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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Próxima parada de los grandes maratones mundiales: Berlín

Dicen los que han ido que es una de las mejores exposiciones de la mezcla entre deporte y una fiesta para la ciudad. Berlín será la siguiente del gran show de las maratones denominadas como ‘majors‘. Las más grandes. El domingo 29 de Septiembre. Pelotones interminables de corredores. Hileras de público en los cuarenta y dos kilómetros del recorrido. Fest.

¿Berlín? ¿Pero las grandes y famosas no eran Nueva York y Boston y…?

Veamos algunas de las razones por las que quizá Berlín sea la prueba más amable. Quizá la mejor.

Un millón de espectadores. O quizá millón y medio. ¿Quién tiene la herramienta para contar tantos alemanes? Vale. Los propios alemanes. Si sus cifras son esas, no somos nadie para no creerlas.

Berlín fue el escenario en el que aquel fondista genial y sonriente saltó al reinado planetario. Haile Gebreselassie había estado dominando durante los últimos noventa. Campeón del Mundo de atletismo en diversas distancias y uno de los generadores de vídeos emocionantes en cualquier repaso de youtube, en 2005 surgía de una operación de Aquiles para correr en la mejor marca mundial del año en Amsterdam. Sería en Berlín donde Gebreselassie colocó el récord del mundo (que quitó a su archirival en pista y cross Paul Tergat) y donde lo dejó a las puertas de lo imposible. El misil con el nombre de Patrick Makau tomó en cierto modo ese cetro mundial y se propuso desmochar los topes humanos. Dónde si no. En Berlín. Dos horas y tres minutos fueron suficientes para recorrer la ciudad del Spree. Nuevo reto increíble del hombre corredor.

Y es que Berlín es una ciudad llana. Con avenidas rectas y un frescor eterno. Se corre aunque no se quiera. Los purasangre del atletismo se colocan a velocidades inmensas, sin freno. El último tiempo ‘lento’ de un vencedor, digamos 2h09, se pierde en los tiempos de Abel Antón. Todo lo demás han sido velocidades de más de 20 kilómetros por hora en hombres. Los esfuerzos de los organizadores y la evidente disparidad en mujeres hacen que el ránking femenino sea menos lustroso. Además la densidad de corredoras a altísimo nivel no es tan escalofriante como en categoría masculina.

Está cerca de media Europa. Es fácil desplazarse hasta allí. Es fácil y atractivo desplazarse al centro motor de la GrossDeutschland de la que tanta tinta se vierte. Seamos fans de la música electrónica, del arte, de los bonos financieros o de la maquinaria, Berlín llama como vórtice. Hasta se ha situado en el ránking de las ciudades más visitadas.

En cualquier caso, Berlín es también una cita a la que se agolpan los solicitantes de un dorsal. La masa puja por encontrar plaza entre los cuarenta mil dorsales. Y no es sólo correr sino que el fin de semana ha puesto la ciudad entera a los pies de la fiesta deportiva. Patinadores en línea y carreras infantiles durante todo el sábado, el maratón el domingo. Esto es así y conduce a que millones encuentren otra excusa para enorgullecerse de la ciudad. No es un hecho aislado, lo sabemos. Fiestas tecno, días del orgullo gay, trasladarse a Tiergarten a hacer un picnic, Berlín mueve el culo. Así de sencillo.

Los domingos berlineses son como son. La ciudad habitualmente ya tiene plan. Los desayunos interminables, los Sonntag Frühstück, se trasladan a la orilla de esa fiesta en la que no queda sitio para ver pasar a los corredores en la puerta de Brandemburgo o el Ku-damm.

Con envidia nos tocará de nuevo leer sobre las listas de participantes. Escucharemos en primavera cómo amigos afortunados han programado sus vacaciones corredoras en Septiembre.

Van a participar de eso que los alemanes hacen con tanta eficacia: desplazar miles de personas. Si bien, en este caso los retornan ordenadamente a la zona de meta, tras haber recorrido unos cuantos kilometros. Cuarenta y dos.

Campeonatos del Mundo de Atletismo (III): España, historia de nuestra participación (2)

Los Campeonatos celebrados en Stuttgart suponían el acelerón hacia  la nueva fase del atletismo-espectáculo. En 1993 la IAAF los sitúa como -quizá- el tercer espectáculo deportivo del planeta. Y, desde entonces, dos años serán el intervalo entre Mundiales.

