El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Son croquetas caseras porque lo pone en la caja

Cada vez comemos más veces fuera de casa, bien sea obligados por las circunstancias o bien por que ese día no nos apetece cocinar. El caso es que las ocasiones en las que terminamos por recurrir a restaurantes, comidas para llevar, a domicilio o preparadas es muy superior en número si las comparamos con lo que se hacía décadas atrás.

A pesar de ello con nuestros actos y preferencias manifestamos un especial apego a la comida casera. Es decir, comemos fuera de casa pero queremos hacerlo como en ella. Tal es así que en muchas de esas ocasiones en las que cambiamos una receta o plato hecho en casa por otras opciones (ya sea con los alimentos preparados o en la restauración colectiva) los reclamos del estilo: “cocina o comida casera”, “estilo tradicional”, “de la abuela”, etcétera tienen entre nosotros una especial acogida.

Sin criticar ni mucho menos a los restaurantes que realmente practican esta cocina, me gustaría llamar la atención sobre dos circunstancias. La de aquellos otros establecimientos que utilizan la expresión “cocina casera” solo como un reclamo, y también la de todos esos productos que podemos encontrar en el súper que tienen una publicidad en la línea de la ya mencionada. Imagínate: “Caldo casero” comercializado en un tetra brik; o “croquetas caseras” congeladas en el arcón del súper de debajo de tu casa… un auténtico oxímoron gastronómico.

Seguro que te suena esto de lo que te estoy hablando hoy, no obstante te traigo dos ejemplos. Uno de ellos real como la vida misma (o del reality mismo) extraído del programa ‘Pesadilla en la cocina’ de La Sexta. En él, el cocinero Alberto Chicote comprueba que la responsable de un restaurante nombra así a un producto de la carta, las “croquetas caseras”, porque lo pone en la caja. Con un par. Lo puedes ver aquí.

El segundo ejemplo que te traigo es en tono de humor, un tanto procaz y soez todo hay que decirlo, de la mano del ya fallecido cómico norteamericano George Carlin. En este monólogo Carlin arremete contra este tipo de expresiones de tipo “tradicional”, “estilo casero”… y además contra otras sobre las que tampoco le falta razón al hacerlo cuando las encontramos en productos enlatados o envasados (“sabroso”, “suculento”…) y sin olvidarse por supuesto de la reina de todas estas alegaciones: “natural”. Te lo dejo para que lo disfrutes (esta subtitulado).

Si de verdad te gusta, te interesa y te apetece comer comida casera te sugiero, una vez más, que pongas de tu parte la voluntad de hacerlo más o mejor. No recurras solo a ese otro tipo de soluciones más o menos industriales que verdaderamente tienen poco de caseras, por mucho que lo ponga en el envase. Tu paladar notará la diferencia, y probablemente tu salud también.

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Nota: En la entrada de hoy quiero agradecer las aportaciones de dos compañeros twitteros: @Midietacojea y @centinel5051

Verdura de verdad (síntesis)

Zanahorias manoComentaba el otro día que el consumo de verduras y hortalizas entre los más pequeños es uno de los eternos caballos de batalla cuando estos se sientan a la mesa. Nada nuevo y que además no sea vox populi.

En estas circunstancias, distintas empresas alimentarias han sabido apreciar una oportunidad de negocio a partir de este marco y aportar soluciones con las más variadas estrategias. Una de ellas la vimos en este post. En resumen, se trata de considerar los elementos de la discordia, las hortalizas, y sacarlas de su contexto disfrazándolas con una serie de características propias de otro grupo de alimentos, las chuches. Otra de esas soluciones es, al contrario, coger las chuches tal cual y ponerles sabor a hortalizas, tal y como vimos ayer.

No voy a volver a comentar esta última posibilidad, errónea y mala como la peor… Es decir, la que toma lo peor de ambos grupos de alimentos. Por lo tanto no le veo ninguna ventaja a esta propuesta se mire como se mire, salvo la de ser una propuesta bizarra y curiosa donde las haya. Centrémonos pues en la primera.

¿Cuáles son las razones por las que los niños no comen verduras y hortalizas como a los mayores nos gustaría que las comieran; tienen acaso los niños la culpa? Yo lo dudo. Los niños no se ponen de acuerdo para chinchar a sus padres, no hay un contubernio infantil orquestado para dar mal en este terreno. Sea por las razones que sean los niños no tienen la culpa de no preferir verduras y hortalizas frente a otros alimentos cuando los otros se presentan juntos o como alternativa.

Y aquí quería yo llegar, supongamos que en el momento de la merienda, ofrecemos a un grupo de chavales dos posibilidades una, digámosle tradicional y poco saludable, consistente en galletitas con perlitas de chocolate (o bien una serie de gominotas y caramelos “con zumo de frutas”, ¿te acuerdas?) y, la otra, a base de las ya conocidas Power Pupis (hortalizas precortadas con sugerentes formas y presentadas en llamativos envases) ¿Qué opción crees que preferirán la mayoría de ellos? Yo lo tengo claro, ellos también y seguro que tú también.

Pues de eso se trata, no tanto de las elecciones que los niños puedan hacer en un momento determinado frente a un variado catálogo de opciones, sino más bien qué es lo que tú como padre, madre o cuidador vas a poner a su alcance diariamente. Como dice mi querido compañero Eduard Baladía: “Un niño no come lo que no tiene en casa o lo que tú no pongas a su alcance”

Se trata de eso y se trata de la publicidad. Veamos… ¿has visto algún anuncio en televisión de las referidas Power Pupis? Yo no. ¿Te has fijado en el número de “visualizaciones” que tiene el spot de esta gama de productos en el canal youtube? Ya te lo digo yo, no llega a 600 (muy pocas) y eso teniendo en cuenta que el vídeo está colgado allá por el mes de mayo.

¿Crees que esta inversión en publicidad de los Power Pupis es en modo alguno rival para los anuncios de snacks dulces y salados, las barritas de chocolate, las galletitas, los zumos comerciales, los huevitos de chocolate con sorpresa, los preparados lácteos…? No sé si te has parado alguna vez delante de la televisión cuando en canales como Boing, DisneyChannel y demás similares ponen anuncios… Es increíble el bombardeo incesante, el chorreo de “alimentos” que tienen a los más pequeños como público objetivo. Y sí, la mayor parte de ellos tienen un mini faldón con letra microscópica en el que se recuerda la importancia de seguir unos hábitos saludables tanto en lo que respecta a la alimentación como a la actividad física (Código PAOS). Algo que podrá quedar muy bonito pero que sirve para muy poco. Así, está claro que Power Pupis jamás podrá presentarse como una opción competitiva.

Y por último, se trata de lo que nosotros como padres hacemos como cuidadores. ¿Comemos nosotros delante de ellos una suficiente variedad de este grupo de alimentos? ¿los preparamos de modo atractivo y apetecible? ¿tenemos suficientes recursos culinarios para presentarlos en recetas variadas y apetitosas? ¿los involucramos en los procesos de compra, cocina, etc y los comemos junto a ellos? ¿somos de los que elegimos un menú infantil para nuestros hijos cuando salimos fuera de casa? ¿no nos habremos vuelto quizá demasiado comodones y, entonces, por evitar la negativa, el diálogo… terminamos proscribiendo nosotros mismos los verduras y hortalizas en el menú de nuestros hijos? Y para acabar, más preguntas retóricas ¿creemos que este tipo de soluciones más o menos puntuales son al menos una parte de la solución para esos niños que no comen hortalizas en una mesa? Me temo que no y me aventuro a decir que quienes más terminen utilizando el producto Power Pupis o similar sean aquellas familias que en principio menos lo necesitarían.

