Archivo de noviembre, 2023

La salud del convenio de Aarhus

Aarhus ha pasado a ser una muestra de ese olvido global que anima a llegar en buenas condiciones socioambientales al año 2030. Bueno, la localidad danesa no. Este mes de junio se cumplieron 25 años del Convenio de Aarhus, que, más o menos venía a decir que se reconocía como un derecho de la ciudadanía mundial al acceso a la información, la participación del público en la toma de decisiones y el acceso a la justicia en materia de medioambiente. Costó muchas deliberaciones llegar al acuerdo de abrir la información medioambiental. Pero en su redacción se vio el interés de que esto sucediese. De hecho, una alianza de organizaciones llamada ECO-Forum Europa tuvo un papel importante en su redacción y en todas las sesiones de negociación de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE-NU).

No era poco para aquellos tiempos, era mucho para los tiempos futuros si el itinerario no se interrumpía. De hecho, hasta octubre de 2002 solo 22 países lo habían ratificado –entre ellos tres europeos: Dinamarca, Francia e Italia-. Por cierto, España lo hacía en febrero de 2005, lo cual podría deberse a varios motivos: una dificultad reguladora en la maraña judicial, un tradicional desamparo medioambiental o la presión de intereses diversos. En todo caso dibujaba una pérdida democrática considerable.

La ciudad de Aarhus, la segunda más grande de Dinamarca. (Ralbisser/Wikipedia)

No por firmar se ha llevado a efecto tal cual decía. España, como otros países europeos, ha sido demandada ante tribunales diversos por sus incumplimientos de información ambiental; qué decir por lo que concierne a las CC.AA., comarcas, cabildos o ayuntamientos! Tanto es así que el Consejo General de la Abogacía incluía en su página en el año 2016 que “El Convenio de Aarhus resultó aquí una oportunidad perdida” en su blog “Derecho ambiental”, que gestionaba nuestro amigo y gran defensor del medioambiente José Manuel Marraco, a quien nunca le agradeceremos suficientemente su defensa del patrimonio socioambiental.

Aunque ya lo hayamos dicho en otros medios, vamos a reproducir textualmente una parte de lo que el Convenio suponía. Los países firmantes, España entre ellos, se comprometían a:

  • poner a disposición del público los archivos del gobierno que contengan información relacionada con el medioambiente.
  • establecer cauces de participación de la sociedad en la toma de decisiones administrativas, y asegurar que los procesos de decisión sean transparentes.
  • permitir que toda persona pueda llevar a una autoridad o a una empresa a los tribunales por incumplimiento de sus obligaciones ambientales.

Nos hemos subido a una metafórica atalaya del pensamiento llamada Latour (qué bien le viene la palabra francesa), para no caer en la desolación, para relanzar el objetivo idealizado en La Cima 2030. Aquí van algunas de sus luces:

  • La modernidad no es la separación entre naturaleza y sociedad. Hemos de entender el mundo y a reconocer la complejidad y la interacción en planos diversos y magnitudes diferentes de las relaciones humanas, sociales y medioambientales.
  • La globalización no es el paraíso terrenal ni un proceso uniforme. Está informada y actúa por múltiples localidades interconectadas.
  • La Tierra no es un objeto, sino un actor político. Es un ente dotado de capacidades y urgencias propias, y a tener en cuenta su voz en el debate político y la toma de decisiones.
  • La política consiste en tender puentes entre diferentes mundos. Esa poliética se construye en un escenario de diálogo y negociación que permita construir relaciones estables de entendimiento y colaboración entre las diferentes visiones y enfoques.
  • La crisis ecológica nos obliga a repensar nuestras concepciones de progreso y desarrollo. De ninguna manera podemos continuar con el mal dimensionado crecimiento económico ilimitado, con la una explotación infinita de los recursos naturales. Si seguimos así llegaremos a la quiebra ambiental.
  • La verdad no debe ser entendida únicamente como una colección de hechos objetivos e inmutables, sino como el resultado de la interacción y negociación entre diversas perspectivas y puntos de vista. En realidad, la verdad es el resultado de un proceso de construcción colectiva. En él, diferentes perspectivas son tenidas en cuenta y, al final, se busca alcanzar un consenso a través de la comunicación y el diálogo.
  • Las decisiones científicas no siempre son imparciales. Desde la formulación de las preguntas de investigación hasta la interpretación de los resultados, están condicionadas por los contextos políticos, económicos y sociales en los que se llevan a cabo. Luego hay que cotejar fuentes diversas y merecedoras de crédito.
  • El debate sobre el cambio climático no es solo científico, también es profundamente político. Entran en juego los intereses de diferentes actores políticos y económicos. De hecho, estas discrepancias pueden obstaculizar la toma de medidas eficientes para enfrentar esta crisis.
  • El cambio climático nos obliga a repensar los conceptos de tiempo y espacio. El acelerado cambio climático demuestra que los eventos naturales ya no obedecen las nociones tradicionales de tiempo lineal y espacio limitado. Los efectos del calentamiento global se extienden por todo el mundo; se manifiestan de formas cada vez más impredecibles. Nos vemos imposibilitados a entenderlos con las capacidades convencionales.
  • La acción colectiva es esencial para abordar los desafíos globales a los que nos enfrentamos. Sin más.
  • La separación entre cultura y naturaleza es falsa, todo es híbrido y entrelazado. Siempre, hasta en el mínimo momento hay una hibridez de comprensión, de intención y de obra.
  • La ciencia y la política son inseparables. Haríamos bien en hacerlas complementarias.
  • El antropocentrismo hace muchas décadas que es un lastre para entender los desafíos ecológicos que tenemos delante, que se nos agrandan cada día.
  • La solución a las problemáticas socioambientales debe incluir la participación, en alianza, de todas las partes implicadas.
  • Los seres humanos somos una parte de nuestro entorno: estamos dentro de las relaciones que lo mantienen, por activa y por pasiva. Somos inseparables del entorno, a escalas diferentes.

