Juan Carlos Escudier

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Bermúdez, a destajo, deja caer el telón sobre el juicio del 11-M

El juez Gómez Bermúdez se había empeñado en que su foto fuera la portada de todos los periódicos, pero la fortuna le ha sido esquiva. Arquitecto de su propia imagen, el magistrado más mediático del momento quería que la vista del 11-M acabara hoy lunes porque el debate sobre el Estado de la Nación empieza mañana y los rifirrafes entre Zapatero y Rajoy no tienen piedad con otras noticias. La actualidad –siete turistas asesinados en Yemen y tres etarras detenidos con explosivos en Francia- ha desbaratado sus planes. Sobre el juicio más importante celebrado en España desde el 23-F ha caído el telón con bastante sordina.

A las 22.40 horas de la noche, Bermúdez pronunciaba las palabras mágicas del “visto para sentencia”, después de dar las gracias a todos “por su comprensión y colaboración”. Habían pasado cuatro meses y 17 días desde que el pasado 15 de febrero se iniciaran las sesiones. Han sido 320 horas de vista oral en las que ha dado tiempo a la comparecencia de 309 personas, de ellos 117 policías y guardias civiles. Se ha demostrado que se puede combatir el terrorismo y hacer justicia sin invadir un país ni bombardearlo, sin crear cárceles secretas por medio mundo y sin mantener limbos jurídicos donde se puede mantener a centenares de prisioneros como perros durante cinco años sin ninguna acusación formal. Nos ha costado algo más de tres millones de euros; ha merecido la pena.

Previamente, hemos escuchado con resignación cristiana a un puñado de acusados ejercer su derecho de última palabra, un eufemismo porque algunos se han explayado como si intervinieran en un mitin. Zouhier no ha defraudado. El musculoso macarra que ha protagonizado gran parte del juicio empezó prometiendo no montar ningún show, pidiendo perdón a las víctimas y diciendo que, aunque haya parecido una fiera visto desde el otro lado de la pecera, se empleó a fondo para evitar los atentados. Lo prometido no ha sido deuda porque el antiguo streeper que puso en contacto a los asturianos con El Chino se ha ido calentando y ha terminado lanzando gritos contra los guardias civiles que se cruzaron de brazos con sus chivatazos y contra la propia Fiscalía.

Mil veces ha dicho que avisó del tráfico de dinamita, mil veces ha repetido que él no podía ser responsable de haber jugado con fuego y otras tantas ha negado ser un terrorista. Su coartada perfecta ha llegado casi al final de su alocución. ¿Por qué no se enteró de que El Chino subía a Asturias a por los explosivos? “El 28 y 29 de febrero estaba de cristal y de cocaína hasta el culo en una discoteca”.

El primero en confesarse había sido Jamal Zougam, quien se ha empleado a fondo contra los testigos que, en declaraciones contradictorias, creyeron reconocerle en los trenes, especialmente contra el A-27 : “Por este individuo llevo tres años y medio en la cárcel”. La fiscal Olga Sánchez se abanicaba rítmicamente mientras el dueño del locutorio de la calle Tribulete se declaraba víctima de algunos medios de comunicación y de algunos políticos. “He aguantado y he confiado en la Justicia”, ha dicho Zougam tras exponer sus tres argumentos definitivos sobre su inocencia: durmió en casa, no huyó tras el 11-M y nadie comete un atentado utilizando las tarjetas telefónicas de su negocio.

Luego ha tomado la palabra Fouad el Morabit. Al hijo del notario de Nador da gusto escucharle. Habla como un filósofo. Tras proclamar su inocencia y denostar la violencia terrorista porque, según ha dicho, contraviene sus “frenos morales”, ha introducido un término que hará fortuna: el ‘síndrome de Diógenes’ jurídico. Consistiría en acumular presuntos tesoros probatorios “que resultan ser nada”. Fouad ha dicho de él mismo que responde “al patrón de una persona inocente ajena a cualquier acto terrorista”. Labia no le falta ni a él ni a su “amigo del alma”, el sirio Basel Ghalyoun, que ha utilizado 40 minutos para declararse una víctima de “meras cábalas”.

El rosario ha continuado. Todos se han declarado hiperinocentes, incluido Abdelmajid Bouchar, el famoso ‘gamo de Leganés’, que ha negado, incluso, haber estado en el piso en el que los terroristas se inmolaron y del que le vieron huir a ritmo de mediofondista. Rachid Aglif, más conocido como El Conejo por sus prominentes incisivos, el colega fiestero de Zouhier al que ha puesto a bajar de un burro. “Sus declaraciones han sido falsas, falsas, falsas, pero muy falsas; y si alguna es verdad que me metan 40.000 millones de años”. Aglif ha reconocido un solo delito: haber llevado en el coche a Zouhier a la reunión con los asturianos y El Chino en el McDonald’s de Carabanchel.

