Archivo de febrero, 2023

Algunas palabras sobre Ojos de abeja de Jesús Bosqued Maté (2022)

Jesús Bosqued obtuvo el premio al mejor tebeo de la convocatoria de creación Isabel de Portugal de la Diputación Provincial de Zaragoza con esta obra, Ojos de abeja, una novela gráfica, un poemario gráfico más bien, de reflexión existencial, de sumidero diario, de queroseno para el creador. En Ojos de abeja Bosqued construye un momento, un interludio, entre la vida y la muerte, en el que permaneces durante un tiempo en un incendio, un fuego que es espera. Lobos y un chamán en la orilla del Ebro. La miel. Despierta, mi dulce niña, los lobos se acercan a la puerta. Mi hijo se acerca, sus palabras son abejas y miel, porque es lo que le enseñan en la escuela. Yo intento enseñarle la diferencia entre Scott Lang y Henry Pym, entre los Sith y los Jedi. Quiero conservarme en él. No es miel, es ámbar.

En 2020 nos avisaron de que la muerte esperaba fuera. Los que salían parecían apicultores. Deseaban volver rápido al interior. Allí donde no sucedía nada. Abandono el vino porque me recuerda demasiado a la sangre. Marea mi interior. Como en aquellos blancos infinitos donde se ocultaban los parientes de Neil Gaiman, la belleza es un café donde se esconden un millón de universos entre sus posos. A veces pienso que yo mismo, que todo lo que me rodea, está atrapado en el resto mínimo de suciedad bajo la uña del gigante. ¿Y si se le ocurre soplar?

Buscar en los demás algo de emoción. Todos lloran queroseno, todos tienen algo de incendio. ¿Es el incendio del que hablas, Jesús? Si me padre me olvida el incendio es terrible, pero distinto. Quiero permanecer entre las cenizas de mi hijo. Recogerme en su interior mezclado con la miel para hacer menos amargo el bocado. Mujeres y hombre, animales hibridados. Pienso en Sergio Algora y cómo construyó aquellos personajes para que no lo abandonaran a pesar de tener el incendio entre sus manos. Aquel hombre bombilla, sus manos rastrillos de juguete y su cara, escurriéndose como chocolate caliente. El incendio en las manos de Sergio mientras lo amasaba con cuidado. El hombre-termita se come sus dudas, el hombre-termita construye túneles para aliviar la presión de los malos recuerdos. Escapan de tu cabeza, se esconden bajo tierra. Como los sueños en Moscú y Zagreb, como una estación de metro para un zaragozano. Los sueños son lugares perfectos para esperar el incendio. Por eso tú eliges detener con las manos el color. Pero nunca consigues que el beso dure el tiempo suficiente.

Al final queda el gusano. El gusano se introduce en la mujer. Escarba. Todo a escondidas. Cuando la noche ya se ha dormido y el mismo gusano olvida que fue gusano y sueña con ser abeja. Sueña con tener un manual completo de grafos para construirse las raíces. Ser él mismo. Una celdilla para acometer la soledad.

Algunas palabras sobre La mejor aplicación para senderistas de Sebas Puente

Sebas Puente obtuvo con este libro el Premio de poesía Isabel de Portugal en su edición del año 2022. Editado por Veruela Poesía, continúa con una obra que alcanza poco a poco su mayoría de edad, consolidándose como una de las voces más exportables de la región. Aquí se puede leer un texto sobre su libro Escalinata editado en 2017 por Baile del Sol y aquí, en este mismo Motel Margot, otras palabras sobre su obra Tren de Vida que apareció en PUZ en el año 2021.

