Siempre que hablamos de las películas históricas basadas en el Mundo Antiguo aparecen los péplum, también llamados películas de «espada y sandalia» o simplemente «las de romanos» (aunque no eran solo de romanos, ojo). Ya hemos hablado otras veces de estas producciones, principalmente italianas, que tuvieron su edad dorada entre los años 1958 y 1965. Sin embargo las películas históricas siempre fueron fuente de inspiración, ya desde los inicios del cine.
En 1913 aún faltaba más de una década para el cine sonoro (o hablado), por eso es sorprendente el buen número de estas cintas, hasta cinco, que surgieron de historias basadas en el mundo romano de hace dos mil años. Un número realmente considerable en aquellos tiempos y más cuando la industria todavía llevaba pañales.
Lo más destacado vino de la mano de Enrico Guazzoni, que ofreció dos títulos aquel año. El primero se trata de una de las producciones más importantes de estos primeros años del siglo XX, Quo Vadis? Aunque la película se realizó en 1912, no llegó a los cines hasta marzo de 1913 y por eso la incluimos. Es una de las primeras superproducciones de la historia y contó con unos medios espectaculares para la época, como por ejemplo con cerca de 5.000 extras.
La otra producción de Guazzoni fue Marco Antonio y Cleopatra, que muestra el romance vivido entre el que fuera la mano derecha de Julio César y la última faraona de los descendientes de los Ptolomeos. Está basada, como tantas otras, en escritos de Shakespeare, que a su vez se inspiró en La vida de Antonio de Plutarco y en el poema Cleopatra de Pietro Cossa.
Uno de los temas preferidos del año fue la histórica erupción de Vesubio, pues se realizaron dos películas sobre la desgracia que cayó sobre Pompeya y Herculano. Y fue no por casualidad, ya el tema venía avalado por el gran éxito cosechado por la versión de Luigi Maggi de 1908, que fue el primer gran éxito de muchos de la industria italiana y el comienzo del cine épico que conocemos hoy en día. Esta historia ya había tenido una primera versión en 1900, la del británico William Paul.
Atraídos por el éxito de Maggi, hasta tres versiones se anunciaron para 1913, todas ellas italianas y mismo título, Los últimos días de Pompeya. La primera de la productora Ambrosio (la misma que la versión de 1908), dirigida por Eleuterio Rodolfi y Mario Caserini. Otra versión fue la producida por Pasquali bajo la dirección de Ubaldo Maria Del Colle y Giovanni Enrico Vidali. Aún hubo una tercera de la productora romana La Gloria, que finalmente no llegó a ver la luz.
Ambas producciones se basaban (como la versión de 1908) en la novela homónima de Edward George Bulwer-Lytton, que nos muestra una ciudad que disfrutaba de los placeres en aquel año 79, ajena a todo lo que se les avecinaba.
Lo curioso de ambas producciones era que compartían el mismo título, que a su vez era el de la versión de Maggi (no eran demasiado originales, la verdad). En Italia, como se anticipó por poco la versión de Ambrosio, la de Pasquali tuvo que hacer una ligera modificación en el título, que fue Jone ovvero gli ultimi giorni di Pompei (Jone, es decir los últimos días de Pompeya). No sucedió lo mismo en España, por lo que podemos imaginar las confusiones en los cines.
El éxito de las cintas fue tal que un distribuidor norteamericano creó Pompei Film Company y realizó a finales de 1913 una nueva versión ¿adivináis el nombre? Exactamente, Los últimos días de Pompeya, que en realidad era un corta pega de secuencias ambas producciones y de otras películas anteriores.
La última producción del fructífero año que vamos a comentar es Espartaco, dirigida por Giovanni Enrico Vidali y sin duda la de argumento más disparatado. En teoría narra la vida del gladiador que lideró la revuelta de los esclavos contra el poder de Roma en el año 73 a.C. (La tercera guerra servil). La historia es un auténtico disparate, donde cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Introduce primero el amor de Espartaco (interpretado por Mario Guaita-Ausonia) con la hija de Craso. Después los gladiadores vencen a las tropas de Craso y entran victoriosos en Roma (¡habéis leído bien!). Pero Espartaco es traicionado por un compañero, tema que se se aclara justo antes de ser comida de los leones. Y claro, el otrora gran revolucionario vive el resto de sus días en la Ciudad Eterna con su amada.
¿Te ha gustado el artículo? Quizá te interese alguno de estos artículos: