A finales del siglo XIX todavía se pensaba que el cine era una simple curiosidad y no se tenía todavía la idea que pudiera convertirse en un auténtico espectáculo de masas. De hecho el propio Louis Lumière se negó a venderle un cinematógrafo a Méliès, ya que no lo consideraba algo rentable. En paralelo a los inicios de la industria cinematográfica, fueron apareciendo los primeros estudios de rodaje.
Sin embargo, ya entrado el siglo XX, esa curiosidad de las primeras imágenes en movimiento se fue convirtiendo en un gran negocio. Un buen ejemplo de ello es el nacimiento de Hollywood, en un lugar por entonces inhóspito como era la Costa Este de los Estados Unidos, y de paso lograban escapar de Thomas Alva Edison, el señor de las patentes (podéis ver el artículo ‘Un uburbio llamado Hollywood’).
El primer estudio que se construyó fue el Black María de Edison, situado en Nueva Jersey en 1893, del que ya os contamos aquí. El propio Edison pronto se dio cuenta se le quedaba pequeño y se trasladaron a la ciudad de Nueva York, era 1908, creando un estudio mucho más grande y llevando también todas las oficinas de la productora.
En 1895 construyó su estudio la Biograph (por entonces se llamaba American Mutoscope and Biograph Company). Era similar al Black María de Edison pues ambos fueron diseñados por William Dickson (también disponía de un sistema giratorio para perseguir la luz del sol). La llegada a la compañía de D. W. Griffith fue un impulso notable y en 1918 construyeron otro estudio mucho más moderno en el barrio neoyorquino del Bronx.
La Vitagraph nació de la mano de James Stuart Blackton y Albert Smith pocos años antes de entrar en el siglo XX. De primeras con un pequeño estudio en los tejados de un edificio de Manhattan, que al poco tiempo cambiaron por uno mayor en Long Island, ambos en Nueva York.
La Kalem había salido a rodar fuera de los estudios como vimos en ‘Kalem, la compañía pionera de rodajes en exteriores y escenarios naturales‘. Aún así mantuvo estudios permanentes en lugares como California o Florida.
La Pathé de los hermanos Charles y Henry, cogieron en Francia el testigo del gran Méliès, industrializando el cine y creando su primer estudio en Vincennes, Francia, en 1902 (más tarde hablaremos de los estudios europeos). Pronto dieron el salto a la industria norteamericana y construyeron un primer estudio en 1910. Pocos años después ya se habían extendido por Estados Unidos con nuevos estudios en la ciudad de Jersey. Pronto el estado de Nueva Jersey se convirtió en el epicentro de la industria.
La Fox tuvo grandes problemas con las patentes de Edison. Inicialmente su dueño se dedicó solo a la proyección en salas en la Costa Este, pero decidió crear su propia productora (sobre todo porque el grupo de Edison le negaba las películas) y así nació su primer estudio en 1915, formado por dos grandes platós.
El Coronel William Selig había creado la compañía Selig Polyscope Film en 1896 con sede en Chicago. El estudio era muy extenso y mezclaba edificios de rodaje con un set para tomas en el exterior, que incluía un lago y una montaña artificial e incluso un zoo para rodar con animales. En 1907 envió a uno de sus directores a California y, dos años después, terminó construyendo el primer estudio permanente en Los Ángeles.
Todos los que hemos visto hasta ahora fueron estudios construidos en Estados Unidos. Muchos de ellos fueron efímeros, como los creados en los tejados de Manhattan o incluso el Black María de Edison. Por eso se considera Francia como la pionera en la construcción de un estudio realmente profesional de la industria. Fue en 1897 y llevaba el sello del mago de la ciencia ficción, Georges Méliès. Transformó un invernadero de su propio jardín en su casa de Montreuil, en un increíble y luminoso estudio de 17 metros de largo por 6 de ancho. Apenas tres años después tuvo que ampliarlo debido a sus necesidades, como por ejemplo para rodar su famosa Viaje a la luna (1902). Como hemos comentado, los hermanos Pathé siguieron la estela de Méliès y crearon el suyo en Vincennes cinco años después. Solo 14 años más tarde de su estudio-invernadero, la Pathé adquiría todos los derechos de sus cintas. La industria se imponía al artesano del cine, como podéis ver en ‘Méliès, el mago que inventó el cine de ciencia ficción’.
Todavía no había llegado el siglo XX a las Islas Británicas cuando el pionero Cecil Hepworth había convertido el cobertizo de su jardín en un primigenio estudio. Al mismo tiempo surgió el más legendario de Gran Bretaña, el de Robert W. Paul en la calle Sydney de Londres, un pequeño escenario de madera que se levantaba del suelo (generalmente los estudios ingleses tenían esa particularidad), con cristales y puertas correderas. Algunos de estos pioneros británicos lograron saltarse las patentes y poner en marcha el cine británico (podéis ver ‘Cómo los primeros pioneros británicos del cine se saltaron las patentes de Edison’).
¿Te ha gustado el artículo? Quizá te interese alguno más relacionado con los pioneros del cine: