Juan Carlos Escudier

Archivo de febrero, 2008

Gallardón: La viuda ya no llora

A Gallardón lo peor se le ha pasado. Parecía derribado después de un mandoble descomunal pero como los tentetiesos de los niños ha recuperado la compostura y se yergue milagrosamente derecho. Poco después del día de autos en el que le dejaron compuesto y sin escaño, uno de sus adversarios políticos realizaba la mejor descripción de su estado de ánimo: “Es como la viuda a la que, pasado el óbito, se le ha olvidado llorar”.

En su visita de esta semana a La Coruña, invitado por otro Alberto, Núñez Feijoo -el hombre al que Rajoy designó para que el PP gallego hiciera la travesía sin Fraga y aún va por el desierto-, el alcalde se presentó como un brazo de mar. Nada más llegar le tenían preparado un estimulante paseo electoral, mercado incluido, y Gallardón no sólo demostró que es un profesional del reparto de octavillas sino que desmintió esa leyenda urbana, según la cual aborrece tanto el contacto con la plebe que se frota con Scoth Brite cada vez que da un apretón de manos por la calle.

Gallardón empezó a besar a eso de las 11 de la mañana y dejó de mover los labios seis horas más tarde. Su primera parada fue en la carnicería Halal, más árabe que La Meca, y le dejó al dueño la fotografía de Rajoy sobre el mostrador, al tiempo que le deseaba buena suerte, quizás recordando el contrato de integración para inmigrantes que propone su partido.

Prosiguió sin desmayo saludando comerciantes, dedicando cumplidos a las madres, y dejándose estrujar por las abuelas. Del educadísimo Gallardón tendría que tomar nota Sarkozy. ¿Es posible siquiera imaginar a este hombre espetando a un ciudadano eso de “pírate pobre gilipollas”? Como sería, que un dálmata, que seguro que estaba afiliado al PSOE, empezó a ladrarle y logró calmarle con sus caricias. Eso es mano izquierda.

Concluyó el paseo. Tocaba parada en la Torre de Hércules, que para ser de la época de Trajano se conserva divinamente, donde el programa le conminaba a firmar la petición de que fuera declarada patrimonio de la humanidad y atender a la Prensa. La primera le fue directa a la frente: “¿Qué le parece las declaraciones de Esperanza Aguirre de que se puede ser jefe de la oposición sin estar en el Congreso?”. Levísima mueca de enojo. “A esa pregunta tendría que contestar el PSOE, que es quien va a estar en la oposición”. Prueba superada.

La verdad es que se le ha cogido gusto a encontrar doble sentido a sus palabras. Si le dice a Raúl que no se preocupe porque tiempo tendrá de estar en otras listas, se le buscan las cosquillas. Y si afirma que ha venido a Galicia “a pedir el voto para un gallego, Mariano Rajoy, para que sea presidente del Gobierno”, pues directamente da la risa.

La escala final tenía lugar en un hotel frente a la playa, en una comida-mitin con unos doscientos militantes del partido. El regidor madrileño se recrea en la suerte –o sea, en la suya- al dirigirse a los presentes. “Somos un gran partido y, por encima de todo, una gran familia que sabemos estar a las duras y a las maduras”, dice primero. “Aquí los duelos duran quince minutos, y a la media hora siguiente nos ponemos a trabajar para conseguir nuestros objetivos”, afirma después. “No sé si alguno podía pensar que no figurar en la lista electoral iba a conseguir que mi boca permaneciera cerrada”, remacha finalmente.

Gallardón no escatima a elogios. De Fraga asegura que es “el político al que más debemos todos desde la Transición”. A Aznar le define como “el mejor presidente del Gobierno de la democracia”. Y de Rajoy alaba su modelo “que es el que yo quiero para la España de mis hijos”. En cada uno de los discursos intercala un amago de despedida: “Haga lo que haga siempre estaré con el Partido Popular de Galicia”; o bien: “Desde la responsabilidad que sea, me comprometo a impulsar la alta velocidad para Galicia”. El alcalde no llora pero sigue de luto riguroso. Y se le ve triste cuando la brisa de Riazor le levanta el velo.

