El sobrepaso al planeta es un ‘sobrerriesgo’ total

La Cima 2030 cada ver se ve un poco menos nítida, dicen algunos. Otros opinan que con tantas exigencias está creciendo en altura, cual si fuera volcán que emerge del subsuelo. ¿Quién sabe cuál de las dos razones es más importante? ¿Acaso ambas o ninguna? La cognición surge en la escucha de la realidad diaria. Cuando participo en reuniones sobre transiciones, se comenta que se está poniendo cada vez más complicado conciliar la vida de los 8.107.280.909 habitantes -cuando escribo el artículo- con el escenario múltiple. Por cierto, quien lo desee  puede conocer los que somos cuando lo lea entrando simplemente aquí. Si la población total, y con ella los recursos que vamos utilizando y las acciones que provocamos, sigue aumentado también lo hará la diferencia entre un planeta que produce cosas y las cosas que nosotros empleamos; seguro que va disminuyendo hasta alcanzar cifras negativas. Hasta hace 100 años, por poner una fecha, este planeta y su biodiversidad ha tenido la necesidad de sostener la vida sin sufrir muy graves o irreversibles. El número creciente  de gente, con más necesidades o apetitos consumistas tambaleaba la relación ecosocial. Pero incluso así, casi siempre al final de año se añadía algo a la despensa vital, la de todos. Eran otros tiempos.

Cada año gastamos antes lo que se genera, produce, crece en el planeta durante los 365 que lo componen. Algunos países lo sobrepasan antes, de ahí que se haya identificado el Día del Sobrepaso. En esta ocasión vamos a centrarnos en las apetencias de la Unión Europea en relación con las reservas acumuladas. Pues bien, si el conjunto de la Unión tuviese que mantenerse con lo que genera en los 366 días de 2024 sufriría inanición y más cosas. En estas fechas ya ha gastado todo: 125 días antes de que acabe el año. La cosa sería muy seria, si no hubiera aún remanentes o nos aprovechamos de lo que no gastan otros.

Imaginemos que los habitantes totales reseñados en el momento de la consulta en internet consumiesen como nosotros. Hace días que ya habríamos agotado todos los recursos que el planeta y su biodiversidad nos darán este 2024. Me pregunto si no sería menor decir que le quitamos, porque algunos son irremplazables. Mucho peor: necesitaríamos el triple que da la Tierra, y eso no es bueno.

Me da por pensar en aquel Pacto Verde Europeo, que tanto bombo suscitó cuando se formalizó, diciembre de 2019. Vuelvo a anotar sus intenciones más sobresalientes:

  • Lograr la neutralidad climática en 2050
  • Transformar nuestras economías y sociedades
  • Hacer que el transporte sea sostenible para todos
  • Liderar la tercera revolución industrial
  • Limpiar nuestro sistema energético
  • Renovar los edificios para lograr un estilo de vida más ecológico
  • Colaborar con el planeta para proteger la naturaleza y la salud
  • Impulsar la lucha contra el cambio climático a escala mundial

Según entiendo, que no es decir mucho pues soy un simple ciudadano, contiene pormenores y pone fechas al ideal de transición europea que muchos nos hacemos. No diremos que no pueda ser, pero necesita una relectura y readaptación. Para empezar recomendamos que sea la hoja de ruta de las administraciones europea, española, autonómica y municipal. Pero por lo que parece no es así, y es una pena pues poco a poco se consigue mucho. ¿Qué sucederá si un conjunto de interrelaciones ambientales, económicas y sociales nos vienen de sopetón?

Vuelvo otra vez al día del sobrepaso. No lo decimos nosotros. Nos lo recuerda META de European Environmental Bureau. Nos avisa de que los líderes europeos se hacen los despistados; optaron por reducir la ambición verde de Europa a dos líneas cortas en el borrador de las prioridades estratégicas para los próximos cinco años. Mal asunto.

Ante este desatino 317 organizaciones de la sociedad civil se han dirigido a los líderes de la UE para que despierten, tanto ellos como la ciudadanía. No se puede recular en la visible triple crisis de la naturaleza, el clima y la contaminación después de las próximas elecciones europeas de junio. En una carta abierta, nos representan a millones de ciudadanos que nos ilusionamos con aquello de la transición justa, advierten de lo que puede suceder. De forma especial, hacen un llamado a los líderes de la UE para que actúen antes de que sea demasiado tarde. Esto pasa por intensificar sus compromisos ambientales para las generaciones venideras, a las que estamos condenados al estrés permanente; para que se ocupen de salvar a los ciudadanos e industrias actuales que ya sufren los efectos de la crisis climática. Todos debemos mitigar sus consecuencias y adaptarnos a los nuevos tiempos que vendrán. Seguro que algo distinto va a regir el mundo, no sabemos ni cuándo ni dónde más o menos. Permanezcamos alerta y retrasemos cuanto podamos los siguientes días de sobrepaso de la ecosociedad que formamos.

¡Pero si es que hasta lo dice el Banco Mundial!, que no se caracterizaba por acercarse especialmente a posiciones reales (no de márquetin) por el medioambiente. Si no me creen, consulten The Global Report 2024. Terminamos con un mensaje con el que acaba el informe META: elijamos la esperanza. Si se quiere aún se puede.

Varios peatones caminan por las calles en los alrededores del Consejo Europeo, en Bruselas (Stephanie Lecocq / EFE)

Algunas razones para apoyar a UNRWA

Es de todos conocido que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWAUnited Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East, por sus siglas en inglés) se empeña en paliar un poco las desgracias que inundan la vida de los refugiados palestinos que sobreviven, malviven, en Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania y la Franja de Gaza. Su acción reparadora no viene de ahora. Se creó en octubre de 1949 para socorrer a los palestinos expulsados (unos 700.000) tras la guerra árabe-israelí de 1948 y la creación del estado de Israel. Personas que quedaron a la intemperie física y mental. Por tanto, hace muchos años que mantiene escuelas y hospitales, presta los servicios sociales y ayuda de emergencia, intenta empujar el desarrollo económico a través de proyectos sencillos. Soluciones temporales que duran ya 76 años.

En aquellos territorios olvidados la vida de las personas refugiadas, extranjeros porque son palestinos, ¡vale tan poco! En 2017, antes de la guerra que ahora nos conmueve, la propia UNRWA cifraba los refugiados en casi 6.000.000. Ahora, tras los atentados terroristas de Hamás en Israel y la posterior masacre del ejército israelí, la vida de los palestinos vale menos que nada para la ética global, esa entelequia existencial que la gente bienintencionada persigue. Pero aquí no vamos a hablar de enormes responsabilidades políticas, ni del enorme abandono mundial que sonroja a la mayoría de la ciudadanía, de la falta de ética que todo lo inunda. Nos vamos a centrar en las razones por las cuales apoyamos y ayudamos económicamente a la Agencia de la ONU:

