Goldman Sachs is not an after shave Goldman Sachs is not an after shave

Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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¿Qué supone la victoria de Trump para Oriente Medio?

Donald Trump en un mítin durante las primarias republicanas el pasado mes de abril / Justin Lane (EFE)

Donald Trump en un mítin durante las primarias republicanas el pasado mes de abril / Justin Lane (EFE)

«Prohibiremos la entrada de musulmanes en nuestro país» fue una de las frases destacadas de Trump durante la campaña electoral en Estados Unidos. Con semejante carta de presentación, si una zona del mundo recibe con precaución el resultado de los comicios esa es Oriente Medio y el resto del mundo árabe y musulmán. Desde la guerra de Siria a la situación de Israel, después de una etapa en la que la presidencia de Obama «se olvidó» -porque aunque no haya sido decisivo, la ayuda militar a Israel bajo su mandado ha batido el récord– de esta parte del mundo, se abre un nuevo futuro. Lee el resto de la entrada »

Es argentina pero no puede salir de Egipto porque su marido no le da el divorcio

Intentó separarse de él porque sufre violencia desde hace 10 años. Sus hijas no quieren estar con ella y la catalogan como «satanás». Mientras tanto, la Embajada Argentina interviene en un caso de machismo y privación de la libertad. «El marido acá es dueño de la esposa», cuenta Carolina, la mujer que protagoniza este calvario.

Carolina, en tiempos más felices. Fuente: Whatsapp

Carolina, en tiempos más felices. Fuente: Whatsapp

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Ni primavera ni árabe

Las revueltas árabes de hace un lustro han quedado eclipsadas por la inestabilidad y el terrorismo de ISIS / AK Rockefeller - FLICKR

Las revueltas árabes de hace un lustro han quedado eclipsadas por la inestabilidad y el terrorismo de ISIS / AK Rockefeller – FLICKR

En el quinto aniversario de aquel fenómeno llamado primavera árabe, poco hay que celebrar en los países que más intensamente la vivieron, como es el caso de Túnez, Egipto o Siria. Más bien todo lo contrario, ya que la inestabilidad política y la crisis económica, unidos inevitablemente al azote del yihadismo, hacen que el término primavera árabe sea visto por muchos como mero márketing asignado a un proyecto fallido. La revolución iniciada en Túnez con la inmolación de un joven vendedor de fruta no fue primavera, como tampoco fue exclusivamente árabe. Lo que está ocurriendo en Siria es una guerra civil -y casi mundial- que empezó en forma de rebelión social, salpicada por las revueltas de 2011 en el norte de África, y es hoy el epicentro de un conflicto bélico y una enorme crisis humanitaria en todo Oriente Medio.

El caso de Túnez

El proceso tunecino parecía el único que iba a conseguir ver la luz. No era extraño, con una sociedad diversa pero una profunda conciencia laica. Derrocaron al dictador Ben Ali, abrieron un proceso de transición democrática, cambiaron su Constitución y celebraron elecciones libres que consiguieron, finalmente, integrar a una diversidad de formaciones políticas, incluida la islamista Ennahda, en la gobernabilidad del país. Aunque no sin esfuerzo y tropiezos en el camino, como fue el asesinato en 2013 del activista de izquierdas Chokri Bel Aid.

Cuando parecía que por fin las aguas se encauzaban en Túnez, el yihadismo irrumpió con fuerza atentando contra uno de los principales motores de su economía: el turismo. En marzo del año pasado, al menos 17 turistas y varios policías murieron en un atentado en el centro de la capital. La dimensión del problema es grande ya que, según las autoridades del país, unos 3.000 tunecinos se unieron a la lucha armada en Irak y Siria y, de éstos, cerca del 80% se habrían unido a Estado Islámico.