Gracias Bruno Latour. Sea esta entrada un homenaje a tu magisterio cuando se cumple un año de tu fallecimiento. Nos han dado ideas, abierto caminos, para nuestras conversaciones de futuro. Miremos hacia dónde sea, nos has invitado a observar con parámetros globales, a no poner el foco en las llamaradas espectaculares que muchas veces adornan/oscurecen la vida.

 

Preámbulo a la COP28, Cumbre del Clima, en Dubái

Esta entrada está desaconsejada para todas aquellas personas que emplean Tik Tok, o similares voceros, como principal medio de información sobre la crisis climática. Se dirige a la gente que no lo hace así. Nos atrevemos a pensar que cualquiera que observe con algo de seriedad el mundo entenderá esos vericuetos desinformativos fuera de lugar climático. Hasta los negacionistas citan algunas señales de que algo climático ha cambiado mucho. Pero claro, no lo van a decir, aunque les afecte bastante. No nos sirve que nos contradigan con que el sistema Tierra ha sufrido perturbaciones similares a lo largo del tiempo para basar su incredulidad. Se olvidan intencionadamente de la aceleración y la recurrencia de estos eventos en poco tiempo. Ese que desde la revolución industrial ha convertido la Tierra en una fumarola, o una tormenta solar continuada casi como aquella de 1859.

Sin ir más lejos, en este largo verano de 2023 hemos soportado lo que algunos han llamado “calorcitis”, como queriendo hablar de una inflamación global provocada por el calor que nos causa graves trastornos: a mucha gente, en muchos lugares, a casi toda la biodiversidad mundial. De hecho, el riguroso informe Lancet Countdown prevé en el próximo futuro más días de calor extremo, más muertes atribuibles a las altas temperaturas, más enfermedades infecciosas mortales y más hambre y malnutrición por la crisis climática.  ¿Cuántas?, depende de lo que hagamos. Resaltemos, textualmente, algunas de sus alertas:

  • “Las proyecciones de un mundo 2 °C más cálido revelan un futuro peligroso. Son un sombrío recordatorio de que el ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación vistos hasta ahora han sido lamentablemente inadecuados para salvaguardar la salud y la seguridad de las personas.
  • Con 1.337 toneladas de dióxido de carbono emitidas cada segundo, no estamos reduciendo con la rapidez suficiente los riesgos climáticos dentro de los niveles que nuestros sistemas sanitarios pueden soportar. La inacción tiene un enorme coste humano, y no podemos permitirnos este nivel de desinterés: lo estamos pagando con vidas.
  • Necesitamos urgentemente profundas reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores, un aumento de las energías renovables y la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. La buena noticia, que debería animarnos, es que, al hacerlo, tenemos la increíble oportunidad de reducir la pobreza energética y salvar vidas gracias a un aire más limpio.
  • La inacción ante el cambio climático está costando vidas y medios de subsistencia. En 2022, las personas estuvieron expuestas, por término medio, a 86 días de altas temperaturas peligrosas para la salud.
  • Las nuevas proyecciones mundiales revelan la grave y creciente amenaza para la salud de seguir retrasando las medidas contra el cambio climático, ya que es probable que el mundo experimente un aumento de 4,7 veces en las muertes relacionadas con el calor a mediados de siglo.
  • Hemos de poner de relieve la diferente y desigual experiencia de los efectos del cambio climático sobre la salud y de los beneficios colaterales para la salud de la transición hacia una energía limpia.
  • Sin una mitigación profunda y rápida para atajar las causas profundas del cambio climático, la salud de la humanidad está en grave peligro.

