La vida se desvanece si comer cada día es un lujo, como en Gaza

La Biblia, en el Génesis, dice algo así: ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste sacado. Cada vez que lo releo me viene a la memoria la contundente imagen del infierno de El jardín de las delicias de El Bosco; esa obra moralizadora y algo o bastante pesimista. En más de una ocasión he tratado de entender la imagen global, presente o supuesta. En el panel de la izquierda aparecen en primer plano Eva y Adán con Dios en medio. Curiosa representación del paraíso, que van a perder. En el plano medio del mismo lado  el Bosco “incluye en el centro la fuente de los cuatro ríos del Paraíso, a la izquierda el drago -un árbol mágico que se asocia con el árbol de la vida-, y a la derecha el árbol de la ciencia del bien y del mal, con la serpiente enrollada en el tronco”, copio textualmente la explicación del Museo del Prado, donde se guarda esta joya. Lo curioso es que en aquella frase del Génesis (con la que hemos abierto esta entrada) unida a este castigo eterno venía aquello de “la tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres”.

En el panel central el artista querría representar una vida sin tope, pero –siguiendo con la explicación que nos da el Museo del Prado– se alude con ello a la fragilidad de la vida y placeres, al carácter efímero de las delicias que gozan los seres humanos que pueblan este jardín. La dialéctica de los árboles del paraíso nos llama una y otra vez. La tabla de la derecha representa el infierno de creencias y placeres, que nos avisa de que muchas veces se vuelven contra de la felicidad.

Jerónimo Bosch – Galería online, Museo del Prado.

Lejos de mí la intención de ser moralizante religioso, allá cada cual con lo suyo. Prefiero mirarlo desde la posición personal del consumo ético y sostenible. Prefiero insistir sobre la fragilidad de la vida en este mundo en el que las delicias nunca son permanentes. Pero tengo dudas, como aquellas que Victoria Camps desmenuza en El elogio de la duda. Más que nada por decir tantas cosas que van en dirección contraria a la mayoría. Por eso intento aproximarme con cautela a cómo vamos en el asunto del consumo –estadio principal en el que los occidentales nos vemos retratados en la tabla central del cuadro-, que lleva camino de rozar lo epigenético; subrayar que el drago pintado allí se encuentra muchas veces en contradicción con el árbol de la ciencia del bien y del mal, porque las complejidades comerciales del momento hacen que mucha gente pase hambre, circunstancia que la acerca a la muerte –escenario que impera ahora en Gaza, y en otros muchos lugares-. Lejos de  mí pensar que en Gaza son todos pecadores que merecen estar en la tabla derecha del tríptico. Pero muchos gazatíes se enfrentan al infierno que pinta la posibilidad de morir de hambre, como denuncia la ONU.

El WPF (Programa Mundial de Alimentos)  se pregunta por qué pasa hambre más gente que nunca. Lo concreta sobre todo en el Corredor Seco Centroamericano y Haití, a través del Sahel, la República Centroafricana, Sudán del Sur y luego hacia el este hasta el Cuerno de África, Siria, Yemen y por todo el camino hasta Afganistán.

A lo largo de esta semana hemos encontrado a gente voluntaria del Banco de Alimentos que nos invitaba a ejercer nuestra solidaridad y compromiso, que no caridad, de dar un poco de lo que nos sobra a quienes mucho les falta; otra vez aparece aquí Victoria Camps, que nos recuerda el valor de la ética aplicada. Sería algo así como intercambiar escenas del cuadro de El Bosco. Pero en esta iniciativa solidaria hay implicadas muchas personas e instituciones que buscan paliar del desigualdades humanas. En algunos sectores sociales de nuestras ciudades, en todo el mundo, se viven carencias humanitarias algo parecidas a Gaza, a veces sin guerras. El alto coste de ciertos productos básicos de alimentación sume a demasiadas familias en posiciones de cierta indigencia. Las progresivas crisis climáticas originan desastres sociales. Urge un nuevo sistema alimentario para una era de crisis múltiples.

Acongoja la noticia que nos acerca la ONU de mayo de este año: El hambre aumenta por cuarto año consecutivo y azota ya a más de 250 millones de personas. El hambre en España se podría llamar inseguridad alimentaria. Cruz Roja nos avisa de dos caras de la inseguridad alimentaria: una de cada nueve personas pasa hambre. Una de cada ocho es obesa. Un asunto para dedicarle muchos plenos en el parlamento español y en los de las CC.AA. Pero por ahora nuestros representantes están muy ocupados en ver quién suelta la mayor ocurrencia, o insulto maledicente, al que no es de su partido, que no tendría que ser contrario sino complementario. Se olvidan de que los parlamentos son lugares de encuentro para buscar lo que mejor le vaya a toda la ciudadanía. No me extraña que en última encuesta del CIS los parlamentos fuesen tan poco valorados.

Ashraf y varios de sus hijosen Gaza. (EFE/Anas Baba)

Vi el tríptico cerrado y lo vi todo negro en grisalla, como la vida en Gaza en donde las mujeres y los recién nacidos son los más afectados, en este noviembre indigno en la llamada comunidad internacional. Por allí no hay ningún rincón que se pueda llamar el jardín de las delicias. Mirémonos en el espejo del Black Friday de allí, seguro que provocará algún rasguño, o colapsos graves, en lo más íntimo del sentimiento global que el género humano debería cultivar y compartir. No sé por qué me vino a buscar aquella frase de Bertrand Russell: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Por cierto, detrás de la mínima tregua la guerra se recrudece en Gaza, hasta en el sur. Así lo cuenta la BBC.

¡Qué termine la guerra, para que entre la ayuda humanitaria y, en parte, se pueda paliar el hambre! Porque comer cada día con seguridad alimentaria es para muchos gazatíes un lujo del cual no tienen recuerdo; hasta el espíritu está desnutrido.

La salud del convenio de Aarhus

Aarhus ha pasado a ser una muestra de ese olvido global que anima a llegar en buenas condiciones socioambientales al año 2030. Bueno, la localidad danesa no. Este mes de junio se cumplieron 25 años del Convenio de Aarhus, que, más o menos venía a decir que se reconocía como un derecho de la ciudadanía mundial al acceso a la información, la participación del público en la toma de decisiones y el acceso a la justicia en materia de medioambiente. Costó muchas deliberaciones llegar al acuerdo de abrir la información medioambiental. Pero en su redacción se vio el interés de que esto sucediese. De hecho, una alianza de organizaciones llamada ECO-Forum Europa tuvo un papel importante en su redacción y en todas las sesiones de negociación de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE-NU).

No era poco para aquellos tiempos, era mucho para los tiempos futuros si el itinerario no se interrumpía. De hecho, hasta octubre de 2002 solo 22 países lo habían ratificado –entre ellos tres europeos: Dinamarca, Francia e Italia-. Por cierto, España lo hacía en febrero de 2005, lo cual podría deberse a varios motivos: una dificultad reguladora en la maraña judicial, un tradicional desamparo medioambiental o la presión de intereses diversos. En todo caso dibujaba una pérdida democrática considerable.

La ciudad de Aarhus, la segunda más grande de Dinamarca. (Ralbisser/Wikipedia)

No por firmar se ha llevado a efecto tal cual decía. España, como otros países europeos, ha sido demandada ante tribunales diversos por sus incumplimientos de información ambiental; qué decir por lo que concierne a las CC.AA., comarcas, cabildos o ayuntamientos! Tanto es así que el Consejo General de la Abogacía incluía en su página en el año 2016 que “El Convenio de Aarhus resultó aquí una oportunidad perdida” en su blog “Derecho ambiental”, que gestionaba nuestro amigo y gran defensor del medioambiente José Manuel Marraco, a quien nunca le agradeceremos suficientemente su defensa del patrimonio socioambiental.

Aunque ya lo hayamos dicho en otros medios, vamos a reproducir textualmente una parte de lo que el Convenio suponía. Los países firmantes, España entre ellos, se comprometían a:

  • poner a disposición del público los archivos del gobierno que contengan información relacionada con el medioambiente.
  • establecer cauces de participación de la sociedad en la toma de decisiones administrativas, y asegurar que los procesos de decisión sean transparentes.
  • permitir que toda persona pueda llevar a una autoridad o a una empresa a los tribunales por incumplimiento de sus obligaciones ambientales.