Más allá del producto en sí y sus posibles utilidades a la hora de transportarlo y demás, creo que sería conveniente que en nuestras casas se usaran alternativas más saludables, apetecibles y sabrosas tanto en el momento de las comidas, como en el caso de meriendas y almuerzos y aperitivos… ¿te acuerdas del pinzimonio? ¿le has dado alguna vez a tus hijos una zanahoria cruda y limpia, con su penacho para que vaya “picoteando”; han probado ellos por ejemplo los rábanos…?

Probablemente si en nuestras casas presentamos las verduras como algo normal, de diversas y apetecibles maneras, quizá las alternativas de picotear hortalizas precortadas y envasadas no serían tan necesarias. No es una cuestión de certezas matemáticas, pero sí de probabilidades. El reto no consite en que nuestros hijos coman hortalizas sea como sea y si para ello hay que «disfrazarlas» de chuches, pues se disfrazan. No, el reto consiste en que este grupo de alimentos sea asumido como algo normal, no como un castigo… y las chuches un premio. Déjemos las chuches donde están, usándolas como se merecen (en poca cantidad y no muy frecuentemente) y procuremos que en general nuestros hijos disfruten de unos hábitos alimentarios saludables.

A pesar de los dicho, de veras que me gustaría que Power Pupis terminara siendo un éxito comercial. Si así fuera significaría que a lo mejor algo está cambiando entre los consumidores. Pero de entrada lo tienen difícil, además de su escasa publicidad, no es nada fácil de encontrar. Al menos en las dos cadenas de distribución que frecuentamos en casa este producto no se comercializa. Una pena.

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Imagen: Clare Bloomfield vía freedigitalphotos.net

Chuches de verdad con sabor a verdura de mentira (antítesis)

[Nota: Se recomienda leer la entrada anterior, Chuches de mentira con sabor a verdura de verdad (tesis)]

Hace cierto tiempo que ya no me inquietan muchas de las cosas que no comprendo. Son así, alguien se ha empeñado en ello y sus razones tendrá. Y no pregunto. No lo hago porque dudo mucho que ante esas cuestiones a las que me refiero alguien pudiera dar una respuesta razonada o válida.

Uno de esos casos a los que me refiero son las chuches con sabor a verdura… con supuesto sabor a verdura se entiende. Se trata de aunar en un solo producto todo lo malo de las chuches, en este caso el prácticamente nulo valor nutricional de unos caramelos duros (a base de azúcares a tutiplén) con el elemento menos atractivo que se suele atribuir a las verduras, su sabor.

El fabricante, Archie McPhee, especializado en cosas raras como habrás comprobado si has seguido el enlace en anterior, comercializa estas golosinas con sabor a verduras en unas bonitas cajas metálicas que contienen tres variedades de golosinas: con sabor a maíz, judías verdes y zanahoria. En su publicidad se afirma que estos caramelos resuelven el viejo problema de tener que comerse primero las verduras para llegar a comer el postre (que se entiende es dulce). No les falta humor a la hora de reconocer que resulta especialmente divertido ver la expresión de un niño cuando los prueba, ya que su cara se transforma en una rara mezcla de horror y placer al mismo tiempo.

Si se es vegetariano, afirman en su página, estos caramelos resultan el aliado perfecto para enmendar la plana a todos aquellos que te sugieran que te comas un caramelo de panceta. Caramelos de panceta o de tocino que también comercializa este fabricante en otra sugerente lata. Así como una especie de petas-zetas de bacon, unas gominolas con forma de bacon pero con sabor a fresa (no preguntes), pasta de dientes con sabor a bacon (como ves tienen una amplia gama de productos dedicados al bacon), chicles de wasabi, y tantas otras cosas…

En mi opinión una graciosa majadería que dudo mucho que tenga éxito en cualquiera de las dos comunidades observadas, la vegetariana y la infantil.

A mí las verduras me gustan, y bastante, pero me sorpredería mucho que el sabor de estos caramelos se asemejara al de las verduras de verdad. En cualquier caso ¿a qué fin?

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Nota: Una vez más esta entrada se la debo a una compañera-twittera (@Innventio) que me puso sobre la pista de la existencia de este… engendro.

 

Chuches de mentira con sabor a verdura de verdad (tesis)

El consumo de frutas y más en especial de verduras y hortalizas entre los más pequeños es observado con no poca preocupación por las madres y los padres de estos. Son frecuentes la ansiedad e inquietudes de los cuidadores al respecto del bajo consumo que los más pequeños hacen de estos grupos de alimentos. Los niños argumentan, y luego los padres repiten haciendo buena la proposición, que estos alimentos son sosos, saben mal (en comparación con otros más de su gusto), huelen mal, son aburridos y, en definitiva, que no gustan. No gustan. Punto. Los niños y adolescentes prefieren alimentos de sabor más intenso, que se puedan comer con la mano, productos más de conveniencia, más divertidos, etcétera.

Y como no gustan no se consumen. Lo cual causa gran preocupación entre los progenitores porque, todo el mundo lo sabe: verduras y hortalizas son alimentos sanísimos. Lo dicen todos los expertos, las más elementales guías sobre alimentación saludable, etcétera. Y yo creo que, más o menos, así es.

Así, un patrón de consumo de alimentos que deja a un lado estos grupos o que, más sencillamente, no los incluye según las más repetidas recomendaciones, termina por convertirse en un patrón de alimentación desequilibrado y poco sano. Muchas veces proclive o tendente a la obesidad con alimentos menos recomendados, más fáciles y cargados de calorías vacías.

Por estas razones, supongo, nació Power Pupis, un producto que trata de acercar los vegetales a los niños. ¿Y cómo lo hace? Pues se presentan en un formato hasta el momento desconocido. Una descontextualización de las verduras, sacándolas del plato y del guiso-al-uso y que las presenta a modo de chucherías, como un snack de conveniencia, algo divertido. Además utiliza uno de los reclamos más frecuentes entre “el otro mundo” de alimentos, el de las chuches. Power Pupis tira de la imagen de superhéroes y superpoderes para vender sus propiedades. Se trata de verduras y hortalizas frescas precortadas con personajes sugerentes para la imaginación de los más pequeños. Así, Zanahorio, Naboki, Remolachina y Calabacita, nos venden a los padres (para que a su vez se lo vendamos a nuestros hijos) los beneficios en el consumo de este grupo de alimentos.

¿Son los Power Pupis una buena propuesta? ¿Es este un método válido para que nuestros hijos alcancen un patrón de alimentación adecuado?

Con sinceridad, sin considerar que esté mal y loando los fines de esta iniciativa, lo dudo. Antes de dar mis razones y aportar mis consejos (algo que sucederá el próximo jueves) habrá que conocer la antítesis en la entrada de mañana. Una entrada que a diferencia de la de hoy se titulará Chuches de verdad con sabor a verdura de mentira. Y tras ella, la síntesis, verduras de verdad con sabor a chuches de verdad.

No te los pierdas.

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Nota: no te cortes y deja en los comentarios qué te parecen los Power Pupis, ¿los has probado? ¿son fáciles de encontrar?

¿Te comes lo más rico primero o lo dejas para el final?

Plato combinado 2Pongámonos en situación: cena en familia (mamá, papá y dos hijas) frente a un plato combinado de tortilla francesa, espárragos trigueros a la plancha y ensalada.

