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La Justicia y la Prensa pierden a Bonifacio de la Cuadra. Y yo, a un amigo

Tan feliz ayer con mis nietos Leo y Ana Isabel, en Santa Fe (NM), y hoy tan triste porque se nos ha muerto Bonifacio de la Cuadra, nuestro querido y bondadoso Boni. He compartido muchos años con él en la redacción de El País. Sin embargo, en la hora de su muerte, lo que más recuerdo -no me lo puedo quitar de la cabeza- fue el día que lo conocí en el otoño 1969.

Con 22 años, recién casado en mayo de ese mismo año con Ana Westley, en mi último curso de Periodismo, y sin un duro, fui contratado por Manuel Martín Ferrand como auxiliar de redacción de nuevo diario Nivel, que debería salir muy pronto a los quioscos. Y allí me encontré por primera vez con Boni, siete años mayor que yo, y a quien consideré pronto como un maestro del buen periodismo, ese periodismo que existió y existe, aunque algunos, cínicos o ignorantes, no lo crean.

Nivel nació el 31 de diciembre de 1969. Ese mismo día, siguiendo las órdenes del dictador, el Gobierno cerró el periódico y la Policía requisó todos los ejemplares. El «diario nacional de la mañana» se convirtió, por orden de Franco, en el diario nacional de «una» mañana. Todos al paro.

En Nivel, hice una buena apuesta de amistad con Ismael López Muñoz, Vicente Verdú y Bonifacio de la Cuadra. Como diría el sabio Lazarillo de Tormes, «me acerqué a los buenos para ser uno de ellos». Pronto se me fueron los tres de este mundo y me quedé solo, pero con sus enseñanzas y los recuerdos entrañables que habíamos compartido en Nivel y seguimos compartiendo, durante años, en El País.

Boni era bueno, generoso y fiable. Y te reía hasta los chistes malos. Pocas veces dejó de sonreír y de animar y ayudar a los colegas. El mes pasado dimos sepultura a Ramón Lobo. En el cementerio, busqué a Boni y pregunté por él. «Ya está en paliativos», me dijo un amigo común. ¡Maldito cáncer! La buena Justicia y la buena Prensa (ambas existen) te debe mucho, querido Boni. Estoy en Santa Fe (NM), a 8.000 kms de Madrid, y no podré despedirte como quisiera. He leído, no sin emoción, el obituario que nuestra Sol Gallego te dedica en El País. Se queda corta. Descansa en paz, amigo.

Con tu recuerdo, he releído las páginas que dediqué a Nivel, nuestra hermosa aventura, en mis memorias «La prensa libre no fue un regalo». Las copio y pego a continuación.

alo,  Pag. 113 de «La prensa libre no fue un regalo»

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Cena con mis nietos Leo y Ana Isabel

Jugando con mis nietos en la Alameda de Santa Fe (NM)

Ya veis. Ayer, tan feliz, jugando con mis nietos en San Fe y hoy, tan triste, recordando a nuestro Boni. Descansa en paz, amigo.

 

 

 

 

 

 

Happy 4th of July, a pesar de todo

Con el corazón «partío», muchos estadounidenses celebran hoy su fiesta nacional, el Día de la Independencia de Gran Bretaña, efectiva desde el 4 de julio de 1776.

La Declaración de Independencia de Estados Unidos, del 4 de julio de 1776.

El segundo párrafo de la Declaración de Independencia está alimentando no pocos debates sobre la defensa de los derechos humanos en el mundo. Especialmente esta frase:

«Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».

Esta frase fue aprobada por esclavistas como Thomas Jefferson, que vendía a su propios hijos mulatos, aunque también por anti esclavistas como Benjamín Franklin.

Hace tres semanas, cuando estuve en Nuevo México para conocer a mi nieta, las tiendas estaban ya repletas de símbolos festivos (banderas, colgantes, platos, vasos, sombreros, camisetas, etc.) todos ellos con los tres colores blanco, rojo y azul de la enseña nacional de Estados Unidos.

Mi nieta Ana Isabel con su madre (de Islas Palao) y su madrina (de Jamaica) en Santa Fe, NM.

En Santa Fe, la capital de Nuevo México, vi pocos negros, pero me crucé con muchos nativos americanos que tenían pocas ganas de celebrar esta fiesta. Ellos la consideran más propia de los blancos del Este que masacraron a los pueblos indígenas en la expansión salvaje hacia el Oeste y Sudoeste. Como nuestro Francisco de Goya, y otros afrancesados reconvertidos en «patriotas», tras la sublevación popular del 2 de mayo de 1808, norteamericanos negros, latinos o asiáticos celebran hoy con muchas dudas el Día de la Independencia de su país. Otros rechazan claramente esta fiesta que, según ellos, no les representa. ¿Independencia para quién? Cada 4 de julio, monumentos en honor de colonizadores y esclavistas son atacados por quienes luchan contra el racismo en los Estados Unidos

Mi familia norteamericana (awestley.com) mantiene la costumbre de celebrar su fiesta nacional a la que yo, naturalmente con el corazón «partío», me sumo desde hace medio siglo. Anoche celebramos la víspera con una verbena hispano norteamericana. Baile-con-Andy1

Bailando sevillanas de Massachusetts con mi hija Andrea.

Y hoy, la fiesta nacional con las sobras de perritos y hamburguesas de ayer.

El postre típico blanco, rojo y azul: strawberry shortcake.

Hoy no podía faltar el «strawbery shortcake», el postre obligatorio (blanco, rojo y azul) del Día de la Independencia. Ni los amigos de Washington (Jorge Diaz Pardo, Rebecca Block, Ben y Nora) que nos visitan cada año y que adoptamos como parte muy querida de nuestra familia.

Con Leo, Ben y Nora.

 

Happy 4th of July, a pesar de todo.

 

 

Gran artículo del New York Times