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Desde el 78, la tolerancia no es extranjera en España

Un puente laico-católico bien aprovechado. Ya lo creo. Entre la fiesta (democrática y aconfesional) de la Constitución y la fiesta (tradicionalista y católica) de la Inmaculada, terminé la lectura de «República encantada», de mi casi paisano José María Ridao, nacido en Madrid (1961) de padres de Antas (Almería).

Portada de «República encantada», de José María Ridao, una obra cervantina, con marca páginas del Quijote que dibujó mi hijo David Martínez Westley con 8 años. Las casualidades existen.

Habíamos perdido el contacto personal desde hace años, pero la lectura reposada de su última y, a mi juicio, mejor obra me obligó a felicitarle de inmediato.

José María Ridao

Y ahora me obliga a recomendarla vivamente a todos aquellos españoles que valoren el debate, de mucha enjundia, que plantea el subtítulo de su libro: «Tradición, tolerancia y liberalismo en España». Ridao me transportó , de pronto, a mis clases en Estados Unidos con grandes maestros del exilio republicano cuyas lecciones me reconciliaron con España y su historia. En 1976-1977, por primera vez, sin mérito por mi parte, pude sentirme orgulloso de ser español. 

Con Solita Salinas, Juan Marichal, Vicente Llorens y su esposa Amalia, en Newburyport, Massachusetts. (Invierno de 1977)

Copio y pego unas frases de nuestro breve intercambio entre Madrid y Delhi:

«[7/12 15:52] José A. Martínez Soler: Gracias a ti por tus obras. Esta última es, a mi juicio, la más profunda. Me has recordado a mis maestros Vicente Llorens, Raimundo Lida y Juan Marichal (discípulo de don Américo). Y, por supuesto, a mi paso feliz por Antas donde fui pregonero, gracias a una Ridao y a una Celia Soler, hija del alcalde. No pares. Un abrazo.

[7/12 16:01] José Maria Ridao: Muchas gracias, José Antonio. Esa es la tradición que haría de España un país menos brutal, pero no parece que tenga muchos partidarios; la tradición a la que Azaña se refería como la «queja murmurante al margen de lo ortodoxo». Y añadía: «somos sus herederos». Esos maestros tuyos lo son sin duda, y los demás hacemos méritos para serlo. Un abrazo fuerte.»

Contraportada del libro de Ridao

No quiero destripar el libro, pero, en su último capítulo dedicado, con emoción, a Juan Goytisolo (otro casi almeriense), José María Ridao cierra el círculo. Copio y pego (pag. 313):

«…junto a la España desabrida del tradicionalismo, existe otra siempre derrotada, pero irreductible y perseverante. Amor a España, a esa otra España, ¿con qué expresión referirse, si no, al sentimiento que Juan dejaba traslucir al hablar del Arcipreste, de Rojas, de Delicado, de Cervantes, de Blanco, de Galdós, y, en fin, de la España a cuyo sueño todos ellos se mantuvieron fieles? Juan había vuelto a estos autores durante los últimos años de su vida para, según me dijo, despedirse de las obras en las que había encontrado el país que el suyo no le ofreció…»

Ridao recurre, al final, a Tucídides:

«La función de la política es evitar que el odio sea eterno».

Amén.

Con mi maestro y amigo Juan Marichal, en su casa de Cuernavaca, Mexico, poco
antes de su muerte. Me despidió con tres palabras de Azaña: «Paz, piedad, perdón«.

https://juanmarichal.org/assets/jose-antonio-martinez-soler-sobre-juanmarichal-en-harvard-%2c-para-el-bile-especial-(1).pdf

 

 

El ex ministro Camuñas envejece mal, muy mal

El ex ministro de UCD, Ignacio Camuñas (antes «Nacho de noche»), ha dicho ante Pablo Casado que Franco no dio un golpe de Estado en 1936. ¡Te cagas! Y el pobre líder del PP no ha dicho ni pío. Bueno, sí. Ha sonreído y ha dicho: «¡Qué lujo de ponentes!» ¿De dónde sale es chico? ¿A qué velocidad va la derecha moderada hacia atrás para chocar inevitablemente con VOX?