El presunto ideólogo Hassan el Haski ha esgrimido a su favor que no le conoce ni Blas, que en todo el proceso no se ha pronunciado su nombre y que, en consecuencia, no es ningún terrorista. Mahmoud Slimane, amigo de El Chino, se ha exculpado relatando cómo un francotirador iraquí asesinó a su hermano y cómo mataron a su padre y luego quemaron su cadáver, junto a otras desgracias familiares. “Vine aquí para vivir en paz”. Ha tenido difícil justificar que si llamó al Chino decenas de veces fue para recuperar una lámpara de coche, que ya es más famosa que la de Aladino.

Su amigo El Fadual El Akil es otro de los enamorados de España. “Yo quiero a este país; he venido aquí en los bajos de un camión”. Al El Fadual, al que apodan ‘panchito’, ha habido que bajarle el micrófono que Bermúdez había ordenado colocar a la altura de una persona normal. Ha afirmado que no era un terrorista. “Soy musulmán pero no practico tanto”. Otro de los ‘no practicantes’ es Mouhannad Almallah Dabas, el ‘ñapa de Al Qaeda’ el hombre que más lavadoras ha arreglado entre el islamismo radical. Siempre con corbata, hoy con traje, Almallah ha evocado un atentado en Damasco con 250 muertos para manifestar que entendía el dolor de las víctimas de Madrid y ha vuelto a culpar a su ex novia de todos los males que le aquejan. “Voy a narrar la triste historia de mi detención…”. Y ha cumplido su amenaza.

El ex minero Trashorras no ha hablado. Tampoco lo ha hecho su ex mujer, Carmen Toro. Sí lo ha hecho el hermano de la chica, aunque ha sido brevísimo. Quería negar haber facilitado a Zouhier muestras de explosivo. Finalmente, ha tomado la palabra Larbi Ben Sellam, al que se le motejó como “el mensajero del Egipcio” porque llevaba sus vídeos a supuestas reuniones yihadistas. Larbi ha declarado que entre las múltiples formas en las que se le ha torturado ha sido dándole a comer cerdo, se supone que con patatas.

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‘El Egipcio’ pide ayuda a Henry Fonda y Zougam a la Providencia

Endika Zulueta, el abogado de Rabei Osman, Mohamed El Egipcio, ha visto muchas películas. La última, el famoso Estudio 1 de Doce hombres sin piedad, en el que José María Rodero, emulando a Henry Fonda, logra la absolución de un acusado invocando el concepto de duda razonable. Zulueta ha comprado el DVD en un quiosco y nos ha leído el folleto adjunto, que a este paso se convertirá pronto en un manual para alumnos de Derecho. “Hay que distinguir entre los hechos probados y las presunciones”. Efectivamente.

En dos horas, Rodero, digo Zulueta, ha completado un espléndido alegato, que ha terminado a lágrima viva al recordar que se había dejado la piel y que, como abogado de oficio, beneficia a toda la sociedad. Según ha explicado, su cliente ha debido de verse atrapado en una particular conjura, porque siendo un pobre inmigrante más tieso que la mojama, como demuestra el hecho de que en el momento de su detención en Italia su patrimonio ascendiera a 1,63 euros, las Policías de media Europa le han considerado sin pruebas un peligroso islamista. “Se ha creado un personaje y se han falseado los hechos”, ha asegurado. “Han conseguido hacer un perfil de terrorista”.

El defensor de El Egipcio ha repasado la trayectoria de su patrocinado desde que vendía pañuelos “en el top manta”, ha tratado de desacreditar el testimonio del confidente Cartagena porque cobraba 300 euros al mes y es muy mentiroso, ha subrayado que el presunto cerebro de los atentados del 11-M sólo conocía a uno de los suicidas, Serhane, el Tunecino, que se volvió majareta, sí, pero cuando El Egipicio ya no estaba en España, y ha revelado que mientras duró su estancia en Italia hablaba con su prometida casi a diario de sus planes de boda, lo que probaría que su intención no era inmolarse a mayor gloria de Alá.

Para Zulueta, contra Rabei no hay pruebas, pero cuando las hay –tal es el caso de las obtenidas contra él por la Policía italiana, por las que está condenado por pertenencia a organización terroriesta-, o carecen de validez o han sido obtenidas de manera ilegal o, alternativamente, han sido manipuladas. Éste sería el caso de la grabación de sus conversaciones con su discípulo Yahya, también condenado en Italia, cuya voz no reconoce.

El abogado ha abundado en que los traductores italianos son más malos que la quina, aunque tampoco se ha atrevido a repetir textualmente la transcripción realizada por los traductores que han desempeñado sus funciones durante la vista, que tampoco le deja muy bien. Éste es uno de los extractos:

Rabei: Todos mis amigos se fueron, se han ido todos, me quedé solo. Todos mis amigos se han ido, los hay quienes murieron en el camino de Dios en Afganistán. No te voy a ocultar la operación de Madrid que acaban de hacer…

Yahya: …

R: El tren ese de Madrid que explotó…

Y: Ah, sí!

R: Son mi gente quien la hizo,… nuestra gente.

Y: ¿En España?

R: Sí… Todos son amigos míos, de ellos cinco cayeron mártires, que en paz descansen, y ocho en la cárcel. Pero Dios no quiso mi martirio y me salvó de la cárcel. Yo no estaba con ellos en aquellos días. Pero fue mi gente… y yo estaba al tanto previamente, pero exactamente… exactamente lo que iba a pasar no me dijeron…».

