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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Consultorio para el corredor: envíanos tus dudas

Vayamos con lo práctico. Día de dudas para novatos, experimentados o mentes inquietas.

¿Patinas con la alimentación en las largas distancias? ¿Dudas sobre cómo está afectando correr a tu sueño? ¿Zapatillas «que sí pero que no»? ¿Es bonito el maratón de París? ¿Quién dices que fue Peter Snell?…

Durante veinticuatro horas, intentaremos darte pistas sobre todas las preguntas que te asalten. Entrenamiento, sensaciones, material o pistas para tomarse unas vacaciones y encontrar «esa carrera».

Envíanos tu duda.

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Conoce las zapatillas con las que corríamos antes

Uno de los comentarios del último post me ha hecho reflexionar. Xosé introducía un punto de amargura porque según él mi post de ayer martes tomaba partido sobre un debate muy discutido sobre el calzado para correr. Y este es «¿mayor libertad para el pie o mayor estabilidad?«.

¿Cuál es mi posición sobre qué llevar en los pies? Sobre esto tiendo a no ser fan de nada. He probado zapatillas que se remontan a este modelo de Joma de la década de los 80. Pero claro, era un joven duro y ligero.

jomarat

 

Hoy día, treinta años después y más de ochenta maratones y ultramaratones corridos, sigo sin tenerlas todas conmigo. Prefiero conservar mis articulaciones pero soy consciente que una cosa: mi zancada es lenta y mi peso moderado. ¿Sirven estos parámetros para todos? Rotundamente no. Me gusta la zapatilla cómoda pero hay cuerpos y cuerpos. Que cada uno se lance a por el calzado que mejor le vaya, pero basando todo en su experiencia personal. No en modas o artículos técnicos.

¿Qué es esto que tanto revuelo levanta? ¿No son iguales todas las zapatillas para correr?

No. Ni de coña.

Volvamos a la frase que Xosé remarcaba. «La tecnología del calzado deportivo al que estaban acostumbrados los cracks de los años 70 eran poco más que las zapatillas de loneta», era para el lector como si tomase partido por la protección y en contra de la no tan nueva tendencia de ir con el pie lo más libre posible. Me refería a qué zapatillas protegían los pies de los jugadores de baloncesto, corredores y tenistas, básicamente los que hacían un uso sostenido de la movilidad sobre los pies, pero sin acudir a botas que protegiesen el pie del golpeo a un balón.

Su construcción seguía básicamente las recomendaciones de los grandes de la época. Los Shorter, Soh, Lasse Viren o Dereck Clayton. Tipos de sesenta kilos y una mecánica de carrera (el modo en que uno pisa, amortigua y se eleva en el acto de correr) ágil y bella.

Este asunto no es nuevo. La discusión se remonta a los años ochenta, en que el especialista en entrenamiento Arthur Lydiard critiaba que los fabricantes empezaban a añadir material en el talón y más rigidez en las zapatillas de correr. «Un pie libre y flexible y una zapatilla con la forma de tu pie», clamaba Lydiard, que luego también sería conocido por introducir métodos de entrenamiento casi inhumanos y con los que algunos corredores populares han tirado a la basura su organismo. El neozelandés propugnaba que el trote suave era un método para mantenerse sano pero los corredores se lanzaron como posesos a su «otro método», el que aplicaba con los corredores de élite.

Pero ese es otro tema.

Así que me he entretenido recopilando fotos de las zapatillas de correr que circulaban por el planeta de 1971 a 1973.

Echadles un ojo vosotros mismos. ¿Qué os parecen?

¿Cómo se originó el ‘boom’ del correr?

Era una mañana de Septiembre estadounidense de 1972 cuando las cadenas de todo el mundo conectaban la señal internacional de los juegos Olímpicos de Munich. Un estudiante de la universidad de Florida llamado Frank Shorter, veinticuatro años de edad, había ganado la carrera más mítica de los juegos. El maratón, los laureles heredados del mito de Filípides desde que se redescubriera en 1896, se habían puesto en juego en un tranquilo esquinazo del sur de Alemania. Unas vueltas a la ciudad y el parque olímpico que rodeaba las instalaciones de los juegos, entre árboles y praderas surgidas del «soziale Marktwirtschaft«, el desarrollo económico con un toque humano. Un parque en el que se había pintado la personalísima línea discontinua de todos los maratones, que dibujaba por todo Munich la silueta de Waldi, la mascota de los Juegos.

En los márgenes y aceras de Munich, espectadores de mediodía, con pantalones de campana y gafas con montura de metal, cuadrangular, amables gentes de un estado social. Frank Shorter iba despertando los noticiarios de todo su país, seis horas por delante de la hora de la costa Este estadounidense de una tarde templada de la Alemania Federal. Se había distanciado de sus inmediatos perseguidores, un grupo con nombres de relieve como el efectivo fondista belga Karel Lismont o el australiano Derek Clayton, el primer hombre que bajó de 2h10 minutos (en Fukuoka, 1967).

