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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Angela Merkel adelgaza 10 kilos: un modelo, más que un milagro

La noticia la conocimos la semana pasada. Al parecer lo ha hecho por motivos de salud aconsejada por su equipo médico, como debe de ser. Este blog ha dado cuenta en no pocas ocasiones de los argumentos que se suelen utilizar para la promoción de la dieta o sistema milagro de turno cuando en esa promoción intervienen los famosos o las celebrities, casi siempre para ponerlos de vuelta y media ya que, qué demonios hace un famoso convirtiéndose en un prescriptor de salud que es, en definitiva de lo que se trata. O debiera tratarse, por que esa es otra.

Angela Merkel dieta

Como digo y en este caso, utilizando como elemento precipitador un accidente que al parecer sufrió recientemente Angela Merkel, los médicos le recomendaron perder peso y se ha puesto manos a la obra. Y lo ha hecho, a mi juicio, y según todas las fuentes consultadas, de una forma bastante adecuada. No se conocen muchos detalles tan solo que está aprendiendo y llevando a la práctica el hecho de elegir mejor la calidad nutricional de lo que come. Sin tonterías. Sin dietas milagro, sin dietas “con apellido”, sin alambicados y lustrosos planes dietéticos adquiridos en una farmacia, sin potingues, sin batiditos, sin sustitutivos de comidas, sin complementos quemagrasa, ni inhibidores de la absorción de hidratos de carbono. No puedo por menos que repetirme: sin tonterías.

De todas formas, no ha faltado quien no ha dudado en rotular el acontecimiento de la siguiente forma: “La milagrosa dieta de Ángela Merkel. La canciller ha perdido 10 kilos en cuatro meses”, lo que no me parece nada justo ni acorde con la realidad a tenor de lo que se sabe (que es poco, será porque no hay detrás un gurú que medie)

Pues no señores, no, la dieta de Angela Merkel no tiene nada de milagroso (insisto, con lo que se ha dejado saber). Empezando por el propio titular: perder 10 kilos en 4 meses está muy dentro de lo que se considera un adelgazamiento saludable, tal y como recomiendan las máximas instituciones sanitarias: Un ritmo adecuado de pérdida de peso está alrededor de los 0,5 kg por semana debiendo evitarse pérdidas rápidas de más de 1 kg por semana.

La población general merece otro tipo de información y no creer que cualquier adelgazamiento notable haya de considerarse como “milagroso”, máxime cuando este se realiza por la salud y con salud.

Un ejemplo a seguir el de Angela Merkel, al menos en este terreno, que lejos del boato y el relumbrón de sistemas comerciales pone de relieve que se puede perder peso haciendo las cosas bien. Ojalá su caso sirva de ejemplo. Sin embargo, mucho me temo, que en vez de ser ella la que acapare todas las miradas en este terreno, esta primavera-verano sean otros personajes famosos los que se acaparen buena parte de la atención mientras de forma desustanciada promocionan el sistema dietético-comercial de turno.

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Imagen: REUTERS / GETTY

¡Más fresco que una lechuga… viva!

Las lechugas, no sé muy bien porqué, son utilizadas como prototipo de lozanía, vivacidad, plenitud, jovialidad, salud… al fin y al cabo frescura, y es lo que ha quedado haciendo bueno el dicho ese de “más fresco que una lechuga”. Digo que no lo sé muy bien ya que desconozco cuanto más frescas son las lechugas que, por ejemplo, las espinacas, los berros, la rúcula las berenjenas o un frondoso ramillete de brócoli.

Bien, sea como sea y dando por bueno el dicho, al parecer y a partir de ahora (y mira que no me parece mal) habrá que matizarlo. Ya que el otro día me tropecé, literalmente (no las buscaba y, además estaban puestas a nivel del suelo) con una novedosa forma de comercialización de esta suculenta y verdosa forma de entender habitualmente las ensaladas. Te estoy hablando de “lechugas vivas”.

Lechugas vivas

Como lo oyes, lechugas que se venden con todo el cepellón de su raíz inmersa en agua, más en concreto en un cultivo hidropónico. Y tú te preguntarás… ¿Qué gaitas es eso de un cultivo hidropónico?

No te lo puedo negar, cuando se habla de cultivos hidropónicos mi cabeza se retrotrae de forma mecánica a la saga “Fundación” de Isaac Asimov, primera vez que trabé con este hidropónico palabro. Mitad por la originalidad de la sorpresa y mitad por la evocación de esas jubilosas (y juveniles) lecturas de ciencia ficción, quizá por todo ello, no podía dejar de dedicarle un post a las “lechugas vivas”. Bueno, por eso y porque, todo hay que decirlo, en mi opinión (y la de Carolina, mi pequeña gourmet de 5 añazos), una vez en el plato, este descubrimiento ha supuesto un gratificante valor añadido ya que estaban espectaculares (al menos las que me llevé a casa)

En general, la hidroponía, es decir, los cultivos o la agricultura hidropónica, consiste en un método utilizado para cultivar plantas usando soluciones minerales en vez de suelo agrícola.

Creo que no merece la pena aburrirte con más explicaciones de las necesarias y te dejo con un vídeo al respecto de las famosas “lechugas vivas” de mano del propio distribuidor y fabricante, el mismo de aquellas con las que yo he tenido el gusto de tropezarme y catar.