Rafael Arias Salgado, Pablo Casado e Ignacio Camuñas, en Avila, enalteciendo el franquismo, algo que aún no es delito en España, pero casi.

«Si hay un responsable de la Guerra Civil directamente es el Gobierno de la República. Un golpe de Estado no es lo que ocurrió en 1936. Fue un enfrentamiento brutal entre dos sectores de los españoles y que se saldó con los daños propios de una guerra civil. Creo que es mejor olvidar el pasado y no seguir pretendiendo que la derecha es la culpable del 36, y de la Guerra Civil. Eso es mentira», ha dicho Camuñas en presencia de Pablo Casado.

Con el lenguaje viril que enseñaban a los niños en el Frente de Juventudes y en la OJE, otro ministro de la UCD, también mal envejecido, se lució de lo lindo. En otro momento de la charla, moderada por Pablo Casado, Rafael Arias Salgado ha dicho: «Hoy he leído en el periódico que Rutte [primer ministro de los Países Bajos], el holandés, que es un hijo de puta, pero que va a vigilar estrechamente…». Se refería a la llegada de fondos europeos a España. El insulto a un primer ministro europeo fue coreado por risas del público y sonrisas de Casado que aspira a ser colega suyo si llega a la Moncloa. He visto el video. Si no lo veo, no lo creo.

El Valle de los Caídos, ya sin los restos del dictador que lo mandó construir con prisioneros de guerra.

Hace solo 46 años que murió el tirano, autor del golpe de Estado cruento contra la II República, y tengo la impresión de que el despertar de los franquistas de VOX ha puesto tan de los nervios a los moderados del PP que van desesperadamente hacia atrás. Prefiero pensar que asistimos a un cambio de rumbo pasajero y que el PP volverá a tomar su camino inconcluso hacia el centro del que tanto se alejaron ayer en Avila.

Me consuelo pensando que los efectos de la guerra civil en Estados Unidos (1861-1865) aún no se han superado en los Estados ex esclavistas del Sur. Cada vez que viajo por los estados sureños percibo las heridas de «las dos Américas» con los resentimientos a flor de piel. Ha pasado un siglo y medio de aquel enfrentamiento fratricida y aún vemos los rescoldos de aquella barbarie.

La guerra civl española no acabó en 1939 sino en 1975 con la muerte del dictador. España no ha disfrutado aún ni de medio siglo en paz desde que el dictador murió en noviembre de 1975, dos meses después de mandar fusilar a varios presuntos terroristas tras un juicio sin garantías que algún día deberá ser anulado.

Tareas de exhumación de restos de víctimas de la guerra civil y de la represión franquista.

Afortunadamente, el Consejo de Ministros aprobó hoy mismo el proyecto de ley de la Memoria Democrática. Cuando entre en vigor como Ley, la norma puede servir para ilegalizar a la Fundación Francisco Franco y declarar ilegítimos los juicios del franquismo. Un bálsamo para tantas heridas que aún supuran, al cabo de casi medio siglo de vencedores contra vencidos.  ¿Se imagina alguien una Fundación Adolf Hitler en Alemania?

Animado por sus ponentes de ayer, Pablo Casado se ha apresurado decir que en cuanto llegue al Gobierno derogará esta ley de la Memoria Histórica. ¿Por qué no me sorprende?

 

 

Happy 4th of July, a pesar de todo

Con el corazón «partío», muchos estadounidenses celebran hoy su fiesta nacional, el Día de la Independencia de Gran Bretaña, efectiva desde el 4 de julio de 1776.

La Declaración de Independencia de Estados Unidos, del 4 de julio de 1776.

El segundo párrafo de la Declaración de Independencia está alimentando no pocos debates sobre la defensa de los derechos humanos en el mundo. Especialmente esta frase:

«Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».