¿Superinocente como Zouhier? Para solventar el problema, el letrado ha hablado de delirios de grandeza, se supone que de El Egipcio. Es decir, que no era él quien hablaba o no se ha probado que lo fuera, aunque, de ser su voz, no estaríamos ante un terrorista sino ante un fantasma con sábana y cadenas. Está claro que a un fantasma no se le puede mandar a la sombra, pese a que por allí se mueva, pero sí se le puede condenar por complicidad o por cooperación necesaria.

Si El Egipcio se encomendaba a Henry Fonda, Jamal Zougam -el dueño del locutorio de donde salieron las tarjetas telefónicas que accionaron las bombas, identificado además por cuatro testigos como autor material de los atentados- lo ha hecho a la Providencia, sobre todo después de escuchar a su abogado, un hombre que pilla a Teresa de Calcuta y consigue para ella la perpetua.

Zulueta ha llorado emocionado, pero escuchar a José Luis Abascal ha sido toda una invitación al llanto. Abascal ha mantenido durante el juicio actitudes bastante extrañas, entre ellas la de colaborar con algunas acusaciones y con algún medio de comunicación abonado a la conspiración mundial, además de buscar un protagonismo que sólo ha conseguido por el uso ingente de gomina y su voz rota.

Además de pretender desmontar los testimonios de quienes creyeron ver a Zougam en los trenes, se ha centrado en su alegato en cuestionar la famosa mochila de Vallecas, cuya desactivación hizo posible la localización de los terroristas, abonando la rocambolesca tesis de que alguien pudo dejar allí la bolsa para desviar la atención de los verdaderos culpables. Y si la mochila fue dispuesta por una mano negra, también lo fueron el teléfono móvil que la accionaba y la tarjeta del mismo.

Como si pretendiera rendir homenaje a los agujerólogos, ha sugerido que todos los objetos encontrados en la Renault Kangoo en la que se desplazaron los autores de la masacre, entre ellos detonadores y restos de un cartucho de Goma 2 Eco, fueron colocados en la comisaría de Canillas. Para Abascal todos los policías han sido sospechosos.

Su cliente, muy serio, le ha escuchado a poco menos de un metro. Sólo ha acertado al final de la mañana: «Esta fuera de toda lógica acusar a una tienda de telefonía por vender tarjetas». Es decir, que ha empezado a defender a Zougam dos horas después de haber empezado a hablar. Antes, había ejercido de abogado de la conjura, que debe de estar bien pagado y da más titulares.

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Los tahúres de la AVT juegan con varias barajas

Como parece que de fondos no anda mal surtida, porque para sufragar el gasto de sus concentraciones contra el Gobierno ha estado el PP -que le ha puesto los manifestantes y las banderas-, la Asociación de Víctimas del Terrorismo ha podido jugar con varias barajas en el juicio del 11-M, que es una de las maneras de hacer trampas más burdas que se conocen.

Los tahúres de la AVT han utilizado sus cartas, las de su franquicia –la Asociación de Víctimas del 11-M-, y las de una acusación particular, representada por uno de los abogados a los que tiene en nómina, Juan Carlos Rodríguez Segura, para cumplir el objetivo de alentar la teoría de la conspiración sin ensuciar mucho sus propias siglas. Hacía tiempo que el misterio de la Trinidad se nos había revelado: varios abogados al servicio de la misma causa con tres personalidades distintas y con una única estrategia, aunque con distintas conclusiones. Los designios de Francisco José Alcaraz, su carismático líder, son perfectamente escrutables.

Así, tras escuchar al letrado de la filial ‘auvetense’, José María de Pablos, exponer su teoría de la cuarta trama -en la que se encontraría ETA- y su consiguiente repaso de los ‘agujeros negros’, llegó Emilio Murcia, el abogado titular de la AVT, y dijo que no había pruebas de la implicación de ETA, en un esforzado ejercicio de poner una vela a Dios y otra al diablo o, si se prefiere, de nadar y guardar la ropa. Esta mañana Rodríguez Segura ha roto el empate, chapoteando como un niño en las tesis de la gran conjura. El que paga, manda.

Las conclusiones de Segura han sido de traca. Según el abogado, el atentado no puede ser obra de Al Qaeda porque nadie ha pedido que se procese a Bin Laden, lo que, al parecer, hubiera constituido la prueba irrefutable. Nos queda ETA, pero su autoría no se puede confirmar porque “no se ha investigado”, aunque él tampoco contribuyera mucho interrogando a los tres etarras que depusieron como testigos y que se troncharon de risa con sus incisivas preguntas. Para desconcierto general ha llegado a manifestar que “el testimonio de los etarras carece de validez”. Entonces, ¿por qué la AVT insistió tanto en que prestaran declaración?

Lo que es seguro, en su opinión, es que hay una organización detrás del 11-M porque los ‘moritos’ a los que se juzga y los que murieron en Leganés no son mentes preclaras capaces de perpetrar un acción para acabar “con el Gobierno legítimo de España” que había sido un baluarte en la lucha contra el terrorismo. “Se han podido utilizar mercenarios”, ha afirmado, que ya se sabe que Txeroki y sus secuaces aceptan trabajitos a tiempo parcial o comisiones de servicio.