Me resultó curioso el otro día observar como los cuatro teníamos distintas estrategias a la hora de comernos los distintos alimentos de nuestros platos idénticos (salvo por la cantidad). Todos comimos más de unos alimentos al principio dejando otros para el final, pero no todos coincidimos en el orden a la hora de hacerlo: unos empezamos por unos alimentos concretos y otros comensales por otros alimentos.

Visto que el orden de desaparición de los alimentos entre mis hijas era manifiestamente distinto, les pregunté que cuál de los ingredientes del plato les gustaba-apetecía más y cuál menos. Y resulta que las dos coincidieron, lo que más les gustaba-apetecía a las dos eran los espárragos trigueros y lo que menos la ensalada. Sin embargo, la mayor se comía primero la ensalada y la pequeña los trigueros. La tortilla vamos a dejarla como variable independiente.

No pude por menos que preguntar: y tu Adriana (9 años) ¿por qué te comes primero lo que menos te gusta? Me respondió, como si yo fuera tonto, que para dejarse lo más rico para el final y acabar, vamos a decir, con un buen sabor de boca. Sin embargo, Carolina (5 años a falta de otros tantos días) me respondió que prefería comerse primero lo más rico porque sabe que se lo va comer con gusto y que (como en casa no hay mayores presiones por obligar a comer) si se quedaba llena… podría pasar y no comerse lo que menos le gusta. Una especie de “que me quiten lo bailao.

Con respecto a mi mujer, ella y yo seguimos patrones similares, somos más de dejarnos para el final lo que más nos gusta (como Adriana), aunque la verdad es que yo soy más de alternar los bocados de una cosa y de la otra o de, más directamente, mezclarlos.

Siempre me ha llamado la atención que esta dualidad en el patrón de una persona a la hora de empezar a comer lo que más le gusta al principio, dejando para el final lo que menos (o a la inversa) se reproduce exclusivamente cuando dicha persona se enfrenta a su plato. Es decir a lo que sabe que le toca a comer a ella y a nadie más.

Sin embargo, todo cambia cuando las circunstancias son otras. La mayor parte de la gente se abalanza a comer lo que más le gusta primero cuando por la misma comida hay más competidores en liza. Me explico. Imaginemos un aperitivo de boda en la que empiezan a salir camareros con bandejas por todos lados con viandas diversas. Todo el mundo sabe que hay distintas bandejas con distintos canapés. Entonces nadie hace previsión de empezar a comer de lo que menos le gusta para dejarse al final lo que más… se asalta al camarero que lleva lo que te gusta hasta que se agotan las existencias de ese aperitivo y luego Dios dirá: que ya no quedan más aperitivos, pues nada, a aguantarse; que quedan de los que nos gustan menos… pues a seguir comiendo.

Si hay algún psicólogo o psicóloga en la sala (y que no trabaje en ‘no seas pesado’) por favor le ruego que levante la mano y me explique, si puede brevemente, las posibles asociaciones entre estos dos patrones de consumo y, por ejemplo la facilidad para llegar a ser obeso, las características generales en el carácter de una persona, etcétera. Estoy convencido que tiene que haber algún tipo de relación.

Tanto si eres psicólogo o psicóloga, como si no, no te cortes y deja en los comentarios cómo es tu patrón de consumo de alimentos con respecto a lo que más te gusta y lo que menos cuando se te presentan juntos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

‘No seas pesado’ un mal planteamiento de Telecinco

Sobrepeso

El pasado sábado dio comienzo en Telecinco un reality cuya esencia consiste en observar las andanzas de un grupo personas aquejadas de obesidad a la hora de enfrentarse a un tratamiento adelgazante de la mano de un equipo multidisciplinar especializado en las diversas áreas implicadas.

En esta entrada me centraré en la sección ‘No seas pesado’ del programa ‘Abre los ojos y mira’, un espacio que aparte del reality en sí, de momento, no ha sido muy bien acogido por la crítica de las “cosas televisivas” en las que, desde luego, yo no me pienso meter. Me centraré solo en el reality y la forma de plantearlo, siempre con el ánimo de hacer una crítica constructiva y con la intención de que estas cosas mejoren en futuros programas de similar temática (de esta o de cualquier cadena).

Antes de continuar es preciso que un servidor haga una declaración sobre posibles conflictos de intereses: dos semanas antes de su arranque, la productora La fábrica de la tele contactó conmigo para ofrecerme la posibilidad de participar como dietista-nutricionista (tal y como me consta se ofrecio a otros). Ya en el transcurso de la conversación telefónica, y con una escasa información sobre el programa ofrecida con cuentagotas, tenía dos cosas claras y así se lo hice saber a mi interlocutor:

  • No participaría bajo ningún concepto ni por el incentivo que fuera en un programa en el que la pérdida de peso alcanzada por los concursantes en cualquier periodo de tiempo fuera uno de los criterios que marcaran las posibles expulsiones.
  • Que más allá de que finalmente fuera o no fuera yo la persona escogida, que por favor, por favor… por favor, se preocuparan porque fuera un dietista-nutricionista la persona encargada de dirigir los aspectos dietéticos.

Tras una amable y larga conversación, a las pocas horas, me enviaron por correo electrónico una invitación para realizar una entrevista personal. A pesar de mis reticencias (reality, Telecinco, etc.) manifesté mi intención de acudir a la entrevista. Una entrevista que no tuvo lugar porque al día siguiente me comunicaron que “la dirección” ya habían contactado con una persona que les había encantado y que, por tanto, ya tenían a la persona para cubrir ese apartado del programa.

Pues bien, con la tranquilidad de no estar en directo, el sábado me instalé cómodamente en el sofá de casa para poner Telecinco y comprobar de qué iba exactamente el programa en cuestión. Lo cierto es que quedé bastante desencantado. Y estas son mis tres razones fundamentales:

  • Quedó más que claro que la pérdida de peso sería el primer criterio que marcaría las nominaciones de los concursantes. El que menos pierda obtendrá una nominación directa. Mal.
  • El trabajo con el que la psicóloga del equipo empezó a intervenir con los concursantes fue, desde mi punto de vista, deplorable.

Y ahora, también desde mi perspectiva, te explico estas razones:

El tratamiento de la obesidad es una labor francamente compleja. Pero si en algo hay un consenso más menos unánime entre la comunidad científica a la hora de abordar cualquier tratamiento serio, es que este no se ha de basar nunca en la magnitud del peso alcanzada, tal y como señaló en 2009 la American Dietetic Association. De nada sirve perder tropecientos kilos en seis meses si a la vuelta de dos años se pesa igual o más que en la actualidad. El abordaje multidisciplinar del adelgazamiento ha de centrar sus metas en el cambio y mantenimiento de hábitos, unos hábitos saludables se entiende. Sin embargo, en el transcurso del programa se repitió hasta la saciedad y también se recordaba infinitamente en un faldón que recorría la imagen, que el que menos peso perdiera sería expulsado (o nominado) y que el ganador sería el que más peso perdiera.