  • Porque más de 30.000 personas han perdido la vida, han sido asesinadas. De las cuales el 70% son mujeres y niños.
  • Porque son casi 75.000 las personas que han sido heridas y necesitan cuidados médicos urgentes.
  • Porque los desplazados se acercan a 1,7 millones.
  • Porque la violencia castigadora del ejército israelí se ha extendido también a Líbano y Cisjordania.
  • Porque el gobierno de Israel pretende poner fin a las actividades de UNRWA en Gaza.
  • Porque sus instalaciones (escuelas y hospitales incluidos) han sido blanco de ataques desde el comienzo de la guerra.
  • Porque su personal es maltratado por el ejército israelí. Se acumulan ya 178 miembros de la Agencia muertos.
  • Porque la gente de UNRWA ha sido acusada de colaborar masivamente con los terroristas de Hamás.
  • Porque 17 naciones, entre ellas EE.UU, Alemania, Suecia, Japón, Suiza y Francia –supuestos modelos de democracias solidarias- retiraron sus aportaciones a UNRWA tras esas acusaciones infundadas. Entre todas suponen el 68% de la financiación. Por el contrario, España donará 3,5 millones extra, mientras se dice que permite la exportación de armas a Israel. Ahora algunas se han vuelto atrás en la decisión equivocada tras el informe exculpatorio de la ON.
  • Porque hemos conocido un informe encargado para verificar si era cierta la colaboración con Hamás. Sus conclusiones señalan que Israel aun no ha aportado ninguna prueba.
  • Porque UNRWA certifica que dispone de un número significativo de mecanismos y procedimientos para garantizar el cumplimiento de los principios humanitarios, haciendo hincapié en el principio de neutralidad, y que posee un enfoque más desarrollado de la neutralidad que otras entidades similares de la ONU y de las ONG».
  • Porque han transcurrido ya seis meses de destrucción de las propiedades y recursos de los palestinos.
  • Porque seis meses de destrucción y dolor son una prueba de que la ética global no existe.
  • Porque UNRWA ha proporcionado refugio ante las bombas a más de un millón de palestinos en sus instalaciones. y atención médica
  • Porque 816 trabajadores y trabajadoras sanitarios de UNRWA trabajan para proporcionar miles de consultas médicas al día.
  • Porque han mantenido consultas de atención psicológica a 590.000 personas.
  • Porque procura a los refugiados palestinos desde hace años alimentos de alto valor energético, 10.000.000 de latas con alimentos varios y 6.800.000 unidades de lácteos (quesos) y casi 24 millones de litros de agua.
  • Porque ha tenido que socorrerlos con cosas tan básicas como unos 250.000 colchones, más de 100.000 kits de higiene familiar.
  • Porque cortar la ayuda a UNRWA significa dejar a 500.000 estudiantes sin educación, a 6.000.000 sin salud. A 2,3 millones de palestinos en Gaza sin ayuda humanitaria.
  • Porque si no tiene nuestra ayuda económica corre el peligro de quedar reducida a mínimos. Donar es apoyar a UNRWA pero sobre todo solidarizarse con quienes sufren.

En fin, porque UNRWA aspiraba a acercar a los refugiados a la Cima 2030 y los ve caer irreversiblemente en la Sima 2030.


(Europa Press/Ashraf Amra)

Europa en verde oscuro casi negro

Cada día que pasa los representantes, ¿nuestros?, de la Unión Europea y del Parlamento nos someten a un susto nuevo a quienes todavía creemos un poco en aquello tan publicitado del New Deal Europe. Da la impresión de que muchos de esos políticos andan a lo suyo, o a lo que les marcan sus líderes, que deben estar muy presionados por los poderes económicos u otros intereses de grupos de presión. Sea por lo que fuere se olvidan de lo nuestro (de todos es y a nadie pertenece). A la vez nos dejan en mal lugar a quienes mantenemos la necesidad de caminar hacia la transición socioecológica de la vida. A quienes nos hemos dedicado a divulgar riesgos actuales del complejo mundo que nos rodea.

Iba diciendo que algunos, ¿incautos? teníamos una percepción subjetiva de la necesidad de “verdearnos”, demasiado benevolente por lo que se ve. Imaginábamos que el escenario global de los países (ricos y pobres, ricos con pobres, o ricos entre ellos) debía transaccionar hacia lo mejor de lo posible para todos, sí o sí. Tengo la impresión de que aquel verdeado europeo ha sido repintado, tanto en la acción política como en la creencia ciudadana. Si es así, el asunto es grave.

Las gentes corrientes nos olvidamos de que lo que sucede aquí en una consecuencia de aquello que se trajina en Europa, ¡Bruselas y Estrasburgo están tan lejos! Intento suplir mi ignorancia y despreocupación no asumida apoyándome en lo que otros saben. Esa es la razón por la que acudo con frecuencia a Europe Social. En esta ocasión trataré de entender por qué razón domina la contracción de la agenda electoral verde.

Imagen del pleno del Parlamento Europeo. (JULIEN WARNAND / EFE)

Cuando redacto estás líneas todavía no ha empezado formalmente la campaña para las elecciones europeas de junio de 2024. Sin embargo, los grupos del Parlamento europeo se lanzan dardos entre sí. La ciudadanía las obviamos. Pero no nos encontramos ante unas elecciones más, sino que los resultados de estas pueden ser un hito crítico en el devenir social de la Unión, de cada país. ¿Por qué lo digo? Leo con preocupación Más allá de la ‘contraacción’: la agenda electoral verde, un interesante artículo en el que ilustra la diferencia entre lo que marcan los partidos políticos y lo que piensa la ciudadanía. Por lo que parece los votantes quieren una transición justa y más, no menos, inversión verde antes de las elecciones europeas. Al fin y al cabo se trata de vivir como desean esos 15.000 ciudadanos y ciudadanas europeos que respondieron a la encuesta liderada desde el Hertie School Jacques Delors Centre. Hay que mirar el asunto porque los augurios son preocupantes. Reproducimos íntegramente una parte de lo que se dice tras la encuesta:

La mayoría de los votantes todavía desea una política climática más ambiciosa y apoyaría una serie de medidas concretas para reducir las emisiones. Sin embargo, apoyar a los votantes cruciales en el medio requerirá un mayor enfoque en la inversión verde y la política industrial y en medidas de compensación para políticas efectivas pero impopulares, como la fijación de precios del carbono. Las partes no deberían desperdiciar los próximos meses superándose entre sí sobre cómo atender la fatiga climática imaginada, sino competir sobre recetas concretas para ecologizar la economía.

Seguimos reproduciendo esa alerta de peligro que lanza el mundo ecosocial (ONG, Fundaciones y similares); nos avisa del riesgo de que la política de la UE cambie de dirección; siga una mucho menos social que ahora. Seguimos en Europe Social, que recomienda honestidad en las próximas elecciones al Parlamento europeo. Reclama que hoy es más necesaria que nunca la transición justa. Wouter van de Klippe desgrana en su artículo (2/04/2024) que a  menos que se pueda girar el dial político, las elecciones al Parlamento europeo de este año pondrán en peligro el medioambiente. Se basa para afirmar esto en que las encuestas anticipan una victoria de la derecha en junio, cuyas consecuencias serían catastróficas para el futuro medioambiental de Europa[1]. Según su percepción, el grupo de extrema derecha Identidad y Democracia (ID) podría ampliarse hasta casi 100 escaños en el Parlamento Europeo. Por contra, los Verdes/ALE se podrían quedar entre 40 y 60 representantes, dependiendo de la encuesta que se consulte. En el artículo se alerta de que ID, que incluye al Partij voor de Vrijheid (Partido por la Libertad) holandés y al Alternativa para Alemania de Alemania. Este no podría ser más explícito en sus objetivos: poner fin a la » cruzada verde» que dicen va contra la realidad como han demostrado los agricultores recientemente, y recortar los programas de transición justa.

La eurodiputada belga de Los Verdes, Saskia Bricmont, advirtió del peligro de volver a las andadas en política medioambiental, ya que la agenda política de la UE se inclina hacia cuestiones económicas y de seguridad. Sus palabras son preocupantes: «Lo que observo ahora es una reacción total», indica refiriéndose a sus oponentes en las próximas elecciones europeas. Motivos tiene pues incluso los progresistas que votaron con ellos en políticas climáticas, no están convirtiendo esto en una prioridad. ¿No es esto erosión democrática?

