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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Archivo de la categoría ‘marathon’

Por qué correr un maratón sigue siendo un escenario seguro

Se empiezan a despejar las incógnitas de la horrenda ecuación de la semana.

¿Estamos ante una amenaza global en los eventos deportivos?

¿El terrorismo del siglo XXI, supuestamente de corte islámico, ha empezado a usar las carreras como abominable escaparate?

¿Qué pasa si corro este domingo en Londres?

¿Está el maratón de Madrid amenazado por estos asesinos?

La difusión de las fotos y vídeo por parte de FBI muestra que los circuitos cerrados de TV lo pueden casi todo. Más de cincuenta mil fotos facilitadas por los ciudadanos de la sociedad de la información, facebook y twitter componen un mosaico donde se demuestra una cosa: nos comunicamos pero también nos ‘vemos’ de manera constante.

Nos guste o no, gracias a ellas se han podido detectar dos potenciales sospechosos. De aspecto occidental. Exista relación o no, a escasos kilómetros esta mañana se ha desatado un tiroteo en el campus del Massachussets Institute for Technology. De nuevo la sensación de estar ante un fenómeno regional, los unabombers. Un perfil psicológico radical, enfermo, un objetivo político demencial relacionado con la libre expresión del armamento y la defensa particular. Un perfil que parece encajar, según la CNN, con uno de los sospechosos de las imágenes distribuídas por el FBI.

 

 

Puros productos de una sociedad, la estadounidense, que está debatiendo con acritud las medidas de política interior y de seguridad. En realidad lo están haciendo desde siempre. Intentan envenenar a su presidente, le amenazan.

Un fenómeno de crisis con génesis estadounidense. Una sociedad en la que los propios musulmanes de las ciudades y barrios de Massachussets tienen miedo a prestar ayuda a sus conciudadanos en Boston tras el ataque del lunes, y denuncian que tuvieron que permanecer en casa ante el miedo de ser tomados como sospechosos.

¿Qué tiene que ver esto con un maratón popular celebrado en una ciudad europea?

En plena crisis militar, durante los años del terror derivado de las guerras en Afganistán, Siria, Palestina e Israel, Sudán, Iraq, se han celebrado (de 2001 hasta hoy día) carreras de maratón en las que participa medio millón de personas. Cada año. Y nunca se ha tenido constancia de ataques o amenazas durante esos doce años. A pesar de todo, millares de autobuses siguen llevando al puente de Verrazano participantes en la salida de Nueva York. Miles de personas esperan en el Mall, the Strand y alrededores de Buckingham en las millas finales de Londres, el Loop de Chicago, París, o el millón de espectadores de cada año en Berlin.

Por tanto, descartemos que el maratón de Londres esté tan en peligro como parece extraerse de las medidas de seguridad extraordinarias recientemente aprobadas. El régimen del terror consigue que se justifiquen determinadas inversiones en más control. De acuerdo. El viceprimer ministro británico Nick Clegg anunciaba que la seguridad se duplicaría, triplicaría o incluso cuadruplicaría. Pero también convierte en una aberración un escenario que año tras año aglutina casi un millón de espectadores y cuarenta mil participantes.

Londres ha celebrado su maratón tras los atentados del 7/7. En 2005 la ciudad vivió su particular descenso a los infiernos. Pero era Julio y la memoria crítica y el terror se matizaron hasta el mes de Abril siguiente. En 2006 Felix Limo venció corriendo como el que le lleva el diablo (2h06.39) y encabezaba una marea de 33.000 participantes. Se rechazó un número equivalente de solicitudes. Recordemos que en 2013 se esperaban unas cien mil solicitudes.

¿Y en el maratón de Madrid?

Lancémonos a correr sin miedo. El maratón madrileño está lejos de ser un objetivo de la oleada del terror de esta semana. Que sea un homenaje sentido a los que han sufrido el ataque de las bombas de los fanáticos. El miedo instaurado durante la última década no puede alcanzar cada manifestación deportiva o cada agrupamiento humano porque terminará coaccionando la capacidad del ser humano de reunirse.

Y de coaccionar la reunión al estado de sitio hay pocos pasos intermedios.

El maratón de Madrid baraja extremar las medidas de seguridad. De partida ya cuenta un total de 450 policías municipales, 100 miembros de seguridad privada y 180 policías nacionales. ¿Puede absorber la ciudad el trasvase de otros cientos de unidades y sacarlas del Domingo de mañana de la capital? ¿Debe hacerlo?

¿Está el maratón a la altura de los requisitos de seguridad de eventos de índole política o de conflictos sociales? ¿Veinte mil participantes en un maratón requieren más seguridad que cien mil manifestantes?

