Juan Carlos Escudier

Archivo de diciembre, 2007

Levísimo apunte de autocrítica en el Jardín del Edén

Zapatero le ha cogido gusto a hacer balances y con cierta periodicidad nos endosa alguno. En el de hoy, día de los Inocentes, no ha aportado novedad alguna, más allá de su profecía de que España tendrá un superávit en 2007 del 1,8% del PIB como poco, y sugerir que ello permitirá al PSOE incluir en el programa electoral una rebaja de impuestos que contrarrestará la promesa del PP, que estuvo más listo y se adelantó. Al presidente, que es todo buen rollo, sólo le ha faltado felicitar a Rajoy, que hoy celebra su aniversario de bodas poniéndole a caldo, como viene siendo habitual.

El presidente ha vuelto a dibujar esa idílica legislatura en la que ha manado la leche y la miel con tal caudal que la economía ha crecido de media un 3,7% al año, las pensiones mínimas se han incrementado un 30% y otro tanto el salario mínimo, al tiempo que se han generado tres millones de empleos y se han reconocido nuevos derechos para los homosexuales, los dependientes y las mujeres.

Zapatero se ha aprendido de memoria que si la pensión mínima de jubilación con cónyuge a cargo estaba en 2004 en 485 euros, ahora está en 659, que el I+D+i ha aumentado un 260%, que 150.000 familias han cobrado ya su cheque-bebé y que 170.000 padres se han tomado a su salud quince días del ampliado permiso de paternidad, por citar algunas cifras que reserva para sus balances de legislatura. Todo ello le ha llevado a afirmar que España ha mejorado, que Italia nos seguirá ganando al fútbol pero no en renta disponible, y que el futuro que se nos presenta es poco menos que esplendoroso.

En estos retratos de gestión no se exige un hiperrealismo a lo Antonio López, pero no hubiera estado de más que el presidente se refiriera al repunte de inflación antes de ser preguntado por los periodistas, o que hubiera mencionado al menos una vez el problema del terrorismo y el fallido proceso de negociación con ETA. Ha sido en esta fase de su interminable comparecencia cuando ha reconocido sus dos grandes errores de su mandato: el augurio de que en 2007 estaríamos mejor en la lucha antiterrorista, un día antes de que la banda volara el aparcamiento de la T4 de Barajas, y la ejecución de las obras de la alta velocidad a Barcelona.

Del “no hay ninguna expectativa de diálogo con ETA” hemos pasado a “he trabajado todos los días para poner fin a la violencia” para llegar a “lo que no estaba en mi pensamiento es cualquier cálculo personal o político”. Para no tropezar en la misma piedra se ha abstenido de valorar si en 2008 estaremos mejor que en esto del terrorismo.

En el interrogatorio ha cabido casi todo, desde su defensa del canon digital –“si alguien pone sobre la mesa un sistema mejor se debatirá”-, a su rechazo a modificar la ley del aborto y abrir la puerta a una ley de plazos “porque no hay razones suficientes”. Se ve que lo de incumplir su programa en este punto no es algo que le preocupe. Ha pedido tiempo para valorar las reformas estatutarias y ha opinado sobre la conveniencia de que los dos grandes partidos se lleven bien con CiU y PNV. Sobre la limitación de mandatos que propone el PP ha dicho que él pide la confianza para cuatro años, pero sin revelar si lo volvería a hacer en 2012 en caso de ganar estas elecciones.

Poco más ha dado de sí la charla. A Zapatero se le nota confiado en que ampliará su victoria el 9 de marzo, y eso que su capacidad profética es manifiestamente mejorable. Ha manifestado con pompa que la tarea de presidente del Gobierno es la más noble que puede desarrollar un político y que, por eso, no cabe la queja ni el lamento; sólo la autocrítica. De esto último algo ha habido, pero con cuentagotas. Lo que cabía esperar, ni más ni menos.

Sarkozy exporta la política de culebrón

Además del lógico interés para la prensa rosa, el romance entre Nicolás Sarkozy y Carla Bruni, que en estos días pasean su amor Nilo arriba, Nilo abajo, está llamado a revolucionar el marketing político de los próximos años. Hasta ahora, se suponía que los electores premiaban la estabilidad emocional de sus dirigentes, al punto que una crisis matrimonial no sólo era fuente de infelicidad sino también un lastre en las encuestas. En este nuevo esquema se utiliza profusamente la vida privada para hacer política y se busca el fervor de los ciudadanos, que no saben si han elegido a Napoleón o a Casanova, pero que aprecian la sinceridad del gobernante para proclamar su amor a los cuatro vientos.