No solo alerta este informe del mal momento en que nos encontramos, del remolino sanitario que supone el cambio climático.  El informe WRI (Wordl Resources Institute)  Estado de la Acción Climática 2023 ofrece una serie de pautas que se convierten en una hoja de ruta para que el mundo global, y los países en particular y la ciudadanía, puedan implicarse en la limitación de los efectos de los golpes climáticos cada vez más peligrosos e irreversibles; a la vez que se minimizan los estragos a la biodiversidad. También afecta a la seguridad alimentaria, en particular de los más débiles, a quienes más dificultades arrastran desde hace tiempo. Pero concluye que 41 de 42 indicadores evaluados no están en camino de alcanzar sus objetivos para 2030.

Mal asunto, porque se nos había abierto una tenue esperanza, dentro del informe de WRI , publicado bajo Systems Change Lab, titulado Seguimiento de la acción climática: cómo el mundo aún puede limitar el calentamiento a 1,5 grados C. Ahí se resaltaba como positivo el hecho de que “en los últimos cinco años, la proporción de vehículos eléctricos en las ventas de automóviles de pasajeros creció exponencialmente a una tasa anual promedio del 65% (del 1,6% de las ventas en 2018 al 10% de las ventas en 2022). Este indicador está encaminado para 2030”. Pero enseguida se nos evaporan las esperanzas: de hecho, el progreso en más de la mitad de los indicadores (incluidos los esfuerzos para eliminar gradualmente el carbón en la generación de electricidad, descarbonizar los edificios y reducir la deforestación) sigue muy lejos de lo previsto, de modo que el mundo necesitará ver una aceleración al menos doble en esta década. En otros seis indicadores, las tendencias recientes van en la dirección totalmente equivocada.

Por eso alerta de que para iniciar transformaciones rápidas en todos los sectores será necesaria una tremenda aceleración de la acción climática global. Por ejemplo, para encaminarse hacia 2030 con menos apuros, el mundo necesita una serie –el orden no prejuzga su importancia- de acciones urgentes:

  1. Reducir la tasa anual de deforestación 4 veces más rápido.
  2. Incrementar la cobertura del tránsito rápido 6 veces más rápido.
  3. Eliminar progresivamente el carbón en la generación de electricidad 7 veces más rápido.
  4. Reducir el consumo de carne de vacuno, cordero y cabra en regiones de alto consumo 8 veces más rápido.
  5. Descarbonizar la producción de cemento más de 10 veces más rápido.
  6. Aumentar el ratio de inversión entre el suministro de energía con bajas emisiones de carbono y el uso de combustibles fósiles más de 10 veces más rápido.

Estos deseos insatisfechos nos sumen en la nebulosa presente y futura de la vida en común. Nos sorprende que no se entienda, que pregunten a las academias médicas, que el hecho de consumir menos combustibles fósiles alarga la vida, y mejora las condiciones de ese plus de supervivencia. Dicho simplemente como avisa César-Javier Palacios en el blog de este periódico “La crónica verde”: Vamos por mal camino. Las emisiones de CO2 no hacen sino crecer en España.

Puestos a indagar un poco más, a la gente sensata e interesada en resolver aquello de que “no puedo hacer lo que se me antoje en el lento proceso de la descarbonización global”, nos hemos acercado un poco más a la movilidad eléctrica en España. Pero mira por donde el Informe OBS Business School dice que España tiene los puntos de recarga públicos de los más caros de Europa (hasta un 130% más cara que Portugal). Además, falta control y seguimiento de esas instalaciones que reciben subvención pública). Esta anomalía de futuro va en contra de lo que subraya el punto 6 de nuestra carta a los Reyes Magos de este año, o del escrito que pensamos dirigir a la próxima COP28 de Dubái, dentro de unos días. Además dice que los vehículos eléctricos puros siguen representando menos del 2% del parque automovilístico mundial (1% en España).

(ANFAC)

Puestos a relacionar un poco más me alumbra la visita reciente a la Exposición “Amazonía” con imágenes de Sebastiao Salgado. Dentro del paisaje, o escondidos con él, siento a los pueblos indígenas del Amazonas instando al Gobierno brasileño a declarar la emergencia climática tras ver que hasta los caudalosos ríos se secan. ¿La Amazonía seca? Indudablemente el mundo actual está fuera de lugar.

Puesto a pensar me golpea el titular de The GuardianPagar en vidas’: la salud de miles de millones de personas en riesgo por el calentamiento global. Ironía bien intencionada:  la Cop28 se prepara para celebrar su primer Día de la Salud, centrado en los vínculos entre la crisis climática y la salud humana. ¡¿Ahora se dan cuenta?!