Felipe González, como el baúl de la Piquer

A los socialistas les ha dado tan fuerte por lo audiovisual que a la que te descuidas te enchufan un vídeo, ya sea el del hijo modélico que se hace 600 kilómetros para que su madre vote a Rajoy o el de la boda de Pepe Blanco. Tal es su fiebre por la imagen que basta con dejarle a esta gente una foto de carnet para que te hagan un cortometraje con exteriores y todo. Felipe González lo comprobó en Tarragona, donde le proyectaron un documental made in Reus basado en su victoria electoral de 1982, al que para ser perfecto sólo le faltaba la voz en off de Victoria Prego. El centrifugado en la máquina del tiempo fue tan intenso que el ex presidente se vio obligado a comentarlo: “Estoy igual de joven que entonces, aunque tengo más canas”. Y un jamón.

El PSOE debe de ver las cosas apretadas porque ha puesto en danza a González al mismo ritmo que el baúl de la Piquer. Cuando acabe la campaña, el andaluz habrá protagonizado once actos por toda España, incluido el de mañana en Málaga, y eso que, como él mismo dice, “ahora no pido nada para mí”. Canoso y todo, puesto en el atril Felipe no admite comparaciones, sobre todo si quien le precede en el uso de la palabra es el presidente de la Generalitat, José Montilla, un hombre al que acabarán apodando el polvorón porque lleva escritos hasta los mítines y sin papel se desmorona.

Uno tiene al oírle la sensación de que está ante el alfa del Universo, de que contempla al demiurgo que todo lo hizo posible. No es que los mejores años en la historia contemporánea de este país comenzaran a la muerte del dictador, ni siquiera cuando se aprobó la Constitución de 1978. Los 25 mejores años –nótese el 25- arrancaron cuando González llegó al poder. ¿Que por qué los bancos de este país son tan solventes y no quiebran como en Europa con la crisis hipotecaria? Pues porque nuestro héroe impulsó hace 23 años los cambios en el sistema financiero. Ni más ni menos.

Estamos, no cabe duda, ante alguien importante, que aprovecha para recordarlo con fingida sencillez. Así nos enteramos de que Felipe ha tenido cita con el presidente de Guatemala un día de éstos, o de que coordina el grupo de expertos encargados de pensar qué será Europa en el 2030. Está visto que el que tuvo retuvo como estadista.

Ello no es óbice para que le ocurran cosas rarísimas. Porque ya es casualidad que viajando en el AVE hacia Tarragona el socialista se topara en el tren con una especie de Don Pelayo gritón que exigía a las azafatas La Razón y El Mundo y que juraba en arameo cuando veía escritos carteles en catalán. ¿Que qué hizo el líder socialista ante tanta alevosía ultramontana? Levantar la voz para pedir El País y El Periódico y rehusar un ejemplar de “El Inmundo”, porque a estos tipos tan fachas hay que pararles en seco y a estas alturas no va a empezar a leer a “Pedro Jeta” o a escuchar a “Jiménez Losdemonios”.

Quizás por los años González se nos ha vuelto un poco Guerra pero con menos gracia. Igual que él piensa que pedir una mayoría suficiente en vez de una mayoría absoluta al estilo de Zapatero es una idiotez, o que abstenerse de reclamar el voto útil es otra tontería, porque será mejor demandar el voto útil que dejar que termine siendo inútil. Y como Guerra trata de hacer chistes, alguno muy malo: “Gallardón es un sidrero que va a llevar el Ayuntamiento de Madrid de Manzano a la Botella”. A quien sí tiene cogida la medida es a Aznar, una “Doña Cuaresma con bigote”, el “innombrable”, el “amigo de Bush” que hacía política exterior “hablando catalán en la intimidad y castellano con acento tejano”, la misma, por cierto, que hizo Franco: “entregar soberanía a cambio de reconocimiento”.