Esta frase fue aprobada por esclavistas como Thomas Jefferson, que vendía a su propios hijos mulatos, aunque también por anti esclavistas como Benjamín Franklin.

Hace tres semanas, cuando estuve en Nuevo México para conocer a mi nieta, las tiendas estaban ya repletas de símbolos festivos (banderas, colgantes, platos, vasos, sombreros, camisetas, etc.) todos ellos con los tres colores blanco, rojo y azul de la enseña nacional de Estados Unidos.

Mi nieta Ana Isabel con su madre (de Islas Palao) y su madrina (de Jamaica) en Santa Fe, NM.

En Santa Fe, la capital de Nuevo México, vi pocos negros, pero me crucé con muchos nativos americanos que tenían pocas ganas de celebrar esta fiesta. Ellos la consideran más propia de los blancos del Este que masacraron a los pueblos indígenas en la expansión salvaje hacia el Oeste y Sudoeste. Como nuestro Francisco de Goya, y otros afrancesados reconvertidos en «patriotas», tras la sublevación popular del 2 de mayo de 1808, norteamericanos negros, latinos o asiáticos celebran hoy con muchas dudas el Día de la Independencia de su país. Otros rechazan claramente esta fiesta que, según ellos, no les representa. ¿Independencia para quién? Cada 4 de julio, monumentos en honor de colonizadores y esclavistas son atacados por quienes luchan contra el racismo en los Estados Unidos

Mi familia norteamericana (awestley.com) mantiene la costumbre de celebrar su fiesta nacional a la que yo, naturalmente con el corazón «partío», me sumo desde hace medio siglo. Anoche celebramos la víspera con una verbena hispano norteamericana. Baile-con-Andy1

Bailando sevillanas de Massachusetts con mi hija Andrea.

Y hoy, la fiesta nacional con las sobras de perritos y hamburguesas de ayer.

El postre típico blanco, rojo y azul: strawberry shortcake.

Hoy no podía faltar el «strawbery shortcake», el postre obligatorio (blanco, rojo y azul) del Día de la Independencia. Ni los amigos de Washington (Jorge Diaz Pardo, Rebecca Block, Ben y Nora) que nos visitan cada año y que adoptamos como parte muy querida de nuestra familia.

Con Leo, Ben y Nora.

 

Happy 4th of July, a pesar de todo.

 

 

Gran artículo del New York Times

Visto desde fuera, no estamos tan mal

Salir de Madrid y de España, por primera vez en año y medio de pandemia, es un alivio. Pasar 10 días en Santa Fe (N.M.) con mi nieta de 9 meses, a quien no conocía, es “la felicidad”.

Mi nieta Ana Isabel duerme en mis brazos: La felicidad.

Además, comprobar que David, mi hijo pequeño, se ha convertido en un padre ejemplar es un orgullo.

¿Es un Zurbarán o un Caravaggio? Es mi hijo David compartiendo la siesta con su hija en brazos

Ya sé que estas cuestiones personales menores no son asuntos dignos de un blog. Sin embargo, también me gustaría dejar constancia de algunos cambios significativos que he notado al visitar el Imperio. Mi conclusión es que, visto todo desde fuera, en España no estamos tan mal. Decía San Agustín: «Cuando me considero, soy un pecador; cuando me comparo, soy un santo». Pues algo así me ha pasado a mí al comparar Estados Unidos con España. No estamos tan mal como pensaba. Claro que «mal de muchos, consuelo de tontos». Pero ya es algo.

Mi nieta, vestida de fiesta, entre su madrina y su madre.

Después de haber pasado por el dulce lavado de cerebro de Harvard (1976/77) y haber sido corresponsal en Estados Unidos por dos veces (grupo PRISA 1987/88 y RTVE 1995/96) llegué a pensar – ¡pobre de mí- que conocía bien este país salvaje y maravilloso. Estados Unidos, después del huracán antidemocrático de Trump, ya no es lo mismo. ¡Qué peligro para la democracia más antigua del mundo! Las heridas, aún sin cicatrizar, están a flor de piel. Me recuerdan las de los años 60 y 70 durante la guerra del Vietnam. Tampoco yo soy la misma persona. Con ojos de abuelo jubilado, sin necesidad de contrastar la noticias antes de publicarlas, se ven las cosas de otra manera. Claro que no sé si sabré comunicarlo como si fuera un periodista en activo. No lo soy.