El poeta abre su catálogo con Holy Motors. Limusinas blancas y el mundo en marcha. Papel de plata para años de persecución. La ciudad parece distinta a través de la ventanilla de un taxi: “Hacemos tasaciones/al único precio posible:/la voluntad”. Pueblos que se arrepienten después de beber el agua de la empresa, el licor del estado. ¿A dónde nos lleva Sebas Puente? Él conoce los campos magnéticos que han escapado al veneno de la existencia: “Otros lograron escapar/nadando y aseguran/ que al fondo vieron máquinas/que ya no se fabrican”. Un libro de madurez, padres e hijos, se ha terminado la huida. Cuando el poeta busca trucar el octanaje para cruzar con mayor rapidez la noche. La segunda parte, La recolecta, nos recuerda la importancia de alimentarse tras disfrutar del hambre salvaje. Así la casa escarba en la piedra como una nueva forma sólida, volver, cazar, el paso del nómada al sedentario. Lee “Las dos puertas” para recordar que la muerte nos ha robado demasiados libros. Había muchos libros hermosos entre sus manos frías, amigo: “La diferencia entre querer/conservar todo y querer/prenderle fuego a todo”. Fuego que se alimenta de un combustible inventado (hablamos de él hace un momento, incendio de queroseno), un combustible que promete más que da, una gasolina que pudre los pulmones y de su fuego no habrá ceniza que devuelva el sabor a la copa que no se ha bebido. Tres acúfenos, el oído que es música, entre la exposición y la bala, el tiempo es infinito. La vida se propaga como un sonido despistado y busca alguien que disfrute: “tímpano, un muro de ladrillo/o una pared de piedra,/algo que atravesar”. Lee el resto de la entrada »

Algunas palabras sobre El contorno del abismo (Vida y leyenda de Leopoldo María Panero) de. J.Benito Fernández

Como indica la portada de esta nueva edición, El contorno del abismo (Vida y leyenda de Leopoldo María Panero) de J. Benito Fernández editado por Anagrama en su colección Biblioteca de la memoria es una versión actualizada de la obra del mismo título que apareció en el año 1999, cuando el siglo languidecía y Leopoldo María Panero, a pesar de lo narrado a lo largo de esas páginas, se acercaba a un mito inmortal en el panteón de los malditos españoles. Han pasado cinco lustros y Leopoldo María ha muerto, como también lo han hecho sus dos hermanos, Ana María Moix o Ángel Guinda, que aparece, como otros muchos aragoneses, en esta monumental y excelentemente documentada, biografía.

Monumental porque la vida de Panero está en constante batalla con su obra. En realidad existe un paralelismo entre las dos: sus años de creatividad más lúcida en los setenta coinciden con la formación del mito, mientras que sus últimos pasos, tanto vitales como literarios en los primeros lustros del S.XXI son una retahíla de prolíficas obras menores a la vez que Panero pasa de referente a espectáculo circense. Los que tuvimos la suerte de poder leer la primera versión de este libro e introducirnos en el Panero de los Novísimos, enamorado de Ana María Moix, con la apasionante correspondencia con Pere Gimferrer fuimos testigos también de su importancia en la contracultura española de la Transición, sus primeros libros, la relación con Eduardo Haro-Ibars y su conversión en icono de “El Rollo” para acabar desembocando en locura y el internamiento, primero en Madrid y, finalmente, en el manicomio de Mondragón. Desde el estreno de “El desencanto” de Jaime Chávarri hasta “Después de tantos años” de Ricardo Franco en 1994, Panero pasa de escritor a símbolo. De poeta a loco.

En los ochenta, en plena Movida madrileña, su fama, fruto de la película de Jaime Chávarri, lo convierte en un referente para los músicos y artistas que deambulan por la capital de España. Su amistad con Luis Antonio de Villena y, por supuesto, su encuentro con Ángel Guinda una noche dipsomaníaca que desembocará, en 1987, en el espectáculo “Más margen malditos”, mítico montaje de El Silbo Vulnerado con poemas de los mencionados Panero, Guinda y Ramón Irigoyen estrenado en el zaragozano Teatro del Mercado. En 1993 había comenzado a colaborar con Javier Sardá en una tertulia de “locos” en La ventana de la cadena Ser para, en 1997 debutar en televisión, también con Sardá, en “Crónicas Marcianas”. Pero esa misma exposición mediática lo lleva unos años de fama, donde la poesía queda en un segundo plano para colocar los focos directamente en el poeta incontinente, con una cuerda como cinturón, deambulando por la vida cubierto de una nube de humo a modo de aislante social.

