Archivo de noviembre, 2016

La decoración y el espíritu navideño de algunos a examen

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Tras el encendido navideño, las ciudades se hallan prematuramente engalanadas para niños y todos aquellos que no hemos dejado de serlo todavía y los colores rivalizan con el manto blanco de las calles más frías, que invitan a imaginar que paseas por un cuento navideño.

La iluminación y decoración, básica, desgastada y pobre en Madrid, como de verbena de pueblo, no convierte a la capital en un destino competitivo turísticamente en estas fechas comparado con otras ciudades como París, Londres, Nueva York, Medellín (Colombia) o Rovanieni, el pueblo del viejete gordinflón, en Laponia finlandesa, donde entre bosques nevados, ríos de hielo en los que hacer piruetas sobre cuchillas y preciosas auroras boreales, Santa Claus se deja notar, así como el buen gusto por vestir cada esquina de fantasía. Las ciudades que invierten en Navidad, lo recuperan sobradamente con los turistas.

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Personalmente la Navidad me gusta, cualquier excusa es buena para celebrar o forzar las cenas familiares, las risas detrás del más desacertado de los regalos o la ilusión de los más pequeños de la casa, aunque tengamos que soportar cada año el lacrimógeno anuncio de la Lotería, en el que con un poco de música nos cuelan cualquier cosa, como el año en el que un amargado y supuesto parado no se alegra de la felicidad de los demás hasta que se da cuenta de que le han guardado un décimo y él también ha sido bendecido por la diosa fortuna.

Sin duda, somos muchos los que estamos deseando perdernos estos días tras el estímulo de un café caliente, con los puños encerrados en un jersey de lana, saboreando deliciosos dulces de jengibre, turrones y así vivir de lleno la Navidad, aunque nos vendan una falsa felicidad de tarjetas de crédito y villancicos de amor.

Me asombra cuánto les gusta a algunos hacer el papel de Mr Scrooge, de la maravillosa novela de Charles Dickens, y mostrar constantemente su rechazo a estos encantadores y tradicionales días en los que no debería importar si jamás te toca un mísero euro en el bombo, no eres creyente, las uvas están prohibitivas, eres republicano y no soportas el discurso del Rey, engordas siempre, las expectativas de todo el mundo son muy altas y acaban tristes, odias endeudarte con compras innecesarias o detestas la demagogia y el estrés.

Aunque a algunos les moleste, este año volveré a colgar mi calcetín rojo en la puerta y buscaré, sosteniendo entre mis manos una roja taza de bebida caliente, los villancicos más bonitos en un lugar de película en el que celebrar mucho este año: una nueva Navidad con sonrisas y mi primer año de casada.

¡Por unos días de película!

Avec tout mon amour,

AA

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* Fotos: GTRES

Esa loca costumbre de madrugar para ir al gimnasio

trainDesde que leí que el cuerpo quema más cantidad de grasa si entrenas sin desayunar, con la intención de aprovechar ese momento en que las reservas de glucógeno están vacías para usar las grasas de reserva como combustible, no hay día que me acueste en la cama y no adelante el reloj un par de horas para acudir con legañas y sonidos abdominales al gimnasio y así evitar la tiranía de las zanahorias crudas de una que no pierde comba para lanzarse a la artillería pesada de lo que más le gusta a diario y que, con franqueza, últimamente no hace más sentadillas que las que ejecuta cualquier persona que acude al baño a hacerle un favor a sus riñones y se sostiene a pulso para no ensuciarse.

Macarrones con tomate, nachos con guacamole y queso fundido, jugosas tortillas de patata con cebolla, baguettes celíacas recién hechas con aceite de oliva y un buen ibérico, crujientes pizzas, chocolate con nueces, magdalenas expandiéndole en la leche… Siento orgasmos. Y retortijones, a partes iguales, a cuando tomo una insípida lechuga iceberg.

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Cada noche dejo apoyada en la puerta de entrada de mi casa una mochila con todo lo que necesito para empezar el día a tope de power. Con un outfit compuesto por un pantalón no demasiado ajustado, para no marcar demasiado -en mi vida personal aparento ser una monja de clausura decolorada-, una camiseta negra y unas cómodas deportivas.