La sorpresa llega al final. Felipe, que se ha tomado en serio su papel de cerebro europeo, está pesadísimo con cambiar el modelo energético, especialmente la distribución. “Estoy dispuesto a hacer un prototipo en una comunidad”, dice, y además gratis et amore. El líder quiere iluminarnos de nuevo. No esperábamos menos.

Pujol: Pasen por caja

Aun en su crepúsculo, los dioses son seres con los que conviene llevarse bien. Si resulta que, además, el dios en cuestión puede que sea bajito pero no es en absoluto menor lo aconsejable es la veneración y el temor reverencial. Y si para remate quien llama a la puerta es el Zeus del nacionalismo catalán que viene a participar en la campaña electoral no cabe descartar la postración de hinojos y hasta el sacrificio ritual. Llegó Pujol a la Cámara de Comercio de Tarragona y los sumos sacerdotes de CiU en la provincia le recibieron con fervor y alborozo. El president dejó que se le acercaran, les impuso las manos y les adelantó cuál sería su sermón. Después, pidió ir al baño. Algunos dioses son muy humanos.

El Honorable tiene 77 años y, aunque en ocasiones parece dominado por los tics, no ha perdido magnetismo. Dicen sus más cercanos que es infatigable y que es capaz de realizar un trayecto Barcelona-París-Madrid-Barcelona en el día, y luego pasarse por el despacho de madrugada para ordenar papeles. Después de escucharle repetir el mismo discurso de las últimas dos décadas, hay que convenir que nos hallamos ante una gota malaya de proporciones bíblicas que transforma el mármol en piedra pómez.

Lo que toca en estas elecciones –una expresión muy pujoliana- es decir que Cataluña es víctima de España y que los españoles siempre se la han metido doblada a los catalanes, unos señores de natural ingenuos y bastante imprudentes. El remedio a tanta tomadura de pelo es hacerse respetar, algo que se consigue con una sobredosis de dignidad. Con eso, y rehusando invitaciones a café sin confirmar antes que está pagado el cortado.

Tiene el nacionalismo catalán algunos argumentos de peso para sostener su ancestral discriminación. Algunos de ellos los expuso el candidato convergente Jordi Jané, a quien –cómo no- Pujol conoció cuando iba en pantalón corto y su familia regentaba la mercería Las Américas. Cataluña, según dijo, tiene 39 kilómetros de autovías gratuitas; Cáceres, 315. Y eso por no hablar del AVE: el trayecto entre Tarragona y Barcelona cuesta 30 euros; el billete de Toledo a Madrid, sólo nueve, pese a que la distancia es sólo inferior en 20 kilómetros. ¿Alguna prueba más?

Pujol cabecea, bracea y masculla a una velocidad sobrehumana pero, como es una deidad, sus fieles le entienden divinamente, incluso cuando se le va el santo al cielo. Reparte sus admoniciones contra el PP, que viene a ser el anticristo, y contra los socialistas, con los que es posible hablar si se tiene presente que intentarán venderte una escoba en el desierto. A los de Esquerra ni les menciona por el nombre: “Hay quien en la hora del café pide la independencia y unos segundos después empieza a hablar en castellano”.

El reparto de estopa alcanza a los abstencionistas y a los “blandos y bobalicones” que, en vez de votar a CiU -que no es que tenga un programa, es que tiene un proyecto de país, cuando no es el país mismo-votan a esos demonios madrileños. El resultado de tanta estulticia es que “ellos piensan que pueden hacer cualquier cosa con los catalanes”, unos malditos pusilánimes: “Si escupes a un catalán por la calle dirá que parece que está lloviendo”.

¿Se puede invertir la situación? Obviamente, sí, que para eso uno es un dios y de los más principales. Lo primero es recuperar la ilusión porque –y aquí Zeus se puso en plan Buda- “el pecado más grave que se puede cometer es apagar el fuego que calienta el corazón de los hombres” (proverbio oriental); lo segundo, obviamente, es votar a CiU para ser decisivos a la hora de la formación de Gobierno; y lo tercero es dejar claro que el seny tiene un precio. “La responsabilidad no la podemos vender barata”.