Es cierto que el caso de Sarkozy no es extrapolable, porque es difícil encontrar a alguien que trate de desactivar una huelga de transportes anunciando oficialmente la separación de su esposa (Cecilia) o que se lance cual caballero volante a liberar enfermeras o azafatas, ya sean búlgaras o españolas. El diario Le Monde, que a principios de este mes se dedicó a contar las apariciones televisivas del presidente en las seis grandes cadenas francesas para confirmar que estaba hasta en la sopa, ha bautizado sus modos de Sarko-show, una producción del Eliseo en el que se borra la frontera entre vida pública y privada para alimentar en forma de culebrón las pasiones de la plebe.

En España esa frontera ha sido poco menos que infranqueable, y salvo incursiones aisladas en la vida ajena, como ha ocurrido recientemente con la separación de la infanta Elena, el pacto tácito de discreción entre la Prensa y los políticos se ha mantenido como norma general. La historia juzgará si los presidentes de la democracia han merecido el cargo, pero, a tenor de las hemerotecas, han sido esposos ejemplares. Si alguno de ellos ha tenido devaneos extramaritales o si sus relaciones han sufrido baches, rumores aparte, nunca han sido objeto de atención mediática.

Respecto a la intimidad de nuestros políticos, sexual o no, siempre hubo maledicencia, aunque habitualmente se consideró terreno no transitable. De algunos conciliábulos surgió, por ejemplo, la especie de que Felipe González era un adicto a los corticoides, lo que explicaba, según se decía, su aspecto embotado y la hinchazón de su rostro; se extendió la falsa certeza de que José Borrell era homosexual y hasta se le buscó un novio torero, circunstancia de la que el propio político se burlaría en un consejo de ministros; se argumentó otra supuesta homosexualidad, la de Mariano Rajoy, tomando como fuente de autoridad al propio Manuel Fraga y su recomendación de que se casara rápidamente si quería llegar a algo en política; y más recientemente, se atribuyó a Pasqual Maragall una denodada pasión por el morapio, una habladuría que, a diferencia de las anteriores, sí fue usada públicamente para desprestigiarle.

Finalmente, los creadores de chismes no dudaron en asignar una aventura extramatrimonial a José María Aznar con Cayetana Guillén Cuervo, bulo cuya dimensión obligó a la actriz a un desmentido rotundo, por no hablar de la pretendida e inminente separación de Aznar y Ana Botella, que el matrimonio ha negado bruscamente además de considerarla infamante.

El fenómeno ha sido distinto en Estados Unidos o en Gran Bretaña, donde se considera que la vida privada de un responsable público puede determinar su comportamiento en el ejercicio del cargo, por lo que ha de ser conocida e investigada. Pasados los tiempos en los que se preservaba la imagen de Roosvelt, al que nunca se retrató en silla de ruedas, o se callaba sobre los amoríos de Kennedy, ya no es la Prensa sino los propios adversarios políticos los que desgastan al rival aireando sus pasiones, como bien debe de saber Bill Clinton.

Lo normal hasta la fecha es que, puestos a hacer públicos detalles de su vida privada, hayan sido los propios políticos quienes se pusieran manos a la obra para acrecentar su popularidad, o para combatir una imagen de frialdad. Por citar un caso reciente, es lo que ha hecho Rajoy con su nueva página web en donde muestra fotos de su vida y de sus aficiones, además de una insólita declaración sobre su esposa: “A Viri la conocí a través de mi hermano Luis (…) Lo primero que pensé cuando la vi por primera vez fue cómo me voy a ligar yo a esta chica”.

El estilo Sarkozy ha venido a complicar las cosas. ¿Y si lo que interesa es demostrar al votante que el político es un playboy? ¿Pueden ganarse unas elecciones desde la cama? Arduo camino para los estrategas.