Según el abogado, la pregunta clave es a quién benefició el atentado, aunque no se ha atrevido a responderse a sí mismo, porque para acusar al PSOE de las bombas ya está Jiménez Losantos y compañía. Para este empleado de la AVT todo es sospechoso, empezando por la mochila repleta de Goma 2 Eco hallada en Vallecas, que pudo ser colocada allí “para desviar o atraer la atención sobre determinadas personas” – lo mismo que el Skoda Fabia o la cinta con versos del Corán encontrada en la Renault Kangoo, los dos coches empleados por los terroristas- y terminando por el suicidio de Leganés, lo más sospechoso de todo: “Llama la atención que no se hubieran inmolado en los trenes y que luego lo hagan en un piso”.

Hay que reconocer cierto mérito a este hombre para resolver los ‘agujeros negros’ de su propia argumentación, especialmente los referidos a los explosivos utilizados. A juicio de Segura, lo que estalló en los trenes no fue Goma 2, pero sí es la dinamita que hizo explosión en Leganés y mató al geo Torronteras. En consecuencia, al ex minero Trashorras le exculpa de las 191 muertes causadas en los trenes, y sólo le atribuye el fallecimiento del policía. Como lo de exculpar se le da de maravilla aun siendo acusación, ha pedido que se ponga en la calle a Rabei Osman El Egipcio por defectos procesales y “porque los ideólogos no viven en la indigencia”, y a Jamal Zougam, el distribuidor de las tarjetas telefónicas que accionaron las bombas, ya que las identificaciones que hicieron de él varios testigos no pueden considerarse válidas: “Un activista no va chocándose con la gente”.

Además, tal y como ha referido, islamistas, lo que se dice islamistas, no hay entre los acusados porque “no les hemos visto rezar dentro del habitáculo ni pedir permiso a la sala para hacerlo”. Verde y con asas.

Rodríguez Segura ha pedido al juez Bermudez que deje abierta su sentencia para poder investigar ad infinitum, tales son sus ansias de conocer la verdad. Coincide en esta tesis con la dirección del PP –que ya ni menciona el 11-M, por cierto- y con sus satélites mediáticos. Del Gobierno del PP ha subrayado que fue capaz de situar a España en un lugar preeminente de la escena internacional y que acudió a Irak, no a una guerra, sino a construir hospitales y carreteras. Ahí nos ha dado.

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El fiscal concluye: la teoría de la conspiración es una burla

Ha comenzado la exposición de las conclusiones definitivas de la Fiscalía en el juicio del 11-M. Es como la lectura de El Quijote –hasta se turnarán los oradores para no quedar afónicos- pero en plomo, porque no empieza con el famoso “en un lugar de La Mancha” sino en Afganistán, y explica cómo se formó Al Qaeda y cuáles han sido sus principales acciones terroristas. Previamente, el fiscal jefe de la Audiencia, Javier Zaragoza ha realizado una exposición en la que ha defendido el proceso y el punto de vista de del Gobierno sobre cómo luchar contra el terrorismo y ha repartido mandobles a los ‘agujerólogos’ y a algunas acusaciones que, según ha dicho, han traspasado todos los límites de la buena fe. En resumen, que ha habido acusaciones que han parecido defensas, algo que ha definido como “esquizofrenia procesal”.

Zaragoza ha echado mano de Cicerón cuando alababa la verdad y criticaba como una indignidad propalar la mentira y hacerla pasar por verdad. Es aquí donde se ha explayado contra los ‘conspiranoicos’, relatando someramente su hit parade de agujeros negros: que la mochila de Vallecas fue colocada por una mano negra; que la Renault Kangoo fue llenada de objetos por otra mano tan negra como la anterior; que los tráficos telefónicos se habían obtenido sin respaldo judicial; que el segundo vehículo de los terroristas, el Skoda Fabia, fue una aportación del CNI, el paraíso de las manos negras; que el suicidio de Leganés, en realidad fue un montaje de manos negrísimas que colocaron los cadáveres a posteriori. La única manipulación constatable en la vista -ha subrayado-, ha sido la de tratar de presentar un programador de lavadoras como un temporizador de ETA, una hazaña que hay que apuntar en el haber del abogado de la Asociación de Víctimas del 11-M, José María de Pablos, toda una pieza.

El fiscal ha dicho que las campañas de determinada prensa han sido ilegítimas y que los procesos paralelos a los que ha sometido a jueces, fiscales o funcionarios policiales han perseguido el descrédito de todo el sistema. “No se puede estar investigando años y años; no se puede pretender una investigación sin límite”, ha añadido Zaragoza, para quien existen pruebas sólidas contra la mayoría de los procesados. Y no se puede hacer porque ello hubiera dejado a las víctimas sin justicia y a los malos en la calle, una vez cumplido el período máximo de prisión preventiva.

