¡Mírenlo bien! ¿Parece de fiar? Es alguien a quien le encanta jugar con nuestras emociones, sentimientos y más queridos recuerdos. Pete Docter es también un kamikaze creativo. La originalidad llevada al exceso. A él se le deben algunas de las ideas más extravagantes y menos apetecibles, a priori, para el argumento de un largometraje de animación. Y pese a ello, han funcionado a las mil maravillas. ¿A quién se le podría ocurrir que esos monstruos escondidos dentro del armario o bajo la cama podrían en realidad ser entrañables compañeros de nuestra infancia? A Docter, con Monstruos, S.A., codirigida con Lee Unkrich y David Silverman.
¿Qué loco pensaría que era buena la historia de un anciano y un boy scout gordinflón de 8 años, personajes tan alejados de los cánones de glamour hollywoodienses? ¿Y qué me dicen de la inverosímil idea de una casa sujeta por miles de globos como medio de transporte? Docter creyó en ello, en Up. También director (ayudado por Bob Peterson). Y nos regaló una secuencia memorable, emocionantísima: toda una vida condensada en cuatro minutos magistrales.
Está en la nómina de los estudios Pixar desde que tenía 21 años. De hecho, al mismo día siguiente de su graduación ya estaba por allí. Y allí seguía, colaborando desde el desarrollo de la idea inicial, cuando John Lasseter revolucionó hace dos décadas la animación con las técnicas por ordenador con Toy Story (1995). Al igual que en Wall•E (2008), una no menos suicida propuesta de presentar a un robot de limpieza solitario en un mundo postapocalíptico en el que no vive alma alguna, sea humana o de metal. A excepción de Wall•E. Obra maestra con una media hora inicial sin parangón, genial; y Docter entre los artífices de la idea original.