Espléndida tertulia y cena con Carolence y Jo, los padrinos de mi nieta.

Por mis conversaciones con amigos y vecinos, por las noticias de distintas emisoras y periódicos, Estados Unidos tardará en sanar las heridas abiertas por el nacionalismo exacerbado, las noticias falsas y las teorías de las conspiraciones inventadas de los seguidores de Donald Trump. A medida que los negros y los hispanos, también los asiáticos, se abrían paso en la clase media norteamericana, los blancos ignorantes y empobrecidos por la gran crisis de 2008 se sentían amenazados. Los primeros inmigrantes blancos, que desplazaron, casi aniquilaron con su «destino manifiesto» de pueblo elegido, a los nativos americanos, temen ahora convertirse en una minoría. A favor de la guerra de Vietnam, muchos obreros blancos (los cascos duros) se pasaron a la derecha nacionalista y racista. Y ahí siguen. La llegada de Barak Obama a la Casa Blanca destapó la caja de los truenos en esa derecha blanca nacionalista. La victoria de Trump fue, entre otras cosas, una revancha con notable carga racista contra el primer presidente negro. También fue una revuelta contra las élites políticas de Washington alejadas de la sociedad real. No debemos olvidar que Hillary Clinton les llamó «deplorables».  Y perdió.

Escultura que tallé en palo rojo para mi nieta.

He visto a la sociedad norteamericana tan dividida y enfrentada como cuando la conocí, por primera vez, hace 50 años. También la he visto más mezclada, con abundantes mestizos, mulatos, afroasiáticos y toda clase de combinaciones raciales que la enriquecen. Estados Unidos anticipa cómo será la Humanidad en un futuro no muy lejano. Mi nieta, sin ir más lejos, es fruto de Chaz, una madre de las islas Palao, antigua colonia española en medio del Pacífico, con mezcla de Filipinas y Japón, y de David, un padre nacido en New Jersey con raíces en Noruega y en España. Si observáis la mano derecha de mi nieta, veréis en su piel la marca asiática de Gengis Khan. ¡Qué maravilla!

Ana Isabel Martínez Gabriel.

 

La mezcla racial y cultural mejora al ser humano. Hace que la cooperación supere a la confrontación. Nos aleja de la guerra. Además, es imparable. El racismo que todos sufrimos bajo nuestra piel es superable. Ojalá los racistas y nacionalistas extremos norteamericanos lo admitan algún día. Hasta entonces no habrá paz en Estados Unidos. La tensión es palpable. He visto las heridas del racismo a flor de piel. Lástima.

El racismo anti inmigrante de Vox en España (la pus salida del viejo PP) y de los supremacistas separatistas catalanes es poca cosa si lo comparamos con lo que he visto en mi viaje a Santa Fe pasando por Dallas. Ojalá el presidente Biden alivie esa herida reabierta por los supremacistas de Trump. Repito: visto desde lejos, en España no estamos tan mal como yo pensaba antes de conocer a mi nieta. Las comparaciones no son siempre odiosas.

Tres culturas, casi mezcladas, en Santa Fe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa fe

Babyfirst

Sin noticias de España. Un paréntesis. Ayuso, Rey, indultos

Cece y Michael pre contact no prehistoricos

Jo y Carol

Van  Nabocov

Tesuqui y David

Español como en casa

Nieta española de Palao.

Serafina.

 

 

Fotos

Nieta dormida

Comida

Tesuqui

De gitana con padrinos

Para entrar solo vacuna

 

 

Palomares: días de playa y plutonio

Anoche vi el cuarto y último capítulo de la serie «Palomares: días de playa y plutonio», producida por 93 metros para Movistar.  Terminó con un homenaje a dos jóvenes colegas, David Beriain y Roberto Fraile, productores de la serie documental, asesinados el pasado 27 de abril en Burkina Faso.

