Entristece hablar de estas cosas. Parece que reflexionar sobre la crisis climática es avanzar una necrológica. Pero lo será mucho más si nos desentendemos y no alentamos una transformación de vida que a todos nos beneficia. Porque, mal que nos pese, el desarrollo llamado sostenible es en realidad insostenible, el anatema llamado decrecimiento es cada vez más inexcusable. Por muchas razones, entre ellas que se confunde calidad de vida con niveles de consumo. Que nos han ocultado que consumo no es lo mismo que consumismo, inducido no por necesidad sino para servir a las grandes compañías que mueven los hilos de nuestras vidas. Por eso nos cuesta tanto asumir la situación actual, la propia y la que afecta a las poblaciones más vulnerables. Recordamos que Carlos Taibo razonaba que crecimiento no es siempre positivo si lleva muchas maldades detrás; que decrecimiento no tiene por qué ser negativo si nos acarrea bondades.
En esta entrada vamos a recoger lo expuesto por el WRI (World Ressources Institute) a propósito del informe AR6 elaborado por el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático) 2023, que será el último hasta 2030. Por tanto, es como nuestra lectura social de cabecera para tratar de mitigar los problemas venideros y adaptar nuestras vidas a situaciones no deseadas, que se han ido de las manos ante la indiferencia global. Mucha culpa la han tenido las grandes energéticas –enriquecidas casi hasta el infinito posible en tiempos de crisis- que con sus lobbies han engañado a todo el mundo, desde nuestros políticos y los de Bruselas hasta a cualquier mandatario de un recóndito lugar. ¿Y si aún quedara una rendija de esperanza climática? Sería en realidad una justicia global si conseguimos mitigar los perversos efectos de la crisis climática y adaptar nuestra vida futura teniendo en cuenta que hay situaciones que ya son irreversibles. Sobre todo para los jóvenes que, como evidencia el informe, verán muy dañadas sus vidas presentes y futuras.
El informe plantea alguna esperanza pero conforma a la vez una estampa global sombría. En sus casi 8.000 páginas el AR6, así se titula el documento, detalla de forma pormenorizada bastantes de los graves efectos que el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ya ha tenido en el mundo. Varios factores han provocado la pérdida de medios de subsistencia, una fragmentación en la aldea global y de comunidades, se han llevado por delante muchas viviendas en episodios ciclónicos o en inundaciones severas, además de otras calamidades. Pero los riesgos serán cada vez más peligrosos, recurrentes e irreversibles si no hay cambios en el rumbo de las emisiones atmosféricas, si seguimos emponzoñando los mares y otras malas prácticas como la deforestación global.
En resumen dice más o menos así:
- Debido al calentamiento antropizado perceptible en el incremento de 1,1 ºC, se han provocado cambios climáticos extremos con efectos graves en el nivel de los mares, en el retroceso de los glaciares, en la acidificación de los océanos, el deshielo del permafrost y los glaciares, y múltiples trastornos en la biodiversidad global.
- Los trastornos climáticos en las personas son más generalizados y severos de lo que se pensaba. Por eso cabe aventurar que los riesgos futuros se incrementarán con cada fracción de grado de calentamiento. Ya está sucediendo con virulencia en lugares concretos. El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, hablaba de que ya hay fijado un «atlas del sufrimiento humano y una acusación condenatoria del liderazgo climático fallido».
- Tras las limitadas medidas de adaptación – en gran medida a pequeña escala, reactivas e incrementables, y la mayoría se centra en los impactos inmediatos o los riesgos a corto plazo- apenas pueden generar resiliencia de manera efectiva, se necesita un mayor financiamiento para aumentar la escala y magnitud de las incipientes soluciones.
