidad. No se paga lo mismo hoy en día que antaño (malditos aceites sintéticos) pero en contrapartida hay mucha más materia prima.
  • Mire -espetó la madre- me importan un comino sus problemas laborales, y esto hay que solucionarlo como sea. Haga el favor de ponerse en contacto con El Lobo, y decirle que venga a comerse a mi Nene.
  • Bien señora, espere por favor -dijo mientras sacaba con diligencia un Iphone de uno de los bolsillos de su camisa- Marcó un número y habló con alguien. Manolito no daba crédito.

 

 

¿CONSEGUIRÁ ALGUIEN DARLE UN ESCARMIENTO A MANOLITO?

¿CONSEGUIRÁ EL HOMBRE DEL SACO RECABAR REFUERZOS?

¿PASARÁ MANOLITO A LA ACCIÓN Y SE COMERÁ AL HOMBRE DEL SACO?

¿HABRÁ LÍO ENTRE LA MADRE Y EL HOMBRE DEL SACO?

….

EL PRÓXIMO VIERNES EL SEGUNDO Y ÚLTIMO CAPÍTULO DEL «CUENTO DE MIEDO GRASIENTO»

 

 

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Foto 1: Solid Snake


5 comentarios

  1. Dice ser Carla

    Jajajajaja muy bueno, y (hasta la llegada del hombre del saco) muy real. Esperemos que Manolito no siga teniendo tantas «ansias» como para comerse al hombre del saco!

    11 mayo 2012 | 13:25

  2. Dice ser Una sorda con audífonos

    ¿Esto lo has escrito tú? Es muy bueno…, y me gusta un montón ese toque de humor sarcástico.

    11 mayo 2012 | 18:37

  3. el-nutricionista-de-la-general

    Hola «Una sorda con audífonos».
    Sí, claro que lo he escrito yo. Si te ha gustado espera al desenlace de la semana que viene… supongo que te agradará aun más, me refiero por los toques de humor y, evidentemente, porque ahí estará la moraleja.
    Saludos y gracias por tus comentarios.

    11 mayo 2012 | 19:28

  4. Dice ser ANTONIO LARROSA

    No existe el hombre del saco , en todo caso existe el hombre del banco que se lo come todo y no deja ni un mendrugo para el hombre pobre.

    Clica sobre mi nombre

    11 mayo 2012 | 20:37

  5. Dice ser Tia de Sobrino

    pues me ha gustado y mira que a mi no me gustan estas cosas….

    A ver ese desenlace

    11 mayo 2012 | 22:12

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