Algunas palabras sobre Papá nos quiere de Leticia G. Domínguez (Caballo de Troya, 2023)

Papá no nos quiere, una reseña con menú, cuestionario y preguntas con Inés Roncal. Un libro de Leticia G. Domínguez, editado por Caballo de Troya este año 2023. Encendemos el reproductor, el tocadiscos, la casetera. Elegimos unas canciones para ayudarnos en la lectura, a acompañarnos más bien: mixtape de Inés.

«En la novela, la música tiene una presencia fundamental. Aparece el discman, los cascos de música que lo acompañaban (finos los de la protagonista, enormes y modernos los de las chicas a las que le gustaría parecerse), y discos como el de The Corrs y el mítico Complicated de Avril Lavigne con el que las adolescentes del momento se sentían identificadas. En el libro también suena “You drive me crazy” y “Baby one more time” de Britney Spears, alternándose con “Te quiero igual”. La protagonista desea que las canciones tapen el ruido que hay fuera, que la letra y los acordes suenen más fuerte que la voz de su madre, que la silencien, que la tapen. Más tarde, y ya a través de Spotify, la liberación de la protagonista tiene como banda sonora “Safe and Sound”, de Capital Cities, y “Young Blood” de Naked and Famous. Ellos, los protagonistas.

¿Y si elegimos alguna película? Imágenes paganas, imágenes de familia. Inés busca entre sus vhs, entre sus deuvedés, me pasa un enlace a Filmin. Verano 1993, Carla Simón. Al igual que en la película, en la novela encontramos una niña -Jade- que, tras un suceso traumático, tiene que comenzar a vivir con la familia de la protagonista. Esta convivencia, esta nueva “hermana”, esta adaptación a la nueva situación, con las comparaciones que conlleva, son muy similares. Aunque, lejos del trato amable, cariñoso, empático de Verano 1993, en Papá nos quiere encontramos un clima hostil, de rechazo e incomprensión (“mamá dice que esa niña, Jade, JA-DE, ¿qué nombre es ese tan raro?, tiene ojos vivarachos de pueblerina, como los de su madre, y que los míos son discretos como los de las niñas bien educadas”. “Jade tiene coraje, es la única de las dos que no acepta el no como única opción. Aunque a menudo no logre resultados, pelea y lucha durante días por aquello que quiere. Les grita a papá y mamá”)

¿Qué estás viendo ahora, Inés? Justo ahora, la serie La Mesías, y percibo también similitudes con ella. Por un lado, por la madre opresora que coarta la libertad de sus hijos, que les infunde miedo al exterior, a todo aquello que salga fuera de las paredes del hogar familiar. Una madre que continuamente dice que va a acabar matando a su padre (el libro comienza con la sentencia “Tengo unos quince años cuando mamá empieza a insistir en que voy a matar a papá”), convirtiendo a la protagonista “en asesina en voz alta y clara”. “De la misma forma que mamá teme que alguien de la familia de Nieves abuse mí, también sospecha que pueden hacerlo alguno de mis tíos o de los monitores de los campamentos y de las excursiones escolares. […] A ver con qué chicos vais a estar vosotras dos, que salen muchos casos en la tele. Y el vozarrón de papá la refuerza: La mayoría de los violadores son amigos de las víctimas, añade”.

En La Mesías, Montse culpa a sus hijas de cualquier problema de salud que les afecte a sí misma o a su marido. Una madre que ha sido tan dura con sus hijos que su voz resuene allá donde estén, por mucho que se alejen de casa o intenten superar sus traumas. En Papá nos quiere, y de nuevo en la primera página, “Su amenaza es un repiqueteo constante que vierte en mí sin el menor preaviso. Me descompone. La voz de mamá me martillea hasta que, por fin, con veintitrés años, me voy de casa”. Una madre que merma el autoestima de sus hijos, que los hiere en lo más profundo de su ser (“me lanza esas palabras como un disparo que yo recibo con la boca abierta por la sorpresa”, “eres una desgraciada”), que oprime sus emociones (“No quiero hacer ruido al llorar, porque si lo hago mamá vendrá a chillarme y todo irá a peor”). El maltrato. La “mano arrastradora” (tal y como se menciona en el libro) de la madre.

También pienso en La Mesías por el protagonismo de la religión, una religión que marca infancias y de la cual algunos se alejan en su juventud, como hacen Irene y Enric en la serie y también la narradora de la novela (“porque a mis dieciocho ya no creo en Dios, me parece un ente ajeno y enterrado en el mundo de mi infancia” “Entre Dios y yo existe algo especial, algo que jamás pensé que se romperá”).

Saco mis apuntes de matemáticas, los de física y química. Campos y ondas. El Tipler. Se los enseño a Inés. He leído que Leticia es científica. ¿Se puede construir parte del libro a partir del método científico, Inés?

En la primera página, se hace referencia a que la protagonista de la novela estudia esa carrera (posteriormente, se dedica a ello). “La retahíla de mamá se intensifica a mis dieciocho, con la mayoría de edad, cuando comienzo a estudiar la carrera de Ciencias Físicas y papá decide llevarme cada mañana hasta el tren que hace el trayecto publi-del-sur-de-Madrid PUerta de Atocha, donde cojo el metro a Ciudad Universitaria”.