Según cuenta Euronews, cinco de las mayores ONG ecologistas con sede en Bruselas analizaron 30 actos legislativos clave en materia de medioambiente y les asignaron puntuaciones, de cero a cien, en función de si los legisladores apoyaban o rechazaban las medidas y objetivos más ambiciosos que los grupos políticos de la Eurocámara han venido defendiendo, calificando estos últimos de «prehistóricos«. Al final la ley de restauración fue aprobada, aunque nadie es capaz de calcular qué recorrido tendrá.

Varias ONG elaboraron hace unos días un cuadro de indicadores que, según ellas, clasifica a los grupos políticos y partidos nacionales de la UE basada en registros de votación sobre legislación sobre clima, naturaleza y contaminación. En este enlace la clasificación de los grupos políticos de España. Que cada cual saque sus conclusiones.

Sobre nuestras cabezas está el riesgo de que el próximo parlamento vea la mayoría absoluta de partidos europeos que odian el medioambiente, lo cual casa mal con democracias vivas y ejercientes para sus ciudadanos. Dicho esto, quienes estamos próximos a una política ecosocial en la Unión Europea debemos ir a votar. Una vez allí pensar que nuestro voto tiene un sentido y una finalidad concreta: un medioambiente vivo, con nosotros dentro, que no sufra semejantes erosiones como las que se atisban.

[1] https://www.politico.eu/article/right-wing-populist-surge-eu-election-policy/

Despiste plastificado

Me han llegado varios wasaps de mis colegas en la defensa de lo ambiental fechados en el 6 de abril. Todos incluían fotografías del verdeado con césped artificial del otrora Salón de la ciudad, como lo bautizaron ediles anteriores al actual equipo de gobierno. Todos los remitentes de los wasaps exponían la preocupación del plastificado verde de la plaza. ¡No será para tanto!, pensé en el primer momento.

Vista nocturna de la plaza alfombrada (P.P.)

Dado que al día siguiente debía desplazarme a una actividad impulsada por “Ciudad deporte”, esperé antes de formarme una idea del asunto. Una vez en la plaza confirmé el verdeado chillón al que se aludía. Supuse que lo del día anterior era una preparación del escenario acotado para realizar actividades organizadas por el Ayuntamiento dentro del ciclo “Hola, primavera”, entre ellas el deporte inclusivo. También me enteré que se quería impulsar el deporte para todos con vistas a la capitalidad europea del deporte que iba a ostentar la ciudad en 2027.

Vista la plaza, en perspectiva alejada, me chirriaba un poco el conjunto: decirle hola a la primavera con un tapiz plastificado. Menos mal que tres ejemplares de olivos de vivero adornaban el césped plástico. Le daban al espacio un poco de distinción. Pero esa perspectiva me produjo preguntas incómodas. Una ciudad EuroCities 2030, que no identificamos porque podría ser cualquier otra de las europeas que ostentan ese calificativo, debía ser cuidadosa ante la plastificación de casi todo.

Me surgió la duda sobre la demostrable belleza plástica: suponía una agresión de color al conjunto, rodeado de edificios singulares civiles y religiosos; ¡como que no pegaba! Desconocemos si el márquetin aconseja pintar de verde hasta el suelo para resaltar su influjo vivencial, dado que bastantes ciudades carecen de suficiente naturaleza. No es el caso de esta ciudad de ríos con sotos esplendorosos; rodeada también de estepas en donde la belleza se amontona en tonos grisáceos, igual de trascendentales porque denotan que las plantas también ahí exhiben su aguante hacia la neutralidad climática.

Me temo que el césped, unos 2.000 m2, tendrá una vida efímera. O porque lo retiran pronto o por los castigos que sufrirá al ser pisado por tanta gente, por el calor asfixiante que soportará en esa plaza desnuda y por las partículas que depositará allí el viento; y si llueve. Con todo, los microplásticos se pondrán en marcha.

El ayuntamiento asegura que esa manta plástica será reciclada, pero no especifica si se ha elaborado con plástico reciclado. Eché en falta unos carteles en los cuales se publicitase que el material (donado) era de cercanía, reciclado/reciclable y con varios usos posteriores, y al final sería llevada al centro de tratamiento de residuos para reaprovechar no sé cuánta parte y en qué se iba a convertir después. Carteles que portarían los iconos de la certificación de sostenibilidad. Eso se llama fomento de la cultura ciudadana comprometida. No basta con obrar a favor de la sostenibilidad, hay que decir qué se hace y por qué. ¡Qué didáctico hubiera quedado unir deporte, general o inclusivo, y residuos cero!

Seguro que los y las ediles municipales son conscientes de que el uso masivo del plástico conlleva contaminación en tierra, mar y aire. Efectos que el tiempo no llega a borrar. Además de afear el paisaje y desdecir la imaginada transición conservacionista, penetra en las cadenas alimenticias de la biodiversidad que nos acompaña, y en forma de nanoplásticos hasta a la leche materna de las mujeres.

Sirva este artículo para poner en alerta a todas las ciudades, máxime a las que se han comprometido con la completa descarbonización; acompasando sus actuaciones a lo que se dice en la Agenda 2030 sobre las ciudades climáticamente neutras como esta. Deben hacer pedagogía ciudadana ante la invasión plástica. Además, el Fórum Económico Mundial -nada sospechoso de ser ecologista o como esa gente tan pesada (sic) que me envió los wasaps- advertía hace años: para descarbonizar los plásticos en 2050, tenemos que actuar hoy.

Algo se empieza a mover, pero despacio. Leímos en la web municipal que esa ciudad invertirá 280 millones de euros en una nueva planta para ser una ciudad cero residuos en 2030. Según los datos facilitados por el ayuntamiento se recuperan en su centro de tratamiento más del 50 % de los de residuos globales, uno de los porcentajes más altos entre las 100 ciudades elegidas en Europa para ser climáticamente neutras e inteligentes. Con esa nueva planta proyectada se pretende recuperar el 100 % de la basura. Precisamente, el reciclaje de residuos y la potenciación de la economía circular son dos de los elementos claves del plan de acción de la Agenda 2030 de esa ciudad. Los últimos párrafos son copia casi textual.

Lo mejor del día “Ciudad deporte” era quedarse con la ilusión y la cara de felicidad de los participantes, “Special Olimpics” o no, en los juegos deportivos. Seguro que el Gobierno de la ciudad había participado en el evento, pero llegué un poco tarde por lo que tampoco pude disfrutar de otras actuaciones. Estaba manifestándome en “Renovables sí, pero no así”.

Escaparate de sostenibilidad en una caja de leche

Buena parte de los fabricantes de productos alimentarios, pero no solo estos, se han implicado en mostrar a los potenciales consumidores todo aquello que hacen para mejorar la sostenibilidad global, vía los productos que elaboran/venden. Otros no se esfuerzan casi nada, pero olvidémonos por ahora de hablar de estos últimos y resaltemos lo positivo de los primeros.

Todas las mercancías, más los productos de alimentación, higiene o salud que compremos, dicen algo de su contenido y continente. Algunos lo escriben en letra diminuta, eso sí, especialmente aquello que informa sobre su composición. Sin embargo, lo que portan en letra de mayor tamaño, aparte de sus grandezas, da a entender que sí tienen su propia Agenda 2030, ese ente maltratado por algunas personas, ciertos partidos políticos y grupos empresariales y algunos desmedidos youtuberos. Pero vayamos al detalle.

Tengo delante una caja, “tetrabrik”, de leche. Podríamos haber elegido otra marca, pero desde fuera da la impresión de que esta cree en la sostenibilidad. El mismo logo del tipo de envase ya incorpora alrededor un mensaje circular bonito: protegemos lo bueno. Me he pasado por la web del fabricante y su propósito es contundente: «Nos comprometemos a garantizar la disponibilidad e inocuidad de los alimentos en todas partes, y prometemos proteger lo bueno: los alimentos, las personas y el planeta». Es decir, higiene alimentaria, salud de las personas y menores daños al medioambiente que forman el planeta y sus biodiversas criaturas.