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Y tampoco hay día que no suene el despertador y no vuelva a abrazar el almohadón y regrese a los brazos de Morfeo, sin remordimientos ni penas, hasta que piso Mediaset y el universo entero me restriega con la fuerza de un portazo las horas que han dedicado ya, en lo poco que lleva puesta la M30, a Pilates, boxeo, spinning, zumba y a hacer el pino puente. Estos amantísimos del deporte, cuando te sientes muy vaga, se reproducen más que el pulgón del repollo.

El gimnasio se me resiste; es una evidencia como que hay “lluvia” de helio en Saturno, que el ajo no propicia los besos o que los trolls de las redes sociales son como los matones cobardes del patio de un colegio.

Y es que antes los gimnasios molaban más, en los 80 se entrenaba con la música de Alaska o Europe, mallas de colores brillantes con tanga superpuesto y usaban las espalderas, los iniciados tomaban bicarbonato para las agujetas y todo estaba lleno de karatecas.

Sólo por ellos madrugaría. En calentadores y colores.

aa

Avec tout mon amour,

AA

La mala costumbre de acostumbrarse a lo bueno

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Acostumbrarse a lo bueno es peligroso, hace que valoremos menos las cosas y éstas pasen a ser corrientes.

Este fin de semana volaba por trabajo a Mallorca y el domingo, mi día libre, moría de ganas por bañarme en el mar. En mitad de un noviembre cargado de nubes, el agua estaba más cristalina que nunca y no había un alma de las que contemplan la isla todo el año. Moviéndonos de calle en calle y de historia en historia, unos amigos que viven allí me llevaron en coche hasta la Playa del Mago, una preciosa cala virgen nudista acuñada así porque en ella se rodó la película The Magician, con Anthony Quinn, Michael Caine y Candice Bergen como protagonistas.

Me sentí como una niña en una cama grande.

Ante la atónita mirada de mis amigos, calientes dentro de su anorak, dirigí mis pies descalzos hasta el agua turquesa -menos fría de lo que cabría esperar en estas fechas-, y con una sonrisa de oreja a oreja me sumergí entera en un mar solo mío en el que dejé atrás mi rímel y el cansancio acumulado de una frenética semana sobre unos tacones que siempre me han parecido excesivos. Una vez dentro, me di cuenta de que lejos de la orilla el mundo desaparece y no importa que llueva a cántaros o no sientas la piel. Me dejé sostener por el mar mirando al cielo, con los brazos en cruz, mientras mi vestido negro se hacía pesado y se pegaba a mi cuerpo, sin contacto con el suelo ni la realidad, más allá del paisaje. Fue entonces cuando cerré los ojos muy fuerte para grabar ese momento en mi mente y recuperarlo cuando tal vez lo necesite, como cuando todavía no sabía pelar una naranja sin ayuda de mis dedos y buscaba encontrar algún juguete perdido bajo el sofá, incapaz de dormir.

Y así me dejé arrastrar varios minutos, como una estatua de mármol, atrapada en la superficie, mojada, fría y atrapándole las manos al tiempo.

De regreso a la orilla, caminando muy lentamente en un desesperado intento por no dejar escapar la sal que me cubría y un adiós silencioso hasta no sé cuándo, pensé en que nos acostumbramos demasiado rápido a lo bello: al mar, a los besos de una misma persona, a la ciudad en la que vivimos y a la que deberíamos descubrir con los ojos de un turista…

A tantas y tantas sensaciones…

Entendí el motivo por el que no hay cuerpos flotando en el mar de otoño y envidié las ganas de esos viejecitos que se agarran a la vida sumergiéndose cada mañana en baños invernales, como si cada minuto fuera el último.

Nos cansamos de lo bueno y es una pena que no aprendamos a valorar lo que tenemos, antes de echarlo de menos… aun cuando cada amanecer disfrutemos de ello. Y aunque no hay nada como hacer las cosas por primera vez, cansarse oxida la vida, una en la que los deseos deberían madrugar más que los lamentos.

adriana

Avec tour mon amour,

AA

Ser papás. Gestación subrogada en España

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(GTRES)

Cada vez más personas recurren a la gestación subrogada para cumplir su sueño de ser papás, una técnica mediante la cual una mujer gesta es su interior al bebé de otros y que esta semana vuelve a ser actualidad ya que Torito, el colaborador de Telecinco más gamberro, anunciaba esta semana que iba a tener por fin a su pequeño en brazos tras un duro trámite que pasa por despedirse de España, donde esta práctica es alegal, y viajar al extranjero -en este caso a California- para así conocer a su hijo y ”susurrarle al oído que jamás le fallará”.

