Archivo de septiembre, 2022

Las traducciones de Félix Romeo (tercera parte)

Aquí puedes leer la primera parte y la segunda parte

Collages de Rosina Abós
Ilustraciones de Lina Vila
Recortes de Zona de Obras
gracias a Inés por la ayuda con el texto.

Ahora qué… ¿es este el mismo verano con el que soñaste, Félix? ¿y yo? El mío se empieza a parecer bastante al de una persona que no recuerdo haber sido... pero que me agrada. Es verano y escribo a pesar de los dolores y te encuentro en las palabras de otros. Te recupero en Natalia Ginzburg, te descubro en Ondjaki. Mientras busco en mi archivo, encuentro un libro que me pide reseñar Rubén para Zona de Obras. Se llama Todas nuestras maldiciones se cumplieron de Tamara Tenenbaum. Me doy cuenta de que he escrito mal el apellido y en el texto pone Ginzurg. No sé si me paso de listo, pero escribo: <> y pienso que podría valer también para Sagitario. Escribir sobre Ginzburg es absurdo, hay gente mucho más erudita que yo. Prefiero buscarte entre las fechas y las casualidades, en el terreno que he heredado. Compro la edición de Espasa el 26 de junio de 2020. Uno pocos días antes de terminar el curso 19-20. Es el de la Pandemia. Mi padre ha estado enfermo. Le han detectado una endocarditis. La misma enfermedad que Sergio.

Han pasado dos años y mi padre ha vuelto al hospital. Aquel verano fuimos a Soria toda la familia, mi hermana, su marido, mis padres, mi mujer… mi hijo. Estaba obsesionado con el viaje que hiciste con Ismael Grasa a Soria siguiendo los pasos de Peter Handke. Leí el artículo que apareció en Letras Libres y me compré en la librería Las Heras de Soria varios libros de Handke. Algunos todavía no los he leído. El día que compré por internet Sagitario también me hice con uno sobre la historia de la Vuelta Ciclista a España. La librería se llamaba El Sueño Escrito. Está en Villanueva del Camino, en Barcelona. Me costó todo quince euros.

«Aquel verano, en aquella casa rural cerca de Soria, leí a Umbral, Mariano Gistaín, Ramón Acín y dos libros de Ramón J. Sender, Imán y Mr Witt en el Cantón. Es mucha casualidad. Como estar en Soria. O cerca. Y encontrar el restaurante chino. Y no escribir sobre Sagitario».

Terminé de leer Sagitario el 20 de julio de 2020. Mañana hará dos años. Lo recuerdan las redes sociales. Pienso en tu obsesión por lo italiano, por Franco Battiato, Paolo Conte y los helados. La versión de Azzurro que hizo Ángel Petisme en la presentación de tu libro póstumo, que ya había grabado en Cierzo y en una sesión del Diario Pop de Jesús Ordovás en Radio 3. Me gustaría estar contigo y hablar de Fabrizio de André y de su disco Storia di un impiegato y las versiones de Leonard Cohen en italiano o de Lucio Battisti, incluso de Lorenzo Jovanotti.

«El libro que compré de segunda mano tiene una larguísima dedicatoria firmada por alguien el diez de enero de 2005. El que la escribe quiere que la destinataria y Natalia se hagan amigas en un futuro. Suena a amigo que desea algo más. Suena a que la cosa no funcionó en absoluto».

Sé que no estoy hablando del libro, ni de tu traducción. Hace unos meses, quizá ya un año, sí, un año ya, Acantilado reeditó el libro con otra traducción. Andrés Barba. No sé quién es. Cuando me enteré me supo un poco malo. Me enfadé en realidad. Pero luego, dándole vueltas, me he dado cuenta que eso hace todavía más única la edición que tengo.

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Las traducciones de Félix Romeo (segunda parte)

Collages de Rosina Abós
Ilustraciones de Lina Vila
Recortes de Zona de Obras
gracias a Inés por la ayuda con el texto.