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Nota 1: Con el fin de mantenerla el mayor tiempo viva y habida cuenta de su volumen y del consumo que hacemos en casa, yo he optado por, sin quitarle la raíz (tal y como sugiere el vídeo) arrancar desde fuera y hacia dentro aquella cantidad de hojas necesarias para nuestra ensalada.

Nota 2: Solo el azar ha querido que precisamente el mismo día que yo me tropezaba y cataba en mi cocina estas lechugas una buena seguidora de “mondo twitter” (Raquel Blasco @RaquelBlascoR) me hiciera un comentario sobre ellas, en especial, frente a la “ridiculez” de comparar esta opción con aquellas “más saludables”… al menos en su aparente forma de comercializarse. Sin comentarios.

La historia, integral, de la fibra

FibraComentaba casi al principio de la andadura de este blog que una de las características de la alimentación occidentalizada o de los países desarrollados, es la falta de de fibra en relación a lo que se supone es ideal. Y en nuestro entorno más próximo así se pone de manifiesto si atendemos a las cifras aportadas por el Libro Blanco de la Nutrición con respecto al consumo de fibra (páginas 135-143): en este país el consumo medio de fibra se sitúa entorno a los 7,55 g de fibra al día por persona y por cada 1000 kcal consumidas… muy, pero que muy lejos de los 14g/día/1000 kcal recomendados. Al parecer, un signo de nuestro tiempo y circunstancias.

Para ir centrando el tema, la fibra a la que hace referencia “la fibra” es ese componente dietético que el ser humano es prácticamente incapaz de digerir y que se encuentra de forma característica en los alimentos de origen vegetal (aquellos que no se han “refinado” y la conservan, claro) es decir en, frutas, frutos secos, legumbres, verduras, hortalizas y productos elaborados con cereales enteros o “integrales”. Todos estos alimentos tienen dos tipos genéricos de fibra, por un lado la llamada “fibra soluble”; y por el otro la “fibra insoluble”.

La primera está especialmente relacionada con el beneficio de regular el transito intestinal y evitar el estreñimiento; por su parte las propiedades de la segunda están más relacionadas, por un lado, con su capacidad para regular los niveles de glucemia tras las comidas (disminuyendo el índice glucémico de los alimentos que la incorporan) y, por el otro, ayudar a limitar la absorción del colesterol dietético (el presente en los alimentos). No te preocupes demasiado por incorporar más de uno o de otro tipo, normalmente una dieta diversificada con alimentos de este tipo incorpora fibra de ambos tipos en cantidades suficientes.

Pero uno de los beneficios menos conocidos de los alimentos ricos en fibra resulta de conocer que, aquellos alimentos que la incorporan de forma “natural”, consustancial, además se acompañan de una importante cantidad de diversos nutrientes y fitonutrientes de interesantes propiedades nutricionales tales como: vitaminas, minerales, ácidos grasos poliinsaturados, compuestos fenólicos, polifenoles, etcétera, difíciles de “encontrar” en alimentos refinados o, directamente sin fibra.

Así, en una especie de sumatorio de beneficios y propiedades aquellos patrones de alimentación con una adecuada cantidad de fibra proveniente de los alimentos se ha relacionado con la probabilidad de:

  • Disminuir el riesgo de padecer enfermedades corazón, hipertensión, algunos cánceres tales como el de estómago, colon y recto; y de diabetes tipo 2.
  • Además podría contribuir a controlar el peso gracias a su especial capacidad para aumentar la sensación de saciedad y, por tanto reducir la probabilidad de seguir comiendo y con ello la de incorporar más calorías.

¿Cómo se puede incorporar más fibra en nuestra alimentación?

De entrada, si no se tiene un especial hábito de consumir unas cantidades adecuadas y se está muy por debajo de las recomendaciones (como es más que probable a tenor de las cifras anteriormente mencionadas) es preciso advertir que los nuevos hábitos dietéticos que traten de aproximarse más a las recomendaciones han de ser adoptados de forma gradual. Hay personas que notan una especial “hinchazón”, cólicos o gases cuando tratan de incorporar alimentos con más fibra en su dieta de forma más o menos brusca; por tanto se recomienda que estas mejoras se hagan poco a poco durante un periodo de tiempo más o menos largo (de uno a dos meses) con el fin de ayudar a prevenir estos “efectos secundarios” típicos de cuando se pasa de “la gran secada a la gran remojada” y; al mismo tiempo, tener una hidratación adecuada.

Si estás interesado en incorporar más fibra en tu dieta empieza por consumir con más frecuencia verduras y hortalizas (en sus más variadas formas y preparaciones en forma de primeros platos o en forma de guarniciones e ingredientes de otras recetas), posteriormente estaría fenomenal que te pasaras, por sistema, al consumo de productos elaborados con cereales integrales (pan, arroz, pasta…) y que te plantearas consumir más a menudo recetas a base de legumbres (lentejas, soja, hummus, garbanzos, habas, alubias, guisantes…). Si te hace falta, seguro que encuentras mucha inspiración en esta entrada. Además, piensa en fruta: postres, almuerzos y meriendas son buenas ocasiones para incorporarlas… sin dejar de lado, si gustas, los frutos secos.

