‘Victoria’, todo en una noche… y en una película

En un mundo cinéfilo idílico una película como la alemana Victoria, ganadora además de los principales premios del cine alemán cosecha de 2014-15 y multipremiada en el pasado festival de Berlín, causaría sensación. En los cines, largas colas como las de Jurassic World o las que, en su día, provocó Ocho apellidos vascos. La gente hablaría de ella. Todos la conocerían o al menos les sonaría.

Irías al tendero de la esquina y le preguntarías “¿Qué te ha parecido Victoria?” y quizá éste respondería, con cara acongojada, “Aún no he tenido tiempo. El martes espero poder ir a verla”. Los informativos abrirían con la noticia de que se está convirtiendo en un fenómeno cinematográfico. Viajando en el metro o en el autobús, oirías que un grupo de amigos están enfrascados hablando de nombres como Laia Costa, Frederick Lau, Sebastian Schipper, Nils Frahm o Sturla Brandth Grøvlen, apasionadamente o como si les conocieran de toda la vida. Si se te ocurriera preguntarles por una tal Chabelita, Belén Esteban o Paula, que ganó un concurso conocido como Gran Hermano, te pondrían cara de “¿Quiénes son? ¿De qué nos hablas?”, y proseguirían con su conversación como si tu intento de participar en el debate no hubiera tenido nunca lugar.

En un mundo cinéfilo perfecto ocurriría esto. ¿Estoy exagerando? Sí.

En cambio, no exagero para nada si aseguro que una película como Victoria, una de las mejores del año, es otra de esas propuestas condenadas a pasar injustamente desapercibida en nuestras carteleras. Si preguntara “¿La has visto?”, solo me encontraría con respuestas negativas o rostros de importarles un carajo. Igual alguno de ellos se interesaría: ¿Y qué tal está? Mi escueta opinión sería: “Buenísima. Está rodada en una sola toma, y eso que dura dos horas y cuarto. Y hay una actriz catalana, Laia Costa, que está fantástica”.

Victoria 2015Aprovecho para ampliar algo más. Sí. Ha sido rodada en un único plano secuencia, elegido entre los tres, muy distintos, que se llegaron a filmar, y rodado entre las tres y media y las siete de la madrugada entre calles y escenarios berlineses. Allí, el personaje de una camarera madrileña, Victoria (Laia Costa), quien sabe si dejándose llevar por su soledad, por sus sueños no cumplidos o por el aburrimiento, después de una noche de fiesta, sola, se dejará llevar por un extraño, Sonne (Frederick Lau), y sus amigos en una odisea donde habrá tiempo para la amistad, el nacimiento de un sentimiento amoroso y, en un giro inesperado, para una peligrosa aventura.

El cambio igualmente insospechado del personaje de Victoria, en apariencia tan frágil, tan vulnerable, ha sido uno de los aspectos más criticados. al igual que su guión. Y es que también es rompedora porque dinamita los conceptos del guión tradicional. Sebastian Schipper, el director, les entregó apenas un esbozo. Un esquema y unas pautas con la definición de los personajes y hacia donde debía de transcurrir la historia, el resto debían aportarlo los intérpretes. Este era el juego, la apuesta, con el director de fotografía y cámara Sturla Brandth Grovlen siguiéndolos y correteando tras ellos para no perderse nada, para elaborar esa comentada toma única y que estuviera siempre adecuadamente iluminada en todos sus escenarios; como sucedía en Birdman (allí trucada con varios cortes) o en El arca rusa de Sokurov. La labor de Sturla Brandth es tan prodigiosa que incluso el mismo Schipper le cede un lugar de honor en los títulos de crédito.

No me olvido de esa metáfora de “la pistola”, que cuenta la misma Laia Costa en las entrevistas, y que era una de las principales indicaciones que les hacia el director a los actores: “No mintáis a la cámara. Es como si os estuviera apuntando con una pistola. Sed sinceros en vuestras actuaciones”. Schipper quería extraer un pedazo de vida y subliminarlo en el lienzo cinematográfico. Además, el arma en si tiene su relevancia en el argumento de la película, y es también la imagen perfecta del poder arrollador de Victoria, la película, capaz de arrastrar al espectador con su enorme fuerza narrativa, y unos inconmensurables Laia Costa y Frederick Lau. Su poder hipnótico se redondea con la música de Nils Frahm.

Puntuación:

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Enlace a la entrevista con Laia Costa: «‘Victoria’ es una película muy distinta en la forma».

 

Barra violetaBarra vetical violeta normalNils Frahm, una banda sonora de lo terrenal a lo divino

Músico, compositor y productor, el alemán Nils Frahm (electrónica, experimental y clásica) es otra de las piezas claves de Victoria. La banda sonora compuesta para las andanzas por las calles de Berlín de su cuarteto protagonista cuenta con las interpretaciones de la violonchelista Anne Müller, el violinista Viktor Orri Árnason y el especialista en música ambiental Erik K Skodvin, de Deaf Center, como guitarrista.

Tres son los temas que podemos escuchar. Desde el de apertura, el infernal y amenazador techno Burn with me, interpretado por DJ Koze y que nos introduce en los clubs nocturnos berlineses, al más conciliador y melancólico Our Own Roof y el decididamente celestial Them.

 

 

3 comentarios

  1. Dice ser Pues no

    Pues no. Te equivocas. La película es muuuy aburrida, pretenciosa (la toma única es «por fardar», pero totalmente innecesaria) y su guión carece de lógica y credibilidad. Un muermo intragable, vamos. Merecidamente olvidada.

    25 octubre 2015 | 16:18

  2. Dice ser Sociólogo Astral

    Esa música es horrible y carente de toda melodiosidad.

    25 octubre 2015 | 17:29

  3. Dice ser Sociólogo Astral

    Nils Frahm parece que hace música con un martillo.

    25 octubre 2015 | 17:56

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