Seguro que todos conocen un canal de televisión infantil llamado Nickelodeon, que lleva funcionando desde finales de los años 70. Sin embargo lo que seguro que muchos desconocen es que los verdaderos nickelodeons surgieron hace más de un siglo en los inicios del cine. Vamos a conocerlos.
Esta es de las partes del cine de la que más me gusta escribir, su historia, sus difíciles inicios y cómo fue surgiendo casi de la nada hasta convertirse en el fenómeno de masas que es hoy en día. Pero a finales del siglo XIX el cine era aún algo por explorar, casi de frikis, o al menos eso debieron pensar los Hermanos Lumière que nunca creyeron en su utilidad a largo plazo.
En los primeros años las sencillas películas de las que ya hemos hablado, producidas principalmente bajo amparo de los Lumière o Edison, se exhibían en ferias, mercados o en los penny arcades (una especie de local de atracciones). Aún no tenían lugares fijos de exhibición donde el público pudiera disfrutar del séptimo arte (que ni siquiera Canudo lo había definido aún así).
A principios del siglo XX, el cine fue superando su estigma de algo novedoso y exótico y pasó a asentarse como una industria con enorme futuro. Se sustituyó la venta de películas por el alquiler, haciendo más accesible las exhibiciones y sobre todo la variedad, algo que enseguida atrajo al gran público. Este cambio de negocio se le ocurrió a Jesse L. Lasky, un antiguo buscador de oro. Nacían las nickelodeons.
Estos locales fueron bautizados como nickelodeons por el precio de su entrada y la palabra griega odeón, una especie de teatro para espectáculos musicales. Costaban cinco centavos de dólar, y a esas monedas se las llamada un nickel. Aunque este fue el nombre más extendido, recibieron otros dependiendo del circuito en que se movían, como nicolets, nicolettes, etc.
A partir de 1907 se multiplicaron por cientos hasta el punto que estancos, restaurantes o casas de empeños fueron transformadas en nickelodeons, tratando de imitar en la decoración a los teatros de variedades.
Los espectáculos de las nickelodeons solían incluir un programa de una hora y se cambiaban a diario. Un pianista animaba las proyecciones, que no podemos olvidar que aún eran mudas, aunque muchas veces también se incluían otros espectáculos como cabarets, musicales o incluso linternas mágicas (por si no os acordáis, aquí hablamos de ellas: ‘La linterna mágica el cine del siglo XVII’) .
La mayoría de los grandes de la industria comenzaron regentado alguna de estas modestas salas. Así encontramos casos como Adolph Zukor, fundador de la Paramount, que tuvo una sala nickelodeon en Nueva York en 1903 o Carl Laemmle, que crearía la Universal, que hizo lo propio tres años más tarde en Chicago. De igual manera comenzaron los hermanos Warner o William Fox.
Pero no todo fue de color de rosa en este floreciente negocio de exhibición. Pronto se topó con el poderoso señor de la patentes, Thomas Alva Edison.
La liga puritana y sobre todos sus abogados, trataron de torpedear estas salas logrando cerrarlas por cientos. Esta presión legal sobre los (aún) pequeños empresarios y productores independientes motivaría su huida a la costa oeste. Esta nueva ubicación en la zona de Los Ángeles, y cercana a México por si había que huir, sería el nacimiento de Holllywood, como ya os contamos en ‘Un suburbio llamado Hollywood‘.
La mayoría de los grandes productores comenzaron con salas nickelodeons, como Zukkor (Paramount), Laemmle (Universal), hermanos Warner (Warner Bros) o William Fox (Fox)
La existencia de este tipo de salas fue efímera, poco más que una década. Pronto los nombres que comenzaban a destacar como Zukor, vieron que las nickelodeons se quedaban pequeñas y fueron adoptando circuitos de grandes salas de exhibición, a la par que nacían muchas de las grandes productoras de hoy. La Paramount de Zukor llegó a disponer de unas 5.000 de estas nuevas salas por todo el país. El cine se había convertido en un arte de masas, tal y como lo es hoy en día.
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