Pero seguimos nuestra tarea detectivesca sobre la sostenibilidad, de arriba abajo del recipiente y nos detenemos en los mensajes. Su tapón, fabricado con material vegetal, especifica, va unido al “brik”, lo cual lo hace más sostenible, porque asegura que llega a la planta de reciclaje unido a la caja y así facilita la entrada del plástico del tapón en la cadena del reciclado. Habla también de que es más práctico.

Cuestión importante es que porte el sello de garantía ganadera, que por lo que sabemos tiene detrás una alimentación natural y el confort necesario del ganado. El SGD (Gestión de Servicios Agrarios y de Apoyo a la Ganadería Familiar) lo ha aprobado y respaldado. Varias veces publicita que el envase sostenible es además de cero emisiones netas, en letras bien grandes para que no escapen ni siquiera a los que se sirven la leche sin mirar la caja. Aenor certifica que es neutro en carbono. Subrayan que apuestan por las fuentes renovables, ahorran agua y energía y reducen sus emisiones.

La empresa proveedora de la leche –de origen España- manifiesta estar orgullosa de pertenecer,  a la iniciativa B-Corp. Esta identifica a las empresas que generan un impacto positivo para la sociedad y el planeta en su conjunto. Subrayan que la leche procede de pequeñas ganaderías familiares de proximidad; otro sello “Sin E-s artificiales” garantiza que dentro solamente hay productos naturales. Añaden que se implican en iniciativas solidarias para ayudar a mejorar la nutrición y la calidad de la vida de las personas.

Vacas frisonas descansando (Alexas_Fotos de Pixabay)

Incluye que tiene la certificación FSC, que significa que el cartón que guarda la leche supone un apoyo a la silvicultura responsable. Llama la atención de que debemos estar todos juntos en la batalla contra el desperdicio alimentario. Por eso antes de tirarla al contenedor amarillo –que lo vuelve a señalar en otro sitio con una figura en amarillo que invita a ser consumidor responsable que busca la economía circular- recomienda mirar su estado del sobrante, olerlo y probarlo, por si su posible caducidad no ha alterado el producto y se puede tomar, evitando el desperdicio.

Además incorpora información nutricional y consejos para la conservación del producto. Por razones obvias no se identifica la marca de leche en esta entrada. Solo por aproximación nos permitimos decir que procede de vacas del norte de España, muchas de las cuales pastan en prados con plena libertad.

Aquí no vamos a entrar si debería conseguirse que todas las leches y productos alimentarios líquidos deberían ser ofrecidos al consumidor en recipientes de cristal, ni tampoco si es conveniente o no que las personas adultas tomen leche. Ambos temas están sujetos a controversias. Solamente queremos valorar la necesidad de que las empresas alimentarias se aproximen al ideal de residuos cero y que lo publiciten. Quién sabe si poco a poco nos van haciendo a los consumidores más responsables con el medioambiente. Posiblemente, nos irá mucho mejor cuantos más escaparates, campañas, etc., observen o escuchemos sobre la importancia de nuestra contribución a hacer más sostenible la vida global.

¿Quién duda que todo esto nos acerca un poco más a la Cima 2030? Era solo un ejemplo, seguro que cada cual aportaría otros.

Las mujeres cuentan para coronar la Cima 2030

Se dice que el mundo sería una calamidad sin el buen hacer de las mujeres. Su aportación tiene un valor exponencial, pues se realiza en un mundo de hombres, que casi nunca se lo han puesto fácil. Tanto es así que las religiones impiden que las mujeres cuenten en el pensamiento y la obra de sus feligreses, en la gestión de sus principios morales y éticos. Los hombres que mandan están equivocados, o son demasiado tradicionalistas.

Viene bien recordarlo a menudo. Aquí vamos a relatar unos acontecimientos recientes para poner en valor el valer de las mujeres, más todavía en aquellos lugares en donde se ven más apartadas de la vida pública, de las decisiones importantes. Este blog quedaría incompleto si no dedicase un reconocimiento global al papel que las mujeres representan en el reajuste del mundo, muy maltratado en ámbitos diversos (social, ambiental, económico, etc.) y mucho más ignorado en los países en donde las religiones las arrinconan, hecho que no solo ocurre en el mundo árabe. El mundo tiene muchas deudas pendientes con las mujeres y niñas. El mundo se juega su futuro en estos años si quiere aprovechar la valía de las mujeres, de caminar hacia la disminución de las desigualdades de género. Si los hombres fueran listos, dejarían espacio vital a las mujeres y no perderían su capital humano y ético.

Mujeres con burka hacen cola para obtener comida durante el Ramadan en Peshawar, Pakistán. (EFE/EPA/ARSHAD ARBAB)

Actualmente, el 10,3% de las mujeres a nivel mundial viven en pobreza extrema y son mucho más pobres que los hombres. El progreso hacia la erradicación de la pobreza –la sufren más las mujeres- debe ser 26 veces más rápido para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030. Pero claro, acelerar el progreso requiere una fuerte inversión. Según datos de 48 economías en desarrollo, se necesitan 360 mil millones de dólares adicionales cada año para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en una serie de objetivos globales clave, incluida la erradicación de la pobreza y el hambre. Cuando redacto estas líneas se acaba de celebrar la CSW68 (Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas) durante los días 11 al 22 de marzo de 2024. Su programa de trabajo marcaba que se iban a tratar cuatro aspectos fundamentales: luchar contra la pobreza, lograr la igualdad de género, fortalecer el papel de las instituciones y maximizar la financiación de políticas de igualdad. El documento final insiste en que se debe aumentar la asistencia oficial al desarrollo (asunto cada vez más olvidado por los países ricos donantes) para combatir la pobreza entre mujeres y niñas (en lugares especialmente inhumanos). ¿Por qué este énfasis?, se preguntarán quienes ven a las mujeres desde la atalaya de la engañosa superioridad de los hombres. Hay muchas razones. Entre ellas que la proporción de la ayuda total con la igualdad de género como objetivo político cayó por primera vez en una década, del 45 % en 2019 al 43 % en 2020, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

La CSW68 afirma con datos y señales diversas que las soluciones para poner fin a la pobreza de las mujeres están suficientemente claras:

  • Hay que invertir en políticas y programas que aborden las desigualdades entre mujeres y hombres y fortalecer la capacidad de acción y liderazgo de las mujeres.
  • Las inversiones en los colectivos de mujeres generan enormes dividendos: más de 100 millones de mujeres y niñas podrían salir de la pobreza si los gobiernos priorizaran el acceso a la educación, los servicios de planificación familiar y salarios justos e igualitarios, y ampliaran los beneficios sociales.
  • De aquí a 2035 se podrían crear cerca de 300 millones de puestos de trabajo gracias a las inversiones en servicios de cuidados. Reducir las brechas de género en el empleo podría aumentar el producto interno bruto (PIB) per cápita en un 20 % en todas las regiones del mundo. La Unión Europea ha hecho suyo este empeño pero aún quedan retos pendientes tal como se detalla en Toute l’Europe. Globalmente han mejorado pero se encuentran muy lejos todavía de desaparecer. Se diseñó una estrategia 2020-2025 para reducir las desigualdades entre mujeres y hombres. Pero anotemos algunos datos estadísticos proporcionados, vía Eurostat, por la misma UE:
  • Las desigualdades se reflejan especialmente en los salarios. En 2022, las mujeres ganaban de media un 12,7 % menos que los hombres (desde un 21,3 % en Estonia a un 0,7 % en Luxemburgo.
  • Un 66,1 % de mujeres de 20 à 64 años tenían un empleo en 2020 en la UE, tasa que aumentó desde el 60,9 % que suponía en 2012. Pero la noticia es parcialmente positiva pues la ocupación de los hombres suponían ya 77,2 % en 2020. Por países, en el lado más positivo Lituania, Malta en el peor.
  •  …

El informe citado se detiene en otros aspectos como: el acceso de las mujeres a aspectos claves que ordenan la vida social, a los poderes políticos o parlamentos. También se detiene en un drama de la vida social: la violencia que sufren las mujeres en el entorno familiar o laboral. Hay que leerlo entero.