Ya sabes, todo con mesura y poco a poco. A ver si te vas a cansar antes de empezar, y no es cuestión.

¿Puedo llegar a las recomendaciones de fibra con suplementos?

Pastillas 2

Por poder, se supone que podrías, pero es probable que con estrategias así driblaras muchos de los beneficios que te he comentado al incorporar alimentos con fibra. Aunque las pastillas y los polvos de fibra, los suplementos de fibra, son una fuente concentrada de este elemento y podrían ayudar a prevenir el estreñimiento, le faltarían todos esos nutrientes habituales en los alimentos con fibra. Además este sistema es, seguro, más caro. Ya conoces en líneas generales mi opinión con respecto a los suplementos y complementos.

Trata pues que tu alimentación sea adecuada de forma entera, integral, en bloque y no pretendidamente buena a base de remiendos puntuales o de ir parcheando aquí y allá haciendo del maldito nutricionismo una especie de consumista, y absurda, forma de vida.

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Imagen: Praisaeng y Vichaya Kiatying-Angsulee vía freedigitalphotos.net

¿Practican los vegetarianos estrictos el carnismo?

rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

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Tal y como titulaba el otro día mi vecino César Palacios (@lacronicaverde) en este post, eso del “carnismo” ha de ser asumido inicialmente como un palabro. Una vez tenido esto en cuenta y sabiendo que está tomando cierta popularidad, lo que hay que hacer es tratar de explicar que significado se le da.

En principio se trata de un estilo de alimentación opuesto al vegano o vegetariano estricto. Es decir, supongo que será aquel que se centra en comer productos de origen animal o que come de todo incluido productos de origen animal, pero claro, eso ya tiene nombre y se llama patrón omnívoro. Lo cierto es que hoy no voy a dar mi opinión si sería bueno o malo comer de una forma u otra ya que, en principio, creo que para destacar el que alguien coma productos de origen animal (en especial carne de cualquier origen) ya tiene también un nombre bastante aceptado… llamaríamos a esa persona carnívora y llegado el caso diríamos de ella que practica el carnivorismo (lo cual nos devuelve al sugerente mundo de los palabros).

El tema es que cuando oí esto del carnismo lo primero que me vino a la cabeza fue esa imagen típica del vegano que añora la carne. Es decir, personas que por la razón que sea se hacen veganos pero que al mismo tiempo echan de menos ¿la textura, el sabor, aspecto…? de la carne. Lo pongo entre interrogantes porque no sé muy bien qué es lo que pueden en concreto echar de menos, pero el caso es que debe de ser una situación relativamente típica entre algunos vegetarianos estrictos. Y traigo algunos ejemplos para ilustrar lo que digo.

Para empezar, la propia denominación de algunos de los platos veganos en los que la primera parte de su nombre empieza como un plato “carnívoro” (o por lo menos animal) y termina aclarando su esencia con el adjetivo “vegetal” o “vegano”. Veamos, tenemos hamburguesas… veganas; queso… de nori (alga); tortilla… vegana (es decir sin huevo); recetas de no-carne a la romana; o incluso la existencia de carniceros vegetarianos, etcétera. Denominaciones que dan que pensar y cuyo uso podría hacer sospechar, quizá me equivoque, de una cierta nostalgia subliminal de lo animal. Eso es a lo que yo llamaría carnismo.

Pero no es solo una opinión particular, los propios vegetarianos expresan aquello que para mí debiera asociarse al uso de la expresión “carnismo”. Me refiero a todos esos productos que en boca de algunos veganos que he conocido están a disposición de aquellos que “echan mucho de menos la carne”. Texturizados se suelen llamar y son productos elaborados con legumbres (muchas veces soja), arroz, etcétera y tienen nombres tan evocadores que dejan poco a la imaginación: “filetes de soja”, “soja sabor ternera”, escalopines de soja y arroz”, “milanesas de soja”, etcétera. De nuevo, lo que yo llamaría carnismo.

Creo que no es una cuestión por la que preocuparse demasiado, pero lo cierto es que al menos a mí me llama la atención que alguien que se haya hecho vegano diga al mismo tiempo que echa de menos la carne. No debiera ser nada raro, quizá es algo semejante como al que ha dejado de fumar y echa de menos el tabaco, algo esperable sobre todo al principio. Y a lo mejor pasa lo mismo con quien no siendo vegano, pasa a serlo. Sea como fuere, a mí me da la sensación que evocar de forma tan reiterada con el nombre (y llegado el caso con el sabor, las texturas y el aspecto) platos omnívoros, resultan en ese carnismo al que hago referencia y parece un poco incongruente. Algo así como ponerle pedales a un monopatín.

Con este post no pretendo herir la sensibilidad de nadie ya que creo que he dejado patente en otras ocasiones que respeto al 100% los patrones veganos y que defiendo su idoneidad cuando están bien planificados. Otra cosa es la desacertada publicidad que en su día hizo Campofrío para promocionar sus productos caricaturizando hasta el ridículo la opción vegana, mezclando churras con merinas y haciendo grotesca esta opción (ver vídeo). Afortunadamente no han insistido por ese camino. Lo traigo a colación porque en él también subyace el concepto de carnismo tal y como yo lo entiendo.