Madrid reunirá en la salida un bonito conglomerado pacífico de veinte mil personas. Las repartirá por una ciudad que vive en cierta medida ocupada en otras cosas. Es domingo por la mañana y los tres millones de habitantes de la capital tienen ritmos muy dispares. Habrá más peligro conceptual en los conductores que ven sus nervios estallar ante cortes de tráfico, según ellos, imprevistos. Los visitantes al Rastro mirarán como miran siempre. Madrid Rio tolerará el paseo matinal en lugar de apiñar a la gente en los lados de la carrera. Estos son los auténticos peligros del maratón de Madrid.

Y el objetivo de la organización será solucionarlos.

Animar a que la ciudad salga a correr (rompiendo la maldición de la barrera de los diez mil llegados a meta) o a animar a los laterales de todo el circuito. Dos maneras de participar en uno de los eventos más agradables y seguros que cuenta una ciudad. A pesar de lo ocurrido en Boston, Massachussets, EEUU.

No lo olvidemos. Yo correré en el Rock’nRoll Madrid Maratón y la seguridad será una de mis últimas preocupaciones.

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Foto: Claudio Luna.

Hoy muchos pensamos en Boston

116350-452-550Espeluznante.

Ayer estuve toda la tarde hasta la llegada de los favoritos tuiteando con despreocupada alegría sobre el maratón de Boston. Cerré el PC a las seis y pico hora española y me dirigía a casa. Desconecté pensando en los tópicos, en la suerte de poder seguir eventos a distancia, de que se unan veinte mil personas para correr.

Y el runrun de lo del ‘Patriot’s Day’ estuvo acompañándome mientras colocaba el dial del coche en turbo 3, de verdad. Estuve haciendo memoria de mi equivocación previa, pensando durante años que no era el Lunes de la celebración del patriotismo estadounidense sino el Lunes de Pascua, el día que se corría el Maratón de Boston.

Que lleva celebrándose desde 1897. El evento más añejo del mundo del correr. Ajeno (o no, ya vemos) al devenir del mundo. De sus juegos olímpicos, de sus presidentes, de sus guerras.

Pero ya vemos que no. El cobarde (como siempre) y abominable hecho de colocar explosivos con el objeto de matar al mayor número de gente también alcanzó ayer al  maratón bostoniano. A los familiares que esperaban, a amigos, a autoridades. Qué más da. Seres que disfrutaban de una mediodía de ocio.

Massachussets, hasta ayer ajenos, lejanos, como todo esto, a la brutalidad. El estado verde, cuna de los Sox, de los Celtics, de las victorias del indio tarzán Brown, hoy llora porque el terrorismo ha golpeado en sus calles. Muertos y heridos recuerdan hoy a todo el mundo que nuestro planeta está en constante agitación.

Por un lado el ocio de los humanos. Por otro su capacidad de generar horror. Vaya especie.

¿Cómo es una zona de meta?

Habitualmente una prueba deportiva como un maratón tiene reservada un buen hueco en la ciudad para su celebración. Se delimita el tráfico y se corta un tramo de no menos de un kilómetro para la meta, las gradas, la zona de llegada. El maratón de Boston tenía ayer desde Boylston St no menos de dos millas acotadas.

En esa zona se encarrila a los participantes a pasar a una zona de descanso donde se acumulan centenares de personas. Tiendas de campaña que ayer servían de hospital improvisado normalmente son zonas de masaje, donde puedes recoger las mochilas con tu ropa, beber y comer algo que te repone. A lo largo de miles de metros cuadrados el corredor para y deja que la alegría de terminar los 42km195 sea completa.

Anteriormente  muchas pruebas colocan gradas donde miles de espectadores (donde podrían estar tus familiares o amigos) ven tu llegada a meta. Sorprendentemente la ciudad de Boston relajó los controles de seguridad en un día tan señalado.

Durante la retransmisión que se podía seguir en directo por ‘watchlive’ resultaba pintoresco la cantidad de soldados y demás personas uniformadas a lo largo de la ruta. Podías ver soldados marines pertrechados con equipación de campaña haciendo a pie el recorrido. Pues bien, todo eso no sirvió.

¿Es un sitio seguro?

Pues habitualmente lo es. ¿Dejamos que nuestros seres queridos acudan a estos eventos?

Pero, ¿por qué no? Las ciudades están llenas de eventos donde sus ciudadanos acuden a miles. Nadie tiene por qué quedarse en casa por la amenaza de la violencia. Quizá sea lo que la violencia busca. El miedo.

Que ningún miedo te deje en casa por absolutamente ningún concepto.

Un abrazo sentido a los que se han visto afectados por semejante acto de barbarie. Hoy todos salimos a correr con un nudo en el estómago.

Que no se nos quite el nudo de la conciencia de cómo está el planeta el resto de los días.

¿Crees que solamente hay un tipo de maratón?

Maratón. Prueba atlética que se disputa sobre la distancia oficial de 42 kilómetros y 195 metros. También está la coña de «en mi pueblo corremos un maratón para las fiestas». Pero este lado simpático lo dejamos para otros posts o para RunerEnfurecido.

