Daniel Radcliffe haciendo de cadáver. No uno cualquiera, sino de esos que cobran vida. Pero no para volverse un zombi rabioso sino en una especie de osito de peluche (o de compañero imaginario perfecto). Daniel Radcliffe, es decir, su personaje se tira pedos constantemente en pantalla. Es una explosión continua de gases, vomita agua y tiene unas erecciones tan incontrolables como dinámicas. Su rostro modelado por la rigidez de su condición de muerto moldea su semblante en grotescas expresiones de alegría, tristeza o desconcierto. Y la cámara también recoge algunos primeros planos de su trasero (ya está curtido en ello, como lo demostró en las representaciones teatrales de la obra Equus). Los fans de Harry Potter van a alucinar con su personaje.
El personaje de Radcliffe se convierte en el mejor amigo del protagonista, interpretado por Paul Dano, un tipo atormentado falto de cariño y comprensión, que padeció mobbing de pequeño, que siente que su padre siempre estuvo demasiado alejado de él, que ve a la mujer de sus sueños demasiado inalcanzable y que vive en su propia isla desierta. Es un náufrago social; solitario, a la deriva y con tendencias suicidas. Tal vez por ello, ese cadáver putrefacto y flatulento, que un día aparece flotando en la playa, es su compañero ideal y un «hombre multiusos» con los que aprovisionarse de agua para beber, usarlo como moto de agua (!) o como bazoka y arpón (!!!).