¿Es este el libro definitivo de Michel? La guía que muestra el camino hacia la destrucción total de la sociedad europea o, simplemente, un experimento de brevísima empatía familiar del antiguo enfant terrible de las letras francesas. ¿Enterrará esta documentada trama de funcionarios y espías los desmadres de sexualidad demacrada y existencialismo de nicotina y vino caro de sus primeros libros? Los que comenzamos la lectura del manuscrito sin leer la solapa nos adentramos en la mente del monstruo buscando colmillos y garras en cada esquina, desviaciones tras las persianas de la Francia periférica, en los lavabos de los trenes de alta velocidad que recorren las regiones del país galo, el país galo de mañana, cuando la socialdemocracia esté a punto de perder la batalla frente al fascio y la paz social. La mirada conservadora y religiosa de una sociedad eminentemente laica y centralista no sirve como evasora de más impuestos que el de un alma que se ha vendido hace tiempo. La prosa es precisa, quirúrgica, abrumadoramente pasiva. Descripciones que somatizan la apatía del protagonista, incapaz de ir más allá en el amor familiar y de pareja pero tampoco embajador de la revuelta ácrata. No hay banderas ni barricadas, pero sigue habiendo queso y licores. En el VSOP & Napoléon Bas-Armagnac de Luis Ocaña deja restos de pólvora en el paladar.
«Terminada la lectura, retomo el texto. Abro el paraguas y la sombrilla, porque hay sol y sombra a nuestra disposición. El libro es una fuerza antinatural, una sociedad que se derrama por todos los lados. Recorre desde las clases altas hasta la media baja de una Francia que se sujeta con los alfileres del centralismo y los valores de la República».
Un libro, Aniquilación de Houellebecq que parece una enorme bolsa de macguffin sin que por ello parezca caótico. Es la novela de Houellebecq sobre la familia y sobre la muerte. Porque todo lo demás, el sexo, el dinero, las humillaciones, los sueños… todo está incluido en sus seiscientas páginas. Godrefoy, el primer sobrino del protagonista y Anne-Lise, la segunda, son detonantes, como cualquier elemento de la novela, para acontecimientos cualitativos. Es como un antiguo videojuego en el que uno podía encontrar en el escenario a recorrer piezas aunque no supiera si las iba a utilizar después. <>, Houellebecq sigue obsesionado con el Frente Nacional y la inmigración.
«Una obsesión común a cualquier europeo iluminado y nos azota para que no olvidemos de dónde venimos y a dónde podemos llegar. Carrie Ann Moss y Nirvana, en los pósters de la vieja habitación del protagonista es una advertencia clara: estoy escribiendo para TI, cuarentón funcionario con un hijo y algo de sobrepeso. ¿Qué tal llevas la alopecia? ¿Sigues fumando? Debería dejarlo. Tomo nota Michel».