Nos hemos subido a una metafórica atalaya del pensamiento llamada Latour (qué bien le viene la palabra francesa), para no caer en la desolación, para relanzar el objetivo idealizado en La Cima 2030. Aquí van algunas de sus luces:

  • La modernidad no es la separación entre naturaleza y sociedad. Hemos de entender el mundo y a reconocer la complejidad y la interacción en planos diversos y magnitudes diferentes de las relaciones humanas, sociales y medioambientales.
  • La globalización no es el paraíso terrenal ni un proceso uniforme. Está informada y actúa por múltiples localidades interconectadas.
  • La Tierra no es un objeto, sino un actor político. Es un ente dotado de capacidades y urgencias propias, y a tener en cuenta su voz en el debate político y la toma de decisiones.
  • La política consiste en tender puentes entre diferentes mundos. Esa poliética se construye en un escenario de diálogo y negociación que permita construir relaciones estables de entendimiento y colaboración entre las diferentes visiones y enfoques.
  • La crisis ecológica nos obliga a repensar nuestras concepciones de progreso y desarrollo. De ninguna manera podemos continuar con el mal dimensionado crecimiento económico ilimitado, con la una explotación infinita de los recursos naturales. Si seguimos así llegaremos a la quiebra ambiental.
  • La verdad no debe ser entendida únicamente como una colección de hechos objetivos e inmutables, sino como el resultado de la interacción y negociación entre diversas perspectivas y puntos de vista. En realidad, la verdad es el resultado de un proceso de construcción colectiva. En él, diferentes perspectivas son tenidas en cuenta y, al final, se busca alcanzar un consenso a través de la comunicación y el diálogo.
  • Las decisiones científicas no siempre son imparciales. Desde la formulación de las preguntas de investigación hasta la interpretación de los resultados, están condicionadas por los contextos políticos, económicos y sociales en los que se llevan a cabo. Luego hay que cotejar fuentes diversas y merecedoras de crédito.
  • El debate sobre el cambio climático no es solo científico, también es profundamente político. Entran en juego los intereses de diferentes actores políticos y económicos. De hecho, estas discrepancias pueden obstaculizar la toma de medidas eficientes para enfrentar esta crisis.
  • El cambio climático nos obliga a repensar los conceptos de tiempo y espacio. El acelerado cambio climático demuestra que los eventos naturales ya no obedecen las nociones tradicionales de tiempo lineal y espacio limitado. Los efectos del calentamiento global se extienden por todo el mundo; se manifiestan de formas cada vez más impredecibles. Nos vemos imposibilitados a entenderlos con las capacidades convencionales.
  • La acción colectiva es esencial para abordar los desafíos globales a los que nos enfrentamos. Sin más.
  • La separación entre cultura y naturaleza es falsa, todo es híbrido y entrelazado. Siempre, hasta en el mínimo momento hay una hibridez de comprensión, de intención y de obra.
  • La ciencia y la política son inseparables. Haríamos bien en hacerlas complementarias.
  • El antropocentrismo hace muchas décadas que es un lastre para entender los desafíos ecológicos que tenemos delante, que se nos agrandan cada día.
  • La solución a las problemáticas socioambientales debe incluir la participación, en alianza, de todas las partes implicadas.
  • Los seres humanos somos una parte de nuestro entorno: estamos dentro de las relaciones que lo mantienen, por activa y por pasiva. Somos inseparables del entorno, a escalas diferentes.

Gracias Bruno Latour. Sea esta entrada un homenaje a tu magisterio cuando se cumple un año de tu fallecimiento. Nos han dado ideas, abierto caminos, para nuestras conversaciones de futuro. Miremos hacia dónde sea, nos has invitado a observar con parámetros globales, a no poner el foco en las llamaradas espectaculares que muchas veces adornan/oscurecen la vida.

 

Preámbulo a la COP28, Cumbre del Clima, en Dubái

Esta entrada está desaconsejada para todas aquellas personas que emplean Tik Tok, o similares voceros, como principal medio de información sobre la crisis climática. Se dirige a la gente que no lo hace así. Nos atrevemos a pensar que cualquiera que observe con algo de seriedad el mundo entenderá esos vericuetos desinformativos fuera de lugar climático. Hasta los negacionistas citan algunas señales de que algo climático ha cambiado mucho. Pero claro, no lo van a decir, aunque les afecte bastante. No nos sirve que nos contradigan con que el sistema Tierra ha sufrido perturbaciones similares a lo largo del tiempo para basar su incredulidad. Se olvidan intencionadamente de la aceleración y la recurrencia de estos eventos en poco tiempo. Ese que desde la revolución industrial ha convertido la Tierra en una fumarola, o una tormenta solar continuada casi como aquella de 1859.

Sin ir más lejos, en este largo verano de 2023 hemos soportado lo que algunos han llamado “calorcitis”, como queriendo hablar de una inflamación global provocada por el calor que nos causa graves trastornos: a mucha gente, en muchos lugares, a casi toda la biodiversidad mundial. De hecho, el riguroso informe Lancet Countdown prevé en el próximo futuro más días de calor extremo, más muertes atribuibles a las altas temperaturas, más enfermedades infecciosas mortales y más hambre y malnutrición por la crisis climática.  ¿Cuántas?, depende de lo que hagamos. Resaltemos, textualmente, algunas de sus alertas:

  • “Las proyecciones de un mundo 2 °C más cálido revelan un futuro peligroso. Son un sombrío recordatorio de que el ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación vistos hasta ahora han sido lamentablemente inadecuados para salvaguardar la salud y la seguridad de las personas.
  • Con 1.337 toneladas de dióxido de carbono emitidas cada segundo, no estamos reduciendo con la rapidez suficiente los riesgos climáticos dentro de los niveles que nuestros sistemas sanitarios pueden soportar. La inacción tiene un enorme coste humano, y no podemos permitirnos este nivel de desinterés: lo estamos pagando con vidas.
  • Necesitamos urgentemente profundas reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores, un aumento de las energías renovables y la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. La buena noticia, que debería animarnos, es que, al hacerlo, tenemos la increíble oportunidad de reducir la pobreza energética y salvar vidas gracias a un aire más limpio.
  • La inacción ante el cambio climático está costando vidas y medios de subsistencia. En 2022, las personas estuvieron expuestas, por término medio, a 86 días de altas temperaturas peligrosas para la salud.
  • Las nuevas proyecciones mundiales revelan la grave y creciente amenaza para la salud de seguir retrasando las medidas contra el cambio climático, ya que es probable que el mundo experimente un aumento de 4,7 veces en las muertes relacionadas con el calor a mediados de siglo.
  • Hemos de poner de relieve la diferente y desigual experiencia de los efectos del cambio climático sobre la salud y de los beneficios colaterales para la salud de la transición hacia una energía limpia.
  • Sin una mitigación profunda y rápida para atajar las causas profundas del cambio climático, la salud de la humanidad está en grave peligro.

No solo alerta este informe del mal momento en que nos encontramos, del remolino sanitario que supone el cambio climático.  El informe WRI (Wordl Resources Institute)  Estado de la Acción Climática 2023 ofrece una serie de pautas que se convierten en una hoja de ruta para que el mundo global, y los países en particular y la ciudadanía, puedan implicarse en la limitación de los efectos de los golpes climáticos cada vez más peligrosos e irreversibles; a la vez que se minimizan los estragos a la biodiversidad. También afecta a la seguridad alimentaria, en particular de los más débiles, a quienes más dificultades arrastran desde hace tiempo. Pero concluye que 41 de 42 indicadores evaluados no están en camino de alcanzar sus objetivos para 2030.

Mal asunto, porque se nos había abierto una tenue esperanza, dentro del informe de WRI , publicado bajo Systems Change Lab, titulado Seguimiento de la acción climática: cómo el mundo aún puede limitar el calentamiento a 1,5 grados C. Ahí se resaltaba como positivo el hecho de que “en los últimos cinco años, la proporción de vehículos eléctricos en las ventas de automóviles de pasajeros creció exponencialmente a una tasa anual promedio del 65% (del 1,6% de las ventas en 2018 al 10% de las ventas en 2022). Este indicador está encaminado para 2030”. Pero enseguida se nos evaporan las esperanzas: de hecho, el progreso en más de la mitad de los indicadores (incluidos los esfuerzos para eliminar gradualmente el carbón en la generación de electricidad, descarbonizar los edificios y reducir la deforestación) sigue muy lejos de lo previsto, de modo que el mundo necesitará ver una aceleración al menos doble en esta década. En otros seis indicadores, las tendencias recientes van en la dirección totalmente equivocada.

Por eso alerta de que para iniciar transformaciones rápidas en todos los sectores será necesaria una tremenda aceleración de la acción climática global. Por ejemplo, para encaminarse hacia 2030 con menos apuros, el mundo necesita una serie –el orden no prejuzga su importancia- de acciones urgentes:

  1. Reducir la tasa anual de deforestación 4 veces más rápido.
  2. Incrementar la cobertura del tránsito rápido 6 veces más rápido.
  3. Eliminar progresivamente el carbón en la generación de electricidad 7 veces más rápido.
  4. Reducir el consumo de carne de vacuno, cordero y cabra en regiones de alto consumo 8 veces más rápido.
  5. Descarbonizar la producción de cemento más de 10 veces más rápido.
  6. Aumentar el ratio de inversión entre el suministro de energía con bajas emisiones de carbono y el uso de combustibles fósiles más de 10 veces más rápido.

Estos deseos insatisfechos nos sumen en la nebulosa presente y futura de la vida en común. Nos sorprende que no se entienda, que pregunten a las academias médicas, que el hecho de consumir menos combustibles fósiles alarga la vida, y mejora las condiciones de ese plus de supervivencia. Dicho simplemente como avisa César-Javier Palacios en el blog de este periódico “La crónica verde”: Vamos por mal camino. Las emisiones de CO2 no hacen sino crecer en España.

Puestos a indagar un poco más, a la gente sensata e interesada en resolver aquello de que “no puedo hacer lo que se me antoje en el lento proceso de la descarbonización global”, nos hemos acercado un poco más a la movilidad eléctrica en España. Pero mira por donde el Informe OBS Business School dice que España tiene los puntos de recarga públicos de los más caros de Europa (hasta un 130% más cara que Portugal). Además, falta control y seguimiento de esas instalaciones que reciben subvención pública). Esta anomalía de futuro va en contra de lo que subraya el punto 6 de nuestra carta a los Reyes Magos de este año, o del escrito que pensamos dirigir a la próxima COP28 de Dubái, dentro de unos días. Además dice que los vehículos eléctricos puros siguen representando menos del 2% del parque automovilístico mundial (1% en España).