Estados Unidos buscaba los interruptores de las cafeteras y las tostadoras. ¡Cristo! Este Domingo comienza bien. Muchos ajenos al deporte se engancharían a la ABC y verían que se hablaba de tipos con resistencia infinita. De Mamo Wolde, un africano que había vencido en las dos pruebas de larga distancia de los Juegos de México 1968, donde el aire es quebradizo y los alveolos pulmonares de los humanos ardían como teas.

Maldita sea, pensarían, estos alemanes siempre en la televisión.

Munich había enseñado al mundo una carrera con doble y triple fila de espectadores que también acudían a la ceremonia de clausura de los juegos. El maratón siempre ha supuesto la última prueba del calendario de los mismos.

Diablos, un chico de Florida. ¡Eh, despertad! Tenemos un chaval que ha vuelto a patear el culo de alguien en Alemania.

La ciudad preciosista de la feria de la cerveza y de las chaquetillas bávaras era un túnel a través del que Shorter discurría con una zancada suave. La zancada de un atleta que entrenaba veinte millas diarias con un brazo izquierdo siempre algo pegado al cuerpo. El ritmo de aquel muchacho de la FU era impresionante y se convertiría en una de las victorias más trascendentales del deporte en el mundo.

Derrotados, desconocidos tipos en camiseta de tirante y estética seventies. El público americano no tenía la menor idea de que estaba imponiéndose a monstruos como Ron Hill, otro mito del maratón mundial, otro tipo que había roto la barrera de las 2h10, velocidades inhumanas que se conseguían con tendones de acero, montados sobre plataformas duras que hoy nos destrozarían los pies y las rodillas. La tecnología del calzado deportivo al que estaban acostumbrados los cracks de los años 70 eran poco más que las zapatillas de loneta. Pero todo el mundo estaba entusiasmado.

Los televisores de muchas casas empezaron a prender la señal. Uno tras otro, asomando a una especie de desayuno global, de matinal sacada del tiempo. De nuevo Alemania en la televisión. Los bosques y las avenidas coronadas por monumentos de carácter neoclásico de nuevo en las pantallas. Y es que todo era relativamente reciente. Apenas veintisiete años antes se celebraba en el cercano Nüremberg el cierre teatral de la Segunda Guerra Mundial y del régimen nazi. Los padres y los abuelos sentían que aquellas imágenes les enganchaban. Probablemente atraídos por el absurdo encanto de un ser humano en pleno y natural movimiento. Corriendo a todo trapo.

Reconozcamos que la mayoría de los americanos no tenía idea de qué era el maratón. Sabían algo de una distancia estúpida, veintiséis millas y cuarto, de que en Boston se celebraba una desde 1896. Pero pocos se veían empujados a correr por sí mismos. Pero la victoria de Shorter encendió la mecha del llamado «running boom«.

Después de aquello, millones de norteamericanos empezaron a trotar y correr por parques, calles, campos de golf, por todo el país. Jane Fonda corría. El presidente Carter corría. En 1977 Jim Fixx escribía «The Complete of Running» y se convertía en un best-seller inmediato.

La victoria de Shorter supuso algo más que la gloria olímpica. En los años del amateurismo aniquilado, todo un movimiento mercantil surgió del sudor del chico de Florida. El país cuyas referencias deportivas eran Muhammad Ali, Jack Niklaus o los primeros Lakers, de repente encontraba algo en lo que se podía actuar: calzarse unas zapatillas era, de repente, sencillo.

El resto es historia.

Running: ¿fenómeno de interés general?

¿Es el simple y mero hecho de salir a correr un asunto global? La búsqueda del término ‘running’ en google nos arroja la engañosa cifra de 2.280 millones de resultados (es una acción verbal) pero las curiosidades de los algoritmos de búsqueda nos sitúan en este rango:

Runner 304.000.000
marathon 313.000.000 (maratón 42.000.000)

¿Es esto un medidor de impacto global? Hay que empezar a considerar que la presencia en la Red sí determina de cierto modo que ‘algo existe’.

Para los corredores habituales correr es un fenómeno universal. Los runners somos unos propagandistas activos. A diario se crean cientos de blogs temáticos o personales en los que lo más fácil es volcar los entrenamientos y las sensaciones. Somos (como dice mi madre, vamos a meternos todos) un sonido constante y visibles de modo más claro que, quizá, aficionados al ajedrez o practicantes de karate.

En realidad, ¿somos tantos los que salimos a correr?

En los lejanísimos EEUU hay casi dos millones de personas que en 2012 corrieron un medio maratón. Se estima que catorce millones de personas participaron en una carrera popular en el país en 2011. Las estadísticas de la Federación Holandesa de atletismo (KNAU) dan cuatro millones de corredores en un país de dieciséis millones de habitantes. Uno de cada cuatro holandeses sale a correr de manera ocasional o habitual. Volviendo a las búsquedas en google.

