Más violines, más y más violines, los aplausos del Liceo de Barcelona avisan que llega algo bello, intenso, generacional. Un regalo para sus seguidores, para los enamorados de la banda de Barcelona, la que mejor han entendido el legado de las grandes bandas de finales de los ochenta, desde la épica de Soda Stereo hasta el minimalismo oscuro de Niños del Brasil. Barcelona es una oscura villa de toxicidad y nadie como Dorian han sabido expresarlo mejor: “Los amigos que perdí” suenan a química llevaba con elegancia. Y ese momento donde se elevan Federico Moura para “El temblor”, masticando el gusano, fantasma de todos ausentes y los presentes (en este caso con un heredero de John Boy en la figura de Antonio García de Arde Bogotá)… y es que Dorian no es una banda de tecno, ni de electrónica, no es pop ni rock, es belleza.
Desde el pecho de El Santo hasta los pisos francos que tenía Miqui Puig por toda España, vinilos con pintura de guerra, hasta el momento de Verlaine (elige Tom o Paul) en “Mis paraísos artificiales”. El apoyo de las cuerdas y la mezcla con percusiones orgánicas, en la ambigüedad italo-disco de “Dual”, funciona como una versión 2023 del gran Tino Casal.
Y, con la misma sapiencia, acarician unos arpegios de guitarra, para irse elevando, en una especie de nuevo episodio sinfónico, con “Verte amanecer”, personajes de Irvine Welsh, amantes de Rodrigo Fresán, disfrutas de “Libre” casi con un toque de folklore andino y uno piano de amanuense. Un directo en el Liceo siempre puede convertirse en algo sagrado, casi una entrega de almas recogidas a lo largo de toda España, escuchas “Solar” y, sin darse importancia, las letras funcionan en la desolación primaria, ni demasiado malditismo ni costumbrismo de zapatillas sucias. Y es que cuando uno escucha a Dorian quiere “Estudios de mercado”, quiere a Jarvis y a su colega Richard Hawley en alguna de las discotecas sin nombre que había en el cinturón de Héctor Buitrago en sus tiempos de La Pestilencia.
Un Oasis, sala y suministro para sedientos, eso es “Universal”, una canción en catalán que nombra a Madrid, con la belleza de la voz de Suu. Eso es saber estar y eso hará que Dorian siempre esté en nuestra memoria, generacional, por muchas canciones y, claro, por “A cualquier otra parte”. Un repertorio suculento que sigue emocionando, Dorian, en el momento de la receta y la sonrisa, siguen en el único limbo donde uno querría estar, el del éxito y el culto.