Los años de Panero en el siglo XXI, los que incluye con profusión de detalles y una narrativa ágil y compacta Benito Fernández, serán una gira casi constante por España y Latinoamérica. Panero pasa más tiempo en ferias o dando charlas y recitales que en el manicomio de Las Palmas de Gran Canaria, donde se ha trasladado desde el País Vasco. En 2004 lo podemos escuchar en el Festival de Periferias de Huesca junto al poeta y profesor Alfredo Saldaña. Ese mismo año Enrique Bunbury y Carlos Ann graban Panero, un libro-disco, con textos del poeta. Su paranoia solo se ve calmada por la presencia de algunas personas, por ejemplo, el catedrático Túa Blesa, cuya presencia en el libro es constante y sanadora, testaferro de la obra del poeta. En marzo había fallecido su hermano Michi Panero. En Canarias, y durante sus últimos años de vida, se suceden los libros compartidos con personas y personajes, una bulimia de publicaciones de una calidad cuestionable, donde un Panero degradado física y mentalmente, encuentra consuelo en la compañía breve de admiradores y algún amante. Es el tabaco y la leche su convulsa pasión. Su cuerpo se resiste a detenerse y, aunque no puede realizar el simple acto de la escritura, parece esperar el fallecimiento de su hermano mayor, Juan Luis Panero en septiembre de 2013 para, después de unos pocos meses, escapar al mundo de Nunca Jamás, aquel que nunca quiso abandonar. Panero muere en marzo de 2014. No se puede decir que comienza la leyenda, porque la leyenda nunca lo abandonó.

Algunas palabras Sobre el Azar del mapa de Álvaro Valverde

Tusquets edita la nueva entrega poética de Álvaro Valverde, un manual de cómo se puede registrar a la vez la belleza exterior e interior de las ciudades a través de los ojos del que las visita e intenta vivirlas los días que permanece en ella. Sofía, Ginebra y Grandson son los destinos del hombre que busca los fantasmas perdidos para encontrarse a sí mismo, mitómano sincrético, en la humildad de su poesía reside su grandeza. Sobre el Azar del mapa de Álvaro Valverde editado por Tusquets.

Cuaderno de Sofía

Ciudad que se confunde con el mapa, desde el aire la promesa de todas las bellezas, de algo vivo. Lo vivo se esconde en la pared y en los callejones. Acompasar tu latido al de una ciudad exige tiempo y disposición. Belleza escasa que sigue siendo belleza, como una gota de colorante artificial en la nieve. “Contra los muros grises/nos deslumbra”. La nieve es como una visita a una ciudad en vacaciones, en esos primeros instantes, magia y poesía. Luego, conforme pasan los días, tienes que tomar una decisión con la ciudad: quedarte en ella o volver a tus calles (“Lo que es limpio/trasluce por el hielo”). Sofía es, como todas las grandes ciudades, una ciudad gastada: “Caminamos sobre losas precarias/que se mueven, salpican, están rotas”. En las ciudades europeas encuentras a sus habitantes en los supermercados, frente a un café, ajenos a los turistas, como si la existencia del habitante y el turista se encajara en dimensiones diferentes. Vuelves al apartamento alquilado. Avenidas con edificios de uno o dos alturas como máximo. El interior habitado, sin polvo en los muebles, no hay luz ni personas. Nunca ves a nadie entrando o saliendo de los portales. Miras el reloj y sospechas de las leyes de la física: “La crees abandonada/pero alguien/asomado a un balcón/también te mira”, ¿te observa o te atraviesa? Lee el resto de la entrada »

La vida es para los que arriesgan de Loquillo&Sopeña (2023)

El disco en directo que llevamos esperando desde 1994. El disco que, además, atrapa todos los matices que han hecho grande a Loquillo y Sopeña, Sopeña y Loquillo: rock europeo para bandas sonoras de cine polar francés, el desierto de Monegros, el puerto de Barcelona, Montand y Brel, los renegados de Sam Sephard… puedo seguir, pero seguro que me quedo corto. Armados de una banda de forajidos seleccionados por el líder de los proscritos -no es el más buscado, pero sí el que tiene mejor gusto-, guitarras y bajos, percusión y hammond, voz y armónica. Kriss y OldManBob, Dutronc y Parsons, Vinicius di Moraes y su camisa abierta y su JB también abierto. El repertorio comienza con La vida que yo veo de Atxaga y Transgresiones de Benedetti. Dos de los clásicos, 94 y 98.