Lío en IU (2): Se recogen firmas para rehabilitar a los destituidos por Llamazares

Infatigable en su misión histórica de autodestrucción, la Presidencia Federal de IU decidió hace unos días entrar como elefante en cacharrería en la federación valenciana y laminarse a tres de los dirigentes más críticos con Gaspar Llamazares –Felipe Alcaraz, Willy Meyer y Manuel Monereo- ante el pasmo general, porque un cosa es fumigarse a la oposición interna y otra muy distinta hacerlo a las puertas de unas elecciones en las que IU se juega la superviviencia. El propio Monereo, en la reunión que le dieron boleto, explicó la paradoja que suponía que le destituyeran en el PCE por apoyar a Llamazares y ahora le echaran de IU por no apoyarle. Al despedirse, recordó a los presentes que la vida da muchas vueltas.

El giro de la primera vuelta ya ha comenzado. Dirigentes del partido, con el coordinador provincial de Sevilla a la cabeza, Sebastián Martín Recio, han comenzado a recoger firmas para que la dirección de IU rectifique y devuelva a sus puestos a los destituidos. El manifiesto destaca que la resolución de la Presidencia fue aprobada sin el quórum político suficiente –se votó por 30 de sus 78 miembros- y se responsabiliza directamente a Llamazares de ello. “La Presidencia ejecutiva Federal ha roto irresponsablemente con su resolución los equilibrios existentes y ha creado una situación nueva llena de complicaciones y de rupturas que a nadie beneficia”.

Una vez más cobra sentido el lema que popularizó entre sus allegados el hoy concejal madrileño Ángel Pérez: “Vota IU; es tu última oportunidad”, decía con sorna. Más que una guasa, acabará siendo una profecía.

Zapatero manda callar sobre el aborto

Zapatero no quiere líos a menos de tres meses para las generales y ha cerrado de un portazo el debate sobre el aborto con el argumento de que comprometerse a revisar la actual ley –que tiene la friolera de 22 años- en el programa electoral del PSOE podría generar división social. Tras los episodios vividos en torno a la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo o la propia Ley de Memoria Histórica se puede colegir que la sensibilidad presidencial hacia el consenso aumenta exponencialmente a medida que se acercan las elecciones.

De las palabras del dirigente socialista, que aprovechó la tradicional copa de Navidad en Moncloa para ordenar silencio a su partido, podría deducirse que la actual regulación fue un laborioso encaje en el que participaron tirios y troyanos hasta ponerse de acuerdo al calor de una hoguera. La realidad es que el rey de los troyanos de entonces, o sea Manuel Fraga, reaccionó como una hidra y promovió un recurso previo de inconstitucionalidad que paralizó su aplicación dos largos años hasta julio de 1985. Ese fue el gran acuerdo que ahora parece invocarse.

La normativa, de hecho, inducía a pensar que constituía una solución de emergencia para acabar con los abortos clandestinos, con graves riesgos para la vida de las mujeres, y dar una alternativa a la peregrinación que miles de ellas emprendían cada año a otros países cuyos sistemas de salud sí permitían la interrupción voluntaria del embarazo. Según los estudios del propio Ministerio de Sanidad, entre 1974 y 1978 cerca de 38.000 mujeres abortaron en Inglaterra y más de 220.000 lo hicieron en Holanda o Inglaterra entre 1974 y 1986.

Meses antes de que el PP llegara al poder, el Gobierno de Felipe González planteó una ampliación de los motivos de despenalización que, además de en caso de violación, malformaciones del feto o riesgo físico o psíquico para la madre, incluyera un nuevo supuesto: “cuando a juicio de la mujer la continuación del embarazo le suponga un conflicto personal, familiar o social de gravedad”. La iniciativa decayó, como era previsible, porque no había tiempo y porque el PP tenía mayoría en el Senado y la abortó, dicho sea de paso.

Desde entonces, se ha venido cumpliendo la máxima de que el PSOE propone modificar la ley del aborto cuando está en la oposición –la promesa electoral de 2004, incumplida, era elaborar una ley de plazos- y se olvida de ella cuando está en el Gobierno, como en septiembre de 2004 cuando despachó una propuesta de IU, ERC y el BNG preconizando un “cambio tranquilo” en una cuestión que, según explicó, no convenía que fuera planteada por “grupos minoritarios”.