Lo normal, hasta los años en que todas las ciudades estaban asfaltadas y el boom de los años 70 se extendiese, era que las viejas pruebas atléticas se corrieran por las polvaredas magníficas de las ciudades del mundo civilizado (Boston, la London Poly, el barrio de Yonkers). ¿Puedes imaginar cómo estaba Amsterdam en 1924? Pues ya tenían maratón. Ver foto.

Luego llegaron las máquinas que bituminaban todo. Si te dejabas, asfaltaban hasta las tapaderas de las alcantarillas. Y todo lo que significó «maratón» era ruta, ruta y más ruta. Maratones sobre recorridos asfaltados y lo más convenientes posible. Es lo que hoy conocemos como el fenómeno de participación en deporte de masas posiblemente más generalizado del mundo occidental.

No. Ir a ver el fútbol no es participar en deporte.

Pues bien. En los noventa se inició un goteo de viejas piernas de liebre. Tiraban al campo. Más bien al monte, como las cabras. Se empezaron a organizar pruebas de 42 kilómetros, metro arriba o abajo, por roquedos, pastos, crestas, sendas o pistas de montaña. En España teníamos el Aneto Extreme, allá por 1996 corríamos los primeros canchales de la sierra de Guadarrama en distancia maratón, Catalunya tenía la de SantLlorenç Savall y luego se terminó desbordando todo.

Incluso hoy día de las pruebas ultra se acomoda una versión suave de ‘únicamente’ 42km, para que podamos acomodarnos en largas excursiones deportivas como las experiencias alpinas por Suiza (están Davos, Interlaken, etc.)

Se habían convertido los míticos y terribles sufrimientos del maratón, la distancia de la muerte, el muro, el mazo y toda la colección de literatura publicada, todo, en una marcheta, en un hobby naturalista.

Un paso más allá ha sido la recentísima posibilidad de correr cada uno por donde le diese la gana. Los GPS y la autonomía de las mochilas de hidratación te hacían libre. ¿Corremos un maratón? ¿El viernes por la noche?

Y últimamente no es raro combinar varias como saludable y relajada manera de estar más tiempo amortizando nuestro preciado tiempo y su equivalente en los precios de inscripción. Pudiendo estar ocho horas por un circuito en el que te miman y lleva y traen, ¿por qué ceñirse a estar cuatro en una ciudad?

Con estas, las próximas semanas tengo dorsal para tres eventos parecidos pero muy diferentes:

1. Rock’n Roll Maratón de Madrid. Todo asfalto. Todo calor y todo ciudad. El 28 de Abril.

2. El Soplao (Cabezón de la Sal). Otros 43km por praderas, pistas y monte de la zona de Saja. El 18 de Mayo.

3. Maratón del Anochecer (San Sebastián de los Reyes). 43km por pistas de tierra y caminos del entorno del Jarama. 25 de Mayo.

Todo maratón, tan poco maratón.

Ya iré contando.

 

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Foto: Geheugen Van Nederland.

Grete Waitz. El récord mundial que duró un día

Había llegado un domingo sin pista ni cross para los chicos de Madrid. Mi padre había bajado a comprar la prensa y el Madrid jugaba contra Osasuna. Ganaría aunque el Athletic también vencería en su duelo con la Real. Mi vecino Manolo dijo que habían atropellado a un chaval en Colmenar Viejo. También dijo que apenas había habido gente en el mitin de Tierno Galván, que aún no era un parque desolador sino un veterano político.

En Madrid, el 17 de Abril de 1983, no se tenía mucha idea de que  Grete Waitz, maratoniana noruega, la corredora que dominó el Maratón de Nueva York durante nueve ediciones, batía el récord mundial de maratón en Londres. La rubia de las cejas transparentes que coleccionaba treintaydoses y veintisietes en los cronómetros de Central Park.

Desde su primera victoria en 1978 había encadenado cuatro triunfos estremecedores (1978, 79, 80 y 82) y tenía la confirmación del equipo que dirigía Fred Lebow para su nueva revancha contra la soledad en noviembre del ochenta y tres. Pero además había aceptado el reto de doblar dos pruebas a ritmo demencial, de récord. El campeón olímpico británico Crish Brasher, el viejo obstaculista, había pujado fuerte para seguir con el crecimiento del joven maratón de Londres. Relanzado en 1981 como substituto del moribundo London Polythecnic Marathon (que se celebraba desde 1909), Brasher dirigió sus esfuerzos a traer a Waitz a correr a la cuna del atletismo profesional.

En la típica matinal que los londinenses califican como ‘grey day‘, Grete calzaba sus rayadas adidas rojas y blancas, camiseta interior y guantes. Sus sempiternos guantes, esta vez también rojos. ‘Grey Day’, dos años antes, no había sido sólo eso. En la época en que Brasher lanzaba la idea de retomar el maratón por las avenidas de la ciudad, ‘Grey Day’ había sido el single que escaló hasta el número 4 de las listas británicas en 1981. Era un himno, una queja sintomática de los londinenses ‘North London Invaders’ (ya rebautizados como Madness). Era un canto contra un panorama muy gris: los cierres de las minas por el gobierno conservador de Margaret Thatcher, la venta de las acciones de British Aerospace, o el anuncio de los riesgos de una guerra racial en la prensa precisamente la tarde anterior al nacimiento del maratón de Londres.