Los tunecinos consiguieron iniciar un período de transición democrática / Amine GHRABI - FLICKR

Los tunecinos consiguieron iniciar un período de transición democrática / Amine GHRABI – FLICKR

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Vender armas, cerrar fronteras

Patrulla española en la capital de Bagdis (Qala i Nau) / Flickr Commons

Patrulla española en la capital de la provincia afgana de Badghis, Qala i Naw / Flickr Commons

Vender armas a países en conflicto y mostrarse reacio a acoger refugiados ha convertido a los gobiernos europeos en una injusta contradicción. La explicación es fácil: les dan motivos para querer huir, y luego les dicen que aquí no pueden entrar. «No es nuestro problema», piensan algunos en Hungría o Reino Unido. Pero los datos oficiales demuestran que sí lo es. En España, las organizaciones Amnistía Internacional, Oxfam Intermón, Greenpeace y FundiPau acaban de denunciar que las exportaciones de armas han aumentado un 50,50%, y las autorizaciones de las mismas un 36,78%, durante lo que va de legislatura (2011-2014), en relación con la anterior (de 2008 a 2011). Así se refleja en su informe Armas «Marca España»: más vale prevenir que matar, donde analizan los datos oficiales sobre venta de armamento a países extranjeros como Yemen, Irak, Colombia o Ucrania.

En términos absolutos, en 2014 las autorizaciones de exportación de armas del Gobierno español ascendieron a 16.824,6 millones de euros, y el volumen de las exportaciones realizadas rebasó los 9.702,81 millones. Entre 2008 y 2011, sin embargo, éstas habían sido de 12.300,29 y 6.446,87 millones, respectivamente. Las organizaciones no dejan de recordar que esta cifra se ha multiplicado por 10 en los últimos años y que la venta de armas desde España no para de crecer.

¿A dónde se destinó el armamento?

Entre otros objetivos, las armas enviadas por España a Arabia Saudí podrían haber ido a parar a manos de la coalición de este país que comenzó a bombardear a los rebeldes de Yemen hace unos meses. Pero existe una gran incerteza, por lo que las organizaciones denuncian que los datos gubernamentales no revelan si el armamento ha sido utilizado en esos ataques aéreos contra los rebeldes yemeníes. De ser así, España habría armado a un país del golfo pérsico de tendencia suní para poner freno a una rebelión chií que, cabe recordar, está siendo duramente masacrada por Estado Islámico en todo el mundo musulmán.

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El paripé egipcio

El mandatario egipcio, Abdelfatah Al Sisi, con el ministro español de Exteriores, José Manuel G. Margallo / EFE

El mandatario egipcio, Abdelfatah Al Sisi, con el ministro español de Exteriores, José Manuel G. Margallo / EFE

Cada vez son más las voces que denuncian que Egipto ha vuelto a ser una dictadura. Y sí, si analizamos un poco la situación del país árabe veremos que vuelve a estar gobernado por el Ejército y que ni siquiera ha cambiado el color de mando. El mariscal Abdelfatah Al Sisi no es más que un recambio de la era de Hosni Mubarak, como muchos egipcios y analistas internacionales advierten. Si somos muchos los que insistimos en no llamar «primavera árabe» a aquellas revueltas populares iniciadas en 2011 es porque, excepto la tunecina -aunque también están teniendo lo suyo con los atentados terroristas-, todas acabaron frustradas por el autoritarismo, el fanatismo religioso o el caos.

A los europeos nos han colado una nueva dictadura en el mundo árabe sin que nos diera tiempo a reaccionar, de la noche a la mañana y en forma de golpe de estado disfrazado de libertad. A los egipcios, que sí reaccionaron, la confusión ante un gobierno débil e ineficaz de los Hermanos Musulmanes sumada a la dura represión en las calles les ha conducido a una nueva dictadura militar cuyos partidarios son los mismos que aupaban a Mubarak en el pasado, y cuyos detractores ven con impotencia cómo se va deshaciendo el camino que tanto costó construir.