La culpa de todo esto la tiene Fernando Sanmartín. Escribo sobre cosas que creo que le interesan. De esto estoy casi seguro. Estas páginas que escribo para él pero también para mí y, quizá para otros lectores, no son más que una sucesión de imágenes evocadoras, porque, si antes he dicho que los mejores libros son aquellos que te acompañan, también tienen que ser aquellos que te evocan otras historias, que son como ríos que se ven durante unos kilómetros para luego desaparecer con más fuerza o como un hilillo, de agua pero que tú, mientras lees, sabes que está allí, la historia, el escritor, las palabras. Por eso estas páginas son para Fernando porque es su libro el que me ha movido a este lugar donde les invita mi memoria o donde Fernando me anima a que vaya. Estoy en la repisa de las traducciones.

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Las traducciones de Félix Romeo (primera parte)

Collages de Rosina Abós
Ilustraciones de Lina Vila
Recortes de Zona de Obras
gracias a Inés por la ayuda con el texto.

Leyendo a Fernando Sanmartín, escribiendo sobre su dietario, doy vueltas y más vueltas sobre la traducción. Pienso en lo que deja el traductor en la obra traducida. Cuando murió Félix Romeo pasé mucho tiempo buscando los relatos que había dejado desperdigados por distintos libros colectivos. Cuando acabé de recopilar esas b-sides, esas caras b, algunos ensayos de lo que serían sus novelas, llegó la edición de Todos los besos del mundo, Xordica, con Eva Puyó seleccionando los textos. Algunos se quedaron fuera. En el fondo pienso que eso es mejor para sus amigos, para sus seguidores, que están allí esperando para ser leídos, coleccionados… y, cuando ya no había más cuentos, empecé con los prólogos. Si había un texto introductorio me lo compraba o lo regalaba: Empecé José Trigo de Fernando del Paso en una de esas horrendas ediciones que sacó el periódico El Mundo y le regalé La hierba amarga de Bárbara Mingo a mi madre por uno de sus cumpleaños. Creo que no le gustó mucho.

Siempre he pensado en esos libros traducidos, prologados, reseñados en revistas como una guía, como un almanaque que Félix me dejó a mí, al completista, al crío, al padre de familia…después me di cuenta de que el verdadero secreto, las frases de Félix se escondían entre las palabras traducidas. Están allí, esperándome para ser rescatados, clasificados, ordenados. Pensar, imaginar, que esos textos tienen algo de Félix. Mucho de Félix. Ese fue el camino, el poemario de José Viale, la novela de Natalia Ginzburg, los dos libros portugueses que tradujo para Xordica, el último, Trabajos forzados de Daría Galarreta, editado por Impedimenta. Comprados de segunda mano, buscados en Iberlibro, encontrados en Barbastro, en La Ibor, obligando a Chusé Raúl Usón a abrir las cajas de la falsa, escribiendo a los editores… pensando en Aloma y Dani, en Rodolfo y Mari, en Eva e Ismael, en sus figuras paternas, Antón, Fernando y Pepe. En Aloma y Dani, otra vez, hermanos, hermanicos. Con cariño y respeto, buceamos y amamos. Lee el resto de la entrada »

Jornadas poéticas en Gotor

Motel Margot se desplaza a GOTOR para leer unos poemas acompañado de amigos como Celia Carrasco y Nacho Escuín, invitados por el maestro Manuel Martínez Forega.

Algunas palabras sobre Selvación de Celia Carrasco Gil (Ediciones Torremozas, 2021) Premio Poesía Joven Gloria Fuertes

En la primera parte, en la llegada de la ciudad a los ojos de la poeta, ahí, en la Selvación está la ciudad mutante. Qué distancia existe entre tus palabras, Celia y otras que se ahogarán antes de llegar a la orilla de esta ciudad sin mar. Esta ciudad sin mar sigue sedienta. El gris del edificio es la selva y la turba ataca el tranvía. Volvemos al humus, el Humus de Víctor Mira, el Humus de Alfredo Saldaña, otra vez Alfredo, como entre los dedos de Ángel Gracia. Allí estuvo el que quiso escapar : <>. Trayecto de liana en liana, las mismas a las que uno se agarra para no caer con el frenazo de la vida. La ciudad que, cuando despierta, ya muestra la primera señal de putrefacción: << Más allá del mausoleo con propaganda inscrita que en las ciudades muertas rasca el cielo>>.