- Por desgracia, algunos de los impactos climáticos medidos objetivamente son tan severos ya que no se pueden adaptar, lo que genera enormes pérdidas y daños irreparables. Bastante más abultadas en lugares concretos, que suelen coincidir con los espacios que habitan personas más vulnerables y sostienen biodiversidades más frágiles. Si bien en la COP27 se establecieron acuerdos de financiación, incluso se marcó un fondo específico, todavía no se han detallado como se hace frente a esas ayudas de financiación que necesitan además concretar detalles sobre su adecuación, accesibilidad y previsibilidad de estos flujos financieros para aquellos lugares que experimentan mayores pérdidas y daños.
- Si las emisiones globales de GEI alcanzaran el máximo de 1,5 ºC antes de 2025 sería un desastre. Por eso habría que reducir ya drásticamente las emisiones. Aunque ha habido reducciones ciertos años y en según qué países, habría que alcanzar una reducción del 45 % en comparación con las proyecciones basadas en las políticas actualmente vigentes para llegar a 1,5 °C y 30 % para 2°C.
- Sin paliativos, el mundo debe alejarse rápidamente de la quema de combustibles fósiles, la causa número uno de la crisis climática. En el mismo horizonte de limitar el calentamiento a 1,5 grados C, el uso global de carbón se reduce en un 95 % para 2050, el petróleo se reduce en un 60 % aproximadamente y el gas en un 45 %. Pero cuidado, algunos bancos multilaterales de desarrollo continúan invirtiendo en nueva capacidad de carbón.
- “Si bien los combustibles fósiles son la fuente número uno de emisiones de GEI, se necesitan reducciones profundas de las emisiones en toda la sociedad para combatir la crisis climática. La generación de energía, los edificios, la industria y el transporte son responsables de cerca del 80 % de las emisiones globales, mientras que la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra representan el resto.
- Hay que eliminar el carbono ya presente en la atmósfera. Esto se puede lograr mediante soluciones naturales, como secuestrar y almacenar carbono en los árboles y el suelo, con tecnologías más incipientes que extraen dióxido de carbono directamente del aire.
- El financiamiento climático debe aumentar drásticamente en esta década, tanto para la mitigación como para la adaptación.
- El cambio climático, así como nuestros esfuerzos colectivos para adaptarnos y mitigarlo, exacerbarán la inequidad si no logramos garantizar una transición justa. Si bien los hogares con ingresos en el 10 % superior -la mayor parte en los países desarrollados- emiten más del 45 % de los GEI del mundo, mientras que las familias que ganan en el 50 % inferior representan el 15 % como máximo. De hecho, en la actualidad alrededor de 3.500 millones de personas viven en países muy vulnerables a los impactos climáticos, con puntos críticos globales concentrados en el Ártico, América Central y del Sur, los pequeños estados insulares en desarrollo, el sur de Asia y gran parte del África subsahariana.
Cuesta asumir todo esto desde nuestro mundo de confort. Pero si se mira bien algo de miedo da el futuro. Lo repetimos, aunque quienes hayan llegado hasta aquí ya lo sepan: el AR6 del IPCC deja en claro que los riesgos de la inacción sobre el clima son inmensos y el camino a seguir requiere un cambio a una escala nunca antes vista. Jamás hemos tenido más información sobre la gravedad de la emergencia climática y sus impactos en cascada, o sobre lo que se debe hacer para reducir la intensificación de los riesgos. Por eso, todavía es posible limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados C pero solo si actuamos de inmediato. Hay que animar sobre todo el sentimiento en los jóvenes de su poder transformador frente el cambio climático.

Algo anda torcido en el Museo Leopold de Viena. Obras maestras cuelgan en un ángulo equivocado de varios grados, en una metáfora visual de cómo un pequeño aumento en la temperatura global del planeta puede tener efectos catastróficos. (EFE/ Antonio Sánchez Solís)
Ha quedado muy extenso pero aquí lo dejo para que lo relean los jóvenes y quienes ya no lo somos en el año 2025, y cinco años más tarde.
Posdata. Dicen que el día 26 de marzo se celebraba el Día Mundial del Clima.