Esta es la situación frente a otros grandes deportes.

Judo 56.000.000
Gymnastics 78.000.000 (Gimnasia 57.000.000)
Tennis 710.000.000 (Tenis 139.000.000)
Basketball 713.000.000 (Baloncesto 64.000.0000)
Football 1.910.000.000 (Fútbol 479.000.000)

Estadísticamente o, al menos, en visibilidad, no está tan mal parado. Y es que prácticamente todos hemos tenido que correr en algún momento. En la educación física de la escuela, en juegos, detrás de un medio de transporte público o estirando las piernas después de un banquete (esto yo lo he visto). Correr es la base de muchos deportes. También es cierto que correr no es tan complejo. Uno se calza unas zapatillas más o menos adecuadas, un pantalón y sale a correr.

La siguiente cuestión es si somos tan importantes como para que se considere el correr y los deportes relacionados con el atletismo (en sus variedades de estadio, ruta o campo) como un hecho de interés suficientemente extendido. Lo que se denomina «interés general».

Las cifras de audiencia o las tiradas de prensa especializada son mínimas. Incluso el muy global baloncesto, con fenómenos sociales planetarios como las estrellas NBA, selecciones nacionales, sufre unas audiencias casi marginales y una incomprensión grande fuera de segmentos sociales determinados. Es cierto que los deportes tienen una franja de edad crítica y muchos se asocian casi a grupos sociales.

Muchos habremos oído «el golf y el tenis son de pijos» o «el baloncesto es para nenas», «el fútbol es para hombres» o similares tópicos, mitad estúpidos mitad anclados en el discurso. «Correr es de cobardes» aparte, ¿crees que correr está tan extendido?

post data: En el supuesto que esto le importe a alguien.

Foto: Commons Wikimedia

En España los mejores corredores de montaña del mundo: los Tarahumara

Los corredores de montaña más famosos de la tierra están en España. No son fibrosos keniatas o etíopes acostumbrados a volar por la pista o el asfalto. Un grupo de corredores tarahumara están en nuestro país para participar en el CSP Penyagolosa, de Penyagolosa Trails.

Serán 115 kilómetros por las sierras de Castellón. Se parecen un poco a las barrancas áridas donde las aldeas de estos indígenas mexicanos sobreviven. Se superarán desniveles alucinantes (5.400m de desnivel de ascenso) a los que están acostumbrados por su tradición corredora.

Si quieres saber más sobre su larga historia haz clic en este enlace. Podrás descubrir por qué han inspirado al mundo del trail, se han escrito libros sobre ellos (el famoso Born to Run) o qué son las huarache, las famosísimas sandalias artesanales con las que corren monte arriba y abajo.

En Madrid estuvo el gran Sergio Mayayo entrevistándoles. Aquí está la exclusiva. Es necesario que se difunda la realidad de este pueblo que en vías de la extinción. Las malas cosechas, un medio casi de subsistencia y la pobreza casi extrema hace que estén corriendo para conseguir premios que aporten alimento y dinero a sus aldeas. Y vienen a por todas.

En acción sobre sus barrancas.

Observa cómo se hacen sus propias zapatillas/sandalias artesanales en este vídeo.

La batalla maratoniana entre Etiopía y Kenia continúa

Finaliza Abril en cuanto a las carreras de más caché del planeta. Los maratones donde los mejores se sacan los ojos de manera amistosa. Las manadas de chacales entrenados a ritmos insostenibles para los demás humanos. En los primeros cuatro meses del año se han disputado las tres cuartas partes de las carreras más bestialmente rápidas del año. Dubai, Tokio, Paris, Londres, Boston, Seul, Rotterdam y Hamburgo, además de algunas invitadas a las que asoman los mejores.

El año pasado estábamos augurando qué pasaría en los Juegos Olímpicos que luego se llevaría un ugandés. Si los maratones clasificatorios para los Juegos en las dos naciones serían mejor o peor estrategia. El año se cerró.

El nuevo 2013 llega y todos hacemos borrón. A la espera del otoño con Berlín y Nueva York y Chicago, los ‘world majors’ se van sucediendo con un ojo en la despedida de Haile Gebreselassie y los 2h03 de Mutai.

KENIA vs ETIOPIA

En los míticos años 90, ya tan lejanos, o en el comienzo del milenio, se solía citar una frase: «En Kenia solo hay maratonianos». Iten sigue acumulando expediciones de periodistas y maratonianos. Eldoret sigue conservando el mito. Los tiempos más aberrantes del ranking y las victorias prestigiosas pertenecían a Kenia.