Dos años después, con el estallido social sin solucionar y la dama de hierro encaminada hacia una nueva victoria electoral, se presentaba un muy británico nuevo domingo gris. Tras los chaparrones matinales, el Abril de 1983 iba a deparar una mejor marca mundial. Recordemos que la federación internacional no habló de récord del mundo de maratón hasta pasados mil millones de años, dado que no hay dos recorridos iguales ni se celebra dentro de un estadio. Cayó una mejor marca mundial, fuera por el maravilloso y plano recorrido de Londres o por los miles de libras que Gillette aportaba de nuevo como patrocinador. Y es que se estaban dando los primeros pasos en la era del dinero en las carreras en ruta. La IAAF había permitido en 1982 el pago en metálico a los deportistas de élite y el cataclismo del deporte amateur estaba sirviendo en bandeja que las grandes carreras tirasen de talonario. Waitz afrontaría Londres en Abril, y Nueva York en Noviembre.

Un inspirado Mike Gratton ganaría con 2:09 pero los ojos estaban puestos en la finísima chica de las coletas y la camiseta de tirantes roja y blanca. Su grupo de referencia, con tipos curtidos en maratones a ritmo de dos horas y media, viajaba prácticamente desmembrado a la altura de los puñeteros adoquines del Upper Thames. Al paso por el puente de la Torre apenas tres duros maratonianos escoltaban de aquella manera a Waitz. Su gesto, tantas veces fotografiado, con las mejillas contraídas y sus finos labios en una mueca de rigidez, la encaminaba a la vieja meta del Westminster Bridge (meta hoy sustituída por la llegada en el Mall, frente a las habitaciones de su alteza real en Buckingham).

El último recodo sobre el río le llevó a un debut en la ciudad de verdadero escándalo. El recorrido de Londres probaba su bondad y Grete Waitz colocaba el mejor registro de una mujer en 2h25:29 durante toda la tarde del Domingo, hora del meridiano de Greenwich, el parque desde el que los miles de corredores salían en pos del sueño de las veintiséis millas y el pico caprichoso del rey inglés.

Nuevo récord mundial, mejor marca o como quisieran decirlo los periodistas. Tenían toda la tarde por delante. La edición del Lunes de la prensa colocaba sus estrechísimas columnas sobre el maratón calculando milimétricamente las palabras, entre las que debía aparecer la referencia a la hazaña de la noruega Waitz.

Mientras Waitz descansaba en el hotel y terminaba de atender a la prensa, a cinco mil kilómetros de distancia una chica con el pelo corto repasaba en la cama el esquema de carrera. El mismo Lunes se torcieron los planes. Sería un récord un récord del mundo que únicamente duraría hasta la tarde del día 18. Y es que la corredora norteamericana Joan Benoit corría apenas veinte horas más tarde, durante la tarde del Lunes de Pascua de 1983.

En 1983 no se contaban con los medios técnicos de hoy. Nadie subía a twitter ni podía mandar un correo electrónico a la sede de la Federación Internacional de Atletismo, la IAAF. Mientras los federativos leían durante la mañana del Lunes 18 las marcas de la prueba londinense y programaban en papel la actualización del récord del mundo de Grete Waitz, amanecía en la irlandesa capital de Massachussets. El recorrido de punto a punto desde Hopkinton, en mitad del campo de Nueva Inglaterra, por la A135 hasta el centro de Boston, hervía de público. El «duelo al sol» del año anterior había supuesto un par de escalones en la vorágine del running en los Estados Unidos. Alberto Salazar y Dick Beardsley habían corrido codo con codo para disputarse la victoria en meta por apenas unos segundos en una edición dramática por el calor de Abril.

La chica del pelo corto, Joan Benoit, escogió camiseta blanca y banda roja (aquellas míticas camisetas donde seriegrafiaban «Athletics West»). A lo largo de la prueba coincidió con igual legión de rápidos corredores masculinos. Benoit, nacida en Maine con ascendencia francesa, aplicó un juicio sumarísimo al mejor tiempo en el que nunca una mujer había corrido 42.195 metros. Lo mandó al escalofriante tiempo de 2h22:43.

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Sin ir más lejos, el tiempo de la estadounidense le podía haber supuesto llegar segunda en el maratón de Madrid de ese año, a un par de minutos del vencedor.  Y es que la especialidad en categoría femenina estaba un tanto en pañales.