«Experto en lo que sea» es una pseudocategoría profesional que no requiere titulación de ningún tipo y cuyo uso hace mucho daño al colectivo que sí ha estudiado y se ha preparado en esa área de conocimiento y también hace mucho mal a una sociedad que puede llegar a considerar que cualquiera vale para cualquier cosa siempre que sea un “experto”. Todo el mundo puede denominarse o hacerse llamar «experto en lo que sea». Creo que con esto de la dietética no se ve del todo claro. Por eso te voy a poner un ejemplo. ¿Crees que la audiencia de Tele Cinco hubiera aceptado mano sobre mano que se hubiera llevado al plató a un “experto en medicina” en vez de a una médico especializada en endocrinología? La audiencia imagino que no, y el Consejo General de Médicos te aseguro que no. No dudo que el Sr. Javier Martínez sepa un montón de aquello de lo que va a hablar en público (bueno, un poco sí que lo dudo, luego lo veremos) pero no es de recibo que habiendo como hay cerca de 3.000 o más dietistas-nutricionsitas en este país (la mayoría en paro) hayan tenido que poner en el escaparate dietético a un profesional que no es el de referencia en estas materias. Recuerdo que en la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias es el dietista-nutricionista el único profesional sanitario con formación universitaria al que se le reconocen competencias directas en este terreno (art. 7.g):

Desarrollar actividades orientadas a la alimentación de la persona o de grupos de personas, adecuadas a las necesidades fisiológicas y, en su caso, patológicas de las mismas, y de acuerdo con los principios de prevención y salud pública

Conste que no digo que los tecnólogos no sepan o puedan saber de reumatología, de física cuántica, de historia antigua, de dinámica de fluidos, de literatura… o de dietética; lo que digo es que en principio, no son los “expertos” de referencia en esas áreas de conocimiento.

Y también decía que dudaba de sus conocimientos. Bueno, al menos en la forma de transmitirlos. El Sr. Martínez intervino poco, pero nos dejó algunos detalles que no son de recibo en un “experto”. Por ejemplo, al glosar las virtudes de un “alimento-premio” (mal sistema el de andarse con premios y castigos en estas cuestiones) como la cerveza sin alcohol, refiriéndole una riqueza destacada en ácido fólico. Si sigues este blog ya sabrás que de riqueza nada de nada, 100g de cerveza están muy lejos de contener el 15% necesario de este nutriente como para poder decir, legalmente, que es una fuente apreciable de esta vitamina (puedes contrastarlo en esta entrada). Como siempre, lo peor es lo que reciben los espectadores y con lo que se quedan. Me explico. ¿Habrá alguien que influido por la desafortunada afirmación del “experto” se lance a beber cerveza en vez de, por ejemplo agua, en base a su riqueza en ácido fólico? Me temo que sí. Este por ejemplo es un twitt de una compañera de hace solo dos días en referencia clara a esta cuestión:

 

Captura

Pero hay alguna otra cuestión dietética implicada con la que no sé si estoy de acuerdo. Digo que no sé porque como espectador veo solo lo que me muestran y no sé si la realidad es otra. Me refiero en este caso al tema del pan en la cena. Resulta que el programa hacen gala de recomendar una dieta mediterránea equilibrada, algo con lo que coincido bastante siempre que entendamos a esta como Dios Keys manda (ay, otra vez). El caso es que en las escasas imágenes de la única cena que nos dejaron ver, por ahí no aparecía ni una triste miga de pan… ¿Se lo habrían comido los concursantes antes de que les grabaran; habrá considerado “el experto” que el pan no era un alimento básico en la dieta mediterránea tradicional; estarán haciendo sus propias adaptaciones mediterráneas (algo bastante frecuente); será este partidario de la absurda y popular corriente de quitar los hidratos de carbono de la cena? Quien sabe.

Y me permito opinar de la labor de la psicóloga. Sin ser yo psicólogo, sí. Y lo hago porque, por ejemplo, a pesar de no ser mecánico y no haber estudiado mecánica, si veo a alguien reponer el aceite de un coche como si estuviera aliñando el motor en vez de rellenando su depósito, le diré que lo está haciendo mal. Y tendré todo el convencimiento y el derecho al hacerlo así. La psicóloga se permitió el lujo de vejar a los concursantes en público hasta hacerles llorar. Les preguntó de forma incisiva sobre su aspecto y aplaudió a aquellos a los que les consiguió arrancar una auto confesión de “darse asco” al ver su imagen reflejada en el espejo. Les llamó “gordos” a la cara de la forma y manera más ultrajante. Además les culpó directa y exclusivamente a ellos de su situación, debida a su falta de voluntad manteniendo una actitud claramente peyorativa. Y antes de que te adelantes, eso no es psicología inversa, en todo caso será psicología retorcida. Que no es lo mismo. Puedes ver el fragmento de la intervención de la psicóloga en este enlace.

En resumen

Por todo lo demás, todo aquello esperable de un reality: escarnio público a la hora de subirse a una báscula con aspecto industrial y con muy poca apariencia seria; los consabidos enredos de dimes y diretes; supuestos piques entre concursantes (haciendo gala de profesión la cadena para sacar de donde claramente no había nada); forzando la situación hacia posibles romances futuros, etc., es decir, un reality en toda regla.

De momento solo puedo sacar dos reflexiones-resumen sobre este programa:

  • La primera, en referencia al planteamiento general del reality. Habría que ser muy ceporro para hacerlo todo mal. Seguro que en el transcurso del programa se dan buenos consejos, y de hecho ya se han dado algunos. Espero que aquellos espectadores más interesados en el trasfondo que en el reality sepan apreciarlos. Pero será algo complicado ya que esos buenos consejos se aderezan con malas estrategias. Es decir, no se puede pretender el enseñar a jugar a tenis como lo hace Nadal y dar a los concursantes clases con los mejores profesores del mundo (que en este caso además no lo son) mientras empuñan bates de beisbol. O se educa bien, o se educa mal. En cualquier caso, creo que una cadena con el perfil de Telecinco jamás vería aliciente en mostrar al público un correcto tratamiento de la obesidad ya que como cualquier verdadero tratamiento es muy difícil asumir este como un espectáculo. Salvo que trates de llegar a otro tipo de audiencia. Pero no creo que sea el caso.
  • En segundo lugar, sobre la idoneidad de la presencia en este tipo de programas de un dietista-nutricionista. No sé hasta qué punto la imagen de un profesional universitario prácticamente desconocido por la opinión pública (algo que solo ocurre en España) podría salir beneficiada mientras se es cómplice de los planteamientos del programa y se presta al juego establecido por el  reality. Todo un dilema porque mal si no estamos (no se nos reconoce como el profesional de referencia)… pero mal también si estamos (ya que las condiciones no son ni muchos menos las mejores).

El próximo sábado supongo que lo volveré a ver. No creo que le conceda muchas más oportunidades, el formato me irrita y me parece poco útil y en ocasiones negativo con respecto al tema objeto del reality.

No quiero despedirme sin antes referirme a los propios concursantes. Quiero mandarles todo mi ánimo, no tanto para afrontar el programa (que también) sino en especial para desearles lo mejor en su batalla contra la obesidad. Si eres uno de ellos y estas leyendo estas líneas me gustaría hacerte saber que hay otra forma mejor, menos mediática, de abordar tu situación. Quizá la que ahora has escogido no sea la más adecuada, pero tampoco tiene porque ser la peor. Mucho ánimo, en especial más allá de los cuatro meses que dura el concurso.

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Nota: Quiero agradecer las aportaciones a este post de la dietista-nutricionista y compañera de profesión Lidia Folgar (@Lidia_Folgar)

Imagen: AKARAKINGDOMS vía frredigitalphotos.net

 

¿Cómo puede engordar un alimento con pocas calorías y mucho azúcar?