Ahora sí que sí: ¿cuánto dinero más supone llevar una dieta saludable?

africa vía freedigitalphotos.net

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Este es un tema recurrente en el blog, y con los tiempos que corren, además, importante.

Entre los profesionales de la salud es habitual comentar que el seguir una dieta saludable es más caro que seguir un estilo de alimentación… a la buena de Dios (por decir algo). Sin embargo, hasta la fecha no contábamos con datos concretos. Hasta ahora.

Recientemente se ha publicado un estudio que precisamente pone estas cuestiones en tela de juicio y ha valorado las diferencias económicas entre seguir una dieta más o menos saludable y otra que no lo sea. Se publicó a principios de diciembre en la prestigiosa British Medical Journal con el elocuente título Do healthier foods and diet patterns cost more than less healthy options? A systematic review and meta-analysis (¿Son los alimentos y las dietas saludables más costosas que aquellas opciones menos saludables? Revisión sistemática y metaanalísis). Sus resultados son elocuentes y, porqué no decirlo, preocupantes. Elaborado en el marco de la Escuela de Salud Pública de Harvard y capitaneado por Dariush Mozaffarian, todo un referente en estas cuestiones, ha llegado a los siguientes resultados y conclusiones:

Las dietas saludables son cerca de 1,1 €/día más costosas que aquellas menos saludables. Para obtener estos resultados se compararon los precios de los alimentos y aquellos estilos dietéticos más “saludables” frente a aquellos menos saludables.

En este estudio se consideraron como “saludables” aquellos patrones dietéticos que estaban caracterizados por la presencia de frutas, verduras, pescado y frutos secos, frente a aquellas con una especial presencia de de alimentos procesados, carnes y derivados y alimentos elaborados con cereales refinados.

El gran problema, apuntan los autores de este estudio, podría resumirse en que las dietas no saludables cuestan menos porque las políticas alimentarias se han centrado en la producción de «bajo costo y alto volumen» de productos básicos, lo que ha llevado a «una compleja red de capacidades agrícolas, almacenamiento, transporte, procesamiento, fabricación y comercialización en la que se favorecen las ventas de productos alimenticios altamente procesados con fines de lucro«.

Como posible solución los autores opian que la creación de una infraestructura similar que apoyara la producción de alimentos saludables podría ayudar a aumentar la disponibilidad y reducir los precios de las dietas más recomendables.

Dariush Mozaffarian sostiene que

Aunque las dietas más saludables cuesten más, la diferencia con las menos saludables no son tan grandes como se asume de forma general.

Bueno, eso es lo que él considera porque 1,1€/día de más por persona implica más de 400 € de más cada año por persona lo que, sin lugar a dudas, supone un exceso difícil de asumir por muchas familias. Imaginemos una familia de 4 miembros… 1.600€ de más el seguir una dieta saludable que otra que no lo sea tanto… eso es difícil de asumir. Sin embargo, los investigadores creen que esta diferencia de precios es muy pequeña en comparación con los costos económicos de las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, que se reducirían dramáticamente si se siguiera una alimentación más saludable. Y en eso, que queréis que os diga, creo que tiene buena parte de razón, o de intuición.

En esta entrada del muy recomendable blog ¡A tu salud! de Joan Quiles (@JoanQuiles) tienes consejos prácticos para reducir costes a la hora de planificar una cesta de la compra más saludable.

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Otras entradas relacionadas con este tema en el blog son:

Fruta-pasión. El florecimiento de fruterías y verdulerías

No sé si te habrás fijado, pero desde un tiempo a esta parte observo una especial proliferación de pequeños negocios (o no tan pequeños) que tienen a las frutas y hortalizas como objeto de ese negocio. Un poco si me permite la comparación como lo que ocurrió en su día con los videoclubs, los establecimientos de “todo a 100” (pesetas, claro) o las tiendas de chucherías y frutos secos a peso, que tuvieron su momento dorado.

Es algo que me gusta, ya sabes mi especial predilección por este tipo de productos como elementos indispensables que han de estar presentes de forma importante en nuestra alimentación cotidiana; recuerda el plato de la alimentación saludable de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Por tanto, creo que una mayor presencia en nuestro entorno de este tipo de comercios favorecerá la posibilidad de que los consumidores recurran a ellos.

Juan Revenga

Juan Revenga

Las formas de negocio son variadas, desde establecimientos minoristas a pie de calle como la foto de esta magnífica tienda que tengo a dos pasos de mi consulta, hasta las empresas que han diversificado su negocio haciendo llegar sus productos a los clientes a través de Internet, como esta de aquí.

Además, normalmente ponen el acento en el producto local y de temporada algo que, más allá de lo que ocurre habitualmente en las grandes superficies suele ofrecer unas mayores garantías en cuanto a calidad y, a veces, precio.