Para rebatir la implicación de ETA le han bastado un par de minutos. Tal y como ha señalado, ya en la tarde del 11-M había desaparecido la pista del titadyne, que era la que sostenía la atribución de los atentados a esta banda. Su organización correspondió a un grupo fundamentalista islámico, del que se detuvo a diez personas antes incluso de que las investigaciones llevaran al piso de Leganés.

Este juicio oral ha sido, a juicio de Zaragoza, la demostración palpable de que es posible combatir al terrorismo dentro del Estado de Derecho, sin reproducir Guantánamo o recurrir a la guerra sucia. Estamos de acuerdo.

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La pesadilla continúa: la AVT dice que seguirá investigando por su cuenta

Además de la materialización del Pacto del Lago, ese apaño al que llegaron todas las acusaciones para salvar la cara de Bermúdez y evitar la nulidad del juicio, que se ha plasmado en la retirada de todas las peticiones de responsabilidad civil del Estado, el interés de la jornada estaba centrado en saber cuál será la calificación final de los hechos de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y de su filial, la Asociación de Víctimas del 11-M, cuyos abogados han dado alas a la teoría de la conspiración durante toda la vista. Tal y como estaba previsto, no han defraudado a su público.

A la AVT le han bastado 16 folios para darle un repasito fino a Del Olmo y a la Policía, a los que acusan de graves negligencias, y para manifestar que existía voluntad de alterar el curso de las elecciones con los atentados sin que quede acreditado que éstos respondieran al designio de ninguna organización terrorista. ¿Cómo se come esto? La AVT dice que la idea se fraguó en España por la detención de dirigentes de Al Qaeda como Barakat Yarkas o Abu Dahdah y no por la participación en la guerra de Irak decidida por el Gobierno del PP.

Para completar la faena, y pese a que se ha encontrado Goma 2 hasta en la sopa, la Asociación sostiene que no se puede descartar que en los trenes estallara titadyne. En claro homenaje a la ‘agujerología’ a la que tanto debe, pide que se continúe indagando hasta el día del juicio final. De hecho, la propia AVT amenaza con asumir ella misma la investigación para descubrir a los cerebros del 11-M. La pesadilla continúa.

Los que entiendan que el escrito se queda corto, sólo tienen que acudir al redactado por el abogado José María de Pablo en nombre de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, un hombre atormentado por haber colaborado en el descenso a los infiernos del ex director general de la Policía, Agustín Díaz de Mera, y que trata de expíar su culpa. Para ello, ha pedido que se deduzca testimonio contra nueve personas, entre ellos, la ‘fuente’ de Díaz de Mera -el comisario García Castaño- y el comisario Cabanillas, quien según el ex director manipuló el supuesto informe en el que se decía que ETA estaba detrás de la matanza, en ambos casos por falso testimonio.

De Pablo, cuya obsesión por demostrar la implicación de ETA ha resultado casi enfermiza, cree acreditado que el titadyne fue uno de los explosivos utilizados, lo que avalaría la existencia de una supuesta ‘cuarta trama’, que estaría formada “posiblemente, por miembros de la banda terrorista ETA, si bien se trata de una cuestión que exige una investigación seria”.

Según este letrado, ha existido una conspiración para borrar la marca de ETA, una serie de ocultaciones que obedecen “al igual que el triste caso del ácido bórico, a la consigna existente en el seno de las Fuerzas de Seguridad de ocultar cualquier posible relación que pudiera encontrarse entre los atentados del 11-M y la banda terrorista ETA”.

De Pablo considera conveniente que se empure por encubrimiento al ex jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, a la jefa del laboratorio de los artificieros por destrucción de pruebas y al jefe de la UCO, coronel Hernando y al famoso agente ‘Víctor’ por ambas cosas.

Más predecible ha sido la calificación de la Fiscalía, cuya principal modificación afecta a Rafa Zouhier, al que se eleva la petición de pena de 20 a casi 39.000 años, por considerarle autor de 191 delitos de asesinato y de otros 1.841 en grado de tentativa. Desde que ha escuchado a la fiscal Olga Sánchez, Zouhier no ha dejado de rumiar su desgracia al otro lado de la pecera de los acusados. Asimismo, ha cambiado la petición para Basel Ghalyoun, que se reduce a 12 años por pertenencia a organización terrorista.

Tras constatar que la fiscal y el resto de acusaciones retiraban los cargos contra Brahim Moussaten, el juez le ha informado de su próxima absolución y le ha dicho que su obligación de asistir a las sesiones del juicio ha terminado.

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El ‘pacto del Lago’: la responsabilidad del Estado y la de Bermúdez

Hoy tocaba el turno en el que las acusaciones personadas en el juicio del 11-M debían presentar sus escritos de calificaciones. Ninguna de ellas ha solicitado la responsabilidad civil subsidiaria del Estado. Ha sido la gran novedad de la jornada, que tiene tintes de escándalo y al que todos han puesto sordina para evitar un grave daño a las víctimas del atentado. El responsable no es otro que esa fulgurante estrella del juicio, el juez Javier Gómez Bermúdez, un hombre que se ha cincelado una aureola de infalibilidad que se ha roto en pedacitos. Según fuentes jurídicas solventes, un gravísimo error procesal de Bermúdez ha estado a punto de provocar la nulidad de la vista. El relato de los hechos es el siguiente:

Al inicio del juicio cada de una de las partes personadas presentó sus calificaciones provisionales, entre ellas varias acusaciones particulares que atribuyeron al Estado responsabilidad civil subsidiaria en los hechos. En estos casos, es obligatorio que el Tribunal, o sea Bermúdez, dé traslado al abogado del Estado de dichos escritos para que pueda obrar en consecuencia. Sin embargo, el prodigioso juez olvidó cumplimentar este trámite, lo que le ha embarcado en una rocambolesca operación con el conjunto de los acusadores para salvar el juicio y su prestigio.