Esta pregunta, un poco liosa en su planteamiento, me la hizo llegar una lectora y seguidora de Twitter (@Innventio) a través  de uno de los comentarios del blog. En realidad su consulta y explicaciones concretas fueron las siguientes:

Si lo que engordan son las calorías, ¿cómo va a engordar un alimento que tenga pocas calorías pero mucho azúcar? Esto viene a colación de los refrescos. En general, un refresco tiene un 10% de CDR [Cantidad Diaria Recomendada] de calorías y un 25% de CDR de azúcar. Eso significa que si en un día tan sólo me tomara 5 refrescos (nada más), habría ingerido un 25% más del azúcar recomendado, por lo que engordaría, a pesar de haber ingerido sólo un 50% de las calorías recomendadas, por lo que debería adelgazar. No lo entiendo.

Si voy a comprar un producto, por ej., yogures y quiero elegir entre varias marcas, me encuentro con que la información nutricional no es equivalente. Uno tiene más azúcar, pero otro más grasa. Uno más proteínas, pero el otro más hidratos. Así pues, ¿qué debería priorizarse para elegir aquel yogur (o cualquier alimento) más recomendable, desde un punto de vista nutricional?

Refrescos (2)

Para la primera pregunta hay una respuesta relativamente sencilla siendo que además hay al menos dos post ya publicados en este blog que lo pueden ilustrar fenomenalmente bien. Siendo concisos: la pregunta es falaz en su proposición.

Entrando más en materia. En primer lugar ten en cuenta que la capacidad “engordante” de un alimento no depende solo del alimento en cuestión y sus calorías, sino también y de forma importante de la cantidad ingerida y de la frecuencia con la que se suele ingerir  (no es lo mismo consumir una lata de refresco de ciento a viento que tomar todos los días 10 litros)

En alusión a los refrescos o zumos comerciales, siendo concretos, una lata de refresco estándar o un brick individual de zumo comercial suelen contener entre 30 y 40 gramos de azúcar. Una cantidad que empieza a ser considerable la miremos como la miremos. El caso es que si observamos los valores relativos de todos los posibles nutrientes comprobamos que al no tener ni grasas ni proteínas en cantidades significativas, prácticamente el 100% de las calorías es aportada por los mencionados azúcares. Es decir, tenga la cantidad de azúcares que tenga, son los únicos que intervienen en la suma del valor energético del producto. Para saber de forma aproximada la cantidad de calorías aportadas por los distintos nutrientes o macronutrientes te sugiero que consultes estas entradas:

¿De qué depende que un alimento tenga más o menos calorías?

Dos preguntas para intuir las calorías en un alimento

Pero, al final la pregunta del millón es ¿son pocas o muchas calorías esas 120 a 160 kcal por ración estándar de refresco? Pues son bastantes si consideramos dos aspectos: que el gasto medio diario de un adulto medio ronda las 1800 a 2.500 kcal. y, que son calorías vacías, es decir, con este tipo de productos solo se incorporan calorías, nada más: ni fibra, ni vitaminas, ni ácidos grasos esenciales, etcétera y por tanto su poder de aportar saciedad es francamente escaso. Así, detrás de un refresco, puede venir otro, y luego otro… con todas sus calorías, que no van a contribuir en modo alguno a mantener un balance cero (o negativo si se pretende adelgazar) sino más al contrario. Usando tus argumentos,  si el consumo de un refresco implica “solo” el 10% de la CDR lo que verdaderamente implica es que has aumentado en un 10% la posibilidad de excederte en tu balance calórico porque, no te olvides: estas calorías “no las vas a tener en cuenta” a la hora de regular tu ingesta de alimentos diaria. Es decir un 10% de tus calorías necesarias te las metes al cuerpo sin haber empezado a comer, sin que se acompañen de un valor nutricional más o menos adecuado y sin saciarte…

Si tomaras 5 refrescos al día (y nada más) durante un espacio de tiempo relativamente largo lo que pasaría es que en contra de lo que dices, adelgazarías (es como si te dieran diariamente un saquito con 175 gramos de azúcar con sus aproximadamente 656 kcal). No creo que tú puedas mantenerte con vida y en un buen estado de salud con tan solo 650 kcal/día. Adelgazarías y además sufrirías múltiples deficiencias nutricionales. Pero si además de comer tu minuta habitual (equilibrada en todos los sentidos), la acompañaras con 5 refrescos al día (1 a media mañana, 2 en la comida, 1 a media tarde, 1 en la cena) las probabilidades de aumentar tu peso a la larga serían considerables.

En resumen, pocas o muchas calorías, ya se trate de una persona deportista, con normopeso o con sobrepeso, que coma mucho o poco, este tipo de productos, consumidos de una forma habitual, dentro del actual contexto de nuestra sociedad (con todas sus características inherentes) implica un aumento del riesgo de: pasarse con las calorías y de no estar correctamente nutrido y, por lo tanto caer en alguna deficiencia.

Te sugiero que visites estas entradas al respecto de las calorías vacías y los refrescos:

Calorías vacías, ése concepto

¿Es el azúcar veneno?

¿Puede la compañía Coca-Cola ayudar a combatir la obesidad?

Obesidad y más en dibujos animados

Información nutricional (2)

Con respecto a la segunda pregunta déjame que te responda saliéndome por la tangente: no es preciso que mires las tablas de composición de alimentos para seguir un patrón de alimentación saludable. La mejor prueba es que a pesar de estar ahí la gente no sabe interpretarles (véase tu pregunta). Y es que no es necesario. ¿Qué tal si sigues las más elementales recomendaciones de consumo de alimentos por grupos? Te doy una serie de consejos breves y de lo demás, entiéndeme, puedes “olvidarte”:

  • Procura que tu en alimentación estén presentes diariamente al menos cinco raciones de vegetales frescos (los consumas cocinados u crudos) es decir, verdura, hortalizas y frutas.
  • En cuanto a los alimentos provenientes de los cereales elige mejor aquellos de origen integral.
  • Por lo general huye de los alimentos que en su publicidad hagan alegaciones sobre la salud y te digan lo buenos que son. Es decir si vas a comer yogur, come yogur y punto. Olvídate de todo lo demás.
  • Procura que no haya muchos alimentos altamente procesados (derivados cárnicos, bollería industrial y similares) ni tampoco platos preparados, a domicilio. Es decir, cocina lo que comes.
  • En cuanto a las carnes elige aquellos cortes más magros y menos grasos.
  • La bebida de elección será el agua.
  • En resumen, come como comería tu abuela… y por supuesto muévete.

Te dejo esta entrada con sus diversos enlaces en su interior para que te hagas idea de lo que te digo: La era de los “platillos nutrientes” y sobre todo que te quedes con este tipo de organización de menús por grupos de alimentos de la imagen inferior, más allá de lo que te digan las etiquetas de los alimentos.

Healthy eating plate

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Imagen: Iamnee y Stuart Miles vía freedigitalphtos.net y Harvard School of Public Health

Pan y helado en un domingo cualquiera

Pan y heladoHace pocos domingos volvía por la tarde a casa con la familia después de haber pasado un día por ahí. Había que comprar pan para la cena (en mi casa se consume no poco pan) y en estas que me fui a ver donde podía encontrar un pan más o menos decente siendo que mi panadería “de siempre” estaba ya cerrada.

