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El big data del alma

Exceso de propaganda indica miedo

La monserga institucional o el agit prop oficial cansa hasta al que lo emite, que no soporta ni sus propias hinchazones. El exceso oficial contamina peor que las campañas privadas (si es que queda alguna sin subvencionar). Los productos, servicios y auto églogas elogiantes fatigan aunque sean verdad, o tengan un fondo de verdad.

El calor recalienta la zalamería y las auras y halos encumbrantes, al ser reproducidos sin límite ni rubor, se vuelven decorado. La clonación amplificada de consignas simples insulta al contribuyente que además ve en qué se dilapida su dinero. Es posible que la repetición sin sustancia acabe por incrustar esas consignas en los cerebros de las audiencias desprevenidas o ávidas de emociones recalentadas, pero siempre hay algo en el sistema límbico que rechaza el kitsch, una especie de circuito inmunitario que se rebela ante la tontería sistemática. Al fin, el mensaje que llega al gentío con tanto edulcorante podría ser el miedo, y eso es lo único que no conviene exhibir gratuitamente.

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