Una mujer hace cola con su carro de la compra a la espera de recibir regalos de Reyes para niños vulnerables en una imagen de archivo. (ALEJANDRO MARTÍNEZ / EP)

Riesgos climáticos, verdades escondidas, horizontes oscuros

El cambio climático, por nombrado, acabará siendo olvidado. La gente evita creer en aquello que le puede perjudicar. El clima nos sobrepasa. Unas veces por la dificultad de manejar a la vez bastantes variables que lo condicionan; en otras ocasiones porque se parte de una cultura climática mal hilvanada desde la escuela. Finalmente, porque las fuentes de información que generan negacionismo, retardismo o pasotismo ambiental las manipulan personas cuyo fin principal es dar desinformación con mensajes cortos, que apenas dicen nada. La pedagogía del fogonazo ciega el pensamiento crítico; no interesa que la gente esté bien informada y asumir que tendrá que sobrellevar ciertos riesgos en la vida. Si los TikTok (Douyin en su China natal) u otras redes aseguran, que no hay sequía aunque haga un año que no ha llovido los creyentes lo ven así, y viceversa.

Naturalmente nuestra vida no es eso; o quizás sí porque demasiada gente en el mundo entero se convierte en deudora de lo que viaja por los mensajes cortos, por los vídeos especulativos. No solamente por esta carretera de lo increíble anteriormente citada; hay otras redes con sentido parecido. Entre los mensajes de unas y otras nos entretienen, a la vez que nos evitan pensar si vivimos en un limbo en el que apenas pasa nada en lo que se refiere a la cuestión climática u otras variables importantes de la vida. Si tal o cual situación es riesgosa será porque hay gente interesada en amargarnos la existencia; aducen los inculpados. Las verdades escondidas de la ciencia todavía no son pensamiento común.

Bien mirada, nuestra vida es algo más que lo que dicen las plataformas online. Frente a esas tertulias de los mensajes, hay otros informes emitidos por instancias públicas o privadas que nos avisan de algo no va bien, o puede ir peor. Nos han dicho cientos de veces que posicionarnos ante el objetivo común de llegar de la mejor manera posible al año 2030 – una fecha casi fetiche elegida con argumentos inestables sin tener en cuenta excesivas incertidumbres- es imposible. Se nos antoja que cada vez es menos probable que se cumplan los deseos de los más optimistas en el asunto del desarrollo sostenible. Entre los dubitativos se encuentra quien gestiona esta Cima 2030. ¿De verdad somos tan débiles ante un seguro, muy probable para algunos si se quiere, cambio del clima con sus incertezas anexas?

Utilicemos como fuente de información la EEA (Agencia Europea del Medio Ambiente). Aquí van unas cuantas alertas emitidas recientemente en su informe Evaluación Europea de Riesgos Climáticos (EUCRA):

  • El cambio climático inducido por el hombre está afectando al planeta. Globalmente, 2023 fue el año más cálido registrado, y la temperatura media mundial en el periodo de 12 meses comprendido entre febrero de 2023 y enero de 2024 superó en 1,5 °C los niveles preindustriales.
  • Europa es el continente que más rápido se calienta del mundo. El calor extremo, antes relativamente raro, es cada vez más frecuente, mientras que las precipitaciones disminuyen. Sin embargo, los aguaceros y otras precipitaciones extremas aumentan. En los últimos años se han producido inundaciones catastróficas en varias regiones. Al mismo tiempo, el sur de Europa puede esperar una disminución considerable de las precipitaciones globales y sequías más graves que las conocidas hasta ahora.
  • Estos fenómenos, combinados con los factores de riesgo sociales, plantean grandes retos en toda Europa. En concreto comprometen la seguridad alimentaria e hídrica, la seguridad energética y la estabilidad financiera, así como la salud de la población en general y de los trabajadores al aire libre. A su vez, esto afecta a la cohesión y la estabilidad sociales. Paralelamente, el cambio climático está afectando a los ecosistemas terrestres, marinos y de agua dulce.
  • El cambio climático es un multiplicador de las incertidumbres que puede exacerbar los riesgos y las crisis existentes. Los riesgos climáticos pueden propagarse en cascada de un sistema o región a otra, incluso de fuera de Europa; pueden provocar problemas, en todo el interrelacionado sistema, que afecten a sociedades enteras, castigando especialmente a los grupos sociales más vulnerables. Por ejemplo las megasequías que provocan inseguridad hídrica y alimentaria, las perturbaciones de infraestructuras críticas, así como las amenazas a la estabilidad y los mercados financieros.
  • Si se aplican las escalas de gravedad utilizadas en la evaluación europea de los riesgos climáticos, varios de ellos ya han alcanzado niveles críticos. Tal es así que si no se toman medidas decisivas ahora, la mayoría de los riesgos climáticos identificados podrían alcanzar niveles críticos o catastróficos a finales de este siglo. Cientos de miles de personas morirían a causa de las olas de calor. Además, las pérdidas económicas, sólo por inundaciones costeras, supondrían unos gastos de reposición que podrían alcanzar el billón de euros al año.

Resumiendo:

  • Los riesgos climáticos para los ecosistemas, las personas y la economía dependen de factores de riesgo no climáticos, a la vez que de los propios peligros climáticos. Por tanto, unas políticas y medidas eficaces a escala y nacionales pueden contribuir a reducir estos apuros de manera importante. La reducción de los daños dependerá en gran medida de la rapidez con que podamos reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Así como la rapidez y eficacia con que podamos preparar a nuestras sociedades y adaptarnos a los impactos inevitables del cambio climático.
  • La UE y sus Estados miembros han avanzado considerablemente en comprender los riesgos climáticos a los que se enfrentan y prepararse para ellos. Las evaluaciones nacionales de los riesgos climáticos se utilizan cada vez más para las políticas de adaptación. Sin embargo, lo mismo la preparación de la sociedad como la aplicación de las políticas va muy a la zaga del rápido aumento de los niveles de riesgo. Por lo que se requieren medidas adicionales urgentes y coordinadas a todos los niveles de gobernanza.
  • La mayoría de las políticas y medidas para reforzar la resistencia de Europa al cambio climático se adoptan a largo plazo, y algunas acciones tienen periodos muy dilatados para su ejecución. Es necesario actuar con urgencia para evitar decisiones rígidas que no sean adecuadas para el futuro en un entorno cambiante, como en la planificación del uso del suelo y las infraestructuras de larga duración.
  • Las políticas de adaptación pueden tanto apoyar como entrar en conflicto con otros objetivos políticos medioambientales, sociales y económicos. Por ello, es obligado actuar en el contexto de una política integrada, que tenga en cuenta múltiples objetivos para garantizar una adaptación eficaz.