Pero ha llegado 2013. ¿Qué ha pasado para que los cinco tiempos más rápidos del año se hayan conseguido por etíopes? ¿Cómo puede haber recuperado el cetro mundial con tal densidad de corredores la tierra de Bikila, de Yifter, de Dinsamo, el primer hombre que bajó de 2h07 en 1988?

Pero no es todo. El dominio etíope es tremendo en 2013. En el ránking mundial Kenia tiene que conformarse con las posiciones 5ª, 6ª, 8ª y 10ª. En el top 25 masculino el marcador es 13 – 12. ¡Trece de las veinticinco mejores marcas son de atletas de la tierra de Bikila! En las victorias del año en el calendario, Etiopía se ha llevado Dubai, Londres, Boston, Seul, y Rotterdam. Kenia, París, Tokio y Roma.

En categoría femenina, de las catorce mejores marcas del mundo, once son etíopes. Victorias en Rotterdam, Paris, Dubai, Houston y Boston.

La competitividad etíope es feroz. Los métodos de Iten (Kenia) y la concentración de talento sin control han sido copiados y quizá mejorados. Bajo el único criterio del entrenamiento feroz y la densidad, Etiopía tiene un centro de absoluta excelencia – a su manera – llamado Bekoji. El periodista Simon Hattenstone se rindió ante el azul del cielo allá arriba, en la alta llanura. «No puedo respirar pero, cuando meto algo de aire garganta adentro me doy cuenta de lo puro que es ese aire». Está a más de dos mil kilómetros de la capital Addis-Abbeba.

Si el altiplano de Iten se sitúa a 2.400 metros Bekoji está a 3.200 metros de altitud. Si el centro de entrenamiento de Iten engloba hogares de las tres Kiplagat (Edna, Lorna y Florence) y de David Rudisha, en Bekoji está Sentayehu Eshetu, quizá uno de los entrenadores que más metales acumula en la tierra. Sus discípulos tienen nombres como Kenemisa Bekele o Tirunesh Dibaba (tres oros olímpicos). Pero también Derartu Tulu (oro 10.000 en Barcelona’92 y Sydney’00. Y Fatima Roba (vencedora en Boston y Nagano).

Si en Kenia se aplica el entrenamiento de modo bestial (nunca a salvo de acusaciones inciertas sobre dopaje) en Etiopía se eleva. Si los muchachos del Rift Valley corren sin apenas comer para salir de la miseria, el entrenador Eshetu menciona similares aplicaciones: determinación, pulmones enormes y un chasis mínimo así como la dureza de haber trabajado en el campo. Lo no poco que produce la zona está marcado por lo épico. Cabras, semillas oleaginsas, café, té, azúcar de caña salen de un suelo ocre tostado por temperaturas sin misericordia.

Y los resultados han terminado saliendo.

Es interesante comprobar que se ha producido una globalización del maratón etíope. La asidua aparición de los mejores en los eventos de todo el mundo podría venir a la sombra de apertura del gran Haile Gebreselasie. Asociado a Global Sports Communication, el gigante del managing del atletismo y también imagen de Adidas, hay una vía de apertura que ha promocionado al país antaño inestable. Tras los años de dictadura y de guerra con Eritrea, el ingeniero Hailemariam Desalegn subió al poder llevando a cabo una transición suave como primer ministro etíope. De temidos dictadores, el país ha pasado a un dirigente que este mismo mes de Enero es elegido como secretario general de la Unión Africana.

¿Se han terminado aquellas odiseas de los atletas para conseguir un visado de salida para competir?

Es posible que el aperturismo político del país lo facilite. Recordemos que en 2010 y 2011 todavía eran habituales los atletas que cancelaban su participación. El maratón de Barcelona 2011, o el caso del fabuloso Tsegaye Kebede, vencedor en Londres’13 y otros ¡cinco! majors entre 2008 y 2012, con serios problemas para viajar por el mundo hasta 2007.

La irrupción de nuevos ricos en el mercado de los maratones se ha beneficiado de modo inmediato. Desde 2008, año en que se depositaba un millón de dólares como premios en metálico en Dubai y los patrocinadores exigían que participara Gebreselassie, el cometa verde ha trazado una imparable ascensión.

Así, en Enero los cuatro tiempos más rápidos del año eran etíopes en el recorrido por la ciudad del oro rápido, Dubai. Desisa, Shiferaw, Tola y Negesse metían un 4 – 1 a Kenia. La prueba que organiza el inglés Peter Connerton bajo la bandera de Pace Events es el Eldorado de los 42km195m.

¿Está Kenia derrotada?

Tocada, pero no hundida. Esta mañana Eliud Kipchoge contraatacaba con la victoria en Hamburgo y una escalofriante marca de 2h05. Priscah Jeptoo vencía con 2h20 en Londres por delante de Edna Kiplagat, otra keniana. Boston vió hacer caja a Rita Jeptoo para el saco keniano. En otoño Berlín y Nueva York darán lustre a las estanterías de los corredores de Kenia, que muestran un dominio favorable en los recientes tablones de honor de esas pruebas. Chicago tiene vencedores masculinos de nacionalidad keniana desde 2003, con los tiempos memorables de Evans Cheruiyot o Samuel Wanjiru.