«Su forma de ser es un tanto analítica, fría, cerrada a las emociones. Es en su veintena cuando la protagonista decide, por fin, realizar una retrospectiva de su vida, buscar la raíz de sus traumas, salir del personaje que sus padres querían que representara».

Irene me saca el libro de la matemática María Elena Higueruelo (1994), Los días eternos (Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández”, 2021) y yo reviso las ecuaciones que hacen funcionar mi vida.

¿Dónde está el futuro? ¿Dónde están los besos y los abrazos? ¿Dónde están los gritos de ayuda? ¿En los cables, en las redes sociales? Imagino a la protagonista, como mucho, con su cuenta de Tuenti, una cuenta aburrida en la que apenas sube fotos ni información propia. Ella, que lee El lobo estepario, es la primera de la clase (aunque no sabe realmente qué le motiva a estudiar) y apenas socializa, pero le encanta observar a sus compañeras de clase, con sus cascos grandes, sus pantalones campana y las camisetas de El Niño de rollo surfero. Mientras ella estudia, las demás están de botellón. ¿Cómo escribe, de dónde salen las palabras? Estilo muy directo, crudo, utilizando lo cotidiano para marcar la época, la generación.
Capítulos cortos. En total, 11. Títulos jugosos: “Pila bautismal”, “Horno de encendido amor”, “Casa de Dios y puerta del Cielo”, “Abismo de todas las virtudes”, “Corazón de Jesús”, “Sus hijas temerosas”, “Multiplicaré en gran manera tus dolores”, “Los cimientos de tu trono”, “Justicia”, “Nada me falta”, “Cuarto mandamiento”.

Saco libros de los estantes, recorro revistas de tendencias, entradas del blog. Lo llamo generaciones. Las GENERACIONES: Si es la infancia será una infancia de los noventa. De la última década del siglo. Mientras ella es una niña empiezan a publicar Lucía Echevarría, Marta Sanz o Care Santos. Cuando ella es una adolescente la poesía se impone, con Eva Vaz, Aurora Luque, Sofía Castañón, Yolanda Castaño o Isabel Bono. Y ahora, Luna Miguel o Aloma Rodríguez. También, claro María Bastarós, Ángela Segovia o Almudena Sánchez. Sabes, Octavio, si hay algo en común, quizá la importancia del yo, la protagonista femenina tiene una edad similar a la suya. Infancias duras como la de Panza de burro de Andrea Abreu, pero con una protagonista casi opuesta a la suya: el libertinaje frente a la opresión. No has hablado de Ana Iris Simón, el costumbrismo. Una familia de clase media con altas aspiraciones, con ambición, con ansias de ser una familia bien, conseguir riqueza y poder, guardar las apariencias. Respecto al costumbrismo más diario, el Winston, el tazón de Eko, los tazones de Kellogg’s, el Polo Classic, las zapatillas de satén rosa con un pompón en la punta, Rock FM en el coche, el discman, el VIPS, my little pony, el Carrefour, pasar los festivos en el centro comercial.

Inés me ofrece sus propios capítulos. Pastillas, ideas, sangre y entrañas. Mente, lucidez, química. Vamos por partes:

Cuestionarse la propia identidad.
• ¿Quién soy?, ¿soy quiénes mis padres decían o deseaban? “He comprendido que son sus deseos, renuncio a averiguar los míos. Ejecuto. Acepto mi debilidad. […] el zumbido de voces me impide reconocer cuál es la mía”.
• ¿En algún momento seré como he deseado? “A medida que pasa el tiempo y crezco, siento que mamá y papá han ido cosiendo una funda de colchón con los trocitos de piel que me arrancan con sus palabras y actos. Esa es la funda sobre la que depositan su peso al dormir, muy lejos el uno del otro, la que manchan con el sudor de sus pesadillas, la infección de sus enfermedades; ¿quedará algo de piel para esa mujer que vivirá lejos de esta casa y que llevo tantos años esperando ser?”
• La búsqueda de una misma “NO puedo avanzar porque carezco de fuerzas, desconozco cuáles son mis deseos. No puedo sentir ni oír nada dentro de mí, allí no existe más que la noche guardada en un cuarto muy pequeño. Hay un cable telefónico cortado entre las preguntas que formula mi boca y mi interior, que debería darme alguna respuesta”.
• La soledad como guarida en un hogar hostil. “Los ratos que paso allí escondida están llenos de luz”.
• Las ganas de no existir.
• La hermana como única persona que te entiende, pero a la que no cuentas todo para evitarle el sufrimiento. “Hay muchas cosas que Jade y yo nos ocultamos para protegernos mutuamente”.
• La dificultad de rechazar lo que se supone que debería enorgullecerte. “Todavía me siento incapaz de rechazar lo que me dieron, es como si ellos fueran lo único verdadero que hay en mi existencia”. “ese poder que tengo desde pequeña: les puedo perdonar y olvidar lo sucedido. Así es más fácil seguir.
• Odiarse y autolesionarse. “Me golpeo en las piernas hasta marcarlas, un contrato de odio conmigo misma”. Psicomatizar el rechazo a una misma.
• Habitar Madrid de forma silenciosa. Desilusionarse con la juventud y sentirse una fracasada en la adultez.
• Encorvarse para tratar de empequeñecerse, mantener el silencio, no gritar, no romperse. “Florecemos como podemos: hacia dentro”.