«Tras las ventanas, en el cierre de las persianas del crepúsculo, allí donde la única luz es la fosforescencia de la televisión, allí el poeta captura al resto de los habitantes, otros monstruos que en la lejanía de la luz verdadera se encuentran cómodos: << Es acaso enfrentándose a los monstruos de debajo de la cama>>».

Hay almas perdidas que ningún panteón puede contener: Ciudad, dios, caos, su dios, su ciudad… ¿Será tu Dios quien ordene todo este caos? No me hagas reír. Dices que tu ciudad al despertar ya da avisos de su hedor moribundo. ¿Será tu ciudad el espejo envejecido de la mía? ¿Y si fuera yo el reflejo miope de manos temblorosas? Volvía a la ciudad y la enfermedad lo había consumido todo. La muerte campaba después del toque de queda. Abracé a mi padre y a la morfina que se fundía para permitirme caminar. Quizá no esté muerta, quizá nunca conocimos a un virus imprudente: <>, qué sol es el que se amamanta del asfalto fundido o de los esputos de las calles más transitadas. ¿Son los hombres que solo son piel las flemas que la ciudad escupe, Celia? : <>. Como en el viaje a la Vía Láctea, los astronautas fuman un pitillo antes de subirse la última cremallera del traje, no saben si es el cigarrillo final, por eso lo saborean con parsimonia. El mismo hombre vacío, que solo es piel, que camina cubierto, así desprecias a su paso, así se desprende él en su camino: <<Que ya no es tan difícil la mudanza>> ¿De pies, escamas, cajas o amantes? ¿de calle, de ciudad, de estación o de parada?

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Algunas palabras sobre Retrato Underground de Lucy Sante (Libros del KO, 2022)

Hay un camino que lleva hasta el metro de Nueva York. Está lleno de pintadas de Basquiat y nadie usa chancletas por el frío y el peligro de las chutas. Todo está lleno de pintadas, es como el cuento de Clive Barker The Midnight Meat Train, que era nacido en Liverpool pero entendía Nueva York porque conocía su secreto. Más adelante os lo revelaré.

Aquí podéis escuchar algunas canciones que os acompañen durante la lectura del artículo

Escuchar dub y a Funkadelic, la guitarra de Richard Lloyd en garitos que, sobre el papel son basílicas, el maxi de 12 pulgadas de Dillinger cantando Cocaine in my brain, los sound system como atriles para los últimos poetas beatniks.

«Es Nueva York y hasta la lluvia es nutritiva y, si la destilas, te quedan un bebida rica en opiáceos. James Brown vendiendo en mercadillos de segunda mano los discos que le han quedado sin vender y el joven Grandmaster Flash desde Barbados hasta el Bronx comprándolos por un par de pavos, buscando una biblioteca de sueños de la que sacar samples de calidad».

Sonidos de bandas oscuras de la Motown que se deslizan en los sueños de directores sin futuro para ser soundtrack de películas que nunca serán filmadas. Patti Smith pidiéndole cuentas a Jesucristo por sus pecados y por los nuestros antes de retirarse a cuidar de sus hijos. Lucy Sante en los noventa, en el nuevo siglo, conserva recuerdos y fanzines, conserva cuadernos manuscritos donde escribía poemas sobre la línea melódica y psicótica de Sister Ray de The Velvet Underground.

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CANCIONES DE AMOR Y ODIO VOL 2 de Leone (Clifford Records, 2022)

Aunque uno ya conocía los sabores de coñac y frontera con el que Leone aliñan sus temas, empezar la escucha de este segundo volumen de Canciones de amor y odio, le viene a la cabeza la lectura del magnífico Malaventura de Fernando Navarro, editado por Impedimenta, al que vendría como anillo robado a dedo muerto estas canciones como banda sonora. Rama de un olivo, sabor al aceite agrio del opio de las buganvillas, la copla al modo de Rocío Márquez, incluso el Calamaro más castizo, de brebaje y malevaje, polvo del sur y polaroid de García-Álix. Un poco de pop californiano, sentido, en metal de la guitarra, se sienta el fantasma de Lee Hazlewood y le apaga el cigarrillo al pobre Nacho Vegas, que insiste vendiendo pescado pasado mientras encontramos un dueto, más cerca de San Sebastián que de Gijón. Grita fuerte mi corazón es más juntar a Ana Curra con Jaime Urrutia y medio tiempo con las velas a punto de apagarse.