En definitiva, si alguien quiere contar con CiU que ponga encima de la mesa las balanzas fiscales porque, parafraseando a Bono, “la solidaridad hay que hacerla siempre con los bienes ajenos” y ya está bien de que “lo mío sea mío y lo tuyo, a medias”. Finalmente, resúmanse en uno el resto de los mandamientos: “Trinco, trinco, por si no pagan”. Amén.

Savater, fundido en rosa

Unión, Progreso y Democracia, el partido de Rosa Díez, tiene una estética particular fácilmente predecible. Se han hecho camisetas rosas, las pegatinas de sus voluntarios son rosas, los faldones que visten la mesa de sus oradores son rosas y hasta algún candidato como su número tres por Madrid, Ramón Marcos, le pega al fucsia en las camisas y al rosa palo en los jerseys. El partido apenas tiene cuatro meses y ya presume de canción con aires de María Ostiz, obra de Sabino Méndez, el mismo que le componía letras a Loquillo y se moría de soledad y alcohol en un viejo Cadillac segunda mano en L.A.

En el centro mismo de esta apología del rosa está Fernando Savater, que es un intelectual valiente y un filósofo comprometido, pero un poco divo, lo suficiente como para someterse hace un mes a una depilación de urgencia del entrecejo antes de posar para Vogue o para tasar en menos de media hora sus encuentros con periodistas. El tiempo es el único capital de las personas que no tiene más que su inteligencia por fortuna, que decía Balzac, y Savater lo administra.

El atraco fue de sólo cinco minutos, de pie, instantes antes del mitin que dio en Madrid este pasado miércoles: “Hemos venido para quedarnos. Vamos a seguir aunque no consigamos ningún diputado. Al principio pensamos no presentarnos en estas elecciones pero aquí estamos. Nos irá mejor en las siguientes, en las europeas, en las autonómicas. Me dijeron que no íbamos a sacar ni 500 votos y hemos conseguido 700 candidatos (…) ¿Que por qué no soy candidato? Eso es para los jóvenes. Trato de demostrar que se puede estar en política sin ocupar cargos”.

En el antiguo matadero se congregan cerca de 300 personas. No hay banderas ni globos. No hay caramelos con la cara de Rosa Díez ni se regalan mecheros. Todo lo más, se vende una recopilación de textos de Savater, Pombo, Boadella, Vargas Llosa y la susodicha a 14 euros, y se anuncia que el partido iniciará la campaña brindando con una copa de vino, previo pago de 15 euros para sufragar el Rioja. Estos tíos están tiesos pero tienen ánimo.

Habla Mikel Buesa de lo de siempre, de su hermano muerto a manos de ETA, de cómo derrotar al terrorismo, de que hay que disolver ANV y cortar las vías de financiación de los etarras, de que Garzón guarda los sumarios en un cajón, o en dos si son muy grandes, y dice que es una vergüenza que por ser diputado del PSOE a Eduardo Madina, al que ETA amputó una pierna, el juez Bermúdez le fije una indemnización de tres millones de euros y a los heridos más graves de 11-M sólo la mitad.

Savater escucha, aplaude y, ocasionalmente, y en un gesto muy suyo, inclina hacia atrás la cabeza con regularidad kantiana y mira la estructura de madera y hierro del techo de la nave, como si reflexionara. Cuando llega su turno, muestras sus dotes. Comienza con una gracia, se mete al auditorio en el bolsillo –lo cual no era muy difícil dado el tedio sembrado por sus predecesores- y aclara lo que todo el mundo intuye: que ‘hartos de estar hartos’ –un lema entre los de Rosa Díez- UPyD nace como la versión en partido político de ¡Basta Ya!

Como no podía ser de otra forma, arremete contra los nacionalismos (“la gobernabilidad del país no puede depender de grupos a los que el país no les importa”); alerta del peligro de balcanización (“el problema es que el país se rompa en nuestras cabezas y los ciudadanos dejen de pensar en la unidad como algo positivo; la diversidad no es lo único bueno); y canta a la Justicia (“las leyes no están para esclavizar sino para encauzar la libertad”).

