Puedo presumir de muchas cosas, entre ellas tener unas páginas de inicio en redes sociales de lo más interesantes, porque me gusta rodearme de gente que tiene cosas interesantes que contar. Y de ahí la delicia que me encontré ayer por la mañana al entrar en instagram y ver esta publicación de la periodista Arantxa Margolles, que sabe de la Historia olvidada más que cualquier otra persona que yo haya tenido el placer de conocer, e ilustrada además de su propio puño (porque Arantxa es una mujer del Renacimiento y, como diría mi amiga Paloma, lo mismo te pinta un cuadro que una cuadra).
Arantxa está recuperando historias de grandes mujeres del cine mudo, las grandes olvidadas de la industria, ligadas tan inexorablemente a esa imagen de diva caída, de gloria perdida. En palabras de Arantxa:
Nos las imaginamos a todas víctimas de un tiempo en el que el mundo, y su profesión, dio un giro de 180 grados. Una Norma Desmond, inasequible al envejecimiento y a la locura, en cada cuerpo de aquellas mujeres de fortunas dispares. Como si todas hubieran fracasado. No fue así.
Y en su publicación de ayer recuperó a Florence Lawrence, la PRIMERA gran diva del cine, que tuvo su apogeo entre las décadas de 1900 y 1910. Tanto fue así que en 1914, por ejemplo, llegó a filmar veinte títulos.
Cifra que no alcanzó sumando todos sus trabajos de toda la década de los ’30. Porque Hollywood, ya lo hemos dicho muchas veces en este blog, no perdona a sus divas pasar de los cuarenta. Ni ahora, ni en los años ’20.
Os dejo el conciso y precioso post de Arantxa, y os invito a visitar sus redes para aprender más sobre las divas olvidadas del cine.
La «chica Biograph» se suicidó con veneno para ratones. Estaba demasiado cansada, dijo en su nota final. Cansada y triste. A Florence Lawrence se le comían los huesos la mielofibrosis y la década del sonoro no la había tratado bien. A ella, que había sido la primera gran estrella del cine, la primera actriz cuya cara sirvió para promocionar una película. Pudo haber triunfado también con la voz. La tenía clara, hermosa, limpia. Tampoco fue un problema su edad.
Con cuarenta y tantos el cine solía tratar mal a sus hijas pródigas, pero Lawrence nunca perdió aquello que se exigía: la cara de muñeca. No fue eso. Más bien tuvo la culpa el carrusel de emociones que se escondía tras una vida aparentemente idílica. El vértigo que daba estar permanentemente subida en el podio de la fama. Depresiones. Negocios que fracasaron. El ‘crack’ del 29. La pérdida temprana de su madre. Los golpes de su último marido. La enfermedad corroyéndole el cuerpo.
Florence Lawrence se atiborró de veneno para ratones porque estaba muy cansada. Nació en 1886. Murió en 1938.