(ANFAC)

Puestos a relacionar un poco más me alumbra la visita reciente a la Exposición “Amazonía” con imágenes de Sebastiao Salgado. Dentro del paisaje, o escondidos con él, siento a los pueblos indígenas del Amazonas instando al Gobierno brasileño a declarar la emergencia climática tras ver que hasta los caudalosos ríos se secan. ¿La Amazonía seca? Indudablemente el mundo actual está fuera de lugar.

Puesto a pensar me golpea el titular de The GuardianPagar en vidas’: la salud de miles de millones de personas en riesgo por el calentamiento global. Ironía bien intencionada:  la Cop28 se prepara para celebrar su primer Día de la Salud, centrado en los vínculos entre la crisis climática y la salud humana. ¡¿Ahora se dan cuenta?!

Ni siquiera esforzándonos en pensar conseguimos encontrar ni una brizna de cordura basada en la ciencia objetiva en los partidos políticos españoles que han declarado la guerra al cambio climático, tanto que ni siquiera se preguntan si el dióxido de carbono es, o no, un gas contaminante. Nos gustaría conocer quiénes les sustentan estos dislates. Es más amenazan con derogar la ley del cambio climático e impulsar la minería en cuanto lleguen al Gobierno de España, que a punto han estado y puede que sea no muy tarde. La historia los pondrá en la imagen velada de la España de los decenios especulativos con el bien común climático (2020-2030; antes y después).

Me gustaría dejar de pensar en cómo se les ocurre celebrar una cumbre sobre el clima en Dubái. Ante la cual Eagle. Earthactiongloballeage  ha pedido el boicot porque celebrar una cumbre en este país, prototipo petrolífero como pocos, es absurdo y peligroso. Dan razones que merecen ser pensadas en profundidad. Con más contundencia se expresa El Confidencial: ¿reunión de gallinas en la madriguera del zorro?

Preparémonos para escuchar deseos climáticos, poco o muy comprometidos, entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre. Leamos con calma lo que publica la prensa online, entre ellas 20minutos.es. Porque estamos hablando de personas y clima, no de un ente abstracto fruto de la especulación de miles de científicos manejados por…

 

Los niños en Gaza 2030, si es que existe

La historia se repite casi con parecidos protagonistas: los inocentes niños que sufren los odios de las razas o religiones de sus mayores. Cuenta la leyenda –solo lo cita Mateo en su evangelio- que el malvado Herodes I el Grande –empeñado en quitar de en medio a cualquier enemigo- ordenó ejecutar a todos los niños menores de 2 años del territorio actual de Israel/Palestina. Temeroso como estaba de que alguno de ellos le hurtase el puesto de rey. Esto ocurriría antes del año 0, cuando debió nacer Jesús en Belén. Autores posteriores le dan valor al hecho exterminador, otros lo niegan en base a estudios científicos. En una búsqueda para una investigación sobre el paisaje en el arte me encontré con la Huida a Egipto (de Giotto/Ambrogio Bordone, 1306). Casi seguro que se había inspirado en los evangelios apócrifos. Dudamos que sea la leyenda sea cierta porque los historiadores romanos de entonces no la mencionan. Ni siquiera el judeorromano Flavio Josefo, que documentó profusamente la historia judía del siglo I, en la que se explayó contando algunas de las fechorías del monarca Herodes I.

Huida a Egipto (José Luiz Bernardes Ribeiro/WIKIMEDIA COMMONS)

El caso es que el malvado personaje se había sentido engañado por los Magos de Oriente, quienes debían indicarle el lugar exacto del nacimiento del Mesías. Más concretamente le pondrían una estrella encima. Es esa que se ha quedado en nuestros belenes. Según la leyenda, un ángel se apareció en sueños a José. Le dijo, más o menos, que se levantase y se marchase con la familia a Egipto, que se quedase allí hasta nuevo aviso, porque Herodes buscaría al niño –el supuesto mesías- para acabar con él. La inquina hacia uno se convirtió en la mencionada matanza, según la leyenda. Esta historia, leyenda o invención ha tenido una gran presencia en el arte cristiano.

Aquí vamos a identificar a los inocentes con niños y niñas palestinos muertos, a quienes sufren deterioros en su salud física, padecen hambre y enfermedades sobrevenidas. Pero nos fijamos especialmente en los que resultan heridos mentalmente por la masacre israelí, que afecta a los niños israelíes, sufrieran o no las embestidas de los terroristas de Hamás. Entre unos y otros niños de cada bando se alzará siempre un muro levantado por una intención compensatoria de los desmanes sufridos o vistos. Por eso, en una metáfora de compensación vamos a llamar santos a los niños muertos, o castigados mentalmente, de las tres religiones monoteístas que por allí se extienden. La iglesia cristiana recuerda a los suyos –que en realidad eran habitantes de Israel presumiblemente judíos, no cristianos ni musulmanes porque estos credos no habían nacido- el 28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes. En esto se habrán convertido los gazatíes supervivientes. Supongo que así los considerarán las familias de los niños israelíes muertos. Y ya sabemos que dar categoría de santidad a la muerte –más todavía se es infantil- amontona los odios permanentes.

De haber sucedido aquella matanza, tuvo un alcance limitado. La actual no, es indiscriminada. Tremendos episodios deben estar pasando por la Franja de Gaza, sin que la ética global -¿existe?- se entere. Los israelíes no permiten la entrada de la prensa internacional. Los ciudadanos sensibles al mal ajeno echamos en falta reacciones más contundentes a las continuas bravatas del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. De entre las muchas barbaridades que han salido de su boca llamó a “una guerra santa de aniquilación” del enemigo, aunque sean niños. Vestido de nuevo Herodes busca el exterminio de un pueblo; ha olvidado que el suyo fue aniquilado por los nazis, que existió un holocausto judío. Antes se dice que su pueblo fue expulsado de Egipto y vagó 40 años por el Sinaí conducido por Moisés. Cómo olvidar la expulsión de los judíos de España por orden de los Reyes Católicos; antes las decretadas en la Edad Media por Francia, Inglaterra, Austria, etc. El éxodo judío de los países musulmanes –no solo- ha escrito múltiples escenas luctuosas a lo largo de la Historia.

¿Qué veremos en Gaza en el año 2030? Algunos países implicados en las masacres –otros como los de la UE que callan- firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que en su número 16 se propone que la paz, la justicia y las instituciones sólidas brillen en todo el mundo. Ahora, como entonces le sucedió a la familia de José, muchos palestinos sueñan con huir hacia Egipto o donde sea, pero las puertas está cerradas. Si miran los ODS, también desde la escuela o los hospitales, soñarán con el fin de la pobreza, desterrar de sus vidas el hambre, gozar de salud y bienestar, disfrutar de una educación de calidad, de agua limpia y saneamiento, etc. Nadie quiere a los palestinos o gazatíes, sabiendo que no todos son terroristas de Hamas, ni siquiera quienes creen en los ODS. Unrwa (Agencia de las Naciones Unidad para la población refugiada en Palestina) explica cómo empezó todo, una aproximación histórica al conflicto israelí-palestino; no sabemos cómo acabará. También lamenta la muerte de casi 100 de sus trabajadores y la destrucción de sus escuelas; además de la falta de alimentos y medicinas esenciales.

Ruinas tras un ataque en Gaza (ONU)

Ante las matanzas perpetradas por el ejército israelí, los países democráticos poco han hecho, o si lo han hecho no lo han expresado con contundencia para que el Gobierno de Israel y la opinión pública quedasen enterados. Cuando escribo esta entrada llevamos un mes de guerra. No entendemos por qué no se para. Seguramente habrá muchos pagos al silencio, interesadas previsiones comerciales o ayudas de tipo desconocido, bombas superdestructivas al alcance para los fieles mudos; pero ni por esas razones cabe el silencio. Los poderosos romanos tutelaban entonces a Herodes I, más o menos parecido a lo que hacen los EE.UU. con el Israel actual. ¿Hasta cuándo durará la guerra? La demolición de Gaza avanza. Puede que los ODS hayan muerto definitivamente allí. La BBC consideraba a la Gaza de hoy “un cementerio de niños”.  Antonio Guterres insiste en lo mismo. Como escribe Olga Rodríguez en ElDiario.es «Occidente ha perdido autoridad moral y queda arrasado por su incapacidad para pedir alto y claro el fin de la masacre». 20minutos.es le dedica un canal permanente. ¿Dónde y cómo acabarán los niños y niñas gazatíes que ahora no tienen qué comer, ni agua y ven deteriorarse su salud? ¿Sabrán vivir los niños israelíes con tanto odio y rencor –suponemos- enfrentado a los gazatíes o palestinos en general?

Aunque nada más sea por la infancia hay que levantar la voz, exponer las quejas de la inhumanidad ética que cada día alcanza a más gente. Un muchos lugares del mundo cruel (Somalia, Sudán del Sur, Mali, Ucrania, Afganistán y un largo etcétera la infancia envejece demasiado pronto. En todos estos países, y en muchos más en donde las desigualdades no hacen sino crecer –también en la UE- tiene muy negro el año 2030, el de los deseos de universalidad compartida (fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, etc.).

Sean musulmanes, cristianos o de cualquier religión, los niños no deben ser sometidos a estas crueldades. Son el nexo de unión de las familias, que tardarán en olvidar la matanza. A veces solo les queda el recurso de jugar para olvidar una parte de sus desdichas. Los invasores los han convertido en santos sin ellos desearlo. Por eso no está de más ayudar a las Agencias de la ONU (Unrwa, Unicef) –estiman que en esta guerra han muerto unos 4.000 niños- o a las ONG  (Oxfam, Save the Children, Médecins Sans Frontières y otras menos conocidas) que tratan de limitar los daños sufridos en forma de socorros sanitarios o manteniendo escuelas que al final acaban destruidas. Hay que recordar que el ODS 17 clama por las alianzas múltiples para lograr los 16 anteriores.