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Quería ser padre y lo va a ser en muy pocos días. Torito se une así a otros famosos fuera de nuestras fronteras como Ricky Martin, Sofía Vergara, Elton John, Sharon Stone, Nicole Kidman o Sarah Jessica Parker y otros nacionales como Miguel Bosé, Kiko Hernández o Tamara Gorro, a los que les vemos más que felices.

Y pese a que la gestación subrogada desde el principio ha planteado problemas éticos, religiosos, jurídicos y psicológicos, el derecho a ser padres y la inmensa dicha que otorga poder hacer ese deseo realidad para tantísima gente debería ser motivo suficiente para emprender la legalización en nuestro país –siguiendo el ejemplo de Grecia-, de esta manera de convertirse en papás, puesto que actualmente en España el Código Civil establece que “madre” es la que da a luz el bebé.

EEUU, Canadá, Ucrania o Rusia son algunos de los países a los que recurren los futuros papás. Aunque muchos de ellos, que permitían la gestación subrogada a extranjeros, ahora cierran sus fronteras y otros deciden legislar, pero sólo para nacionales.

Este complejo método, no sólo no es apto para todos los bolsillos -ya que pocas veces es altruista-, sino que hay que saber elegir a la mujer que “cocinará” a nuestro pequeño. Y es que la madre gestante es mucho más que una incubadora natural, ella es capaz de modificar el ADN del bebé, aunque no sea suyo. En este sentido, el tabaquismo o los kilos de más pueden afectar al desarrollo de nuestro hijo y tiene que ser complicado no ejercer un control constante sobre la persona que tiene a nuestra criatura desarrollándose dentro.

Y aunque duela no poder disfrutar de la experiencia de cantar canciones al bebé y que reconozca nuestra voz al nacer, sentir sus patadas y crear esos lazos invisibles en los que el pequeño reconoce la tristeza, la ilusión o la alegría cercana, ya habrá tiempo de hacer un nudo marinero cuando el amor llegue de repente al cogerle la mano y con toda la vida por delante para dejarse la piel en que sea el hijo más feliz del mundo.

Así que me sumo a todas esas voces que piden que se legalice en España la gestación subrogada. Hasta entonces me alegro por esos pequeños logros, como que padres y madres por gestación subrogada tengan baja por maternidad.

¡A fecundar y a multiplicarse!

Avec tout mon amour,

AA

La belleza de lo imperfecto

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(Valero Rioja)

Es angustioso buscar siempre la perfección, y sin embargo nos pasamos la vida persiguiéndola, aun a sabiendas de que detrás de ella no hay nada, sólo el vacío y un eco sordo que nos deja fríos y sin motivación.

Pretendemos la excelencia a través de sacrificios, renuncias y exigencias que hacen que perdamos por el camino la belleza de lo imperfecto y lo incompleto, olvidando lo importante que es conservar la inocencia de lo que no se prepara.

En mi trabajo, por ejemplo, a veces tengo la impresión de que está todo tan editado para un resultado impecable, que no hay espacio para la improvisación o para que las cosas se rompan o caigan y así guillotinar la perfección glacial que deshumaniza. De ahí mi pasión por los programas en directo, porque lo maravilloso es casi siempre espontáneo, tiene aristas y está salpicado de errores.

Estoy convencida de que lo más especial de la vida no es perfecto y no puede controlarse, como un castillo de arena que no soporta las impredecibles olas, un beso que llega sin avisar y resulta maravillosamente torpe, un hermoso reloj parado o una taza de cerámica agrietada que cada mañana de invierno calienta el dormitorio helado.

Lo imperfecto es como beber vino en vaso ancho, y vivir ir perdiendo cosas y a personas sin las que jamás creíste poder continuar, un polvo huidizo del que nos arrepentiremos mañana, una palabra intrascendente para otro y que nos rompe, o sentir que haces lo incorrecto sólo porque otros esperaban lo contrario de ti.

