Nickzzy camina por las calles de Bilbao armado de una cajita de ritmos, un beatbox, una voz que suena a alma y algo de mufa. La familia en el bloque, no cambia, es duro, no piensa en los estadios llenos, no pierde el enfoque. Escucha, Ahora no lloro y sabes que lo importante es la muerte, ahí no hay más camino ni opciones, la vida se bifurca y es una pared la que te encuentras, fumar cenizas tibias, ¿Qué va primero? La familia. Es la rítmica del Bloque, autotune y clubes, ahí donde el neón nos confunde, donde el soul es mutante y la ganga es el resto que recorre la sangre, Dybala, en la calle la muerte nos acecha, así que sampleo la voz de las calles extrañas y consigo una contraseña para seguir abriendo sus esquinas. Los tiempos del opio cortado en las calles de Bilbao, la ría con barcazas que tiraban cadáveres, nucas que se abrían entre ojos con lágrimas, eso era la calle, pesada como el plomo de una canción de Dylan, más al norte del Compton de Eazy-E.
Fotografía de Laura Herradura
Restos grises en un mar oscuro. Flow que se desliza entre los aceros, evitando los muelles, ¿viste a Figo? Él se cambió de bando y de casa. Me duele mira, los placeres del lado oscuro se imponen a la vida plana. Entre la carta de disculpa, el corazón y la voz se acelera: soy un desastre, I know, pero rezo a Dios todas las noches para que te cuide como te cuidaría yo. Alimento perdido, aliento sin sabor. Sola, mira qué vacía tengo la cartera, solo unas canciones, unas bases, algunos amigos, el camino que recorre la noche está plagado de las lágrimas que dejaron los olvidados, es como niebla que viene del norte, un camino de luces con bombo a negras, el ritmo hace las veces de las estrellas.