Por eso clamamos en voz alta para que haya un alto el fuego inmediatamente, por más que sepamos que el odio vagará por las vidas y las mentes de muchos damnificados, sean israelís o palestinos. El Papa Francisco clamaba hace unos días que en el nombre de Dios parasen esta guerra para que «que se pueda socorrer a los heridos y que la ayuda llegue a la población de Gaza, donde la situación humanitaria es desesperada». Imaginamos que los dioses de las tres religiones monoteístas que también luchan por ahí lo habrán hablado ya. Seguro que la mayoría de quienes mueven esta masacre quedarán a salvo; la historia nos dirá si fueron juzgados por sus genocidios, crímenes de guerra y lesa humanidad, así lo marca el derecho internacional. Cuando redacto estas líneas Heraldo informa que Israel lanza la guerra de los hospitales. El Periódico del mismo día recoge que Israel rodea con tanques cinco hospitales de Gaza y ataca varias veces Al Shifa, el mayor hospital.

Hagamos algo para que La Cima 2030 no sea “La Sima 2030” para Oriente Medio. Por ahora no vemos ninguna estrella encima de Gaza, ni encontramos Magos a los que apelar para que apacigüen la terrible masacre física y mental.

Un diálogo con Ítalo Calvino removiendo el pasado futuro

Llegué a él desde Las ciudades invisibles. Quedé prendado de sus  recursos literarios para describir el fondo y la forma de la vida corriente. El libro había sido editado en 1970 pero lo conocí años después, cuando andaba reflexionando sobre la coherencia de la compostura urbana para gestionar los flujos materiales y las interacciones sociales; lo que entonces llamaba ecodependencia. Me encontré con ciudades inimaginables para cualquiera. No eran descripciones tipo imagen idílica o catastrófica que tanto cunden ahora por la Red. Desde entonces lo he citado en bastantes ocasiones en artículos o conferencias. Cuando tengo una duda de dirección y sentido sobre lo que pienso acudo a este librito. Es tal su esencia para explorar la existencia urbana –hoy casi todos estamos comprimidos ahí- que debería estudiarse en todas las carreras de economía o ecología. Sus ciudades son como una recolección depurada de belleza cotidiana a través del tiempo y del espacio. En ellas casi nada es lo que parece; todas ellas mutan según como se las mire. Y más todavía, cada una en singular será diferente según cada cual la interprete y en conjunto mantienen cosas en común.

A menudo me pregunto si hace más de 50 años Calvino ya sabía el devenir de muchas de nuestras ciudades. ¿Sería un adivino o quizás sabía leer como pocos las relaciones sociales? A menudo me he preguntado si esas ciudades escritas son como las nuestras vividas; acaso fueron o podrán ser. Nació hace 100 años y bien merece un reconocimiento de quien tanto le debe: por lo que alumbró o convirtió en una duda. Hace un tiempo escribía un artículo en este mismo blog en donde decía que los entramados invisibles de las ciudades no se ven directamente pero se adivinan a poco que entremos dentro de ellas.

Me imagino que soy Marco Polo, como el personaje principal de Calvino en este libro. Me veo contando la esencia urbana de ciudades diferentes. No lo hago a Kublai Khan sino para mí mismo. También se me representan en forma de crítica hacia los grandes magnates (algo o bastantes mangantes) del mundo idealizado. Podrían ser políticos o buscadores de dinero fácil; da lo mismo. Casi seguro que alguno figura en la lista Forbes de los ricos.

Si me encontrase delante de uno de ellos –ahora disfrazados de empresas respetables- le contaría que muchas ciudades que parecen ricas y prósperas a la vez, se ven envueltas en hollín y pringue. La ciudad próspera prospera a costa de la vida de sus ciudadanos. Ítalo Calvino me animaría a contarle al dirigente actual de la India que, lo denunciaba hace unos días el The Indian EXPRES, una serie de estudios han demostrado un impacto directo y grave de la contaminación del aire en el crecimiento del PIB y los niveles de ingreso per cápita. La producción de los trabajadores disminuye, menos consumidores recurren a servicios basados ​​en el consumo, la productividad de los activos se ve obstaculizada y los gastos de salud se disparan. Algo así sucedía en la Olivia de Calvino. Si bien me queda en el recuerdo amable aquello de que no  “se debe confundir nunca la ciudad con las palabras que la describen”. Aunque no acabe de entenderlo del todo. Pienso en ciudades bellas europeas, españolas. Hay concursos de belleza de ciudades y pueblos con encanto. La mercadotecnia fagocita todo. Casi siempre esas descripciones turísticas dejan al margen detalles nada agradables.

Quizás Calvino me confunde adrede cuando me invita a pensar en esas ciudades escondidas o sutiles; en aquellas otras asociadas al cielo, santificadas por no sé quién o por muchos a la vez, como le sucede a Roma. Estos días he visto la exposición sobre Pompeya en el Matadero de Madrid. Una no ciudad que lo fue y vuelve a emerger convertida en ruina por la furia del Vesubio.

Me apetece repetir una parte de algún artículo mío: Eutropia es una visión habitada donde al entrar el viajero no ve una ciudad sino muchas, como sucede en aquellas que al llegar en tren o por carretera se ven barrios marginales y chabolas aunque dominen los destellos de sus “torres que desafían al cielo con hacerlo caer”. Los títulos de las obras de Calvino componen un poema vital a nada que hagas un esfuerzo para enlazarlas: El sendero de los nidos de araña por donde camina sin dudar El barón rampante, uno de Nuestros antepasados. Otros se dedicaron a La especulación inmobiliaria aunque eso acarrease La nube de smog. Acaso se preguntaron alguna vez Si una noche de invierno un viajero… No sabemos si sería capaz de elaborar Seis propuestas para el próximo milenio (levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad, el arte de empezar y el arte de acabar). ¿Pero qué es el invierno? ¿Acaso un infierno? Busquémoslo en las muchas entradas que asociado a Calvino lo citan en Internet: 169.000 cuando escribo estas líneas.

Todo nuevo conocimiento sirve para no tragar lo que nos dan masticado. Al contrario, debemos empeñarnos en construir un mundo global mejor que el que existía en tiempos de Calvino, mucho mejor que el que nos atosiga ahora. La vida, como las ciudades de Calvino nos asombra por sus destellos de belleza que extiende a edades diferentes, según el ángulo desde donde mires. La vida está hecha de fragmentos bellos o claros mezclados con el resto que tienen o no esas propiedades. Es una suma/producto/división y resta de instantes separados por intervalos. En realidad una búsqueda secuenciada del conocimiento sin fronteras. Y a nuestro lado están los demás.

Italo Calvino

(Dominio público)

En nuestro existir compartido encontraremos momentos o partículas de verdad y de belleza junto con cosas inservibles o sufrimientos y quejas. Por eso no es extraño que el ítalo-cubano defendiese una cultura global, un conjunto complejo y a la vez unitario construido por el conocimiento y la acción. Seguramente así saldría más gente que pudiese optar a los puestos de responsabilidad política y empresarial con garantías de que no buscan el bien para sí mismos sino en las ciudades, naciones invisibles.

En 20minutos.es se ha hecho un detenido seguimiento a Ítalo Calvino y una lectura acertada de sus grandes ideas: el 5 de octubre de 2008  Nacho Segurado escribía “Fábulas minuciosas para un mundo impreciso” y el 28 de marzo de 2009 nos ilustraba con “Las ciudades ideales que nunca existieron«; el 8 de octubre de junio de 2022 escribí “Ciudades sostenibles, verbi gracia”, entre otras. Así pues invitamos a aquello que recomendaba Calvino: la lectura de los clásicos para entender futuros. Aquellos libros que guardan un tesoro para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez, en las mejores condiciones para saborearlos. Eso sí, porque leer no es solo pasar páginas. Él ya es ahora mismo, 50 años después de su muerte se ha convertido en uno de esos clásicos que hay que leer con un cuaderno y bolígrafo al lado. Así anotaremos las brillantes ideas que nos da para entender la vida presente y comentarlas por quienes la vivirán en el futuro.

Como final, reproducimos textualmente un artículo de homenaje que Andrea Rizzi (7-10-23) le dedicó recientemente en Babelia:

En un mundo que se petrifica en la monstruosidad nacionalista, en la estulticia hiperpartidista, en el embobamiento de las redes sociales, sigue siendo enriquecedor contemplar esa llama leve, exacta, rápida, visible y múltiple. La obra de Ítalo Calvino, que, nacida de grandes noes, achica la tiniebla del infierno que avanza.

La comodidad consumista tiene un alto precio para el clima y más cosas

La comodidad es un escenario mental y físico. Otra gente lo llama estado de confort. En cualquier caso tiene que ver con un periodo eventual o semipermanente en el que el individuo experimenta satisfacción con aquello que le rodea. Coincide con lo que se desea en ese momento; varía con el tiempo. Esta situación de agrado percibido depende de factores personales –sentimientos placenteros y entornos familiares/laborables confortables- y ambientales- condiciones meteorológicas principalmente y otras variables que acarician o incomodan a lo que se percibe mediante los sentidos-. La razón anda por ahí sin mucho protagonismo; se da por supuesta.