Dice Savater que su proyecto se asemeja al del Partido Radical de Marco Panella, en el que estuvo afiliado, que los cambios son posibles y que se convertirán en la levadura del Parlamento. “Haremos historia”, profetiza antes de irse a toda prisa. Suena el himno: “Ya sé que nadie regala nada en los tiempos que corren…”, se escucha en los altavoces. Es una gran verdad, la diga Agamenón, su porquero o Sabino, el de Loquillo.

Solbes gana a los puntos un combate tedioso

Se esperaba mucho del combate entre Solbes y Pizarro y lo cierto es que, con excepción de un par de golpes bajos, la pelea ha sido un tostón sólo apto para iniciados. La cosa ha estado entre el “España no va bien” y el “España está bien preparada” y entre medias han llovido cifras como chuzos de punta. El debate lo ha ganado el vicepresidente a los puntos, entre otras cosas porque con Noé es inútil discutir de borrascas y pretender que te dé la razón sin atizarle algún que otro paraguazo.

En el entorno de Solbes se temía le vehemencia de Pizarro pero se contaba con que su terquedad aragonesa jugaría a favor del ministro. Uno de los pocos ejemplos de lo primero se ha producido cuando el número dos de Rajoy ha enumerado los gastos que el PP reduciría si llegara al Gobierno: no pagaría sueldos a los terroristas ni pondría un piso a Bermejo. Solbes, que acusó el golpe, amagó con entrar al terreno personal y referirse, posiblemente, a la indemnización multimillonaria que su contrincante cobró de Endesa. “¿Con qué comparamos los 200.000 euros? (de la reforma del piso oficial en el que vive Bermejo)”, preguntó. “Si quiere entramos en ese debate”, amenazó después. Y ahí se acabó todo.

En el segundo episodio, el que salió trasquilado fue Pizarro. Solbes le recordó que se había mostrado favorable a privatizar las pensiones. Pizarro lo negó con rotundidad, hasta que el vicepresidente exhibió un recorte de periódico con sus declaraciones. “Nunca he dicho nada de privatizar. Siempre he creído en el sistema público de pensiones”, mantuvo el dirigente del PP con la obstinación esperada.

Por lo demás, Pizarro estuvo excesivamente moderado. Lo lógico hubiera sido que a las gráficas de crecimiento económico exhibidas por Solbes hubiera opuesto insistentemente otras sobre el incremento de precios de los productos básicos, como el pan y la leche, pero en vez de eso empleó apenas unos segundos en explicar que la fruta, las verduras y la ropa había subido mucho más aquí que en Europa, y luego se olvidó del asunto. Se limitó a decir que “somos subcampeones europeos de inflación”, a mencionar un informe de la consultora AT Kearney sobre la pérdida de confianza del capital extranjero y a pasar de puntillas sobre la subida de las hipotecas.

En lo que sí explayó fue denunciar el aumento del paro, aunque al final reconoció que había bajado del 11 al 8,5% en los últimos cuatro años, gracias, eso sí, a un cambio de las estadísticas. “El riesgo son ustedes” le dijo a Solbes tras afirmar que los sistemas de protección social peligrarían si la economía, tal y como preveía todo el mundo menos el Gobierno, crecía por debajo del 3%.

Por el contrario, quien acarreaba la fama de ser la reencarnación del profesor Siesta, esto es, Solbes, se mostró más agresivo y, en ocasiones, displicente: ¿sabe usted que..?, “que no le equivoquen a usted …” Denunció que era el PP el que estaba convocando la crisis y que en vez de buscar soluciones se dedicaban a crear problemas, como poner en duda la solvencia del sistema financiero. Tiró de cifras para explicar que la inflación acumulada de los últimos cuatro años sólo había crecido un punto más que con el PP y eso porque el precio medio del petróleo se había triplicado; destacó la creación de tres millones de empleos y el incremento de la renta per cápita; y terminó profetizando que España saldrá reforzada de la actual situación.