Hablando de precio, no puedo entender lo que me ocurrió el pasado mes de septiembre en el aeropuerto de Barajas en el que en uno de sus múltiples establecimientos para comer del tipo self-service o autoservicio había raciones de fruta (la de la foto) al increíble de precio de 4,40€ los 150g, es decir a más de 29€/kg… ¿pero están locos, qué se creen, que se trata de caviar? Lo pregunto indignado porque además la calidad de aquella macedonia de frutas dejaba bastante que desear (el melón «baboso», la piña con partes duras, etcétera)

Juan Revenga

Juan Revenga

Desde luego que esos precios no invitan nada a su elección… sobre todo cuando las raciones de todo tipo de aperitivos y dulces procesados estaban más baratos que la ración de fruta en cuestión. Desde aquí invito a los responsables de estos establecimientos o a las empresas de catering que les suministra el producto a que reflexionen sobre este particular.

Naranjas PalauOtro de los aspectos para reflexionar sobre estas cuestiones es lo de la fruta en los supermercados que en ocasiones aun estando de temporada, por ejemplo las naranjas en España en este momento, te encuentras con que las naranjas del súper vienen de Argentina, algo que me parece inconcebible (tal y como ocurrió el año pasado en el súper de debajo de mi casa durante casi toda la temporada invernal)

Como ya he dicho en alguna otra ocasión, afortunadamente, suelo tener la posibilidad de acceder a otros puntos de venta para hacer la compra de este tipo de alimentos. Normalmente es en el mercado y rara vez en el supermercado. También estoy valorando la posibilidad de hacer algunas compras por Internet, directamente a los productores ya que, en algunas ocasiones, cuando he recibido algunas muestras de productos como es el caso de Hermeneus Naranjas Palau he de decir que la calidad era soberbia, para disfrute propio y el de mis hijas… suculentos cítricos donde los haya.

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La sonrisa cítrica: sobre mandarinas, naranjas, clementinas y demás

NaranjaMandarinas, naranjas, clementinas, pomelos, etcétera, volvemos a estar de enhorabuena con esto de la temporalidad… ya sabes unas cosas se marchan (pero volverán) y otras llegan; y ahora empieza el momento de los cítricos (entre muchos otros alimentos propios del otoño y del invierno)

Para los que disfrutan de una buena mesa no conozco pregunta más absurda que aquellas del tipo cuál es tu plato preferido y, en este caso, tu fruta preferida. A mí al menos me pasa, que soy incapaz de dar una, ni tan siquiera una docena… en su punto de sazón, todas las frutas me parecen exquisitas. Pero también es cierto que por las naranjas y cítricos en general tengo una particular predilección, creo que me gusta todo lo que sepa o huela a naranja, limón, etcétera. Me gustan las colonias de inspiración cítrica, mis hijas tienen un bonito cuento titulado “la bella mandarina” y disfruto como un enano de postres y recetas que bien a lo bruto o bien de forma más elaborada incorporan este tipo de elementos (chocolate negro con naranja, mermelada amarga de naranjas cachorreñas, ensaladas con naranja o mandarina, lomo al horno con naranja, etcétera).

 

Zumo vs fruta. No hay color

Una de las preguntas más recurrentes con respecto a estas cosas de los alimentos es la de si un zumo equivale a una ración de fruta, en especial cuando se trata de naranjas que es la típica fruta “del zumo”. Y la respuesta ha de ser clara: NO. Veamos el porqué:

Cuando te haces un zumo empleas cerca de tres naranjas (ya lo sé, depende) y te bebes en medio minuto las calorías de esas tres naranjas al tiempo que dejas gran parte de la fibra en el exprimidor. Sin embargo, cuando comes naranja, comes una, con todas sus calorías pero tampoco más, tardas más tiempo en hacerlo que el hecho de beberse un vaso, lo que favorece el aumento de la saciedad y además te metes toda todita su fibra con todos sus beneficios. Así pues, el zumo, aunque sea “natural” y se elabore a base de fruta, no es fruta. Para más razones sobre si un zumo de fruta equivale a una ración de fruta, te sugiero que le eches un vistazo a este documento de posicionamiento del GREP-AEDN. Y ya que estamos que contrastes en este enlace (¡Y una fruta mierda!) la utilidad de esos preparados que se venden especialmente para niños y que supuestamente equivalen a una ración de fruta.

 

Vitamina C y resfriados

Otra idea bastante bien instalada entre la población general es el hecho de que las frutas cítricas previenen o minimizan los procesos gripales y catarrales, gracias a su aporte de vitamina C.

Con este nutriente como centro de atención y el tema de los enfriamientos y de las gripes se han publicado infinidad de estudios científicos en los que la gran mayoría no observan estos beneficios preventivos y, unos pocos, parece que sí. Afortunadamente en la base de datos Cochrane se cuenta con un reciente metaanálisis sobre esta cuestión (Vitamin C for preventing and treating the common cold) cuyas conclusiones son las siguientes:

El fracaso de los suplementos de vitamina C para reducir la incidencia de resfriados en la población normal indica que la profilaxis con mega-dosis de esta vitamina no justifica racionalmente su uso en la población general. Sin embargo, la evidencia también muestra que su uso podría justificarse en las personas expuestas a una actividad física intensa en ambientes fríos durante breves periodos de tiempo. […] Aquellos estudios en los que se utilizó la vitamina C el inicio de los resfriados como una posible terapia no mostraron ningún beneficio en dosis de hasta 4 gramos al día [de vitamina C]. No obstante, en un gran estudio en el que se utilizaron dosis terapéuticas de hasta 8 gramos, mostró resultados positivos pero controvertidos sobre esta posible utilización al inicio de los síntomas

Nota 1: Para que te hagas una idea de cuanto por encima están 4 y 8 gramos de las recomendaciones de ingesta para la población general en cuanto a la vitamina C, baste decir que esas recomendaciones están concretadas en 75 y 90 mg/día.