Lo que propone Zapatero ahora es abrir un período de reflexión sobre el funcionamiento de la ley a cuenta de las presuntas ilegalidades cometidas en varias clínicas que se han saldado con más de media docena de detenciones. ¿Quiere esto decir que incluir la promesa de una ley de plazos en 2004 fue una iniciativa irreflexiva? ¿Acaso nadie ha reflexionado en estos 22 años sobre el tratamiento del aborto en España?

Las reflexiones existen. Algunas son certezas estadísticas, como que la tasa de abortos en España sigue siendo de las más bajas de la UE, o que si las interrupciones del embarazo aumentan se debe, fundamentalmente, al paulatino incremento de la población inmigrante. Se sabe también que la legislación española es más restrictiva que la de Finlandia, Gran Bretaña, Italia, Grecia, Francia, Alemania, Austria, Países Bajos, Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca, Rusia, Rumanía, Hungría, Yugoslavia, Cuba, Canadá o Estados Unidos; comparable a la de Suiza, Portugal o Irlanda del Norte; y sólo más avanzada que la de Polonia e Irlanda, los dos bastiones del catolicismo europeo. Y se conoce, además, que no hay relación entre el aborto libre y su frecuencia, porque en Austria, Holanda o Bélgica se dan las tasas más bajas del continente.

Existen también evidencias. Es evidente, por ejemplo, que la ley es una chapuza en lo que se refiere al diagnóstico tardío de malformaciones del feto incompatibles con la vida, de manera que si son detectadas más allá de la semana 22 se obliga a la madre a dar a luz a un niño que morirá en poco tiempo. Como lo es que en pleno siglo XXI las mujeres deban de someterse al veredicto de un tribunal médico para decidir sobre su propia maternidad. Esto último es lo que provoca que en más de un 97% los abortos se practiquen en clínicas privadas, donde supuestamente la consideración de los riesgos psíquicos para la madre es más laxa. ¿Quiere el presidente alguna reflexión más?

Otra genialidad de Moraleda

Una vez más, ese habitante de Moncloa que se relaciona con los medios de comunicación ha dado pruebas de su genialidad. Comparecía el presidente en el Congreso para dar cuenta de la última cumbre europea celebrada en Lisboa y los hombres de su ala oeste repartían entre los periodistas la intervención de Zapatero. Todo perfecto de no haber sido porque se trataba del discurso que había pronunciado el 20 de diciembre de 2006.

Media hora después, los mismos servicios procedían al reparto de un nuevo texto actualizado al 19 de diciembre de los corrientes. “Un error lo tiene cualquiera” han dicho como excusa. Genio y figura.

El «diputado enmascarado» ya no se quiere ir a casa por Navidad

José Acosta, diputado del PSOE e histórico abanderado del guerrismo en Madrid, ha iniciado el camino de vuelta antes incluso de emprender el de ida. Lo que parecía un hecho, que abandonaría el Congreso de los Diputados en la próxima legislatura por hartazgo personal –tales eran las sensaciones que transmitía a sus llegados desde hace meses-, hoy es una incógnita, hasta el punto de que sus seguidores han empezado a defender en las asambleas de partido su inclusión en las listas como candidato.

Cabe deducir que Acosta ha cambiado de idea y ya no quiere irse a casa por Navidad, lo que no le ha impedido distribuir un pequeño presente a sus más próximos fechas tan entrañables. Se trata de El discurso fúnebre de Pericles de Tucídides, acompañado de una emotiva dedicatoria firmada por el enigmático “diputado enmascarado”.

La cita está entresacada de este fragmento del discurso: “Pues amamos lo bello con sencillez y la sabiduría sin complacencia. Nos servimos de la riqueza más como medio de acción que como motivo de jactancia, y la pobreza no supone una vergüenza para nadie, sino que más vergonzoso es no intentar salir de ella. Un hombre puede dedicarse a un tiempo a sus asuntos privados y a los públicos, y los que se vuelcan en sus asuntos no dejan de estar al tanto de la política, pues somos los únicos que no tomamos por inactivo al que no toma parte en nada de esto, sino por inútil”. Acosta, según parece, se lo ha tomado en serio.