El bálsamo de Fierabrás

Además de las querencias socialistas de Rajoy -que si se llega a enterar Aznar antes de designarle sucesor le fusila o encarga su ejecución a Mayor Oreja-, lo más reseñable de esta feria del perro piloto y la Duralex ha sido la pasión y resurrección de Durán Lleida, el líder de Unió. Rajoy le abrió el corazón a Buenafuente y a Durán le han abierto el pecho en el hospital para quitarle un trozo de pulmón y extirparle más de veinte ganglios. El esfuerzo de este hombre por mostrar que le dura menos un cáncer que un orzuelo debe de estar siendo formidable, que diría Gabilondo.

Algo tiene la política para insuflar tanta fuerza a quienes la prueban. Eso, y que los electores no tienen piedad de los candidatos enfermos y se cuidan mucho de dar su voto a quien pueda sucumbir fácilmente a una gripe. Al menos, es lo que se piensa. La supuesta debilidad de Anguita tras su primer infarto vino a explicar que IU sólo subiera un escaño en las elecciones de 1993, cuando todo hacía presagiar que la estrategia de la pinza rendiría sus frutos y el sorpasso dejaría de ser la quimera de un califa.

Es asombroso que se tengan tantas precauciones con los males del cuerpo de los políticos, que al fin y al cabo sólo les afectan a ello, y no con la idiotez, una enfermedad muy extendida en el gremio y con graves efectos secundarios para quienes les rodean. Además de listo, un político ha de ser alto, guapo y fuerte, aunque con el tercer requisito se hace la vista gorda en numerosas ocasiones.

Durán se ha bebido a morro una garrafa de bálsamo de Fierabrás y, aún así, tendrá difícil convencer a los suyos de que es de acero galvanizado. Y sufrir en silencio en medio de la multitud tampoco le garantizará nada. En las municipales de 1995, Suárez hizo toda la campaña convaleciente de una operación de apendicitis. Al ex presidente le tiraban los puntos en cada mitin. La debacle del CDS es aquellas elecciones determinó la dimisión de Suárez, quien, por cierto, no era candidato.

La enfermedad está tan mal vista que ya ni los dictadores se pueden permitir el lujo de morir en la cama, como hizo Franco. Fidel Castro lo ha entendido finalmente y ha anunciado que cambia el papel de comandante en jefe por el de articulista. A veces hay que dar pasos atrás cuando lo que se pretende no es tomar impulso sino oxígeno.

Obviamente, lo de Durán no es comparable. Quizás algún día le veamos de ministro, su vieja y nada secreta aspiración. De momento, ha demostrado coraje, una virtud de la que el propio Napoleón decía que no se podía disimular. Que la campaña le sea leve y que las fuerzas le acompañen.

Un mal año, en efecto

Para quienes estén agotados de pasear por los tenderetes del mercado persa donde nuestros buhoneros de cabecera nos ofrecen un día endodoncias gratis, al otro cheques regalo para los niños y al siguiente meterles en el trullo si confirman que Rousseau era un imbécil y su teoría de que el hombre es bueno por naturaleza una gilipollez, puede que la política, esta política, les resulte insoportable. Lo peor no es el bullicio del comercio propio de esta época que nos tiene insomnes, sino la sensación de que, desvelados como estamos, por más que agucemos el oído no escucharemos una frase lúcida, un pensamiento profundo, una reflexión original más allá de un ruido mediocre y estridente.

Sabemos que nos acechan las calamidades económicas, pero apenas si somos conscientes de que es la inteligencia lo que está en crisis. Es por eso que, en medio de la oscuridad, uno agradece los fogonazos. Diario de un mal año (Mondadori) de J. M. Coetzee es un híbrido entre ensayo y novela lleno de destellos y de miradas. Éstos son algunos de mis subrayados:

Sobre el Estado:

«Desde el momento en que nacemos somos súbditos. Un distintivo de esa condición es el certificado de nacimiento (…) No sólo no puedes ingresar en el Estado sin certificación: para el Estado no estás muerto hasta que se certifica tu muerte (…) Que el ciudadano viva o muera no es algo que preocupe al Estado. Lo que le importa al Estado y sus registros es saber si el ciudadano está vivo o muerto”.