Pero la comodidad también se ve condicionada por otros parámetros que podíamos llamar ideas personales y sociales, incluso no visibles con frecuencia. Entre ellas estarían el sexo, la edad, las características físicas y biológicas. Además de la salud física o mental y el estado de ánimo. Claro que todas estas están tamizadas por la experiencia previa o la relación que se lleva a cabo entre deseos y satisfacciones. Dicho todo en plan resumido. Porque la sociedad de acogida temporal –la vida social cambia en lo accesorio pero también en lo fundamental- es una variable determinante. La sociedad frente/con el individuo son proyectos de vida. Y aquí nos introducimos en un complejo escenario. La ausencia de confort, parcial o permanente, es un regulador personal y social. Lo perverso es que el confort no es divisible para ser repartido de forma más o menos igualitaria en el universo social pleno de desigualdades. El consumo per cápita es una mentira relevante. Más todavía si se ensancha el territorio social. Recordemos que frecuentemente se compara 2023 con el año 2030, ese en el que cada cual, cada país, debe presentar sus rendimientos éticos y ambientales. El cambio climático ha venido a complicarnos el estado de confort.

Se dice que para llegar a esa comodidad o sensación de confort necesitamos cosas y atenciones. Sucede desde nuestra primera infancia. Suelen ser personales. Para lograrlo se acude al consumo de objetos o relaciones, a las situaciones percibidas -según cómo y con quién- que nos procuran felicidades varias.  Pero a medida que se nos da la posibilidad de elegir se plantean apetencias y divergencias con lo que también desean los demás. Se van consolidando una serie de códigos personales que coinciden o se oponen a lo que es una corriente social. En este trayecto aparecen el consumo y el consumismo. En pocos años nos hemos visto implicados en la orgía consumista. Esas señales, en términos globales, las emiten la adquisición de aparataje individual electrónico, el llenado de la compra de precocinados, la socialización de la moda, el repetido renovado interior de las viviendas, la compra de grandes coches sin necesidades personales o laborales, el viaje vacacional, etc. Cada vez es más grande el porcentaje de la sociedad que quiere vivir a lo grande, o vivir sin contratiempos lúdicos. Pero ¿qué pasará si el consumo global limita la disposición de materiales, suelo, alimentos y servicios tan importantes como la sanidad y la educación? ¿Cómo funcionará el clima que condiciona todo?

El consumismo es una tendencia antigua, como se puede ver es este enlace, pero muy sobredimensionada en la actualidad. Si relacionamos comodidad con consumismo nos encontramos en una situación perversa. Si las apetencias consumistas nos fallan nos agobia la incomodidad. Porque aquí entran en juego necesidades idealizadas que impregnan a muchas personas en todo el mundo. Las más visibles y deseadas, las que originan su búsqueda permanente, podrían ser las comodidades físicas, las certezas no pensadas, el placer o el lujo; todas ellas tiene sus variadas dimensiones-. Sobrevolando todo esto aparece el mercado. Este busca enriquecerse a sí mismo; a la vez puede empobrece a millones de personas. Ese que, digámoslo claramente, genera pobreza y miseria en el mundo entero –pongamos como ejemplo las camisetas de los ídolos deportivos-.

Compras de Navidad en Londres (Andy Rain / EFE / Archivo)

El crecimiento económico es casi una religión porque se asegura que produce comodidad y satisfacción de los deseos. Como la felicidad se erige en un imaginario colectivo pleno de éxitos modelados y de riquezas, las personas menos afortunadas sienten que han fracasado si no logran lo deseado. Aquí tiene bastante que ver aquello que manifestaba B. Rusell en El elogio de la duda: gran parte de las dificultades por las que el mundo se ve tan sacudido es debido a que los ignorantes se creen completamente seguros y los inteligentes no superan sus dudas cuando interpretan lo que está sucediendo. ¿Acaso hay alguien que todavía no ve la relación entre consumo y cambio climático?

Lo peor de hoy es que la gente que sí ve la relación entre el consumismo y el clima desde dos extremos: todo se relaciona o nada tiene que ver. Un ejemplo podría ser la intrincada marcha de la paquetería, que hace felices a quienes buscan la compra rápida moviendo un dedo y si no lo consiguen se sienten molestos. Pero esta práctica tiene un precio: unos tremendos impactos sobre el clima global y la salud personal o colectiva. Casi nadie duda que estamos captados por el consumismo. Pasamos en pocas décadas de los colmaditos para proveernos de lo necesario a los megacomercios con las estanterías llenas de productos presentados de forma atractiva, pero muchos no necesarios. Hay que reflexionar sobre el consumo consciente si queremos llegar en condiciones saludables a La Cima 2030.

Además de la expandida red que todo te lo trae empaquetado. Y esto tiene un alto coste ambiental –producción, transporte, distribución, desechos, etc.), social (necesidades sepultadas por caprichos consumistas, para la salud -entre otros contaminación del suelo, el aire y el agua-; tóxicos en ropa, alimentos, recipientes), etc. Ecodes lo dimensiona a la perfección porque alude al precio de la comodidad, que no solo tiene un coste económico sino que es un contravalor social, aunque personalmente nos congratule. A la vez, o lo que es todavía peor, las redes han convertido a la gente joven en la gran consumidora y publicista de ese sistema de colmar felicidades, como demuestra en esta entrada el Injuve (Instituto de la Juventud) sobre la colonización consumista de los adolescentes. Para reflexionar cada cual, para hablarlo en grupo. Acaso para ayudar a resolver/despejar estos enigmas del comportamiento, demasiadas veces ignorados,  Fuhem recomienda El fin de la sociedad del despilfarro. Ya va siendo hora de pensarlo en serio.

Tiempo y clima: abstracción de placeres y desventuras en medio de una intersección

Dicen que el 24 de octubre es el Día Internacional contra el cambio climático. No me gusta nada el “contra” porque el cambio climático es una construcción muy humanizada, a no ser que contra signifique llamar la atención de quienes están a favor o no se enteran. Hubiera preferido Día Internacional ante/bajo/cabe/con/desde/durante/entre/hacia/hasta/sobre/(versus). El gozo completo es que llevase delante el sin. Pero vayamos al asunto.

Todavía no se han acabado los ecos energéticos de la Cumbre Internacional sobre Clima y Energía 2023 celebrada el pasado 2 de octubre en Madrid. Allí estuvieron los organismos, empresas y administraciones implicadas. Me da la impresión de que la ciudadanía ni se enteró, preocupada por problemas propios y envuelta en las madejas de los partidos políticos. Entre lo que las crónicas hablan se encuentra muchas veces el deseo de incrementar los compromisos. Parece que las personas presentes en la cita se apoyaron en el reciente informe de la IEA Net Zero Roadmap: A Global Pathway to Keep the 1.5 °C Goal in Reach – 2023 Update (Un camino global para mantener el objetivo de +1,5 ºC al alcance). Este Informe de la Agencia Internacional de la Energía fue publicado en mayo de 2021, cuando la COVID-19 hacía estragos por todo el mundo. Acaso fue por eso que quedó oscurecida, o directamente ignorada. Por eso aquí vamos a recordar los acuerdos y “compromisos escritos” que se deberían revisar en la Cumbre del Clima COP 28 del año 2024, en Dubai. Son algo idealizados, acaso una abstracción. Deberían ser vinculantes, pero por lo visto hasta ahora… Decían así:

  1. Perseguir la triplicación de la capacidad de energía renovable para 2030.
  2. Duplicar la tasa de mejoras de intensidad energética global para 2030.
  3. Asegurar la reducción gradual y ordenada del uso de combustibles fósiles.
  4. Reconocimiento de la necesidad de ampliar las inversiones.
  5. Destacar el papel crítico y la oportunidad para que la industria de los combustibles fósiles rebaje las emisiones de metano de sus operaciones, con el objetivo de reducirlas en un 75% para 2030.

Durante la semana del 17-24 de octubre, la ciudad de Nueva York acogió la XV edición de la Semana del Clima 2023 bajo el tema, We Can, We Will (nosotros podemos, nosotros lo haremos). Al igual que en anteriores ediciones, lo mismo que en la Cumbre de Madrid, el evento se presentaba como una plataforma de conexión y difusión; esta vez con otros protagonistas. Volvía a poner el foco sobre el cumplimiento de los objetivos climáticos. Recordaba la importancia de tejer alianzas en torno a los compromisos asumidos por empresas, gobiernos y organizaciones. Muchos nos creemos que el cambio climático es cosa seria. Si quienes tanto piensan y hablan de ello será por algo. ¡Por supuesto que estamos contra él!

Me da la impresión de que tanto en las grandes cumbres como en la vida ciudadana no se llega al fondo de la abstracción: el clima ha cambiado y será por eso que cada día más el tiempo meteorológico se expresa con magnitudes e intensidades nunca conocidas. Menos previsibles que en el pasado, con recorridos a veces erráticos para nosotros. Vemos que hay más días de calor –con récords en muchos lugares, que las sequías cunden por todos los lados, que las tormentas o DANA sobredimensionan los efectos anteriores, que el agua de mares y océanos alcanza temperaturas nunca vistas, que los casquetes polares pierden hielo o que las tierras heladas septentrionales se calientan y dejan escapar el metano atrapado. El tiempo acapara atención en las redes y televisiones de todo el mundo.

