¿Qué llevas en el bolso, buen hombre? Un tiovivo de locura. Escuchas como si samplearas las voces de Raudive de un Germán Coppini atrapado entre hierros candentes, ¿Qué llevas en el saco, buen hombre? Llevo a los restos de Picore, golpeando bidones de gasolina llenos, tanto que si sigue la fricción pronto podremos hacer de tu cuerpo un incendio. Vamos a dar un Paseo, vamos a ser adolescentes vírgenes o vírgenes adolescentes, ¿Qué llevas en el saco? Una luna roja, un niño y algunos juguetes. Bajo la lluvia de potasa todos parecemos orientales, todos tenemos rostro de geisha, ¿De dónde salen todos esos sonidos? ¿Caja de repetición? La voz de la simiente de Nacho Laguna, el primer hijo no nato de un theremin abandonado por Blixa Bargeld en Little china hasta que aparecen unas guitarras sobrias a lo Rob Dean. Vacía la bolsa antes de seguir, por favor. Esto no pudo haber sido nunca una frontera. Esto es delincuencia institucional, crimen de funcionarios, torturadores con oposición, la canción Creo en mí tiene un bajo por el que mataría Peter Hook hoy, un bajo que le dejó grabado en una cinta Martin Hannett en 1981. El cuadro, William Burroughs esnifa rapé sedimentado de los restos de pintura seca, busca, como la canción, Un suspiro que sea sueño y saturnismo adquirido. Come y duerme, en una casa sin frenos que hay que alimentar, dar de beber, ver morir. Todo eso a la casa, que no se olvide de respirar, está falto de costumbre, ¿Qué ocurre muchacho?
No hay olas, no queremos olas. Como aquella canción Fuma la vieja, de los Vamos a morir. Casi recitado. Un tiovivo loco, como tu casa anterior, qué tristeza cuando muera, la sección rítmica de No hay señal es como una atracción perfecta para que jueguen Adolfo Luxúria Caníbal y Carlos Desastre. No, por favor no me juzgues, yo elijo las referencias según las marcas de cuchillas en la pared, un eclipse en Kyoto. No hay señal del corazón, las percusiones están enfermas, sin corazón que lata no hay amor. No hay termómetros, todos nos inyectamos el mercurio y se acabó la temperatura, en el speech de ayer había dientes negros, dale plata a las percusiones, dale tramadol y diazepam, qué bello es el cadáver de un periódico que escribió noticias del siglo pasado. Elegí a Rapeman y los aliados de los lagartos, los sonidos que le dedican a Tamara valen todo el millón de euros con el que terminan el disco, punk de vieja escuela que señalan la arteria exacta donde se encuentra el punto de extracción. Una vez más en el caos y la maraña el espíritu de Triquinoise sobrevive y Repetidor siguen avanzando en su catálogo de salvación, como predicadores politeístas.
Muy buen artículo! Muy interesante, gracias por publicarlo
14 julio 2022 | 1:18 am