Después en el territorio de la caja de plata, Tintín y la princesa Leia. La noche blanca, llena de humo, occidente donde la libertad la marca Gainsbourg y sus gitanes: Political Incorrectness con la segunda voz de Sopeña, aquel Cuando pienso en los viejos amigos que abrió la veda y, claro, Cuando vivías en la Castellana, aquel poema que sirve para cualquier avenida, década y perfume. Nos vamos a los arrebatos de doce cuerdas y contrabajo de Inútil escrutar tan alto cielo, como Vázquez-Montalbán susurrándole al oído a David Bowie. Directamente de mesa, con el micrófono cósmico y la armónica de Gabriel, tan en el cielo que es San Gabriel, que es el arcángel Gabriel susurrándole a Jack Kerouac el Eclesiastés.

Aquel chico que acababa COU en 1994, aquel nieto que volvía a la Nava de la Asunción en 1990, aquel hijo y aquel padre que regresaba en el verano de 2022 y ponía la mano en el portal de la casa de Jaime Gil de Biedma. Aquella noche de verano, 2008, el amor de las poetisas, el calor de Félix, El Columpio Asesino y Loquillo cantando por Leonard Cohen y Win Wenders para acabar enmudeciendo el anfiteatro de Zaragoza con una acústica, una voz y una armónica, No volveré a ser joven. Cuando uno escucha Acto de fe, con Josu García, niño pícaro en el abismo de los últimos Mas Birras y uno de los hijos que tuvo Mick Taylor entre 1971-72, acompañan a Gabriel Sopeña en el tema de Sangre Sierra. Un acto de fé es una oración, es sacar jugo de la montaña donde los fósiles alimentan a la máquina. Sopeña es sacerdote sin túnica, es un poeta que ya no necesita libros. Aquel momento en San Sebastián, una casete bajo mano, un cigarrillo con restos de polvo blanco, poco más… Loquillo perdido, la brújula está en el cielo, ya te lo digo, muchacho.

Pero tú quién eres. Yo soy el hijo de Raúl, el hombre que sostenía cerillas en los conciertos de Moustaki en La Salle, el que regalaba vinilos de los Teen Tops a su hijo. Aquel día en el que entramos en la jungla, con Juan Mari Montes, con Gabriel, montado en una barcaza en busca del capitán Kurz, recitando oraciones paganas, oraciones americanas esbozados por Joseph Conrad. Ellas y yo, hijo de la fortuna. Herzog y aquel japonés que nunca se rindió en Filipinas, como tampoco lo hizo el que hacía las mezclas embrujadas de Balmoral. Volvemos al desierto de Mojave, a todos los desiertos del mundo: primera parada en la gasolinera de Kriss Kristofferson, con la voz de Sopeña empapada en el queroseno de la autenticidad, dispuesto a la chispa con el que la vida te hará encenderte. Aquel tema con el que todas botellas se ponían sobre la barra en Compañeros de viaje y, seguida, Apuesta por el rock and roll, el himno oficioso de Aragón, el que ha llegado hasta el último confín de Buenos Aires, pasando por Ciudad de México y arreglado en cumbia si hace falta. En abril de 2007, en las Cocheras de Sans, fue la primera vez que escuché a Loquillo interpretarlo, Aznar&Sopeña, Sopeña&Aznar, cantores con violín y armónica.

Y claro, El hombre de negro, el clásico de Johny Cash, tan pegado a la piel que es un tatuaje generacional. El arreglo más acelerado recuerda a la anfetamínica versión que se registró junto a Calamaro, Bunbury y Urrutia en 2009. Una foto de Linda Ronstadt y otra de Warren Zevon en el altar que arde como pago en la frontera.

«Es el momento de recordar que los lobos siempre están en la puerta, microscópicos pero salvajes. Ya lo cantaba Serge Reggiani: “Tan pronto como huele a fiesta/de los muertos en un campo de batalla/tan pronto como el miedo ronda las calles/los lobos vienen de noche”. De Lisboa hasta París pasando por San Sebastián».

Antes de la lluvia con la idea de que nuestra revuelta ya se ha consumado y vivimos en un mundo de derrotados autómatas, el Brassens rockero que se mezcló con una generación con su Mala reputación y el magnífico tema de Luis Eduardo Aute, De tripas corazón, extraído de aquel Slowly, con sus guiños a Gainsbourg y al mismo Jacques Brel, con su pulmón enfermo, loco cervantino en Amsterdam, aquel Con elegancia, mujeres de drugstore y hombres dignos en su propia decadencia.