Dirigí mis pasos hacia una de esas franquicias que tiene el pan como centro y reclamo del negocio, pongamos que se llama ChupiPán y que además no hace mucho ha diversificado su oferta con una nueva línea de panes, pongamos que se llama Good-baking… tradición, calidad, mayores valores nutricionales y todo eso como justificación. Tienda vacía. Entro y se establece el siguiente diálogo con la “panadera” (textual):

–        Hola, buenas tardes quería pan… un buen pan ¿qué es lo que tienen o les queda?

–        Uuuuy, muchas cosas, nuestra línea good-baking es estupenda y maravillosa… tenemos un pan “multicereales”, este de aquí, muy rico; también tenemos la barra “tradición” sin ningún tipo de aditivos… pero el mejor de todos es este de aquí, el “pan de espelta”, es el mejor porque quita todos los dolores…

Yo no sé o no puedo levantar una ceja y aportar a mi cara un aspecto circunspecto e inquisitorial (cosa que siempre me ha dado mucha envidia), así que no tuve otro remedio que intervenir de palabra

–        ¿Perdón…?

–        … (silencio)

–        ¿Dice usted que este pan “quita todos los dolores”?

–        Sí, sí, de reúma, de las articulaciones, de espalda, etcétera, cualquier dolor

–        ¡Vaya! entonces ¿habrá que cerrar las farmacias, no?

–        No hombre no, no te quita los dolores inmediatamente sino que si se consume de continuo, a la larga, produce esos efectos…

–        Perdone mi osadía, ¿pero eso como lo sabe?

–        Aquí vienen todos los días personas mayores pidiendo este pan porque se lo ha recomendado su médico o su nutricionista… y claro si ellos lo recomiendan será por algo.

–        Yo soy nutricionista

–        ¡Ah! estupendo, entonces sabrá de lo que le estoy hablando…

–        No, ni idea, ilústreme

–        Bueeeeeeno (serás un nutricionista de medio-pelo, debió pensar) es que la espelta es un cereal ancestral y natural que tiene muchos nutrientes… ¿es que usted no lo recomienda?

–        No. Bueno, no se preocupe demasiado por mí, que es domingo y no conviene… Deme dos barras del de tradición por favor, ya le pondré yo los “aditivos”. ¿Qué le debo?

–        2,20 euros (con cara de no haberla pillado, pero mosqueada)

–        Gracias, buenas tardes.

A continuación de vuelta hacia casa me topé con una heladería de las de antes y pensé, qué demonios, un día es un día, vamos a ver qué helados tienen y les doy una sorpresa a mis chicas (mujer y dos hijas, preciosas todas)

–        Hola, buenas tardes ¿qué le pongo?

–        Hola buenas, déjeme que eche un vistazo por que desde luego hay que ver la variedad que tiene usted aquí (realmente, no suelo frecuentar las heladerías, y cuando lo hago siempre me asombra como han evolucionado los sabores que yo recordaba de otro tiempo: fresa, limón, chocolate, vainilla, nata… y poco más)

–        ¡Caramba, veo que tiene usted helado de bayas de Goji!

Reconozco que venía un pelín calentito de la panadería y con cierto espíritu de cachondeo, así que lancé mis redes a ver si pillaba algo en río revuelto… y me llevé una (agradable) sorpresa:

–        ¿Qué es eso de las bayas de goji? Pregunté

–        Sinceramente una chorrada más que al parecer ahora tiene bastante tirón por aquello de la salud

–        ¿A sí? ¿y qué beneficios se le atribuyen?

–        Imagínese cualquiera… pues ése que tiene en mente se le atribuye, cualquiera.

–        ¿Y funciona?

–        ¿Habla en serio?

–        ¿Está rico?

–        A mí no me gusta nada

–        Entonces, ¿porqué lo hacen?

–        Porque se vende más o menos bien… Estoooo, bueno, ¿va a querer algo o no?

–        Sí, sí, perdone. Mire, me va a poner dos tarrinas pequeñas mezcladas, una de helado de jerez con pasas y helado de galleta; y la otra con helado de limón y fresa a partes iguales.

–        ¿Qué le debo?

–        4,80 euros

–        Ay disculpe, póngame también cuatro cucuruchos de barquillo… ¿qué le debo?

–        Ya le he dicho: 4,80€

–        ¿No cobra el barquillo?

–        No

–        Muchas gracias

–        Gracias a usted, adiós

En el camino a casa pensaba en estos dos breves encuentros y la muy diferente forma que tenían dos comerciantes de dirigir sus negocios a pesar de la aparente similitud. Todo ello teniendo en cuenta que casi a buen seguro la “panadera” era una empleada y el de la heladería el propietario. Ya sabes lo que opino de estas cosas así que no te sorprenderá la nota que en su labor comercial atribuiría uno y otro trabajador.

Para la empleada de ChupiPán un 7 sobre 10: entrega, ganas de vender, proactiva. No le pongo un 10 porque evidentemente sus argumentos eran simples y, llanamente, mentira. Al propietario de la franquicia de ChupiPán un 0 sobre 10: no tiene ni puñetera idea o intención de formar a sus empleados de forma adecuada dando un servicio y un producto digno con una información veraz. Al empleado, y todo apunta que propietario de la heladería, un 10: tenía pinta de ser uno de esos tipos con el que, al menos un servidor, se iría bien a gusto de cañas.

Nota final: El pan estaba razonablemente bueno, la textura, olor y sabor eran bastante aceptables o incluso como digo buenos, el aspecto podría ser mejorable (la corteza inferior presentaba esos puntitos de rejilla que no soporto). Lo mejor del pan: que al día siguiente seguía manteniendo la compostura. Y en cuanto a los helados… increíbles, no te cuento como estaba la mezcla del helado de jerez con pasas con el de galleta. Y eso que sobre el papel a mí no me gustan demasiado los helados. Las nenas quedaron encantadas; y que te diré yo de cómo me quedé después de recibir sus besos y abrazos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

Dieta mediterránea (7): la dieta mediterránea es una entelequia

Anteriormente en este monográfico sobre la dieta mediterránea:

La dieta mediterránea es una entelequia

Más allá del importante interés que los distintos sectores de la industria alimentaria pudieran tener en hacernos comulgar con ruedas de molino y de su efecto sobre los consumidores, el tema mediterráneo necesitó de una vuelta de tuerca más para llegar a convertirse en lo que hoy conocemos. Este empujón definitivo no podía ser otro que el apoyo de las, si se me permite la expresión, “las fuerzas vivas”.

Retomemos el hilo temporal de los acontecimientos. En un marco estrictamente popular y divulgativo en 1975 aparece el consabido libro Eat well and stay well. The mediterranean way que supuso el detonante de facto para todo el rollo mediterráneo que vino después. Al poco tiempo, en 1980, se publica la obra Seven countries: a multivariate analysis of death and coronary heart disease que constituye el grueso de los datos epidemiológicos referidos al estudio de los siete países y que de algún modo es la obra que respalda en el plano científico  la historia mediterránea.

España y la dieta mediterránea

Quizá te estés preguntando, tal y como yo me he planteado alguna vez, si en otros países la obsesión mediterránea se vive con la misma intensidad que en España. Recordemos que, a fin de cuentas, España no aparece en el famoso Estudio de los siete países… Mi opinión sin más datos que los que he podido contrastar personalmente con ciudadanos de a pie de Italia y Grecia es que no. No diremos ni mucho menos que la dieta mediterránea es desconocida en otros países de este entorno. Pero lo cierto es que tampoco ha alcanzado en ellos las altas cotas de popularidad que observamos en España, muchas veces aliñada con los sinsentidos que podemos contrastar a día de hoy. En realidad, creo, que el que hayamos terminado por haber hecho nuestra a la dieta mediterránea se debe a ciertas pequeñas alusiones que el matrimonio Keys hacía en su último libro cuando se referían a los países mediterráneos. En ellas, al enumerar esos países sí que aparecía España. Mencionada como uno más en la relación y sin hacer un especial hincapié. Recordemos que si el matrimonio Keys tenía una especial predilección en este terreno por algún país, ese fue Italia.