José el Barquero es pariente rico de Joselito, volver al sonido de la bailanta eléctrica, un caronte de polvo y plata, rumba de sangre, percusión latina, los Panchos pasado de valium, El Pescadilla armado adentrándose en la noche del hawaiano. Un Joselito que se ha vuelto yonqui, como el mayor Tom, como el lobo López, de pescados y nudismo, siempre andan hambrientos. Volvemos con Fiebre del oro a la pesadez del pantano, como el monocromo de los Gun Club: somos caballos salvajes o es el caballo salvaje el que me cabalga a mí. Yo tenía un arma y Roy Orbison me enseñó a usarla. Roy estaba mudo porque los muertos saben enseñar a beber pero no a cantar.

Yo no tengo nada nos trae el recuerdo de aquel Corcobado y sus boleros enfermos de amor, que arrastraba las vocales como sustancias y un poco de fraseo del centro, con esa guitarra que abrasaba Rafa Domínguez cuando acompañaba a Bunbury y sus trajes rojos hechos a medida en Gazo. Sonar mexicano y sonar mala semilla a la vez no está a la altura de todo el mundo, con punteos que parecen costuras de un médico aliviando heridas que nunca se cierran.

Con Transparente he llegado a la fiesta de cumpleaños, al almuerzo desnudo y Lydia Lunch explicándole a Caléxico que se tienen que tomar en serio o tomarse dos gramos de ketamina. Un instrumental a lo Guadalupe Plata para abrir el apetito y terminar con una macarrada no-wave, de Alan Vega montado en un caballo sintético con todos los collares y las pulseras al viento. Psicobilly suicida que busca un agujero donde meterse, una procesión que seguir, un precepto que cumplir. En el motel tenemos sitio para todos los corazones arrancados frente a una luna a medio comer, los guardamos junto a las guitarras de diez dólares que le robamos al demonio del huracán que no nos deja dormir.

Un poco más festivo, algo de movimiento y de pulsar psicótico en Quiérete más que nos lleva a una exquisita versión de A ti del gran Joe Dassin, el dandy que fue capaz de hacer rumba con acento francés, entre Sr.Chinarro y Raphael, elemental demostración de buen gusto. La eternidad te atrapará que es lo que uno siempre espera, antes de abandonarse. El final, dos temas de corte a lo Stukas, a lo Zoquillos, como un Tom Waits con resaca y ganas de juguetear con miniaturas que quepan en una novela protagonizada por Philip Marlowe. Macarras con metales, los dejas, los pones y te queda el final Quiéreme más#2. ,mezcla del humus del Josele Santiago más tóxico y autocomplaciente, cuando los Enemigos habían cambiado Malasaña por Vigo y querían que les dejaran a sus chutas y a ellos en paz mientras pedían que les dejaran ver el amanecer en Samil.

Un disco exquisito, bien tocado, eterno, con sabor a clásico, sin caer en la imitación, pero teniendo muy claros sus referentes, portuarios, mediterráneos, rumba, tango y electricidad. Sigamos aplaudiendo a Leone y su buen gusto.

VIVELATINO 2022: Día 2 (Zaragoza, España)

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En la sala de prensa la situación bullía. Nadie sabía dónde paraba Camilo Lara. Llegó María Guadaña. Hubo risas. Cansancio acumulado. Pero todos estábamos esperando el momento del advenimiento de los Café Tacvba. Salgo caminando hacia el escenario. Paso del silencio y escucho cómo se engancha la magia de Esa luz nunca se acabará con A un minuto de ti. Mikel Erentxun, una estatura griega pulida por el tiempo, elige el repertorio con sabiduría. Él también está en la parte especial de nuestro corazón, marfil y hueso: hizo Cien gaviotas de Diego Vasallo (y Duncan Dhu, claro) y terminó con En algún lugar, también de su banda madre. La mejor manera de tomar el pulso a un recital es ver cómo la gente camina en busca de cerveza mientras canturrea el tema. Un aplauso para el viejo Mikel. Ojalá más como él.