Nota 2: En cualquier caso, tanto si estás resfriado como si no, sigue siendo más conveniente que te tomes una naranja (o una manzana o un persimón o…) que, por ejemplo, un bollo suizo.

En resumen

No hace ninguna falta promocionar el consumo de frutas utilizando  para ello el reclamo de sus nutrientes aislados, que no dejaría de ser una expresión más del consabido nutricionismo.

Los beneficios de incluir una adecuada proporción de fruta en nuestra dieta diaria están más que contrastados hasta el punto de que, por ejemplo, la OMS cifra en 1,7 millones las muertes en el mundo directamente atribuibles a un bajo consumo de frutas y hortalizas.

Mi consejo es que para alcanzar ese adecuado consumo, que recurras a los productos de temporada, y las razones son claras: estos productos son más baratos que en otras épocas del año, reúnen todas sus óptimas cualidades sensoriales (están más ricos) y se aprende a seguir una sana variedad sin caer en el aburrimiento.

Para des-estresar un poco con tanta cifra de muertes y demás, te dejo con un desternillante monólogo de Luis Piedrahíta (como todos los suyos) en el que empieza preguntándose si las naranjas se llaman así por su color, o si el color “naranja” se llama así por el color de las naranjas, y termina desvariando sobre la piel de las mandarinas. Una especie de qué fue antes si el huevo o la gallina pero de un color naranja-hilarante.

Si quieres, antes de darle al “play” te sugiero que vayas a por unas mandarinas, o a por una naranja, y que disfrutes el doble mientras lo ves.

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Imagen: Theeradech Sanin vía freedigitalphotos.net

¿Melocotones en octubre? sí… y de los mejores, de Calanda

Para muchas personas los melocotones suelen ser una fruta tan circunscrita a los meses de verano como lo son la sandía o el melón. Y es cierto, la mayor parte de las regiones productoras y de variedades ofrecen sus mejores frutos en esta época. La mayor parte, pero no todas. En particular en Teruel se cultiva una variedad de melocotón concreta con determinados procedimientos que resulta en un producto con Denominación de Origen Protegida, Melocotón de Calanda, que desde mi punto de vista es el mejor de los melocotones del mundo entero y parte del universo.

Melocotón de calanda

Y no solo están presentes en octubre que es cuando el grueso de su producción se comercializa, alguna de sus variedades se cosechan hasta finales de este mes con lo que no es imposible encontrar melocotones “como soles” comercializados bien entrado el mes de noviembre. Y más este año en concreto en el que todas las cuestiones agrícolas van tan retrasadas. Así al menos me lo han hecho saber todos los agricultores y productores de no importa qué producto con los que he tenido la oportunidad de hablar este año.

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Es melocotón de Calanda es absolutamente genuino. Además de cultivarse protegido en una bolsa lo que garantiza en cierta medida el encontrarse ante un producto final prácticamente perfecto; sus cualidades organolépticas son excepcionales: grande, carnoso, increíblemente duro, turgente, de color que varía entre el amarillo crema al amarillo pajizo, uniforme, de sabor dulce e intensamente perfumado. Todos los melocotones de esta denominación de origen pertenecen a la variedad «amarillo tardío» (no podía ser otro nombre) y los clones seleccionados son Jesca, Evaisa y Calante, todos de la especie Prunus persica.

No sé muy bien cómo estará lo de encontrar estos melocotones más allá de Aragón, en especial porque me consta de la picaresca que desde un tiempo a esta parte se viene produciendo con el nombre “melocotón de Calanda”. Sin ir más lejos el año pasado pude ver en una frutería de Irún un cartel en el que anunciaban tener de estos melocotones… ¡en pleno mes de julio!… es decir un imposible y por lo tanto un engaño, una estafa. Pero si puedes, búscalos en tu localidad y pruébalos, no te arrepentirás.

Algunos productores utilizan melocotón procedente de esta DOP para elaborar conservas en almíbares ligeros y en almíbares con vino. Yo los he probado y a pesar de ser de los mejores melocotones en conserva que he catado, siguen siendo eso, una conserva que si la comparamos con la fruta en fresco, no tiene punto de comparación posible.

Conocidas son también recetas y preparaciones culinarias para emplearlos en platos diversos, pero créeme, déjate de tonterías e híncale el diente sin contemplaciones. Deja que te rebose y gotee su jugo entre las comisuras de la boca… disfrutarás como un enano. A mí llegada esta fecha me regalan no pocos ejemplares (con uno solo de ellos puede comer postre una familia de 4 miembros) y ya lo estoy haciendo.

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Imágenes: DOP Melocotón de Calanda

Pues a mí sí que me importan los rábanos

IMG-20130909-00342 (3)Sabes perfectamente que aquí, en este blog, no te vas a encontrar pomposas elegías de alimentos eminentes, si acaso solo de los más humildes, de los más vilipendiados. Y hoy me he propuesto hablar de uno de mis preferidos en este grupo: los rábanos.

