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Palomares: días de playa y plutonio

Anoche vi el cuarto y último capítulo de la serie «Palomares: días de playa y plutonio», producida por 93 metros para Movistar.  Terminó con un homenaje a dos jóvenes colegas, David Beriain y Roberto Fraile, productores de la serie documental, asesinados el pasado 27 de abril en Burkina Faso.

David Beriain y Roberto Fraile, productores de la de la serie, asesinados en Burkina Faso.

Fue su último y espléndido trabajo antes de viajar a Africa. Todo el equipo de la serie, dirigida por Alvaro Ron, sufrió un gran impacto emocional por el asesinato de sus colegas mientras hacían un documental sobre la caza furtiva. Mi hijo Erik  tenía cita con David y su esposa, al regresar de Africa. No pudo ser. Terrible tragedia. David y Roberto dejaron su huella profesional en los cuatro capítulos de Palomares, que recomiendo vivamente, y su huella personal indeleble en quienes les conocieron.

Bomba de hidrógeno recuperada del fondo del mar, gracias al pescador Paco, el de la Bomba.

Yo creía conocer bien el caso de las bombas atómicas caídas el 17 de enero de 1966 en Palomares (Almería), tan cerca de mi casa en La Rumina (Mojacar). No en vano pasé por allí muchas veces, de niño, con mi padre y el carro lleno de tomates, camino de la alhondiga de Cuevas de Almanzora. En las vacaciones de Semana Santa del 1966, visité la zona contaminada por plutonio y hablé con los vecinos del pueblo. Me impresionó el desconocimiento que había allí sobre la gravedad del accidente del super bombardero B-52 del que cayeron cuatro bombas de hidrógeno, una de ellas al mar.

Como propina, presumiré de mi hijo Erik que interpretó, con el nombre de su abuelo materno, a un coronel de la Fuerza Aérea de EE.UU.

Mi hijo Erik, como coronel Westley, en busca de la bomba.

 

Alph Westley (USAF), abuelo materno de mis hijos.

Gracias a las indicaciones de Paco, el de la Bomba, que andaba pescando por el lugar, los norteamericanos pudieron recuperar el artefacto nuclear. Nunca le premiaron. Un manto de silencio (y censura) cubrió la contaminación radiactiva más grave en una población civil desde Hiroshima y Nagasaki.  La dictadura de Franco quedó con el culo al aire, humillada y silenciada por el Gobierno de Estados Unidos. Normalidad, no pasa nada en Palomares, era el mensaje unánime de la prensa censurada por la Dictadura. Su publicó, eso sí, el baño del ministro Manuel Fraga en la playa de Vera para demostrar que no había peligro alguno de restos de plutonio en la zona. Lo había, sí, pero el Gobierno mintió a la población. Es lo que pasa cuando no hay libertad de prensa.

Erik, de Hollywood a Palomares, hace de coronel Westley.

La serie me ha recordado los esfuerzos y el coraje de Antonia Flores, alcaldesa de Palomares, quien, a los 20 años de la tragedia, exigió información oficial (ya en Democracia) sobre los efectos de la radiactividad en la salud de sus vecinos. El 17 de enero de 1986 (20 aniversario) tuve a la joven Antonia Flores como invitada en el informativo Buenos Dias de TVE, que yo dirigía y presentaba entonces. Una joven valiente que buscaba la verdad. Recuerdo los viajes, casi secretos, a Madrid de los vecinos de Palomares, asustados, para su chequeo anual en la Junta de Energía Nuclear. Y el miedo en la zona a hablar del accidente nuclear ya que temían que las noticias sobre plutonio radioactivo pudieran afectar al futuro de sus cosechas.

Con Álvaro Martín Blanco, director de Fotografía de la serie, y mi hijo Erik, en nuestra casa, celebrando el éxito de la serie.

Una historia, bien documentada y cargada de tensión, que Alvaro Ron, director,  y Daniel Beriain, productor, han sabido llevar magistralmente a la pantalla.  No os la perdáis.

Enhorabuena, Alvaro.  Buen trabajo. Y que David y Roberto descansen en paz.