El juez se reunió con alguna de estas acusaciones para trasladarle su preocupación por lo que podría ocurrir si alguna de ellas mantenía su petición de responsabilidad civil subsidiaria del Estado, ya que al no haberse dado trámite a la abogacía del Estado cualquier defensa podría exigir la nulidad de la vista. La única solución posible era que ninguna de las acusaciones mantuviera su petición en su escrito de calificaciones finales y, para conseguir ese objetivo, los abogados de todas ellas se reunieron el miércoles 23 de mayo en un restaurante de la Casa de Campo de Madrid, a orillas de su famoso Lago, tal es testimonio de uno de los presentes.

El resultado de este pequeño contubernio, del ‘pacto del Lago’ si se prefiere, fue que los acusadores aceptaron dejar de lado su pretensión, lo que a tenor de cómo se ha desarrollado el juicio hubiera estado más que justificada, y unificar algunas de sus peticiones, entre ellas solicitar una indemnización común de un millón de euros por fallecido, que se abonaría con arreglo a la ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo. Las acusaciones, incluida la AVT, que también se ha prestado al juego, le han hecho a Bermúdez el favor de su vida. ¿Favor con favor se paga?

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¡La agujerología ha muerto! ¡Viva el sentido común!

El sentido común, lo que hubiera podido pensar cualquier ciudadano que no tenga en la cocina un cromatógrafo de gases o un espectógrafo de infrarrojos, acaba de entrar como un huracán en la sala de vistas del juicio del 11-M y ha dejado en parihuelas a los señores peritos encargados de determinar qué estalló en los trenes. Y es que cualquier persona normal puede suponer que si unos terroristas roban explosivos de una mina, si entre éstos hay Goma 2 Eco y Goma 2 EC, es muy probable que amasen ambos sin distingos para fabricar sus bombas, y que, al estallar los artefactos, se hallen restos de los dos explosivos. Esto es sentido común.

Pues bien, los ocho sabios que no están volviendo locos con el ftalato de dibutilo y el sulfato amónico, por sólo citar dos palabrejas de su vocabulario habitual, han sostenido que ni la Goma 2 Eco ni la Goma 2 EC incluían nitroglicerina entre sus componentes, por lo que si ésta aparecía es que había habido contaminación o había estallado otra cosa, quizás titadyne –que sí la tiene- como han insistido algunos peritos muy interesados en apuntalar la gran conspiración entre ETA y el islamismo.

Ésta era una verdad incuestionable hasta que un abogado ha sacado un papelito con las especificaciones del fabricante sobre la Goma 2 EC, un prospecto fechado el 1 de septiembre de 1999, en la que puede leerse en la primera línea “nitroglicerina/nitroglicol”, lo que significa que entre sus componentes puede figurar uno, otro o los dos. Es decir, que la aparición de nitroglicerina puede deberse a esta causa, pero ésta es una hipótesis que sus eminencias sapientísimas no habían valorado hasta ahora. Un folleto acaba definitivamente con la conspiración islamo-etarra.

El caso es que Bermúdez ya había preguntado ayer a ‘los ocho del cromatógrafo’ si la Goma 2 EC contenía nitroglicerina y recibió negativas por respuesta. Esta tarde, pillados en un renuncio o en un gran ridículo, han argumentado que alguien les dijo que desde 2002 la Unión Española de Explosivos ya no hacía Goma 2 EC con nitroglicerina, lo cual es como no decir nada porque nadie sabe exactamente si los terroristas mezclaron dinamita reciente y antigua.

Esto no significa que dicha mezcla se haya producido forzosamente o que no haya habido contaminación, porque como ha señalado uno de estos expertos es verdad que se han analizado diez muestras con idéntico procedimiento que en 2004 y los resultados han sido distintos. Pero pone al descubierto que este grupo de químicos, este conjunto de mentes entrenadas en determinar la composición molecular de un polímero o de una gominola, fueron incapaces de pensar en lo obvio. Se lo ha dicho Bermúdez: “Me parece que ustedes están encerrados en posiciones inamovibles”. Vaya tropa.

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El guantazo de Zouhier y las ventajas del vidrio

Estábamos tan atentos a las apasionantes explicaciones del perito acerca de la diferencia entre los resultados obtenidos entre un espectógrafo de infrarrojos y la técnica del HPLC, que no hemos reparado en que Zouhier le metía un guantazo en los morros a Hamid Ahmidan, el primo de El Chino. Dicen que Zouhier está harto de escuchar voces susurrantes que le llaman chivato y que ha estallado. Bermúdez ha ordenado que se remita la agresión al juzgado correspondiente. El incidente ha puesto algo de sal a la mezcla de dinitrotolueno y ftalato de dibutilo que impregna desde ayer la sala de vistas.