La capacidad de sobreponerse al hambre, a las guerras, a entrenar varios puntos más que un humano ‘normal’ volverá a evaluar a los antaño tiránicos corredores de Kenia. Cuando el tarraconense Manuel Tornero relata que un chico que podrá correr fácilmente medio maratón en 1h04 le pide dinero para comer porque pasa hambre y tiene que seguir entrenando se entienden las variables de superación de estos seres.

Superarse. El terreno quita la vida. La agricultura apenas regala nada. Corren descalzos hasta encontrar unas zapatillas de segunda mano. O tercera. Comer o correr.

Si come dos veces al día podrá entrenar hasta reventar de nuevo u obtener un buen resultado. Y alguien se fijará en él. Quizá los más profesionalizados puedan seguir entrenando con los mejores medios. La diferencia de poder pasar al profesionalismo antes o después nos seguirá brindando resultados en esta particular batalla entre las dos naciones más poderosas del fondo mundial.

En las dificultades de ambas sociedades no hay diferencia. Quizá un azar cruel les legue a sacar del desconocimiento y lleva a aparecer en artículos como este.

Escritos desde un cómodo sofá. En el lado que paga a los corredores. Con la única presión de acertar a subir el post al blog a su debido tiempo.

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Fotos: Boston.com, Telegraph.co.uk

Hoy muchos pensamos en Boston

116350-452-550Espeluznante.

Ayer estuve toda la tarde hasta la llegada de los favoritos tuiteando con despreocupada alegría sobre el maratón de Boston. Cerré el PC a las seis y pico hora española y me dirigía a casa. Desconecté pensando en los tópicos, en la suerte de poder seguir eventos a distancia, de que se unan veinte mil personas para correr.

Y el runrun de lo del ‘Patriot’s Day’ estuvo acompañándome mientras colocaba el dial del coche en turbo 3, de verdad. Estuve haciendo memoria de mi equivocación previa, pensando durante años que no era el Lunes de la celebración del patriotismo estadounidense sino el Lunes de Pascua, el día que se corría el Maratón de Boston.

Que lleva celebrándose desde 1897. El evento más añejo del mundo del correr. Ajeno (o no, ya vemos) al devenir del mundo. De sus juegos olímpicos, de sus presidentes, de sus guerras.

Pero ya vemos que no. El cobarde (como siempre) y abominable hecho de colocar explosivos con el objeto de matar al mayor número de gente también alcanzó ayer al  maratón bostoniano. A los familiares que esperaban, a amigos, a autoridades. Qué más da. Seres que disfrutaban de una mediodía de ocio.

Massachussets, hasta ayer ajenos, lejanos, como todo esto, a la brutalidad. El estado verde, cuna de los Sox, de los Celtics, de las victorias del indio tarzán Brown, hoy llora porque el terrorismo ha golpeado en sus calles. Muertos y heridos recuerdan hoy a todo el mundo que nuestro planeta está en constante agitación.

Por un lado el ocio de los humanos. Por otro su capacidad de generar horror. Vaya especie.

¿Cómo es una zona de meta?

Habitualmente una prueba deportiva como un maratón tiene reservada un buen hueco en la ciudad para su celebración. Se delimita el tráfico y se corta un tramo de no menos de un kilómetro para la meta, las gradas, la zona de llegada. El maratón de Boston tenía ayer desde Boylston St no menos de dos millas acotadas.

En esa zona se encarrila a los participantes a pasar a una zona de descanso donde se acumulan centenares de personas. Tiendas de campaña que ayer servían de hospital improvisado normalmente son zonas de masaje, donde puedes recoger las mochilas con tu ropa, beber y comer algo que te repone. A lo largo de miles de metros cuadrados el corredor para y deja que la alegría de terminar los 42km195 sea completa.

Anteriormente  muchas pruebas colocan gradas donde miles de espectadores (donde podrían estar tus familiares o amigos) ven tu llegada a meta. Sorprendentemente la ciudad de Boston relajó los controles de seguridad en un día tan señalado.

Durante la retransmisión que se podía seguir en directo por ‘watchlive’ resultaba pintoresco la cantidad de soldados y demás personas uniformadas a lo largo de la ruta. Podías ver soldados marines pertrechados con equipación de campaña haciendo a pie el recorrido. Pues bien, todo eso no sirvió.

¿Es un sitio seguro?

Pues habitualmente lo es. ¿Dejamos que nuestros seres queridos acudan a estos eventos?

Pero, ¿por qué no? Las ciudades están llenas de eventos donde sus ciudadanos acuden a miles. Nadie tiene por qué quedarse en casa por la amenaza de la violencia. Quizá sea lo que la violencia busca. El miedo.