Sea como fuere, ya sea por nuestras características, por las concretas circunstancias que vivimos a principios de los años 80 del pasado S.XX, por el especial clima de desarrollo, aperturismo, modernidad etc. de aquel entonces, ya sea por haber dejado atrás recientemente el concepto de “transición nutricional” que otros países superaron décadas antes o sea por lo que sea, el caso es que en España la simiente mediterránea prosperó como en ningún otro sitio. Y como muestra de la fructífera cosecha (mucha de ella basada en tonterías como vimos en el capítulo anterior) tenemos lo intensamente interiorizada que parece estar la dieta mediterránea en prácticamente toda la población española.

La Dieta mediterránea es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Fruto del fulgor mediterráneo y con el primer objetivo de, cito textualmente:

La salvaguardia del acervo milenario común a las poblaciones de la cuenca mediterránea cuyo estilo de vida y costumbres desde las prácticas agrarias, la cocina, la alimentación y la actividad física practicada con regularidad han despertado el interés de eminentes científicos de todo el mundo en las últimas décadas por su contribución a la prevención de numerosas enfermedades” nace en 1996 en España la Fundación Dieta Mediterránea.

Una fundación que ha tenido desde sus orígenes y hasta el día de hoy un cierto peso en todas las cuestiones nutricionales de este país y que edita periódicamente una Pirámide Tradicional de la Dieta Mediterránea. A fin de cuentas, es una entidad que cuenta con el patrocinio del Gobierno de España a través del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. No es el momento de entrar a valorar la utilidad, los servicios y las actividades de esta fundación, no obstante, sí que me gustaría que quedara aquí patente cuáles son sus patronos (el Patronato es el único órgano de gobierno y de representación de una fundación): el mencionado Ministerio, la Generalitat de Catalunya, el Ajuntament de Barcelona, Prodeca, la Asociación para el Desarrollo de la Dieta Mediterránea, GrupActel, Danone, Freixenet, Torres, Mercabarna y Gallina Blanca. Ahí queda eso.

El caso es que entre las diversas actividades de la Fundación Mediterránea, en 2008, coordinó de forma transnacional la presentación de la candidatura para inscribir la Dieta Mediterránea ante la UNESCO en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Una candidatura elaborada y presentada conjuntamente por los gobiernos de España, Grecia, Italia y Marruecos. Así, el 16 de noviembre de 2010 se terminó aceptando e inscribiendo a la DM dentro de la mencionada lista.

Habría también mucho que hablar sobre la candidatura y el actual estatus de la DM como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Si quieres, tienes todo el expediente de la candidatura en este enlace (definición del elemento, características, etc.) A título de curiosidad, dentro de este tipo de solicitudes (inmateriales) la UNESCO solicita que los candidatos establezcan una zona geográfica propia en la que el elemento en cuestión esté claramente patente. Pues bien, como no podía ser de otra forma Italia citó la región de Cilento (la paradisiaca región en la que Keys estableció tanto su base de operaciones como su residencia), Grecia concretó su propuesta en la no menos idílica región de Koroni; Marruecos en Chefchaouen; y España… no lo dirías nunca… en la comunidad de Soria. Sí, Soria como territorio en el que se reconoce una comunidad o población modelo en la que se concreta especialmente la herencia del elemento en cuestión, en este caso, la dieta mediterránea.

Mandam ientos dieta mediterránea_contafisca

Para que veas el grado de descontextualización que a mi modo de ver ha alcanzado todo el tema cultural asociado a la dieta mediterránea aquí tienes la foto de un monolito/lápida (no estoy seguro) que en 2008, cuando se preparaba la candidatura, se levantó en la Plaza del Olivo de Soria. Se trata de los supuestos “Diez mandamientos de la Dieta y Cultura Mediterránea” expuestos según marca el más preclaro estilo de la tradición judeo-cristiana. Se termina así por agregar el último y más bizarro ingrediente al recetario mediterráneo: la religión. Estos son, según este monumento los comentados 10 mandamientos:

1 Tomarás aceite de oliva virgen todos los días de tu vida.

2 El pan y los cereales no olvidarás.

3 La fruta acompañará todas tus comidas.

4 Ensalada a diario comerás.

5 Hortalizas, verduras y legumbres combinarás.

6 Sin pescado no vivirás.

7 Diariamente leche beberás.

8 No excederás el consumo de grasas saturadas.

9 Laborales y festivos caminarás.

10 Siempre compañía procurarás.

 Estos diez mandamientos se resumen en dos:

Amarás la dieta mediterránea como a ti mismo

Al prójimo transmitirás sus beneficios

Sinceramente, creo que no hacía ninguna falta.

La EFSA también se ha pronunciado sobre la dieta mediterránea

Después de este terrible marenostrum maremágnum generado en estos 7 capítulos (¡caramba!: “7”, qué casualidad) quizá te estés preguntando si las autoridades sanitarias se han pronunciado al respecto de si se podría utilizar la alegación de que la dieta mediterránea es buena para la salud. En realidad, como lo de “bueno para la salud” es demasiado general, concretemos si se puede utilizar diciendo que sirve para aquello que le reportó la fama inicial: mejorar la salud cardiaca.

Pues bien, en este sentido la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó en 2011 un documento de posicionamiento en el que se sostiene que no. Te lo repito, que no. Y las razones que dieron mí me parecen  bastante convincentes, ya que:

 “el término dieta mediterránea no está suficientemente bien caracterizado… que se utilizan diversas definiciones de dieta mediterránea no coincidentes… que según la legislación vigente no se puede hacer una alegación de salud sobre ningún alimento que incluya más de un 1,2% de alcohol en su composición y que, por tanto, al ser el vino uno de sus alimentos definitorios, no se puede hacer tal alegación.

Dicho de otra forma:

1º No hay forma humana de definir de forma convincente y para todo el mundo qué demonios es dieta mediterránea.

2º Al implicar al vino y este tener más 1,2% de alcohol es imposible aceptar cualquier alegación salutífera.

 En resumen

Lo que conocemos por dieta mediterránea es esencialmente una entelequia (2ª acepción del DRAE) así la definió Marià Alemany en el programa REDES

Así pues, cuando a día de hoy te hablen de dieta mediterránea, asegúrate muy bien de a qué se están refiriendo, no es nada fácil tener una idea clara de qué es en realidad (te aseguro que un servidor, más allá de lo expuesto en el capítulo 6, no lo tiene aun nada claro). En cualquier caso, lo más probable es que en el 99% de los casos cuando oigas en algún sitio hablar de dieta mediterránea, a lo que realmente se aluda sea a una, entre tantas, dieta media-terrárea. Es lo que le pasó a Manolo.

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Imagen: contafisca vía Flickr

 

Dieta mediterránea (6): parafernalia mediterránea y nutricionismo, la misma historia

Anteriormente en este monográfico sobre la dieta mediterránea:

Parafernalia mediterránea y nutricionismo, la misma historia

Dieta mediterránea para perrosBien, ya has visto de dónde viene y cómo se ha gestado el concepto que a nivel popular tenemos de la dieta mediterránea. Lo demás es fácil de adivinar, más que nada porque lo estamos viviendo en nuestras propias carnes.

