Algunas palabras sobre Sinsonte de Walter Tevis (Editorial Impedimenta, 2022)

Sinsonte de Walter Tevis es uno de los libros más interesantes de ciencia ficción anticipatoria que uno puede encontrarse ahora mismo. Tiene el sabor de la producción pulp de los cincuenta, la desesperación de los David Foster Wallace, Don DeLillo o George Saunders, algo del Philip K. Dick más contenido, el minimalismo apocalíptico de Cormac McCarthy y un claro homenaje a la robótica filosófica de Isaac Asimov. Es amor y valium, es una sociedad circular, obsoleta, es un Parque de Atracciones de los ochenta, con los autómatas llenos de óxido. Es poesía y belleza. Aquí unas claves y algunas reflexiones.

Las claves (primera parte):

A) Comienzo donde reina la confusión: todo es tabula rasa. ¿Qué habrá llegado a nosotros y qué no?
B) Todo estaba grabado. Audio y vídeo. Nada de libros, nada de letra impresa. Todos acabamos siendo Johnny Deep. Autómatas que repiten el guion de la vida en nuestros oídos para hacerlo más sencillo. Malos actores atiborrados por las sustancias, en una confusión controlada.
C) Apostar por la NEOLENGUA. Porque al final nadie podrá quemar todos los libros, porque la lujuria de lo prohibido se impondrá.
D) Siempre hay zoológicos. Desde la época en la que se dibujaban en atlas hasta hoy. Zoológicos, siempre. Virtuales, extraños lugares.
E) Cuando quedemos pocos, solo comeremos y nos drogaremos. Dictadura del gordo.

Un robot sin sexo, un uso de la neolengua, el arrastre de Crossed 100 sin la violencia lúdica, la violencia como divertimento. Como educación, más bien. Atrapado en la cárcel, donde le tiempo parece que se mueve más despacio, la sociedad no ha cambiado de manera tan abrupta, tan cualitativamente. La cárcel es aséptica, las leyes de los androides se rigen por la lógica más absoluta y nos hacen dudar de que ese sea el camino de la equidad real. La cuarta ley de Asimov podría ser el camino hacia la extinción humana, sin películas de Terminator ni IA confundidas en su aburrido trabajo de atención al cliente.

«Un robot que sueña. Una de las grandes preguntas de la cultura pop. No solamente que sueñan, más bien es con qué sueñan. El robot que ha recibido implantes de los recuerdos de otras personas, así que como en la novela Generaciones que llevo escribiendo tantos años, uno termina por interpolar lo que tiene para crear una sensación completa. Los recuerdos de otra persona, la araña, los huevillos de la araña que salen y devoran a la madre, la niña que llora, Blade Runner, un replicante improvisando líneas bajo la lluvia rica en potasa y ácido cianhídrico. Más lejos de aquí solo hay locura y simulación de felicidad. Qué diferencia una cosa de la otra, ¿la cantidad de química?»

¿Qué es un grupo de cien años, qué son doscientos amarillos? En qué instante todo se detuvo, cuando se apagó el primer llanto del último bebé. Final y principio. La tierra como un desierto vacío, como un ejemplo extremo de densidad estadística, de las que solo salen en los libros, los libros que están prohibidos. En la Biblia, cuando en este mundo alguien la encuentra, no hay ninguna referencia a los robots. Es una nueva manera de datar el tiempo. Se acabó Jesús como referente, es Asimov y es Turing, son los que manipularon los algoritmos hasta que las chispas son indistinguibles entre un cerebro orgánico y otro digital. Es cuestión de tiempo. Es cuestión de un salto cualitativo. Siempre hay dudas. Es mejor utilizar la Guía Audel para mantenimiento y reparación de robots.

Este libro es un libro más, un libro menos, un ladrillo hipotético que sostiene una de las ramas de la historia futura. La duda del avance o del cierre, de la sobrepoblación o la extinción controlada. Recursos básicos: proteína sintética, anfetaminas, tranquilizantes, arriba y abajo. No necesitas más. Solo sexo, rápido y anónimos, tan ajeno que acabas convirtiéndolo en algo falto de uso. No habrá más revoluciones, ni guerras en el futuro… porque no habrá gente. Igual es la solución del pacifismo real. Porros y calmantes. Dejarse llevarse por los hologramas eróticos, esterilización, pérdida de interés por los niños, se acabará todo… la Generación Final.

 

«CUANDO NOSOTROS MURAMOS NO QUEDARÁ NADIE
NO SÉ SI ES BUENO O MALO»

 

En esta neolengua fatigosa, de proteínicas promesas y barrigosas de copos, sospechar que la genética valdrá un tiempo, luego si no hubiera solución, cerrar círculos con insectos. Una cuchilla, algo que corte, algo sin miedo, la camarería de Papillon. La huida de la cárcel tiene algo del Planeta de los Simios. Cuesta distinguir lo que el autor ha ido dejando como miguitas o guiños en este espacio apocalíptico, a veces acerca el foco y parecen restos recientes de la sociedad, en otras ocasiones son tajadas de la cultura pop norteamericana de los cincuenta y sesenta, ajena a nuestras formas y recuerdos, como un videojuego bien documentado en el que se hubieran mezclado los archivos de los mods que actualizaban la jugabilidad. Acabar comiendo ostras y bebiendo el líquido del crustáceo, sediento, el simbolismo salvaje de la playa, beber el agua salada sin saber que no es potable, la guía de supervivencia podría ser un libro de los jóvenes castores o algún elemento igual de ridículo. La soledad es una manera de estar hambriento como otra cualquiera.