(Pixabay)

Escribíamos hace unos años en otro periódico que no resulta fácil utilizar con corrección tiempo y clima. Sirva este de muestra, que para más inri casi coincidía con Climate Week NYC. Cuando un fenómeno meteorológico sacude puntualmente con violencia en cualquier lugar del mundo, no es raro escuchar a los periodistas que “hace un clima desapacible”, o que “en días sucesivos se prevé un empeoramiento del clima”. Seguramente les explicaron las diferencias entre tiempo y clima, cuando estudiaron. Pero es un asunto que tarda en ser asimilado; a nuestros chicos y chicas del instituto les pasa algo parecido, ven un episodio pero no entienden sucesiones. En los últimos meses hemos vivido situaciones meteorológicas extremas: sequías junto con destructoras descargas de agua. Se dan en todos los lugares del mundo, también a un lado y otro del Atlántico. Cuando se desata uno de esos eventos poco puede hacerse, excepto proteger a la población. Sin embargo, vale mucho lo que se prevé para evitar su sobredimensión: los protocolos. Así lo aseguran los hombres y mujeres de ciencia que investigan cómo anticiparlos y disminuir sus efectos. La OMM (Organización Meteorológica Mundial) constata que estos sucesos meteorológicos extremos son 4 veces más frecuentes que en 1970 y avisa de que esto puede ser el preludio de climas extremos –sucesión, continuidad, concatenación, nuevos parámetros de caracterización, mayores afecciones a los seres vivos, destrucciones de las posesiones de la gente, tragedias humanitarias, etc.

El tiempo se descontrola debido al caldeamiento global; al menos eso demuestran quienes investigan fuera de lo que explosiona “TikTok”. Detrás de todos los zarpazos del tiempo extremo, visible por ejemplo en sequías o lluvias torrenciales en territorios varios, están el calentamiento de las aguas oceánicas y la modificación de sus corrientes, que no intercambian como antes su energía con la del aire y la tierra. Además del calor del suelo, la sequedad de las plantas. El tiempo ya no es solo troposférico, sino el resultado, visible o no, de un sistema tierra-aire-suelo en interacción; acompañado de la irrupción humana. No nos damos cuenta de que el tiempo y el clima son una intersección sin contornos fijos. Se alían al presentarse entre nosotros pero no sabemos concretar su relación; o no somos capaces de mitigarla ni de adaptarnos a ella.

Una ojeada a la Máquina del Tiempo Climática (Climate Time Machine) de Global Climate Change, accesible fácilmente en Internet, ilustra la evolución en los últimos 15 años del hielo marino –un efecto visible de un cambio climático acumulado- y el consiguiente aumento del nivel del mar. También habla de la acumulación de ciertas emisiones al aire –lo cual mata a millones de personas cada año– y del incremento de la temperatura global; signos que alertan de una inflexión climática. Hasta los árboles y arbustos caducos reverdecen cada vez antes, contradiciendo lo que hasta hace unos años llamábamos primavera.

Recordaba en un artículo de hace tiempo que aunque en realidad todos somos un poco inexpertos en las interacciones meteorológicas y climáticas, afortunadamente no todos ignoramos las mismas cosas, hubiera podido decir Albert Einstein. Para no caer en los repetidos errores sobre tiempo y clima imaginemos nuestro presente y el cercano futuro mediante abstracciones del pensamiento crítico. Hagamos uso de esa capacidad intelectual que todos debemos poseer de separar un elemento de su contexto para entenderlo mejor y ver su relación con el conjunto. La perplejidad meteorológica-climática es un flash social que debemos aprovechar. Será por eso que se celebran muchas jornadas dedicadas al clima. Pero también las hay dirigidas al profesorado. Esta misma semana se extenderán por miles en todo el mundo. Me han invitado a participar en una mesa redonda en Patios por el Clima dentro del Programa Climate Week. Cada vez que intervengo en un evento de este tipo, en el que se intercambian experiencias, me pregunto qué supone el cambio climático antes y después de ese día. Las dentadas ruedas que relacionan tiempo y clima no paran de girar. Ante ellas me encuentro despistado.

Me pregunto si no seguiremos llevando en la mochila personal y colectiva aquello de los libros que presenta(ba)n los climas como algo estático en el espacio y en el tiempo, como si su distribución zonal y estacional estuviese regulada para siempre. ¿Será por eso que nos equivocamos tanto al hablar de tiempo y clima? Un filósofo monegrino, rural como pocos, me explicó por qué es tan difícil entender la diferencia: los indicadores del tiempo (subjetivo por sensaciones u objetivo mediante magnitudes) se pueden ver al momento. Para entender eso del clima hace falta anotar y ver cuántas veces pasa y cuánto mide; después proyectar. O seguir aquello que decía Aristóteles de los grados, muy simplificados, de la abstracción: primero observar lo que pasa para ver, después apreciar los “quantum” a la luz matemática, y finalmente entender la dimensión trascendental del ente –en este caso diacrónico y algo sincrónico a la vez-.

Con todo, como uno tiene todavía la cabeza de enseñante, me quedo con aquello que me parece decía J. Piaget para entender los placeres y desventuras, y lo aplico al tiempo y al clima:

  • La abstracción simple es la que permite al individuo extraer información a partir de los objetos, es decir, de la realidad sensible. Llámese fenómenos meteorológicos con sus posibles causas y sus visibles efectos. Añadamos afecciones personales.
  • La abstracción reflexiva sería la que permite al individuo extraer conocimiento –sucesión, temporalidad, magnitudes, concatenación, repetición y consolidación del modelo, variabilidad y constantes, etc.- a partir de sus acciones –intenciones o hechos- sobre la realidad sensible y compleja. Aquí se entremezclan las afecciones personales y colectivas. Además el clima no lo ve la gente, ni la mayoría lo infiere a lo largo de su vida.

Ambas suponen en algún momento placeres o desventuras. Afectan a poca gente o mucha, la biodiversidad no se salva de incentivos varios. ¡Hasta la geología se hace ver! Y sobre todas una ecosociedad que bastantes veces no comprende. Imaginen si hay mucha abstracción simple o reflexiva en The age of stupid (La era de la estupidez) producido en 2009. Rtve realizó un muy buen reportaje. En el sitio del Ministerio de Transición Ecológica se accede a la película completa en Youtube. Nadie debería perdérsela; es entretenida y se formula cantidad de preguntas sobre el comportamiento humano. Y a partir de ahí apreciar las venturas y desventuras del tiempo y del clima, movidos en la dimensión cambiante de sus incertidumbres.

Un Mundial 2030 entre calores, dineros y acciones contaminantes (debería mirar más a los ODS y a los derechos humanos)

La concesión de la celebración del Mundial de fútbol 2030 a Portugal, España y Marruecos mereció grandes titulares y comentarios de los medios de comunicación. Vaya mi respeto para quienes lo consideran un hito para su ciudad o país. Sus razones tendrán. En el momento de decidir en qué ciudades españolas corre la pelota mundial habrá peleas entre ellas. Los intereses comerciales, las ayudas o subvenciones de difícil encaje, las opiniones cruzadas entre políticos a favor o en contra rodarán de un campo a otro. Y muchas más cosas que iremos viendo durante este año y el siguiente. Ante ese barullo, nos atrevemos a aportar algunas ideas para el debate sosegado:

Si pensamos en un hito mundial

No es lo mismo que, en un año tan señalado en el calendario (Mundial y para el cumplimiento de los ODS), se magnifique más en cada país la consecución de un título que la evaluación de las metas conseguidas en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y Agendas 2030; al menos en los países participantes.

No es lo mismo competir en el Mundial en 2030 que celebrar que en ese año haya habido avances considerables en la metas ODS y crezcan las Agendas 2030 en todo el mundo.

No es lo mismo un mundial en el que las multinacionales que lo patrocinan dedican el 10 % de lo gastado a promocionar el deporte de base y de colectivos con dificultades varias –físicas y mentales- que un mundial sensible solamente a los dineros para los ganadores, los anunciantes o los jefazos de la FIFA.

Si identificamos coste-beneficio social

No es lo mismo jugar al fútbol que jugar con el fútbol. Lo primero lo hacen millones de niños y niñas, también gente de más edad; lo segundo unos cuantos mandatarios que manejan el pelotón que a todos encandila. Más de una vez porque asocian tal o cual equipo al patrimonio patriótico inmaterial.

No es lo mismo un torneo restringido a esos lugares antes mencionados que otro que intenta colonizar las Américas, como este que se dice que antes de llegar por aquí se habrá paseado por Uruguay, Argentina y Paraguay; con el disgusto de Chile.

No es lo mismo un mundial como el de Qatar que celebró posiblemente en construcciones manchadas de explotación que otro en los que prime la consideración de salud de los trabajadores.

No es lo mismo hacer las cosas porque sí que plantearlas para que sirvan a un reequilibrio geoestratégico algo deteriorado entre Marruecos y los dos estados peninsulares.

No son lo mismo los intereses políticos de la FIFA que la resolución de problemas de relación entre países. Hoy casi nadie cree en la diplomacia del ping pon.

No es lo mismo un evento de tanto seguimiento mundial que se implique en resaltar los valores ecológicos de la vida que otro que busque la incitación al consumo de productos de las marcas patrocinadoras.

Si tenemos en cuenta la relación entre gastos e ingresos

No es lo mismo un mundial a pérdidas que otro que supone ganancias dedicadas a la mejora de las desigualdades por las ciudades que pasa.

No es lo mismo un mundial que reparte las pérdidas económicas en los presupuestos de cada país que otro que obliga a que las asuma la FIFA.

No es lo mismo construir campos de fútbol con la excusa del mundial, o solo para el fútbol, que levantar instalaciones deportivas que tengan un valor añadido por su uso posterior, abiertas a clubes pequeños y asociaciones deportivas y sociales.

