Será hoy, mañana o quizás el lunes, que es el día de pasión en Génova, 13, pero ya nadie duda en el PP de que el hecho se producirá. Los adversarios de Rajoy han encontrado al suicida perfecto, al hombre que, salvo arrepentimiento postrero, se inmolará a mayor gloria de sus propios y contrapuestos intereses. Se llama Juan Costa, el mismo que un día fue ministro porque se empeñó Rodrigo Rato y que ahora juega a ser candidato a la presidencia del partido por esta misma razón.
Sin posibilidad alguna de salir victorioso del envite, lo que se pretende de Costa es que aglutine el descontento y ponga a Rajoy en un nuevo brete ya que, incapaz de conseguir los 600 avales necesarios para optar a la elección, tendría que ser el gallego quien se los prestase o arrostrar las descalificación de que tiene miedo al debate y de que la democracia interna le importa un bledo. Que se sepa, sólo Esperanza Aguirre conserva intactos los 208 avales del PP de Madrid. “Nadie nos los ha pedido todavía”, asegura una persona de confianza de la presidenta madrileña.
Quizás Costa se haya creído realmente que debe dar el paso y que, más adelante cuando Rajoy se estrelle –la única hipótesis contemplada por los opositores- el partido se volverá hacia él y le investirá como líder en colectiva genuflexión, pero lo cierto es que ninguno de quienes tratan de utilizarle le toman en serio. “Costa no es nadie, sino lo que representa”, subraya el interlocutor ya citado. O sea -una expresión muy de Costa, por cierto-, que verde y con asas.
Lo que se vive en el PP es un ajuste de cuentas pendiente desde 2003, cuando el dedo de Aznar señaló a Rajoy e ignoró a los otros dos tenores, que han visto cómo llegaba la hora de su venganza operística. El más activo, al menos públicamente, ha sido Mayor Oreja, “que como todo el mundo sabe no mueve un dedo sin pedir la venia de Aznar”, señala un parlamentario vinculado al presidente del PP. Rajoy, en definitiva, tiene enfrente a Aznar y a Rato, que aguarda su oportunidad mientras ofrece el aperitivo de Costa, pero también a Esperanza Aguirre y a otros barones como Francisco Camps, que le apoya por motivos puramente estratégicos. A ninguno les une el amor sino el espanto, y no dudarán en batirse en duelo a muerte si el sillón quedase libre.
“Cada vez aprecio más a Rajoy porque se lo están haciendo pasar fatal. Es el único que ha demostrado responsabilidad. Si se hubiera ido como pretenden se despedazarían entre ellos. Y lo podía haber hecho, lo podía haber dejado para estar con su familia… tiene un niño pequeño al que me dice que apenas ve. Pero se que va a resistir, está decidido a seguir”, tal es la reflexión de un miembro de su equipo.
Asistimos, en definitiva, a algo bastante parecido a una cacería, instigada por los dos grandes santones de la derecha, uno de los cuales, sentado ayer en el banquillo por injurias graves al alcalde Ruiz-Gallardón, dio una nueva lección magistral de periodismo al situar dentro de su “ánimo informativo” expresiones tales como “traidor”, “bandido” o “hijo de Satanás”, o manifestar que al regidor le daban igual los muertos del 11-M con tal de llegar al poder. Losantos contó con Ramírez como testigo de la defensa, toda una garantía.
En esta estrategia de desgaste un día es Gabriel Elorriaga quien le apuñala por la espalda y sostiene que no hay liderazgo y otro es un tal Ballestero, el diputado desconocido, el que le pide que se vaya porque “20 años son muchos para cualquiera”. Dicen que en Elorriaga no ha influido que Rajoy le haya dejado de lado tras haberle confiado la dirección de la campaña electoral ni que a su padre se le impidiera ser candidato al Senado por Castellón, provincia ésta en la que, por fin, pensaba comprarse un apartamento.
Entre tanto, la cena del primer aniversario de la victoria en las municipales y autonómicas de Madrid sirvió este martes para descubrir la discrepancia ideológica que separa a Rajoy de Esperanza Aguirre. El primero define al PP como un partido de centro y reformista; la segunda advierte que nadie entendería “cambios radicales”. ¿Tan lejos queda el centro para algunos?