Encontrar una fábrica de tostadoras. La tostadora es uno de los ejemplos más utilizados de la obsolescencia programada. Nadie repara una tostadora, nadie quiere una tostadora de segunda mano, de esas que abundan en los cash converters. Sale más barato, por un poco más, por prácticamente nada, te puedes hacer con una nueva. Una sociedad nueva, por un poco más, por una actualización en tu portátil. Todavía mejor la idea de una fábrica en bucle cerrado, una vez que se fabrican los productos vuelven a la tolva de reciclaje para comenzar de nuevo el proceso, autómatas que tratan de demostrar las posibilidades de la máquina de movimiento perpetuo. Las máquinas que siempre fracasaron.

«Cada año los administradores de patentes en Europa y Estados Unidos reciben varios planos y modelos para poder comercializar el ente tecnológico más huidizo de la historia de la humanidad (y que, por definición, va contra varias leyes de la física). EL trabajo que mantiene las manos en simple movimiento. El comunismo o los planes para salir de la gran depresión».

Un centro comercial medio vacío. El aroma del apocalipsis siempre sale de la sección de ferretería de un supermercado y el sonido es el del hilo musical de la bossa nova de ascensores. Recuerda «La niebla» de Stephen King o «El amanecer de los muertos» de George A. Romero. Recuerda el sarcasmo del Sacramento y esas fuentes que te dicen hola al entrar. Allí se puede atrapar un alma o un monstruo. Yo he visto películas sobre cárceles y he visto a Loki justo antes de que un tornado arrasara la tienda, una ceremonia como en una canción de Joy Division, el libro de los cristianos es una Biblia resumida sacada de la edición básica del Reader´s Digest. Ser un ducho lector, no creer en el Espíritu Santo. Esos androides que son tan poco sofisticados y, por eso, tan humanos. La mujer que consume valium. La última belleza que sabe qué es una tortilla. Una simple tortilla.

El robot duda. El robot no puede ir contra Las Leyes de la Robótica. El robot no puede lanzarse por la ventana. Una sobrecarga es lo más cercano que conocerá al amor.

«YO QUERÍA SER FELIZ, NO ENAMORME DE TI»

Las siete ciudades de la llanura, la facilidad del autor para crear universos, situaciones, lugares que rompen con el costumbrismo de la literatura anticipatoria. Incluir distintas ramas en convergencia perfecta. El amor como si fuera una cuestión de estadística. Annabelle, la última nacida, el alfabeto y la Biblia. La plaga de la esterilización. ¡Qué sensación de vacío y soledad! ¿Cuánta gente es necesaria? ¿Qué matemáticas precisaremos para poder colonizar un mundo? ¿y si el mundo no es el que esperamos? ¿Por qué SEARS? ¿Es importante el lugar o es genérico? Un personaje lee o escucha: «Yo creo en la resurrección y la vida».

De una comunidad aislada en un gran centro comercial al ermitaño en una casa. Cuando la religión da paz pero también señala a los agentes de satán. Compartir, la comunidad es ver la televisión y tener algo que picar. Esos son los últimos resquicios de la civilización. Escapar de las sustancias. Escapar de lo que hace al tiempo lento y agradable. Dejar de consumir acaba siendo dolorosos, pero la lucidez es impagable. Dejar de ser parte del engranaje, cortar tarjeta de crédito: «Cuánto he cambiado/Qué fuerte soy/Nada me da miedo»

Un árbol por la ventana. Llegar a dudar de que el árbol sea de verdad, que no sea parte de algo artificial, de una simulación. El viaje, el amor físico, el que no puede cambiar. Apagar, encender, la esperanza en un mundo que se apaga es una chispa. ¿Y si no hay nada más? ¿Y si la chispa se apaga?

Las claves (segunda parte):
A) Un chip, un solo chip, un engranaje mal colocado y todo salta por los aires. Un arreglo y todo termina. Una posición extra, una posición perenne. Todo comienza, nada se imita.
B) Adelantar el final de la especie a base de la inmolación. No habrá gasolina para viajar pero sí para arder y confiar que las cenizas del alma vuelen lejos.
C) El tema, el Final de los tiempos de Nubosidad Variable. El final de los tiempos será un chat que sigue abierto en una página web sin visitras desde 2001. ¿Hay una actualización para mí? Se terminaron los servidores? ¿cerraron todos los servidores? Ahora solo quedamos los bots.
D) La esperanza de los protagonistas, la inocencia en su intoxicación. Amor y fuego para purificar. Cenizas de un niño o de dos.
C) Siempre habrá amor. Siempre habrá muerte. Siempre quedarán valium y biblias.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Cortocircuito

    Si a un robot se le introducen conceptos puramente racionales, a lo mejor no tardan mucho en rebelarse ante las tradiciones de pensamiento que aún pululan por este planeta humano.

    02 julio 2022 | 11:55 am

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