Es mejor pensar en la vida así: parte milagro, parte locura. Lo perfecto es fugaz y olvidable; lo imperfecto, esa maleta a medio hacer cargada de dudas y perdones que pone los acentos a una vida y nos hace únicos.

Si nada resulta perfecto, en mis labios y en mi mente aletea un sincero… ¿y qué más da? La luna también tiene imperfecciones y a la gente le sigue fascinando.

luna

Avec tout mon amour,

AA

Espiar el móvil de tu pareja

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Hay una situación que se repite con frecuencia, ese momento en el que tu pareja se va al baño, duerme o pasea al perro y la tentación hace que te tires en plancha a “gitanear” en el móvil de tu media naranja, que puede convertirse en una triste monda encogida en espiral si hay indicios de algo feo.

Pero vulnerar el espacio de la intimidad de otro sin levantar sospechas es como comer pipas: una vez que empiezas ya no puedes parar. Y si además encuentras el rastro de algo que no cuadra, un mensaje te lleva a otro mensaje y lo más probable es acabar víctima de la locura, bien por descubrir una verdad o por malinterpretar informaciones que no deberíamos manejar.

En la cima de lo inmoral tropiezo con un amigo que esta semana me confesaba cómo hace unos meses había descubierto un programa espía en su móvil, lo cual no sólo es ilegal sino que constituye un delito y es cárcel; y ya no digamos si difunde a terceros… Su pareja durante semanas había seguido cada movimiento y conocido cada palabra y cada foto enviada a través de su smartphone. Motivos para dudar de mi amigo sí los había, pero no por ello deja de sorprenderme que sigan juntos, puesto que las relaciones en las que cabalga la duda, tarde o temprano, acaban por no sostenerse.

A otros niveles, me indigna sentir constantemente que nos vigilan, Aplicaciones como Facebook, Twitter, Whatsapp o Instagram, por ejemplo, acceden a los datos almacenados en nuestros dispositivos y da la impresión de que ninguno de nosotros le damos suficiente importancia. Permitimos el acceso de terceros a nuestras listas de contactos, nuestros mensajes, nuestra ubicación, nuestros vídeos, nuestras fotografías y otros datos personales, sin pestañear, con un solo clic.

Mirar el móvil es como mirar dentro de la caja fuerte de la intimidad de otro, y en una relación -si no te han regalado el código para que busques y encuentres con absoluta libertad e impunidad -, descubrir deslealtades a golpe de deslealtad no tiene sentido. ¿Os acordáis cuando un paparazzi fotografió a Ashton Kutcher espiando el móvil de Mila Kunis?

No en vano, muchas parejas rompen por este motivo. Porque detrás de la curiosidad, hay un gran poso de desconfianza o inseguridad en uno mismo o hacia tu pareja y una insana necesidad de controlar al otro.

Personalmente, sólo entendería bucear en los secretos de otro si sospechas que tiene algún problema que no desea compartir y crees poder ayudarle rebuscando a golpe de ladrón.

¿Vosotros qué pensáis?

¡Feliz día!

Avec tout mon amour,

AA

Que vuelvan los vestidos al despacho oval de la Casa Blanca

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Hillary Clinton y Donald Trump durante su tercer debate (Gary He/EFE).

La batalla por la Casa Blanca está a punto de llegar a su fin y abrazo la posibilidad de que por primera vez una mujer sea presidenta de EE UU, aunque eso tampoco sea garantía de nada.

La demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, dos líderes antagónicos que han vomitado a lo largo de intensas jornadas de mitines la basura más grande que han encontrado el uno del otro, más propio de jugadores de tercera división, se verán las caras en los comicios este 8 de noviembre.

En un panorama de confusión en las encuestas e histeria y a escasas horas de que Estados Unidos dé su veredicto, no puede seducirme más la idea de ver a Hillary sentada en el Despacho Oval, atusándose el pelo, pintándose los labios y controlando el mundo, desde el mismo lugar donde su marido escandalizó a la sociedad y puso la confianza de su mujer en jaque y los colores en sus mejillas.