El cierre, a piano y voz, la canción que nos hizo soñar con la Barcelona de los Intocables, los besos de carmín estampados en la portada de un fanzine, aquel Mientras respiremos, con sus autos de choque, su Turó Park, su Casavella… la Barcelona que era el mundo, el mundo que quería ser Barcelona y el último rocker, el primer ángel, el chico de la moto manda, John Milner. Un repertorio monumental, unos arreglos puros, salvajes, sin cortar. Era tiempo de rebeldía, la más valiente, la de los veteranos. Cualquiera puede escupir al sistema con veinte años, lo difícil es dominarlo con cincuenta.

Brandon de Ciutat (2022)

Elegancia en vinilo, surcos con aromas clásicos: electrónica concebida para el disfrute, sapiencia de autotune, un leve deje en el fraseo de Manual de autoayuda con Ej Marais haciendo el featuring. Las baterías sacadas de los viejos tiempos del acid jazz, Groove Collective y aquel disco de Los Sencillos de 1996 donde el fin de semana uno tenía el corazón dividido entre la pista de baile y las trompetas llenas de humo, cuando las taburetes de los garitos eran los nuevos tronos. Al llegar la mañana uno escuchaba la salida del sol, no la podía ver, porque era parte de la Ray Milland Band, así que que cuando Rafael Ulecia saca a pasear la guitarra española, las dos aguas de la vida convergen, como este disco, elegancia y calidad, orgánico y programado, noche y día en este Que salga el sol. Palmas y un ventilador, Achilifunk Sound System, en formato Txarly Brown. Hemos llegado a la parte del Xavi Bufa interlude, breve soul, breve house, la primera combinación de pulsaciones en la caja de ritmos, Gass y comer techo, la vuelta a casa, sección rítmica junto al mal, en la casa de la bomba un MC desconocido tiene ganas de organizar una fiesta con flautas y tambores.

En un instante le hemos dado la vuelta al disco para llegar a Tienes el groove, el profesor Manso da clases en un aula virtual, donde los bajos se mezclan con korg de tierra, viento y fuego. El reverendo Clinton aprueba la fe en las percusiones con algunas especies de electrónicas, raíces que no sabemos si son orgánicas o simbiontes. La ciudad que perdió a la Fundación Tony Manero siempre puede dar de comer a los vinilos de los clubes más sucios y llenar de ritmo las calles, el tiempo es un loop inalcanzable. Canto de Hans en la pageda me recuerda la dulce plaga que silban los pájaros cuando los samplean, percusiones ralentizadas, los nietos de los que pedían una lenta para que las luces se ajusten y cuando piensas que todas las monedas de cinco duros se han terminado haces el amago de pedirle a la gramola una incursión en el bombo a negras y vuelta al trono de los Brand New Heavies. Mira el house de la ciudad, que pasean con ritmos que has robado a unas demos de Miqui Puig, códigos que sirven para recordar que hubo un tiempo en que los cantantes de amor tuvieron su sitio en La Paloma, dowtempo, downcity y entonces, con un gusto excelente, cierran un disco de electrónica bikini, loops y metales en el plato, con un boleo, Sabor a mí, de los Panchos que haría cantar al Paul Weller de The Style Council mientras se anudaba la corbata para salir.

Ahora no lloro de Nickzzy (2023)

Nickzzy camina por las calles de Bilbao armado de una cajita de ritmos, un beatbox, una voz que suena a alma y algo de mufa. La familia en el bloque, no cambia, es duro, no piensa en los estadios llenos, no pierde el enfoque. Escucha, Ahora no lloro y sabes que lo importante es la muerte, ahí no hay más camino ni opciones, la vida se bifurca y es una pared la que te encuentras, fumar cenizas tibias, ¿Qué va primero? La familia. Es la rítmica del Bloque, autotune y clubes, ahí donde el neón nos confunde, donde el soul es mutante y la ganga es el resto que recorre la sangre, Dybala, en la calle la muerte nos acecha, así que sampleo la voz de las calles extrañas y consigo una contraseña para seguir abriendo sus esquinas. Los tiempos del opio cortado en las calles de Bilbao, la ría con barcazas que tiraban cadáveres, nucas que se abrían entre ojos con lágrimas, eso era la calle, pesada como el plomo de una canción de Dylan, más al norte del Compton de Eazy-E.