Ni siquiera esforzándonos en pensar conseguimos encontrar ni una brizna de cordura basada en la ciencia objetiva en los partidos políticos españoles que han declarado la guerra al cambio climático, tanto que ni siquiera se preguntan si el dióxido de carbono es, o no, un gas contaminante. Nos gustaría conocer quiénes les sustentan estos dislates. Es más amenazan con derogar la ley del cambio climático e impulsar la minería en cuanto lleguen al Gobierno de España, que a punto han estado y puede que sea no muy tarde. La historia los pondrá en la imagen velada de la España de los decenios especulativos con el bien común climático (2020-2030; antes y después).

Me gustaría dejar de pensar en cómo se les ocurre celebrar una cumbre sobre el clima en Dubái. Ante la cual Eagle. Earthactiongloballeage  ha pedido el boicot porque celebrar una cumbre en este país, prototipo petrolífero como pocos, es absurdo y peligroso. Dan razones que merecen ser pensadas en profundidad. Con más contundencia se expresa El Confidencial: ¿reunión de gallinas en la madriguera del zorro?

Preparémonos para escuchar deseos climáticos, poco o muy comprometidos, entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre. Leamos con calma lo que publica la prensa online, entre ellas 20minutos.es. Porque estamos hablando de personas y clima, no de un ente abstracto fruto de la especulación de miles de científicos manejados por…

 

Los niños en Gaza 2030, si es que existe

La historia se repite casi con parecidos protagonistas: los inocentes niños que sufren los odios de las razas o religiones de sus mayores. Cuenta la leyenda –solo lo cita Mateo en su evangelio- que el malvado Herodes I el Grande –empeñado en quitar de en medio a cualquier enemigo- ordenó ejecutar a todos los niños menores de 2 años del territorio actual de Israel/Palestina. Temeroso como estaba de que alguno de ellos le hurtase el puesto de rey. Esto ocurriría antes del año 0, cuando debió nacer Jesús en Belén. Autores posteriores le dan valor al hecho exterminador, otros lo niegan en base a estudios científicos. En una búsqueda para una investigación sobre el paisaje en el arte me encontré con la Huida a Egipto (de Giotto/Ambrogio Bordone, 1306). Casi seguro que se había inspirado en los evangelios apócrifos. Dudamos que sea la leyenda sea cierta porque los historiadores romanos de entonces no la mencionan. Ni siquiera el judeorromano Flavio Josefo, que documentó profusamente la historia judía del siglo I, en la que se explayó contando algunas de las fechorías del monarca Herodes I.

Huida a Egipto (José Luiz Bernardes Ribeiro/WIKIMEDIA COMMONS)

El caso es que el malvado personaje se había sentido engañado por los Magos de Oriente, quienes debían indicarle el lugar exacto del nacimiento del Mesías. Más concretamente le pondrían una estrella encima. Es esa que se ha quedado en nuestros belenes. Según la leyenda, un ángel se apareció en sueños a José. Le dijo, más o menos, que se levantase y se marchase con la familia a Egipto, que se quedase allí hasta nuevo aviso, porque Herodes buscaría al niño –el supuesto mesías- para acabar con él. La inquina hacia uno se convirtió en la mencionada matanza, según la leyenda. Esta historia, leyenda o invención ha tenido una gran presencia en el arte cristiano.

Aquí vamos a identificar a los inocentes con niños y niñas palestinos muertos, a quienes sufren deterioros en su salud física, padecen hambre y enfermedades sobrevenidas. Pero nos fijamos especialmente en los que resultan heridos mentalmente por la masacre israelí, que afecta a los niños israelíes, sufrieran o no las embestidas de los terroristas de Hamás. Entre unos y otros niños de cada bando se alzará siempre un muro levantado por una intención compensatoria de los desmanes sufridos o vistos. Por eso, en una metáfora de compensación vamos a llamar santos a los niños muertos, o castigados mentalmente, de las tres religiones monoteístas que por allí se extienden. La iglesia cristiana recuerda a los suyos –que en realidad eran habitantes de Israel presumiblemente judíos, no cristianos ni musulmanes porque estos credos no habían nacido- el 28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes. En esto se habrán convertido los gazatíes supervivientes. Supongo que así los considerarán las familias de los niños israelíes muertos. Y ya sabemos que dar categoría de santidad a la muerte –más todavía se es infantil- amontona los odios permanentes.

De haber sucedido aquella matanza, tuvo un alcance limitado. La actual no, es indiscriminada. Tremendos episodios deben estar pasando por la Franja de Gaza, sin que la ética global -¿existe?- se entere. Los israelíes no permiten la entrada de la prensa internacional. Los ciudadanos sensibles al mal ajeno echamos en falta reacciones más contundentes a las continuas bravatas del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. De entre las muchas barbaridades que han salido de su boca llamó a “una guerra santa de aniquilación” del enemigo, aunque sean niños. Vestido de nuevo Herodes busca el exterminio de un pueblo; ha olvidado que el suyo fue aniquilado por los nazis, que existió un holocausto judío. Antes se dice que su pueblo fue expulsado de Egipto y vagó 40 años por el Sinaí conducido por Moisés. Cómo olvidar la expulsión de los judíos de España por orden de los Reyes Católicos; antes las decretadas en la Edad Media por Francia, Inglaterra, Austria, etc. El éxodo judío de los países musulmanes –no solo- ha escrito múltiples escenas luctuosas a lo largo de la Historia.