Sobre los partidos:

“Cuanto menores sean las diferencias fundamentales entre los dos partidos, tanto más implacable es su mutuo odio”.

Sobre la legitimidad democrática:

“Contar votos puede parecer un medio para averiguar cuál es la verdadera (es decir, la más ruidosa) voz populi; pero el poder de la fórmula de contar votos, como el poder de la fórmula del primogénito varón, radica en el hecho de que es objetiva, sin ambigüedad y está fuera del campo de la discusión política. Lanzar una moneda al aire sería igualmente objetivo (…) Por cada Australia democrática hay dos Bielorrusias o Chads o Fijis o Colombias que igualmente suscriben la fórmula del recuento de papeletas de voto”.

Sobre la hipocresía occidental ante los terroristas suicidas:

“Los mandos militares no se lo piensan dos veces antes de ordenar a los soldados que entren en combate, sabiendo con toda certeza que muchos de ellos morirán. A los soldados que desobedecen las órdenes y se niegan a combatir se les castiga, incluso ejecuta. Por otro lado, los valores del oficial determinan que es inaceptable seleccionar soldados individuales y ordenarles que den su vida, por ejemplo infiltrándose entre el enemigo con cargas explosivas e inmolándose al hacerlas estallar. No obstante, lo que es más paradójico, a los soldados que realizan tales actos por propia iniciativa se les trata como héroes”.

Sobre Al Qaeda:

“Si realmente existiera una organización diabólica con agentes en todo el mundo, empeñada en desmoralizar a las poblaciones occidentales y destruir la civilización occidental, seguramente a estas alturas habría envenenado los suministros de agua por doquier, o derribado un avión comercial o diseminado gérmenes letales, actos de terrorismo cuya realización es bastante fácil”.

Sobre Europa y EEUU:

“Es posible que, con el tiempo, veamos reproducido en parte de Europa lo que existía en la Europa Oriental en tiempos de la URSS: un bloque de Estados nacionales, cuyos gobiernos, según cierta definición de la democracia, se eligen democráticamente, pero en los que aspectos esenciales de sus políticas están dictados por una potencia extranjera, donde la disensión se amordaza y las manifestaciones populares contra la potencia extranjera se reprimen por la fuerza”.

Mejor en casa: Solbes ofrece a Pizarro debates en RNE y la SER; el de Aragón propone Telemadrid

Solbes tiene un ojo a la virulé pero ello no le impide ver las jugadas, sobre todo si son de libro. Tiene el vicepresidente la impresión, al menos así se reconoce en su entorno, de que a Pizarro, su contrincante en el PP, le han asignado un papel que no le corresponde, y que si el ex de Endesa va de gurú de la inflación es por exigencias del guión más que por propio convencimiento. Pizarro –eso es lo que se dice- sabe mucho de Bolsa y de cómo hacerse rico, se le suponen conocimientos de empresa, pero la economía le viene grande, como el traje de carnaval de un hermano mayor.

Ello no es óbice para que en Economía y Hacienda sean conscientes de que un debate entre Solbes y Pizarro no será sencillo, porque el de Aragón, quizás por su vehemencia aragonesa, es un hueso duro de roer, dialécticamente efectista y muy capaz de sacarse conejos de la chistera, «aunque sean una gilipollez», si las circunstancias lo aconsejan.

El vicepresidente, que salvo por su caída de párpado está como una rosa, se muestra dispuesto a aceptar el envite, convencido de que cualquiera que se haya acercado a la economía un par de tardes no podrá sino aceptar sus argumentos, esencialmente, dos: no hay crisis, y si la crisis llega estamos en inmejorables condiciones para vadearla. Confía además en que la terquedad de Pizarro le gaste una mala pasada.

Desde la vicepresidencia se ofrecieron a Pizarro dos debates radiofónicos, en RNE y en la SER, y la respuesta del ‘popular’ ha sido proponer un debate televisado en Telemadrid. Al margen de su sesgo, la opción de ‘Telespe’ limitaría geográficamente el alcance del debate. Esto cada vez se parece más a la liga de fútbol: mejor en casa que en campo contrario. Un triunfo más del periodismo independiente.