Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Archivo de enero, 2024

Manso deambular de días intermedios en provincias remotas

El jolgorio es total, un jolgorio apagado, manso deambular. Todo es barato y caro, depende si lo compras en la tiena o en suelo, en una sábana raída. Casetas de feria con viandas, dulces, chuches, bisutería, artesanalidades, espectáculos, tragafuegos, saltimbanquis, cantantes de ópera. Todo es barato y caro, la misma marca, el mismo logo mil veces repetido, en sana competición entre fulgores y sombras. Gentío unánime del nuevo año, negruras de ropones acolchados, grisalla uniforme de las fábricas de Asia, baraturas de lujo y deportivas de ensueño… pasó la Navidad, Nochebuena y Nochevieja, cotillones y hogares enfocados al fuego de la tele que ocupa más que la pared, la cuarta o quinta dimensión, consumo de ideas atropelladas y anuncios de perfume del año pasado, de hace dos años, olgorio manso de martes sin nada que hacer, de qué vivimos, quién paga este consumo interno contenidísimo, este deambular sin compras, estos Reyes endeudados. La densa rogativa del comercio mundial avanza arrastrando las zapatillas siempre nuevas, qué tiempos ambidextros, qué ansias por revivir.

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Japón en terremoto.

Las guerras siguen en marcha, el consumo de armas sube y las acciones se cotizan al alza.

Las bolsas han tenido un gran año, si es cierto el meme de que anticipan el futuro esto va a ir genial.

Pero, ¿cómo va a ir genial con tantas guerras en marcha?

Cambió el año y cayó el mes, hachazos y el cadencioso oscilar de guadañas, el ignoto desorden de los mundos sigue al tran tran.

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«La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero,
con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me
bendeciría como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberían su existencia. Ningún padre
podía reclamar tan completamente la gratitud de sus hijos como yo merecería la de éstos. Prosiguiendo
estas reflexiones, pensé que, si podía infundir vida a la materia inerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora
lo creyera imposible), pudiese devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, la muerte había
entregado a la corrupción.»

Frankenstein, Mary Shelley

 

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Ilustración: From coast to coast, with Jack London