¿Qué veremos en Gaza en el año 2030? Algunos países implicados en las masacres –otros como los de la UE que callan- firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que en su número 16 se propone que la paz, la justicia y las instituciones sólidas brillen en todo el mundo. Ahora, como entonces le sucedió a la familia de José, muchos palestinos sueñan con huir hacia Egipto o donde sea, pero las puertas está cerradas. Si miran los ODS, también desde la escuela o los hospitales, soñarán con el fin de la pobreza, desterrar de sus vidas el hambre, gozar de salud y bienestar, disfrutar de una educación de calidad, de agua limpia y saneamiento, etc. Nadie quiere a los palestinos o gazatíes, sabiendo que no todos son terroristas de Hamas, ni siquiera quienes creen en los ODS. Unrwa (Agencia de las Naciones Unidad para la población refugiada en Palestina) explica cómo empezó todo, una aproximación histórica al conflicto israelí-palestino; no sabemos cómo acabará. También lamenta la muerte de casi 100 de sus trabajadores y la destrucción de sus escuelas; además de la falta de alimentos y medicinas esenciales.

Ruinas tras un ataque en Gaza (ONU)

Ante las matanzas perpetradas por el ejército israelí, los países democráticos poco han hecho, o si lo han hecho no lo han expresado con contundencia para que el Gobierno de Israel y la opinión pública quedasen enterados. Cuando escribo esta entrada llevamos un mes de guerra. No entendemos por qué no se para. Seguramente habrá muchos pagos al silencio, interesadas previsiones comerciales o ayudas de tipo desconocido, bombas superdestructivas al alcance para los fieles mudos; pero ni por esas razones cabe el silencio. Los poderosos romanos tutelaban entonces a Herodes I, más o menos parecido a lo que hacen los EE.UU. con el Israel actual. ¿Hasta cuándo durará la guerra? La demolición de Gaza avanza. Puede que los ODS hayan muerto definitivamente allí. La BBC consideraba a la Gaza de hoy “un cementerio de niños”.  Antonio Guterres insiste en lo mismo. Como escribe Olga Rodríguez en ElDiario.es «Occidente ha perdido autoridad moral y queda arrasado por su incapacidad para pedir alto y claro el fin de la masacre». 20minutos.es le dedica un canal permanente. ¿Dónde y cómo acabarán los niños y niñas gazatíes que ahora no tienen qué comer, ni agua y ven deteriorarse su salud? ¿Sabrán vivir los niños israelíes con tanto odio y rencor –suponemos- enfrentado a los gazatíes o palestinos en general?

Aunque nada más sea por la infancia hay que levantar la voz, exponer las quejas de la inhumanidad ética que cada día alcanza a más gente. Un muchos lugares del mundo cruel (Somalia, Sudán del Sur, Mali, Ucrania, Afganistán y un largo etcétera la infancia envejece demasiado pronto. En todos estos países, y en muchos más en donde las desigualdades no hacen sino crecer –también en la UE- tiene muy negro el año 2030, el de los deseos de universalidad compartida (fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, etc.).

Sean musulmanes, cristianos o de cualquier religión, los niños no deben ser sometidos a estas crueldades. Son el nexo de unión de las familias, que tardarán en olvidar la matanza. A veces solo les queda el recurso de jugar para olvidar una parte de sus desdichas. Los invasores los han convertido en santos sin ellos desearlo. Por eso no está de más ayudar a las Agencias de la ONU (Unrwa, Unicef) –estiman que en esta guerra han muerto unos 4.000 niños- o a las ONG  (Oxfam, Save the Children, Médecins Sans Frontières y otras menos conocidas) que tratan de limitar los daños sufridos en forma de socorros sanitarios o manteniendo escuelas que al final acaban destruidas. Hay que recordar que el ODS 17 clama por las alianzas múltiples para lograr los 16 anteriores.

Por eso clamamos en voz alta para que haya un alto el fuego inmediatamente, por más que sepamos que el odio vagará por las vidas y las mentes de muchos damnificados, sean israelís o palestinos. El Papa Francisco clamaba hace unos días que en el nombre de Dios parasen esta guerra para que «que se pueda socorrer a los heridos y que la ayuda llegue a la población de Gaza, donde la situación humanitaria es desesperada». Imaginamos que los dioses de las tres religiones monoteístas que también luchan por ahí lo habrán hablado ya. Seguro que la mayoría de quienes mueven esta masacre quedarán a salvo; la historia nos dirá si fueron juzgados por sus genocidios, crímenes de guerra y lesa humanidad, así lo marca el derecho internacional. Cuando redacto estas líneas Heraldo informa que Israel lanza la guerra de los hospitales. El Periódico del mismo día recoge que Israel rodea con tanques cinco hospitales de Gaza y ataca varias veces Al Shifa, el mayor hospital.