No es lo mismo emplear los dineros en la relación balompédica entre los vecinos ibéricos que hacerlo para la conexión de alta velocidad entre ellos y con Europa para tener lazos permanentes de la gente.

Si nos atenemos a las previsiones meteorológicas y climáticas

No es lo mismo celebrar un mundial en otoño-invierno-primavera que un torneo en verano en la península Ibérica y Marruecos. Aquí las previsiones de temperatura para entonces. Un grupo de científicos climáticos ha justificado por qué no es lo mismo.

No es lo mismo la práctica saludable del deporte con una temperatura en torno a 25 ºC que soportar los más de 30 ºC corriendo con el consiguiente peligro para la salud de quienes juegan. También de quienes miran o se desplazan desde lejos.

No es lo mismo celebrar dos partidos y ajustar horarios al calor que programar alrededor de 100 encuentros para el Mundial 2030.

No es lo mismo celebrar el mundial en verano en unos campos de juego con autorregulación del aire sin gastos energéticos que otro con asientos refrigerados.

Si consideramos el gran beneficio para la salud física y mental que supone la práctica deportiva

No es lo mismo el fútbol como deporte escolar, desde la primaria hasta la universidad que la cantidad de torneos de todas clases que inundan las relaciones nacionales e internacionales.

No es lo mismo el fútbol adaptado con equipos heterogéneos que la exhibición rutilante de las estrellas balompédicas.

No es lo mismo ser campeones mundiales de fútbol que la muchachada de Campeones, de sueños.

No es lo mismo el equipo de mi pueblo, movido por la afición y costoso económicamente para quienes lo practican, que las “Champions y rechampions” que los dirigentes internacionales –con sueldos estratosféricos-, se inventan en connivencia con los entramados comerciales y políticos.

Si nos fijamos en la contaminación del aire por emisiones de dióxido de carbono y otras partículas

No es lo mismo para buena parte de la ciudadanía se entusiasme con un mundial casi Zero emisiones netas que ignorar la maraña de viajes en avión que dicen van a oscurecer los cielos de medio mundo y contaminar el aire , calentarlo, casi tanto como provocaría alguna erupción volcánica.

No es lo mismo ir caminando al estadio que mover a millones de personas en avión por medio mundo.

No es lo mismo un mundial programado para las apetencias de los anunciantes o posibles transmisiones que otro que busca lo mejor –económico y ambiental- para los futbolistas y quienes acuden a los estadios a verlos.

Si valoramos la necesaria lucha para conseguir la equidad y reducir desigualdades

No es lo mismo conseguir que muchas mujeres y hombres practiquen fútbol que miles de millones de personas se sienten delante de los televisores para entretenerse, y de paso consumir y ser bombardeados por la publicidad de las grandes empresas multinacionales.

No es lo mismo que el mundial sea de hombres que si hubiera sido de chicas. Siempre quedará la duda de cómo hubiera reaccionado el mundo árabe y otros países musulmanes.

No es lo mismo un campeonato que responde a intereses políticos que otro que mira principalmente a los crecimientos éticos – en DD.HH. y contra la discriminación-y haga propaganda de ellos. La misma FIFA lo dice.

No es lo mismo un mundial de fútbol en el que sus protagonistas –incluidos los mandamases de la FIFA que cobran sueldos millonarios- dedicasen el 7 % de sus beneficios a la reparación de las desigualdades de las personas de los países anfitriones que un mundial que solo engorda las carteras de unos cuantos.

No es lo mismo que las noticias del fútbol oscurezcan las mundiales violaciones de los derechos humanos que previamente a cada partido se haga una defensa explícita de los DD.HH.

No es lo mismo la política balompédica que la poliética de las Agendas 2030; aunque sea, incluso mejor que sea, en contextos lúdicos y a la vez comprometidos.

No es lo mismo un mundial que ponga en su ideario constantemente la universalización de los derechos humanos, con actividades coincidentes con los partidos o en otros escenarios de la sede, que otro que soslaye estos temas durante la celebración de la gran contienda mundial.

Nunca debe entenderse que la crítica con las razones expuestas y muchas más es oponerse. Hace falta un estudio profundo de todo lo fundamental y accesorio de los dos eventos mundiales del año 2030. Se nos ocurre que la lucha contra las desigualdades (no deportivas o sí) podría ser la bandera que los una y empuje avances mundiales de los ODS. Quedan 7 años para construir ideario social de lo trascendente, de lo permanente, de aquello que hace más llevadera la vida de la gente que menos cuenta.

Casi nada es lo mismo en el concierto mundial si alguien escucha las palabras del Secretario General de la ONU Antonio Guterres. Un portugués que habla del mundo humanitario y alerta sobre los calores incentivados. Suponemos que no se le verá mucho por los estadios, como no sean los de su país.

No es lo mismo… EL AÑO DE RENDIR CUENTAS DE LOS ODS QUE UN MUNDIAL DE FÚTBOL. ¿O no?

(EFE/ARCHIVO)

Las agendas 2030 de los inmigrantes y sus países

Casi cada día los medios de comunicación nos traen noticias de la llegada de mujeres y hombres, también niños, a las Islas Canarias y a zonas costeras del Mediterráneo comunitario. Buena parte de ellos no habrán oído hablar de las Agendas 2030 –que buscaban la desaparición del hambre y la pobreza mundiales entre otras muchas cosas-. En sus países, el silencio humanitario es una nada sepultada por intereses diversos de quienes allí mandan o de las naciones y compañías que les usurparon su porvenir.

Imagen de archivo de la llegada de un grupo de inmigrantes en patera a Motril (EFE).

Se cumplen ahora 8 años desde que publiqué en el blog Ecos de Celtiberia Inmigrantes emigrados, aislados en cuadrículas verbales de soliloquios escritos con tinta de un color indeterminado, pero claramente evanescente. A propósito de la corriente de migrantes que huían de Siria y otros países en dirección a la rica Europa. Desde entonces hemos acumulado demasiados sucesos que han tenido a los migrantes como protagonistas. No me resisto a publicar parte de lo que recogía la entrada:

Salieron para llegar. Llegan y nadie los quiere. No saben donde se encuentran aunque tengan mapas y GPS. Se miran desconsolados, chillan la verdad pero nadie la escucha, o no entiende esa verdad. Muchos de los que arribaban eran encajonados en tierras de frontera física y combate ideológico, como si se mantuviesen en cuadrículas de estabulación. Los políticos dicen mucho aunque no hablen. Cuando soliloquian ya nadie los cree, o las conciencias se sienten agarrotadas y no pueden decir ¡Basta ya! Al poco tiempo los migrantes desaparecieron de las portadas de los periódicos; son evanescentes.

Por las mismas fechas, los líderes mundiales –en el marco de la ONU- adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo de esta tiene metas específicas que debían alcanzarse en los siguientes 15 años.

Ahora estamos más o menos a la mitad del tiempo programado, año 2030, para rellenar las Agendas 2030. Por este motivo recogía en mi blog en julio de este año “La tragedia y el odio creciente sacuden varias veces a los inmigrantes”. Me siento obligado a repetir lo que entonces decía, una reflexión algo musicada para hacer más llevadera la desilusión, o para reclamar la acción para la esperanza.

Asustados estamos de la pandemia de odio que se está generalizando en Europa, en España incluso en los parlamentos y gobiernos regionales. ¿Qué será pasado mañana? España fue mucho tiempo lugar de salida, de búsqueda de una vida mejor. Juanito Valderrama puso canción a las añoranzas pero se dejó olvidado el sufrimiento. La huida de los migrantes, lo que dejan atrás, les hará sentirse extranjeros allá donde vayan, como canta Bunbury.

Hace ya casi seis años que publicamos, tras un verano sangriento, esta entrada en el blog: 6.300: algo más que el número de migrantes rescatados del Mediterráneo en un solo día. Es una tragedia humanitaria que lastrará para siempre la ética global. La podríamos publicar cada mes. También preguntarnos cada día por qué ese rechazo a los extranjeros. Los detentadores del odio deberían explicarnos sus razones. Nosotros a escuchar con atención aquello que dijo Leonard Cohen en Le partisan.

Asusta pensar lo que hay detrás de esa gente que va en la barca, que salta al agua en busca de un agarradero que le abra las puertas de la vida. ¿Cuántos de los más de 5 millones que habitan en España llegaron así? Tragedia tras tragedia; aquí encontraron casi siempre exclusiones y odios.

Cada vez aumenta más rápido el número de inmigrantes fallecidos. Han transcurrido seis años y la indiferencia social no deja que entre en su mente la solidaridad. Más bien gana terreno el odio al inmigrante pobre, mal vestido; mucho peor si no es blanco. No si es estrella de un deporte, aunque el odio a los futbolistas negros se especifica en varios campos de España. Es negro simiesco el del otro equipo y es jugador admirable el del nuestro, mucho más si mete goles. Asusta pensar lo que habrá detrás de las palabras del señor Abascal asimilando extranjeros y delincuencia. El fomento del odio es un delito que debería tener responsabilidad penal, más aún si lo promueve un jefe de estado como Viktor Urban en Hungría.

Aunque nada más fuera por egoísmo laboral tendríamos que llamarlos. Dentro de unos años la mano de obra en determinados sectores económicos será casi toda extranjera. Los xenófobos pedirán echarlos aunque se hunda nuestra economía para salvar nuestra identidad religiosa y política, como en cierta manera ocurrió (1609) en algunas zonas de España con los moriscos. Qué añadir al pensamiento de los europeos-as hace año y medio: sobran inmigrantes.