Little Jesus suenan a electricidad, saben a pasión, se me acerca Alex Hyde, el cantante de Mister Hyde, la primera banda española que grabó “De música ligera” en un disco. Sabe dónde está el oro, en Colonia Roma y que hacer buena música pop en español es cuestión de simple esfuerzo y cuidado. Alex también canta muy bien por Morrissey y sabemos que después de Little Jesus llegará uno de sus apóstoles en la Tierra. El último tema de Little Jesus cuenta con Ximena Sariñana y hay algo de belleza en el aire. Como ozono antes de la tormenta.

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No me muevo del lugar. Todos los que me rodean, todos los que pasan, todo el mundo en realidad parece potenciales ladrones de sitio. No he esperado tantos años para ahora perderme, aunque sea una migaja del directo del IMS. A mi lado se colocan varios luchadores. Están preparados para el combate. Camilo, sombrero y poncho, un teclado que parece de juguete, un sampler repleto de piezas arqueológicas, sonidos kitchs, sonidos extraídos de discos de piedra o de hip-hop old skool. Todo junto. El gran bebedizo. Desde el primer momento nos lo exige todo: “Yo digo baila, tú dices dance”. Micrófono y brazos arriba, samplea en directo a Los Del Río, la trompeta es un arma cargada de pasado, la caja de ritmos una cuchilla que dispara amor. Suena México y suena de Piñata, el disco con el que Zona de Obras nos explicó cómo era eso de ser latino y jugar al corta y pega con elegancia, “Micrófono” con un flow a la altura de cualquier pelea de gallos. Salta y salta. Escucha discos de Café Tacvba, mira los Simpsons, guárdate a The Strokes donde te quepan. ¿Te acuerdas la primera vez que escuchaste “Escríbeme pronto”?

En la vida uno tiene que ser siempre elegante. Y Amaral lo fue. Más allá de todo lo que ha podido pasar en estas últimas décadas, la banda iba a estar en el escenario principal en el momento grande del festival. Ellos, Amaral, Juan y Eva, son tan grandes como Enrique. Amaral apareció en el escenario con teclista, corista, batería y bajo. Más Juan y Eva, claro. Un sonido perfecto, con especial hincapié en la madurez guitarrística de Juan Aguirre.

«Todos bromeamos con su parecido a The Edge. Pero va más allá de la estética. Una guitarra que, en su sencillez, con sus acordes invertidos, sin arabescos innecesarios, demuestran que es uno de los grandes. Uno de esos tipos que siguen y siguen estudiando para conseguir el punto exacto entre la experimentación y lo comercial. No sé si existe, pero está claro que él es que más se acerca».

Un repertorio para seguidores de su último material. Además de “Como hablar” de su segundo LP y temas de “Pájaros en la cabeza”... pocos clásicos. ¿Pero qué es un clásico para ti, Octavio, que te quedaste en 2011? Tú que te quedaste en 2011, que no conoces “Cuando sube la marea”, “Mares igual que tú”, “Revolución”, “Kamikaze” o “Salir corriendo”. Pero a mi alrededor la gente cantaba y yo iba con zapatos de padre, no con botas de terciopelo o pastillas para fotografiar el tiempo. Y no puedo olvidar cuando Eva, guitarra acústica en mano, mirando al Ebro con lágrimas en los ojos entonó, antes de atacar “Revolución”, aquello de “Si ya no puede ir peor/ haz un último esfuerzo/espera que sople el viento a favor/ya sólo puede ir mejor/y está cerca el momento/espera que sople el viento a favor”. No tengo mucho más que decir.

La banda que definió este VIVELATINO como tal fue, sin duda, Café Tacvba. Sentados en el Auditorio, veía el campo de flores mexicanas como una ola inmensa que se acercaba a besar el escenario, una y otra vez. El sonido de Meme con una simple melódica, la manera en la que Quique Rangel agarra ese contrabajo que parece traído de las estrellas o su hermano Joselo en la guitarra, con esa habilidad para hacer lo imposible sencillo… bailes y coreografías aparte. Había flores porque lo pedía el día, se hicieron el clásico de Jaime López “Chilanga banda”, con un fraseo ininteligible… No faltaron ni “Chica banda” o “El fin de la infancia” para recordar que la primera revolución fue a ritmo de SKA. Imagino que alguna lágrima se descargó con la interpretación de Meme del baladón “Eres”. Un momento mágico cuando Rubén Albarrán, atrapado entre el laberinto perdido de sus seudónimos, atacó “Déjate caer” de la banda chilena Los Tres. Para terminar con “El puñal y el corazón” y “El baile y el salón”. Café Tacvba es como una de esas novelas-río: aparecen en canciones de los demás, novelistas desconocidos usan sus letras para inspirarse, nadie sabe cuál es su estilo y nadie suena a Café Tacvba