Fotografía de Laura Herradura

Restos grises en un mar oscuro. Flow que se desliza entre los aceros, evitando los muelles, ¿viste a Figo? Él se cambió de bando y de casa. Me duele mira, los placeres del lado oscuro se imponen a la vida plana. Entre la carta de disculpa, el corazón y la voz se acelera: soy un desastre, I know, pero rezo a Dios todas las noches para que te cuide como te cuidaría yo. Alimento perdido, aliento sin sabor. Sola, mira qué vacía tengo la cartera, solo unas canciones, unas bases, algunos amigos, el camino que recorre la noche está plagado de las lágrimas que dejaron los olvidados, es como niebla que viene del norte, un camino de luces con bombo a negras, el ritmo hace las veces de las estrellas.

Algunas palabras sobre Nos queda lo mejor de Isabel González (2022)

«¿Me preguntaste alguna vez qué sentí aquella vez? ¿Cuál de todas, amigo? Cuando mi abuela intentó enseñarme a hacer ganchillo, a manejar las agujas y la lana, la rítmica de la vida, la rítmica que se acoplaba al corazón y el cerebro. No recuerdo que nunca me hablaras de aquello, amigo. Era puro optimismo. Un optimismo diferente. No un optimismo de anuncio de televisión ni de película navideña en un mediodía de agosto en la televisión pública. Era aprender a hacer algo con las manos, con mi abuela».

Mi abuela ya no podrá enseñarme y yo no podré nunca aprender. Pero hoy lo cuento porque al leer Nos queda lo mejor de Isabel González me ha recordado aquello. En Páginas de Espuma se atreven con los relatos cortos, con los cuentos, también son optimistas. El rap del optimista. Las palabras que no se escupen, las palabras que se esculpen. Isabel González mira el folio en blanco y ve, como los grandes escultores, la historia que esconde dentro el folio en blanco. El universo está inmóvil, detenido, cuando Isabel González se pone a escribir. Deja, el Universo, con mayúsculas, el Universo deja, repito, que Isabel recoja las historias como quien se acerca a un árbol con la fruta madura. A la cesta se lleva lo mejor. Un buen título para un libro de cuentos. Dice Isabel que creció en una gasolinera. A principio de siglo, del XXI digo, los poetas postmodernos, los modernos, los situacionistas, los del realismo sucio, todos estaban dentro de la gasolinera o fuera de ella, pero todos pendientes. En una gasolinera solo puede estar Isabel González y Fernando Alfaro, el de Surfin Bichos.

Doce cuentos. Cuatro estaciones. El verano de la piscina y el sexo por inercia, el sexo de temporada -en invierno es el sexo por ahorrar, por recortar la calefacción, en invierno y primavera, si hay suerte, la lluvia anima-, dicen que el verano es más permisivo con los chistes verdes y con la infidelidad. No me acaba de convencer el verano. Es una época para gente bella o para gente que no tiene vergüenza de su físico. No estoy en ninguna de esas categorías. Fiestas de pueblo. Recuerdo a la especialista en cuentos sobre fiestas de pueblo, Aloma Rodríguez. Siempre hay una fiesta. Siempre que existe un salto temporal me acerco con cautela a Giovanna Rivero y, como es colega de escudería, Liliana Colanzi.

«Estás hablando demasiado de ciencia-ficción, Octavio. Pero debes entender que, para mí, que vivía en Zaragoza, acabar pasando el verano en una piscina de un pueblo de menos de dos mil habitantes y contemplar la compleja geometría no euclídea que se forma alrededor de una piscina por las señoras jubiladas que no se mojan o se mojan, pero nunca la cabeza, es casi como buscar valor a la cuarta Ley de la Robótica de Asimov. ¿Y eso qué tiene que ver con el libro, Octavio? Tiene que ver, tiene que ver. Deberías leerlo».

Todos tenemos días en los que cantamos el blues de George Costanza, todos tenemos meses que no queremos hacer el amor y meses que nos morimos por follar, en el que confundimos ser profesor con payaso y escritor con columnista/crítico literario. Extraño Zaragoza de la misma manera que mi padre extraña Luesia. Porque allí fuimos felices, pero también lo somos donde estamos ahora. Isabel González nos da de comer a los hambrientos de buenos momentos, a los que nos gusta utilizar la mirilla que se forma al quemar un poco el papel con nuestros ojos cotillas, es una escritora de las que calientan la olla al fuego y la apagan justo un segundo antes de que se desborde, dejando que un poco de la espuma caiga sobre la vitrocerámica. Si les gustan los relatos que se pueden abonar con esa espuma, disfrutarán con Nos queda lo mejor.