La explosión mediterránea ha terminado fructificando en una serie de alegaciones casi paranoicas sobre alimentos, productos y sistemas dietéticos que utilizan como ariete la salud, la cultura, las tradiciones y, en definitiva, el buenrollismo con el fin de derribar las murallas de un siempre mermado espíritu crítico entre los consumidores, para que de esta forma se termine comprando/consumiendo el alimento/producto/sistema de turno.

Pero resulta que la dieta mediterránea no es así o no consiste solo en eso. Bien entendida no es una “dieta” tal y como la población general entiende esta palabra, y sí más como la guisaron a fuego lento el matrimonio Keys. La “dieta mediterránea” en su relación con la salud, alude en esencia al concepto etimológico del término “dieta” que proviene del griego diaita, es decir, “manera de vivir”. No es lo que se come. O mejor dicho, no es solo lo que se come, o lo que se come es tan solo una parte, quien sabe si tan, menos o más importante que el resto de elementos que intervienen en ese estilo de vida con el que al final tratamos de autoreportarnos más salud.

Sin ánimo de mostrarme de acuerdo con todos y cada uno de los consejos clave contenidos en los libros del matrimonio Keys a fin de mantener y/o alcanzar un adecuado estado de salud, pero sí firmemente alineado en su mensaje general, déjame que los enumere (ya te digo de antemano que algunos son muy matizables a la luz de la más reciente evidencia/desconocimiento). Esta es, textualmente, la síntesis que el matrimonio Keys hacía del constructo mediterráneo en aras de la salud en su libro Eat well and stay well. The mediterranean way:

  1. Evite la obesidad; si usted es ya obeso, adelgace.
  2. Restrinja la cantidad de grasas saturadas en los alimentos por ejemplo aquellas provenientes de la carne de vacuno, cerdo, cordero, salchichas, margarina, otras grasas untables, así como la grasa de los lácteos.
  3. Elija los aceites vegetales antes que cualquier otra grasa sólida y, en cualquier caso, no aporte más del 30% de sus calorías totales en forma de grasa (o lípidos)
  4. Promueva el consumo de verduras, hortalizas, frutas y de lácteos desnatados.
  5. Evite el consumo abusivo de la sal y de los azúcares refinados.
  6. Una correcta alimentación no depende de fármacos [entiendo que incluye suple o complementos] ni de sofisticaciones.
  7. Realice una cantidad considerable de ejercicio y procúrese un ocio activo [más que sedentario]
  8. No pierda de vista el tabaquismo, el consumo de bebidas alcohólicas, los excitantes ni el estrés laboral.
  9. Realícese revisiones periódicas en el médico pero tampoco sea especialmente hipocondríaco.

¿Alguien ve en estas “pequeñas claves” alguna referencia explícita a las salutíferas bondades del aceite de oliva, el consumo de vino o de cualquier otro alimento concreto? Y, llegado el caso ¿se mencionan de alguna forma los ácidos grasos mono o poli insaturados, el resveratrol del vino, el licopeno del tomate, los antioxidantes, la fibra y las vitaminas de frutas y verduras y demás zarandajas incomprensibles para la mayor parte de los mortales? La respuesta, no hace falta que me lo digas, es no. No.

Si hay un mérito que a mi modo de ver se les ha de reconocer al matrimonio Keys es la sencillez a la hora de transmitir su legado mediterráneo, realizado sin tecnicismos y sin caer en el nutricionismo, una corriente tristemente tan en boga hoy en día como, casi, en aquel entonces. Hoy, tal y como dice un compañero, ya no compramos naranjas sino vitamina C y así mal vamos.

Con aspectos muy matizables a día de hoy con respecto a sus recomendaciones, los Keys nos hicieron llegar un mensaje sencillo, en líneas generales válido, que ha sido completamente desvirtuado fruto, la mayor parte de las veces, de los intereses comerciales y sus habituales descontextualizaciones.

Por lo que a mí respecta, el método mediterráneo, la dieta mediterránea si lo prefieres se puede sintetizar en tres grandes consejos:

  • Muévete (más de lo que hoy lo haces).
  • Come lo justo (menos de lo que hoy lo haces) y disfruta haciéndolo. Si en algo se hacía hincapié en los libros de los Keys aparte de su particular guerra anti-grasas saturadas, era el tema de la frugalidad.
  • Incorpora más alimentos de origen vegetal.

Bien, ya lo he dicho. Ya puedes lapidarme si quieres.

Frente a esta síntesis particular que hoy hago yo tenemos snaks o aperitivos mediterráneos que, por ejemplo, no han visto ni de lejos el aceite de oliva o que lo único que aportan es sal de Formentera como único aliciente mediterráneo. Tuvimos otros snaks mediterráneos que sobre el papel sí que tienen aceite de oliva, pero que ya ves tú la mediterraneidad del asunto. Tenemos (o tuvimos ya no lo sé) refrescos mediterráneos a base de gaseosa. Tenemos aromas de yogur mediterráneo para que la industria “aromatice” sus productos con ese toque mediterráneo tan particular (que vete a saber cuál es). Tenemos yogures con zumo de frutas mediterráneo. Tuvimos una IGP de carne cordero (Ternasco de Aragón) que osó tildar en anteriores acciones publicitarias su producto como “el cordero mediterráneo”. Tuvimos una empresa que comercializa pizzas a domicilio en cuyas cajas se podía leer textualmente: “queso, cebolla, tomates, aceitunas, pimientos, champiñones, harina de trigo…: ¡esto es dieta mediterránea!« Hoy tenemos pizzas industriales “mediterráneas”. También tenemos unos aberrantes sistemas de detección de intolerancias alimentarias basados en la dieta mediterránea… tenemos, tenemos, tenemos… por tener, tenemos incluso comida industrial para perros basada en la dieta mediterránea y tenemos, como no, la versión que de la dieta mediterránea hacen muchos consumidores, valga el ejemplo de Manolo (¿te acuerdas de Manolo?)

Y por tener tenemos incluso una tentativa de poner letra al himno de España con la dieta mediterránea como leitmotiv cuando este tipo de iniciativas cobró cierta importancia hace años. ¿Quieres verla? Bien, tú lo has querido

Paaaaaan con aceite, morcilla y jamón, viva la dieta del mediterráneo. Gazpacho, lentejas, buen vino de la tierra, atún y boquerón; marisco y chuletón; dulce de almendras y miel, fruta fresca, brandy, orujo, cava y siesta en el colchón…

[Qué grandes… no me extrañan nada los despistes de Manolo]

¿De verdad crees que todas estas cosas, y muchas otras que por cuestiones de espacio no cito, tienen algo que ver con el verdadero espíritu de la “dieta mediterránea”? Yo no.

Acabo el capítulo de hoy no sin antes emplazarte a la última entrega de esta larga saga mediterránea en la que abordaré las cuestiones culturales. Cuestiones en las que las tradiciónes, el legado cultural, la alianza de civilizaciones y demás sensiblerías (incluidas algunos más que cuestionables aspectos religiosos) terminan haciendo juego en este extraño tutifruti mediterráneo para mezclarse con la salud, los datos epidemiológicos y demás. Terminaremos, tal y como anuncié en la UNESCO

Continuará…

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Imagen: Gentileza de @EstoNoEsComida vía Twitter (¡gracias!)