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Confieso que llegué tarde a los Caligaris porque me quedé un rato metido en los sueños de Enrique Rangel. Sí, al acabar el bolo de los Café Tacvba un buen amigo me pasó la llave para acceder a la cabeza del guitarra de la banda. Él estaba en ese estado post-concierto, una especie de duermevela eufórica y desorientada y yo, yo estaba simplemente enmudecido, con las funciones vitales detenidas mientras asimilaba lo que había visto.

“La música es mi goce. Recrearla en cada lugar, en cada ciudad y cada escenario. Emoción. Hacer feliz a la gente” Yo rebusco en los rincones, cada esquina tiene una sorpresa escondida “Sé que hay un Café Tacvba guardado que todavía no hemos conocido. Somos una invención, una reinvención constante” ¿Hay alguien más? “Dentro de la banda hay espacios, el combo es un contraste, es valioso, satélites que se convierten en transportes de la vida y transportes que se convierten en satélites”

Y volvemos al hogar. Al escenario donde pasan las cosas que no iban a pasar nunca en Zaragoza. Antes saludo a Luis Lles, un hombre que lo sabe todo. Un hombre que disfruta con las partes más recónditas donde la cultura se manifiesta. Confiesa que la cumbia es el futuro, porque ya fue el pasado. Le abrazo. Uno ha aprendido tanto de maestros como él. Llego a los Caligaris y parece que la despedida a comenzado, pero es solo una broma. Cuento hasta once personas sobre el escenario. Detenidas, como unos payasos modernos, mimos del rock. Pero luego vuelven. Y sigue la fiesta. Es bailanta pura, el cuarteto cordobés que se une con las guitarras eléctricas.

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Caligaris es parte de ese engranaje de baile que va desde los primeros Fabulosos Cadillacs, la parte más festiva de la Bersuit y la joda de los Auténticos Decadentes. Y después de eso, ¿Qué? De fondo me llegan las guitarras de Leiva. Me cae bien. Me cae mejor él que sus canciones.

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Escucho las primeras canciones de Ximena Sariñana. Abre con el cantante de Little Jesus en la guitarra. Un poco de baile, todo naif, algo de camp. Mi hijo no duerme. Ana no duerme. Nadie duerme. Parpadeo, vuelvo a los veintidós. Coloco en el aparato de música de mis padres un mini-cd de Plan B. Narcotizado me enamoro de Victoria Abril, la banda, no la actriz. Se acaba el parpadeo. Ana se duerme, mi hijo está dormido. Tijuana queda tan lejos. Me pide que le ayude a buscar alguna sala para tocar en la ciudad. Esto nunca se acaba. Nadie quiere ser el que apaga la luz.

Fotos de los dos días de Ana Lacarta
Gracias a 20minutos, Zona de Obras, organización de VIVELATINO, Heraldo de Aragón y Pablo Ferrer

VIVELATINO 2022: Día 1 (Zaragoza, España)

Los acordes de “Bye, bye” el último éxito de los Babasónicos me avisa de que lo bueno acaba de empezar. Los Babasónicos en el mismo escenario donde tocaron Os Mutantes, Adrián Dargelos es carisma hecho cantante y, detrás Carca, con sus patillas infinitas, toca pandereta y guitarra hasta que introduce sus manos de gigante en un theremin. Se levanta el polvo de los fanáticos. Enseguida suenan “Los calientes” y “Putita”. Babasónicos nos llevaron de la mano cuando éramos jóvenes. Una elección exquisita de repertorio, de amor salvaje, desbocados y atemporales. La aristocracia de la música pop, capaces de pasar de la electricidad farragosa al disco y vender un bolero a ritmo de garage. “Irresponsables”, “Pendejo” o el doblete clásico de “Carismático” y “Yegua” que ya pinchábamos en el Candy Warhol de Zaragoza en el 2005.