Hagamos algo para que La Cima 2030 no sea “La Sima 2030” para Oriente Medio. Por ahora no vemos ninguna estrella encima de Gaza, ni encontramos Magos a los que apelar para que apacigüen la terrible masacre física y mental.

Un diálogo con Ítalo Calvino removiendo el pasado futuro

Llegué a él desde Las ciudades invisibles. Quedé prendado de sus  recursos literarios para describir el fondo y la forma de la vida corriente. El libro había sido editado en 1970 pero lo conocí años después, cuando andaba reflexionando sobre la coherencia de la compostura urbana para gestionar los flujos materiales y las interacciones sociales; lo que entonces llamaba ecodependencia. Me encontré con ciudades inimaginables para cualquiera. No eran descripciones tipo imagen idílica o catastrófica que tanto cunden ahora por la Red. Desde entonces lo he citado en bastantes ocasiones en artículos o conferencias. Cuando tengo una duda de dirección y sentido sobre lo que pienso acudo a este librito. Es tal su esencia para explorar la existencia urbana –hoy casi todos estamos comprimidos ahí- que debería estudiarse en todas las carreras de economía o ecología. Sus ciudades son como una recolección depurada de belleza cotidiana a través del tiempo y del espacio. En ellas casi nada es lo que parece; todas ellas mutan según como se las mire. Y más todavía, cada una en singular será diferente según cada cual la interprete y en conjunto mantienen cosas en común.

A menudo me pregunto si hace más de 50 años Calvino ya sabía el devenir de muchas de nuestras ciudades. ¿Sería un adivino o quizás sabía leer como pocos las relaciones sociales? A menudo me he preguntado si esas ciudades escritas son como las nuestras vividas; acaso fueron o podrán ser. Nació hace 100 años y bien merece un reconocimiento de quien tanto le debe: por lo que alumbró o convirtió en una duda. Hace un tiempo escribía un artículo en este mismo blog en donde decía que los entramados invisibles de las ciudades no se ven directamente pero se adivinan a poco que entremos dentro de ellas.

Me imagino que soy Marco Polo, como el personaje principal de Calvino en este libro. Me veo contando la esencia urbana de ciudades diferentes. No lo hago a Kublai Khan sino para mí mismo. También se me representan en forma de crítica hacia los grandes magnates (algo o bastantes mangantes) del mundo idealizado. Podrían ser políticos o buscadores de dinero fácil; da lo mismo. Casi seguro que alguno figura en la lista Forbes de los ricos.

Si me encontrase delante de uno de ellos –ahora disfrazados de empresas respetables- le contaría que muchas ciudades que parecen ricas y prósperas a la vez, se ven envueltas en hollín y pringue. La ciudad próspera prospera a costa de la vida de sus ciudadanos. Ítalo Calvino me animaría a contarle al dirigente actual de la India que, lo denunciaba hace unos días el The Indian EXPRES, una serie de estudios han demostrado un impacto directo y grave de la contaminación del aire en el crecimiento del PIB y los niveles de ingreso per cápita. La producción de los trabajadores disminuye, menos consumidores recurren a servicios basados ​​en el consumo, la productividad de los activos se ve obstaculizada y los gastos de salud se disparan. Algo así sucedía en la Olivia de Calvino. Si bien me queda en el recuerdo amable aquello de que no  “se debe confundir nunca la ciudad con las palabras que la describen”. Aunque no acabe de entenderlo del todo. Pienso en ciudades bellas europeas, españolas. Hay concursos de belleza de ciudades y pueblos con encanto. La mercadotecnia fagocita todo. Casi siempre esas descripciones turísticas dejan al margen detalles nada agradables.

Quizás Calvino me confunde adrede cuando me invita a pensar en esas ciudades escondidas o sutiles; en aquellas otras asociadas al cielo, santificadas por no sé quién o por muchos a la vez, como le sucede a Roma. Estos días he visto la exposición sobre Pompeya en el Matadero de Madrid. Una no ciudad que lo fue y vuelve a emerger convertida en ruina por la furia del Vesubio.