Ningún atleta perdería su ciclo dorado por mor de esperar cuatro años. Todas las generaciones de ‘superclases’ podrán saborear las mieles del triunfo y sus jugosas consecuencias. Ningún protagonista del gran negocio del deporte televisado perdería su parte del pastel.

En términos particulares los de 1993 también son el surgimiento de los nuevos nombres del cambio de siglo. Michael Johnson y su versatilidad sobre 200 y 400 metros, Haile Gebreselassie, el emperador, el religioso Edwards y su triple salto hacia el infinito o Marlene Ottey, una jamaicana eterna.

En esa maraña de nuevas estrellas los atletas españoles degustaron las medallas en un ciclo que se extendería hasta Edmonton en 2001. Serían ocho años en los que por un cúmulo de razones  brillaron los chicos y chicas de la Roja (antes era más blanca, cosas de los sucesivos patrocinadores de ropa deportiva, imaginemos). La federación enviaba contingentes de atletas en un número elevado. Viviéramos en la burbuja deportiva o no, hay que hablar de unos muy buenos momentos.

Por especialidades, hubo varios.

Maratón y Marcha.

 

Abel Antón había mantenido una regularidad desconocida en las finales de altas citas en 5.000 y 10.000. Su pugna con viejos conocidos del cross había sido llevada a los ránking de asfalto. El dinero había empezado a fluir a los grandes maratones durante los ochenta y Martín Fiz, Antón, como Fabián Roncero o Alberto Juzdado eran habituales en los glamourosos escenarios asiáticos y europeos (nunca hubo suerte con Chicago o Nueva York). En España si no corrías en 2h09 no te comías nada. Quizá esa acumulación de talento nos hacía más cercanos a los africanos que, sin embargo, preferían embolsarse dinero más inmediato en los maratones comerciales.

De cualquier manera Fiz se impondría en Goteborg’95 y sería subcampeón en Atenas’97. Abel lograría en su ciclo de oro vencer en el prestigioso Mall del Maratón de Londres amén de ser dos veces campeón del mundo en Atenas, en la carrera del dominio aplastante de Roncero y compañía hasta bien entrados en los caóticos arrabales atenienses, y Sevilla’99. La continuación natural de esta generación la daría Julio Rey con la plata en Paris’03.

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Con posterioridad desaparecieron los maratonianos españoles de unos puestos de cabeza imposibles. En el mercado había tal densidad de corredores de 2h07 que las citas de Osaka, Berlín o Daegu se plagaron de los líderes del ránking mundial. Y todos sabemos cómo está el ránking planetario, con hasta treinta mejores marcas realizadas por africanos por delante de cualquier europeo. Una -un tanto irreal- etapa dorada había dado fin.

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La marcha atlética es el caladero de los especialistas españoles. A pesar de la particular distribución geográfica de la especialidad (sin africanos a la vista, de momento), Stuttgart’93 dió doble título mundial de los ya laureados olímpicos Valentí Massana y Chuso García Bragado, en 20 y 50km. Daniel Plaza, medalla en Barcelona’92, sería bronce. Encarna Granados sería bronce en 10km. Massana repetía podio (plata) en Goteborg’95.

Chuso era de nuevo plata en la tórrida edición de los 50km de Atenas’97 (sí, hubo atletismo en el verano ateniense). ¡Y de nuevo cuatro años más tarde, en Edmonton! Por su parte tomaría el relevo Paquillo Fernández, que siguió con la cosecha: tres platas en 20km en tres Mundiales consecutivos (París, Helsinki y Osaka).

Juan Manuel Molina añadiría lustre al medallero de los marchadores con su bronce de Helsinki’05. En Osaka, bajo la condiciones más tórridas y húmedas conocidas en campeonatos oficiales (se superó ‘lo’ de Atenas) María Vasco exprimió la distancia de 20km y consiguió un brillante bronce.

Miles de horas de entrenamiento acumuladas, kilómetros hechos a ritmos inhumanos, cuidados y la incógnita de saber cómo estarían ese día los rivales. Esa es la vida de los atletas profesionales.

En el último capítulo de esta serie sobre la Historia de los participantes españoles hablaremos del mediofondo y los concursos.

[continúa]