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Sobre el consumo y sus consecuencias

Por Ignacio Caballero Botica

Corría el año 2008 cuando vi en televisión que los Juegos Olímpicos de Pekín se inauguraban repletos de fuegos más que artificiales. En aquel momento pensé que de nada habían servido las denuncias sobre los derechos humanos, laborales y políticos en el gigante asiático; lo importante es que tienen más de mil quinientos millones de consumidores y frente a eso, nada se cuestiona.

Durante muchos años, hemos invertido en las tiendas de los chinos o de los veinte duros; lugares insalubres, oscuros, cutres, malolientes y de nula calidad en la atención al cliente. Ahora vivimos en una sociedad que cada vez se parece más a esa descripción. Porque cada producto consumido configura la sociedad en la que vivimos; es una forma de votar ante las enormes carencias de un sistema democrático que se nutre de cheques en blanco cada cuatro años.

Si compras productos fabricados mediante la explotación de otros seres humanos, tarde o temprano el explotado serás tú porque todos estamos conectados. El día que decidimos consumir productos chinos en comercios infames, comenzaron a quebrar los comercios españoles; un reflejo de la economía de ambos países en nuestros días, donde somos deudores de aquellos a los que tanta bagatela hemos comprado.

Lo peor de todo es que Europa ha decidido que en lugar de forzar al gigante asiático a cumplir con unos mínimos derechos humanos, sociales, civiles y laborales para permitir que sus productos se vendan en nuestros países, ha tomado el camino de equipararnos a nosotros para que trabajemos como chinos y poder competir con ellos. Para que en nombre de la competitividad, cada vez sean menos los que tengan más y más los que tengan menos. Despierta.

3 comentarios

  1. Dice ser ANTONIO LARROSA

    Está muy claro que estamos obedeciendo a la CEE que nos ha indicado: En España estáis viviendo demasiado bien, os habéis desmadrado y cualquier obrero, a un simple peón de una obra no es raro verlo conduciendo un automóvil de alta gama como es un Audi, un Mercedes o un BMV, en cuanto al despilfarro de todos los españoles ya ni te digo, tiráis los muebles, los electrodomésticos las ropas, todo casi nuevo, funcionando o con pequeñas averías. Y esto no puede continuar, tenéis que recortar sueldos, subir impuestos, hay que frenar tanto desmadre. Así nunca podremos competir con otros países, como los asiáticos por ejemplo.
    Sí señor, tiene usted razón, haremos lo que usted dice.
    Y eso se está haciendo y como resultado ya lo veis, la gente es despedida, cada vez más, el paro crece, los desahucios también, la vida se está poniendo imposible, la economía doméstica ha dejado de ser lo que era, y yo me pregunto.
    ¿Por qué se nos tiene que castigar a los españoles por vivir algo mejor? ¿Acaso en Alemania, en Francia y en otros países de la CEE no viven igual o mejor que nosotros? ¿ Porque los ministros a esos que nos dan ordenes no les contestan ¡Oiga nuestro pueblo se sacrificará cuando vosotros lo hagáis antes , que vosotros ganáis el triple , que vuestro sueldo mínimo es el triple que el nuestro , que las pensiones también son el triple que las nuestras ! ¡Cuando vosotros deis ejemplo os seguiremos, mientras, no! ¿Es que por que vengan de vacaciones y nos compren algo debemos besarles el culo? ¿Es que España es suya? ¿Es que no tenemos a alguien que tenga reaños a ponerles las cartas sobre la mesa y decirles las cosas claras?

    Clica sobre mi nombre

    17 noviembre 2012 | 12:32

  2. Dice ser Señala con el dedo la mierda, la auténtica

    En 1999 se produjeron en Inglaterra una serie de acciones directas de activistas contrarios a la siembra de semillas modificadas genéticamente: razzias nocturnas contra campos de maíz, que acababan con la intervención de la policía y a veces ante el juez, que la mayoría de las veces simpatizaba con los puntos de vista de los activistas. Desde entonces, aquellas acciones junto a una campaña más amplia, han conseguido que los alimentos modificados de las grandes empresas biotecnológicas no hayan invadido las estanterías de los supermercados, aunque sospechemos que se encuentran en algunos de los alimentos que consumimos.