La terapia psicoanalítica.

• Tirar del hilo. Recuerdos opacados como forma de autoprotección para evitar los daños. Recuerdos que hay que destapar para acabar vislumbrando la raíz de nuestros problemas.
“Muchos años después y tumbada en el diván, Gomes me explica que lograr empatizar con la niña que fui es clave para deshacer los nudos que siento en mi garganta, ojos, estómagos y muslos: para que nazca de nuevo el deseo.Tus padres lo han ensuciado todo, dice tras escuchar este relato. Tengo veintiséis años ya […]. No puedo evitar susurrar: Pero les quiero. Mis padres lo han hecho todo por mí, digo un poco más alto. Luego aprieto la boca, decido quedarme callada”.
• Gomez como el interlocutor que le guía por su infancia, como aquel que quita las sábanas para destapar los viejos muebles llenos de polvo.
• Matar a los padres para poder construir un relato propio. “Gomes responde que si me ocurre eso es porque todavía estoy muy asustada, traumatizada. Dice que ahora es tarea mía convertirme en mi propia madre y mi propio padre. […] Siento que no puedo parar de generar pensamientos horribles, le digo. Es que no te han dejado hacer otra cosa, responde; te odias y te torturas porque es lo que han ido escribiendo en ti desde el nacimiento, cuando eras como un papel en blanco”. “Aquella casa ya no es el mundo entero, matiza Gomez. Y no olvides que el punto de vista con el que interpretas tu existencia, quién eres o qué te mereces, no es tuyo, te lo han impuesto. Para construir uno propio, podrías decirte frente a un espejo: papá y mamá se equivocaron, lo hicieron mal”.
• Acabar por descubrir que “papá y mamá han destrozado mi infancia y por eso también mi vida adulta”.

La figura de la madre.

• Los cuidados a su marido. Una madre que madruga para hacerle el nudo de la corbata a su marido.
• Una madre que llora. El deseo de su hija de calmarla. La hija como confidente y apoyo. “Cuando estoy con mamá queda patente que la más necesitada de las dos es ella”.
• La orfandad. Jade va a vivir a casa de la protagonista tras el fallecimiento de sus padres en un accidente de coche. “no quiero que me contagie su misma enfermedad: esa de quedarse sin padres”.
• Una madre que aleja del placer y la belleza a sus hijas.
• El machismo. “Que lo que pasa en casa no se cuenta. Que aquí oír, ver y callar: Niña, tú siempre mudita. MU-DI-TA”.

La figura del padre.

“Papá no concibe un mundo que no siga sus reglas”.
• El desprecio a su mujer. “grita que mamá no sabe ni poner un lavaplatos. […] Mamá vuelve cabizbaja, con ojos de rana disgustada, avergonzada de la mujer que es”.
• El padre violento. “Papá regresa dando otro portazo, que es como las trompetas de los cuentos que anuncian la llegada del dueño de su castillo”. “no quiero perdonar a papá por romper cosas, andar chillando por la casa y dando cachetes con la mano abierta”.
• El padre que ordena e impone un régimen de silencio. Nadie puede opinar nada distinto. Quiere que sus hijos sean su eco.
• El padre (y la madre) que tratan de manera muy diferente al hijo que a la hija.
• El padre maltratador. “Mamá y papá no se hablan desde la pelea en la que él le retorció el brazo, la empujó contra la pared y luego le puso la mano en el cuello, como estrangulándola. Jade y yo nos echamos a llorar. Deseé no existir, nunca haber nacido”. “El miedo al dolor que mana de mi madre impide mi rebeldía”.
“A veces le odio tanto que deseo lo que más teme mamá: que se mate en la carretera”.
• El padre celoso que lleva a la soledad a su mujer. “Sé que papá es muy celoso y prefiere no compartirnos con nadie, ni a mamá ni a nosotras”.

El TCA:

• “Desde mis veintiuno no logro comer sin sentir cómo mi ansiedad se dispara”.
• Contar las calorías, no mirarse al espejo, odiar el cuerpo, preferir ser cualquiera de las otras chicas antes que una misma. La regla que no llega porque pesas demasiado poco.
• “Yo pienso que el mí me parece un cuerpo que castigar: el que me hace similar a mi madre y me convierte en alguien claramente inferior a mi padre”.

“Sin embargo, mamá tenía razón. Papá nos quiere, pero termina cobrando todos sus favores”.


«Vivir por encima de las posibilidades. Tener como prioridad en la vida la posición y el dinero. La madre que desea vivir en el barrio Salamanca. La realidad, vivir en pueblos al sur de la capital, cada vez más lejos del centro»
.

Gracias, Inés. ¿te puedo ofrecer un vaso de agua? Estoy bien, Octavio, gracias. Mejor nos vemos otro día. Gracias. Gracias a ti.

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.