Los maratones contaban con participación femenina desde relativamente pocos años. En 1977 la mejor marca estaba en manos de Christa Vahlensieck, una corredora alemana que la había rebajado de 2h40. Entre 1978 y 1978 Waitz lo puso en dos hachazos en el rango de las 2h27. Además, cronómetros conseguidos sobre el tozudo recorrido de Nueva York, con sus puentes en Brooklyn y Queens, y con las dos millas finales por el Central Park. En 1980 y en 1982 Waitz acumulaba dos entorchados más en la gran manzana y todo estaba listo para que el planísimo circuito de Londres supusiera la fractura definitiva de la barrera de 2h25. No pudo ser por segundos, aunque amplió su currículum como gran dominadora con un nuevo récord planetario. Lo inimaginable es que se tardase tan poco en convertir en el récord del mundo de Grete Waitz en el más breve de la historia de la distancia del maratón.

El tiempo: esa variable injusta por la que sufren los grandes deportistas.

El crono de Benoit en Boston tardó once años en ser mejorado. Tuvo que llegar la era de Ingrid Kristiansen, otra noruega, la última dominadora previa a la aparición de las corredoras africanas y asiáticas.

Waitz murió en 2011 tras batallar contra el cáncer. Tenía 57 años.

Joan Benoit corrió en 2010 de nuevo en Chicago, con 53 años, en 2h47:50 para ser 43ª en la carrera donde subió a los cielos del deporte. Intentaba clasificarse para las pruebas de selección del equipo americano que acudiría a los juegos Olímpicos de Londres 2012. Quedó fuera por un minuto y cincuenta segundos.

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Fotos: Daily Telegraph, Sports Illustrated.

Unas cuantos vídeos para que te lances a correr (o reniegues de ello para siempre)

Imágenes. Vídeos y más vídeos. La red está llena de imágenes en las que se muestra todo el esplendor del deporte. Siempre he afirmado que correr, aunque parece épico, tiene bastante poca enjundia literaria. Para nosotros puede parecer tremendamente emotiva una descripción de los sufrimientos de una carrera, un entrenamiento o la superación personal permanente. Pero la trama siempre es sufrir y llegar o no llegar. Esto será objeto de bronca para otro día.

Hoy vamos a por algunos ejemplos bonitos, emocionantes o diferentes. Recopilemos material para esas tardes en las que no hay absolutamente nada en la televisión. Para eso está internet, donde además escoges tú lo que te apetece ver.

Reserva bebida y comida para atrincherarte. Pincha el HDMI en la televisión más grande que tengas. Hay un poco de todo. No todo va a ser la preciosista épica del Ultra Trail du Mont Blanc y sus combinaciones de paisaje, música y cansancio. Que también podría ser.

Una típica.

El Espíritu de la Maratón. Es un largo documental donde varias personas van hablando sobre la motivación y cómo afrontan los 42km195m de la prueba de Chicago. Muy americano, muy bien contado, muy en inglés. Ya sabes que es lo que toca en tus ratos libres. Idiomas.

 

Y todo esto, ¿de dónde viene?

¿Por qué tanto maratón? ¿Por qué tanta pasión con esos kilómetros cuando podían ser la mitad… o el doble? En el documental «La Odisea del Corredor de Fondo» (2 partes) que emitió rtve hace tiempo se repasa más sobre los orígenes y la esencia de correr más lejos y más deprisa que los demás. Ver para … correr

 

Una de hacer cosas casi imposibles.

Una vuelta de tuerca. La montaña. Gran Trail de Peñalara cobijó en 2012 un excelente trabajo de REC Mountain. Sirvió como cabecera a la prueba y, en 10 minutos, se saldan todas las cuentas con el concepto «correr durante muchos kilómetros por los entornos más duros».

 

Una de aventura exótica. 

Ni es saludable ni es recomendable por aquello de los límites racionales del deporte. Pero la Yukon Arctic Ultra es una prueba que discurre por unos de los últimos lugares vírgenes. Y han editado una hora de reportaje para que unos babeen y otros se mesen los cabellos. El impagable aventurero y deportista de grandes distancias Ser13gio me puso sobre la pista de este vídeo.

¿Todavía te quedan ganas de empezar a correr?

Pero ¡dónde vas! ¡Espera!

Milán – Barcelona (1895)

Hace unos meses encontré en las estanterías de ese bloguero y periodista llamado Andy Milroy una referencia traducida de la prensa italiana histórica. Marco Della Croce escribía sobre varios tipos que compitieron en una carrera pedestre durante más de mil kilómetros entre Milán y Barcelona. 

A pie. Es necesario insistir.

Diez etapas totalizando el millar de kilómetros. Delante el italiano Carlo Airoldi, un musculoso y completo ‘sportsman’ que lo mismo boxeaba que pedaleaba que corría a pie. Tal fue la ventaja que acumulaba a la entrada a la ciudad de Barcelona que pudo tomarse un segundo al escuchar las noticias sobre el segundo clasificado. No eran buenas.

Era la última etapa, de un centenar de kilómetros como cada una de las demás. Habían partido de Figueras, según los registros de la época. De Figueras a Barcelona. Plantéatelo por un segundo.

