Un cuento corriente Un cuento corriente

Se llama a la Economía (más aún en estos tiempos de crisis) la "ciencia lúgubre". Aquí trato de mostrar que además es una de nuestras mejores herramientas para lograr un mundo mejor

Nota rápida sobre el empleo: Los datos de la EPA del primer trimestre NO son buenos

Este martes hemos conocido los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) referentes al primer trimestre del año. En concreto, el mercado laboral español destruyó 184.600 puestos de trabajo y el número de parados (no lo olvidemos, aquellos que buscan empleo) descendió en 2.300 personas. El Gobierno, a través del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no ha tardado en salir eufórico a proclamar que estas cifras son buenas y evidencian que España está saliendo de la crisis.

Pues siento estar en desacuerdo con el ministro (mi director, Arsenio Escolar, también lo está). Es cierto que el primer trimestre suele ser uno especialmente malo y que no es de los peores de la serie histórica, pero los datos están muy lejos de ser buenos. Muy lejos. Y es que «España sigue destruyendo empleo aunque a menor ritmo», tal como señala la investigadora de Fedea Sara de la Rica, para quien «incluso en términos desestacionalizados se destruye el 0,1% del empleo. Es un número más bajo que los anteriores, pero seguimos en tasas negativas», concluye, aludiendo a que no es que los parados hayan encontrado por fin un empleo, sino que han desistido de buscar.

Datos del paro (vía Porcentual)

Datos del paro (vía Porcentual)

También es especialmente preocupante el descenso en la tasa de actividad: aquellos que están en edad de trabajar y que, 0 bien están trabajando o bien están buscando trabajo. Pues bien, esta tasa están en niveles especialmente bajos: alrededor de un 59%. Seguimos con niveles de desempleo cercanos a los seis millones de personas y no da la impresión de que la actividad tenga el empuje necesario para reducir esos volúmenes en muchos (demasiado) tiempo.

La tan alabada reforma laboral está demostrando no servir para aquellos grupos sociales especialmente afectados por la crisis. Así, ya son casi 2 millones los hogares con todos sus miembros en paro, después de haber subido en más de 53.000 en el último trimestre.

Que conste que llevo meses hablando de un cambio de ciclo y mostrándome optimista respecto a la coyuntura económica. Pero lo que no se puede negar es que los resultados de esta EPA son un jarro de agua fría, tal como expone un organismo tan poco sospechoso de antigubernamental como el servicio de estudios del BBVA. La creación de empleo está lejos aún y el que más se resiente es el sector privado, que pierde 175.100 empleos. La idea general la resume mejor que yo el secretario general de Acción Sindical de UGT, Toni Ferrer: «Nuestra economía no está en la senda del cambio de ciclo que se viene preconizando desde las grandes empresas y el Gobierno, sino que tiene riesgos potenciales y no aumenta su actividad». Más claro, agua.

No se trata de ser derrotistas ni de criticar por criticar. Al contrario. Estamos (casi) todos en el mismo barco y es una prioridad nacional generar empleo. Lo que no se puede hacer es mantener posiciones falaces y tratar de engañar a la población repitiendo que unos datos que son malos en realidad son buenos. Ni se puede tratar de ganar votos vendiendo optimismo que no se sustenta por datos reales. Así, sin autocrítica, no se tomarán las medidas adecuadas para por fin volver a la senda de la creación de puestos de trabajo.

3 comentarios

  1. Dice ser Robertti Gamarra

    Más bien son malos, porque los datos macros no habla de las necesidades de las familias, que cada vez están más empobrecidos y descabalgadas del mercado laboral.
    http://goo.gl/0SbKpe

    29 abril 2014 | 12:18

  2. «Ando leyendo, con los años justos de retraso, El fin del trabajo de Jeremy Rifkin. El título y su subtítulo original (El declive de la fuerza de trabajo global y el amanecer de la era posmercado) son 100% descriptivos y no encierran ninguna metáfora, así que me voy a ahorrar la sinopsis. Sí explicaré que el libro fue editado por primera vez en 1995 y que su vigencia a marzo de 2014 es total y absoluta. Y eso que en la década de los noventa el entusiasmo frente a las nuevas tecnologías era ya un dogma de fe del que muy pocos abjuraban. Y eso que por aquel entonces nada hacía presagiar la crisis financiera que apenas una docena de años más tarde iba a exterminar la clase media. Y eso que durante aquellos años la gente aún redactaba ¡e incluso diseñaba! su currículo con la esperanza de que sirviera para algo más que alimentar el fragor de las trituradoras de papel.

    La tesis del libro de Rifkin es sencilla: el trabajo tal y como lo conocían las generaciones precedentes ha muerto. Para no resucitar, por supuesto. Milagros a Roma. Y lo que es aún peor: sin que haya aparecido ninguna alternativa válida en el horizonte. Incluso el pronóstico más aventurado de Rifkin en El fin del trabajo se ha cumplido a rajatabla. La de que el mundo se dividirá en unos pocos años en dos grupos sociales muy diferenciados. Por un lado, una elite escasa que controlará la economía global de la alta tecnología. Línea y seguimos para bingo. Por el otro, una inmensa masa de trabajadores, muchos de ellos educados a conciencia en universidades de prestigio para formar parte de una clase dominante que solo conocerán por TV, condenados al paro y a la economía de subsistencia durante toda su vida. Bingo.

