Jesús Bosqued obtuvo el premio al mejor tebeo de la convocatoria de creación Isabel de Portugal de la Diputación Provincial de Zaragoza con esta obra, Ojos de abeja, una novela gráfica, un poemario gráfico más bien, de reflexión existencial, de sumidero diario, de queroseno para el creador. En Ojos de abeja Bosqued construye un momento, un interludio, entre la vida y la muerte, en el que permaneces durante un tiempo en un incendio, un fuego que es espera. Lobos y un chamán en la orilla del Ebro. La miel. Despierta, mi dulce niña, los lobos se acercan a la puerta. Mi hijo se acerca, sus palabras son abejas y miel, porque es lo que le enseñan en la escuela. Yo intento enseñarle la diferencia entre Scott Lang y Henry Pym, entre los Sith y los Jedi. Quiero conservarme en él. No es miel, es ámbar.
En 2020 nos avisaron de que la muerte esperaba fuera. Los que salían parecían apicultores. Deseaban volver rápido al interior. Allí donde no sucedía nada. Abandono el vino porque me recuerda demasiado a la sangre. Marea mi interior. Como en aquellos blancos infinitos donde se ocultaban los parientes de Neil Gaiman, la belleza es un café donde se esconden un millón de universos entre sus posos. A veces pienso que yo mismo, que todo lo que me rodea, está atrapado en el resto mínimo de suciedad bajo la uña del gigante. ¿Y si se le ocurre soplar?
Buscar en los demás algo de emoción. Todos lloran queroseno, todos tienen algo de incendio. ¿Es el incendio del que hablas, Jesús? Si me padre me olvida el incendio es terrible, pero distinto. Quiero permanecer entre las cenizas de mi hijo. Recogerme en su interior mezclado con la miel para hacer menos amargo el bocado. Mujeres y hombre, animales hibridados. Pienso en Sergio Algora y cómo construyó aquellos personajes para que no lo abandonaran a pesar de tener el incendio entre sus manos. Aquel hombre bombilla, sus manos rastrillos de juguete y su cara, escurriéndose como chocolate caliente. El incendio en las manos de Sergio mientras lo amasaba con cuidado. El hombre-termita se come sus dudas, el hombre-termita construye túneles para aliviar la presión de los malos recuerdos. Escapan de tu cabeza, se esconden bajo tierra. Como los sueños en Moscú y Zagreb, como una estación de metro para un zaragozano. Los sueños son lugares perfectos para esperar el incendio. Por eso tú eliges detener con las manos el color. Pero nunca consigues que el beso dure el tiempo suficiente.
Al final queda el gusano. El gusano se introduce en la mujer. Escarba. Todo a escondidas. Cuando la noche ya se ha dormido y el mismo gusano olvida que fue gusano y sueña con ser abeja. Sueña con tener un manual completo de grafos para construirse las raíces. Ser él mismo. Una celdilla para acometer la soledad.