Que ningún miedo te deje en casa por absolutamente ningún concepto.

Un abrazo sentido a los que se han visto afectados por semejante acto de barbarie. Hoy todos salimos a correr con un nudo en el estómago.

Que no se nos quite el nudo de la conciencia de cómo está el planeta el resto de los días.

Corredor, mira a tu alrededor ¿dónde están las demás nacionalidades?

Utilizo una galería estándar de fotografías tomadas durante un evento de casi 18.000 personas. El medio maratón de Madrid. En la galería hay aproximadamente setecientas fotos. Y me pongo a jugar a contar.

Mi idea era repasar cuántas chicas salían en el encuadre. También he de confesar que venía atraído por la posibilidad de comprobar las caras que llevamos cuando corremos. El drama, el dolor, esos ojos cerrados o hasta esa sonrisa beatífica.

Pero rápidamente he notado que prácticamente sólo aparecían corredores de evidente origen español.

Estas eran las cuentas: 330 rostros contabilizados; 2 evidentemente andinos, 1 evidentemente caribeño y 3 tipos con un ineludible aspecto de turista de un país del norte de Europa o de Norteamérica.

¿Son estas cifras acordes con la división de población española por su país de origen?

Hace un par de años salió en Runner’s World (USA) la reescritura de otro artículo conocidísimo en algunas esferas (desconozco si se tradujo o si se citó en el ambiente hispano). Why is running so white? Las preguntas eran eminentemente las mismas: ¿Dónde está el espectro social que se puede ver en la calle, en la cabalgata de reyes o a la salida de un partido de fútbol de una ciudad mediana?

La National Runner Survey estadounidense hizo una encuesta con más de 12.000 entrevistados y un 90% de los corredores censados eran caucásicos, apenas un 5% hispanos (en USA es un grupo censal propio) y 3.9% asiático-pacíficos. ¿La población negra? Un 1.6%. Correr «es para blanquitos».

¿En nuestro entorno ocurre algo parecido?

Mi muestreo acientífico y sui géneris certifica (de aquella manera) que alrededor de un 1% de los corredores de la prueba de Madrid eran evidentemente latinoamericanos, no parecía haber norteafricanos entre la masa de corredores populares, y se acabó. Hablamos de un país con un 12% de extranjeros.

Pero ¿no quedamos en que correr es barato, sano y que todo el mundo puede hacerlo?

El mantenimiento de unas zapatillas y una ropa cómoda para correr era, hasta ahora, económico. ¿No debería atraer el fenómeno de las carreras a practicantes que no pueden costearse 1.200 euros en una buena bicicleta o alquilar pistas de pádel a siete u ocho euros la sesión? Sin duda correr es más barato que eso, pero también lo es juntarse a jugar al fútbol en un descampado y compartir neveras para las cervezas. O esos macrotorneos de voleibol donde los peruanos son los malditos reyes de la ciudad.

Quizá habría que mirar en dos direcciones: la sociología de quien ve correr como un hobby extraño (volvemos a los comentarios y deportes más populares entre la raza negra norteamericana) y los precios de inscripción de «ese deporte tan barato».

¿Te animarías a convencer algún vecino o conocido de otros grupos étnicos?

postdata. En realidad, ¿le importa esto a alguien? Vivimos en una sociedad individualizante. Cada día se ve más gente corriendo sola y enchufada a su silencio musical.

postdata(2). Pienso empezar a preguntar a latinos, rumanos y maroquíes por qué no salen a correr. Y lo pienso tuitear.

Grete Waitz. El récord mundial que duró un día

Había llegado un domingo sin pista ni cross para los chicos de Madrid. Mi padre había bajado a comprar la prensa y el Madrid jugaba contra Osasuna. Ganaría aunque el Athletic también vencería en su duelo con la Real. Mi vecino Manolo dijo que habían atropellado a un chaval en Colmenar Viejo. También dijo que apenas había habido gente en el mitin de Tierno Galván, que aún no era un parque desolador sino un veterano político.

En Madrid, el 17 de Abril de 1983, no se tenía mucha idea de que  Grete Waitz, maratoniana noruega, la corredora que dominó el Maratón de Nueva York durante nueve ediciones, batía el récord mundial de maratón en Londres. La rubia de las cejas transparentes que coleccionaba treintaydoses y veintisietes en los cronómetros de Central Park.

Desde su primera victoria en 1978 había encadenado cuatro triunfos estremecedores (1978, 79, 80 y 82) y tenía la confirmación del equipo que dirigía Fred Lebow para su nueva revancha contra la soledad en noviembre del ochenta y tres. Pero además había aceptado el reto de doblar dos pruebas a ritmo demencial, de récord. El campeón olímpico británico Crish Brasher, el viejo obstaculista, había pujado fuerte para seguir con el crecimiento del joven maratón de Londres. Relanzado en 1981 como substituto del moribundo London Polythecnic Marathon (que se celebraba desde 1909), Brasher dirigió sus esfuerzos a traer a Waitz a correr a la cuna del atletismo profesional.