Me apetece repetir una parte de algún artículo mío: Eutropia es una visión habitada donde al entrar el viajero no ve una ciudad sino muchas, como sucede en aquellas que al llegar en tren o por carretera se ven barrios marginales y chabolas aunque dominen los destellos de sus “torres que desafían al cielo con hacerlo caer”. Los títulos de las obras de Calvino componen un poema vital a nada que hagas un esfuerzo para enlazarlas: El sendero de los nidos de araña por donde camina sin dudar El barón rampante, uno de Nuestros antepasados. Otros se dedicaron a La especulación inmobiliaria aunque eso acarrease La nube de smog. Acaso se preguntaron alguna vez Si una noche de invierno un viajero… No sabemos si sería capaz de elaborar Seis propuestas para el próximo milenio (levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad, el arte de empezar y el arte de acabar). ¿Pero qué es el invierno? ¿Acaso un infierno? Busquémoslo en las muchas entradas que asociado a Calvino lo citan en Internet: 169.000 cuando escribo estas líneas.

Todo nuevo conocimiento sirve para no tragar lo que nos dan masticado. Al contrario, debemos empeñarnos en construir un mundo global mejor que el que existía en tiempos de Calvino, mucho mejor que el que nos atosiga ahora. La vida, como las ciudades de Calvino nos asombra por sus destellos de belleza que extiende a edades diferentes, según el ángulo desde donde mires. La vida está hecha de fragmentos bellos o claros mezclados con el resto que tienen o no esas propiedades. Es una suma/producto/división y resta de instantes separados por intervalos. En realidad una búsqueda secuenciada del conocimiento sin fronteras. Y a nuestro lado están los demás.

Italo Calvino

(Dominio público)

En nuestro existir compartido encontraremos momentos o partículas de verdad y de belleza junto con cosas inservibles o sufrimientos y quejas. Por eso no es extraño que el ítalo-cubano defendiese una cultura global, un conjunto complejo y a la vez unitario construido por el conocimiento y la acción. Seguramente así saldría más gente que pudiese optar a los puestos de responsabilidad política y empresarial con garantías de que no buscan el bien para sí mismos sino en las ciudades, naciones invisibles.

En 20minutos.es se ha hecho un detenido seguimiento a Ítalo Calvino y una lectura acertada de sus grandes ideas: el 5 de octubre de 2008  Nacho Segurado escribía “Fábulas minuciosas para un mundo impreciso” y el 28 de marzo de 2009 nos ilustraba con “Las ciudades ideales que nunca existieron«; el 8 de octubre de junio de 2022 escribí “Ciudades sostenibles, verbi gracia”, entre otras. Así pues invitamos a aquello que recomendaba Calvino: la lectura de los clásicos para entender futuros. Aquellos libros que guardan un tesoro para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez, en las mejores condiciones para saborearlos. Eso sí, porque leer no es solo pasar páginas. Él ya es ahora mismo, 50 años después de su muerte se ha convertido en uno de esos clásicos que hay que leer con un cuaderno y bolígrafo al lado. Así anotaremos las brillantes ideas que nos da para entender la vida presente y comentarlas por quienes la vivirán en el futuro.

Como final, reproducimos textualmente un artículo de homenaje que Andrea Rizzi (7-10-23) le dedicó recientemente en Babelia:

En un mundo que se petrifica en la monstruosidad nacionalista, en la estulticia hiperpartidista, en el embobamiento de las redes sociales, sigue siendo enriquecedor contemplar esa llama leve, exacta, rápida, visible y múltiple. La obra de Ítalo Calvino, que, nacida de grandes noes, achica la tiniebla del infierno que avanza.

La comodidad consumista tiene un alto precio para el clima y más cosas

La comodidad es un escenario mental y físico. Otra gente lo llama estado de confort. En cualquier caso tiene que ver con un periodo eventual o semipermanente en el que el individuo experimenta satisfacción con aquello que le rodea. Coincide con lo que se desea en ese momento; varía con el tiempo. Esta situación de agrado percibido depende de factores personales –sentimientos placenteros y entornos familiares/laborables confortables- y ambientales- condiciones meteorológicas principalmente y otras variables que acarician o incomodan a lo que se percibe mediante los sentidos-. La razón anda por ahí sin mucho protagonismo; se da por supuesta.

Pero la comodidad también se ve condicionada por otros parámetros que podíamos llamar ideas personales y sociales, incluso no visibles con frecuencia. Entre ellas estarían el sexo, la edad, las características físicas y biológicas. Además de la salud física o mental y el estado de ánimo. Claro que todas estas están tamizadas por la experiencia previa o la relación que se lleva a cabo entre deseos y satisfacciones. Dicho todo en plan resumido. Porque la sociedad de acogida temporal –la vida social cambia en lo accesorio pero también en lo fundamental- es una variable determinante. La sociedad frente/con el individuo son proyectos de vida. Y aquí nos introducimos en un complejo escenario. La ausencia de confort, parcial o permanente, es un regulador personal y social. Lo perverso es que el confort no es divisible para ser repartido de forma más o menos igualitaria en el universo social pleno de desigualdades. El consumo per cápita es una mentira relevante. Más todavía si se ensancha el territorio social. Recordemos que frecuentemente se compara 2023 con el año 2030, ese en el que cada cual, cada país, debe presentar sus rendimientos éticos y ambientales. El cambio climático ha venido a complicarnos el estado de confort.