    Ahora una nueva legislación intenta abrir la puerta a estos alimentos con la excusa de la trazabilidad. Es decir, la indicación de la presencia de esos productos en los alimentos de consumo humano, para que los consumidores puedan escoger. ¿Pero se puede escoger realmente?

    ¿Qué es lo que ocurre con los alimentos modificados genéticamente? Estos alimentos no tienen nada que ver con los conseguidos tradicionalmente seleccionando variedades para lograr un mejor producto. Por poner un ejemplo, la soja modificada de Monsanto tiene genes de una bacteria y de un virus en su DNA y nadie sabe cuáles son o pudieran ser sus efectos a largo plazo sobre la salud humana o el medioambiente.

    Lo que sí sabemos es que el polen de estas plantas, arrastrado por el viento, provoca una polinización cruzada, es decir «invade» las plantas no modificadas genéticamente, con lo que va más allá de las fronteras impuestas por los agricultores.

    Y también que: «En un pueblo de Filipinas la mayoría de familias que viven alrededor de campos de maíz transgénico tuvieron este año problemas respiratorios. Les dijeron que era la gripe, pero cuatro de las familias que salieron por un tiempo a otras zonas se curaron. Al regresar a sus casas volvieron a aparecer los síntomas. A partir de esta situación el director del Norwegian Institute for Gene Ecology presentó resultados concretos: las muestras de sangre contenían anticuerpos indicadores de respuesta inmunológica a la presencia de la toxina que contiene el maíz transgénico sembrado. Para entendernos, confirmaba que los síntomas de las familias campesinas se deberían a alergias producidas por el polen de maíz transgénico que inhalaron en los campos». (El Periódico, 16-IV-2004).

    Y también son sospechosos por otra razón: las grandes empresas se apropiarían de algunos de los tramos más importantes de la cadena alimentaria por medio de patentes sobre sus nuevos productos. Todos los granjeros que planten soja de Monsanto tienen que pagarle royalties y también comprarles anualmente nuevas semillas. Así se acabaría con la milenaria tradición de guardar semillas para la siembra, con lo que los agricultores sólo serían un eslabón más para aumentar los beneficios de las multinacionales.

    A la modificación genética se la ha intentado justificar diciendo que aumentaría la producción y que «alimentaría al mundo», pero son argumentos tan vacíos como interesados. Lo que sí está claro es que es destructiva para el medio ambiente: la soja de Monsanto estaba modificada para resistir el herbicida de amplio espectro que fabrica la propia empresa, el Roundup. Eso quiere decir que sobrevivirá a sus efectos mientras que todas las demás plantas de los campos tratados con ese herbicida desaparecerán, y con ello se acelerará la desaparición de la biodiversidad y el equilibrio natural del ecosistema.

    Pero quizá lo más terrible sea que la polución genética, en cuanto se extienda y se incorpore al DNA de otros seres vivos jamás tendrá marcha atrás. Los seres vivos transmiten a su descendencia los genes alterados e incluso pueden transmitirlos a otras especies a través de virus. Puede producirse cualquier tipo de mutación que esparza por doquier terribles e inesperados «efectos colaterales» imposibles de erradicar. En cuanto se planten semillas modificadas en gran escala ya no habrá vuelta atrás.

    17 noviembre 2012 | 21:14

  3. Dice ser Carla

    Es incomprensible que los productos del exterior realizados en esas penosas condiciones compitan sin condiciones. ¿Es a eso lo que llaman libre mercado?

    Carla
    http://www.lasbolaschinas.com

    17 noviembre 2012 | 22:21

Los comentarios están cerrados.