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«Con Mursi había una democracia imperfecta, ahora hay una dictadura muy dura»

foto-perfil

Ricard González en una imagen en su blog personal Mosaic Oriental / Ricard González

Ricard González llegó al Cairo (Egipto) en 2011, en un momento de bullicio, de cambios, había triunfado la revolución de la calle y parecía que se iba desmoronar el régimen de dictadura militar que llevaba gobernando en este país más de 50 años. En estos cuatro años, ha cubierto para medios como El País o los catalanes Rac 1 y Ara las primeras elecciones libres, el ascenso y caída de los Hermanos Musulmanes liderados por Mohamed Mursi; y la instauración de otra dictadura militar, ahora gobernada por Abdelfattá al Sisi. Como el mismo relata en su blog, en junio las autoridades españolas le advirtieron que las egipcias lo querían arrestar y procesar, por eso, decidió abandonar el país. Hoy con Ricard González hablaremos sobre la actual situación que se vive en Egipto y cómo es ser periodista ahí.

¿Cómo era el Egipto que te encontraste cuando llegaste?

Era el Egipto de la ilusión con respecto al futuro, el momento de la transición. En ese entonces, ya se veía que sería complicada, que no todo iba a ser un camino de rosas, porque los militares no querían dejar el poder e incluso los más escépticos pensaban que no iban a cederlo.

Y el Egipto de ahora.

Es un país polarizado, donde hay odio entre la gente de los diferentes partidos, especialmente, entre los seguidores del gobierno y de los Hermanos Musulmanes. Es agobiante, se vive con la idea de la conspiración constante y de la amenaza terrorista. Es un país triste. Según un ranking mundial es uno de los países donde más se ha incrementado el índice de infelicidad en los últimos años juntamente con Siria.

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Mubarak is back

Hosni Mubarak, cada vez más cerca de la excarcelación tras haber sido revocada su condena / EFE

Hosni Mubarak, cada vez más cerca de la excarcelación tras haber sido revocada su condena / EFE

Hosni Mubarak ha vuelto y, por lo que parece, para quedarse. El que fuera dictador en Egipto durante treinta años y posteriormente derrocado por las revueltas árabes está a punto de salir de su arresto domiciliario. Su manifiesto respaldo al actual dirigente egipcio, el militar Abdelfatah Al-Sisi, demuestra que en Egipto no sólo no ha llegado el cambio, sino que la senda Mubarak continúa. La sombra del dictador, que siempre ha estado presente durante el período de transición democrática en Egipto, se ha traducido en un nuevo gobierno militar de otro golpista quien, si bien fue legitimado por las urnas en 2013, está violando con sus políticas la libertad y los Derechos Humanos. Mientras, Mohamed Mursi, el único gobernante elegido en un contexto plenamente democrático en la historia de Egipto, ha sido condenado a muerte por el Tribunal Penal de El Cairo.

Es importante recordar que la dictadura de Mubarak estuvo marcada por la falta de libertades y una fuerte presencia militar en todo Egipto. Por ello, el estallido de las revueltas en Túnez tuvo un importante efecto contagio en los egipcios, cansados de la corrupción y el autoritarismo del régimen. Esa lucha desembocó en las primeras elecciones democráticas en el país, que dieron como resultado la victoria de los Hermanos Musulmanes, un partido prohibido hasta el momento por su política islamista.

La legalización de los Hermanos fue una medida histórica, ampliamente aplaudida por sectores internacionales de diversa índole, y la victoria les fue dada por las gentes más humildes del Egipto rural, que sin duda representan al grueso de la población. Sin embargo, la escasa capacidad del gobierno de Mohamed Mursi para tirar el país adelante y solventar la crisis económica, sumado a la adversidad de los sectores más laicos y del sector pro Mubarak, restableció el caos en las calles con escenas de violencia y represión policial. Los militares, bajo las órdenes de Al-Sisi, volvieron a apropiarse por la fuerza del gobierno del país, y el golpista consiguió hacerse con la victoria en las urnas. Desde entonces, los Hermanos Musulmanes no sólo están siendo perseguidos, sino que hace dos días el propio Mursi fue condenado a muerte.