Curiosamente, Carlo Airoldi fue rechazado como eligible por el príncipe Constantino de Grecia en 1896 y no pudo participar en los primeros Juegos de la Era Moderna. En Atenas el príncipe griego estimó que no cumplía con los valores olímpicos de amateurismo ya que recibió un premio en metálico de dos mil pesetas de 1895.

Dos mi pesetas por correr mil kilómetros. Magra profesionalización, ¿no creéis?

El sol estaba pegando de lo lindo y la entrada por los arrabales de Barcelona se hacía por tapias desconchadas, por el norte, por el camino (aún) ruinoso que comunicaba la España de Cánovas con la Francia en que los hermanos Lumiére habían estrenado la proyección de la luz y la imagen sobre una pantalla.

El italiano, cuya historia será contada por Manuel Sgarella en 2005, se sabe vencedor de la sfida organizada por el diario La Bicicletta.  A su lado circula un juez motorizado y le comunican que el segundo clasificado y su gran rival en la brutal expedición pedestre, Louis Ortégue, está atravesando momentos difíciles. Probablemente entre los árboles que daban sombra a la entrada desde El Clot hacia el ensanche se tomó una de las decisiones menos conocidas de la historia del deporte.

Louis Ortégue era un nombre famoso en la rara especie de los “pedestrian”. Había corrido el maratón en un tiempo espectacular para la época (contando solamente 40km) de 2h31. Sus enfrentamientos con otros italianos habían hecho imprescindible su presencia en la Milán – Barcelona. Previamente había batido al gran Achille Bargossi, conocido como la Locomotora Humana, en enfrentamientos en Lyon y El Cairo. Al francés apenas le resta llegar derrotado a la meta de la Ciudad Condal pero el esfuerzo está siendo más cruel de lo necesario.

Recordemos. Llevan corridos más de mil kilómetros en diez días.

El corredor que fue posteriormente acusado de profesionalismo y desposeído del derecho de ser el primer campeón olímpico de maratón, dio media vuelta y se acercó a interesarse por el segundo clasificado.

«Luigi», brevemente. El francés apenas debía tener la visión más clara. Reconoce a su compañero de liderazgo deportivo. Poco más.

En meta hay una expectación azuzada por la presencia de elementos marinos de la madre patria italiana, las incipientes sociedades civiles y excursionistas de Barcelona, la ciudadanía y público curioso en general. Barcelona está bullendo de entretenimiento. Es el final del siglo y la expansión del ocio ha llevado la gente incluso a acudir en masa a las corridas de toros de las ‘noyas’, las mujeres-torero.

Airoldi subió a sus hombros al segundo clasificado y se arrancó en dirección a la meta. Entró en meta cargando con Ortégue.

La ciudad de Barcelona no podía hacer menos que premiar el gesto y le sacudió dos mil pesetas de las de finales del siglo XIX.

La modernidad del gesto y de la historia completa del forzudo deportista están ampliadas por la ulterior expedición a pie hasta Atenas, el año en que los Juegos arrancaban su epopeya más gloriosa y menos mística. Airoldi fue a pie por todo el arco mediterráneo sorteando Albania, Dalmacia y llegando a Atenas buscando su propio sustento.

Quizá hablemos de él en otro momento.

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Foto: Commons Wikimedia.

Maratón de Barcelona. Quedan pocos días para la gran fiesta

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Luisa piensa que esta semana va a discurrir demasiado despacio. Se mirará las pulsaciones. Cada café le sabrá como si fuera el último. Los pronósticos de tiempo para Barcelona serán siempre ilusionantes pero también sofocantes.

Luisa tiene un dorsal para el Zurich Marató de Barcelona.

La chica de la sonrisa (en la foto, durante su participación en la marató de 2012) corre muchas mañanas por Diagonal hasta el mar, hasta la vela y al llegar ve que todavía no está lleno de gente. Y es que no es Domingo 17. Las simulaciones de cada fin de semana son tristes decorados vacíos. Ella lo conoce de su paso en la segunda parte de la carrera del año pasado en que hizo unos fabulosos 4h30.

Ella no sabe que aquella zona, en los recorridos de los maratones de los años ochenta, era una trasera a la que nadie en su sano juicio acercaba el recorrido. Sí se pasaba de manera tangencial por algunos sectores de Diagonal y se incidía mucho en las ediciones como la que corrimos desde Mataró a la cima olímpica de Montjuïc. Pero puedo asegurar a Luisa que aquello era un erial. Eran los estertores de una relación que terminó con ruptura. Como un mal matrimonio. Por su cabeza podemos asegurar que ni pasaba por su cabeza correr cuarenta y dos kilómetros.

Probablemente en aquellos años ella desconociera que se celebraba uno en la ciudad. La promoción era escasa.

Las mejoras de la ciudad de las eternas mejoras.

El domingo Luisa correrá su segudo maratón. El año pasado se le salía la alegría por los poros porque terminó en su debut sobre el mejor de los guiones posibles. Ni el mejor escritor podía haber regalado a la chica del pelo recogido una película así. Barcelona le ofrecía la posibilidad de una prueba con miles de personas. Lució el sol para templar su cansancio. Porque correr un maratón cansa. Le dolieron las piernas lo justo y a las pocas semanas estaba de nuevo soñando por la carretera de Mongat, soñando con que pasasen los doce meses lo más rápido posible.