Los ocho peritos que tenían que determinar el tipo de explosivo que mató a las 192 víctimas del 11-M han comenzado a debatir sobre sus conclusiones. Para entendernos, estos sabios han analizado 88 muestras, de las que 23 pertenecen a focos de explosión. En 22 de ellas aparecen ftalatos, que son componentes exclusivos de la Goma 2 Eco, y en una, nitroglicerina, que es un componente del titadyne que no está presente en la Goma 2. Esta última muestra, del foco 3 de la estación de El Pozo, es polvo de extintor, enormemente absorbente, lo que según algunos peritos permitió conservar los componentes del explosivo. El resto sostiene que la muestra se ha contaminado con el paso del tiempo.

Las evidencias de que esto último es lo que ha ocurrido son apabullantes. La primera es que este polvo fue sometido a una técnica idéntica en 2004 y ahora, llamada HPLC, con resultados distintos: es decir, en 2004 no se detectó nitroglicerina y ahora sí. La segunda es que en otra muestra de El Pozo, un tejido, del mismo foco que la anterior y que tampoco fue lavada con agua y acetona, no hay ni rastro de nitroglicerina. La tercera es que la nitroglicerina ha aparecido también en tres muestras recogidas en Leganés, donde lo que se encontró fueron restos de 17,4 kilos de Goma 2 Eco y 594 fajas de cartuchos de Goma 2 Eco. La Goma 2 Eco no lleva nitroglicerina, como se ha dicho. Y finalmente, se ha mostrado una gráfica denominada cromatografía, que refleja con mucha nitidez la presencia de nitroglicol, que es una sustancia volátil y que sólo se muestra así en explosivos sin explosionar y no después de una explosión, lo que avalaría la tesis de la contaminación.

Uno los peritos policiales ha explicado por qué había sucedido esto. El embalaje de las muestras no había sido correcto. “Nunca se deben conservar en bolsas. Las bolsas de embalaje no son herméticas en períodos prolongados”. Lo que se debiera haber hecho es usar frascos de cristal. Ello explicaría, por ejemplo, por qué en otras diez pruebas realizadas ahora por os peritos han tenido resultados distintos a los obtenidos en 2004.

Lo ocurrido con la Goma 2 Eco encontrada en las vías del AVE, a la altura de Mocejón, es revelador. Se tomaron tres muestras, una quedó en manos de la Policía, que la almacenó en una bolsa de plástico, y dos en poder de la Guardia Civil, que la guardó en ‘tubos falcon’, una especie de ‘tuper’ cilindricos y con tapa de rosca. En origen, el explosivo no podía contener ni nitroglicerina ni dinitotrolueno, que sí apareció en el análisis de la muestra custodiada por la Policía. Obviamente, estaba contaminada.

Con anterioridad compareció el perito de la Guardia Civil que analizó varias muestras de explosivos de Mina Conchita, aparentemente tres bolsas de Goma 2 Eco y una de Goma 2 EC, aunque luego comprobara que una de las bolsas de Goma 2 Eco era, en realidad, Goma 2 EC.

El perito en cuestión ha resuelto otro agujerito negro al aclarar por qué su primer análisis recogía nitroglicerina entre los componentes de estos explosivos, cuando este producto no está presente ni en la Goma 2 Eco ni en la Goma 2 EC. La explicación es que el espectógrafo de infrarrojos que había utilizado no tenía contemplado en su base de datos al nitroglicol, que es lo que realmente detectó, y que, por afinidad, dio como resultado nitroglicerina.

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El último que dé la luz

Los peritos que debían poner luz sobre el tipo de explosivo que estalló en los trenes son ocho señores muy solventes que no son capaces de ponerse de acuerdo sobre el punto de fusión del nitroglicol, aunque hay consenso en que la nitroglicerina lo alcanza a los 13,3º centígrados, exactamente. Estas eminencias son capaces, por ejemplo, de debatir animadamente un par de horas sobre las posibilidades que tiene el polvo de un extintor metido en una bolsa de plástico de contaminarse de restos de explosivo, o de cómo hay que hacer una cromatografía de capa fina, que no es como la de gases aunque se llame parecido. De acuerdo, lo que se dice de acuerdo, no llegan a ponerse, pero da gusto oírles del lavado con acetona y de la generación espontánea de la metenamina. De momento, voluntad no les falta, aunque luz ponen poca.

De los ocho expertos que comparecen desde hoy ante el tribunal en la fase pericial correspondiente a los explosivos, dos pertenecen a la Guardia Civil, dos a la Policía y cuatro acuden en representación de algunas de las partes personadas. Días atrás entregaron un informe con 222 folios de conclusiones, que era bueno para un roto, para un descosido y hasta para un ‘agujerólogo’. Como sería la cosa que no hubo unanimidad ni para poner nombre al explosivo no estallado: cinco dijeron que era Goma 2 Eco y tres se limitaron a llamarla Goma 2. Del análisis de los focos de las explosiones, cinco sostenían que no se podía saber con exactitud qué había estallado y tres hablaron directamente de titadyne. Los señores de la luz son los que ahora nos alumbran.