Lo peor de todo, es que esa probable explosión climática lo condiciona todo, ayudada por la especulación de los poderes económicos, y cierta relajación de la normativa europea por las presiones de sectores energéticos o de otro tipo de producción o consumo. Como puede ser el asunto de las consecuencias de las revueltas agroganaderas actuales. De modo que si ha de ser así lo mejor será estar bien informados –evitando la cuantiosa y permanente lluvia turbia perturbadora de las redes sociales- para ver algo de claridad en los horizontes oscuros.

 

Agroganadería: en entredicho hacia 2030

Tiene razón la gente del campo al expresar su descontento con el presente futuro. Detrás de sus protestas se encuentran los bajos precios –al asunto viene de lejos- a los que venden sus productos a las grandes cadenas de distribución frente a los desmesuradamente altos que cuestan en cualquier supermercado. Por otra parte, denuncian el aumento de costes que han experimentado todo lo necesario para cultivar o criar (abonos, combustibles, piensos, etc.) y maquinarias necesarias para desarrollar su trabajo diario, más todavía desde la invasión de Ucrania por los rusos. Visto así, su llamada de atención debería concretarse en el aumento de lo que perciben por los alimentos que generan. Eso sí, sin que las grandes comercializadoras aprovechen para castigar el coste de la cesta de la compra de la ciudadanía. La trazabilidad alimentaria completa –vieja demanda de las asociaciones de consumidores- se quedó en el olvido, ahora se limita casi al lugar de procedencia del producto y su modo de producción.

Al margen de los métodos empleados para hacer valer sus demandas, sin entrar en responsabilidades políticas en la batalla agrícola, que la gente valorará de formas diversas, sí que queremos abordar todo lo escuchado estos días desde distintos focos. Primero para desligar una parte del complejo dilema rural. Mantener los pueblos y evitar su desaparición no consiste solamente en la necesaria compensación por la valía social de lo que producen. En los pueblos, que envejecen sin remedio, viven otras personas que desempeñan un papel fundamental en la custodia del territorio. Guardan el tesoro rural para que los urbanitas lo disfrutemos. Solo por eso merecerían compensaciones, tributarias o de otro tipo, para seguir siendo habitantes de los pueblos.

El campo/pueblo se muere no solo por los costes/beneficios de la agroganadería, sino también porque son pequeños y por eso los servicios públicos no les llegan. Dentro de poco aumentarán los que se quedaron sin escuelas, sanitarios, farmacias, transporte público, tiendas de lo mínimo y bares, que desempeñan la función social de agrupar a la gente rural, aunque nada más sea para tomar un café. Por no hablar de la falta de viviendas si alguien quiere ser repoblador rural, incluso cuando lleva actividad económica consigo. Quizás tras las protestas de estos días se esconda también el miedo de dejar de vivir en su pueblo, allá donde tienen sus raíces, porque ya no pueden llevar una vida económica y social compensatoria de su estancia. El que esto escribe nació en uno, allí mantiene su casa y tiene un contacto permanente con sus habitantes. Pero debió salir de él en su juventud en busca de unos estudios que paliaran la oscura perspectiva de la estepa aragonesa. Así otros muchos hombres y mujeres. Reducir la vida rural a las dificultades del sector primario es un engaño pues nos impide apreciar la multiperspectiva de la problemática rural. Hace unas décadas, durante varios años, mi pueblo y los que formaban la Mancomunidad de Monegros, que habían conseguido que el agua llegase a los domicilios por unas tuberías y no tuvieran que sacarla de balsas –hablamos de bien entrados los años 70 del pasado siglo-, se vieron privados del consumo para beberla y cocinar por su alta conductividad. La toma del freático del río Gállego se encontraba más abajo de incontables vertidos agroganaderos.

El Torzal de la Cobeta en Los Monegros. (rmanzanosgarcia / iStock)

Pero queremos plantear ese entredicho porque en muchos discursos nos ha parecido apreciar que todos los problemas venían por las normas medioambientales de la UE. También por las trabas que ponía la Política Agraria Común (PAC). Ambas cizañas han sido sembradas masivamente por algunos partidos. Hay que tratar de entender el complejo sistema de la agroganadería en relación con el medioambiente, la cadena alimentaria y el incierto futuro si se relajan ciertas normas de protección.

Vayamos primeramente con los vertidos tóxicos de ciertas actividades agroganaderas. Recordamos que hace un par de años se comentó sobradamente que la Unión Europea había abierto expediente a España con resultado de juicio próximo por el vertido neto –nitrógeno añadido menos capturado por cultivos o volatilizado-  anual de unas 800.000 toneladas de fertilizantes nitrogenados, lo cual empeoraba peligrosamente la calidad de las aguas, algunas empleadas para regar y otras para beber. El asunto llegó al Tribunal de Justicia Europeo. Además, en el informe de la Comisión al Gobierno y Parlamento europeos había una completa justificación de las razones que aconsejaban una actuación rápida.

Lo cierto es que España paga un peaje de contaminación de agua y aire. Nuestro país era en 2021 la mayor granja porcina de Europa, la tercera del mundo detrás de China y EE.UU. La verdad es que el aumento en la producción había coincidido con una disminución del número de explotaciones. Las macrogranjas detentaban un estilo de producción industrial que disminuye el número de empleos de la gente rural, a la vez que aumenta la cantidad y toxicidad de desechos de difícil gestión. A la vez consumen una enorme cantidad de agua y ocasionan una disminución de su calidad según el informe del Ministerio de Transición Ecológica. En 2020, la agricultura y la ganadería supusieron el 14% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero de España. Recuerdo haber leído un informe de Ecologistas en Acción que enfrentaba los datos de población del INE con los censos ganaderos de las comunidades autónomas de Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha, Catalunya, Comunidad Valenciana, Galicia y la Región de Murcia (las mayores productoras cárnicas) y concluía que “la ganadería industrial no solo no frena la despoblación sino que impulsa el abandono rural”.

La mala gestión del agua provoca que esta salga por el grifo de más de 200.000 personas –la mayoría del mundo rural- con tóxicos contaminantes procedentes de la agroganadería. Los peores valores se encuentran en las demarcaciones hidrográficas de las Cuencas Internas de Catalunya (27%), el Júcar (24%) y el Segura (22%), según los datos obtenidos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. ¡Qué gran sentido podría tener el empeño conjunto!

Varios cerdos se amontonan en una porqueriza en una granja intensiva en Segovia. (Jorge París)

La agroganadería quiere aumentar el consumo de agua en un momento continuado de escasez y en una previsible disminución de precipitaciones. Lo cual se ha traducido ya en restricciones de diversos territorios. ¿Quién entiende que se exijan mayores demandas mientras disminuyen las disponibilidades? Algunos carteles mostrados estos días proponían acabar con el ecologismo radical de la UE (sic) y así favorecer a los regantes tradicionales o expectantes.  El asunto viene de lejos. En medio de las protestas se han colado los productos de varias fábricas de bulos medioambientales. Como ese que propone anular las medidas propuestas por la UE para paliar la desertificación y así agrandar las hectáreas en cultivo. ¿Pero no estamos con restricciones ya porque no se pueden atender las crecientes demandas agrícolas y poblacionales (elevadísimas en periodos vacacionales)?

Todo embarrado dentro de una PAC que parece ser el origen de todos los males, cuando ha supuesto el socorro para bastantes dolencias del mundo agrario: en tiempos se pagaba a los agricultores por no cultivar. De hecho, las ayudas para estos sectores suponen un tercio del presupuesto comunitario. España figura en un lugar privilegiado en las percepciones junto con Francia, Alemania e Italia. Bien es cierto que la PAC debe salir de los despachos y pasearse por los campos y la zona rural, seguro que así sería más equitativa. También analizar las variables territoriales (norte-sur) para ciertas exigencias; y de paso simplificar su tramitación y acelerar sus resoluciones.