Más de película: Su empresa patrocina la prueba y se propone sacar a Barcelona a la calle. Los ánimos de la joven agencia donde trabaja Luisa saltan por los pasillos, por las salas de reuniones. En cada despacho hay un fan de los maratonianos como ella. Tanto la ciudad como los patrocinadores han entendido que los eventos deportivos de masa dan a la ciudad más que quitan.

Luisa y sus compañeros de aventura tendrán el respaldo de la gente. Ahora sí salen a animar. Se calcula que en 2012 hubo unos 200.000 espectadores. Salen solos, con los niños, a comprar el pan o el periódico, o en grupos organizados y aglutinados por la prueba. El año pasado, por primera vez, hubo gente que se quedó sin posibilidad de ayudar. En 2013 ciento ochenta voluntarios de Zurich Seguros estarán en el recorrido. En el kilómetro treinta, sus compañeros estarán en una carpa propia, justo cuando se nubla la vista y ni siquiera se perciben las viejas chimeneas de Sant Adriá. Si a un corredor le falta más, puestos y charangas y grupos más o menos informales jalonarán los últimos diez kilómetros.

«Hasta el veinte hay bastante público. Es una pasada correr a las diez de la mañana por la ciudad y ya ver público pero, a partir del treinta, ¡es increíble»

Hay que cortar el entusiasmo de Luisa. Porque ni siquiera es Lunes y, de seguir así, llegará a sufrir un colapso emocional antes del Jueves. Y queremos que el Domingo 17 esté en la plaza de España dispuesta a disfrutar como lo hace cuando surge su tema preferido.

Su marató.

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Foto: Marató Barcelona.

I wanna be Chema Martínez

No tengo especial parecido con el gran maratoniano. Me queda la ropa de calle algo más ceñida que a él y, si pusiéramos frente a frente a su maravillosa esposa y la mía, acordarían entre ambas que tengo mejor percha. Ellas son así, amores.

Pero tampoco quiero ser como él por eso. Están los chavales del 800, los saltadores de longitud, los mozos del balonmano y los seres de otra galaxia que juegan en la NBA. Si nos pusiéramos estupendos a ellos sí les queda bien la ropa mientras que, nosotros, bueno. Vamos llenando tela.

«I wanna be Chema Martínez» es más un quejido al mundo.

Braceo últimamente más, como si me hubiera fijado en las múltiples retransmisiones deportivas y estuviese quitando el aire de mi lado, como Chema. Como cuando agarra el viento con los puños y aprieta los dientes. Supongo que Chema y yo pertenecemos a los que cumplimos años (le saco unos meses, tampoco en eso le envidio) y pretendemos asirnos a cada hora de queda de nuestra juventud.

El bueno de nuestro maratoniano también se pierde las caras de esa gente que se acuesta pronto y a las seis de la mañana está abriendo  puertas de autobuses, barriendo calles o acudiendo a trabajar embutidos en bufandas, gorros, manos en los bolsillos. Querer ser como Chemita no tiene que ver con a qué hora se puede correr cuando se puede. Él es un profesional de esto de 9 a 9, y yo también, de lo mío, de 9 a 9.

No es que añore ser de los que entrenan a la luz del sol por enfáticos bosques, o tienen a su disposición todos los medios médicos para la recuperación del entrenamiento. Si somos realistas, y sé que él lo es, ambos estamos en el lado bueno del planeta. Tenemos techo, motivos de satisfacción, evitamos las guerras y ahondamos en la paz, tenemos para dar de comer a nuestra gente.

No es eso. Ni que haya editado un libro en el que desgrana sus pensamientos sobre el correr (No Pienses, Corre, del que habrá que hacer una profunda recensión tras la que, quizá, discutamos de verdad).

Aunque tengamos algún Nicolás común por medio y veamos cómo van creciendo y dan batalla y muchas veces no escogen nuestro camino. Tampoco es que quiera ser Chema por la repercusión mediática o por que levanta sonrisas a su paso.

Empiezo a descartar tantas facetas que podría preguntarse uno si tenemos algo en común. Mi aspiración.

La cosa es enrevesada pero es así:

Me gustaría que las medias de compresión me quedasen como a él.

Foto: Facebook Chema Martínez

 

Consultorio del corredor: envía todas tus dudas

¿Corro poco? ¿Demasiado? ¿Esta zapatilla me viene bien? ¿Conoce alguien el recorrido de esta carrera? ¿Cómo se aparca en el entorno del polideportivo? ¿Es seguro correr de noche?

El martes toca consultorio. Será un momento especial porque se podrán citar y criticar, mencionar o sugerir todas las marcas, pruebas, sin censura o política de excepción comercial.