PSOE y PP estarán en un pañuelo

Con la decisión tomada de ilegalizar a ANV, entre los socialistas se ha extendido la idea de que nada puede impedirles ganar las elecciones. Las opiniones críticas acerca de este viaje de vuelta, de desandar lo andado, nunca han llegado a oírse –“la única manera de acabar con ETA es el diálogo, todos unidos, también el PP, que ha sido miserable en este tiempo, sabiendo que nos pueden golpear una vez, dos veces, tres veces… resistiendo”, confesaba días atrás a este diario un dirigente vasco-, entre otras cosas, porque a los impulsores de la negociación se les ha dado a elegir entre el voto de silencio o la jubilación anticipada. Lógicamente, y aunque el PP se empeñe, nadie está por la labor de subirse en marcha a un coche fúnebre.

Cubierto el flanco del terrorismo, el optimismo se ha adueñado de un partido que asegura manejar encuestas en las que roza la mayoría absoluta. “Enfrente no hay un rival serio”, asegura un miembro de la Ejecutiva del PSOE. Apenas un puñado ha escapado de la euforia y analiza desde el realismo crítico la previsible evolución electoral. “Vamos a estar diez escaños arriba o abajo. La próxima legislatura va a durar poco”, afirma uno de estos socialistas descreídos.

Alguna de estas reflexiones tiene mucho sentido común. Se argumenta, por ejemplo, que hay territorios en los que los populares tenderán a mejorar sus resultados de 2004, por la sencilla razón de que es difícil que les pueda ir peor. Es el caso del País Vasco o Cataluña. En esta última comunidad, en concreto en Gerona, se da por seguro que el último escaño caerá del lado del PP en detrimento de Esquerra, que perdería un representante.

Lo mismo podría decirse de Madrid o de Valencia, dos feudos tradicionales del PP donde el PSOE, sin llegar a imponerse, protagonizó avances espectaculares en las pasadas generales, para hundirse luego en los comicios autonómicos. “No es descabellado que retrocedamos y ellos avancen”, asegura el interlocutor antes citado. Algo similar ocurriría en Sevilla, donde Alfonso Guerra tendrá difícil repetir el nivel de apoyo (58,27%) y los 8 diputados de hace cuatro años; en Cádiz, donde se ha recurrido a Rubalcaba para paliar la pérdida del fallecido Alfonso Perales; o en Galicia, donde aterrizarán otros dos ministros para sostener los resultados.

¿Y dónde podría subir el PSOE? Es probable que en Toledo, donde además se elige un diputado más que podría ir al saco de José Bono; o en Murcia, que pasa de nueve a diez escaños, y el ministro Bermejo es un ‘paracaidista’ pero tiene tirón. Sus aspiraciones se centran además en Barcelona, Guipúzcoa, Cuenca, Guadalajara, Zaragoza y Gran Canaria.

Con las listas aún abiertas, se han acelerado los movimientos para entrar dentro de las candidaturas. El guerrismo o, mejor dicho, sus vestigios, no ha renunciado a estar presente en la siguiente legislatura. El que fuera secretario de Organización, Txiqui Benegas, está dispuesto a aceptar el tercer puesto en la lista por Vizcaya, tras Eduardo Madina y Arantxa Mendizábal; y José Acosta, quien parecía desencantado y en retirada, juega ahora a dejarse querer. De hecho, sus fieles en Madrid han propuesto ya su nombre en las asambleas del partido. “Dejaré que se siga el proceso en los órganos internos y luego decidiré”, ha dicho a sus allegados.

Legislativamente hablando, todo el pescado está vendido. Tras el veto del Senado, los Presupuestos volverán la semana que viene al Congreso donde serán aprobados sin dificultad, gracias, entre otras cosas, al cambio de voto de Izquierda Unida que ha encontrado excusa en la incorporación de varias de sus enmiendas sobre vivienda. Los partidos catalanes podrán así escenificar su desacuerdo con el Gobierno, incomprensible en otras circunstancias, dada la ingente cantidad de dinero que se destina a Cataluña.

Quien no se librará del revolcón antes de Navidad será la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, a la que el Senado someterá el martes a una moción de reprobación. Esta vez no habrá quien la salve, aunque tener la cara de hormigón armado protege bastante de los golpes.

Volvemos a estar en campaña si es que alguna vez hemos dejado de estarlo. En enero, un consejo de ministros extraordinario fijará el 9 de marzo como fecha de las elecciones.