Se dice que para llegar a esa comodidad o sensación de confort necesitamos cosas y atenciones. Sucede desde nuestra primera infancia. Suelen ser personales. Para lograrlo se acude al consumo de objetos o relaciones, a las situaciones percibidas -según cómo y con quién- que nos procuran felicidades varias.  Pero a medida que se nos da la posibilidad de elegir se plantean apetencias y divergencias con lo que también desean los demás. Se van consolidando una serie de códigos personales que coinciden o se oponen a lo que es una corriente social. En este trayecto aparecen el consumo y el consumismo. En pocos años nos hemos visto implicados en la orgía consumista. Esas señales, en términos globales, las emiten la adquisición de aparataje individual electrónico, el llenado de la compra de precocinados, la socialización de la moda, el repetido renovado interior de las viviendas, la compra de grandes coches sin necesidades personales o laborales, el viaje vacacional, etc. Cada vez es más grande el porcentaje de la sociedad que quiere vivir a lo grande, o vivir sin contratiempos lúdicos. Pero ¿qué pasará si el consumo global limita la disposición de materiales, suelo, alimentos y servicios tan importantes como la sanidad y la educación? ¿Cómo funcionará el clima que condiciona todo?

El consumismo es una tendencia antigua, como se puede ver es este enlace, pero muy sobredimensionada en la actualidad. Si relacionamos comodidad con consumismo nos encontramos en una situación perversa. Si las apetencias consumistas nos fallan nos agobia la incomodidad. Porque aquí entran en juego necesidades idealizadas que impregnan a muchas personas en todo el mundo. Las más visibles y deseadas, las que originan su búsqueda permanente, podrían ser las comodidades físicas, las certezas no pensadas, el placer o el lujo; todas ellas tiene sus variadas dimensiones-. Sobrevolando todo esto aparece el mercado. Este busca enriquecerse a sí mismo; a la vez puede empobrece a millones de personas. Ese que, digámoslo claramente, genera pobreza y miseria en el mundo entero –pongamos como ejemplo las camisetas de los ídolos deportivos-.

Compras de Navidad en Londres (Andy Rain / EFE / Archivo)

El crecimiento económico es casi una religión porque se asegura que produce comodidad y satisfacción de los deseos. Como la felicidad se erige en un imaginario colectivo pleno de éxitos modelados y de riquezas, las personas menos afortunadas sienten que han fracasado si no logran lo deseado. Aquí tiene bastante que ver aquello que manifestaba B. Rusell en El elogio de la duda: gran parte de las dificultades por las que el mundo se ve tan sacudido es debido a que los ignorantes se creen completamente seguros y los inteligentes no superan sus dudas cuando interpretan lo que está sucediendo. ¿Acaso hay alguien que todavía no ve la relación entre consumo y cambio climático?

Lo peor de hoy es que la gente que sí ve la relación entre el consumismo y el clima desde dos extremos: todo se relaciona o nada tiene que ver. Un ejemplo podría ser la intrincada marcha de la paquetería, que hace felices a quienes buscan la compra rápida moviendo un dedo y si no lo consiguen se sienten molestos. Pero esta práctica tiene un precio: unos tremendos impactos sobre el clima global y la salud personal o colectiva. Casi nadie duda que estamos captados por el consumismo. Pasamos en pocas décadas de los colmaditos para proveernos de lo necesario a los megacomercios con las estanterías llenas de productos presentados de forma atractiva, pero muchos no necesarios. Hay que reflexionar sobre el consumo consciente si queremos llegar en condiciones saludables a La Cima 2030.

Además de la expandida red que todo te lo trae empaquetado. Y esto tiene un alto coste ambiental –producción, transporte, distribución, desechos, etc.), social (necesidades sepultadas por caprichos consumistas, para la salud -entre otros contaminación del suelo, el aire y el agua-; tóxicos en ropa, alimentos, recipientes), etc. Ecodes lo dimensiona a la perfección porque alude al precio de la comodidad, que no solo tiene un coste económico sino que es un contravalor social, aunque personalmente nos congratule. A la vez, o lo que es todavía peor, las redes han convertido a la gente joven en la gran consumidora y publicista de ese sistema de colmar felicidades, como demuestra en esta entrada el Injuve (Instituto de la Juventud) sobre la colonización consumista de los adolescentes. Para reflexionar cada cual, para hablarlo en grupo. Acaso para ayudar a resolver/despejar estos enigmas del comportamiento, demasiadas veces ignorados,  Fuhem recomienda El fin de la sociedad del despilfarro. Ya va siendo hora de pensarlo en serio.