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Lo que antes era antiestético ahora es tendencia

La moda es cíclica y nosotros ratones que damos vueltas a una rueda creyendo que viajamos hacia delante cuando los paisajes son una y otra vez los mismos.

La moda que vuelve la percibimos también de manera distinta a como lo hacíamos antes.

¿Os acordáis cuando las crestas de pelo eran la seña de la gente que frecuentaba los suburbios, luchaban contra el sistema y apoyaban movimientos liberales? Yo era muy pequeña, pero recuerdo que aquella estética punk invitaba a cambiarse de acera, en el sentido estricto de la frase. Ahora, en cambio, sólo hay que poner la tele para ver en programas como Hombres, Mujeres y Viceversa a machos alfa con el pelo pincho apuntando al techo y rompiendo corazones televisados.

Os propongo por un instante recuperar esos bañadores slip, en playas de domingueros y piscinas de pueblo, en un pasado no muy lejano y motivo de burla social. Los horteras de costa eran una especie difícil de admirar. Ahora, sin embargo, la estela de David Gandy marcando ancla en un conocido anuncio de perfumes ha hecho que estos micro bañadores circulen como agua bendita por tierra seca despertando los aplausos de los gurús de la moda.

David Gandy para Light Blue (Dolce & Gabbana)

Los vaqueros pitillos no tenían mejor prensa, prenda fetiche y peligrosamente ceñida de personas con el pelo largo y ensortijado, de loco vivir y estrellas del rock, son un must a tener en cuenta en la actualidad. Por más que los diseñadores se empeñen en instaurar de nuevo los pantalones oversize, los skinny jeans son los que mejor sientan al comportarse como una segunda piel.

Los porteros de las discotecas, sobre todo en los años 80 y 90 eran los jueces que decidían a su discreción si una indumentaria representaba la dignidad o la falta de ésta de la persona que trataba de acceder a las salas. Si llevabas calcetines blancos, las puertas se cerraban de golpe.

Hay una leyenda en Madrid que corre desde los años 90, época en la que Archy era el gran templo de la modernidad y la gente guapa. Se cuenta que David Byrne, el cantante de los Talking Heads, trató de entrar en Archy y el portero le negó la entrada por el mero hecho de calzar unas zapatillas de deporte.

Cuántas retinas castigadas tras comprobar el color blanco de un calcetín dentro de un zapato. Aquello era objeto de mofa y típico de solteros o divorciados que salían a la calle sin la supervisión de alguien a su lado con buen gusto, quizás tratando de emular a un irresistible John Travolta en Fiebre del sábado noche o creyéndose Michael Jackson, que tenía por lo menos una buena excusa para hacer alarde de ello: que no perdiéramos detalle de los movimientos de sus pies.

(GTRES)

Actualmente, Pelayo Díaz, máximo embajador de esta tendencia, le hace la competencia a Sor Lucía luciendo tobillo níveo, dispuesto a comerse el mundo con un look que no deja indiferente. De hecho, los calcetines blancos hace tiempo que tomaron las pasarelas, confundiendo al mundo hasta aturdir el concepto de lo que es cool.

Pero cuidado con los que eligen el blanco virgen por bandera para sus pinreles, las manchas en éstos pueden sacar los colores a más de uno al descorchar emociones que no se esperan, obligados a descalzarse.

Luego no digáis que no os lo avisé…

(Gracias a José Muro por darme la idea de escribir este post y leerme siempre)

Avec tout mon amour,

AA

La mentira de los egoblogs

blog

Tener un egoblog es una lata, máxime si te comprometes a escribir sobre ti misma con disciplina militar, tras la euforia inicial. Lo diferente se ha convertido en típico y ahora casi todo el mundo tiene uno, con más o menos repercusión.

La gente nos sigue porque somos conocidos y porque, supuestamente, nuestras vidas son más interesantes que las suyas o, al menos, más entretenidas. Incluso podemos llegar a influir en sus vidas, en calidad de influencers. No os podéis imaginar la cantidad de correos que recibo preguntándome por la ropa, las gafas, los zapatos, los pintauñas, barras de labios, el modelo de silicona que uso en la cicatriz del cuello o incluso el tinte de pelo, los hoteles donde me alojo y restaurantes a los que acudo a cenar, para ir ellos también. Me abruma saber que cada detalle cuenta, puesto que no pretendo ser ejemplo de nada, no soy una persona que destaque por su corrección y me da mucha pena dejar tantos mails sin responder porque la gente es increíblemente educada. Los blogs nos generan dinero, así que no os penséis que se trata de un pasatiempo, creedme si os digo que, a veces, es una tortura generar contenidos que os distraigan o susciten algo, bueno o malo.

Con el blog tienes que ser creativo y buscar un cebo para que la gente entre. Uno sexual, aunque dentro se hable del Vaticano, está bien: en España los culos y las tetas venden, no os descubro nada. Cuando me pongo poética me lee menos gente que si hago uso de lo ordinario y cotidiano, a no ser que tire de demagogia. No me puedo permitir ser una romántica y, no desoyendo el consejo de mi querido Màxim Huerta, unas veces dejo que gane la máquina y otras me concedo el placer de escribir lo que me da la real gana.

Cada post va acompañado de una tira de fotos. Eso implica que a tu lado siempre hay una persona -casi siempre la misma- con cara de perro porque no da con la foto que quieres mostrar. De igual modo, tengo que añadir que no me agrada la sensación de fotografiarme en la calle con poses chorras y arrogantes, me da vergüenza y siempre me aseguro que el móvil está en vibración para que no suene el dichoso clic que delata el disparo. El postureo gobierna en los egoblogs y tal vez un delicioso desayuno en las redes – del que probablemente no habremos probado bocado- se haya preparado con anterioridad o se haya secuestrado de otra cuenta de Instagram rusa con pocos likes y seguidores. No importa lo que de verdad seamos o sintamos, en la blogosfera todo es genial y se finge más que en la cama, así se comporta este mundo de mentira del que también me hago responsable.

Todo depende de la imagen que quieras mostrar. Si deseas potenciar tu lado más deportivo y detestas desgastar zapatilla, es tan fácil como acudir con varios cambios al gimnasio e ir repartiendo por las redes, en diferentes días, la secuencia de fotos. También cabe la opción de montarte en el coche y subir luego los kilómetros recorridos, con una app de esas que lo cuentan todo, cubierta de falso sudor y expresión derrotada.

En mi vida -y en la de todos- hay semanas trepidantes en las que vivo desmelenada y feliz, y otras planas y aburridas en las que no me apetece arreglarme ni hablar sobre mí misma. De hecho, creo que allí estriba el gran problema, pese a lo charlatana que se me presupone, me gusta más escuchar historias ajenas que escribir la mía propia. A ratos me siento imbécil dando consejos no aplicables a la vida real.

Cuelgas masajes que no te han gustado, fotos en bikini y no te has bañado, eventos en los que parece que lo estás gozando, pero estás deseando volver a casa, descalzarte, quitarte el postizo y la tontería… E incluso atardeceres de playa, cuando hace días que has vuelto a casa.

Alguien me dijo anoche al leer este post: ¿Se puede permitir Alejandro Sanz decir que odia el Corazón Partío cuando seguro que esa es la verdad? ¿Una actriz contar que cuando graba una película no tiene idea de qué sentido tienen sus frases en una secuencia ya que ni siquiera sabe de qué va a ir la peli? ¿O David Copperfield desvelar sus trucos al despertar un día?

No lo sé. Pero ya es tarde.

Tachán.

Avec tout mon amour,

AA