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De qué hablamos cuando hablamos de yihadismo

Un ciudadano francés pasa por delante de una pintada islamófoba en una mezquita en Sant-Etienne, en 2010/ GTRES

Un ciudadano francés pasa por delante de una pintada islamófoba en una mezquita en Sant-Etienne, en 2010/ GTRES

Es la palabra estrella en la prensa internacional: yihadismo. Nuestros líderes políticos nos alertan de que el islamismo radical está presente en Europa, y tienen razón. Cuando nos mienten es al señalar con el dedo, siempre apuntando hacia Oriente Medio y la inmigración, pero sin decir demasiado sobre lo que está pasando en Libia, Egipto o el desierto de Argelia. No hablan de sus cuentas pendientes con el mundo árabe e islámico ni de su responsabilidad en el repunte del terrorismo, simplemente porque el ser humano siempre se resiste a asumir su culpa (especialmente cuando sabe que la tiene). Existe mucha información sobre la llegada del terrorismo islámico y una falta de incidencia respecto a dónde y cómo se forman los yihadistas.

El estallido de las revueltas árabes a finales de 2010 puso en evidencia el apoyo de Occidente a las dictaduras (¡pero si eran dictadores!) de Egipto, Túnez o Libia. Cuatro años después, continúan respaldando a un golpista que se ha convertido en el presidente egipcio, dado que es un fuerte aliado contra el terrorismo yihadista. Por no hablar de Siria, con cuyo presidente han llegado a entenderse -contra todo pronóstico- para luchar contra Estado Islámico, aunque los crímenes de Al Assad contra la población civil continúan. Pero ya han dejado de ocupar portadas. Este apoyo de la vergüenza también es incondicional para el régimen disfrazado de democracia de Marruecos, radicalmente represor con los inmigrantes, los opositores y el pueblo saharaui, y que alberga una de las «fábricas de radicales» que van y vienen de Siria; y para la monarquía de Arabia Saudí, otro nido de yihadistas cuyo régimen, además, aspira a liderar la hegemonía islamista de la corriente suní en todo Oriente Medio y rivaliza por ello con Irán. Otro punto de entendimiento con Occidente.

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Otra dictadura silenciada

Por Cláudia Morán

Londres acogió una protesta de apoyo al golpista Al Sisi el pasado agosto / Snapperjack - Flickr

Londres acogió una protesta de apoyo al golpista Al Sisi el pasado agosto / Snapperjack – Flickr

En el tercer aniversario de las revueltas árabes, para los egipcios reina la impotencia. La revolución egipcia se ha convertido en un pequeño fragmento de la historia entre dos dictaduras con el beneplácito internacional. Porque legitimar una dictadura no es solo apoyarla, sino también observarla y guardar silencio. Como ocurrió en su momento con Hosni Mubarak y como está ocurriendo ahora con el militar Abdel Fatah al Sisi. Periodistas y simpatizantes de los Hermanos Musulmanes están siendo detenidos y procesados, por no hablar de los 528 condenados a muerte por su simpatía con los Hermanos.

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Donde el periodismo es terrorismo

Por Cláudia Morán

El periodismo no es un delito y eso es algo que nadie se atreve a contradecir de manera oficial. Pero, ¿y si un país decidiera perseguir la libertad de expresión de los periodistas bajo el argumento de «proteger la seguridad del país»? Eso es exactamente lo que está ocurriendo en Egipto. Desde la destitución de Mohamed Morsi al frente del gobierno por el golpe de estado de Abdel Fatah al Sisi en junio de 2013, decenas de periodistas han sido detenidos y procesados ante tribunales militares.

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