    Al menos en países como Portugal o Grecia saben cómo vivir la pobreza con dignidad porque lo han hecho toda su vida. Hay pobres en Viana do Castelo y Folegandros con los jardines de sus casas más pulcros y mejor cultivados que cualquier parque público de cualquier barrio bien de cualquier ciudad española. En España las nuevas generaciones ni siquiera han tenido esa suerte, la de haber vivido la pobreza, y de ahí esa sensación colectiva de derrota con la que se vive la crisis. Le acabaremos encontrando el qué a la decadencia. ¡Si al menos fuera una decadencia lánguida y trágicamente bella, como la de la aristocracia! Pero no: es abrupta, fiera y deforme como una gráfica financiera.

    Les recomiendo un paseo por cualquier espacio de coworking de las ciudades de Barcelona y Madrid. De esos repletos hasta las trancas de hijos de la vieja clase media. Ociosos a la fuerza. Antiguos trabajadores de la antigua economía reconvertidos en freelance, es decir en parados con título a los que el Gobierno entretiene con la banalidad de turno (¡la recuperación!) y que fingen trabajar a cambio de una pequeña parte de las migajas que caen de las fauces de la economía financiera global. Y ahí entenderán de qué está hablando Rifkin. La tarta ha encogido y la cola de los que esperan para recibir su porción da ya la vuelta a la manzana.

    Rifkin recomienda el reparto del trabajo, la disminución de la jornada de trabajo y las semanas laborales de tres o cuatro días. Ahí no andó muy fino el hombre: estamos en ese punto en el que ni trabajar 40 o 50 horas a la semana te garantiza un sueldo que te permita salir de la pobreza. Imaginen lo que ocurriría si reducimos la jornada a 20 o 30 horas. Tiene gracia este nuevo fenómeno, del que ya habrán leído por ahí: el de los pobres con trabajo y contrato indefinido. Qué raro que ningún coolhunter lo viera venir hace años.

    Tres ejemplos estúpidos (aunque no tanto como el del coolhunting, el paradigma de trabajo inútil-exiguo-cortoplacista-y-esperpéntico propio de los nuevos tiempos).

    El primero: cuelguen, entre un millón de aplicaciones más, una APP de diseño propio en la APP Store de Apple. Sabrán entonces cómo se siente una sardina flotando en medio del océano Pacífico mientras intenta llamar la atención de un satélite de la NASA.

    El segundo: cuelguen su piso en una página web de alquileres turísticos. Sentirán envidia de la sardina.

    El tercero: cuelguen su currículum en una bolsa de trabajo digital cualquiera. La sardina se convertirá en Dios Padre Nuestro Señor.

    Observen que en los tres ejemplos mencionados el éxito de su empresa depende de Internet. No de la calidad del servicio o del producto sino de la habilidad del postulante a la hora de posicionarse de acuerdo a unas reglas digitales incompatibles y contradictorias con respecto a las del mundo real y que conducen de forma natural a la formación fulgurante de monopolios.

    Se lo pongo en plata: no hay un solo billete de veinte euros navegando al pairo en el océano de la economía global que no ande rodeado de miles de personas atizándose hostias como panes con el objetivo de hacerse con él. No es competencia, no es competitividad, no es adaptación, no es agilidad, no es precio, no es pereza, no es falta de iniciativa, no es el signo de los tiempos, no es una nueva economía. Es un cambio de paradigma. Hemos pasado de un mundo productivo a un mundo financiero. Es decir de un mundo en el que se pagaba a cambio del ejercicio de habilidades concretas a un mundo en el que esas habilidades son secundarias cuando no directamente intrascendentes y en el que solo importa la habilidad para mover dinero del punto A al punto B a cambio de una comisión por el viaje. Estamos enseñando a los adolescentes a ganar dinero como si todavía fuera 1973 cuando deberíamos enseñarles a buscarlo. El dinero ya no se gana: se captura.

    Dice Rifkin: “El valor de mercado de la mano de obra disminuye y seguirá haciéndolo. Después de siglos de definir el valor del ser humano en términos estrictamente productivos, la completa sustitución del trabajo humano por máquinas deja a los trabajadores sin autodefinición válida o función social”.

    “Sin función social”. Piensen dos segundos en la frase y átense los machos porque se avecinan curvas».

    por CRISTIAN CAMPOS
    zoomnews.es | 16 DE MARZO DE 2014

    29 abril 2014 | 18:51

  3. Dice ser Nuria

    ¿Por qué nos intentan engañar cuando saben que los resultados son malos? A mi lo que más gracia me hace es eso de que en los próximos años el gobierno creará 650.000 empleos más… Mi pregunta es la misma, ¿creará? ¿Qué co** va a hacer para crearlos?

    02 mayo 2014 | 17:50

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