Finalista del Premio Herralde de Novela 2023 Camila Fabbri nos ofrece una historia compacta, asimétrica, porteña y del interior, sexual y terrorífica, presente y pasado. Un golpe. Un coche, una mujer que camina por Buenos Aires, una mujer que choca volviendo del interior. No es Buenos Aires, es Buenos Aires sin nombre, ausente.
Los fideos con manteca barata, los cigarrillos de vainilla, una fiesta cutre, El Tigre, Caballito, el Gran Buenos Aires, la pequeña Argentina. La luz, la amistad, onanismo acompañado por la tecnología. Camila presenta un personaje que se alimenta de soledad porque es la comida más barata que puede conseguir, patacones de barrio y country. El recuerdo de Felipe, un hombre que no es un hombre, son dos, y los dos ausentes, como Buenos Aires, como el amor, como la familia. Descontrol, inseguridad, mente y cuerpo. El juego de ir delante e ir atrás. Como en una novela, como en un puzzle que lanzas al aire y buscas las piezas que han caído bajo una cama supletoria en un fin de semana largo. Mosquitos que beben de la sangre acumulada en los bañistas. No todo lo que contiene agua se puede considerar pileta.
«Extraña pornografía protagonizada por las hermanas Brontë, Charlotte y Emily, la obsesión por Charly García, el más sacado, el que volvió primero a David, Pedro y Moro y sacó a Nito del freezer para poner música a una caída. En la Mendoza fatal. Bienvenidos al futuro, decía Fito, cantando una de Charly».
Interludio del golpe, las voces, el perro, la muerte y la ausencia. Todo transcurre en periodos de tiempo aleatorios. Meses, luego semanas, unos días fuera. Accidente, vuelta, futuro. Un final feliz, u final inquietante, las uñas pintadas, el cuerpo manoseado. Felipe primero, Felipe segundo. Uno olvidado, otro en el olvido. Y los óvulos congelados. Yo estuve allí con ella y sé lo que es. El sexo pelirrojo, una familia disfuncional (Mr. Jones abrió la puerta, vio a su…). ¿Sabes a quién le daba vergüenza ser pelirrojo? A Mark Renton en las novelas de Irvine Welsh.
Confundo un poema de Joaquín Giannuzzi con la letra de Vía Láctea de Franco Battiato o con el arreglo espacial de Space Oddity de David Bowie, me engañas, Camila. Porque yo también busqué papel recién salido de la máquina para calentarme las manos en la fábrica, en la oficina, y fumé y escapé y entendí que el trabajo en monótono, pero eso hace que la vida fuera sea mejor. Una noria. El dinero, en efectivo, la avenida Córdoba, el hotel, la habitación, dejad salir a García, la enfermedad se expande por Buenos Aires, pero en el exterior siempre podemos escapar del ADN de la pandemia. El muñeco Gallardo, el perrito Gallardo. ¿Quién asó la manteca?
Felipe va y viene en todas las direcciones, como los dedos buscan el pubis, la luz de la computadora prende la oscuridad del campo, mujer que busca, mujer que practica el extrañismo. Salas de espera. Óvulos y cuarentena, la cuarentena de las cuarentonas. La vergüenza que lo inunda todo, alejar la soledad con la promesa de la maternidad, ahogar la desilusión de una vida intentando salvar la de una adolescente. Un fin de semana, la compañera, Maite, su padre, espantapájaros, las novelas de Mariana Enríquez, la pileta sucia, el cuerpo desgarbado frente a los propios ojos pero apetecible frente a los de los demás.
En el interludio, Gallardo, el muñeco, el perro, hay una ausencia y una vuelta: “Y Jorge responde: está bien, si la dueña se muere nos lo podemos quedar. Pero solo si la dueña se muere”. Conozco la escena de la novia camino de la boda y su padrino. Era Erika Bella. La he visto. Lo confieso. Mark Renton, en “Señalado por la muerte” viaja por el mundo con un frasco de zolpidem. Es mejor que un rosario. Vuelvo a él por el pelo pelirrojo.
Te amo con el corazón que tengo acá dentro desde que nací. Voy a cuidar nuestras cosas.