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¡Feliz Día de la Constitución!

Dicen que 45 años no es nada, pero ahí está, ahí está, viendo pasar la Historia: la Constitución del 78, la más larga y provechosa desde La Pepa de 1812… cuando se fundó España como nación. ¡Feliz Día de la Constitución, amigos demócratas! Recordar es vivir dos veces. Por eso, quiero hoy pensar, no sin emoción, en aquel día 6 de  diciembre de 1978. Sonó fuerte el llamador de mi puerta, sobre la que yo había colocado la bandera de España, sin la gallina de Franco. Mi vecino, el coronel Lisarrague, un ex franquista jubilado, me preguntó, con cierta socarronería, qué hacía yo con su bandera en mi puerta. Le respondí: «Ayer, era solo suya y no mía, mi coronel, pero hoy ya es, por fin, de todos los españoles». Y brindamos juntos por ella.

El Congreso aplaude la Constitución del 78. La Dictadura cruel de Franco ha terminado.

Carteles del 6 de diciembre del 78

Han pasado 45 años desde el final del régimen del general Francisco Franco, el dictador felón y genocida. ¿Por qué el Partido Popular y Vox se resisten tanto a condenar la Dictadura?. VOX no existía en 1978, o estaba agazapado en el PP que entonces se llamaba Alianza Popular. De los 16 diputados del PP de entonces solo 8 votaron a favor de la Constitución. De los otros 8, 5 votaron en contra y 3 se abstuvieron. Eran el embrión antidemocrático de VOX. Y ahí siguen… incumpliendo la Constitución desde hace 5 años al negarse a renovar, según las reglas vigentes del juego democrático, el Poder Judicial, uno de los 3 poderes del Estado. Hoy es un buen día para que los del PP reflexionen si son demócratas o no. Si respetan la Constitución de todos o no. Con la negativa del PP a cumplir la Constitución, secuestrando el Poder Judicial para su beneficio espurio, se les ha visto el plumero.

En este libro de memorias («La prensa libre no fue un regalo») cuento lo que pasó en la puerta de mi casa el 6 de diciembre de 1978 con el coronel Lisarrague.

Copio y pego mi recuerdo del 6 de diciembre del 1978, tal como lo cuento en mi libro «La prensa libre no fue un regalo».

¿Qué hace usted con mi bandera en su puerta? Pag. 349

¡Feliz Día de la Constitución!

Ley de Justicia Democrática

Hace muchos años que digo y escribo que la guerra civil no acabó en el 1 de abril de 1939, con la victoria militar de Franco, con la ayuda de Hitler y Mussolini y el abandono de la II República por parte de las democracias europeas. Para mí, acabó el 15 de junio de 1977 con las primeras eleciones libres. La guerra civil continuó hasta entonces con la persecución implacable y persistente de los vencidos y el exterminio de muchos miles de ellos cuyos cuerpos siguen enterrados en fosas comunes o en cunetas. Ahora compruebo que coincido con Javier Cercas. Para él, la guerra civil acabó en 1978 con la Constitución democrática. Por tanto, según publica hoy en El Pais, la Ley de Memoria Democrática en, en realidad, una Ley de Justicia Democrática. Buen artículo.

Articulo de Javier Cercas en El Pais Semanal de hoy, 7 de agosto de 2022

 

 

Desde el 78, la tolerancia no es extranjera en España

Un puente laico-católico bien aprovechado. Ya lo creo. Entre la fiesta (democrática y aconfesional) de la Constitución y la fiesta (tradicionalista y católica) de la Inmaculada, terminé la lectura de «República encantada», de mi casi paisano José María Ridao, nacido en Madrid (1961) de padres de Antas (Almería).

Portada de «República encantada», de José María Ridao, una obra cervantina, con marca páginas del Quijote que dibujó mi hijo David Martínez Westley con 8 años. Las casualidades existen.

Habíamos perdido el contacto personal desde hace años, pero la lectura reposada de su última y, a mi juicio, mejor obra me obligó a felicitarle de inmediato.

José María Ridao

Y ahora me obliga a recomendarla vivamente a todos aquellos españoles que valoren el debate, de mucha enjundia, que plantea el subtítulo de su libro: «Tradición, tolerancia y liberalismo en España». Ridao me transportó , de pronto, a mis clases en Estados Unidos con grandes maestros del exilio republicano cuyas lecciones me reconciliaron con España y su historia. En 1976-1977, por primera vez, sin mérito por mi parte, pude sentirme orgulloso de ser español. 

Con Solita Salinas, Juan Marichal, Vicente Llorens y su esposa Amalia, en Newburyport, Massachusetts. (Invierno de 1977)

Copio y pego unas frases de nuestro breve intercambio entre Madrid y Delhi:

«[7/12 15:52] José A. Martínez Soler: Gracias a ti por tus obras. Esta última es, a mi juicio, la más profunda. Me has recordado a mis maestros Vicente Llorens, Raimundo Lida y Juan Marichal (discípulo de don Américo). Y, por supuesto, a mi paso feliz por Antas donde fui pregonero, gracias a una Ridao y a una Celia Soler, hija del alcalde. No pares. Un abrazo.

[7/12 16:01] José Maria Ridao: Muchas gracias, José Antonio. Esa es la tradición que haría de España un país menos brutal, pero no parece que tenga muchos partidarios; la tradición a la que Azaña se refería como la «queja murmurante al margen de lo ortodoxo». Y añadía: «somos sus herederos». Esos maestros tuyos lo son sin duda, y los demás hacemos méritos para serlo. Un abrazo fuerte.»

Contraportada del libro de Ridao

No quiero destripar el libro, pero, en su último capítulo dedicado, con emoción, a Juan Goytisolo (otro casi almeriense), José María Ridao cierra el círculo. Copio y pego (pag. 313):

«…junto a la España desabrida del tradicionalismo, existe otra siempre derrotada, pero irreductible y perseverante. Amor a España, a esa otra España, ¿con qué expresión referirse, si no, al sentimiento que Juan dejaba traslucir al hablar del Arcipreste, de Rojas, de Delicado, de Cervantes, de Blanco, de Galdós, y, en fin, de la España a cuyo sueño todos ellos se mantuvieron fieles? Juan había vuelto a estos autores durante los últimos años de su vida para, según me dijo, despedirse de las obras en las que había encontrado el país que el suyo no le ofreció…»

Ridao recurre, al final, a Tucídides:

«La función de la política es evitar que el odio sea eterno».

Amén.

Con mi maestro y amigo Juan Marichal, en su casa de Cuernavaca, Mexico, poco
antes de su muerte. Me despidió con tres palabras de Azaña: «Paz, piedad, perdón«.

https://juanmarichal.org/assets/jose-antonio-martinez-soler-sobre-juanmarichal-en-harvard-%2c-para-el-bile-especial-(1).pdf