En la típica matinal que los londinenses califican como ‘grey day‘, Grete calzaba sus rayadas adidas rojas y blancas, camiseta interior y guantes. Sus sempiternos guantes, esta vez también rojos. ‘Grey Day’, dos años antes, no había sido sólo eso. En la época en que Brasher lanzaba la idea de retomar el maratón por las avenidas de la ciudad, ‘Grey Day’ había sido el single que escaló hasta el número 4 de las listas británicas en 1981. Era un himno, una queja sintomática de los londinenses ‘North London Invaders’ (ya rebautizados como Madness). Era un canto contra un panorama muy gris: los cierres de las minas por el gobierno conservador de Margaret Thatcher, la venta de las acciones de British Aerospace, o el anuncio de los riesgos de una guerra racial en la prensa precisamente la tarde anterior al nacimiento del maratón de Londres.

Dos años después, con el estallido social sin solucionar y la dama de hierro encaminada hacia una nueva victoria electoral, se presentaba un muy británico nuevo domingo gris. Tras los chaparrones matinales, el Abril de 1983 iba a deparar una mejor marca mundial. Recordemos que la federación internacional no habló de récord del mundo de maratón hasta pasados mil millones de años, dado que no hay dos recorridos iguales ni se celebra dentro de un estadio. Cayó una mejor marca mundial, fuera por el maravilloso y plano recorrido de Londres o por los miles de libras que Gillette aportaba de nuevo como patrocinador. Y es que se estaban dando los primeros pasos en la era del dinero en las carreras en ruta. La IAAF había permitido en 1982 el pago en metálico a los deportistas de élite y el cataclismo del deporte amateur estaba sirviendo en bandeja que las grandes carreras tirasen de talonario. Waitz afrontaría Londres en Abril, y Nueva York en Noviembre.

Un inspirado Mike Gratton ganaría con 2:09 pero los ojos estaban puestos en la finísima chica de las coletas y la camiseta de tirantes roja y blanca. Su grupo de referencia, con tipos curtidos en maratones a ritmo de dos horas y media, viajaba prácticamente desmembrado a la altura de los puñeteros adoquines del Upper Thames. Al paso por el puente de la Torre apenas tres duros maratonianos escoltaban de aquella manera a Waitz. Su gesto, tantas veces fotografiado, con las mejillas contraídas y sus finos labios en una mueca de rigidez, la encaminaba a la vieja meta del Westminster Bridge (meta hoy sustituída por la llegada en el Mall, frente a las habitaciones de su alteza real en Buckingham).

El último recodo sobre el río le llevó a un debut en la ciudad de verdadero escándalo. El recorrido de Londres probaba su bondad y Grete Waitz colocaba el mejor registro de una mujer en 2h25:29 durante toda la tarde del Domingo, hora del meridiano de Greenwich, el parque desde el que los miles de corredores salían en pos del sueño de las veintiséis millas y el pico caprichoso del rey inglés.

Nuevo récord mundial, mejor marca o como quisieran decirlo los periodistas. Tenían toda la tarde por delante. La edición del Lunes de la prensa colocaba sus estrechísimas columnas sobre el maratón calculando milimétricamente las palabras, entre las que debía aparecer la referencia a la hazaña de la noruega Waitz.

Mientras Waitz descansaba en el hotel y terminaba de atender a la prensa, a cinco mil kilómetros de distancia una chica con el pelo corto repasaba en la cama el esquema de carrera. El mismo Lunes se torcieron los planes. Sería un récord un récord del mundo que únicamente duraría hasta la tarde del día 18. Y es que la corredora norteamericana Joan Benoit corría apenas veinte horas más tarde, durante la tarde del Lunes de Pascua de 1983.

En 1983 no se contaban con los medios técnicos de hoy. Nadie subía a twitter ni podía mandar un correo electrónico a la sede de la Federación Internacional de Atletismo, la IAAF. Mientras los federativos leían durante la mañana del Lunes 18 las marcas de la prueba londinense y programaban en papel la actualización del récord del mundo de Grete Waitz, amanecía en la irlandesa capital de Massachussets. El recorrido de punto a punto desde Hopkinton, en mitad del campo de Nueva Inglaterra, por la A135 hasta el centro de Boston, hervía de público. El «duelo al sol» del año anterior había supuesto un par de escalones en la vorágine del running en los Estados Unidos. Alberto Salazar y Dick Beardsley habían corrido codo con codo para disputarse la victoria en meta por apenas unos segundos en una edición dramática por el calor de Abril.