La balanza política actual de Europa se aprovecha de todo que les moleste a algunos grupos, incluso si va contra el interés general. Ya no merece la pena ni demostrarles su error. Allá cada cual cómo gestiona el presente futuro y el de sus nietos. Como muestra lo del ayuntamiento de Huesca donde se ha presentado recientemente una iniciativa contra el Pacto Verde Europeo; lo que dicen de apoyar el campo está por ver. Tan desenfocada está la cosa que la aprobación de una ley que busca la restauración de la naturaleza en el Parlamento Europeo ha estado pendiente de unos pocos votos. Dejar atrás la norma que marcaba Bruselas hubiera supuesto la anulación de la lucha contra la desertificación, cuyo penoso efecto avanza rápidamente en España. ¿Qué vendrá después? Necesidad de más agua, más fertilizantes y más ayudas de la UE. Pero, ¿será posible?

¿Llevar a cabo una transición agroganadera con los supuestos económicos actuales? Misión imposible. Si bien hay que reconocer que el malestar europeo del campo no es un invento. ¿Acaso no evidencia algunas de las incoherencias del neoliberalismo verde?, adornado pero escasamente estructural y socializador. Tanto es así que algunos altos mandatarios de la UE, entre ellos alguno relevante del PPE, ya dicen que votarán en contra de la presunta directiva sobre las emisiones ganaderas.

Protestas con tractores en Bruselas.

En fin, para no dilatar la entrada. Gracias a la agroganadería por despertar a la UE y los parlamentos nacionales del letargo. Por evidenciar que las cosas no se están haciendo bien; pero han obviado la bioacumulación de tóxicos en sus pancartas y tractoradas, al contrario que las demandas de más agua aunque no llueva. Dialoguen en los parlamentos de todas administraciones regionales, estatales y de la UE. Planteen una revisión estricta de la cadena alimentaria, eviten la toxicidad de las aguas, protejan a la ciudadanía, hagan rentable el trabajo de quienes nos alimentan pero a la vez vigilen el cómo, etc. Llévennos a una transición justa, que siempre perjudicará a alguien pero beneficiará al conjunto. ¡Ah!, y no defiendan simplezas como que el río Ebro tira al mar no sé cuántos millones de hm3 de agua.

Se trata de llegar lo mejor posible al año 2030 y rellenar con bondades sus Agendas (alguien todavía mira con cariño aquella quimera), para no lamentar después lo que parecía evidente. Si hay diálogos permanentes con todos los sectores implicados será posible; la custodia del territorio puede ayudar. Hay que entender la vida de hoy como un macro sistema ecosocial que ya marca el futuro, que no será si dejan que mueran los ríos. Por cierto, lo de considerar a la UE patrona del ecologismo radical, leído en un periódico y dicho por algún representante de agricultores y grupos políticos, es un bulo como el mayor estadio futbolero de la UE. No tardará en llegar una rebaja de los requisitos por el uso de pesticidas y el mantenimiento de tierras en barbecho, además de cierto relajamiento burocrático, como demandan los ministros de Agricultura tras las protestas de los agricultores.

Aun con todo lo dicho, solo me queda agradecer a los hombres y mujeres del olvidado sector primario que nos dan cada día de comer. Me gustaría homenajear a los y las protagonistas del “El campo es nuestro”, un programa de la Televisión de Aragón.

Incumplimientos contaminantes, ¿sin fecha de caducidad?

En este blog nos empeñamos en decir que hay muchas metas ecosociales que debían cumplirse en el año 2030. Cuanto menos avancemos más vulnerables seremos. Cada vez lo decimos más alto, porque tanto los oídos gubernamentales y empresariales, como los de la ciudadanía parece que han sucumbido a la sordera crítica. Esta no tiene que ver con la capacidad auditiva sino con la cerrazón mental o la huida hacia no se sabe dónde. La mayoría de la gente ha restringido su campo de mirada. También lo ha materializado añadiéndole magnitudes más o menos visibles: cantidades de dinero, de bienestar, de felicidad, de trabajo, de amistades, de casas más o menos lujosas y chalets, del coche más avanzado… y así un largo etcétera.

Tanto es así que se puede decir que lo que no se ve, no golpea fuerte y en un momento no existe. Quizás se piense que el tiempo (días, años o nunca) lo resolverá. Un lugar especial de este ninguneo, trágico donde los haya, es no responder ante el hecho innegable de que el aire que respiramos no es bueno. ¿Cuánto y cómo? Cada día más y a peor. Lo que antes eran síntomas se están convirtiendo en estados permanentes. Me encantó leer algo de lo que dice Corine Pelluchon, la filósofa francesa de la que se dijo en un periódico que se podía llamar “la pensadora de lo vulnerable”. No se queda en la defensa de las vulnerables mujeres ni en los ignorados animales, sino que los problemas los mira desde el objetivo de nuestra propia finitud. Pelluchon, en Ética de la consideración, señala cómo imprescindible remontar nuestras dificultades para cambiar un estilo de vida propio de un modelo de desarrollo -mayoritario y potenciado por quienes nos conducen socialmente como consumidores- que nos aboca a la enfermedad, o incluso a la destrucción de una parte de nuestra especie.

¡Cuántas veces se nos escapan detalles de vida útil por no darnos cuenta de que no somos invulnerables! La contaminación del aire serviría como ejemplo de eso que parece que no se ve pero está actuando un día tras otro y afecta al colectivo pero también a nuestra singular salud. Entones uno se pregunta ¿qué queda de invulnerable? No acierta a encontrar la respuesta. Estudiamos en la escuela la composición del aire troposférico. ¿Qué permanece de aquellas proporciones? ¿Acaso el porcentaje de oxígeno es el mismo y ese 1 % que quedaba tras restarle nitrógeno y oxígeno también? Alguien llamó a esta visión del aire una idea escolar fija que es tremendamente transitoria. Mis alumnos lo escuchaban más de una vez. Incluso aludiendo a la composición del aire del aula antes y después de la clase cerrada, o cuando llegábamos a otro espacio masivamente ocupado y con las ventanas cerradas. Así que no me molesta que me tachen de exagerado cuando digo que el aire es uno de los nichos de los vulnerables –no concretados en un colectivo- despreocupados.

Contaminación

Contaminación en Barcelona (ALEJANDRO GARCÍA / EFE)

Creíamos, ilusos somos y por esas veredas insistimos en caminar, que todos nos habíamos dado cuenta de que el aire enferma, particularmente en las ciudades, y nosotros con él por respirarlo. Bastantes políticos, regidores municipales, desoyen las advertencias del IS Global de Barcelona y del Instituto de Salud Carlos III de Madrid. Aun así sueñan con hacer de sus ciudades NetZeroCities.

Nos acabamos de enterar de que ninguna de las 20 grandes ciudades españolas cumple en este momento los límites de contaminación del aire que manda (impone) la Unión Europea en el caso de la partícula finas. Solamente cuatro —Las Palmas, Alicante, Vitoria y Elche—se encuentran dentro del tope que marca la UE para el año 2030. Es más, según el informe que Ecologistas en Acción realiza sobre la calidad del aire en España las cosas van mal, no se han hecho los deberes.  Por lo que respecta a las ZBE (Zonas de Bajas Emisiones), que las ciudades de más de 50.000 habitantes deberían haber puesto en marcha el 1 de enero de 2023, en estas fechas solo 7 de las 20 ciudades más pobladas de España tienen en vigencia su ZEB, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica expresados en un mapa bien bonito que tenemos al alcance.