Pocos alimentos hay tan desconocidos, poco utilizados y denostados (y baratos) como los rábanos. Y además, ahora, empieza su temporada. Como sucede para el resto de hortalizas pertenecientes a la familia de las Brasicáceas (Crucíferas en tono más coloquial), el otoño y más si cabe el invierno es su época más fetén.

Créeme si te digo que entre los recuerdos más ancestrales que conservo en mi memoria figura el de aquel niño de apenas 5 ó 6 años ante el aperitivo diario y casero de un abuelo materno, Vicente, consumiendo un pequeño bol de rábanos con una copita de vino tinto minutos antes de comer (sí, aquel abuelo). Y el ritual, el mismo de siempre: cuchillo, rabanetas aun con un mínimo de su verdoso pedúnculo nadando en una pequeña cantidad de agua y un salero: Corta pedúnculo, raspa la piel si esos rábanos si eran especialmente picosos… “Juan, ¿quieres?”… jejejejeje, “como no voy a querer, abuelo (pensaba yo)”… y rabaneta para la saca.

Hoy soy yo el que comparte las rabanetas con mis hijas. Hoy sin sal; de verdad que no creo que les haga ninguna falta, mal tampoco les viene, pero nos hemos hecho a comerlas así, y están de muerte. No solo lo digo yo, Adriana y Carolina también, mis hijas, que están mucho menos sugestionadas.

Lo cierto es que el abanico gastronómico de los rábanos (o rabanetas) es muy breve. No gozan de su participación en grandes recetas (que yo sepa) es un alimento humilde y muchas veces quizá por ello despreciado. No obstante, representan una estupenda posibilidad de acceder a un aperitivo agradable y contenido (¿te acuerdas del pinzimonio?), aunque no perdonaría el omitir la posibilidad de adicionarlos a ensaladas diversas o incluso una vez troceados adicionarlos a cremas y purés variados de verduras.

Ya sabes, siguiendo la política de este blog, no te voy a hablar de sus excepcionales cualidades nutricionales, para eso ya hay o habrá otros blog que tengan o no otros intereses distintos de estos. Se trata de un vegetal, más en concreto, de su raíz, que es la que nos comemos y, sabiendo el escaso aprecio que normalmente se hace de él, me basta para dedicarle este post.

Recomendaciones:

  • De rábanos o rabanetas hay centenares de variedades (alargados, globulares, pequeñitos, más grandes…) y, en esencia, dos formas de comercializarlos: en manojos, y más o menos limpios envasados en pequeñas cajitas. Bien, puedes comprar los que quieras, por el manojo (una docena o más de piezas)  no deberías pagar más de 1euro y suelen ser infinitamente mejores que los que vienen en caja que, además, suelen ser mucho más caros.
  • Ahora, a comienzos del otoño comienza su temporada que se prolonga hasta el fin de la primavera. A lo largo de este largo periodo, si frecuentas un mismo puesto verás que evolucionan: cambian de tamaño, de forma y su piel varía. Así, su sabor y matices también suelen variar.
  • Búscalos prietos, redondos o alargados, el rábano ha de presentar una textura dura, compacta. Comprueba su turgencia al tacto; el que estén huecos no suele una característica apreciada. Su piel gruesa o fibrosa, tampoco.
  • Algunos pican, y algunos no poco. Quitarles la piel roja y dejarlos blancos, desnudos, suele ayudar a paliar este inconveniente a quién no le entusiasme. Sus persitentes matices sulfurados, propios de la familia de vegetales a la que pertenecen, a algunos agradan y a otros incomodan.
  • Lávalos de forma intensa antes de comerlos. Para ello ponlos debajo del agua fría corriente y frótalos para eliminar los restos de barro u otros elementos.
  • No dudes en ofrecérselos a tus hijos. Cuida con el picante, a algunos niños no les gusta, sin embargo otros… lo prefieren.

Que los disfrutes! #slurpslurp

Verdura de verdad (síntesis)

Zanahorias manoComentaba el otro día que el consumo de verduras y hortalizas entre los más pequeños es uno de los eternos caballos de batalla cuando estos se sientan a la mesa. Nada nuevo y que además no sea vox populi.

En estas circunstancias, distintas empresas alimentarias han sabido apreciar una oportunidad de negocio a partir de este marco y aportar soluciones con las más variadas estrategias. Una de ellas la vimos en este post. En resumen, se trata de considerar los elementos de la discordia, las hortalizas, y sacarlas de su contexto disfrazándolas con una serie de características propias de otro grupo de alimentos, las chuches. Otra de esas soluciones es, al contrario, coger las chuches tal cual y ponerles sabor a hortalizas, tal y como vimos ayer.

No voy a volver a comentar esta última posibilidad, errónea y mala como la peor… Es decir, la que toma lo peor de ambos grupos de alimentos. Por lo tanto no le veo ninguna ventaja a esta propuesta se mire como se mire, salvo la de ser una propuesta bizarra y curiosa donde las haya. Centrémonos pues en la primera.