Envía todas tus dudas mañana martes al formulario de comentarios y este blog se convertirá de manera excepcional en un consultorio para el corredor. Novato, experimentado o curioso, el martes, al confesionario.

Nota:

Se contestarán los comentarios desde las 00.00 hasta las 23.59 de mañana, martes 5 de marzo. Si dejáis comentarios anteriores serán contestados por orden de aparición.

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Preparando el maratón: ¿cuánto tiempo tengo para intentarlo?

Escena:

Macho alfa comenta entre sonoras risotadas que el jueves se inscribió en un tour operador que le iba a transportar a la experiencia deportiva de su vida. El maratón de Nueva York. Los contertulios le admiran y sopesan entre la desconfianza y una pizca de sensatez que, quizá, no, seguramente, es una barbaridad de la que el macho alfa tendrá que retirarse. O que sufrirá en su organismo las terribles consecuencias de su bravuconada. Los chacales componentes de la manada tiran de sonrisa para que no se note la envidia ni la ansiedad. Alguno de los contertulios, del sexo que sea, deseará irse a la cama con semejante torrente de energía.

Pero  uno de los/as asistentes a la cerveza after work mira de reojo a su teléfono y teclea «correr el maratón«. El/la asistente no llegará nunca a macho/hembra alfa en la oficina pero, dos o tres escalones por debajo, ¿por qué no?

¿Qué me costaría mirar esto de correr un maratón?

Ya hago ejercicio y salgo a caminar por la montaña. Y si lo dejo otro año ¿no estará pasándose el arroz de cometer estas locuras? O ya corro y me da un miedo atroz pero… si lo hacen miles de personas en el mundo, ¿no será tan traumático? O estoy entrenando para correr 21km y siempre he declarado que mi distancia máxima es correr dos horas. O…

¿Me daría tiempo en un año? ¿Me daría tiempo en tres meses? ¿En un mes?

Un año parece un tiempo razonable. Si haces algo a la semana, un año es un tiempo suficiente como para ir acostumbrando el cuerpo a salidas a correr paulatinamente más completas. No más largas, sino que combinen potencia, larga duración o lo que se nos cruce en forma de plan, esquema de entrenamientos o grupo de amigos. En un año podemos dedicar tiempo, meses, a perder peso, fortalecer articulaciones, machacar el metabolismo.

Pero, reconozcámoslo. En estos tiempos ¿quién hace planes a tan largo plazo?

La idea probablemente te dura a fuego lento durante unos días. Miras el calendario y ves hacia donde va el calendario de los maratones más cercanos. O te invitan porque tienes la suerte de (a) trabajar (b) en un patrocinador o en sabe Dios qué  circunstancias te ves arrostrado a correr. Te dejas, quien no.

Miras y te quedan tres meses. Al pánico se le sucede la búsqueda en google. «Plan de preparación en x meses«. Cuidado con estos planes. Cuidado con todo (últimamente parezco un agente de seguros de vida, no hago más que recomendaros prudencia).

Tu preparación tiene que ir encaminada a estar en movimiento entre cuatro y seis horas. Ve con paciencia haciendo entrenamiento variado y que siempre te quedes con ganas de más. Un truco que uso en épocas de escasez de tiempo es (ya lo conté) dejar las ganas para el fin de semana. A dos meses vista de esa prueba grande, aumento la duración en horas de mi salida grande. No importa el ritmo ni la intensidad o el terreno; simplemente alargo media hora el asunto.

Yo seguiría unos pasos básicos. Para novatos o lanzados sin conocimiento.

1. Escoge debut teniendo en cuenta los cierres de control. Si vas apurado, que sepas que media hora más de cierre (p.ej. 6h en lugar de 5h30) te suponen un colchón de comodidad. Y el tráfico cortado y los servicios de la carrera disponibles para ti.

2. Trocea el maratón en secciones entre avituallamientos. Entrénalo así y practícalo en carrera. Cada 5km se puede y debe parar a beber, caminar 100m y estirar un poco. Si quieres, incluye algo de sólido. Un maratón de buenas a primeras puede ser una aventura suicida pero… ocho tramos de 5km… (borra esa sonrisa de la cara, esto sigue)

3. Deja la euforia para la PSP. Quédate atrás del pelotón de salida y comienza sumamente prudente. Si vas a respetar el punto anterior, los primeros tramos de 5km te sabrán a poco. Pero a mitad de carrera irás recogiendo cadáveres.

4. Sonríe. Es una fiesta. Han cortado la ciudad para ti y para tu entretenimiento. ¿Qué es eso de llevar la señal del guerrero trascendental en tu gesto?

Lo demás es de una importancia relativa. Ya te contarán los principios físicos del maratón: lo del muro, lo de estrenar o no ropa o calzado, lo de qué comer y qué beber… para eso hay tanta información como personas.

Si apostaste fuerte y estás decidido a meterle el diente a esta gran fiesta deportiva, ante todo, recuerda: correr es de cobardes. Aún estás a tiempo de retirarte de la apuesta.