Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

Entradas etiquetadas como ‘cable submarino’

¿Terror bajo las olas?

No hay prueba ninguna, hasta el momento, de que los cortes ocurridos en cables submarinos en Oriente Medio y sus proximidades en los últimos días sean deliberados. Pero según aumenta el número de averías, que ya pueden ser cinco, la concentración en tiempo y geografía hace más y más improbable que se trate de una simple agrupación estadística. Sí, es cierto que los cables submarinos tienen averías todo el tiempo; 50 en los que atraviesan el océano Atlántico sólo el año pasado. Por eso los constructores y reparadores de cables tienen buques especializados repartidos por el mundo, para atender cuanto antes a estas reparaciones y evitar la sangría multimillonaria que es un cable cortado. Pero a pesar de quienes quieren ver en estos cortes el preludio de un ataque estadounidense a Irán, hasta ahora la principal razón para que no se pusiera en marcha una guerra de corte de cables es el equilibrio del terror: como la guerra nuclear, el cortes de cables se sabe cómo empieza pero no cómo acaba, y todos los estados participantes salen perjudicados. Especialmente EE UU, situado en el centro de la red mundial de telecomunicaciones.

Los cables son tan vitales desde mediados del siglo XIX que cada gran guerra del siglo pasado comenzó con un episodio de corte hostil de cables. Los británicos incomunicaron Alemania al comenzar la Primera Guerra Mundial, y en represalia los alemanes enviaron al crucero Emden a atacar la crucial estación telegráfica de la Isla Dirección, en el archipiélago de Cocos (Keeling), en el Índico, dando lugar a una de las principales batallas navales de esa guerra en el área. Esa misma estación, clave para las comunicaciones entre Sudáfrica, la India, Singapur y Australia, estuvo a punto de ser silenciada durante la Segunda Guerra Mundial cuando nacionalistas indios, animados por los japoneses, se amotinaron contra los británicos. En tiempos de guerra el equilibrio del terror deja de tener importancia. Pero en tiempos de paz los daños a la industria y el comercio que podría provocar a cualquier estado moderno un corte masivo de telecomunicaciones serían incalculables. Y los satélites son marginales; más del 95% del tráfico de datos e Internet cruza los mares vía cables submarinos.

Aunque tal vez a donde habría que mirar no es a los estados, sino a otras entidades, interesadas en provocar el caos y sin intereses directos en los cables. Por ejemplo, organizaciones terroristas. Dañar un cable submarino en aguas someras no es tan difícil como parece: de hecho sus propietarios ofrecen todo tipo de información detallada sobre su paradero, para evitar los dos grandes peligros accidentales que acechan a la industria: los arrastreros y las anclas. Un grupo terrorista con acceso a media docena de pesqueros tripulados por gente sin miedo a ser atrapados podría organizar una buena en determinadas zonas donde los cables se concentran, como precisamente el Mar Rojo, Alejandría y la salida del Golfo Pérsico. Reparar cables cortados es un proceso complejo y caro (animación Flash), pero un corte masivo de comunicaciones entre continentes ciertamente provocaría considerable caos financiero, y terror. ¿Y no es precisamente ésto lo que buscan los terroristas? Tal vez los cables submarinos se conviertan en el futuro en blanco del terror, si es que no lo han sido ya.

Mapa (pdf) y animación Flash tomados de Alcatel-Lucent Submarine Networks. Postal con sellos de barcos cableros del archipiélago de Cocos (Keeling).

Una telaraña frágil

La pasada semana una avería afectó seriamente al tráfico de Internet de Oriente Medio e incluso más allá, al quedar cortados dos cables submarinos cerca de Alejandría, en Egipto. El incidente subraya la extrema fragilidad de la Telaraña Mundial; porque Internet funciona sobre todo a través de un puñado de cables submarinos como los que resultaron cortados. De hecho otros tres incidentes en el Golfo Pérsico (a miles de kilómetros de allí) han provocado preocupación sobre la posibilidad de un acto terrorista: los cables son un punto estratégico clave, y no muy difíciles de atacar. Al parecer los dos primeros resultaron cortados por el ancla de un barco en apuros durante una fuerte tormenta en el Mediterráneo; un accidente común para los cables submarinos en mares someros. Es posible que el tercer corte se deba al aparejo de un pesquero, también un riesgo clásico. Pero es cierto que la vulnerabilidad de los cables es alta, y un cable cortado genera consecuencias globales. Quizá en el futuro estos cables se conviertan en blanco terrorista. A pesar de sus redundancias, Internet es frágil.

El cuerpo de Internet

Melilla ha tenido la última semana una experiencia de primera mano de lo que ocurre cuando falla el cuerpo físico de Internet. Porque si la Red está hecha fundamentalmente de puro software en forma de protocolos TCP/IP, los lenguajes que permiten ‘hablar’ a los ordenadores, esas conversaciones se llevan a cabo en un soporte material: los centenares de cables submarinos que cruzan los océanos del mundo y transportan el tráfico de datos que constituye Internet. Uno de esos cables, el venerable Almería-Melilla, ha quedado cortado (¿un ancla, un aparejo de pesca?) y mientras las comunicaciones de voz fueron recuperadas con rapidez, para volver a tener Internet los melillenses han tenido que esperar a que llegase el buque cablero y completara el lento y trabajoso procedimiento de reparación.

Mapa de Telegeography Inc.

Internet cruza los mares y conecta continentes a velocidades de milisegundos gracias a esta aparentemente pedestre, pero en realidad muy sofisticada tecnología. Pocas ideas hay tan primitivas como la de transmitir información a través de un abismo haciendo cruzar un cable de uno a otro lado, pero hoy gracias a tecnologías como la fibra óptica, los repetidores láser y el multiplexado por colores se alcanzan velocidades de transmisión astronómicas, de hasta 80 canales de 10 gigabites por segundo por fibra en los cables más modernos. La idea de mandar un cable de una punta a otra del océano es simple, aunque su ejecución está lejos de serlo. Porque colocar un cable de centímetros de grosor en un lugar exacto del fondo del océano, a veces a kilómetros de profundidad y enterrado para protegerlo, y hacerlo a lo largo de miles de kilómetros de longitud es una verdadera hazaña de ingeniería como hay pocas. Esas hazañas son las que hacen posible que exista Internet, que si tiene un cuerpo es ése: la frágil telaraña que forman unos pocos centenares de cables en el fondo de los océanos.