Era VIVELATINO y en el escenario principal es el final del concierto de Coque Malla. Las pantallas muestran a un artista que no envejece. Coque ha publicado discos de carácter intimista, alejados del rock stoniano de su banda. Pero el sol empezaba a decaer y todos parecíamos bajos de azúcar marrón. Así que, como un niño travieso pregunta al público, ¿queréis una de Los Ronaldos? Pero solo una, nada más. Y acaba haciendo tres. Es el momento generacional. El primero del festival. Los que vivieron los noventa. “Por las noches”, “Adiós papá” y “Guárdalo”. Eso es dejar un buen sabor de boca.

En la vida hay que tomar decisiones. Mientras el mundo se dirigía a Mon Laferte yo caminaba con paso firme hacia el escenario VUSE -que acabó siendo mi favorito, por espacios, sonidos y propuestas-, para dejarme llevar por Centavrvs. ¿Por qué, Octavio? Porque yo voy al VIVELATINO a degustar buena cumbia, a hipnotizarme con la sangre del volcán y eso, eso solo me lo dan los Centavrus: revolución mexicana con beats en vez de cañonazos. Arremango de bajo y teclados, bailanta mántrica, voces mínimas, Esquivel y soplidos de dioses faltos de adoración. Sonaron orgánicos, sonó “El efecto” y “Levante la mano”.

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Volver a ver a los Aterciopelados es como encontrarse contigo mismo cinco, diez, quince años después. O un día. O Un simple parpadeo. El sonido es perfecto. Guitarra, bajo y batería. No hace falta más. Todo está lleno de música y amor. Una buenísima elección de repertorio: Abrir con “Cosita Seria” y hacer “El estuche”, “Maligno”, “Baracunata” o “El álbum” son clásicos de la gente. Aterciopelados es, quizá, la banda más conocida por el público europeo y español de toda Latinoamérica. Y la más adorada por la gente de Zaragoza. Cuando comienza el enlace final de “Florecita rockera” y “Bolero falaz” entre el público mi memoria, mi historia, salta sobre mí haciendo un pogo y lo abrazo. Pienso en mi hijo y deseo que algún día sea tan feliz como yo viendo un concierto de Aterciopelados con sus amigos.

Después de Aterciopelados toca correr hacia el escenario Ámbar. Habían empezado León Benavente, se escuchaba “Estado provisional” de su primer disco. Todo era como un mar rojo, más parecido a la sangre que al vino. Una escenografía que tenía algo de robótico hasta que Abraham Boba fue encendiéndose. Coger velocidad sin química: el temblor sintético, los animales salvajes que montan una estampida (“Disparando a los caballos”), a baile de San Vito, pieles arrancadas (GLORIA), pinturas negras de Goya (“Ser brigada”), remedos de los Stooges pasados por los sintetizadores de Alan Vega (TIPO D) y el recitado macarra (“Ayer salí”). Leon Benavente merece un visionado completo. Eso está claro. Si hay una banda exportable a Latinoamérica, son ellos: saben juntar los dientes rotos del bolero con la electricidad enferma de la no-wave. La parte más oscura del DF, los clubes del conurbano bonaerense, el circuito que dejó sembrado Buitrago en Bogotá… todos saben que allí el alimento es abundante.

Mis ojos se cierran. Esa noche soñaré con Morrissey. Soñaré con él porque Mikel y Camilo estará el día siguiente en los escenarios.

Algunas palabras sobre Tristán, la ética del monstruo de Javier Romero Collazos (Editorial Pregunta, 2022)

Javier Romero es periodista y amante de la canción pop. Sus relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios, en ellos esconde guiños solo para los más selectos apasionados de la cultura popular. Por eso con su Tristán el salto es cualitativo: sigue siendo cómplice en gustos pero ha demostrado a sus lectores su capacidad como narrador. Un golpe de derecha, otro de izquierda, y la boca con sabor a sangre y el rostro cubierto de lágrimas.

«Tristán lo tiene todo: es una novela con regusto generacional, tiene elementos de terror, de romanticismo puro -o de romanticismo terrorífico-, sabe gestionar la localización para llevarnos a un mundo de promesas incumplidas, el paisaje rural, la vida en los pueblos, sin resultar forzado y, además, la radio suena con una selección de temas que siguen poniendo la piel de gallina».

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