David Beriain y Roberto Fraile, productores de la de la serie, asesinados en Burkina Faso.

Fue su último y espléndido trabajo antes de viajar a Africa. Todo el equipo de la serie, dirigida por Alvaro Ron, sufrió un gran impacto emocional por el asesinato de sus colegas mientras hacían un documental sobre la caza furtiva. Mi hijo Erik  tenía cita con David y su esposa, al regresar de Africa. No pudo ser. Terrible tragedia. David y Roberto dejaron su huella profesional en los cuatro capítulos de Palomares, que recomiendo vivamente, y su huella personal indeleble en quienes les conocieron.

Bomba de hidrógeno recuperada del fondo del mar, gracias al pescador Paco, el de la Bomba.

Yo creía conocer bien el caso de las bombas atómicas caídas el 17 de enero de 1966 en Palomares (Almería), tan cerca de mi casa en La Rumina (Mojacar). No en vano pasé por allí muchas veces, de niño, con mi padre y el carro lleno de tomates, camino de la alhondiga de Cuevas de Almanzora. En las vacaciones de Semana Santa del 1966, visité la zona contaminada por plutonio y hablé con los vecinos del pueblo. Me impresionó el desconocimiento que había allí sobre la gravedad del accidente del super bombardero B-52 del que cayeron cuatro bombas de hidrógeno, una de ellas al mar.

Como propina, presumiré de mi hijo Erik que interpretó, con el nombre de su abuelo materno, a un coronel de la Fuerza Aérea de EE.UU.

Mi hijo Erik, como coronel Westley, en busca de la bomba.

 

Alph Westley (USAF), abuelo materno de mis hijos.

Gracias a las indicaciones de Paco, el de la Bomba, que andaba pescando por el lugar, los norteamericanos pudieron recuperar el artefacto nuclear. Nunca le premiaron. Un manto de silencio (y censura) cubrió la contaminación radiactiva más grave en una población civil desde Hiroshima y Nagasaki.  La dictadura de Franco quedó con el culo al aire, humillada y silenciada por el Gobierno de Estados Unidos. Normalidad, no pasa nada en Palomares, era el mensaje unánime de la prensa censurada por la Dictadura. Su publicó, eso sí, el baño del ministro Manuel Fraga en la playa de Vera para demostrar que no había peligro alguno de restos de plutonio en la zona. Lo había, sí, pero el Gobierno mintió a la población. Es lo que pasa cuando no hay libertad de prensa.

Erik, de Hollywood a Palomares, hace de coronel Westley.

La serie me ha recordado los esfuerzos y el coraje de Antonia Flores, alcaldesa de Palomares, quien, a los 20 años de la tragedia, exigió información oficial (ya en Democracia) sobre los efectos de la radiactividad en la salud de sus vecinos. El 17 de enero de 1986 (20 aniversario) tuve a la joven Antonia Flores como invitada en el informativo Buenos Dias de TVE, que yo dirigía y presentaba entonces. Una joven valiente que buscaba la verdad. Recuerdo los viajes, casi secretos, a Madrid de los vecinos de Palomares, asustados, para su chequeo anual en la Junta de Energía Nuclear. Y el miedo en la zona a hablar del accidente nuclear ya que temían que las noticias sobre plutonio radioactivo pudieran afectar al futuro de sus cosechas.

Con Álvaro Martín Blanco, director de Fotografía de la serie, y mi hijo Erik, en nuestra casa, celebrando el éxito de la serie.

Una historia, bien documentada y cargada de tensión, que Alvaro Ron, director,  y Daniel Beriain, productor, han sabido llevar magistralmente a la pantalla.  No os la perdáis.

Enhorabuena, Alvaro.  Buen trabajo. Y que David y Roberto descansen en paz.