Por otro lado, el millonario Trump me parece peor opción con sus discursos misóginos, machistas, homófobos, racistas y extremistas. Su mayor baza es la novedad que supone, pese a sus repulsivos mensajes primarios que salen por su boca, como cuando en el 2005 aseguró que cuando eres una estrella las mujeres “te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea”, ante una Melania Trump tratando constantemente de humanizar a su marido y a una Hillary que, a escasos metros de la meta, parece no tener otro potencial que su condición de mujer y la esperanza de que el líder republicano, más peligroso -aunque menos satánico que ella-, no gobierne.

Hillary Clinton, exonerada de nuevo por el FBI en el caso de los emails a dos días de las elecciones, tras hallarse más correos electrónicos en el ordenador, no será procesada por conducta ilegal y muchos esperamos que esta conclusión no llegue demasiado tarde para poner freno al ascenso de Trump.

Durante meses, ambos vértices de opinión han trazado un plan tratando de dar en la diana de las inquietudes y sueños de un país, interpretando un papel que ya pronto perecerá.

Durante el ascenso a las presidenciales, cada uno ha tenido sus propios apoyos famosos. Clinton ha sido secundada por estrellas cono Beyoncé, Miley Cyrus, Jennifer López, Madonna, Katy Perry o Lady Gaga; y Trump por otros como Jon Voight (el papá de Angelina Jolie), que ve en él un hombre chistoso, juguetón y colorido -aunque yo el único color que destacaría es el amarillo de su cabellera-, Mike Tyson, el exluchador Hulk Hogan que afirmó que quiere que Trump lo designe vicepresidente o Stephen Baldwin.

Sea como fuere, ojalá esta semana EE UU haga historia y vuelvan los vestidos a la Casa Blanca, por motivos bien diferentes a los de otra época. Como mujer y detractora de Trump, así lo deseo.

Avec tout mon amour,

AA

Los calvos son una especie en extinción

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Ahora a todos mis amigos les ha dado por volar a Estambul y, curiosamente, este viaje nada tiene que ver con el capricho de fumarse un narguilé, pringarse los dedos de kebab, desear un harén de hombres o mujeres o perderse en un bazar cercano a la Mezquita Azul.

El sueño turco tiene que ver más con la afición de subirse a una aerolínea y ponerse el cinturón rumbo al lugar favorito de peregrinación de los calvos, donde los microinjertos cuestan cuatro veces menos que en España y las clínicas cuentan con amplia experiencia.

(GTRES)

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Como tantos otros turistas, mis amigos se han sumado al exclusivo servicio “todo incluido” que abarca el transporte, el servicio de jardinería capilar de miles de bulbos en tierras yermas y alojamiento en hoteles de cinco estrellas donde es costumbre ver en las zonas comunes pasear a antiguos calvos con vendas en la cabeza, con la normalidad de quien se calza una toalla para recoger la humedad del cabello, solos, sin una madre o un colega que les anime si hay dolor. Pero a ellos les da igual porque se ven ya cogiéndose coletas bajas.

Después de participar activamente en sus conversaciones alopécicas en las que explicaban cómo cortar con un bisturí un medicamento para la próstata –Finasterida-, que no afectaba a su potencia sexual y liderazgo en Tinder y Grinder, ahora le ha tocado el turno a las espantosas fotos de sus cabezas rapadas que celosamente guardan en sus móviles y en las que asoman sus cartones, recién intervenidos, llenos de puntos negros y una imagen muy parecida a Jude Law en Inteligencia Artificial.

A veces rozo con los dedos los pelillos que despuntan y es innegable que se trata de un trabajo de orfebrería digno de alabar; con la poca paciencia que tienen, me sorprende lo estoicamente que aguantan todos ellos las 6-8 infinitas horas que dura la intervención, y lo rico que les sabe los antibióticos que les prescriben después.

Y aunque Miguel, de Gran Hermano, ha puesto de moda las felpas adhesivas con pelo, agarradas a la cabeza con un pegamento a prueba de tirones, económico y más sencillo que ponerle la capota al coche, la solución es menos sexy que dejarse crecer la uña del dedo meñique.

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Los calvos son una especie en extinción.

Avec tout mon amour,

AA