¿Cuáles son las razones por las que los niños no comen verduras y hortalizas como a los mayores nos gustaría que las comieran; tienen acaso los niños la culpa? Yo lo dudo. Los niños no se ponen de acuerdo para chinchar a sus padres, no hay un contubernio infantil orquestado para dar mal en este terreno. Sea por las razones que sean los niños no tienen la culpa de no preferir verduras y hortalizas frente a otros alimentos cuando los otros se presentan juntos o como alternativa.

Y aquí quería yo llegar, supongamos que en el momento de la merienda, ofrecemos a un grupo de chavales dos posibilidades una, digámosle tradicional y poco saludable, consistente en galletitas con perlitas de chocolate (o bien una serie de gominotas y caramelos “con zumo de frutas”, ¿te acuerdas?) y, la otra, a base de las ya conocidas Power Pupis (hortalizas precortadas con sugerentes formas y presentadas en llamativos envases) ¿Qué opción crees que preferirán la mayoría de ellos? Yo lo tengo claro, ellos también y seguro que tú también.

Pues de eso se trata, no tanto de las elecciones que los niños puedan hacer en un momento determinado frente a un variado catálogo de opciones, sino más bien qué es lo que tú como padre, madre o cuidador vas a poner a su alcance diariamente. Como dice mi querido compañero Eduard Baladía: “Un niño no come lo que no tiene en casa o lo que tú no pongas a su alcance”

Se trata de eso y se trata de la publicidad. Veamos… ¿has visto algún anuncio en televisión de las referidas Power Pupis? Yo no. ¿Te has fijado en el número de “visualizaciones” que tiene el spot de esta gama de productos en el canal youtube? Ya te lo digo yo, no llega a 600 (muy pocas) y eso teniendo en cuenta que el vídeo está colgado allá por el mes de mayo.

¿Crees que esta inversión en publicidad de los Power Pupis es en modo alguno rival para los anuncios de snacks dulces y salados, las barritas de chocolate, las galletitas, los zumos comerciales, los huevitos de chocolate con sorpresa, los preparados lácteos…? No sé si te has parado alguna vez delante de la televisión cuando en canales como Boing, DisneyChannel y demás similares ponen anuncios… Es increíble el bombardeo incesante, el chorreo de “alimentos” que tienen a los más pequeños como público objetivo. Y sí, la mayor parte de ellos tienen un mini faldón con letra microscópica en el que se recuerda la importancia de seguir unos hábitos saludables tanto en lo que respecta a la alimentación como a la actividad física (Código PAOS). Algo que podrá quedar muy bonito pero que sirve para muy poco. Así, está claro que Power Pupis jamás podrá presentarse como una opción competitiva.

Y por último, se trata de lo que nosotros como padres hacemos como cuidadores. ¿Comemos nosotros delante de ellos una suficiente variedad de este grupo de alimentos? ¿los preparamos de modo atractivo y apetecible? ¿tenemos suficientes recursos culinarios para presentarlos en recetas variadas y apetitosas? ¿los involucramos en los procesos de compra, cocina, etc y los comemos junto a ellos? ¿somos de los que elegimos un menú infantil para nuestros hijos cuando salimos fuera de casa? ¿no nos habremos vuelto quizá demasiado comodones y, entonces, por evitar la negativa, el diálogo… terminamos proscribiendo nosotros mismos los verduras y hortalizas en el menú de nuestros hijos? Y para acabar, más preguntas retóricas ¿creemos que este tipo de soluciones más o menos puntuales son al menos una parte de la solución para esos niños que no comen hortalizas en una mesa? Me temo que no y me aventuro a decir que quienes más terminen utilizando el producto Power Pupis o similar sean aquellas familias que en principio menos lo necesitarían.

Más allá del producto en sí y sus posibles utilidades a la hora de transportarlo y demás, creo que sería conveniente que en nuestras casas se usaran alternativas más saludables, apetecibles y sabrosas tanto en el momento de las comidas, como en el caso de meriendas y almuerzos y aperitivos… ¿te acuerdas del pinzimonio? ¿le has dado alguna vez a tus hijos una zanahoria cruda y limpia, con su penacho para que vaya “picoteando”; han probado ellos por ejemplo los rábanos…?

Probablemente si en nuestras casas presentamos las verduras como algo normal, de diversas y apetecibles maneras, quizá las alternativas de picotear hortalizas precortadas y envasadas no serían tan necesarias. No es una cuestión de certezas matemáticas, pero sí de probabilidades. El reto no consite en que nuestros hijos coman hortalizas sea como sea y si para ello hay que «disfrazarlas» de chuches, pues se disfrazan. No, el reto consiste en que este grupo de alimentos sea asumido como algo normal, no como un castigo… y las chuches un premio. Déjemos las chuches donde están, usándolas como se merecen (en poca cantidad y no muy frecuentemente) y procuremos que en general nuestros hijos disfruten de unos hábitos alimentarios saludables.

A pesar de los dicho, de veras que me gustaría que Power Pupis terminara siendo un éxito comercial. Si así fuera significaría que a lo mejor algo está cambiando entre los consumidores. Pero de entrada lo tienen difícil, además de su escasa publicidad, no es nada fácil de encontrar. Al menos en las dos cadenas de distribución que frecuentamos en casa este producto no se comercializa. Una pena.

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Imagen: Clare Bloomfield vía freedigitalphotos.net