Pues bien, a los ocho peritos fijos en la alineación, se han ido sumando otros con los que han polemizado, especialmente con la jefa de laboratorio de los Tedax, una señora química con más de 20 años de experiencia que ha afirmado que después de una explosión no se puede determinar la marca comercial de lo que ha estallado. Es decir, que uno puede saber que los terroristas robaron cajas de Goma 2 Eco y EC de una mina, puede encontrar una de las mochilas bolsa que no explotó con 12 kilos de Goma 2 Eco, pero la química de los Tedax le dirá que de lo que está realmente segura es de que aquello es dinamita.

Con la perito en cuestión se ha formado cierta polémica por su forma de lavar las muestras con agua y acetona y porque en una de ellas, la numerada como 1, perteneciente al foco 3 de la Estación del Pozo, que correspondía a los restos de polvo de un extintor, sus ocho colegas hallaron componentes de explosivo y ella no. Entre bostezos, hemos presenciado una viva polémica sobre si había habido o no contaminación del dichoso polvo, lo cual parecía evidente, incluso para un profano.

La perito del Tedax ha querido poner a salvo su profesionalidad explicando el método que había seguido para guardar las muestras del 11-M, al estilo de las matriuscas rusas: las metía en un plástico, luego en un sobre, después en una bolsa, a continuación en una caja de cartón, nuevamente en bolsa cerrada con cinta aislante y, de ahí, en un armario metálico de dos puertas. Impresionante despliegue.

La polémica ha continuado con el dinitrotolueno (DNT), que no fue detectado por la química, entre otras razones porque su laboratorio es un poco castaña. El DNT es un componente de la Goma 2 EC y del Titadyne. Y ha continuado con la presencia de la metenamina, una sustancia que, según los propios peritos han concluido, puede generarse a determinada temperatura. Bueno, todos menos uno al que hoy le entraron las dudas y nos ha tenido en un sinvivir hasta que, al final, ha reconocido que la Goma 2 Eco puedo contaminarse de DNT en Mina Conchita.

Nadie discute la pericia de estos señores, aunque nos hemos enterado que los cuatro ‘civiles’ del grupo han visto explosivos en pintura porque jamás habían tenido contacto con ellos hasta la fecha. Los encargados de iluminarnos nos tienen en tinieblas. Tanta luz puede resultar cegadora.

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Trashorras y las maracas de Machín

Decíamos ayer, o algunos días antes, que la Policía averiguó que José Emilio Suárez Trashorras era Hyde cuando jugaba con ellos a ser Jeckyll. Sobre la salud mental del ex minero acaban de debatir cuatro peritos, que, al menos, han coincidido en afirmar que Trashorras no tiene la capacidad cognitiva tan afectada para ignorar los efectos de una explosión de dinamita. Uno de ellos ha explicado además que la estancia en prisión tiene propiedades terapéuticas para los enfermos sometidos a tratamiento antipsicótico, así que es completamente humano desear que Trashorras siga en prisión para que su mejoría no se interrumpa en las próximas décadas.

De Trashorras se sabía que estaba como un cencerro desde que pidió irse de voluntario a la mili y el Ministerio de Defensa le declaró inútil para el servicio y lo devolvió a su casa a los diez días. Luego se hizo minero hasta que la Seguridad Social le reconoció una minusvalía del 57%, luego elevada al 75%, porque el muchacho presentaba “un trastorno de personalidad doble esquizoide y antisocial y un trastorno esquizofrénico bipolar”. Según el psiquiatra clínico que le atendió hasta el 2003, a última hora se le sumó un trastorno psicótico inducido por el consumo de drogas.

Esto es sólo una opinión, porque el forense que le reconoció al ser detenido ha manifestado que de esquizofrénico tenía lo que él de cura y que nadie con la voluntad anulada dice que prefiere estar en el modulo de aislamiento o ir a una clínica antes que bajar al patio de la cárcel, porque temía que los otros reclusos le pusieran la cara como un mapa mundi.

Loco o no, a medida que transcurre el juicio, Trashorras parece haber ido descendiendo por la cadena evolutiva hasta adoptar la imagen cuasi simiesca con la que nos deleita. Hace tiempo que el proceso ignora lo que es un pañuelo para sus prospecciones nasales. Encorvado y sin afeitar, ha escuchado sus diagnósticos con cara de tener mucho sueño, mientras su ex, Carmen Toro, trataba de esconder su cara cuando los especialistas le recordaban que se había casado con las maracas de Machín.

En última instancia, lo que se trataba de determinar es si el hombre que facilitó los explosivos a los terroristas que volaron los trenes tenía capacidad para conocer y comprender lo que hacía y voluntad para ejecutar las acciones de las que se le acusa. Sólo uno de los expertos ha manifestado rotundamente que Trashorras tenía la “capacidad volitiva anulada”, al menos hasta que dejó de tratarlo en 2003.

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