Con este arreglo, pacto del CGPJ, precisamente porque ya parecía imposible, se ha despejado o despiojado mucho el ambiente hispanófilo. Hay casi euforia jurídica y social. Ya se anticipan las prevenciones, problemas, desacuerdos, encontronazos… pero el valor de algo útil –desbloquear el órgano del tercer poder– es inmenso. Este acuerdo, además de propiciar otros en asuntos que lo requieren, es un signo de futuro, de haber superado una especie de enfermedad política, sistémica, simbólica. Hay que celebrarlo y mover las poleas, ya que hay tanto trabajo atrasado. Esto va a liberar la angustia judicial, de las personas que componen ese vasto engranaje, y que son esenciales para el conjunto, y son personas. Así que el pacto de junio, tal vez de san Juan, cambio de ciclo, dice bien de los que lo han acordado y hasta disipa los peores augurios, que en gran parte son estadísticas.
El pacto mejora las vidas porque sin justicia y sin confiar algo en ella no hay vida.