La chica del pelo corto, Joan Benoit, escogió camiseta blanca y banda roja (aquellas míticas camisetas donde seriegrafiaban «Athletics West»). A lo largo de la prueba coincidió con igual legión de rápidos corredores masculinos. Benoit, nacida en Maine con ascendencia francesa, aplicó un juicio sumarísimo al mejor tiempo en el que nunca una mujer había corrido 42.195 metros. Lo mandó al escalofriante tiempo de 2h22:43.

benoit

Sin ir más lejos, el tiempo de la estadounidense le podía haber supuesto llegar segunda en el maratón de Madrid de ese año, a un par de minutos del vencedor.  Y es que la especialidad en categoría femenina estaba un tanto en pañales.

Los maratones contaban con participación femenina desde relativamente pocos años. En 1977 la mejor marca estaba en manos de Christa Vahlensieck, una corredora alemana que la había rebajado de 2h40. Entre 1978 y 1978 Waitz lo puso en dos hachazos en el rango de las 2h27. Además, cronómetros conseguidos sobre el tozudo recorrido de Nueva York, con sus puentes en Brooklyn y Queens, y con las dos millas finales por el Central Park. En 1980 y en 1982 Waitz acumulaba dos entorchados más en la gran manzana y todo estaba listo para que el planísimo circuito de Londres supusiera la fractura definitiva de la barrera de 2h25. No pudo ser por segundos, aunque amplió su currículum como gran dominadora con un nuevo récord planetario. Lo inimaginable es que se tardase tan poco en convertir en el récord del mundo de Grete Waitz en el más breve de la historia de la distancia del maratón.

El tiempo: esa variable injusta por la que sufren los grandes deportistas.

El crono de Benoit en Boston tardó once años en ser mejorado. Tuvo que llegar la era de Ingrid Kristiansen, otra noruega, la última dominadora previa a la aparición de las corredoras africanas y asiáticas.

Waitz murió en 2011 tras batallar contra el cáncer. Tenía 57 años.

Joan Benoit corrió en 2010 de nuevo en Chicago, con 53 años, en 2h47:50 para ser 43ª en la carrera donde subió a los cielos del deporte. Intentaba clasificarse para las pruebas de selección del equipo americano que acudiría a los juegos Olímpicos de Londres 2012. Quedó fuera por un minuto y cincuenta segundos.

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Fotos: Daily Telegraph, Sports Illustrated.

Unas cuantos vídeos para que te lances a correr (o reniegues de ello para siempre)

Imágenes. Vídeos y más vídeos. La red está llena de imágenes en las que se muestra todo el esplendor del deporte. Siempre he afirmado que correr, aunque parece épico, tiene bastante poca enjundia literaria. Para nosotros puede parecer tremendamente emotiva una descripción de los sufrimientos de una carrera, un entrenamiento o la superación personal permanente. Pero la trama siempre es sufrir y llegar o no llegar. Esto será objeto de bronca para otro día.

Hoy vamos a por algunos ejemplos bonitos, emocionantes o diferentes. Recopilemos material para esas tardes en las que no hay absolutamente nada en la televisión. Para eso está internet, donde además escoges tú lo que te apetece ver.

Reserva bebida y comida para atrincherarte. Pincha el HDMI en la televisión más grande que tengas. Hay un poco de todo. No todo va a ser la preciosista épica del Ultra Trail du Mont Blanc y sus combinaciones de paisaje, música y cansancio. Que también podría ser.

Una típica.

El Espíritu de la Maratón. Es un largo documental donde varias personas van hablando sobre la motivación y cómo afrontan los 42km195m de la prueba de Chicago. Muy americano, muy bien contado, muy en inglés. Ya sabes que es lo que toca en tus ratos libres. Idiomas.

 

Y todo esto, ¿de dónde viene?

¿Por qué tanto maratón? ¿Por qué tanta pasión con esos kilómetros cuando podían ser la mitad… o el doble? En el documental «La Odisea del Corredor de Fondo» (2 partes) que emitió rtve hace tiempo se repasa más sobre los orígenes y la esencia de correr más lejos y más deprisa que los demás. Ver para … correr

 

Una de hacer cosas casi imposibles.

Una vuelta de tuerca. La montaña. Gran Trail de Peñalara cobijó en 2012 un excelente trabajo de REC Mountain. Sirvió como cabecera a la prueba y, en 10 minutos, se saldan todas las cuentas con el concepto «correr durante muchos kilómetros por los entornos más duros».

 

Una de aventura exótica. 

Ni es saludable ni es recomendable por aquello de los límites racionales del deporte. Pero la Yukon Arctic Ultra es una prueba que discurre por unos de los últimos lugares vírgenes. Y han editado una hora de reportaje para que unos babeen y otros se mesen los cabellos. El impagable aventurero y deportista de grandes distancias Ser13gio me puso sobre la pista de este vídeo.

¿Todavía te quedan ganas de empezar a correr?

Pero ¡dónde vas! ¡Espera!