Algunas palabras sobre Plantéate esto de Chuck Palahniuk

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Esto va más allá del Club de La Lucha y de aquella historia con la que se abría el libro de relatos Fantasmas, un cuento sobre una piscina y un desagüe a la que todavía tengo pánico. Una historia que guardo a buen recaudo en el local bajo mi habitación, donde, como un libro maldito de la mitología borgiana, todo lo que altere mi salud mental está escondido entre otros libros aparentemente iguales. Pero los libros de Palahniuk no son iguales a los de los demás, como tampoco lo eran los de Foster-Wallace o Meridiano de sangre de Cormac McCarthy o los de Dennis Cooper… ni el verdadero Bret Easton Ellis, el que dejó su alma en forma de sangre con alto contenidos de alcaloides sobre los párrafos fragmentarios de Menos que cero.

Edita Literatura Random House y se puede adquirir aquí.

No vean las películas o, por lo menos, lean también los libros. Disfruten del sabor doble de la maldad. De la vida que es literatura. Escucha a Palahniuk, dando consejos que no le has pedido, consejos que consumirán tu cuerpo durante dieciséis segundos, los que duran los compases de la versión de Dulce Jane de los Cowboy Junkies.

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Algunas palabras sobre Niños de David Roas (2022)

El terror en la vida, la ligera cortina que separa la risa del llanto, el espejo roto que al recomponerse nos devuelve una imagen no deseada. Qué listos, qué guapos… Niños de David Roas editado por Páginas de Espuma es uno de esos libros que cuando lo terminas te queda la sensación de que todo es posible, sobre todo lo malvado, con un breve desliz en las ecuaciones de continuidad del Universo.

La Fase 1 es la de Huevo: las voces de la noche, las sombras más allá de las tres de la mañana, el momento en el que el alambique (las tuberías que resuenan en los techos), son capaces de recoger el jugo del miedo puro. Para eso nada como el extracto de sabia de un tronco podrido. Dentro del vientre puedes beber. Así, en la puerta, una mano se dirige directamente al vientre, es la mano del hijo que trata de arrastrarte. Maestro Cronenberg que en los cielos no descansa.

FASE II, comienza Larva: ¿recuerdas el salmón? Recuerdo a Andrés Calamaro, Ángel Cristo y El Indio Solari. Nunca te fíes de un niño que prefiere el prefiera el pescado a la plancha antes que las salchichas con kétchup. Dejé de beber para que sus lloros no me taladraran la cabeza. Ahora son las sustancias con receta las que con su alta concentración en la sangre me ayudan a seguir. Mira en qué caldo propicio he convertido mi sangre. Pablito manda. Escucha la canción de Lobito. El chico de la moto con ruedines manda, el chico de los berridos manda.

Reunión familiar: como el día que Annie Ernaux descubrió que era la segunda opción de sus padres, como canonizaron aquel recuerdo. Decían: ella sí que era buena, no como tú. O el gemelo de Elvis, Jesse Garon Presley. La tierra te llama, como lo hace el cementerio. Qué sabrosa mezcla de carne y terruño como lo sería la de Lovecraft y Marina Enríquez.

Zoltar Speaks: un Nueva York de cartón. Como el disco de Lou Reed, Coney Island Baby. La fritanga se huele desde la línea del metro (allí, en un episodio de su serie, Jerry Seinfeld se encontró con un hombre desnudo frente a él). BIG, claro, aquella carta impresa, como las galletas de la fortuna, todo con aire ochentero. La década de la maldad tomada a broma, de las películas de videoclub que eran metacine. En España escondemos los los muertos en el “Tren de la bruja”. Piensa en Jim Jarmusch susurrándole al oído letras a Screamin Jay Hawkings. Las versiones de Jessica Lange de Lana del Rey y David Bowie en la temporada de American Horror History ambientada en un circo de Freaks. Jessica Lange saliendo de orgías nazis con láudano, vivas a la República de Weimar y con una pierna de madera.

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