¡Cómo sea cierto lo de sin fecha de caducidad! Mientras esto sucede, toda la conversación política gira sobre las corrupciones en la compra de mascarillas, que al paso que vamos van a ser obligatorias sine die en ciertas calles. Bien está que se denuncie la mala praxis pero habrá que dejar hueco para armonizar esfuerzos que respondan a una pregunta sencilla: ¿Qué calidad tiene el aire que se respira en las ciudades? ¿Qué repercusiones puede tener en la salud ciudadana? Ya veo unos grandes semáforos que avisen si se entra en zonas urbanas de mascarilla obligatoria. Una parte de la ciudadanía protestará: prefiere sentarse a tomar algo en una terraza al lado de la parada de varios buses urbanos. ¿Tendrá este desatino fecha de caducidad?

Imagen de tráfico en París con una alerta por la contaminación del aire. (EFE/ARCHIVO)

Resucitar los ODS, de verdad

En su día se presentaron como la salvaguarda del Planeta, como el camino que iba a eliminar las enormes desigualdades que se pueden apreciar dentro de un país y entre países distintos; entre el rico mundo occidental y la pobre África, que soporta tantos males que parece que son eternos. Tanto que se han convertido en los nexos de la vida social, económica y ambiental de los africanos. Reclamamos la atención porque si no están muertos sí que vienen languideciendo hace tiempo, sostenidos en un limbo de cuidados paliativos. Casi nadie se acuerda ya de la coronita identificativa que tanto lució en las chaquetas de gentes importantes. ¿Pasa solo en España? No, toda Europa ha difuminado los colores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Muchas veces me he preguntado, siempre con retraso, si los políticos, los grandes empresarios o la gente corriente estaban al tanto de lo que significaban los ODS. Indulgente como soy daba por supuesto que se había iniciado un camino de no retorno hacia ellos, al menos en la rica Europa. Ahora veo que no. La dejadez, la eliminación de ciertas metas problemáticas cunde como las moscas. Mi impresión personal es que estamos muy alejados de lo que debería ser. Me reafirmo en esta posición cuando leo el Informe completo sobre el desarrollo sostenible de Europa 2023/24

Elecciones europeas, el futuro de Europa y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Vamos a comentar algunas situaciones ahí referidas, a destacar los logros pero también a reñir a quienes detentan el poder (económico o social) por su dejadez “odsiana”. Resaltemos que los objetivos y metas habían sido firmados por los países; se supone que la cadena de valor llegaría hasta la ciudadanía y la biodiversidad; ambas verían detenidos los problemas soportados cuando todo se rubricó y deberían encontrarse ya en cierta mejora.

Yendo a lo concreto que subraya el informe (quinta edición). La evaluación actual es la quinta que se realiza. No se trata de acumular datos sino de enfrentar situaciones actuales en relación con las próximas elecciones europeas y la Cumbre de la ONU próxima. Extractamos, resumiendo mucho, que “en el contexto de un mundo fragmentado y multipolar, la EDR 2023/24 exige una acción decisiva por parte de la UE para evitar peligrosos puntos de inflexión medioambientales y sociales del futuro”. A lo largo del documento se evalúa el progreso de 38 países en los ODS (los estados miembros de la UE, algunos países de la Zona Europea de Libre Comercio –AELC-, países candidatos a la ampliación de la UE, además del Reino Unido). Los países del norte copan los primeros lugares en hacer bien las cosas, como casi siempre: Finlandia, Suecia y Dinamarca encabezan la clasificación. Pero el informe no se queda únicamente en las puntuaciones generales que permiten aventurar qué gobiernos o parlamentos creen o no en los ODS. También se presenta un índice de efectos indirectos especial, algo que suele obviarse y un índice de actuaciones “para no dejar a nadie atrás”, que durante bastante tiempo fue el mensaje más escuchado cuando se hablaba de los ODS, de sus objetivos y metas.

En el documento, dentro de la web que hemos referenciado, se pueden ver mucho mejor la situación del conjunto y de los países si se accede a la pestaña “Explorar mapas interactivos”. Allí se accede al desempeño de los países en cada uno de los 17 ODS. Aparece la puntuación general con intervalos entre <65 y >80. Allí se despliegan mapas con el grado de cumplimiento de cada uno. Pero no nos quedemos solamente en lo global. También hace hincapié en las tendencias; nos permiten ver qué países van por buen camino. Si queremos conocer todavía mejor el conjunto y sus partes hemos de profundizar en cada uno de los 110 indicadores cubiertos.

Pero lo realmente ilustrativo, a veces descorazonador, es revisar la gran tarea pendiente: no dejar a nadie atrás. En este mapa se despliegan, por países, el porcentaje de personas que sufren pobreza y privaciones materiales, las desigualdades de ingresos, el acceso y calidad de los servicios y las desigualdades de género. De todas estas cuestiones se dan detalles pormenorizados sobre algunas variables. El explorador de datos presenta datos históricos de los países desde  el 2.000 en adelante. Se puede acceder al conjunto, todos los países a la vez, o seleccionar países específicos para comparar. Lo mismo sucede con lo que allí se nombra como índice de derrame (Impactos ambientales y sociales incorporados al comercio, economía y finanzas, seguridad en relación con el comercio de armas).

Tan incierto está el cumplimiento de tantos países en tantos indicadores,  tan despacio van las actuaciones reales, que la SDSN se ha visto obligada a redactar una especie de 10 mandamientos para demostrar que se sigue siendo creyentes. En su deseo de mantener a la UE en la cabeza de la apuesta por los ODS a escala mundial es obligado (copiamos textualmente):

  1. Responder al grave peligro de los “puntos críticos sociales” reduciendo significativamente el riesgo de pobreza y exclusión social de los ciudadanos europeos.
  2. Redoblar los esfuerzos para lograr emisiones netas cero en la UE para 2050, incluyendo avances importantes para 2030.
  3. Fortalecer a las autoridades regionales y locales para lograr los ODS, incluido el seguimiento y la presentación de informes periódicos sobre el progreso de los ODS en todos los niveles.
  4. Frenar las repercusiones indirectas negativas y apoyar la transformación hacia un sistema de comercio sostenible.
  5. Hacer uso de Equipo Europa para la diplomacia global de los ODS y fortalecer espacios de debate diversos y universales, especialmente las Naciones Unidas.
  6. Intensificar el papel multilateral de Europa liderando los esfuerzos globales para reformar la arquitectura financiera global.
  7. Reorientar las alianzas internacionales de la UE hacia los ODS y avanzar hacia una cooperación mutuamente transformadora.
  8. Movilizar los medios financieros para apoyar las transformaciones necesarias para lograr un futuro sostenible.
  9. Institucionalizar la integración de los ODS en la planificación estratégica, la coordinación macroeconómica, los procesos presupuestarios, las misiones de investigación e innovación y otros instrumentos de políticas públicas.
  10. Establecer nuevos mecanismos permanentes dentro del Parlamento Europeo para una participación estructurada y significativa con la sociedad civil, incluida la juventud, que permitan una incidencia en las hojas de ruta y las políticas con enfoque ODS.

¿Qué decir de esa España mía, esa España nuestra?, que nos cantó Cecilia hace casi 50 años. Echémosle un vistazo al gráfico y que cada cual seque sus conclusiones. Solo decir que mantiene la posición 22 (de 34) durante tres años, que su índice de complimiento no llega al 70 %. Escaso bagaje para un país supuestamente muy implicado. Demasiado rojo (quedan grandes desafíos), bastante naranja (restan desafíos importantes), algún amarillo (los desafíos persisten) y ningún verde. No nos perdamos las tendencias (flechas) que pueden ser verdes (logros que se mantienen), amarillas (mejoran moderadamente), naranjas (estancadas) o rojas (empeoran, decrecientes).

En fin, habrá que esperar un año más para sentirnos mejor.