Se busca fontanero con experiencia; razón Moncloa

Se suponía que los fontaneros de la Moncloa eran unos inteligentes y discretos altos cargos que se pasan la vida diseñando estrategias, parando golpes de la prensa, intoxicando discretamente a columnistas, envolviendo en celofán el mensaje presidencial y marcando en la sombra la agenda política del país. Pero todo esto es leyenda. Basta contemplar a ese genio de la comunicación que habita en el palacio y que se llama Moraleda para constatar que cualquier parecido entre nuestros operarios con soplete y el ala oeste de la Casa Blanca es pura coincidencia.

Viene esto a cuento del desconcierto que en algunos sectores del PSOE causó la promesa de Zapatero de suprimir en la próxima legislatura el Impuesto del Patrimonio si ganaba las elecciones, un anuncio realizado a bombo y platillo en una jornada organizada por The Economist a principios de este mes que pilló con el pie cambiado a varios dirigentes socialistas que se habían pronunciado en sentido contrario.

¿Era posible tanta imprudencia? ¿Cabía hacer el ridículo de manera más clamorosa al oponerse por anticipado a los designios presidenciales? No. Es más, algunos de ellos consultaron expresamente sobre el particular al director de la Oficina Presupuestaria de Moncloa, David Taguas, antes de manifestarse. “El Impuesto del Patrimonio no se suprime”, fue más o menos lo que les trasladó el presunto gurú económico de la cosa.

Pues bien, esos mismos dirigentes volvieron a llamar a Moncloa para pedir explicaciones tras escuchar al líder. La respuesta que obtuvieron no pudo menos que sorprenderles. Al parecer, el discurso de Zapatero había sido escrito por Miguel Sebastián, quien, ajeno a las consignas monclovitas, habría expresado su propia opinión sobre el dichoso impuesto. Aquello era tanto como considerar a Zapatero un muñeco al que un ventrílocuo consigue hacer hablar.

Las conclusiones del episodio son deprimentes para los fontaneros titulares de Moncloa. Zapatero sigue confiando en Sebastián; Taguas, su sustituto al frente de la Oficina Económica, no se entera de la misa la media; y Moraleda silba el ‘only you’. Ya no se trabajan las tuberías como antes.

El Senado encarga a Hernán Cortés siete metros de óleo para vestir una de sus paredes

Como la posteridad está muy cara y requiere mucha dedicación y esfuerzo, los dirigentes políticos de éste y de todos los tiempos han tratado por lo general de acceder a este estadio por la puerta de atrás, una entrada con menos vigilancia que no precisa de grandes obras. En realidad, sólo se requiere una: el cuadro –si es de cuerpo entero, mejor- realizado por encargo y pagado entre todos, que los cesantes dejan como herencia a sus sucesores.

Cierto es que son muchos los intrusos que se cuelan en estas interminables galerías de hombres y mujeres ilustres, pero es indudable que la costumbre favorece las artes plásticas y permite descubrir nuevos talentos de la pintura, tal es el caso de Hernán Cortés, uno de los mejores retratistas del momento. Por los pinceles de este gaditano han pasado los Reyes, los príncipes de Asturias, Felipe González, Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Rodrigo Rato y Arias- Cañete, entre otros. Cada cuadro no baja de los 60.000 euros, calderilla para quien aspira a vestir las altas paredes de los ministerios y sedes gubernamentales.

Hay instituciones, incluso, que, más que por su actividad, podrían pasar a la historia por sus colecciones artísticas. Es el caso del Senado, que reúne obras de autores como Chillida, Tápies, Laxeiro, Grañido, Carmen Laffon, Luis Fernández, Cossío, Ramón Gaya, Antonio Saura, Barjola, Miró, Juan Gris, Lobo y hasta Picasso. La última, en encargo, cubrirá un lienzo de pared de siete metros; está siendo bocetada por el ya citado Hernán Cortés y conmemorará los 30 años de democracia.

No será un único cuadro sino una composición en la que, al menos, tendrán que figurar todos los presidentes de Gobierno de la democracia, los presidentes del Senado y un elenco de 25 senadores insignes. Del presupuesto de la obra no se ha hablado, porque es de mal gusto y porque por dinero no va a ser. “Es lo que vamos a dejar a las siguientes generaciones”, afirmaba un altísimo cargo de la Cámara Alta. Sea, pues.