Caminando fronteras denuncia que 951 personas han perdido la vida en su intento de llegar a España en lo que llevamos de 2023. En su intento de llevar una vida compartida con el continente donde ellos imaginaban que reinaba la ética y la democracia. Allí donde hoy, suma y sigue, los partidos políticos que quieren expulsar al inmigrante como primera acción política entran en los Parlamentos y Gobiernos -votados también por gente de buena fe que se deja arrastrar por sus mentiras-. Miedo da pensar qué son capaces de hacer los votados y sus votantes. Unámonos en torno a las palabras de Manu Chao, para evitar llamar clandestino o sin papeles a aquellos que de forma no regularizada llegan a Europa.

Imagen de archivo de una patera en la que viajaban 13 inmigrantes fallecidos frente a la costa de Melilla. (EFE/GUARDIA CIVIL)

Nos quedamos con la tristeza amable, a pesar de eso reivindicativa, de Georges Moustaki y Zazie en La métèque. Hablan de alguien con facha de extranjero, judío errante y pastor griego. Para que hagamos de cada día una eternidad de reconocimiento a los extranjeros, como Nícola di Bari versionaba en español la canción del griego errante. Sin ellos poco más de nada seremos nosotros de aquí en adelante.

Nos hemos asomado al Informe de Desarrollo Sostenible 2023. Allí se dice que: «Por tercer año consecutivo, no hay avances en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel mundial y el mundo corre el riesgo de perder una década de avances. Allí se pide que se revise la arquitectura financiera mundial para hacer frente al déficit crónico de financiación de los ODS. También que  España mantiene la posición número 16 del Índice ODS, encabezado en las 20 primeras posiciones por países europeos».

Pero también hemos mirado hacia las Agendas 2030 en África, el continente que aporta mayor número de migrantes que intentar llegar a países donde son algo de verdad los ODS. Hemos encontrado que un camino hacia los ODS en silenciar las armas en África. También que se necesita una acción acelerada para que África alcance los ODS y las metas de “la agenda 2063”. Que según Ayuda en Acción la Agenda 2030 es el mayor desafío para África. Que el International Science Council está implementando propuestas desde un programa de investigación conocido como Investigación integrada líder para la Agenda 2030 en África (LIRA 2030 África). Pero también hemos leído en SDGN el estudio sobre cómo van los ODS en África. Decepciones múltiples en el horizonte.

Varios periódicos europeos mantienen una página dedicada exclusivamente a los migrantes. 20minutos también. Parece que es un asunto del que se quiere informar a los lectores porque es importante entender las variables de la migración y las ventajas de llevar a cabo un buen acogimiento. El flujo no hace sino crecer. A fecha de hoy habrán llegado en 2023 más de 11.000 migrantes a las Islas Canarias. El ánimo se nos viene abajo cuando EE UU va a hacer crecer su muro “trumpiano”. Además, parece que la Cumbre de la UE, que se celebró en Granada durante estos días, va a suponer a corto o medio plazo una política mucho más restrictiva hacia la inmigración. Lo ha encaminado con maniobras nada humanitarias que impulsan Víktor Orban (Hungría), Giorgia Meloni (Italia) y compañía. Atentos a cómo tratan a partir ahora a los migrantes en ambos lugares y en la democrática Unión Europea.

España a la cabeza del regadío europeo, ¿sin agua?

La sequía parece que llegó para quedarse. Ni pongo ni quito, el regadío es así. Mucha agua, más de la que tenemos, para satisfacer tanto el sustento de pequeños agricultores como la ambición de algunos particulares y empresas. O lo que es lo mismo: rebasar los límites puede llevar al desabastecimiento de lo anteriormente poseído. En esta España diversa -¿sucederá así en el resto del mundo?- los mandamases políticos suelen prometer sabiendo que no se puede dar. Con el agua pronunciada en los mítines políticos se colmarían todos los embalses de España e incluso tendríamos que abrir los aliviaderos. Porque de lo que se trata es de prometer agua para extender los regadíos, poco o casi nada se dice de abastecer las necesidades de los domicilios con agua de calidad. Dicho de otra forma: el maná de los embaucadores se adueña de las necesidades de los regantes expectantes; algunos algo ambiciosos. El esperpento aumenta cuando uno lee que los particulares han llenado más de una vez sus piscinas, particulares, previendo que la sequía se impusiese. Como así ha sido. En este país sigue vigente lo del “agua mía y los demás que se las apañen”. Pongamos por ejemplo el trasvase del Tajo y las diatribas políticas entre los cedentes (Castilla-La Mancha) y los regantes expectantes (la zona levantina, incluidos los aniquiladores del Mar Menor). Pero vino la sequía y se produjo la escasez de agua.

Consuegra (Toledo). La orografía del terreno evacúa el agua de lluvia por la zona oscurecida y, cuando no hay agua, deja la marca del cauce que provoca. España ya tiene el 75% de su territorio en riesgo de desertificación. Y, con la emergencia climática, el problema crecerá. (Pedro Armestre/GREENPEACE)

Luego está el asunto de Doñana que es el prototipo de lo que nunca se debe hacer. Por sus orillas reina (ba) el regadío a mansalva. Más y más pozos para tener agua para regadíos enormemente exigentes. ¿Y el Parque Nacional? Bah, eso da de comer a unos pocos, no se puede comparar con nuestras frutas y verduras. Pero vino la sequía. El daño reputacional que están provocando a la biodiversidad ecosistémica de Doñana y de la marca España es muy grave. La Unión Europea dejaba bien claro que no aprobará nunca el plan del Gobierno PP-VOX andaluz. Asunto que en el pasado abril fue motivo de muchos titulares, casi todos contrarios a las maniobras extractivas. Unos meses antes ya había sido noticia en Los Angeles Times lo que debería gastar el gobierno de España en la restitución de los daños más visibles. Si quieren aquí tienen un aluvión de opiniones, a favor y en contra del expolio, que la maniobra del Gobierno andaluz generó en muchos medios de información. The Guardian también recogió el sinsentido hidrológico en su edición en español.

Luego está el agua urbana, la demanda no crece demasiado sin duda debido a una mayor conciencia ciudadana y a las medidas tomadas por los municipios. Aún así las pérdidas de red son escandalosas en algunos lugares. Resultaba esclarecedor el reportaje emitido por Rtve en febrero titulado Agua a la fuga. España pierde agua por un tubo. Resulta escandaloso conocer que España pierde cada año más de 700 hectómetros cúbicos de agua. ¿Pero cómo es posible? Pues sí, sumen fugas a averías y lo entenderán. Los tubos de las redes de abastecimiento hacen aguas. Más o menos esas pérdidas suponen unos 700.000 millones de litros. Lo que equivaldría  al consumo doméstico anual de casi 14 millones de personas. Ahora va el esperpento elevado a la enésima potencia. En el mismo reportaje se comentaba que una fuga de 2 litros por segundo en el abastecimiento a Badalona alimentaba la riera del Canyet desde hace “más de 17 años”.

Recuerdo haber escrito hace tiempo (el 9 de octubre de 2019), en mi blog Eco’s de Celtiberia, un artículo que se titulaba Agua con cuentagotas. Reproduzco aquí una parte para recordar que esto se va a hacer estructural, si no lo es ya. También quería llamar la atención de que no es lo mismo sequía que escasez.

Ya nos disculparán pero esta entrada está teñida de pesimismo, o si lo prefieren, de negatividad. Agua que habla de sequía, en forma de falta del líquido que plantas y animales necesitan, y de silencio, escasa preocupación ante el déficit hídrico que sufre todo el país; mal asunto cuando coinciden ambas ausencias. Los datos del agua acumulada en los embalses alertan sobre lo que puede pasar. Las demandas de más agua no dejan de crecer. Qué nos dirían los ríos si les preguntásemos, pues hace tiempo que perdieron sus caudales ecológicos sanadores. Además, cada vez los veranos -más calor que evapora y menos lluvia- duran más.

Mucha gente se despreocupa del asunto; ya lloverá, se dicen, seguros de que los cielos tienen memoria. Además siempre ha habido sequías en España. ¿Quién de nosotros se pregunta por la sequía actual? Ni siquiera hace caso a los negros augurios que nos presentan la gente que sabe y mide. Además, el agua no fluye por los circuitos de nuestros políticos, ocupados en batallas entre ellos para dilucidar quiénes lo hacer peor. Pero, por si les llega el sonido del agua les decimos en voz alta: podemos estar a las puertas de una situación de emergencia. Empiecen a conjugar sequía con escasez; no es lo mismo.

No se nos olvide que el agua tiene una dimensión, o mucha, intrínsecamente global, en percepción y uso. Si la vemos así, secará menos. Pero no queremos engañarles: por todo el mundo, el agua está en crisis. En realidad somos nosotros, pues no sabemos combinar escasez con sequías.

En algún otro artículo me preguntaba ¿de quién es el agua? ¿Alguien por ahí sabría contestarme y demostrarme su opinión con argumentos limpios? No nos olvidamos de hablar de los embalses. En lo que va de verano han perdido 84 billones de litros de agua, dato recogido por varios periódicos. Lo que ha conducido a que la reserva hídrica acumule catorce semanas de caídas a pesar de vivir tres meses muy húmedos (lluvias torrenciales), según la Aemet.

Como no podría faltar, aquí va el mapa de la reserva hídrica hace unos días.

Por si quieren ampliar más la visión aquí les dejamos el enlace al mapa de regadíos de España y muchas más cosas de interés elaborado por EOM (El Orden Mundial) en mayo de este año. Por cierto, ¿qué consecuencias tiene que España esté (estaba) a la cabeza del regadío europeo?